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LAS DOS TORRES
Torturas en Henneth Annûn (01 de Diciembre de 2003, a las 01:52)
Aiyä!
Una de las escenas de la versión extendida de Las Dos Torres que más impacto me ha causado es sin duda aquella en la que tras la captura en el Estanque Vedado, Gollum es maltratado de forma dura y cruel por los montaraces de Ithilien. La visión, si cabe, es aun más inquietante por la presencia de Faramir durante los sucesos y por su indolente ¡Es suficiente!. Cabe preguntarse en ese momento cual es la razón de tan innecesaria como equívoca escena, y si existe algo en el texto que justifique su presencia.
La tortura es un fenómeno permanentemente presente en El Señor de los Anillos, y no es algo que nos sorprenda lo más mínimo. Sin embargo es algo que asociamos inequívocamente con el Enemigo y que nos repugna en personajes tan elevados. No obstante hay ejemplos de dureza extrema en el comportamiento de algunos personajes protagonistas, que muy bien pueden servir como explicación a mi sorpresa, y que curiosamente siempre tienen a Gollum como sujeto pasivo.
El primero en el orden de la narración es Gandalf. Durante su conversación con Frodo en Bolsón Cerrado el Mago rememora el encuentro mantenido con Gollum en Lorien y en un momento de su relato confiesa haberse empleado con dureza:
"Lo soporté tanto como pude, pero la verdad era desesperadamente importante y por fin tuve que mostrarme duro. Puse en él el miedo del fuego y le saqué la verdadera historia, poco a poco, muy a disgusto y entre lloriqueos y rezongos. Gollum se veía a sí mismo como una víctima incomprendida. Pero cuando por último me contó su historia, incluyendo el juego de los enigmas y la huida de Bilbo, no quiso decir nada más, fuera de unas vagas alusiones. Había en él otro temor, más grande que el que yo le inspiraba."(La Sombra del Pasado, La Comunidad del Anillo).
Evidentemente Gandalf actuó así por necesidad; pero sin complejo alguno utilizó la dureza y el terror psicológico para alcanzar su objetivo.
El segundo en emplear la fuerza en la sucesión narrativa es Aragorn; posiblemente de forma desmedida. En su intervención en Rivendel el Dúnadan explica el modo casual en el que se produjo su encuentro con Gollum:
"-No hay por qué recordarlos -dijo Aragorn-. Si un hombre tiene que pasar delante de la Puerta Negra, o pisar las flores mortales del Valle de Morgul, conocerá el peligro. Yo también desesperé al fin y emprendí el camino de vuelta. Y he ahí que la fortuna me ayudó entonces y tropecé con lo que buscaba: las huellas de unos pies blandos a orillas de un estanque cenagoso. Las huellas eran frescas, de pasos rápidos, y no iban hacia Mordor: se alejaban. Las seguí por las orillas de las Ciénagas Muertas y al fin lo alcancé. En acecho junto a una laguna, mirando las aguas estancadas mientras caía la noche, así atrapé a Gollum. Un barro verde le cubría el cuerpo. Nunca nos entenderemos, parece, pues me mordió y yo no me mostré amable. No obtuve nada de su boca, excepto la marca de unos dientes. Creo que esa fue la peor parte del viaje, el camino de vuelta, vigilándolo día y noche, obligándolo a caminar delante de mí con una cuerda al cuello, amordazado, llevándolo siempre hacia el Bosque Negro, hasta que la falta de agua y comida lo ablandaron un poco. Al fin llegamos allí y lo entregué a los elfos, como habíamos convenido, y me alegró librarme de él, pues hedía. Por mi parte espero no verlo más. Pero Gandalf llegó y tuvo con él una larga conversación." (El Concilio de Elrond, La Comunidad del Anillo).
Evidentemente, la falta de amabilidad es un eufemismo con el que Aragorn explica su rudeza, explícitamente contenida en la mordaza y en el nudo al cuello. Pero también es la necesidad, y en este caso la respuesta a la violencia de la criatura, la que justifica el hecho.
Finalmente, y obviando las escaramuzas entre Gollum, Sam y Frodo, nos encontramos en el instante en el que el primero es apresado en el lago de Henneth Annûn:
"En ese momento la gran forma negra de Anborn apareció por detrás y cayó sobre él. Una mano grande y fuerte lo tomó por la nuca y lo inmovilizó. Gollum giró en redondo con la celeridad de un rayo, mojado como estaba y cubierto de lodo, retorciéndose como una anguila, mordiendo y arañando como un gato. Pero otros dos hombres salieron de las sombras.
-¡Quieto! -le dijo uno de ellos-. O te ensartaremos más púas que las de un puercoespín. ¡Quieto!
Gollum se derrumbó y empezó a gimotear y lloriquear. Los hombres lo ataron con cuerdas, sin demasiados miramientos... Gollum volvió la cabeza y escupió a Frodo en la cara. Los hombres lo alzaron, lo embozaron con un capuchón hasta los ojos, y se lo llevaron… Sam, que estaba allí, lanzó una mirada curiosa al bulto fofo que los cazadores llevaban a la rastra." (En el Estanque Vedado, Las Dos Torres).
Son los hombres de Faramir, conocedores de sus órdenes ["Pero vos, señor, no aprobáis que matemos sin razón bestias salvajes, y no parecía ser otra cosa, de modo que no usé mi arco." (Una Ventana al Oeste, Las Dos Torres)], quienes ahora utilizan su superior fortaleza, quienes golpean, amenazan, amarran, embozan y arrastran al extraño personaje; quienes le causan dolor:
"-¡Desatadnos! ¡Desatadnos! -dijo-. La cuerda nos hace daño, sí, nos lastima, duele, y no hicimos nada."
Faramir está al tanto de todo; no aprueba los malos tratos, como tampoco los aprueban Gandalf y Aragorn, pero ejecuta fríamente su cometido y de su presión nace el segundo juramento que sobre el Anillo efectúa Gollum:
"-Hay en tu mente puertas y ventanas condenadas, y recintos oscuros detrás -dijo Faramir-. Pero en esto juzgo que eres sincero. Mejor para ti. ¿Sobre qué jurarás no volver nunca más y no guiar hasta aquí ni con palabras ni por señas a ningún ser viviente?
-El amo sabe -dijo Gollum con una mirada de soslayo a Frodo-. Sí, él sabe. Lo prometeremos al amo, si él nos salva. Se lo prometemos al Tesoro, sí. -Se arrastró hasta los pies de Frodo.- ¡Sálvanos, buen amo! -gimió-. Sméagol se lo promete al Tesoro, lo promete lealmente. ¡Jamás volveré, jamás hablaré, nunca más! ¡No, tesoro, no!".
Sin embargo, la nobleza del Capitán de Gondor no sólo se manifiesta en su rechazo del Único, cuestión de por sí suficientemente elevada. Antes bien se establece en su medida de grandeza y sabiduría, en su capacidad para interpretar la realidad de los acontecimientos, en su determinada voluntad y firmeza, y por supuesto en su admirable compasión, incluso ante la duda:
"-¿No hay otro camino? -dijo Faramir-. ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Quién ha explorado todos los confines de este reino sombrío? -Miró a Gollum larga y pensativamente. Luego volvió a hablar:- Llévate de aquí a esta criatura, Anborn. Trátala con dulzura, pero vigílala. Y tú, Sméagol, no intentes arrojarte en las cascadas. Allí las rocas tienen dientes tan afilados que morirás antes de tiempo. ¡Déjanos pues, y llévate tu pescado!"
La teórica bondad por tanto también utiliza la tortura como mal inevitable en El Señor de los Anillos, pero la demostración de su existencia en el libro no me consuela ante el despliegue de imagenes de gratuíta brutalidad. Tampoco me asusta ni me incomoda especialmente la escena como tal, pues no me considero un pusilánime ni quiero que se me malinterprete. A estas alturas ya he dado por sabido que el cambio de escenario y de criterio que supone la adaptación cinematográfica de Peter Jackson nos sitúa en una historia parecida pero diferente a la del texto original.
Desgraciadamente, a pesar de que la película me gusta en general, echo de menos al Hijo Menor del Senescal de Gondor, sobre todo cuando el actor que interpreta su personaje, seguramente por exigencia del guión, agarra por dos veces el cuello de Gollum ante el albañal de Osgiliath, y le arroja con desprecio como si de un perro se tratase.
Ese no es el Faramir combatiente que en su sabiduría predica la dulzura. Tolkien no se identificaría con él.
Un saludo desde Minas Ithil.
Namárië.
PD: este mensaje no es una crítica, es sólo un lamento.
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Torturas en Henneth Annûn
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