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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
25 de Marzo del
año 3019 de la Tercera Edad
-¡Deteneos, Hombres del Oeste! ¡Deteneos y esperad! Ha sonado la hora del destino.
La hora del Destino. Sauron sabía perfectamente lo que aquello suponía. Unos instantes
antes había estado seguro de su victoria. Sus hordas superaban en gran número a las del
enemigo. Incluso aquellas águilas que venían de lejos sucumbirían al azote de sus
Nazgûl.
Largo tiempo había esperado este momento. Una vez ya había tenido la victoria a mano,
cientos, miles de años atrás. Pero un hombre le había segado la victoria, arrebatándole
el Anillo de su propia mano. Ahora, sabía que el heredero y descendiente de aquel hombre
estaba ante las puertas de Mordor. Y moriría mil muertes. Lo haría sufrir como a ningún
otro. Y el Istari que había sido enviado para detenerle sería encadenado junto a las
llamas del Orodruin por siempre.
Tan seguro y tan ciego estaba de su victoria... Al otro lado de la puerta debía estar
aquel mediano que Saruman había estado a punto de atrapar, y que poseía el Anillo. El
Anillo. El Tesoro. Por fin iba a recuperarlo. Y nadie podría impedirlo. Los inútiles
esfuerzos de los Hombres y los Elfos por derrotarle habrían sido inútiles. Aquellos
espías que habían entrado en su tierra negra, seguramente habrían perecido ya... y
Sauron gobernaría por siempre la Tierra Media.
Ash Nazg Durbatulûk
Todo ésto estaba en la mente de Sauron tan sólo hacía unos minutos. Pero entonces alguien
había reclamado al Único para sí, en las mismas puertas del Orodruin. La Torre Oscura
tembló desde sus cimientos hasta la cresta fiera y orgullosa. En un relámpago, comprendió
el engaño, la trampa en la que había caído. Su propio orgullo iba a ser su condenación.
Nunca habría pensado que sus enemigos querrían destruir el Anillo, tan seguro estaba de
que lo intentarían usar contra él. Esa iba a ser su victoria definitiva... Su mayor poder
residía en el Ünico. Dondequiera que estuviera El Anillo, allí gobernaría Sauron. Sólo
era cuestión de tiempo encontrarlo.
Ash Nazg Gimbatul
De pronto, todas las huestes de Mordor perdieron su ánimo. Y los Nazgûl remontaron el
vuelo, zafándose de las garras de las Águilas. Un grito, un rugido, una voz poderosa como
no se había oído nunca en la Tierra Media, les había dado una orden. La Última Orden.
Aún no estaba todo perdido, pues allí, en las estancias del Orodruin, había alguien a
quien Sauron conocía. El Ojo lo había reconocido. Una pequeña y vil criatura que había
sido atraída por el Anillo, tanto tiempo atrás. Este pequeño ser podría detener a quienes
querían destruir su Tesoro, pues la atracción del Anillo era superior a su propia
voluntad.
Ash Nazg Thrakatulûk
Su Voluntad. La Voluntad de Sauron era ahora una sola con la Voluntad del Anillo. Un rugido
de ira empujaba a sus Nazgûl hacia el Orodruin. Ira y miedo. Pues por primera vez, Sauron
sintió el Miedo. Un miedo que crecía en él como un inmenso humo negro. La oscuridad creció
alrededor de la Torre Oscura. Negra contra el palio de las nubes, una inmensa forma de sombra
impenetrable, coronada de relámpagos, que invadía toda la bóveda del cielo, se desplegó
gigantesca sobre el mundo, dejando toda la Tierra en tinieblas por un instante.
Agh Burzum-ishi Krimpatul.
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