El Señor de los Armarios

15 de Junio de 2003, a las 00:00 - Wampag y Oriön
Grandes parodias - Chistes, parodias, humor gráfico :: [enlace]Meneame

Aiya a todos los tolkiendilis que habitáis los rincones de elfenomeno.com. Somos Wampag y Oriön (tal vez nos conozcáis por el foro), y os enviamos esto para, esperemos, vuestro entretenimiento. Es un relato basado tanto en el libro como en la película de El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo, sólo que con "algunas" variaciones. Lo cierto es que le tenemos mucho cariño a esta historia, porque además de
haberla criado y alimentado como si fuera nuestro hijo (que ya es todo un adolescente), encierra una historia detrás.

El mundo ha cambiado... Todo comenzó con el sueño de todo fan, y la recopilación de un bestiario alternativo. Veréis, tanto Wampag como yo queríamos que nuestras familias y amigos se engancharan a lo mismo, al maravilloso mundo de Tolkien. Pero claro, si
tus amigos y tu familia se ha visto la película una sola vez (con todos los nombres raros y eso), se confunden, y llaman a los elfos "filfos", a los hobbits les ponen términos como "enanillos graciosos", "chiquitines" y sucedáneos, etc... De ahí que poco a poco, nuestras mentes empezaran a funcionar. Empezamos a hacer parodias entre nosotras de escenas de la película, como Moria, el Concilio de Elrond, etc. Hasta que un día, nos decidimos por traspasar esas ideas al papel (bueno, a la pantalla del ordenador), pero no sólo con algunas escenas, sino con toda la película. Y este ha sido el resultado.

Esperamos que nadie se moleste. No nos hacemos responsables de la conducta que algunos personajes pudieran mostrar (y de hecho, mostrarán). Esperamos que disfrutéis con esto, aunque sólo sea un ratito, que se lee en nada (aunque nos han ocupado más de 60 páginas).

Ahora mismo estamos trabajando en la segunda parte, es decir, en el tercer y cuarto libro de Las Dos Torres, así que esperemos que, si a alguien le ha gustado, que nos perdone la tardanza.


La Pandilla del Armario

Libro I

El mundo ha cambiado
Lo siento en el agua
Lo veo en mi billetera
Y el Euro ha llegado

Mucho se perdió entonces, pero como fue hace la tira, todos los que habían en aquel entonces ya la han diñado.
Para que nadie se pierda, recapitulemos. Todo empezó con la construcción de los grandes Armarios de Poder. ¿Qué por qué eran tan poderosos? Porque tenían la facilidad de que si te metías dentro te escondías y los demás no te encontraban. Sí, es cierto, hay que ser muuuuuuuuy tonto para no caer en que si te has metido ahí dentro tienes que estar ahí dentro, pero como ya se verá, los protagonistas de esta historia no es que sean unas mentes brillantes. Pues bien, tres fueron dados a los elfos, los seres más nobles, más sabios y en resumen, más chupiguays que pasaban por allí. Siete fueron dados a los enanos cava-montañas y sus compañías de demolición. Y nueve fueron dados a los hombres, subproductos de baja calidad, mortales por naturaleza y traicioneros porque sí.
Pero a todos los timaron, porque otro armario fue construido en secreto por el malvado Marsauron en la Carpintería del Pepino, en la tierra de Mordor. El tal Marsauron era un tío con muy mala uva, y que estaba resentido con todo el mundo, ya que nunca era invitado a reuniones sociales o a jugar al Paddel con el resto de los Valar. Una de las posibles razones era su afición a destruir y someter a cualquiera que se le pasaba por delante, pero parece que no terminaba de comprenderlo y seguía en sus trece de ser muy muy malo. En resumen, que cuando hizo este Armario su idea era poder esconderse y así dedicarse a hacer la puñeta al prójimo desde una posición oculta.
Ahora bien, cuando el resto de pueblos se enteraron de sus terribles planes interpusieron una denuncia ante el juzgado para desahuciarlo de Mordor, alegando que "había metido gente muy rara de inquilinos allí". En efecto era así, ya que había creado un ejército de orcos para combatir las huestes que ya marchaban a las puertas de sus dominios. La cosa es que después de una gran batalla, Marsauron perdió el Armario Único y este fue pasando de dueño en dueño, los cuales morían de forma "accidental" tras poseer el Armario durante un tiempo, ya que tenía voluntad propia y decidía con quien se quedaba. Por último fue a parar a manos de una criatura asquerosa y despreciable llamada Gollum, que se vestía de harapos, no se lavaba nunca y vivía como un hippie. Gollum era pocero y habitaba en las cloacas. Cuando el Armario llegó a su poder le facilitó mucho las cosas. Lo usaba de barca para pescar en los canales de residuos o simplemente se metía dentro para travestirse y así intentar pasar desapercibido ante los peces para después atraparlos. Para él era su mundo, por lo que solía llamarlo con nombres cariñosos como "mi tesoro", "precioso mío", "cariñito mío", "mi cielito" o incluso "churri mío".

Pero un día llegó un "gracioso enanillo", o sea, hobbit para los amigos, llamado Bilbo Bolsón. Para el que no lo sepa, los hobbits son unos seres más bien retacos y gorditos, con el pelo muy rizado, cara de borrachines, amantes de la hierba para pipa y alérgicos al trabajo. Vivían felices en la Comarca, que cae más o menos al oeste de la Tierra Cuarto y Mitad. Bueno, dicho esto volvamos con Bilbo Bolsón. El chavalín (que de chavalín no tenía nada porque tenía ya sus 50 añitos cumplidos), por accidentes del destino, llegó a la cueva de Gollum. Y claro, con esto de que no veía ni un pijo en la oscuridad ni tenía prismáticos de visión nocturna, Bilbo se metió por "accidente" (o al menos eso alegó más tarde) en el Armario. Cuando entró en él, se introdujo en el mundo de las rosas, porque desde dentro podía escuchar esa canción de "Young hearts run free", lo cual le pareció seriamente preocupante. Sobre todo cuando salió, ya que descubrió que le había gustado. Así que, ¿qué es lo que hizo nuestro amiguito? Se encontró con Gollum, y como el Armario no le cabía en el bolsillo, decidió ocultarlo tras de sí. Claro que el Armario comparado con él era el Empire State. Se ha de ser muuuuuuuuuy tonnnnto para no verlo. ¿Hay alguien en el mundo que sea tan tonto? Pues parece ser que Gollum lo era, porque no lo vio. De hecho, cuando Bilbo le preguntó qué era lo que tenía a sus espaldas, a la criaturita le entró un ataque de histeria. Así fue como Bilbo Bolsón ("Bolsito mío" para los amigos) se hizo con el armario.


Capítulo I: Una reunión muy esperada
Pasaron años y más años, y otros tropecientos más, y llegó el cumpleaños de Bilbo. Resulta que Gandalf el Rosa aprovechó la ocasión para celebrarlo con su amiguito de toda la vida. El reencuentro fue maravilloso... no hay palabras para describirlo. Claro que Gandalf ya se empezó a poner mosca con el tema, porque veía que Bilbo tenía un cutis demasiado refinado para ser un tío. Total, que empezó a tener sus sospechas, que crecieron cuando vio en el recibidor un pedacho de armario que parecía ser el mismo, el mismito que el que se fabricó Marsauron. Claro, que Gandalf el Rosa, como buen amigo, no iba a desconfiar tan rápido de Bilbo que cumplía aquel mismo día sus taitantos añitos.
Además de ver a su querido amigo Bilbo, Gandalf tuvo ocasión de reencontrarse con el zopenco de Frodo, sobrino de Bilbo que fue adoptado por éste de joven. El tal Frodo era un haragán que se pasaba el día tirado por los caminos recuperándose de las constantes juergas que se montaba con Sam, el jardinero de la familia, y sus otros amigos delincuentes juveniles. Ninguno de los dos era ya bien recibido en la taberna del pueblo, "El Dragón Verde", Frodo porque siempre montaba broncas con todos los parroquianos, y Sam porque agotaba las hojas de reclamaciones y sugerencias exigiendo que trajeran a Gloria Gaynor a actuar al garito (efectivamente, Sam era un tanto "rarito"). La cosa es que Frodo se alegró mucho de la llegada de Gandalf el Rosa, porque siempre estaba pidiendo prestado a sus conocidos para pagar las deudas contraídas con el juego y otros vicios, y ya lo habían mandado a tomar viento hacía tiempo. Por eso, vio el cielo abierto cuando encontró a una nueva víctima a la que sablear. Gandalf iba cantando por el camino en su carro cuando le salió Frodo al encuentro.

Gandalf: (Cantando)... llorareeeeeé las penaaas de mi corazoooooón enamoraoooo...
Frodo: Gandalf, tío, menos mal que has llegado. Ya creía que no venías.
Gandalf: No te pases de listo niñato. Si he tardado ha sido por tu culpa, que cuando he parado en la posada de "los Gamos" y he dado mi nombre me han dicho que tenía que pagar una factura tuya, porque tú dijiste que mandarías a un tal Gandalf con la pasta.
Frodo: Eeeeemm, ¿ah sí? Ejem... Vaya, lo siento, de verdad. No pensaba que pasarías por ahí. Te pagaré todo, en serio, te lo devolveré con intereses. Lo que pasa es que ahora estoy a dos velas.
Gandalf: Para variar. ¿En qué te has gastado tu dinero esta vez? ¿Más hierba? ¿Carreras de wargos?
Frodo: Oye, oye, eso no es justo. Estoy pasando por una mala racha. Necesito algo de pasta, pero el viejo me ha cerrado el grifo. Me han ofrecido un negocio muy bueno, con muchos beneficios. Pero tengo que poner capital. Esperaba que me dejaras algo...
Gandalf: ¿Y por qué no pruebas una experiencia nueva y curras, tío vago? ¡¡Búscate ya un trabajo!!
Frodo: (Con mirada extraña, como si no supiera de qué está hablando) ¿Tra - ba - jo?
Gandalf: (Suspirando) Te dejo algo, pero que sea la última vez. Ahora me voy a ver a tu tío.
Frodo: Gracias, tío. Eres un colega de verdad. Ah, para que veas que soy generoso... estoooo... creo que no deberías pasar por casa de los Coto o te pedirán cuentas por el techo de su cobertizo. Por lo visto creen que tu vas a pagar por aquel desafortunado "accidente"...

La conversación podría haber seguido, pero Frodo salió corriendo cuando vio la mirada asesina de Gandalf al bajarse del carro y coger su bastón con la intención de partírselo en las costillas.

Total, situémonos ahora en el famoso cumpleaños de Bilbo. Todo iba a ser perfecto. Todos bailaban al ritmo del YMCA, Gandalf el Rosa se encargaba de los fuegos artificiales... Todo era perfecto en el cumpleaños. Claro, ¿qué mejor ocasión para aguarles la fiesta a tanta gente? ¿Quién sería tan tonto? Bilbo, señores. Bilbo fue tan tonto. Claro, no lo habría conseguido sólo (porque su estupidez llega a límites desconocidos), sino que necesitó la ayuda de Gandalf el Rosa. Ocurrió lo siguiente: tras llamar a la grúa para que llevaran el "armario" al lugar de la fiesta, Bilbo se subió al púlpito... quiero decir, a una especie de escenario, y allí comenzó su discurso. Venía a decir lo siguiente:

Bilbo: Queridos hermanos, nos encontramos aquí reunidos para unir a este hombre y a esta mujer en sagrado matrimonio - tras un largo silencio, prosiguió con una leve risita -. Siempre quise decir eso - suspiros generales en todo el auditorio -. El caso es que me alegro de teneros aquí a todos vosotros: Robinsones y Tacones, Bolsones o Bolsitos, y a mis queridos Giñapiés.

Una voz de fondo dijo:

Vocecilla al fondo: ¡CAGAPIÉS!
Bilbo: Bien. Hoy cumplo jfkdsjfieadjfs años.
Público: ¡Hurra! ¡Hurra! ¡Por otros taitantos años! - gritaron todos los enanillos graciosos (hobbits) golpeando las mesas con cuidado de no hacerse daño en las manitas delicadas.
Bilbo: Deseo que lo estén pasando tan súper mega guay como yo. No les distraeré... O eso intentaré. Veréis, estamos aquí porque tengo que comunicaros un mensaje de Gandalf el Rosa, que obviamente no quiere quitarme protagonismo. Me ha dicho que os diga que la prima de la tía de la abuela de su madre que vive con el cuñado del hermano de su tío abuelo le ha dicho que dice que la abuela tiene ganas de venir.

Eso fue lo más difícil de asimilar. Claro, que como el lector habrá podido comprobar, no tiene ningún sentido. No tratéis de buscárselo, porque yo ni siquiera se lo encuentro.

Prosigamos con el discursito de las narices de Bilbo:

Bilbo: Tengo otro anuncio. ¡Frodo es mayor de edad! - aplausos y aplausos en el auditorio -. Ya puede votar, casarse, divorciarse, cambiarse de sexo... Por último tengo que hacer un anuncio. Tengo otros asuntillos que no os importan, que tengo que solucionar. Los he pospuesto tanto que la garantía de mis regalos va a caducar. Así que, nada, nos vemos.

En ese momento, Bilbo se introdujo rápidamente en el armario, y antes de que nadie pudiera parpadear de asombro se vieron unas luces de neón y Bilbo salió del armario vestido con unas maracas y bailando... ¡LA CONGA! El terror fue tremendo para todos, ninguno deseaba estar allí. ¡Qué terrorífico! ¡La conga! ¡Qué crueldad por parte de Bilbo! Todo el mundo empezó a hacer toda clase de críticas (aunque otros como los Amapolas S. A. les encantó el numerito y no hace falta decir por qué -era una sociedad anónima compuesta únicamente de hombres, y claro, el nombre indica su rareza-).

Aprovechando el asombro de todos, Bilbo se escabulló, no sin antes llamar a los de la grúa para que se llevaran el armario, y se dirigió hacia su pequeño y humilde hogar (una porra, porque estaba lleno de tesoros, pero así queda más bonito y más tierno). Y ustedes se preguntaran: "¿Y los otros hobbits no cayeron en que era el armario el que producía esos tremendos cambios?" Pues no, así era el grado de estupidez de nuestros amigos.
Cuando Bilbo salió de su estado de poseso por la conga, se vistió con la túnica del coro de gospel de la catequesis a la que asistía de pequeño. Se dirigió hacia su habitación para coger un bastón de su representación de Moisés en la obra de la parroquia y, justo en ese momento, se encontró con Gandalf.

Gandalf: (Con sarcasmo) ¿Qué? Feliz y contento, ¿no?
Bilbo: Pues sí, ¿para qué mentirte? Además, no me mires así que tú me has ayudado con las luces de neón, eso no me lo esperaba.
Gandalf: Claro, con el poco estilo que tenías bailando la conga con esa falda que te dejaba ver las canillas... que por cierto, a ver si hacemos más sesiones de UVA, que las tienes más blancas que las protuberancias de las eclesiásticas (véase el pecho de una monja, dicho finamente). Venga por favor, te he ayudado para que la gente no saliera más aterrorizada de lo que estaba.
Bilbo: Joooooooo, ¿tan  mal lo he hecho? - silencio -. ¡Bah! Supongo que tienes razón, como siempre. Oye, ¿le echarás un ojo a Frodo?
El mago enfureció de repente.
Gandalf: ¿Un ojo? ¡¡Lo que le voy a echar son las manos al cuello al niñato abusón, que se cree que soy el banco de Rohan!!. Mejor que no te cuente o te irás con un mal sabor de boca.
Tras un momento de reflexión, el hobbit dijo:
Bilbo: Bien, en ese caso creo que le daré a mi sobrino algunos consejos para su propia seguridad, como por ejemplo que no te abra la puerta - en ese momento, oyó que los de la grúa se iban -. ¡No, no! ¡Por favor! ¡No se vayan! - les dijo dirigiéndose a ellos -. Les necesitaré.
Gandalf: ¿¿¿TE VAS A LLEVAR EL ARMARIO??? - preguntó Gandalf con cara de asustado, preocupado, cabreado y todo lo que se puede sentir cuando ves que tu "amigo" del alma se va a ir.
Bilbo: Pues sí, al fin y al cabo, ¿por qué no iba a quedármelo?
Gandalf: Venga hombre, seamos sinceros, tú ya no estás para esos trotes. Ya no estás para salir por la noche vestido de la de Afrodita de Eurovisión. Te tendrías que haber visto hoy.
Bilbo: Aaaaaajaaaaaaa. Tú lo quieres para ti. Lo he visto. No digas que no.
De pronto, Gandalf empezó a cobrar un aspecto más grande y cada vez más rosa. Sus ropas fueron cambiando de color, y su voz se volvió cada vez más aguda. De pronto se puso a cantar: IN THE NAAAVY... Bilbo se arrinconó y no pudo evitar que una lágrima y unas gotitas de pipí se le escaparan. Nunca había visto a Gandalf así. Poco a poco el mago fue recobrando su forma original, y dijo con voz más grave:
Gandalf: Como ves, no me hace falta el armario. Pero es que a ti tampoco. No te va a servir. Ya no ganarás tanto dinero con tus numeritos de Bar Coyote en los cumpleaños a domicilio. Venga hombre, seamos sinceros. Déjalo, te vas con los elfos que son otros que tal andan, y te dedicas a tu libro.
El hobbit se abrazó a las piernas del hechicero, y después se dirigió a su puerta. Justo antes de salir por ella, pero antes de despedir a los de la grúa, le dijo a Gandalf:
Bilbo: He pensado en un final para mi libro: "Y vivió como mujer por el resto de sus días"
Gandalf: Y espero que así sea, "bolsito mío".
Bilbo: Hasta la vista, Gandalf, y no te cargues a Frodo, por favor. Todos hemos tenido la tentación, pero contrólate un poco.
Gandalf: No prometo nada. Como me la vuelva a jugar te juro como que estoy aquí que me lo cargo. Es que como me lo encuentre no respondo - Bilbo le echó una sonrisita, mientras Gandalf pensaba:"Sí, sí, a ver si te ríes tanto cuando vuelvas y veas aquí un epitafio con el nombre de Frodo". Cuando el hobbit se había alejado lo bastante, el mago dijo entre dientes - Que Eärendïl ampare a Frodo, lo va a necesitar.



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