Aventuras y desventuras de una hobbit bien distinta.

02 de Diciembre de 2006, a las 00:01 - Eolywyn Dama de Rohan
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Capítulo 2: Los Hombres

La noche la pasarían en una posada llamada "El Poney Pisador"; su padre y el propietario parecían conocerle, aunque el hombre lo confundió con un vendedor de hierbas para pipa, por lo demás fue amable con ellos. Les ofreció una habitación especial para hobbits y, más tarde, podrían tomar una suculenta cena en el salón de la taberna:
-Aquí nadie os molestará, puedo aseguráoslo -dijo Cebadilla mientras le mostraba la habitación -aunque últimamente hemos tenido clientes alborotadores que se interesaban mucho por hobbits como ustedes. -Cebadilla comenzó a encender el pequeño hogar sin dejar de hablar, Valentina comprobó el buen estado de la cama donde se dispondría a dormir, como bien se merecía, después de aquella cena repleta de los mejores manjares que la bulliciosa posada podría ofrecer. Cebadilla se incorporó limpiándose sus grandes y regordetas manos en el mandil:
-Pero desde que el Señor Bolsón y sus tres amigos se marcharon. todo pareció volver a la normalidad.

Valentina dio un respingo al escuchar el nombre, saltó de la cama y con los ojos muy abiertos preguntó al tabernero:
-¿Qué Señor Bolsón?
-Pues. creo que se llamaba. Cebadilla dudaba, intentaba recordar el nombre, se acariciaba la barbilla susurrando al mismo tiempo para sí mismo -¡Sí¡Ya lo recuerdo! Era Frodo, Frodo Bolsón, muy amigo de Gandalf, que también pasó por aquí.
-¿Cuándo estuvo aquí¿Cuánto tiempo hace que se marchó¿Hacía donde iba? -Valentina se acercó al atosigado posadero que se dispuso a abrir la puerta para volver a sus quehaceres, miraba a la hobbit con algo de temor, le estaba haciendo demasiadas preguntas y muy deprisa:
-Bueno, señorita, tengo mucho trabajo, mis clientes me esperan, y sus preguntas he de meditarlas, ahora si ustedes dos me disculpan volveré a mi trabajo. bueno, si le interesa creo que Gandalf se alegró mucho de que el Señor Bolsón se marchara, si . -siguió hablando mientras bajaba las escaleras- . bueno, aunque yo no se, acompañados por eses montaraz, mala gente creo. -y su voz se fue confundiendo con el alboroto del salón.
Frontón tenía puesta la vista en su hija, había estado todo el rato silencioso y expectante, cuando la chica se volvió descubrió la mirada de su padre:
-Valentina, Valentina -dijo en un tono que le sonó a la hobbit como una reprimenda- ¿por qué tanto interés en ese Bolsón?
-Siempre es bueno saber de otros hobbit en una ciudad de Hombres -dijo Valentina, aunque sabía que la respuesta no convencería a su padre.
Frontón la seguía mirando más desconfiado y nervioso a la vez.
-Si se trata del joven Frodo, sobrino de Bilbo.mejor no hacer nada, solo traen problemas.
-¡Frodo es.! -Valentina no se atrevió a terminar la frase, había estado a punto de decir maravilloso, se ruborizó y se mostró inquieta, primero apoyándose en un pie y luego en otro. As su padre no se le escapaba nada-. es amable -intentó que sus palabras sonaran indiferentes, pero Frontón sonreía de una forma un tanto pícara.
-Hija mía, esos Bolsones son gente rara y si el joven Frodo estuvo aquí y se fu.mejor para nosotros, así se llevó todos los problemas con él.

Pero no todos los problemas se fueron con él. A Bree habían llegado, e los últimos días, forasteros extraños, su acento al hablar era distinto y a los de Bree les resultaba imposible localizar su lugar de origen. La gente desconfiaba de ellos y los últimos acontecimientos sucedidos en el lugar, habían despertado habladurías de toda clase:
Los cuatros hobbits aventureros, y uno de ellos poseía conocimientos de magia, pues había conseguido volverse invisible delante de todos los parroquianos de la posada; la aparición del mago Gandalf, el increíble aumento de extraños visitantes demasiado interesados en la Comarca y aquellos espectros a caballo.

El hobbit Nob que trabajaba para Cebadilla, se había encargado de relatarle todos aquellos acontecimientos a Valentina y a su padre.
desde que viera a la hobbit sentada junto a su padre en una mesa apartada del bullicio general, no había parado de traer plato tras plato de comida que, a juzgar por Valentina, eran digna de comer.
Valentina escuchaba atenta el parloteo incesante de Nob, éste iba y venia, dejaba paltos de comida, jarras de vino, se quedaba un ratito narrando su historia que cada vez más tenía intrigada a la chica, e inmediatamente volvía a su tarea antes de que el propietario gritara su nombre.
Valentina tragaba insaciable todo lo que podía, su padre y ella devoraban la comida con un envidiable apetito.

Asentían interesadísimos a los asombrosos relatos del atareado hobbit, y lo que más deseaba Valentina era preguntar cosas concretas sobre Frodo, pero claro, delante de su padre no podía ser. Pensó ilusionada que quizás más tarde pudiera escabullirse de la habitación y buscar a Nob para hablar con él de lo que verdaderamente le interesaba.
Estaba segura de que Frodo no se había marchado de la Comarca así porque sí, en busca de aventuras con sus amigos y que realmente algo debió emularlo a tomar aquella decisión. Ahora comprendía que las últimas cartas que recibiera de él fueran tan breves y poco concretas. A Algo importante lo apremiaba, algo que debía mantener en secreto. Pareció aliviada con aquellos pensamientos, pero enseguida otro cruzó por su mente que la volvió a ha asumir en la duda ¿por qué había confiado en sus amigos y no en ella¿A caso ella no era merecedora de guardar un gran secreto?

Nob volvió a aproximarse a su mesa, esta vez traía una bandeja repleta de bollitos rellenos de crema, se acomodó en el taburete y continuó con la asombrosa historia de la desaparición de Frodo:
-. Estaba allí y de repente ya no estaba ¡había desaparecido como por arte de magia, nunca vi nada igual!.
-Frodo es muy listo, pero no es un mago -dijo Valentina algo ceñuda y tomando el tercer bollito.
-Se lo prometo, señorita -decía Nob con los ojos muy abiertos y una expresión verdaderamente sincera -yo estaba junto a él, tropezó, cayó y desapareció, se esfumó.
-Gente rara, ya te lo decía yo hija mía, esos Bolsones son muy extraños. -el padre de

Valentina apuró la última jarra de vino y acariciándose la panza, bien llena gracias a Nob, se puso en pie e hizo gestos a su hija para subir a la habitación.
Valentina miró a Nob, pero éste ya se había marchado y seguía atendiendo a otros clientes. En el local había un grupo de hombres que no cesaban de mirarlos, la hobbit había observado que murmuraban entre ellos y señalaban con la cabeza hacía donde se encontraban, apartó inmediatamente la mirada de ellos y con la rapidez y agilidad que sólo una hobbit tiene, atravesó el atestado salón de la posada encaminándose hacia la escalera; la mayoría de los que estaban allí ni siquiera prestaron atención a la veloz Valentina, pero aquel grupo de hombres de aspecto malicioso no le habían quitado ojo. La hobbit no se atrevía a mirar, pero podía sentir sus miradas clavadas en ella, aquello la hizo sentir mal.

Entró en su habitación, cerró de un portazo y metiéndose en la mullida cama, vestida, se tapó apretando fuertemente la manta sobre su cara. Intentaba tranquilizarse, su padre llegaría enseguida. Tenía muchas cosas en la cabeza y estaba demasiada nerviosa para meditarlas.
¿Qué era lo que estaba pasando realmente, pensaba, se incorporó levemente sobre la cama, observó la habitación, era amplia y espaciosa, estaba limpia y dispuesta para los hobbit. Había cuatro camas y, sin duda, Frodo debió ocupar una de ellas, aquel pensamiento la tranquilizó un poco.

Valentina se dispuso a ordenar sus ideas, ante todo quería saber más de Frodo y Nob parecía lo suficientemente informado. Una cosa estaba clara, ellos habían estado allí y se marcharon acompañados de un hombre montaraz, llamado Trancos, esto último no lo comprendía muy bien la hobbit, pero Nob se encargaría de explicárselo.
Después, Gandalf estuvo allí y se alegró de que Frodo se marchara acompañado de aquel montaraz, al parecer, dedujo Valentina, el mago confiaba en el extraño personaje llamado Trancos, pero el posadero no; recordó que lo llamó mala gente, pero si Frodo se fue con él y Gandalf se alegró. era por algo.

Hizo una pausa y cerró los ojos, estaba cansada, verdaderamente cansada y le dolían los pies, las piernas, el cuerpo, los brazos y las manos y toda su hermosa cabeza, sintió una gran pesadez y el cálido abrigo de la manta, la mullida almohada y el colchón que parecía perfecto para su cuerpo y sin quererlo se quedó dormida.

--------

Quizás fuera un sueño o quizás fuera la realidad, Valentina no podía recordar con claridad los acontecimientos.
Se encontraba sumida en un placentero sueño, descansando por primera vez desde que salieron de su casa; entre ensoñaciones creyó oír voces y de hecho, en un principio, parecían provenir de su propia mente adormecida.
Pero las voces se fueron volviendo más claras y reales, eran varias y extrañas, parecían mantener una conversación y se aproximaban a ella.
-Si está bien.. ahora lo haremos. -decía una de aquellas roncas voces.
-No le hagas daño, valdrá más entera. -contestó otro.

Valentina fue reaccionando, aquello no era un sueño y tampoco provenía de su padre, en la habitación había alguien que pretendía hacerle daño. La hobbit noto que unas fuertes manos la agarraban por los hombros, intentó incorporarse mientras gritaba, pero algo tapó su boca ahogando el grito de socorro. Se sentía desfallecer, estaba aterrada, abrió los ojos angustiada por la situación y lo único que consiguió ver fue a dos hombres de tez y cabellos oscuros, sujetándola con gran fuerza. Tenían la barba larga y pegajosa y parecían sonreír mostrando unos dientes malsanos, el aliento de ellos que llegó hasta Valentina, le dio nauseas. Detrás de estos dos que intentaban evitar las patadas de la hobbit mientras la sujetaban con fuerza para que no escapara, había un tercer hombre, Valentina no pudo verlo bien, pero le pareció distinto, tenía el pelo largo y rojizo, recogido en varias gruesas trenzas, al igual que la barba, se acercó a ella con una especie de saco en las manos. La pequeña hobbit se debatía frenéticamente y sus pies, en continuo movimiento, lograba a veces golpear a uno de los atacantes, estos empezaron a perder la paciencia, maldecía a la hobbit y a toda su raza con expresiones que Valentina jamás había oído y, el pelirrojo con el saco en la mano, le resultaba imposible introducírsela por la cabeza:
-¡Maldita mediana, deja de patalear o te arrepentirás! -dijo mientras sacaba un enorme y afilado cuchillo, al verlo Valentina se agitó aún más, estaba histérica, no podía gritar, algo le entaponaba la boca y sentía que unas nauseas le volcaban el estomago ¡quería vomitar, quería gritar, quería salir de allí corriendo!
Entonces, algo oscuro y contundentemente le golpeó la cabeza, creyó que el ojo derecho le estallaba, un tremendo dolor, una gran confusión y debilidad se apoderaron de ella, y sin poder evitarlo, cayó en la irremediable inconsciencia.

El cuerpo fláccido de la hobbit cayó sin fuerza en la cama, y los hombres que la habían estado sujetando descansaron un momento mirándose el uno al otro, no habían esperado que una criatura tan pequeña como aquella pudiera debatirse con tanta resistencia.
El pelirrojo les ordenó que saliera al pasillo, alguien puede haber oído algo, los dos obedecieron.

Al momento el dulendino pelirrojo salió, con la hobbit metida en un grueso saco y echada al hombro.
-¿Qué hacemos con el mediano viejo? -preguntó uno de los secuaces.
-Traedlo a la habitación y dejadlo en una cama, el viejo no sabrá que le ha pasado a esa. -dijo el pelirrojo encaminándose a la habitación contigua-, sed discretos, que no os vea nadie y después largaos, nos encontraremos en el lugar acordado.
Uno de ellos, quizás el más fuerte, pero no el más alto, miró desconfiado al pelirrojo, se le acercó tocando la empuñadura de su cuchillo:
-Zarquino te pagará bien por la mediana, así que no nos engañes, sabemos muy bien el valor que tiene estos pequeñazos de la Comarca para el amo.
-Si quieres la llevas tú y trata con el mago el precio.-dijo amenazante el dulendino, el otro se echó atrás, había que tener agallas para enfrentarse a aquel viejo mago y pocos eran los que se atrevían a negociar con él.



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