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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
Hacia el 1650 de la
Segunda Edad
- ¿Qué es ésto? Oh, Annatar, amigo mío. ¿Qué has estado tramando todo
este tiempo? - murmuró Celebrimbor para sí.
Celebrimbor siempre había tenido una extraña sensación con Annatar.
Era hermoso, afable, y parecía que uno nunca se cansaba de escucharlo
hablar. Transmitía una increíble seguridad a aquellos que lo
rodeaban, pues parecía interesarse por todo y alababa constantemente
el trabajo de todos. Pero especialmente había prestado un interés
superior por el trabajo de Celebrimbor.
Celembrimbor y sus herreros habían por fin concluido su mayor labor,
aquella que rivalizaría con la obra de Fëanor. Y Annatar siempre
había estado aprendiendo de ellos, de su sabiduría y de sus métodos.
A simple vista, jamás pensaría que Annatar pudiera aprender nada de
los Herreros, pues la sabiduría del extraño y hermoso desconocido
podía percibirse a leguas de distancia. Sin embargo, aprendió de ellos
y les ayudó durante más de 100 años.
Pero un día desapareció, y nada se supo de él durante décadas.
Celebrimbor sintió curiosidad, pues Annatar parecía extrañamente
preocupado y excitado a la vez cuando le vio marchar, casi a
escondidas. Entonces se dio cuenta de que el extranjero jamás les
había hablado de sus planes, o de si debía cumplir alguna misión.
Nadie sabía realmente quién era Annatar. Y Celebrimbor decidió
averiguarlo.
Y en aquel momento, escondido tras unos árboles, pudo observar a
Annatar, levantando un anillo al cielo y contemplándolo. Era hermoso,
aunque sin adornos. Un anillo simple y liso, sin piedras engarzadas
que turbaran su radiante belleza. Y a la vez era poderoso.
Celebrimbor podía sentirlo incluso desde lejos. Más poderoso que
ninguno que los Herreros hubieran forjado antes. Más poderoso
incluso que Los Tres...
Entonces, Annatar habló. Su voz era estruendosa, aunque no gritaba.
Aquellas palabras quedaron para siempre grabadas en la mente y el
corazón de Celebrimbor. Entonces supo quién era el extraño al que
tanto había amado, y supo también cuál enorme era el tamaño de
aquella traición. Él, Celebrimbor, había preparado el camino para
la victoria del Enemigo, y aquellas palabras sentenciaban aquella
victoria. Aquellas palabras no dejaban ninguna esperanza para el
mundo que había conocido. Todo estaba perdido.
Ash nazg durbatulûk, ash nazg gimbatul,
ash nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul
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