Mensaje de Cair Andros

02 de Febrero de 2005, a las 20:51 - Leitharhynn
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

III

Antes de llegar a la habitación que me ha sido asignada en las Casas de Curación, puedo ya sentir el aroma de la comida en el aire. Adivino con mi olfato que los cocineros se han esforzado en recrear con sus suculentos platos la gastronomía propia de Rohan. El aire de mi alrededor habla de deliciosas carnes, embutidos y quesos. Es probable que, en lugar del vino especiado propio de los gondorianos, la bebida de mi almuerzo consista en auténtica cerveza de mi tierra.

Tan sólo unos días antes, una comida así hubiera conseguido despertar mi frugal apetito. Hubiera compartido parte de ella con Faramir, invitándole a degustar los manjares de los Rohirrim.

Pero no hoy.

El cansancio del que se compone mi alma es demasiado fuerte como para sentir hambre.

Sé que los Curadores ponen especial empeño en mi cuidado, y se esfuerzan continuamente en lograr que me sienta cómoda en esa celda de reposo en la que me tienen presa. La comida de mi país es un buen ejemplo de ello.

Por este motivo me entristece verles malgastar así sus atenciones, pues conmigo sus esfuerzos no van a verse recompensados.

Cuando vean que no he sido capaz de comer ni siquiera la mitad de lo que me han traído van a preocuparse por mi salud, y temerán que la Sombra se haya apoderado de mí de nuevo. No comprenden que, en realidad, ese mal nunca me ha abandonado.

Me siento culpable de causarles tantas molestias.

Entro en mi habitación y me dirijo hacia la pequeña mesa en la que han dispuesto mi almuerzo. Hago un esfuerzo por comer, pero es en vano. Apenas puedo acabarme ni tan siquiera uno de los muchos platos que me han preparado.

Finalmente, admito mi derrota en intentar vencer mi falta de apetito. Apartando de mi vista la comida, que ni siquiera he probado, me dispongo a la tarea que debo finalizar antes de esta tarde: he de encontrar una respuesta a la petición de Éomer.

Me pregunto por qué motivo me es tan dificultoso tomar una decisión.

Nunca antes en mi vida había dedicado tanto tiempo a meditar una elección. Siempre he sabido qué hacer, qué decir, cómo comportarme. Nunca he sido un ser dubitativo ni indeciso.

La duda es para los débiles. Es el frágil escudo tras el que se protegen aquellos que temen escoger.

Así, pues, ¿acaso soy también débil? ¿Es el miedo lo que me impide elegir?

Quizá sí.  Sé cual debería ser mi actitud a tomar, pero no quiero hacerlo.

Debería ir a Cair Andros, al encuentro de mi hermano, y poner fin a mis días en la Ciudad Blanca. La Guerra ha terminado, y una nueva era se cierne sobre la Tierra Media. Los tiempos han cambiado, y he de adaptarme a ellos. Debo ayudar a Éomer a cicatrizar las heridas que las batallas han dejado sobre el Reino de Rohan, pues sé que él va a agradecer mi labor de consejera. Volveré a la Marca y serviré a mi Rey, de la forma que me sea permitida, en tiempos de paz, como lo he hecho en tiempos de guerra.

Puesto que me ha sido negado el consuelo de la muerte, debo cumplir mi deber en vida, y este deber está al lado de mi hermano, que ahora me llama a su lado.

Creo conocer con certeza el motivo por el que temo partir a los Campos de Cormallen.

Lo que me da miedo, pienso, es ver a Aragorn de nuevo. Volver a sentir su compasión. Ser a sus ojos un ser digno de piedad abre heridas demasiado profundas en mi orgullo.

No obstante, bien sé que evitar mi visita a Cair Andros sólo retrasaría nuestro reencuentro.

Me vería forzada a contemplarle en su coronación, cuando el Rey de Rohan y su corte asistieran a la ceremonia para rendirle honores. O en Edoras, cuando Aragorn Rey acudiera para hacer lo propio con el Rey de la Marca y reafianzar viejas alianzas.

Tarde o temprano deberé enfrentarme a este miedo, y tengo que salir victoriosa. Vencí al Nazgûl en el Pelennor, y no hay motivos para pensar que esta vez va a ser distinto.

Nunca he rehusado librar una batalla, y ésta no va a ser una excepción.

Sorprendiéndome de mi resolución, pienso saber por fin el camino que debo seguir. Complaceré a mi hermano, iré a Cormallen.

Pero por algún motivo que ignoro, no me alivia el haber tomado por fin la difícil decisión. Mi alma se encuentra tan triste y cansada como hace tan sólo unos instantes, cuando la duda corroía mi mente. Sigo teniendo miedo, pero esta vez desconozco el objeto de mi temor.

Sea cual fuere, no puedo preocuparme de él ahora.

He de prepararme para el viaje e informar al mensajero de mi intención de partir.

Saliendo de mi habitación, llamo a una de las mujeres encargadas de mis cuidados.

-Buscad al mensajero de Cair Andros, que ha hablado conmigo esta mañana. Decidle que partiré con él esta misma tarde.



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