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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
7 de Agosto del
año 3018 de la Tercera Edad
El camino que conduce desde Moria a Lorien no había estado nunca
tan transitado. Los enfrentamientos entre los orcos y los elfos
se habían vuelto más frecuentes (y violentos). Sin embargo, desde
hacía dos días ambos ejércitos habían pasado a ocuparse de otro
objetivo. Curiosamente, aquel objetivo era el mismo tanto para
los elfos como para los orcos.
El pobre Skrarf se estaba quedando dormido apoyado sobre su lanza.
Sabía que se metería en problemas mucho más graves si el jefe
Bukrafha le pillaba durmiendo en su puesto de guardia, pero no
podía remediarlo. Skrarf había dormido muy poco esa última
semana, en el campamento. Y el último día había sido espantoso.
Los elfos habían atacado por sorpresa y habían aniquilado a casi
todo el batallón. A Skrarf sólo le había salvado su cobardía,
pues mientras los demás se levantaban para combatir, él se quedó
tendido en el suelo, haciéndose el muerto. Y cuando los elfos
comenzaron la persecución de los pocos que lograron huir, él
se introdujo en una pequeña cueva, arrastrándose. No durmió en
toda la noche, y muchas horas después de que todo se hubo
calmado, se atrevió a salir y volver a las minas.
El jefe Bukrafha no sabía qué hacer con él. La cobardía de
Skrarf era algo conocido por todos (y el objeto de burla de
todos sus antiguos compañeros). No podía mandarlo al frente,
pero tampoco lo quería cerca. La solución fue asignarle un
puesto de guardia en la puerta este. Los elfos nunca se
atreverían a llegar hasta allí, y así podría ocupar a los
valiosos orcos de la guardia en el rastreo del pequeño ser
que nadie conseguía encontrar.
Aquel pequeño ser no era otro que Gollum, quien ahora acechaba
a Skrarf desde unos matorrales. Gollum no había comido más que
carroña desde que se liberó de la vigilancia de los elfos. Pero
ahora tenía ante sí a un pequeño orco, medio dormido. La idea
de comer otra vez carne fresca de orco joven le hizo decidirse.
Una hora más tarde, Gollum saboreaba feliz un buen trozo de
carne. Aquel pequeño y buen orco custodiaba una puerta por la
que Gollum se había adentrado, arrastrando el cuerpo inanimado
de Skrarf. Cuando más contento estaba Gollum saciando su apetito,
la voz de alarma recorrió toda la caverna: el guardia había
desaparecido. Gollum comprendió, y se escabulló por esa misma
caverna, pasillo abajo. Aquello le recordó otros tiempos muy
felices, en otra cueva, mucho más al norte. Podría quedarse
allí, sí. Podría vivir allí comiendo buenos orcos y huyendo
de los malos. Allí no había elfos malvados con cuerdas que
queman.
Sólo le faltaba su Tesoro. ¿Volvería a verlo algún día? De
pronto sonrió: algo le decía que sí volvería a verlo. En
aquellas cuevas había algo...
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