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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
25 de Mayo del
año 3018 de la Tercera Edad
Desde antiguo esta ciudad era la capital de nuestro reino. Jamás
Gondor alcanzó esplendor semejante como cuando en Osgiliath podía
admirarse la Cúpula de las Estrellas. Así hablan los antiguos
escritos. Hubiera dado todo por observar sus calles desde lo alto
de la Cúpula. Pero hoy no veo más que ruina y destrucción.
Osgiliath, la ciudad de las Estrellas, lleva abandonada muchos
años, pero aún así no podemos permitir que caiga en manos de esos
orcos.
Sin embargo, nos ganan terreno. Hemos tenido que abandonar Ithilien,
aunque ahora los hemos detenido en este puente. Esos orcos
tienen una fuerza que no les conocíamos. Y a veces aparece una
sombra que los hace presa de una locura sin límites. Algunos hablan
de un demonio, otros de una criatura. Pero unos pocos afirman haber
visto un jinete vestido de negro, sobre un caballo negro, y que
lleva la oscuridad consigo. He pensado en enfrentarme con él, pero
la sola idea de hacerlo me hiela el corazón.
Y a mis hombres les sucede igual. Tengo gran fe en ellos, pues cada
uno vale más que diez orcos. Pero desde que el Monte del Destino
comenzó a echar humo otra vez, la desesperanza se ha ido apoderando
de sus corazones. Necesitaremos algo más que nuestras espadas para
sobrevivir. Y cada vez somos menos. Ya sólo somos treinta, contando
a mi hermano Faramir y a mí mismo. Pero defenderemos este puente
hasta el fin, pues si los orcos lo cruzan, no quedará reino al que
pueda regresar el Rey.
El Rey. Me resulta tan lejano como los días de gloria de la Ciudad
de las Estrellas. No he conocido más Rey que mi padre Denethor.
Y mi padre no conoció más Rey que a su padre Ecthelion, quien
también era llamado Senescal. Nunca he creído realmente en el
regreso del heredero de Isildur y Elendil, pero mi hermano habla de
los antiguos reyes sin cesar. Faramir siempre ha sido más sabio,
pero en tiempos de guerra las palabras son inútiles. Contra esos
orcos sólo vale el lenguaje de las espadas. Pero, ¿bastarán las
espadas contra los hechizos de Morgul? Sea como sea, no nos queda
otra esperanza.
- ¡Boromir! - me grita mi hermano, sacándome de mis ensoñaciones.
- ¿Qué sucede? ¿No estabas descansando?
- He tenido un sueño...
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