Año 466 de la Primera Edad: la noche que tembló Angband
Quebradas de Thangorodrim — Año 466
Nadie había osado nunca siquiera intentar lo que anoche lograron un Hombre y una Doncella élfica. Cubiertos por la capa tejida con encantamiento de sueño, Lúthien tomó la forma de Thuringwethil; Beren se ciñó la piel exangüe de Draugluin y, guiados por Huan, atravesaron el desierto de Dor-nu-Fauglith hasta las Puertas de Angband. Allí guardaba Carcharoth, Fauces Rojas, engendrado por Morgoth para rivalizar con el propio sabueso de Valinor. Un solo gesto de la hija de Melian —«¡Oh, espíritu engendrado del dolor, cae ahora en la oscuridad y olvida por un momento el espantoso destino de la vida!», le dijo— bastó para abatir al monstruo sobre el umbral.
Descendieron las escaleras de hierro hasta la cámara abrasada donde Morgoth se sienta entre brasas y horrendos instrumentos. Lúthien se apartó el disfraz, y su voz —más suave que el rocío y más honda que los mares— envolvió al Enemigo en un sopor negro: los fuegos palidecieron, los orcos cayeron de bruces y la corona de Silmarils se cayó rodando de la cabeza del más poderoso de todos los Ainu bajo el peso del sueño.
Beren emergió de las sombras, empuñó a Angrist y, con un golpe limpio, soltó la gema más brillante. Al cerrarla en su puño, la mano se volvió lámpara viva, pero la joya no lo hirió. Tentado de tomar las tres, forzó de nuevo la hoja y el acero se partió, hiriendo la mejilla del Vala caído. El temblor recorrió las bóvedas; sin disfraz ni capa huyeron por los pasadizos que se derrumbaban.
A la salida los aguardaba Carcharoth, recién despertado. Lúthien, exhausta, no pudo alzar palabra. Beren la cubrió con su cuerpo y alzó la joya: «¡Vete, fiera, o este fuego te consumirá!». El lobo, devorado por un furor insaciable, se lanzó y arrancó la mano y el Silmaril de un solo bocado. Aullando de agonía —la luz sagrada quemaba sus entrañas— rompió vallas y rocas y huyó hacia el sur, dejando muerte y destrucción a su paso.
Beren cayó envenenado; Lúthien le extrajo el filo de dolor con sus labios cuando el rumor de forjas despertaba tras ellos. Entonces las alas de Thorondor rasgaron el humo: el Rey de las Águilas, alertado por Huan, alzó a los dos amantes y voló sobre montañas que estallaban con fuego y trueno. Así fue cómo la cima de Thangorodrim tembló aquella noche y la voz de Tinúviel resonó en los túneles de Angband.