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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
13 de Septiembre del
año 3018 de la Tercera Edad
Gwaihir alzó su cabeza. Su finísimo oído captó el golpeteo de unos cascos
de caballo, muchas leguas allá abajo. Lenta pero majestuosamente, alzó el
vuelo. Mucho antes de empezar a descender, ya sabía quién iba a lomos de
aquel caballo. Su pico y sus garras se relajaron mientras descendía en
una amplia espiral.
Radagast se detuvo, sonriente al fin. Los últimos días los había pasado
atravesando el Bosque Negro, advirtiendo a todas las criaturas que lo
consideraban su amigo. Muchas de las Águilas llevaban varios días ya
recorriendo la Tierra Media, donde habían comenzado a contemplar la acción
de la oscura mano de Mordor. Lo que más había preocupado a Radagast habían
sido los rumores de los Nueve, cada vez más cerca del norte.
Muchas cosas sabía ya, pero a Radagast le faltaba aún por saber algo muy
importante: ¿Qué había pasado con Gandalf? Desde que se separaron, ni
elfo, ni hombre, ni enano, ni ninguna otra criatura había sabido nada de
él. Tal vez el Señor de las Águilas supiese algo...
Media hora después, Radagast ya no sonreía. Las noticias que Gwaihir le
había transmitido no eran nada buenas: la concentración de lobos y el
alistamiendo de orcos; los Nueve Jinetes que iban de acá para allá por las
tierras; y los rumores de aquella pequeña criatura que había burlado la
vigilancia de los Elfos de Lorien, al sur.
- ¿Y sabéis algo de Gandalf? - preguntó, cabizbajo.
- No, Radagast. Nadie sabe aún nada de él.
- El sabía algo, Gwaihir. Algo que podría ayudarnos. Pero partió hacia
Isengard, y aún no ha regresado. Debes encontrarle, y cuando lo encuentres,
le transmitirás todas estas noticias. Averigua cuanto puedas de los Nazgul.
Mas no te entretengas mucho, y vuela raudo a Isengard. Si no lo encuentras
allí, pregúntale a Saruman.
A modo de asentimiento, la mayor y más rápida de las Grandes Aguilas se
irguió, y sin avanzar ni un solo paso, con un simple aleteo de sus poderosas
alas, se elevó del suelo. Instantes más tarde se había perdido ya de vista,
hacia el este. Radagast montó en su caballo, y partió en dirección contraria,
pensativo.
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