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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
1 de Lithe del año 3019 de la Tercera Edad
Todo era alegría y regocijo en Minas Tirith, la Ciudad Alta. Nunca en
toda su historia se había respirado tanta paz, ni tanta dicha, ni la
Torre Blanca había brillado tan hermosa ni tan alta, ni siquiera en
los grandes días que ya nadie recordaba.
El Rey esperaba paciente la llegada de la comitiva. Allí
llegaba ella, más hermosa que nunca, tan hermosa como siempre,
de la mano de Elrond Medio-Elfo, su padre. Lentamente se acercaron,
como lo habían hecho el día anterior, Elrond portando el cetro de
Annúminas y sosteniendo leve pero graciosamente la mano de Arwen
Undómiel, la Estrella de la tarde. Aragorn, Rey Elessar, recibió
entonces a padre e hija y, tomando la mano de ésta se volvió.
Elrond se hizo a un lado, para permitir que siguiera la ceremonia. Allí
estaban su hija, y aquél a quien un día también acogió como su propio
hijo. Recordaba la determinación de aquel joven humano cuando Elrond le
impuso su única condición para tener a su hija como esposa. Recordaba
también el grave sacrificio de su hija, renunciando al Crepúsculo, como
lo habían llamado aquellos dos enamorados en la cima del Cerin Amroth,
tantos años atrás.
Una leve sombra cruzó el bello rostro del Medio-Elfo durante un instante,
pero tan rápidamente como había llegado, así se fue. Ahora todo estaba
bien, tan bien como podía pedirse. Sus dos seres más amados estaban, en
aquel momento, uniendo sus vidas para siempre.
Entonces vio que Aragorn se inclinaba para besar, por fin a su dama. Pero
un instante antes observó que sus labios susurraron un nombre a su hija.
Ella, tan hermosa y tan radiante, sonrió aún más llena de felicidad, y
su belleza se redobló, si tal cosa era posible. Y los dos enamorados se
besaron, entre los vítores de toda la ciudad, de todo el reino, de toda la
Tierra Media.
Nadie, ni siquiera Elrond, alcanzó a oir lo que le había susurrado Aragorn
a la Estrella de la Tarde justo en el momento de las nupcias. Nadie pudo oir
que él había pronunciado en aquel instante aquel mismo nombre con que la
había llamado el día que la vio por primera vez.
Tinúviel
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