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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
14 de junio del
año 3018 de la Tercera Edad
Se había hecho de noche, y aún entonces Sméagol se negaba a bajar de su árbol
favorito, el más alto de aquel claro. Legolas escuchó atentamente al guardia
que había venido a notificárselo.
Sméagol había estado en un principio recluido en una celda oscura, pero no
había durado mucho allí. Sus lamentos dañaban los finos oídos de los elfos,
y terminaron por permitirle salir a dar paseos por los bosques. También al
poco tiempo Sméagol había convencido a los elfos de que sus cuerdas le
dañaban los pobres pies. Legolas se estremecía aún cuando evocaba aquellos
lastimeros gritos: "Noss hace daño, noss hiela. ¡Muerde al pobre Sméagol!
¡Cuerdas malas de los elfos que muerden al buen Sméagol!" decía entre
sollozos, mientras se retorcía por los suelos, intentando arrancarse la
cuerda de los pies a mordiscos.
Al segundo día, ya le habían permitido pasear solo por el bosque. Desde
entonces, Sméagol les había empezado a tratar amistosamente, incluso de
forma extremadamente zalamera, pero siempre evitando su contacto. Por
ello le habían permitido ciertos caprichos, como trepar a lo alto
de aquel árbol. Pero según el guardia, esa tarde Sméagol había mirado
detenidamente al oeste, y tras varios minutos en los que sólo podía
oirse aquel espantoso gorjeo suyo ("¡Gollum!", parecía decir), la criatura
no quiso bajar. Los ruegos y amenazas de los elfos no le convencieron.
Entonces sucedió todo. Un batallón de orcos surgió de la oscuridad. Raudos
como el viento, los elfos a las órdenes de Legolas corrieron a ocultarse
entre los árboles. Los orcos eran muy numerosos, pero los elfos estaban en
su elemento.
- ¡La guardia! ¡Debemos llegar a proteger a la guardia! - gritó Legolas,
recordando la actitud de Sméagol. Pero los orcos eran demasiados. Les
llevaría tiempo derrotarlos. Una flecha siseó por encima de la cabeza
de Legolas, clavándose en el pecho de un orco que se había aproximado
demasiado al hijo de Thranduil.
"Lo sabía, no sé cómo, pero ese Sméagol sabía que estos orcos iban a atacarnos",
pensaba Legolas en el fragor de la batalla. Pero no pudo dedicar demasiado
tiempo a aquellos pensamientos. Debía organizar la defensa de su amado
bosque, y rechazar a aquellos feroces orcos. Rugiendo, más que gritando,
arengó a sus hombres, con un grito que menos de un año más tarde se oiría
en la misma Tierra Oscura, pronunciada por la voz de dos pequeños hobbits.
- ¡Gilthoniel, A Elbereth! ¡Aiya elenion ancalima!
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