Telelli

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Anthelea Teler
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La Guerra de la Colera

En los jardines de Elrond se respiraba tranquilidad aún en aquellos tristes días, pues dentro de poco partirían al hogar, a Valinor. Las flores parecían saberlo y desplegaban con tristeza sus pétalos y perfumaban con delicadeza la noche repleta de estrellas. La paz ansiada había llegado y su edad había acabado, nada les quedaba ya en esta tierra.
- ¡¡Hîrbein!!-. Gritó alguien detrás del elfo, era una dama y por su aspecto silvana. Con el pelo oscuro cayéndole por los hombros y el vestido marrón y verde claro.
- Decidme señora.- la quendi le sonrió mientras se acercaba.
- He vivido siempre entre la sombra del Bosque Verde desde hace muchas edades y nunca me contaron la historia de los hermanos eldar. No la de aquellos que no fueron reyes o grandes entre los elfos y hombres.- los dos caminaron por el oscuro jardín con la única luz de las luciérnagas revoloteando alrededor.
- ¿Queréis que os cuente que pasó después del ataque a Alqualondë? Eso ya lo sabréis ¿no es así?-. la elfa asintió con la cabeza
- De memoria recuerdo lo versos, los Noldor reconstruyeron el puerto blanco y de nuevo los cisnes reaparecieron en la costa blanca, más hermosos si cabe que los quemados en Endor -. Citó de memoria -. Pero no es eso, la historia de aquella Teler de vuestro cuento... quisiera saber que es de ella, dijisteis que sobrevivió. ¿Cómo pudo hacerlo después del desastre? Por favor, necesito saber que hallen del mar hay eldar que no son ni reyes ni príncipes pero que consiguen llegar a su destino. Dentro de poco viajaremos a aquel lugar que nunca he visto ni en mis más lejanos sueños y desearía saber de él su historia contada por alguien como... alguien que no fue importante.
- ¡Pero Alcie si fue importante! Aun cuando no se la nombra entre lo grandes de Eä, solo que su historia mas resulta un aviso sobre el destino, que todos conocen pero ninguno escucha. En Aman conocen el nombre de la Teler que parecía inmortal a cuantas desgracias cayeran sobre ella.  Pero si queréis, en esta noche tan estrellada, podría contaros como continuó la historia.

Pasó el tiempo y el movimiento volvió a las calles de Alqualondë, pero esta vez fueron manos amigas que curaron las heridas. Miles de Noldor y Vanyar corrieron a socorrer a lo heridos de ambos bandos. El gran palacio del príncipe Olwë se acomodó a modo de hospital, las grandes salas blancas de mármol y nácar se cubrieron con colchones de plumas con doseles atados a las columnas de perlas. Los mejores sanadores y curanderas del Aman corrieron en su auxilio e incluso mucho maiar rondaron el puerto ayudando en todo lo que podían, trayendo consuelo o ayudando en la reconstrucción.
En una de estas salas se encontraba Alcie, que parecía no despertar. Las maiar de Mandos y Nienna se encargaban del hospital y comentaban que su espíritu dudaba y tan solo esperaba que el tiempo pasara. Mientras, su cuerpo sanaba con la normal rapidez de la hermosa raza de los que han visto la luz de los Árboles. Pasaron los meses, largos como el deshielo de las montañas, y muchos volvieron en sí. Aquellos que despertaban a la vida eran recibidos con todos los honores, fueran de la raza que fueran, y a los Teler el mismo príncipe iba a saludarles con afecto. Muchos quedaron sin alguna parte de su cuerpo y para ambas razas fue casi como la muerte en si, pues mineros, orfebres, pescadores y constructores quedaron sin saber que hacer sin las manos o sin piernas. Pocos niños nacieron en aquel tiempo de las dos bellas razas y las mujeres sobrepasaban en mayoría a los hombres, pero Alcie seguía sin despertar y poco a poco los salones del príncipe quedaban vacíos. Durante todos los años que pasaron Alcie seguía recostada en el lecho de Alcie, las única de la casa de Alquamorë. Por fin llegó el día en que Alcie y pocos más fueron trasladados a la terraza del palacio, con la Linda1 tan solo habían una decena más. A la luz de la estrellas el rostro de Alcie pareció tomar mejor color, en especial cuando por primera vez la luna se alzó en el cielo. Brillante estrella que iluminó todos los corazones e hizo crecer el temor del enemigo. Pero fue otra estrella la que trajo más esperanza, aunque eso fue más adelante.

Durante este tiempo Arcalimo permaneció en Alqualondë y ayudó en la reconstrucción del puerto. Construyeron astilleros más grandes, labraron la piedra y crearon más casas. El mismo noldor creó en la pared del arco de piedra que tocaba la playa un hermoso relieve. Eran cuatro hombres sobre un navío cisne, uno de ellos llevaba el timón, era Falmea padre de Alcie; otro recogía las redes, era Ëarion hermano de la elfa; otro de ellos estaba en la proa mirando fijamente hacia el puerto, su rostro era el del alto Hyarion y por ultimo, en la popa, sentado con los pies colgando y mirando absorto el agua estaba Hònen, hermano amado de Alcie.
Muchas veces el noldor Arcalimo iba a la casa de Olwë, para ver como se encontraba la Falmar, pero parecía igual, dormida en un eterno sueño. Fue una vez, cuando Olwë salió a la terraza, cuando se acercó al noldor.

- Hermosa noche, lastima que Isil se haya alejado tanto de estas tierras. Su luz me da esperanza.- Arcalimo alzó la vista hacia el príncipe, que vestía de verde pálido y los cabellos plateados los recogía con una fina diadema de plata
- Ninguna me queda a mi en estas horas-. Dijo él apesumbrado
- Me llegaron noticias de detrás de las Pelori. Ten esperanzas Arcalimo, quizás una nueva estrella llene tu corazón, contemplando el nuevo amanecer.
- ¿Amanecer?-. Dijo extrañado y Olwë alzó una mano señalando hacia el este.
- Si, la ultima gran estrella de Aman.

El cielo antes negro, solo roto por las estrellas y la brillante Isil se volvía ahora rojizo anaranjado. Poco a poco el Sol apareció por primera vez, rozando apenas las faldas de las montañas. Un primer rayó cayó sobre ellos, que notaron por primera vez la calidez de la estrella brillante y todo pareció adquirir vida. Los árboles explotaron en colores sin final con tonos verdes jamás vistos, los pájaros cantaban alegres canciones nunca antes oídas y las exclamaciones, cantos y risas se escucharon muchas millas más adentro del mar.
Fue cuando la luz cubrió el cuerpo de Alcie cuando la elfa levantó un brazo para protegerse del sol y abrió los ojos. Se levantó sorprendida por la visión desde la terraza, vio a lo lejos el amplio mar, pero con un brillo que nunca había podido contemplar, pues la luz de los árboles era impedida por las montañas, ahora lo podía ver en toda su extensión, tan hermoso como era, con las olas brillando en tonos amarillos y plateados.

- Alcie...-. Le dijo el príncipe Olwë y esta le miró asombrada-. De nuevo naces ante un rayo de luz... Es la ultima gran estrella la que te salvó de la oscuridad
- Es mi corazón es el que me llamaba a abrir una vez mas los ojos. Querido Volwe-. Le dijo abrazando al príncipe.
- Sabes que no me gusta que me llamen Volwe. Acabas de regresar a nosotros y ya comienzan tus burlas-. Dijo sonriente Olwë-. Eso me alegra, por esta vez no tendrás castigo. Pero hay alguien que no se separó de este lecho si no fue para ayudar en el puerto hace largo tiempo-. Dijo señalando a Arcalimo. Pero cuando lo vio hizo un gesto de disgusto apartándose de su lado. Arcalimo la miró con tristeza.
- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no te fuiste con los tuyos?-. le recriminó Alcie
- Descubrí que aquel no era mi destino, que debía quedarme aquí...
- ¡Tarde lo descubriste, después de matar a los míos!
- ¡Alcie!-. Le recriminó Olwë-. Los Noldor ya pagaron su deuda y ahora estamos en paz, aunque de nuestros corazones jamás se olviden y la herida deje cicatriz. Hay que olvidar los errores de los hermanos, pues estaban cegados por melkor-. Con dificultad Alcie se levantó del lecho y miró hacia los nuevos barcos que llenaban ya el puerto, siendo casi mil en total.
- Hay otras cicatrices que no curaran.- dijo tocando la marca que le había dejado su herida, un fino trazo desde las costillas a la cadera, las armas de los noldor dejaban su marca por donde pasaban. Y con enfadó marchó del palacio.

Los dos Eldar se quedaron en silencio, Arcalimo sentado con la cabeza entre las rodillas y el príncipe mirando hacia el amanecer que ya se alzaba.
- Levanta, hermano, y mira la belleza de la hermosa tierra en la que vives-. Le reconfortó Olwë
- ¿Cómo conseguiré que me perdone? En verdad parece enfadada.- el príncipe le sonrió
- No creo que Arcalimo, que tan bien la conoce, no sepa que para Alcie los enfados no duran más que una ola chocando contra una roca, pronto se desvanecerá.
- Pero hay olas que rompen las rocas-. Dijo el Noldor sonriendo forzadamente -. ¿Por qué te llamó Volwe?-. dijo cambiando de tema
- ¡Oh! Eso... chiquillerías. Volua o Vola significa en nuestra lengua Ola Grande, así los niños me llaman a mis espaldas Volwe o Volue. Alcie no dejara nunca de ser una niña, su corazón es joven, por ello es más feliz maravillándose simplemente con el nacimiento de una flor,  pero mas fácil de lastimar, no con heridas sino una simple palabra.
- También los niños son los mas tercos
- Si, eso también... -. Dijo Olwë sonriente-. ¡Nada la haría callar si sabe que tiene razón! Por eso lucha con garras y dientes si hace falta. Una verdadera contradicción toda ella... sin embargo una hermosa contradicción, a pesar de ser tan patéticamente joven puede enseñarte la hermosura de una hoja de un árbol o de una pequeña hormiga.

El la ciudad la gente cantaba y bailaba a la luz del sol, como si hubieran despertado de la hibernación. La ciudad resplandecía como una perla sometida a la luz, reflejando miles de colores. Alcie corrió por las calles, la gente apenas la miraba por la sorpresa de aquella estrella, tan solo escuchó a alguien gritar su nombre. La joven Ettelië, la primera de las buscadoras de perlas y amiga de la infancia.
- ¡¡Alcie!!-. Le gritó y se abalanzó sobre ella-. ¡¡Que alegría que estés de  vuelta!! Pensamos que jamás volveríamos a verte y justo apareces hoy cuando Airien se alza en el cielo-. Alcie se quejó, la cicatriz le molestaba, pero pasó ponto y acompaño a Ettelië a contemplar la nueva ciudad.
Caminaron durante horas, pues el sol comenzaba a ponerse tras las Pelori, cuando llegaron al muro sur de piedra y lo siguieron hacia la costa. Cuando la el camino se convirtió en arena y la playa comenzaba Alice no pudo mas que dar un grito ante aquella imagen. La marea había subido y la escultura de Arcalimo parecía cobrar vida, el barco de piedra con sus cuatro tripulantes y las olas del mar chocando contra la nave, era como una visión del pasado.
- Lo hizo Arcalimo...-. Le informó su amiga-. En verdad está apenado.

Las dos se sentaron en la arena, mientras miraban al mar negro con chispas anaranjadas. Ahí estuvieron en silencio durante mucho hasta que una fina niebla fue cubriéndolo todo. Las dos jóvenes no se extrañaron, así como los demás que paseaban a lo lejos, en muchas ocasiones la niebla llegaba a cubrir todo el puerto, pero esta vez fue diferente.

Entre los siervos de Ulmo, señor de las aguas, se cuentan miles de espíritus que viven en este elemento, como si estuvieran formados por la propia agua. Los Teler vieron como miles de estos entes informes, se movían bajo las naves empujándolos hacia el puerto, con ayuda de un poderoso viento que en poco tiempo reunió a todas las naves teler en el desembarcadero. Las aguas parecían cobrar vida, la marea subió aún mas haciendo que todos los que estaban en la playa se alejaran y la niebla se fue haciendo mas y mas espesa, tanto que los niños podían cogerla como pequeñas nubes, dijeron que la falda de Tirion quedó cubierta y nada se podía ver. Todos los Teler se quedaron mirando al arco de piedra, ahora cubierto totalmente por un manto blanco espeso, otros corrieron hacia las afueras de la ciudad, pero tampoco podían ver nada. Cuando toda Aman quedó ciega ante el mar sucedió un gran estruendo, un terremoto agitó los cimientos de las montañas y muchos corrieron a refugiarse, las aguas rugían como la mayor tormenta y las piedras de las pelori caían rodando hacia las aguas. Parecieron siglos, pero aunque no lo fueron la noche avanzó y llegó el día cuando la tierra dejó te temblar. Mucho creyeron que la oscuridad caía otra vez sobre ellos, pero podían notar la presencia de los Maiar, y también de los Valar, en toda la costa aunque no los pudieran ver, aquello les tranquilizaba pensando que no estaban solos.
Cuando el temblor cesó las gentes salieron a las calles, a pesar de que la niebla seguía manteniéndose. Un viento ligero sopló y la niebla corrió el velo y todos contemplaron un nuevo horizonte que los ocultaría para siempre. A una milla del arco había una fina niebla, como cientos de gotas de cristal flotando sobre las aguas, y bajo la niebla miles de rocas formando pequeñas islas, de apenas cuatro pies. Las olas rompían contra la nueva frontera de Aman, las islas encantadas que cubrían toda la costa desde Alqualondë hasta más al sur de Eressëa. En un principio los marineros salieron del puerto con curiosidad y miedo, pero poco a poco se dieron cuenta que podían atravesar las islas con gran facilidad y que el embrujo que las rodeaba no les afectaba. Muchos de ellos se entristecieron por el ocultamiento, no volverían a ver aquel hermoso amanecer naciendo entre las olas azules que poco a poco se volvían naranjas y de nuevo un azul tan oscuro que se les grabó en los hermosos ojos. Ahora la fina niebla siempre estaba en las islas encantadas y cuando algún barco se dirigía al puerto, fuera o no teler, la niebla espesaba como un manto. Pero como los peces de las anémonas, los teler podían pasar sin problemas en la blanca oscuridad.

Durante varios días permaneció Alcie en la costa, mirando al mar y a la escultura de la playa, hasta que al fin Ettelië fue a por ella, para intentar liberarla de sus pensamientos.
- Amiga ¿Por qué te torturas en la playa? Deja de pensar y regresa a la vida, tu madre te espera en tu hogar.
- ¿Por qué nadie fue a nuestra ayuda?-. le respondió entristecida.- ¿por qué nuestros amigos lo vanyar no vinieron a ayudarnos? ¿Por qué Ulmo no llamo a las olas? ¿Por qué tan solo los maiar hicieron que el mar se encabritara y no pararon a aquellos que nos hirieron?
- Ellos no podían hacer nada, mi amiga. Los Valar no podían oponerse a que nadie dejara la costa, aunque fuera por nuestra sangre. ¿Acaso crees que cualquiera de los valar mataría a uno de sus hijos aunque vieran que obraban mal? No, no lo harían
- Si ellos no pueden protegernos, alguien habrá de hacerlo-. Con rapidez se levanto de la blanca arena y corrió hacia las afueras de la ciudad, montada en un caballo crema, dirigiéndose hacia Tirion.

Caminaba por las casas de cristal y los palacios de Tirion, que conocía casi tan bien como el puerto blanco. Pero mientas caminaba por las calles, repletas de mujeres solas, sentía una congoja en el corazón, sabiendo que no solo ella había perdido a quienes amaba. Al fin llegó al lugar que deseaba, una casa de piedra rojiza de varias plantas de altura, había una gran puerta de madera oscura entreabierta y grabado con cristal es la madera había una espada y una llama de fuego que representaba el trabajo del padre de Arcalimo, creaba las mas hermosas y afiladas espadas de todo el reino bendecido. Entró en silencio y vio un desoladora imagen, la fragua estaba apagada, los martillos y yunques cubiertos de polvo, las ventanas cubiertas por paños hacía que todo tuviera un aspecto mas lúgubre, al parecer, después de la partida de su padre, Arcalimo no había continuado con el taller. Escuchó un ruido y se dirigió a un patio que había tras la casa, tenía un hermoso árbol verde y los limites del jardín eran los cielos, pues estaba sobre un precipicio que daba al mar, una magnifica visión de las pelori entre ellos, al fondo Eressëa y tras ella el amplio mar. De joven solía ir a ese lugar para cantar.
Arcalimo se encontraba cerca de la puerta, solo vestido con unas calzas negras y una túnica roja. Sujetaba un impresionante arco y disparaba a una diana que colgaba de la rama del árbol. De pronto, ante la imagen, Alcie sintió una punzada sin poder remediar ver la imagen de Hyarion atravesado por cientos de esas flechas.
- ¿Qué quieres?-. le preguntó Arcalimo sin mirarla, continuando con su arco.
- Necesito tu ayuda-. Fue la única flecha que cruzó el patio hacia el mar de las dos docenas clavadas en el centro de la diana.
- ¿Ayuda? ¿Que es lo que necesitas?-. Dijo entrado en la casa, hacia una pequeña cocina donde había una jarra de agua.
- Quiero que me enseñes a pelear-. Arcalimo la miraba mientras bebía un largo trago de agua hasta que por fin habló.
- No, no lo haré. No tengo ningún motivo para hacerlo y no creo que sea lo mejor para ti-. Alcie lo miraba con furia mientras subía al piso de arriba y fue tras él.
- No creo que sepas que es lo mejor para mi, se lo pediría a cualquier otro si no supiera que tu eres el mejor, me lo debes...-. Arcalimo se estaba poniendo una especie de chaqueta marrón oscura y se recogía el cabello rubio con una cinta negra.
- No te debo nada, Alcie. Ya pagué por mis errores y aún continuo pagando-. Dijo con tristeza.- mi mente es incapaz de aguantar la monotonía de este lugar un día tras otro, los míos descubren nuevas tierras y yo me pierdo en mi propio hogar, mi familia me ha abandonado o quizás los abandoné yo. No Alcie, no te debo nada -. Hubo un silencio, Arcalimo estaba de espaldas a Alcie y no se atrevía a moverse.
- Si no me haces ese favor, entonces te pagaré.
- No puedes pagarme con nada...
- ¡Si puedo! Ninguna ley prohíbe a los eldar salir de Aman, nada te impide marcharte, si no es el mar... el mar que yo conozco y se dominar. Enséñame a luchar, Arcalimo, y yo construiré una nave para que puedas marcharte y seguir a los tuyos-.  Él la miro extrañado pero en el fondo tenía razón, ahora nadie podía impedirle marchar.
- De acuerdo, que así sea con todas sus consecuencias, a pesar que no entienda tu repentino afán por pelear. Pero antes de nada necesitaras una espada, una de una mano creo que sería la mejor para ti, dame dos días y entonces podremos comenzar.

La casa de Arcalimo regresó a la vida, se limpiaron las ventanas, la fragua se volvió a encender y la gente creyó que al fin el joven volvía a su trabajo. Dos noldor lo ayudaron a crear la primera espada después de la batalla, recta y de doble hoja, hecha de un material semejante al mithril pero más duro y liviano, pero igual de hermoso, tan brillante como un rayo de luz. La empuñadura era de madera de los mallorn y cuero blanco, el pomo era redondo pero plano y sobre este labrado un cisne con las alas extendidas y los ojos eran diamantes. No demasiado adornada, pues las armas no debían estar tan engalanadas si era para entrar en batalla, al contrario que las hermosas espadas de desfile repletas de joyas.
Sobre la hoja hizo grabar " I estel nauva etye sikil, elen nauvar etye men"2 y sobre la empuñadura "Alpael"3
- Es hermosa, tan simple... tan fina... que irradia hermosura-. Dijo uno de los elfos que tenía trabajando con él-. Pero es demasiado corta, tan solo algo más de dos pies.
- Es de la estatura correcta, aprende que cada persona tiene su propia espada. Dudo que muchos puedan levantar la mía-.

El noldor le sonrió desafiante y Arcalimo abrió un gran arcón que había bajo la escalera al piso de arriba. De ella sacó una vaina tan grande que tendría la misma altura que un niño de elfo de un año. Al desenvainarla notó de nuevo la fuerza en sus manos y el peso del mandoble. La empuñadura era negra y el pomo de plata pura, la empuñadura tenía el dibujo de una estrella roja y en la hoja estaba escrito "Alkar Tirionva, Sikil andueva la hehtauval"
- Es Alkar Tirionva, el brillo de Tirion.  La luz del oeste no le abandonará... la mas hermosa que mis manos podrán crear jamás.
- Si lo es y dudo que pudiera cogerla pues es la más grande que he visto. No me equivoco si mide cuatro pies.
- Exacto, dos pies menos de mi estatura y calibrada a la perfección-. Dijo sujetando con dos dedos el comienzo de la hoja y la espada permanecía en equilibrio.
- Está manchada, al final de la hoja-. Le señaló el joven, Arcalimo corrió a por un paño húmedo pero demasiado tarde para que su joven aprendiz no viera que era una mancha de un rojo especial. El noldor lo miró mientras limpiaba la espada y en silencio continuó su trabajo.

Al día siguiente, como lo acordaron, Alcie regresó a la casa de Arcalimo pero ya no con los hermosos vestidos elfos, sino vestida como una buscadora de perlas. Llevaba una especie de calzas blancas que le cubrían hasta media pierna, una túnica blanca con las mangas por medio brazo atadas con unos cordones, para que no se movieran y un fajín encima verde claro para que la camisa no se moviera. En el cinturón de las calzas llevaba un puñal dorado.
- Tomar, está será tu espada hasta que la hoja se quiebre-. Alcie cogió la fina espada blanca
- Es preciosa...-. Arcalimo sujetaba la suya-. ¿Por qué la tuya es mas grande?
- Porque soy mas alto y mas fuerte, no me mires así, sabes que es cierto. La tuya es más fácil de manejar, necesitaras un escudo pero eso será mas adelante. Ahora cógela y familiarízate con ella, no te separes de ella mucho tiempo y aprende a tenerle cariño...

Durante mucho tiempo Alcie se instruyó en la lucha con espada, arco y también le gustaba practicar con todo tipo de armas, desde lanzar dagas a utilizar lanzas. Cuando llegaba a la ciudad de los cisnes se encerraba en los astilleros con un grupo de unos diez hombres y construía el barco que pagaría los esfuerzos de Arcalimo. Era muy parecido a los barcos teler, salvo que este no tenía en la proa la cabeza de un cisne y era mas pequeño, de treinta pies de eslora, lo suficiente para Arcalimo y cualquiera que quisiera marcharse con él.
Mientras trabajaba con la madera, a la luz del sol, vio aparecer en el horizonte tres figuras, eran grandes aves, las más grandes que la teler había visto, eran las águilas de Manwë. Mucha gente se junto en la plaza viendo como llegaban y entonces escucharon entre graznidos unas claras voces que cantaban:

Escuchad señores del oeste
Nuevas os traemos
Feanor hace años que ha muerto
A manos de un espíritu de fuego

Los noldor poseen grandes tierras
Pero poderoso señor hay en beleriand
Thingol y la hermosa melian
Protegen el cerco de la maldad

Mas de alguien no pudieron
Uno de los atani penetró
Y el hado quiso que se enamorara
Del mayor tesoro de Thingol

Beren fue enviado al infierno
Por el amor de Luthien
Al señor oscuro arrancó una joya
Y ahora nadie le separara de Tinuvel

También otro de los Atani alcanzó gran renombre
Turín Turambar era su nombre
Más el gran gusano hizo de su vida un largo pesar
La familia de Hurin murió ¡mas escuchad!

El canto no ha cesado, grandes guerras se verán
Los eldar al borde de la muerte están
Más tras la muerte de el rey Elwë
Luthien tubo a Dior y este a Elwing
Otro medio elfo más hay, es Earendil de Gondolin
El destino a ellos les utilizará.

Todos quedaron sorprendidos por las noticias de los segundos nacidos que nunca había visto, las palabras y cantos de las águilas creaban imágenes como si ellos mismos hubieras estado en aquellos lugares y con poco ya conocían la historia completa, asi eran las mentes y corazones de los bienaventurados.
- ¿El rey Elwe ha muerto? -. Dijo uno de los marineros mas viejos
- Así lo temí hace tiempo y ahora veo que mi presentimiento era cierto. Que Mandos Sea justo con mi hermano perdido-. Dijo una voz que era la de Olwë, las lágrimas caían por las mejillas y se dirigió al palacio.

Alcie no llegó a conocer a Elwë, el rey Thingol, y pronto tubo una gran curiosidad por ver a sus hermanos de Beleriand. ¿seria tan diferentes a ellos? ¿cómo sería Luthien, aquella que dicen la mas hermosa de la tierra? Pero borró sus pensamientos de su cabeza y regresó al trabajo en los astilleros.

*   *   *  

- El barco esta preparado ¡¡¡Empujad!!!-. dijo un trabajador de los astilleros y cientos de hombres empujaron al barco hasta que por fin tocó el agua, poco a poco se movía hasta que al fin estuvo completamente dentro del agua, hermoso como cualquiera, flotando en la bahía-. Gran trabajo Alcie, aunque no entiendo porque no es un cisne.
- Porque no es para un teler-. Le dijo sonriendo-. ¡¡Gracias por haberme ayudado, saber que Alcie Alquamorë está a vuestra disposición cuando deseéis!!
- Entonces mete esa bonita cabeza bajo el agua para buscar perlas y ya estaremos pagados-. Se escuchó una voz y las risas de los hombres
- Tranquilo, si lo que deseáis son perlas os traeré tantas que hasta los calzones estarán cubiertos de ellas-. Dijo riendo y los demás la siguieron. Poco a poco la gente se fue marchando y tan solo quedaron el barco y ella.

Alcie montó sobre su nuevo caballo plateado y se dirigió hacia la ciudad noldor. Hacía muchos años desde la guerra y la ciudad volvía a rebosar de gente, los niños ya eran hombres, los talleres volvían a funcionar y todo parecía en paz. Al acercarse al taller-hogar de Arcalimo vio que ahora las grandes cristaleras estaban limpias y brillantes, dentro habían cinco noldor forjando desde espadas a cazos y copas, Arcalimo los dirigía a todos ellos y charlaba con otro noldor sobre una espada. Él la saludó cuando la vio entrar y Alcie le dijo con voz clara.
- ¡Lo he acabado!-. Arcalimo dejó instantáneamente de hablar con el otro eldar y la miró con seriedad.
- ¿Acabado?
- Ven esta noche y lo veras con tus propios ojos. Ya está en el puerto listo para navegar.

Alcie tubo que esperar a que el taller cerrara, pero se entretuvo practicando en el jardín con su espada, de la que ahora no se separaba para nada, a pesar de que los teler la miraban de modo extraño pero ella siempre respondía que solo la quería para defenderse.
Cuando la noche ya estaba entrada se apagaron las fraguas de Arcalimo y todos marcharon, pero no a sus hogares, sino que marchaban hacia Valinor.
- Son las fiestas de Valinor-. Dijo Arcalimo respondiendo a los pensamientos de Alcie-. No se porque nunca as ido a ninguna de ellas.
- No me importa tanto como la paz del mar y las estrellas-. Le respondió y fueron bajando la colina de Tuna.

A lo lejos se veía como Tirion estaba casi por completo a oscuras, todos estaban en las afueras o ya en Valimar celebrando las cosechas. Pero los dos eldar se dirigían a Alqualondë y ahora estaban en la playa, caminando por un sendero que llevaba hacia el norte y el portón de la ciudad de los cisnes. Cabalgaban al paso, sin prisa por llegar, respirando el suave aroma a algas y mar. Alcie miraba tranquila la isla de Eressëa, tan pequeña y hermosa, cuando un rayo de luz atrajo su atención, un brillo tan potente que resultaba imposible de fijar la vista en él.
- ¿Qué es eso que viene por el mar? Parece una estrella pero juraría que va sobre un barco, su brillo no me deja ver que es-. Alcie miró a Arcalimo que parecía absorto mirando la estrella navegante, tenía una sonrisa en el rostro y los ojos humedecidos.
- Es un Sillmaril...-. Dijo en un susurro-. Lo reconocería en sueños... ¡¡Rápido, avisar en Alqualondë que viene un barco yo daré la alerta en Valimar!!-. Galopando con el viento sobre el hermoso caballo de Aman Arcalimo desapareció en segundos. Alcie, por su parte se dirigió al puerto.

- ¡¡Ettelië, Falion!!-. gritaba Alcie-. ¡¡Alguien del exterior llega a nuestras costas!!-. todos la miraron extrañados mientras la eldar galopaba hacia el palacio de Olwë. Los guardias le abrieron las puertas y lo encontró en la entrada-. ¡¡mi señor!! Alguien del exterior llega a la costa de Aman ¡¡porta uno de los Sillmaril!!-. el rostro de Olwë era serio y sin decir nada marchó al exterior y de un silbido hizo llamar a un blanco caballo.
- Marcho a Valinor, volveré con nuevas. Presiento que algo está apunto de ocurrir y esta vez nuestros barcos estarán preparados.

Mucho teler subieron a lo alto de sus murallas para observar aquel barco. Era muy semejante a los suyos pero más bastos aunque igual de hermosos. Estaba Fondeado al sur del puerto, pero lo suficiente cercano como para que todos lo vieran. Dentro habían tres hombres, pero otro de ellos, acompañado por una mujer, pisaba ahora las blancas playas de Elende. El hombre llevaba sobre la frente una gema de tal brillo y belleza que a todos les sobrecogió el corazón y la mujer se quedó en la playa, con su hermoso vestido blanco movido por la suave brisa. Ella camino durante horas hasta que sus pasos la llevaron antes las puertas de Alqualondë, que despacio se abrieron. Muchos de ellos se acercaron para ver quien era aquella extraña mujer, pero no tuvieron ninguna duda al mirarla, pues en sus ojos brillaba la hermosura de Luthien y por ello la de su antiguo señor Elwe y Melian la Maiar.
- ¡¡Mi señora!!-. se escuchó entre la gente y todos se arrodillaron. Gentilmente ella les hizo levantar y abrazó a todos ellos como quien se encuentra con un pariente muy lejano.

Durante mucho tiempo les contó las penas de Doriath, la historia de Beren y Luthien, la desgracia del rey Thingol y el Nauglamir, de Turín turambar y Nienor niniel, de la hermosa Gondolin la de los siete nombres y de las penas de los Noldor, de los que tan solo quedaban Maglor, Maderos y Galadriel. El corazón de los Teler se dio cuenta de que el mundo estaba sufriendo, de que el poder oscuro cada día se volvía mas poderoso y que las dos razas necesitaban auxilio si no querían perecer. Muchas horas les hablo sobre las hermosas tierras de Beleriand y todos escucharon, hasta que al fin vieron llegar una poderosa comitiva, pues en cabeza de todo ellos se encontraba Manwë, tras de él Olwë, Ingwë y Finarfin. Fue en aquel momento, en el puerto de los cisnes, cuando Elwing y Earendil decidieron ser juzgados entre los Primeros Nacidos.
- ¡Necesitaremos un navío para que los tripulantes del Vingiloth regresen a su hogar!-. dijo el príncipe Olwë
- Llevaos el mío-. Dijo de pronto una voz cercana a Alcie, no se había dado cuenta que Arcalimo había regresado con la comitiva.
- No sabia que un noldor poseyera una nave
- No hasta esta misma noche. Alcie Alquamore la creó para mi y ahora yo la doy a quien la necesita.
- ¡¡Arcalimo!! ¿no querías regresar?-. dijo en un susurro Alcie
- shhh, hay otros modos de llegar, escucha atenta. Aunque... no tenía intención de irme, no sin ti-. Dijo Arcalimo, Alcie se dispuso a contestarle pero los nobles señores hablaron de nuevo
- Así sea, Los tres tripulantes regresaran a Beleriand y darán el aviso. Tenemos que decir algo, pueblo de Alqualondë, los Noldor y los hombres, los eldar y atani unidos, nos piden auxilio en esta negra hora. Una muerte segura los atormenta a ambas razas y solo un ejercito de gran poderío puede hacerles frente, un ejercito como el de Aman-. Dijo Olwë con su poderosa voz-. Ahora, tal ejercito no llegara si no es con nuestra ayuda. ¿Acudiremos a auxiliarles o dejaremos que perezcan a manos de un enemigo cada día mas poderoso?

Los teler se miraron unos a otros, no deseaban que Melkor avanzará y ganara cada día mayor poder, pero el hecho de auxiliar a los noldor era más duro aun.
- ¡¡por favor!!-. gritó desesperadamente Elwing-. Vuestros hermanos Sindar siguen luchando por sobrevivir en este mismo instante. ¡¡ayudarnos!!
La hermosa voz de Elwing pareció reconfortar el corazón de los teler y poco a poco fueron aceptando ayudar con su gran flota a los ejércitos de Aman. Pero Alcie permaneció callada en todo instante, hasta que Olwë y Elwing en persona fueron hacia ella, que tenía la mirada fija en el suelo.
- Pequeña Alcie... ¿nos ayudaras? Tu también tienes un barco, el que construimos a cada familia que había perdido a alguien. Nunca lo usaste, pero sigue siendo de tu posesión.
- Alcie...-. Dijo la hermosa dama-. Todos hemos perdido a alguien en nuestras vidas, todos de un modo injusto, pero no hemos de pagarla con aquellos que estaban cegados y embrujados. Mirad a Hurin, nadie tubo la culpa de lo que pasó.
- No mataré a nadie a no ser que toquen mi nave.
- Nadie te obligará a mas y dudo que muchos de los teler deseen luchar-. Dijo el príncipe.

Durante la noche y el día siguiente y aún la noche siguiente, miles de Vanyar llegaron al puerto blanco. Los noldor se apresuraban a afilar sus espadas y cargar con lo necesario para el largo viaje. Dos días tardaron en completar la enorme flota de miles y miles de barcos, tantos que las águilas apenas veían el mar entre ellos. El mar no se encrespó ante su paso y el viento siempre soplo fuerte y a su favor. Alcie gobernaba un barco, habían diez teler por cada uno mas dos centenas de guerreros, caballos, repuestos, alimentos y todo tipo de artículos necesarios. Tras cuatro días de veloz navegación vieron a lo lejos las tierras de Aquende.
Por un momento Alcie se sorprendió de lo hermosas que eran y las miraba absortas, sus bosques y ríos que por segundos deseó navegar.
- ¿Verdad que es hermoso?-. dijo Arcalimo detrás de ellas y no pudo mentirle
- No parece que haya una guerra
- Pero la hay, aunque es en el norte. Dicen que hay dragones en el norte, justo donde nos dirigimos-. Alcie lo miró con miedo-. Pero no ocurrirá nada, tenemos a Thorondor con nosotros, nos ayudará.

Las tropas bajaron a tierra y todos los que hay se encontraban, en especial los Atani, quedaron sorprendidos ante la hermosura de aquellas gentes, tan bellos todos y tan peligrosos a la vez.
- ¡Alcie! Algo debo deciros-. Le dijo Arcalimo-. Lo siento y perdonarme por el daño causado-. Dijo y una gran voz sonó
- ¡¡Todas las tropas noldor seguir al estandarte de Fingolfin hacia el norte, tenemos que atravesar Beleriand en pocos días!! ¡¡Los Vanyar al centro, seguir  a Eonwë!! ¡¡Marchar!!-. Arcalimo se despidió con una ligera inclinación y todos los teler y algunos sindar se quedaron en la bahía de Balar, viendo al gran ejercito marchar hacia las tierras del norte.
- Tan solo nos queda esperar-. Dijo Nendaro, uno de los hombres de Alcie sentándose en el barco, ahora tan solo quedaban cuatro teler.

Alcie se sentó y comenzó a coser unas pequeñas redes que habían traído, por si necesitaban pescar para abastecerse. Mientras se entretenía intentando no pensar en la guerra del norte escuchó una curiosa voz, un acento extraño pero que podía entender con claridad. Miró hacia la playa y vio a dos niñas de cabellos oscuros, mirando con curiosidad el barco.
- ¡Aiya!-. les gritó desde la proa, las niñas la miraron y sonrieron.
- ¿es cierto que venís de la tierra de los Valar?-. dijo una de ellas
- Bueno, así es.
- ¿Y es verdad que somos parientes?
- ¿De que raza sois?-. dijo Alcie
- Yo soy Sindar, pero mi amiga es atani-. Alcie se quedó sorprendida, ambas niñas parecían completamente iguales, en altura y apariencia.- mi nombre es Beniel y ella es Lûin-. Alcie no podía dejar de mirar a la niña mortal, era la primera vez que viera uno de ellos.
- ¿Cuántos años tenéis?-. le preguntó Nendaro, que parecía igual de intrigado.
- Yo tengo catorce y Lûin tiene ocho. Vivimos con los Sindar porque los orcos nos echaron de nuestras casas-. Dijo la niña elfa
- Cuan diferentes son las cosas aquí ¿verdad Alcie? Aparece una nueva raza que tan solo es diferente por el don de la mortalidad, míralas... parecerían hermanas-. Las niñas se despidieron agitando las manos y corrieron por la costa.

*   *   *

Se cuenta que los Teler no bajaron a tierra y permanecieron en sus barcos-. Dijo Hîrbein en la hermosa noche de Rivendell-. Totalmente un error, es cierto que muchos no bajaron a tierra, pero debían hacerlo si quería llenar los odres de agua potable, reponer alimentos para el regreso al hogar. Los días pasaban sin noticias del norte y de vez en cuando regresaba un jinete para avisarles de las batallas que había ocurrido. Muchos sindar, silvanos, vanyar y teler hicieron una gran amistad. Sobretodo un grupo en especial, que con el paso de los días fue haciendo fuertes lazos. Eran Alcie y Nendaro, Ettelie, la valiente de Alqualondë como la llamaban y Tinwiel, una Vanyar experta curandera.

Pasaba un mes desde la partida del ejercito y de vez en cuando notaban como la tierra temblaba bajo sus pies y el mar se encabritaba, fue cuando regreso el primer grupo de hombres y a cual en peor estado. Tras ellos corría una tropa de huargos persiguiéndolos. En ese momento Tinwiel, Nendaro, Alcie y Ettelie se encontraban frente a una fogata en la playa, pero corrieron hacia los heridos. Alcie desenvainó su espada y Nendaro sujetó con fuerza un alto tridente plateado y corrieron para ayudar a los jinetes. Los huargos eran entonces más altos y fuertes, pero también las armas eran afiladas y lanzaron estocadas atravesando las peludas gargantas. Cuando el jefe de ellos atacó a Alcie, el tridente de Nendaro se le clavó en el estomago y le traspasó hasta la espalda, el resto de lobos huyeron cuando cuatro de sus compañeros caían en el suelo.
- Arcalimo es un gran maestro, tendré que pedirle que me enseñe a mí también-. Dijo Nendaro riendo
Todos los jinetes tenían graves quemaduras, las ropas negras y los rostros oscuros por el hollín, las espadas parecían derretidas en algunas partes. Por otra parte los caballos no estaban en mejor aspecto que sus jinetes, muchos silvanos les ayudaron a curarles las graves heridas. El único que se mantenía en pie y totalmente lucido era un noldor de Gondolin.
- ¡¡ayudadnos!!-. gritó desde el caballo.
- ¿¿Qué ha ocurrido??-. preguntó Nendaro
- Balrogs-. Dijo el noldor y todos comprendieron el estado de los soldados. Tinwiel pronto dio orden de movilizar a todos los curanderos y comenzaron a transportarlos, recogió la larga melena dorada en una rápida trenza y se dispuso a trabajar-. Habían una veintena de ellos cuando nos ordenaron que nos retiráramos y ya habían caído muchos. Soy Altaro, capitán de la casa de Turgon.
- ¡Alcie, Ettelie!-. gritó Tinwiel desde una tienda y todos corrieron. Dentro había un elfo que parecía de peor estado de todos-. Contra la ira de un Balrog está el poder del agua ¿Tenéis algas de Elende?
- ¡¡Claro!! Siempre llevamos algunas-. Dijo Ettelie y corrió veloz hacia su barco.
- Dos hombres han muerto nada más llegar. ¡pobre raza! Tan valientes y hermosos y de tan breve vida-. Dijo Tinwiel mientras limpiaba las quemaduras del elfo-. Alcie, necesito Asea Aranion o Athelas, como las llaman aquí, podré calmarle el dolor. ¿cómo se llama este elda?
- No es un elda, es un quendi, un Silvano. Su nombre es Dawgil-.
Alcie corrió hacia el bosque de la costa mientras Tinwiel repetía el nombre del silvano, intentando sanarle. Cuando regresaba, con un gran manojo de hierbas en la mano, Ettelie ya había llegado.

- Aquí hay Asea Aranion, también he traído otras tantas que he visto por el bosque.
- Creo que con esto podremos salvarle-. El silvano no paraba de hablar en una lengua que no comprendían, cubierto de quemaduras por el rostro y los cabellos rubios quemados apenas sobresalían dos dedos de su cabeza.

Toda la noche veló Altaro a su compañero herido y a sus otros amigos que habían venido con él. De la veintena que llegaron al campamento apenas ocho amanecieron con un resquicio de vida, entre ellos el silvano Dawgil, que parecía dormir tranquilo. Al día siguiente, algunos de los elfos ya se encontraban lo suficientemente sanos como para pasear ayudados y los dos hombres mortales se recuperaban favorablemente. Dos días después abrió los ojos el silvano, y sobresaltado se incorporó.
- ¡¡Tranquilo, estas a salvo!!-. le decía Ettelie, el silvano la miró sorprendido.
Los silvanos se maravillaron de Thingol y Melian, porque en ellos veían la luz de occidente, pero cuando Dawgil vio por primera vez a Tinwiel, una Vanyar con la fuerza de la juventud y el brillo de Valinor, quedó maravillado y hubo que convencerle para que creyera que aun continuaba en Endor y no en las estancias de mandos. Segundos después Altaro entraba en la tienda de Dawgil.
- ¡Dawgil! Por la gloria de lo valar ¡Estas vivo!-. dijo abrazándolo
- Por un momento creía haber muerto y estar ante la belleza de los maiar-. Dijo mirando a la curandera.
- Esta es Tinwiel de los Vanyar, vino con el ejercito como curandera. Este caballero es Dawgil, servidor de Luthien Tinuvel cuando estaba con vida y luego de Dior y Earwen en Ossiriand-. Nendaro entró rápido a la tienda y miró sorprendido a Dawgil.
- Tenéis que salir, en el cielo hay águilas mensajeras-.

Todos corrieron, incluso Dawgil ayudado por Altaro y al mirar al cielo azul vieron tres águilas volando en círculos.

El fin de la guerra se acerca
El señor oscuro al fin caerá
Los valar moverán cielo y tierra
¡salir de la tostada costa y navegar!
Pues los montes caerán
Los valles se inundaran
Navegan diez leguas y desde ahí los quendi lo verán

- ¿que nos marchemos?-. dijo Altaro
- No, quiere que nos alejemos-. Dijo Alcie que se acercaba al grupo corriendo-. ¿no lo habéis entendido? ¡¡Los valar van a cambiar la tierra!!
- ¡¡Todos a los barcos!!-. grito nendaro y corrió por las casas y tiendas llamando a la urgencia-. ¡¡rápido, marchar todos a los barcos!!

Nendaro y Alcie montaron en la nave de la última, Ettelie acompañó a Altaro, Tinwiel y Dawgil a la suya. En minutos, todos los elfos que había en la bahía de Balar se habían montado sobre las naves teler y marchaban.
- Diez millas...-. Dijo Alcie sujetando el timón-. Creo que ya estamos ¡¡Soltad anclas!!-. gritó y tres marinos obedecieron, las pesadas anclas cayeron al mar.
- Estamos fondeados-. Informo Nendaro-. Que tendrán en su pensamiento los valar. A pocos metros de ellos estaba Ettelie con su nave.
- ¿qué harán los Valar con esta hermosa tierra?

Desde el mar no se apreciaba con claridad, pero un ligero terremoto hacía temblar la tierra. Poco a poco vieron como las casas temblaba cada vez con mas violencia hasta que se fueron cayendo, primero los techos y luego las paredes. El bosque lejano temblaba como un gran monstruo verde y los árboles comenzaron a caer y derribarse, pero eso no fue suficiente. Escucharon un crujido, como el de madera, pero tan fuerte que ni tapándose los oídos podían dejar de escucharlo, vieron que una gran raja se abría en la playa, tan profunda que el agua comenzó a entrar en ella. La raja fue haciéndose cada vez mas y mas grande, las naves teler se balanceaban con el agua, hasta que se hizo tan grande que parecía un cañón entre montañas y el agua entraba como un río encabritado. De este gran cañón comenzaron a salir cientos como este, miles de ellos, el bosque se dividió en miles de fragmentos, el agua lo inundaba todo ante las atemorizada mirada de eldar y atani. La noche vino pero no terminó ahí, un fugaz recuerdo del ocultamiento de valinor llegó a la mente de los elfos de Aman, pero cien veces mas estruendoso. Amaneció y lo que vieron dejó sin palabras a cada uno de los tripulantes de los miles de naves teler, ante ellos no había nada, tan solo agua. 

*   *   *

- ¡¡Arcalimo!! Lleva a tus hombres al flanco derecho, no sabemos que podemos encontrarnos por el camino-. Dijo Fingolfin mientras el gran ejercito caminaba entre los bosque de Beleriand.
Ya habían encontrado grupos de orcos y hombres por el camino, pero habían acabado con ellos con gran facilidad, si todo seguía así dentro de poco tiempo podrían regresar a casa.
Después de días da camino, estaban llegando a Nan Dungorthe, el valle de la muerte, donde el cinturón de melian perdía su poder y se decía que estaba encantado, pero la belleza de Aman era imposible de combatir y las criaturas oscuras no se acercaban.
- Podemos dividirnos en dos, unos que entren por el río sirion y otros por el paso de Anglon-. Dijo uno de los capitanes
- No es posible, el paso del anglon está cerrado, todas las huestes de Angband no estarán esperando. El sirion es mas seguro desde que Luthien consiguió vencer a la oscuridad-. Respondió otro
- Podemos pasar por el sirion y vigilar Echoriath desde Gondolin, hay pasadizos que aun sobreviven-. Dijo un capitán de Turgon
- Pasaremos, pues, por el río sirion hasta el marjal de Serech, después llegaremos a Eithel Sirion, donde espero que nos ayuden los cielos, una ultima marcha hacia Dor Daedeloth y llegaremos al fin a Angband-. Dijo Eonwë y todos marcharon esperando el momento de enfrentarse contra el mal.

El sirion Parecía secarse por momentos, las aguas antes caudalosas huían, como sabiendo de la batalla que pronto acontecería. Todos los hombres miraban las montañas por donde pasaban, esperando una emboscada, pero nada les ocurrió. La mañana se hizo noche y el amanecer no llegó, una gran nube oscura, negra como el hollín, los cubrió por completo.
- Son las chimeneas de Angbar, melkor sabe que venimos.- dijo un Sindar a Arcalimo. Este miraba el cielo con odio.
- Que nos espere entonces, pues aun no conoce el valor de Aman.

Daedeloth se alzaba ante ellos como una pradera negra, al fondo veían Angband y todo parecía extrañamente quito, no había ningún movimiento.
- ¿Por qué no salen a recibirnos?-. dijo un Vanyar
- Ahora nos atacará con fuego, esperad unos instantes. Eso ya lo ha hecho en otras batallas.- Todo el ejercito de Aman y Beleriand esperaba y Eonwe se adelantó unos metros, sacó un gran cuerno y sopló con furia, un sonido que se escuchó hasta el oeste del oeste.
La tierra comenzó a temblar y la lava salió despedida de los volcanes, pero esta no tocaban al Maiar, que se erguía solo como una roca frente al mar. Un reguero de lava corrió por la llanura, pero los Sindar, Silvanos y Noldor de Beleriand ya conocían sus pasos. Pero nunca se esperaron lo que les vino, pues se fijaron que no era lava lo que corría hacia ellos, pues tenía forma humana, una espada de fuego en una mano y en la otra un largo látigo.
- ¡¡¡Balrog!!!-. gritó alguien
- Arcalimo.- le dijo Elnaro, capitán de Tirion.- que tus gentes se ponga frente a los hombres, valientes pero débiles, cuidad de ellos.
Arcalimo corrió al flanco derecho extremo, donde los hombres se apostaban, y se puso en primera fila, viendo como decenas y decenas de Espíritus de fuego se acercaban hacia ellos.

Dura fue la batalla, pues poderosos eran los Balrog, pero mas poderosas eran las brillantes espadas noldor. Los Balrog atrapaban con sus látigos a los elfos y quedaban consumidos por las llamas, los hombres morían en el mismo campo de batalla y por instantes la guerra se inclinaba hacia el mal, pero Eonwe descargó su ira contra estos, cortando sus látigos y atravesando sus cuerpos con la luz de Aman, que era como fuego para ellos. Una tropa de hombres, los más heridos de ellos, fueron a la Bahía para curar sus heridas, entre ellos Dawgil y Altaro. Pero la guerra seguía en e norte, los Balrog cedían y cada vez quedaban menos. Los noldor cortaron brazos y piernas, cuando las puertas de Angband se abrieron y estas quedaron bacías. Los Balrog huyeron y se escondieron en las montañas, heridos y magullados, mientras hordas de orcos les atacaron.
- ¡¡no romper la formación!! ¡¡Arqueros, disparar a discreción!!.- fue la hora de los arcos y las flechas, en la noche oscura no podían verse y miles de orcos perecieron ante ellas, como una lluvia sin fin-. ¡¡Cargar y adelantar!!.- gritaban los capitanes.
Los orcos eran fuertes, pero nada podían hacer contra ellos. Mucho murieron en ambos bandos, pero la furia fue tanta que los Noldor y Vanyar llegaron frente a las puertas de Angband y los orcos formaron una muralla frente a ella. Pero pronto se abrieron las puertas de nueva y los orcos, previendo lo que ocurriría, marcharon en todas las direcciones.
 Primero vieron una gran zarpa, como diez veces el tamaño de un elfo, luego una cabeza y al fin el cuerpo entero. Un poderoso dragón salió y todos quedaron petrificados. Los Sindar y Noldor ya habían luchado contra ellos, prepararon sus lanzas para atacarle cuando la bestia dio un gran rugido y abrió dos grandiosas alas. Tras el salieron una veintena mas que abría sus alas y alzaban el vuelo, mirando sonrientes a los elfos que se sorprendían de ver aquellos dragones voladores. El fuego los cubría por completo y sus flechas prendían en el aire, desapareciendo como pequeñas mechas, nada podían hacer contra ellos.
- ¡¡Hacia atrás!!-. gritaban los capitanes, los hombres eran los que mas sintieron aquel ataque.
Una gran humareda cubría el cielo, las nubes gritaban y lanzaban rayos por doquier y los dragones se escondían en estas para lanzar un mayor ataque. Todos perdieron la esperanza en aquel negro momento, cada vez tenían que retroceder el terreno ganado, hasta que entre las negras nubes se abrió un claro y la luz poniente entró de lleno en el claro de la batalla. Todos miraron, notando el calor esperanzador del sol y un graznido los sacó de aquel momentáneo sueño. A lo lejos vieron que el claro se oscurecía, pero no de nubes malignas, sino por cientos de figuras aladas que corrían hacia ellos, al frente una potente luz, como una estrella viviente y todos los noldor, primero, gritaron de alegría.
- ¡¡¡Earendil!!! ¡¡¡Eärendil Elenion Ancalima!!!.- gritaron las voces y las águilas se apresuraron a atacar a los dragones.
Ahora los dragones no sabía a quien atacar, defendiéndose de las águilas y atacados desde la tierra por flechas y lanzas. Earendil, sobre el Vingiloth, luchaba como una espada en el aire y con el Sillmaril en la frente, hiriendo los ojos de las bestias.
La noche llegó y pasó, los dragones abatidos caían pesadamente sobre el suelo, matando a cualquiera que se encontrara debajo. Pero cuando el amanecer comenzaba a despuntar y el cielo clareaba, tan solo quedaba un dragón en el aire, era Ancalagon y Earendil luchaba con fiereza, cuando al fin la afilada espada le atravesó y Ancalagon pereció entre un grito de angustia, cayendo sobre las montañas de Angband.
Nadie creyó que la guerra había acabado, porque aun había uno dentro de la fortaleza, pero el sol brillaba y un viento fresco de occidente sopló y los corazones se alegraron. Nadie pudo verlos, pero todos notaron la presencia de "alguien" entre ellos, Eonwe se dirigió hacia las puertas, que estallaron en añicos, y la presencia que notaban penetró con él, era el poder de los Valar. Pronto miles de personas salieron de las mazmorras, llorando al ver la hermosa luz del sol. Hermanos perdido se reencontraron y el valle se llenó de lagrimas, pues miles de personas volvieron a verse. La tortura recibida nunca olvidaran, pero el mal había pasado. Escucharon gritos y alaridos en el interior, donde Eonwe había rebanado los pies a Melkor, atada a la cadena Angainor y quitado los sillmaril de la corona. Todo había acabado para el mayor de los Ainur.

- ¡¡Marchar ahora al este!! Con toda la rapidez que los pies puedan daros.- gritó Eonwe y todos obedecieron, en medio día se encontraban en la frontera de Maderos y a la noche ya estaban sobre las montañas grises.
Un terremoto hizo temblar las montañas, muchas piedras caían de estas que mágicamente se desviaban de donde ellos estaba, grandes grietas aparecieron por todos los lugares y los ríos se secaron o se desbordaron. Una gran ola de agua cubrió cada rincón, aparecía de cualquier brecha inundándolo todo, hasta temieron que llegara a las montañas grises, pero el agua se paró a los pies de Eonwe y no subió. Al amanecer no quedaba nada de Beleriand, las Falas, el bosque Taur-im-duinath, Hithlum y Doriath habían desaparecido y de las montañas grises tan solo quedaba el lugar donde estaban, que pasaría a llamarse Ered Lindon, lugar de los puertos grises.
Todos se asombraron, pero muchos lloraron la perdida de sus hogares y sus hermosas tierras. Sobretodo los Sindar, que no había conocido otro lugar mas que Menegroth y otra tierra mas hermosa que los bosques de Doriath.

*   *   *

Acamparon en lo que quedaban de las montañas grises, en un puerto natural y los Teler fueron llegando poco a poco. Tinwiel fue la primera en bajar, corrió hacia los heridos y pronto montó un lugar para lo enfermos. Aquella noche todos descansaron como si hubiese sido la primera vez que lo hicieran, mas no fueron todos. La noche despertó a los elfos con un grito de furia, eran Maderos y Maglor. Habían matado a los vigilantes de la tienda donde se guardaban los Sillmaril y al coger las joyas les quemaba las manos. Todos se apartaron cuando, como si una locura los atrapara, corrieron con el sillmaril quemándole la mano y nada mas se supo del ultimo resquicio de la familia de Feanor.

Al amanecer, recogieron los Vanyar sus tiendas y regresaron a los barcos. Fue cuando Alcie vio entre la gente a Arcalimo, tenía una fea herida en el rostro, pero seguía trabajando igual que los demás.
- No pudieron acabar con tigo.- le dijo la Teler al noldo.
- No quería dejarme vencer-. Le respondió sonriente-. Me contaron que te fue útil la espada mientras estabais aquí.
- Si... y por ello te estoy agradecida-. Los dos se miraron sin saber que decirse, hasta que al fin el noldo habló.
- Gil-Galad y Cirdan han decidido quedarse, también la dama Galadriel y el joven Elrond. Me han pedido que me quede con ellos, para que conozca esta parte de la Tierra Media.
- Es lo que siempre quisiste, me alegro por ti-. Le dijo Alcie
- ¿pediría este noldo demasiado, si quisiera que le acompañaras?
- Este no es mi hogar, Arcalimo. Mi corazón no pertenece a este lugar. No somos tan parecidos como crees, no ahora.
- Aun no me has perdonado-. Dijo seriamente, pero Alcie se dirigía ya a su nave.
- Lo haré... la próxima vez que nos veamos-. Dijo ya arriba del barco cisne. Nendaro soltaba amarras y el barco se fue alejando de la Tierra Media, de Mithlond.

Antes de la marcha, los Teler, Noldor y Vanyar hicieron regalos a sus hermanos de la nueva tierra, joyas, espadas y muchas cosas hermosas. Como recuerdo para aquellos que no regresaban ahora, o que se quedaban, como el caso de Arcalimo.
La nave regresó a Eressëa, donde muchos vivirían a partir de ese momento. La primera edad del sol había acabado y comenzaba una segunda. Los hombres fueron premiados y del mar surgió Elenna, también llamada Númenorë o Numenor. Ahí vivieron en paz los hombres amigos de los elfos. Mientras en la Tierra Media, los elfos corrían por las nuevas tierras.


Durante un tiempo todo estaba en silencio, el sol ya despuntaba en Rivendell y los dos elfos seguían caminando. Hîrbein, con las manos en la espalda, acariciaba un delicado anillo de plata y una pequeña perla blanca.
- ¿Quiere decir que Arcalimo estuvo aquí? ¿En la Tierra Media?
- Si, durante muchos año vivió con Cirdan, sin decidirse a partir o permanecer un tiempo mas. Pero luego fue a Eregion con los suyos.
- Todavía no habéis contado la historia de vuestro anillo-. Dijo la silvana sonriente-. ¿no sería como aquellos que los Teler y Vanyar regalaron?-. Hîrbein sonrió y tras un silencio le respondió.
- Eso, como ya dije, es otra historia que un día os tendré que contar.
Los dos llegaron al hogar de Elrond y en la sala del fuego se separaron, para recoger sus pertenencias y marchar al fin al hogar de los hogares, a Aman.


1 Nombre que se daban a si mismos los Teler. "Cantante"
2 [La esperanza será tu luz, las estrellas serán tu camino]
3 Estrella-Cisne en lengua Teler



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