Entre las intrigas

07 de Diciembre de 2003, a las 00:00 - Airen3019
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Capitulo 2:

Pasaban los años y parecía que el tiempo había borrado las ambiciones que tenían los Altos Elfos por ganar el mar y poder demostrar que no habían  perdido el poder que habían tenido en otros tiempos. Los Elfos Oscuros, con el paso del tiempo, habían seguido enriqueciéndose mientras vivían tras sus montañas protectoras a las que los enanos añadieron torres de vigilancia en caso de invasión por el norte, por el sur solo tenían el mar del que podrían esperar algún ataque porque los Altos Elfos no eran buenos navegantes y no tenían un puerto con acceso al mar.
En Cameldure todo iba mejor que nunca, el rey y la reina estaban bien y la pequeña Dana se estaba convirtiendo en una adolescente encantadora, con un cabello oscuro y unos ojos grises como el mar en el crepúsculo (ambos típicos de los Elfos Oscuros) y una piel blanca como los nomeolvides, aunque no se comportara como sus padres esperaban. Estos pensaban que su hija sería toda una señorita, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor, pero no era así: se interesaba por la economía de su reino y de otros asuntos del estado, se escapaba de casa y se iba a cabalgar sola o se iba a las
mansiones de los Señores Enanos ha aprender su arte o cabalgaba hasta el mar y saludaba a los espíritus que los protegían de una invasión por ese lado.
Pero lo que más le gustaba era perderse por la espesura de los bosques y descubrir sus secretos. El día de su dieciséis  cumpleaños salió a cabalgar antes del amanecer. En el bosque solo se oía a la alondra que anunciaba la aurora. Por lo demás estaba todo estaba en calma, rodeado de una bruma que le daba un toque mágico al bosque. Por mucha niebla que hubiera ella sabía hacía donde se dirigía, al centro mismo del bosque donde nunca había podido llegar y no era porque no lo había intentado, pero cada vez que estaba a punto de llegar, algo la hacía volver hacía atrás. Pero aquel día ella estaba convencida de que podía llegar.
Se sorprendió cuando llegó a lo mas profundo del bosque. Era un intermedio entre el llano y el principio de las faldas de las montañas protectoras de Cameldure. Se sentó en una piedra no muy apartada del linde del bosque hasta que las estrellas fueron casi desapareciendo del firmamento. Entonces cuando ya estaba montada en su caballo dentro del limite del bosque sin apartar la mirada del lugar, estuvo un rato en silencio.
Ya se marchaba cuando se dio cuenta que había gente bajando por la ladera.
Por culpa de la niebla no podía distinguir si era un animal, un elfo, un enano o algún orco o trasgo o alguna criatura parecida ha estos seres inmundos. Se quedo observando hasta que llegaron al final de la ladera. Cuando los vio con claridad el único pensamiento que se le paso por la mente fue: "¡Corre, no te quedes ni un momento mas o te descubrían y si te capturan y descubren quien eres lo pasaras mal si te llevan con ellos!" Pero por mucho que el sentido común le dijera eso, ella sentía curiosidad por saber como eran las gentes de la luz , como se llamaban ellos así mismos, o los cabeza
doradas, como los llamaban su gente, y como habían conseguido burlar la vigilancia de los Enanos y encontrar un paso practicable en esas montañas para llegar hasta allí. Por desgracia la curiosidad gano al sentido común pero uno de ellos se dio cuenta de su presencia, aviso a sus compañeros, que eran cuatro, y apuntaron con sus arcos en la dirección en la que ella se encontraba.
La flecha solo la rozó porque había sabido reaccionar y él había echado a correr a galope tendido. Mientras ella pensaba una y otra vez: "Voy demasiado deprisa, a caballo y conozco este bosque y ellos acaban de bajar de las montañas, iban a pie y no conocen el bosque. Pero cuando miro hacía atrás para saber si la seguían, "cosa imposible" pensaba ella, pero ahí detrás la seguía el que la había descubierto y montando a caballo. Su corazón dio un vuelco cuando vio que sus otros compañeros le seguían muy de cerca. Ella giro hacía la derecha antes de que el elfo que iba el primero la cogiera y la tirara del caballo, y puso entre ella y él unos cuantos árboles. Si ella llegaba al limite del bosque se encontraría con el primer cerco de las fortalezas después de las montañas y el bosque pero cuando podía divisar entre los árboles los muros de la fortaleza el maldito Elfo que la perseguía salto encima de ella y la tiro del caballo. Ambos estaban en el suelo tirados  zarandeándose el uno al otro durante unos pocos minutos hasta que él la tuvo cogida por las muñecas y se había puesto encima de ella de tal forma que no podía moverse. Dana miro al elfo desconocido que tenia encima de ella y en ese momento sus miradas se encontraron. Algo se produjo entre los dos porque él se levanto y la ayudo a levantarse y siguieron mirándose durante un rato.
Aurence pensó, mientras sentía que se perdía poco a poco en el océano de la mirada de aquella joven, que se torturaría por esa mirada. Dana mientras le miraba, leyó la frase que había en los ojos azules como el cielo del extranjero: Tu corazón comprende al mío.
Ella le cogió la mano y se fueron por el bosque alejándose de la fortaleza bajo las miradas atónitas de los cuatros compañeros del Alto Elfo. El bosque los ocultaba, como un manto protector extendido por encima de sus cabezas, de todas las miradas ajenas. Y rodeados de un silencio que solo los pájaros se atrevían a romper con sus cantos, ambos aprendieron cosas del otro. Estuvieron así hasta el mediodía, porque él tenía que irse. Entonces él le cogió la mano a Dana, se la beso y cuando ya se iba, se dio la vuelta y la miro a los ojos. Dana estaba un poco triste porque él tuviera que irse, pero cuando él se volvió y la miro, volvió sobre sus pasos y antes de que ella pudiera decir algo, él se quito un colgante que llevaba en el cuello y se lo dio, después la beso y se marchó mientras ella se quedaba aturdida por lo que le había pasado y se quedo un buen rato donde estaba hasta que lo perdió de vista. Entonces se fue en busca de su caballo que no estaba lejos y se fue a casa pensando todavía en el desconocido y apretando en su mano el colgante que este le había dado.
Mientras, él volvió al lugar donde había dejado a sus compañeros atónitos, con una sonrisa en la cara y de vez en cuando miraba hacia tras para saber si ella le había seguido pero no era así.
- ¡Por fin has aparecido! Yo que pensaba que hacías esto para hacer rabiar a tu hermano pero después de lo que he visto hoy, Aurence, creo que estas loco..... ¿En qué demonios estabas pensando? - dijo uno de sus compañeros que se acababa de levantar de una roca en la que había estado sentado hacia un momento antes de que Aurence apareciese entre los árboles.
- No ha sido para tanto, estas exagerando mucho. Tranquilízate, ya nos vamos, ¿eso es lo que querías oír? - dijo Aurence mientras recogía sus cosas - pero me gustaría quedarme mas tiempo aquí.
- Te ha pillado fuerte, pero no nos podemos quedar mas - dijo otro de los compañeros mientras Aurence miraba hacía tras como esperando - ¡Vamos conquistador que ya has hecho hoy bastante!

- ¿Dónde has estado señorita? - dijo la reina Brigit a Dana cuando ella llego al castillo.
- Mama sabes que estoy tan lejos de llegar a ser una señorita como que de que papá firme un tratado de paz con los Altos Elfos - dijo Dana escabulléndose dentro de su habitación.
- Pero mira quién ha aparecido - dijo alguien detrás de uno de los tapices que adornaban la habitación de Dana.
- Drea sal de ahí. ¿Pensaba que no venías hasta la semana que viene? - dijo Dana descorriendo el tapiz que ocultaba a Drea.
Drea era bastante rara para ser un elfo, no solo para los Elfos Oscuros sino que también para los Altos Elfos. De cabellos pelirrojos y ojos verdes y piel un poco más oscura que la de los demás elfos. Era amiga de Dana desde que eran pequeñas pero se veían muy poco porque el padre de Drea era capitán de un barco y se la llevaba a todos sus viajes.
- Me alegro que hayas vuelto tengo muchas cosas que contarte - dijo Dana mientras la abrazaba - Pero que pasa porque pones esa cara.
- No pasa nada... bueno sí que pasa pero siéntate - dijo Drea mientras se sentaba en la cama de Dana.
- ¿Tan grave es lo que os ha pasado a tu padre y a ti? - dijo ella sentándose al lado de Drea.
- No es sobre mí, es sobre ti. Los Altos Elfos están dispuestos a firmar la paz pero para eso...
- ¿Para eso que? ¡Contesta Drea!
- Tienes que casarte con el rey Niryen y tendrás que irte ha vivir a su reino, ¿comprendes porque te he dicho que te sentarás?
- Yo, irme de Cameldure - dijo Dana como si estuviera sola en la habitación con sus pensamientos - Será él, si debe ser él. Y ¿qué ha dicho mi padre?
- Por su parte acepta pero espera tú respuesta.
- Dile que acepto encantada - dijo Dana a punto de dar brincos por toda la habitación.
- ¿Aunque te separes de mí y tengas que separarte de tus bosques y del mar al que tanto te gusta ir a nadar?
- Separarme de mis bosques no me dolerá mucho porque allí podré explorar mas bosques, pero alejarme de ti y del mar será muy difícil de superar aún cuando haya sino elección propia.
- Entonces iré a decirle a tu padre que aceptas - dijo drea mientras abandonaba la habitación mientras unas lagrimas silenciosas corrían por sus mejillas.

Cuando Drea salió de la habitación de Dana, se encontró con la madre de esta, la reina Brigit, el rey Culrain, y su padre esperándola.
- Acepta casarse con el rey Niryen - dijo mientras se alejaba de la habitación con un presentimiento en el corazón.

Mientras en Cameldure preparaban el viaje de Dana hacia el reino de los Altos Elfos, allí todos estaban conmocionados por la forma de actuar de la reina Lania: ninguno de los antiguos reyes habían sido capaces de adueñarse de Cameldure por la fuerza y ella mediante la astucia lo había conseguido.
Había conseguido convencer a su hijo mayor para que aceptara casarse con una princesa de los Elfos Oscuros diciéndole que así conseguiría hacer algo que muchos antepasados suyos habían ambicionado y habían fracasado en el intento. Y ahora mientras esperaban a la llegada de esta, hacían los preparativos para la boda.
Mientras la reina se preocupaba  de todo, Niryen y Aurence estaban en plena cacería por los bosques más frondosos y donde había mejor caza de todo su reino.
- ¿Te disgusta que me case con esa elfa oscura? Gracias a mi boda las relaciones entre ambos reinos mejoraran y tu podrás ir a buscar a tu doncella del bosque - dijo Niryen mientras iba en cabeza con su hermano.
- Cierto, pero contéstame una cosa, ¿quiénes formaran parte embajada de bienvenida? Porque alguien tendrá que ir ha buscarla en tu nombre, ¿no crees? - dijo Aurence mientras espoleaba a su caballo.
- Lo sé, por eso quiero que seas tú mi representante y que elijas a los hombres que vayan contigo ha buscarla - dijo Niryen haciendo lo mismo.
- ¿Madre también ira?
- Por supuesto que irá para algo fue ella la que gestiono el asunto.
- Pobre muchacha, se ha ido a meter en la boca del lobo y sin saberlo - dijo mientras picaba espuelas a su caballo y aventajaba cada vez mas a su hermano.

Seis días tardaron en hacer los arreglos del viaje que la alejaría de aquella tierra a la que tanto amaba y que en un frío amanecer de invierno la había visto nacer. Durante aquellos días, Dana estuvo en compañía de Drea recorriendo de punta a punta la playa de Cameldure. La víspera de su viaje, le prometió a Drea entre sollozos y abrazos que no se separarían nunca, que se escribirían menudo y de que Drea podría ir a visitarla siempre que ella quisiera.
Pero a Dana, aquella mañana le pareció la más triste que había visto en toda su vida. Todo le aparecía apagado, sin vida. Ella se sentía allí como fuera de lugar, como si ya no estuviera allí aunque si que estaba. En el desayuno aún se entristeció mas cuando vio la aflicción que les estaba produciendo a todos su marcha pero ella no podía hacer nada, no podía retractarse de su decisión y debía aceptarla con todas sus consecuencias. Cuando se despidió de todos los que conocía, su escolta la condujo hacía el norte por el camino del bosque, en el que aquel día, que parecía del que habían pasado años y no
una semana, se había encontrado con aquel muchacho del que no había podido olvidarse desde entonces.
Cuando llegaron a los pies de las montañas de los Señores Enanos, se dirigieron hacia corazón de estas después de que Dana contemplara por ultima vez su tierra y el mar en el horizonte mientras el sol se ocultaba poco a poco en sus aguas. Aquella noche fue aún peor que la anterior. Los Señores Enanos le hicieron muchos presentes para que Dana no se olvidara de ellos y que ella supiera que siempre estarían allí si les necesitaba.
Al día siguiente cruzaron él ultimo tramo que les faltaba para llegar al otro lado de las montañas. Que sorpresa sintió cuando vio a su caballero desconocido que estaba allí esperándola. La misma que sintió Aurence cuando la vio, sintió que una pena le embargaba de tal forma que le ahogaba a su corazón al ver que la prometida de su hermano era su doncella del bosque.
Pero no podía permitir darse el lujo de no guardar las formas, además ella ya le habría olvidado.
- Princesa, soy Aurence, el hermano del que va a ser vuestro esposo, es decir, vuestro cuñado y esta es la reina madre Lania - dijo Aurence sin poder mirarla directamente a los ojos.
Pero la expresión que tomo el rostro de Dana al enterarse de que iba a casarse con el hermano de su amado, era de que se le había caído el mundo encima pero al igual que él intento seguir el protocolo.
- Encantada de conocerle, mi señor, al igual que a usted mi señora - mientras miraba a Aurence con una expresión melancólica en sus ojos.
El viaje se les hizo interminable a los dos. Ni se hablaban, ni se miraban y era muy raro encontrarlos en una habitación al mismo tiempo excepto en las comidas. Por todas las aldeas por las que pasaban, sus visitantes alababan al rey Niryen y la belleza de la que sería su reina. La ultima noche antes de llegar a la capital del reino de los Altos Elfos, estaba Dana paseando por el bosque en el que estaban acampados cuando se encontró con Aurence.
- ¿Qué hacéis paseando tan tarde y sola por estos parajes mi señora? - dijo Aurence mientras la saludaba haciendo una reverencia.
- Me gusta pasear sola por los bosques bajo las estrellas, mi señor - dijo ella pasando por su lado indiferente.
- Puedo acompañaros, por precaución, a muchos nobles no les ha gustado que mi hermano vaya a casarse con una extranjera y menos de vuestra estirpe, mi señora - dijo Aurence mientras caminaba al lado de ella.
- ¿Porque me llamas así? De esa forma. Puedes llamarme Dana, tranquilamente, ni en mi reino dejaba que me llamaran así - dijo ella mientras le miraba a los ojos por primera vez en todo el viaje.
- Esta bien, Dana. ¿Te gusta este bosque?
- Es muy hermoso pero más hermosos eran los de mi tierra - dijo ella mientras miraba a los árboles -. Aurence, quería preguntarte algo pero después no volveremos a hablar de ello, ¿entendido?
- Esta bien pregunta y responderé.
- Hace nueve días cruzaste la frontera que separa tu país del mío con cuatro compañeros y me perseguiste por todo en bosque a caballo hasta que me tiraste del mío, después pasamos un buen rato paseando por el bosque y antes de irte me diste este colgante - dijo ella mientras se lo enseñaba y veía reflejada en sus ojos una amargura tan profunda como el océano - y desde ese día te he amado aún sin saber quién eras.
- Aquel día cuando fui a buscarte y te vi pensé que me habías olvidado. Pero yo también he de confesarte que...
- Por favor, no me lo digas. Pero antes prométeme una cosa.
- ¿Qué quieres que te prometa?
- Que no haremos nada que pueda perjudicarnos ni a nosotros ni a nadie ajeno a todo esto.
- ¿Hacer que?
- Prométemelo y no volvamos ha hablar de ello, amor mío - dijo ella mientras se echaba a los brazos de Aurence y le abrazaba.

Al día siguiente, a la caída de la tarde llegaron a la capital del reino, Amón Gileth, pero hasta la mañana no entrarían en ella. Aquella noche, Dana sentía que no tendría suficientes fuerzas para llegar al día siguiente.
Había procurado comportarse como los días anteriores, fría a todas las miradas y ajena a las conversaciones que se desarrollaban a su alrededor. Mirando tan solo el plato que tenía delante aunque de vez en cuando alguna mirada fugitiva se clavaba en la silla vacía que todas las noches ocupaba Aurence.
Pero él había ido a la ciudad a ver al rey. Y mientras ella cenaba, él se reunía con Niryen en el gabinete de recepciones.
- ¿Qué te ha parecido mi prometida, Aurence? - dijo Niryen mientras le servían una jarra de hidromiel.
- Encantadora pero creo que se siente fuera de lugar. Creo que deberías darle un poco de tiempo hasta que se acostumbre, uno o dos meses para que vaya sintiéndose a gusto entre nosotros - dijo Aurence mientras miraba por la ventana en dirección al campamento donde se encontraba su Dana que ahora estaría paseando por los bosques que rodeaban la ciudad.
- Me da igual, casarme ahora como dentro de dos meses porque por que cuando llegue el momento me adueñare de Cameldure y seré el más famoso de mis antecesores. Pero todavía no ha terminado tu misión, hasta mañana seguirás encargándote personalmente, si no te lo impide alguna de tus amigas o otra persona, de su seguridad. Y ahora vete a cumplir con tu cometido, hermano - dijo Niryen antes de ocultarse detrás de la puerta de su aposento.

Después, él pico espuelas a su caballo hacia el la tienda de Dana, que en aquel momento acababa de llegar de su paseo por el bosque y se iba a dormir.
- A mi hermano le da igual que se posponga la boda pero como máximo dos meses para que te acostumbres a vivir aquí. ¿Que me dices? - dijo él sentándose cerca de ella en la cama -. Se que te estas haciendo la dormida.
Esta bien duerme, mañana será un día muy largo - dijo él y después le dio un beso en la frente.
Pero cuando se iba a levantar ella le cogió del brazo y le izo tumbarse en la cama junto a ella.
- ¿Por qué me miras así? - dijo él antes de que ella le besara y le hiciera callarse.
Entre besos furtivos y apasionados, disfrutaron juntos de su amor toda la noche hasta poco antes del amanecer. Al alba, él desapareció junto con la oscuridad de la noche.
Aquella mañana Dana estaba radiante y tan alegre y despreocupada por lo que le esperaba esa mañana en la puerta de la muralla que todos, incluyendo a Aurence, les sorprendió con la mejor de sus sonrisas. El desayuno fue muy frugal comparado con los de los demás días anteriores porque comer en la mesa del rey era arriesgarse a no comer un día entero, sobre todo los que no estaban acostumbrados.
Después las cameras de la reina Lania recogieron todas sus cosas de su pabellón mientras la volvían a embellecer el trabajo que habían realizado antes peinándola y maquillándola. Pero aunque todo el mundo pensaba que el repentino cambio de humor de Dana se debía a que la espera de conocer al hombre con quien compartiría su vida acababa aquel día al mediodía pero la reina no era tan necia como para pensar eso. Ella sabía que su hijo pequeño estaba enamorado de una doncella perteneciente a la misma estirpe que la de la princesita que le había encasquetado a su hijo para que se casase con
ella; y que casualidad que el día que vio a la prometida de su hermano, casi se muere de angustia de, quizás, imaginársela del brazo de su hermano y convirtiéndose en su reina. Pero por desgracia aquel día en el bosque hacía casi dos días, había seguido a su hijo al ver que se dirigía a donde estaba Dana paseando y les había escuchado, pero poco le importaba a ella que su hijo menor se divirtiera con ella mientras esta fuera soltera o también casada porque de todas maneras Cameldure pertenecería a Niryen. Pero
hablaría con Aurence en el momento oportuno.
Todo estaba preparado hasta el mínimo detalle, a Dana la habían vestido con un vestido y una capa azul cobalto, para que resaltara el color de sus ojos, e iría montada en un caballo blanco con crines oscuras. Ella iría al lado de Aurence de la mano y cuando llegaran a donde les esperaba el rey, Aurence le entregaría su mano a su hermano y después delante de todos se realizaría la boda y la coronarían reina. Pero ella estaba tan nerviosa que cuando subió al caballo y le dio la mano a Aurence, temblaba de pies a cabeza. Pero ya no podía echarse atrás así que los acontecimientos debían seguir su curso.
Subieron todos por el camino que conducía a las puertas de la ciudad con gran pompa y provocando la admiración de todos los que les veían pasar. Pero todos se quedaban asombrados de la belleza de Dana pero también del nerviosismo que ella sentía y para alegrarla empezaron a cantar canciones compuestas por los bardos mas famosos de los Altos Elfos. Dana al ver la acogida, le entraron ganas de marcharse; puesto que las canciones de los Altos Elfos trataban de las batallas contra los Elfos Oscuros en las que les habían ganado y habían hecho una matanza para demostrar que todavía eran los más poderosos. Al ver la reacción de su acompañante, Aurence le apretó mas la mano pero ella se la soltó y se marchó a tan deprisa que podía ir su caballo y se internó en el bosque sin volver  la vista atrás ni una sola vez.
Al ver lo que ocurría, el rey Niryen mando callar al la multitud, que se disperso inmediatamente, y a sus hombres que la siguieran pero antes de que empezaran a buscarla la habían perdido.



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