Aún no he logrado salir de mi grato asombro al regresar de mi largo viaje a Filipinas hace ya casi dos meses. Entre las múltiples y apasionantes experiencias allí vividas, en un país con una interesantísima historia y cultura hispánica, curiosamente, hay una que atañe a todo lo relacionado con mi admirado profesor Tolkien y que estoy seguro que llamará la atención de todos los que de vez en cuando transitan por Elfenomeno. En aquel lejano país, a más de 15.000 km de España y a seis horas de diferencia, en diversas partes del archipiélago, que cuenta con más de 7.000 islas, me encontré con una cadena de restaurantes llamada “hobbit'>The hobbit house”, inspirado en el primer libro del creador de la saga de El Señor de los Anillos. Los restaurantes se encuentran en varias provincias de Filipinas, y en mi estancia di curiosamente con dos, uno en Manila y otro en la isla de Boracay, que son a los que me refiero en este breve reportaje.
El primero de ellos está en Manila, o Metro Manila -como se la llama ahora en propiedad-, macrourbe que constituye hoy en día una megalópolis formada por la unión de varias ciudades y un gigante “monstruoso” de unos catorce millones de habitantes. El restaurante que visité se ubica en la calle Del Pilar, próximo al Hotel La Corona y en el barrio de Ermita (a media hora de la vieja ciudad española de Intramuros). Como la mayor parte de las calles céntricas tiene abundante tráfico, polución y gentío. No obstante, aquella pequeña porción de la Comarca, se localiza bajo un amplio soportal, con una entrada discreta y hasta acogedora, ajena a todo el ajetreo circundante. El ventanuco, la puerta circular y los taburetes de madera del vestíbulo reproducen la casa de un hobbit, o más bien una especie de taberna poney-pisador'>El Poney Pisador, al estilo de las ilustraciones de Alan Lee. Desde luego, y parafraseando a Tolkien, aquel si que era un auténtico “lugar de reunión para los habitantes ociosos, charlatanes y curiosos, grandes y pequeños, de las cuatro aldeas, y un refugio para los montaraces y otros trotamundos…”. En una de las paredes de la entrada también hay un mural que representa a los miembros de La Comunidad del anillo, quizá antes de la subida al Caradhras. Lástima que al abandonar tan idílico paraje el smog y el omnipresente cableado del entramado eléctrico nos devuelvan a la cruda realidad de un país en vías de desarrollo, y no a la anhelada comarca.