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GENERAL
Análisis sobre Aragorn.
(13 de Diciembre de 2003, a las 22:22)

Aiyä!

El otro día cruce una pequeña apuesta con un amigo sobre cierto episodio de El Retorno del Rey. La solución al dilema no está aun aclarada, pero mi compromiso fue escribir una crónica sobre las dos películas estrenadas hasta el momento. La reciente aparición en el mercado de la versión extendida de Las Dos Torres me ha llevado completar un análisis ya iniciado sobre la figura de Aragorn, que culminará en el futuro con las apreciaciones que surjan tras el próximo estreno y, muy especialmente, con la edición de la versión extendida de El Retorno del Rey. Hasta entonces os dejo con esto esperando que sea de vuestro agrado:


El personaje de Trancos en las películas de El Señor de los Anillos de Peter Jackson aparece en la Posada de Bree de manera arrebatadora, es el protagonista de Tokien que se hace presente ante nuestros asombrados e incrédulos ojos; es él. A partir de ese momento mágico, el diseño de su personalidad se nos va mostrando escena tras escena, sugiriendo a un hombre rudo y áspero, un tanto cáustico, seguro de sí mismo, decidido y valiente; pero a la vez extremadamente prudente y versado en las antiguas leyendas. Por el camino demuestra ser un guía capaz, atento a todo cuanto sucede, solvente en cuanto a recursos, sensible y, para nuestra sorpresa, capaz de transmitir ternura en su entonación del Lay de Lúthien. En la cima de Amon Sûl resulta extremadamente intrépido: se enfrenta sin dudarlo con cinco Nazgûl, entre los que se encuentra el Rey Brujo, y su confrontación es fría, despiadada, muy profesional. En esa situación, en la que prevalece el desconcierto, gana su batalla y crédito ante nosotros. Más tarde, en el claro de los Trolls, aparece la primera prueba de su majestad: es un sanador; aunque algo nos desanima el desafortunado interrogante de Arwen: "¿Un Montaraz desprevenido?" (Huyendo hacia el Vado, La Comunidad del Anillo). En Rivendel nos encontramos con un hombre distinto: elegante, culto, enamorado, ...

Debo confesar que la primera vez que la vi, me pareció algo floja la escena del Concilio de Elrond, sobre todo cuando Legolas proclama la identidad del Montaraz; pero luego, después de observar y valorar el desarrollo del personaje, me reconcilie con Peter Jackson. Es cierto que en ese momento el libro alcanza cotas que rayan en lo sublime, pero también es cierto que llegados hasta ese punto, ya sabíamos que se trataba de una adaptación (Arwen por Glorfindel, etc.). Reconozco que el que Boromir conozca la identidad de Aragorn, es un hábil giro narrativo para que todos sepamos quién es, pero hay que recordar que el escenario histórico en el que se desarrolla la acción en las películas, difiere radicalmente del que Tolkien ofrece en El Señor de los Anillos. A esta convicción, a la que me referiré nuevamente más adelante, responde mi comentario sobre Peter Jackson en relación a su interpretación de la escena y por ende a la cocepción de sus filmes. En cualquier caso, la contemplación reposada de la versión extendida de La Comunidad del Anillo, ayuda sobremanera a la comprensión de la trama oculta que envuelve al personaje, y en lo que respecta a la demostración del conocimiento de Boromir, es significativa la nueva escena titulada Hijos del Siervo de la versión extendida de Las Dos Torres, en donde no es un sueño recurrente el que lleva al hijo de Denethor a Imladris, como sucede en el libro, sino una convocatoria formal: "Elrond de Rivendel nos llama a un consejo."

Las incertidumbres de Elrond en su diálogo con Gandalf y en la escena en la que Aragorn y el primero conversan ante la tumba de Gilraen, son necesarias en la trama argumental. El personaje necesita contar su propia historia, y la duda se convierte en el hilo conductor de la acción. La determinación es el resultado final en el proceso que gravita en todo momento sobre Aragorn; y ésa es la solución a la ecuación diferente planteada por Peter Jackson en la composición de su relato.

De la conversación entre Elrond y Aragorn, se desprende que la presencia del segundo en Imladris es debida más a cuestiones de seguridad personal, que a la preparación necesaria de quien está llamado ha alcanzar las más altas cotas de la gloria. Este razonamiento se asienta igualmente en las palabras con las que Elrond responde a Gandalf en la biblioteca: "Dejó ese camino hace largo tiempo"; y también en sus anteriores comentarios, ciertamente displicentes, sobre la fortaleza de los hombres: "Los Hombres son débiles…, yo estuve allí el día que la voluntad del hombre fracasó" (El Destino del Anillo, La Comunidad del Anillo). Evidentemente este no es el Señor Elrond de la obra de Tolkien; y es precisamente este aspecto el que manifiesta más claramente el cambio de escenario al que me refería, la modificación determinante que hace una historia diferente de la otra; aceptable o no, pero diferente.

En lo que se refiere a Narsil, hay que señalar que en el instante en el que Boromir torpemente deja caer al suelo la reliquia, es Aragorn quién con semblante solemne recoge la espada, quién con veneración exquisita la deposita en su alegórico sustento y quién con gesto inequívoco la reverencia. Pero Peter Jackson nos presenta a un Aragorn que ha decidido no aceptar su herencia: "No quiero ese poder. Nunca lo he querido"; y esto es algo completamente nuevo para nosotros.

Personalmente me gusta como mediante la evolución del personaje, el Director resuelve este dilema; y por eso hablo de reconciliación. Aragorn en la película es un hombre, no sólo el último eslabón de una cadena mayestática que los lectores de Tolkien conocemos y que sólo el personaje de Hugo Weaving acierta tímidamente a presentar tras el rechazo: "Eres el último de tu linaje, no hay otro" (El Recuerdo de Gilraen, La Comunidad del Anillo); y es esta la clave para interpretar el alcance de la frase que Aragorn dirige a Arwen, cuando manifiesta su diferencia de raza: "Soy mortal, tú eres elfa" (Evenstar, Las Dos Torres). Es el heredero de Isildur, pero ha aprendido en Rivendel las consecuencias producidas por el fracaso de su ilustre antepasado, y no quiere someterse ante tal perspectiva. La presencia de Arwen es proverbial, ya que presagia todo cuanto va aconteciendo. Estel es la palabra que Arwen repite incesantemente, hasta tres veces: "Ae u-esteliuách nad, estelio han, estelio ammen"; y en su elección, en la entrega de su privilegio, Peter Jackson nos remite sin duda a la Elendilmir y a la Elessar, en un guiño del guión semejante al del poema de Gollum en las Ciénagas de los Muertos.

A partir de ahí Aragorn se nos presenta diferente; asume su papel de protector del Portador: "Si con mi vida o con mi muerte puedo protegerte, lo haré" (El Concilio de Elrond, La Comunidad del Anillo); y durante el tránsito, en un gesto que casi pasa desapercibido, empuña su espada ante Boromir en señal inequívoca de jerarquía. Después en Moria, acepta el encargo de Gandalf: "Guíalos Aragorn" (El Puente de Khazad-dûm, La Comunidad del Anillo); no duda a su pesar en tomar el mando de la Compañía y, al igual que en el libro, nadie cuestiona el nuevo orden, su liderazgo.

En Lórien vemos a un Aragorn transformado, ya no es el joven Dúnedain que una vez paseara por la hierba de Cerin Amroth; es un hombre apesadumbrado por la responsabilidad, pero que mantiene el coraje necesario para enfrentar a los Galadrim y la sabiduría que precisa quién porta malas nuevas. En el libro, después del Concilio de Elrond, este envía emisarios a todos los pueblos libres, incluyendo la Tierra Escondida, y pasan dos meses hasta que La Compañía sale de Rivendel. Esto hace que cuando llegan al Nimrodel, los Elfos ya estén enterados de su llegada, convirtiéndose Gimli en el único problema para que se les franquee el paso. Sin embargo en la película, Peter Jackson tiene que resolver el desconocimiento élfico con una escena de explicación y temple, en la que Aragorn es primero reconocido: "A Aragorn in Dúnedain istannen le ammen" (Lothlórien, La Comunidad del Anillo), en clara referencia a la época en la que habitó en el Bosque de Oro; y después escuchado y comprendido. No obstante el desarrollo de esta escena queda desvirtuado por la manifiesta capacidad de comunicación telepática que posee Galadriel. Por otro lado, el que el guión nos haya sustraído la entrega de la Elessar, nos lo compensa con un esplendoroso aunque corto diálogo entre Aragorn y la Dama de los Galadrim, especialmente enaltecedor cuando ella le dice: "Tú tienes tu propia decisión que tomar, Aragorn. Elevarte y volar más alto que todos tus padres desde los días de Elendil, o caer en la oscuridad, con lo único que resta de tu linaje" (Adiós a Lórien, La Comunidad del Anillo).

Durante la travesía del Anduin, vemos de nuevo a Aragorn al frente de la Compañía en excelente equilibrio con lo que para él es su misión. Además de la permanente vigilancia que mantiene, tanto hacia fuera como hacia dentro - "No acercaré el Anillo a menos de cien leguas de tu ciudad", le dice a Boromir -, el viaje nos ofrece la segunda prueba de majestad: los Argonath, la imagen de "los Reyes antepasados" (El Gran Río, La Comunidad del Anillo). Ni en nuestros mejores sueños habríamos podido imaginar una escena más lograda que esta, y Viggo Mortensen está soberbio en su papel.

La traición de Boromir, nos devuelve al Aragorn abnegado: "Habría ido contigo hasta el final. Hasta el fuego de Mordor" (Parth Galen, La Comunidad del Anillo); pero la rapidez con la que los sucesos se desarrollan, hace que de nuevo aflore el luchador prodigioso que con aplomo y gallardía enfrenta la batalla, y que con su espada parece que saluda al destino. Pero si la victoria en el combate es amarga, la tercera señal de majestad se revela definitivamente: "Te habría seguido…, mi hermano…, mi capitán…, mi Rey..." son las últimas palabras de Boromir antes de expirar y "Ve en paz, hijo de Gondor" le dice imponiéndole la mano sobre el pecho y besándole la frente. No existe síntoma de flaqueza ni de desesperación en toda la interpretación, ni siquiera cuando las lágrimas brotan en su rostro: hay tristeza y abatimiento, pero sobre todo hay determinación.

Llegan Las Dos Torres y Frodo ha partido. En ella observamos a Aragorn al frente de la partida de caza. Incansable, inquisitivo; se muestra conocedor del nuevo entorno, de su paisaje, y de quienes lo habitan. Su hazaña, y la de Legolas y Gimli, alabada por el propio Éomer en el libro, no deja de ser una transición en la película, pero hay detalles magníficos como el del broche de Pippin: "Las hojas de Lórien no caen sin razón" (Tras la Pista de los Uruk-hai, Las Dos Torres). De nuevo, vuelve a mostrarse como auténtico adalid en el encuentro con los de Rohan; y de nuevo gana crédito al contemplarle interpretar las huellas delante del Bosque de Fangorn, después de un memorable puntapié a un casco orco. Su prelación carece de toda duda, y el argumento va dejando leves detalles, como cuando coloca su mano sobre Gimli en el cerco de los Jinetes, cuando hace bajar el arco de Legolas, o cuando indica al enano que no esgrima el hacha en Fangorn. Por un instante se nos revela como un simple mortal, desorientado y confuso ante la aparición del Mago Blanco; dirige y prepara la fallida acción de ataque contra el Mago, quien al ser reconocido "No puede ser. Tu caíste" (El Caballero Blanco, Las Dos Torres), provoca que Legolas y Gimli se postren ante él. El sorprendido Aragorn no lo hace y el posterior monólogo de Gandalf no hace más que situarnos de nuevo en aquello que gravita sobre la historia: "Sauron te teme, Aragorn. Teme en lo que puedas convertirte."

Posiblemente mi exposición, hasta aquí, esté generando muchas dudas; pero entrando en Edoras, sucede algo verdaderamente extraordinario y excelso: el estandarte de Rohan, un objeto inanimado, se desprende de su mástil y tras un sutil vuelo sobre la ciudad y su empalizada, se posa junto a la puerta al paso de Hasufel, rindiendo honores en señal de reconocimiento. Aragorn lo contempla y percibe que es por él; pero aún no ha llegado la hora de su proclama. En Meduseld de nuevo emplea todo su temple: después del escarnio de Grima al pie de la escalera de piedra en donde no duda en arrodillarse ante Théoden, mantiene la calma y no responde al reto del anciano Rey: "Si mal no recuerdo, Théoden, y no Aragorn, es el rey de Rohan" (La Decisión del Rey, Las Dos Torres). Aragorn es leal, pospone cualquier tipo de interés personal en razón de la causa que abraza en cada momento, y en este caso ha decidido apoyar al Rey de Rohan, cueste lo que cueste. No obstante, sabe que al final al Rey le faltaran las fuerzas; se lo dice Gandalf y él asume ese servicio con absoluta fidelidad. Además es la acción de Aragorn la que enaltece a Éowyn: "hija de reyes, escudera de Rohan" (Hija de Reyes, Las Dos Torres) la nombra. Ante actitud tan apuesta y galante, no es extraño que el personaje que interpreta Miranda Otto se enamore perdidamente de él; más aun si se ha mostrado mágico y misterioso en los establos, divertido e incluso excedido en su amabilidad durante el éxodo, cuando descubre a la Dama de Rohan su linaje. Paralelamente y a través de Lengua de Serpiente, Saruman descubre la verdad: " Veo que Gandalf el Gris cree haber encontrado el heredero de Isildur" (El Anillo de Barahir, Las Dos Torres).

En yuxtaposición, la modificación del escenario anteriormente referido se nos la aclara en este momento con un oportuno flashback con el que por fin entendemos la conversación sobre Arwen entre Galadriel y Aragorn en la despedida de Lórien: la intervención de Elrond en el asunto había sido implacable y sus frases, lapidarias: "No permitiré que mi hija muera aquí", le dice a Aragorn; y a su hija otra máxima de idéntica naturaleza: "Arwen, nada queda aquí para ti. Sólo muerte" (Evenstar, Las Dos Torres). Está claro que no podemos hablar de lo mismo al analizar el personaje. No obstante, el Aragorn de la pantalla, coherente con el perfil que tiene trazado, renuncia al amor de su vida y con un gesto de entrega intenta devolver la joya - que curiosamente va cobrando importancia -, en una escena que recuerda inexorablemente a aquella que se cita en los Apéndices, en la que el Rey Elessar decide que ha llegado el final de sus días.

En la escena de Los Lobos de Isengard, Las Dos Torres, durante los preparativos de la batalla y en su desarrollo, se aprecia su verdadera cualidad de Capitán de Hombres. Contemplo esa mal desarrollada secuencia como una pesadilla sin sentido, sólo disculpable, en el sentido nostálgico de la acepción, con el recuerdo del episodio que se detalla en Un Viaje en la Oscuridad, La Comunidad del Anillo. Es una innecesaria concesión a la mal llamada acción cinematográfica, y nada aporta a la narrativa. A pesar de todo, este lamentable suceso no perturba en absoluto al perfil del personaje, que sobrevive a una caída sorprendente para recordar la llamada de Arwen a la esperanza; y para encontrarse con el caballo llamado Brego que le conduce al Abismo de Helm.

Pasados los trámites previos con Gimli, con Legolas y con la mirada enamorada de Éowyn, Aragorn abre de manera decidida los portones para dar cuenta de las novedades al Rey de Rohan. El Rey se encuentra celebrando Consejo y hay guardias en las puertas, pero nadie le impide el paso. Irrumpe con autoridad y nadie se interpone ante él, en un gesto de determinación, que luego se verá aderezado con arrojo. El incidente con Legolas, en donde muestra firmeza ante el desánimo más allá de cuanto es posible exigir, su conversación con Haleth, su mano sobre el hombro de Gimli ante su desesperación cuando conoce que son diez mil uruk-hai los que atacaran, son sin duda preludio de lo que vendrá más tarde.

Aragorn dirige la defensa de la fortaleza y recibe una mirada de reconocimiento y admiración del Rey Théoden cuando contiene al ejercito en las almenas. La épica narrativa gana intensidad en la carga que lidera en la Batalla del Bajo, en la defensa de la muralla junto a Gimli y durante el cerco al Baluarte de Cuernavilla; pero ha ido dejando un rastro de amargura con el sacrificio de los Elfos y, especialmente, con la muerte de Haldir al que también impone su mano. Cuando todo carece de esperanza surge de nuevo; ha dejado patente su convicción de resistir hasta el final. Recuerda las palabras de Gandalf: "Espera mi llegada con la primera luz del quinto día. Al alba, mira al este"; pero es él quien antes aparece con grandeza y le dice a Théoden:" ¡Cabalgad conmigo! Resistid y enfrentadlos (Eorlingas, Las Dos Torres); una vez más toma la iniciativa y el Rey de la Marca en el mayor bastión de su reino, se pliega a su llamada. Luego viene la luz del amanecer, aparece el Jinete Blanco sobre el horizonte y cargan dos mil Rohirrim por la ladera; pero la epopeya ya esta escrita: la salida de Aragorn y Théoden.

La majestad del hombre está presente, haciéndose más perceptible a cada paso; aunque tal vez esa condición carece de la sublimación categórica y teocrática, que en todo momento tiene el personaje en la obra literaria. Aragorn en las películas evoluciona quizá a su pesar, pero nos presenta tres signos inequívocos de su condición: cualidad merovingia, legitimación dinástica y reconocimiento; es el verdadero Rey de los Hombres, al que ni la desafortunada declaración implícita en la búsqueda del reconocimiento de Éowyn ni su abrazo tras la victoria en la batalla pueden desviar de su profetizado destino.


Bueno, si habeis conseguido llegar hasta aquí gracias por vuestra paciencia, y de cara al estreno del día 17 os deseo que disfruteis tanto de la película como lo espero yo.

Un saludo desde Minas Ithil.

Namárië.

PD: en cursiva he puesto las referencias a los libros y en negrita a las películas.











Earnur (Hombre)

Capitán (536 mensajes)


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Análisis sobre Aragorn. - Earnur (13/12/03 22:22)
    Muy currado sí señor - Hiliat (13/12/03 22:43)
    despues de tanto desatino... - Nienorand (13/12/03 22:58)
      eres un genio - legolasfullaverda (13/12/03 23:27)
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    Buenísimo - NCREA (14/12/03 00:21)
    Ay!! Aragorn!! - gilraen_egr (14/12/03 11:00)
      perdón, lo de arriba es REV - gilraen_egr (14/12/03 11:18)
      Totalmente de acuerdo. (REV) - Hildigrim Tuk (14/12/03 14:28)
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    Muy bueno Earnur :) - Nachete (14/12/03 12:42)
 


 
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