Sendero hacia la gloria

24 de Octubre de 2003, a las 00:00 - Hafirienth Singollo
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3. Algunos obstáculos

Subieron a una empalizada y desde allí hablaron. También se encontró con Lardos y Iltar, y algunos enanos dispuestos a ayudar a los uramis. Tambien había allí el futuro rey, Trestar, y su hermano pequeño Trastor. Pero estos no tenían ganas de hablar, y dejaron que el pueblo hablara por ellos.
No solo había trasgos, sino que con ellos estaban un montón de trolls encadenados para que les obedecieran. Habían ido al campamento cuando el sol aun no había salido, ya que los trolls no podían resistir la luz.
-¿Eres tú quien mató a Ormeth? -preguntó un trasgo grande y enrabiado mientras señalaba a Hafirienth.
-Sí, pero tengo una buena razón para que lo hiciera. Él intentó matarnos... -explicó Hafirienth.
-No nos interesan tus excusas, mataste a nuestro caudillo y tú y tu gente pagará por ello a no ser que te rindas a  nuestros pies -interrumpió el trasgo-. Como puedes ver somos muchos y no creo que tu pueblo nos pueda ganar, pero si te rindes no os atacaremos, pero claro, tendrás que acompañarnos a nuestra cueva donde serás castigado.
-¡JAMÁS! Si me queréis, venid a buscarme, pero os aviso, yo no me hago cargo de lo que os pueda pasar -gritó Hafirienth.
En ese momento se presentó Etzila, una aprendiz de clérigo del pueblo.
-¡Oh, gran Lasrat, siento mucho lo que pasó con vuestro caudillo, y debéis escucharme! Ormeth les atacó y ellos tenían que defenderse -dijo Etzila mientras miraba fijamente en los ojos del gran trasgo.
-Vosotros habéis escogido, os atacaremos y todos moriréis -dijo el gran trasgo Lasrat ignorando a Etzila-. Muchachos, ¡MATADLOS A TODOS!
-¡Lasrat!¡No lo hagas, sabes que vais a morir todos! -dijo Etzila, pero ya había empezado la batalla.
Entonces todos los trasgos y los trolls empezaron a correr hacia la empalizada donde estaban los arqueros que empezaron a disparar. Aldarith dejó volar una de sus flechas y se la clavó en el pecho de Lasrat cosa que lo hizo enfurecer y golpear con fuerza en la empalizada. Los arqueros seguían disparando, algunos trasgos que recibían una flecha en la cabeza o el cuello no tardaban en morir, pero se necesitaban muchas flechas para conseguir matar a un troll, ya que estos eran muy grandes y poderosos y además tenían una piel muy gruesa y escamosa que les servía de armadura. Finalmente los trasgos y los trolls atravesaron la empalizada, donde detrás de ella les esperaban todos los guerreros urami y algunos de otras razas como Lardos. Empezaron a correr hacia los trasgos y los trolls de forma violenta. Hafirienth vio como Lasrat se acercaba hacia él a toda prisa para embestirlo y matarlo. Cuando tenía a Lasrat justo delante se apartó y el poderoso trasgo cayó al suelo. Hafirienth aprovechó para acercarse a él y le clavó la alabarda en el abdomen. El trasgo chilló de dolor mientras perdía sangre, cogió a Hafirienth por el cuello mientras apretaba con las dos manos, algunas flechas de Aldarith le alcanzaban en los ojos de manera que no pudiera ver mientras sangraba por todos lados, eso lo hacía enfurecer y apretaba más en el cuello de Hafirienth. Dos guerreros uramis se acercaron al trasgo y le cortaron los brazos. Hafirienth quedó libre de los poderosos brazos del trasgo, cogió su alabarda y se la clavó en el pecho para que no sufriera y muriera de una vez. Con la alabarda en el pecho el trasgo hizo un último grito de dolor mientras manchaba el suelo de sangre. Pero eso no había sido un grito de dolor, había sido una maldición en la lengua de los trasgos.
Cada vez entraban más y más trasgos y trolls en el pueblo mientras mataban a cualquier urami que se encontraban por el medio. Lardos golpeaba a los trasgos con su bastón mientras era guiado por Samrok en chillidos.
-¡A LOS JABALÍS! -gritó Hafirienth mientras se dirigía hacia el establo seguido por muchos guerreros uramis.
Trestar, al ver que la mayoría de hombres hacían más caso a las indicaciones de Hafirienth que a las suyas, se enojó mucho y huyó a su castillo. Aun que su hermano se quedó luchando.
Hafirienth montó su poderoso jabalí negro y cabalgó a toda prisa hacia la batalla seguido por muchos uramis en sus jabalís. Los demás uramis  también montaron sus jabalís y los arqueros disparaban flechas contra todos los enemigos que encontraban. Los enanos, elfos y humanos que les ayudaban luchaban sin cesar, pero algunos caían. Dos enromes trolls habían subido a la empalizada donde estaban los arqueros y empezaron a matarlos a todos. Esos trolls eran mucho más poderosos que los otros, su piel era azulada y eran muy gruesos y altos, su cabeza estaba pegada al cuerpo sin el cuello a causa de ser tan robustos. Hafirienth saltó con su jabalí hacia la empalizada y cortó la cabeza a uno de los dos trolls que habían allí de manera que el cuerpo se desplumó en el suelo y la cabeza robó ante sus pies. Otro guerrero urami saltó a la empalizada también y clavó su hacha en el pecho del troll dañándole los pulmones, pero este seguía vivo y agarró al guerrero por la cintura y lo apretó, pero en ese momento Aldarith disparó una flecha en la cabeza del troll y este cayó de la empalizada aún agarrando al guerrero, pero Aldarith le tendió la mano, este la cogió y pudo subir a la empalizada. Cuando el troll cayó al suelo golpeó fuertemente contra dos trasgos que estaban abajo y estos dos murieron aplastados. Hafirienth bajó de la empalizada y empezó a luchar contra todos los enemigos. Pero cada vez eran más trasgos y trolls y menos uramis, parecía que iban a perder la batalla y todos serían matados a no ser que huyeran. Pronto apareció Etzila y pronunció unas palabras en la lengua de los uramis sonaba así: "Lisse lumello". Pronto una pequeña bola de fuego estalló en medio del pueblo haciendo que todo lo que estaba allí estallara en llamas, pero eso no era suficiente para acabar con la vida de los trasgos y trolls. Lanzó otra bola de fuego a los enemigos que estaba fuera en la empalizada, esta ardió en llamas. Los enemigos se estaban retirando gracias a los poderes mágicos de Etzila,  pero estaba fatigada y su nivel no era suficiente para invocar otra bola de fuego. También apareció Iltar y pronunció unas palabras en el idioma de los elfos y de repente, unos proyectiles de hielo salieron de sus manos mientras alcanzaban a trasgos y trolls. Hafirienth alcanzó a un trasgo que huía en la pierna para que no corriera,. Hafirienth arrastró al trasgo hacia el centro del pueblo, como si fuera un insignificante saco. Hafirienth se estaba preparando para cortarle el cuello.
-¡PARA! -gritó Etzila- Podemos sacarle alguna información.
-¡Bah! Este no hablará, ya que le cortaré la lengua -contestó mientras agarraba la lengua del trasgo para cortársela, y se la cortó. A Hafirienth, las batallas le subían, y no podía controlarse-. Mejor así, y ahora morirás.
Entonces Hafirienth acabó con la vida del trasgo con un golpe de su alabarda.
Pasaron unos días mientras reparaban los desperfectos y Hafirienth, Aldarith, Etzila, Iltar y Lardos se preparaban para partir en busca del tesoro. Mientras no partían, Etzila aprendió unos conjuros y sortilegios elfos de Iltar, y Etzila le enseñó unos a Iltar.
Llegó el día de enterrar el cuerpo del antiguo rey, Thalat. El entierro fue muy bonito, para ser un entierro. Vinieron muchos conocidos de Thalat a Durlush para presenciar su entierro. Thalat fue el mejor rey que tuvo jamás Durlush. Pero ya era viejo y débil, ya se veía venir que llegaría su último suspiro. Lo enterraron en el bosque, debajo de un árbol, como era de costumbre enterrar a los reyes uramis. Se lo enterró con su hacha en el pecho y encima de su tumba pusieron una lápida con las siguientes inscripciones: Aquí descansa Thalat, antiguo rey de Durlush, y maldigo a quién se atreva a perturbar su descanso. Muchos uramis y otros conocidos del rey depositaron flores y otros objetos encima de la tumba en muestra de respeto.
Cuando terminó el entierro,  todos los uramis se fueron a sus casas, y muchos extranjeros que habían venido para presenciar el entierro de Thalat partieron hacia sus tierras, pero otros se quedaron para pasar unos días en Durlush y presenciar la coronación de Trestar.
Decidieron coronar a Trestar tres días después del entierro de Thalat, aun que Trestar quería que fuera antes. Lo coronaron dentro del castillo. Solo los privilegiados pudieron contemplar la coronación. Etzila entre ellos, pero ni Hafirienth ni Aldarith pudieron ver la coronación, aun que tampoco tenían muchas ganas. Estuvieron  entre los presentes de la coronación, Trastor, el hermano pequeño de Trestar, Listro, el sacerdote más anciano de Durlush, aun que fuera el más anciano, era el más sabio, pero su mente estaba atormentada y se estaba durmiendo, no tardaría en  morir. El castillo estaba decorado con flores, y había una gran alfombra que iba desde la puerta hasta el trono. Se respiraba un aire limpio y perfumado con olor a flores silvestres. Después de muchas horas de espera, Trestar se puso la corona de oro y plata con piedras preciosas fragmentadas y se sentó en el trono. Muchos de los presentes gritaron "Viva el rey" o "Larga vida al rey" mientras que otros ponían una mala cara y se disgustaban al ver que finalmente Trestar era el nuevo rey. Trastor fue uno de los que puso mala cara, ya que ahora le sería difícil llegar a ser el rey. Trestar juró proteger Durlush con su vida y hacer que esta fuera la mejor ciudad de todos los uramis, y que todos los habitantes serían ricos. Pero dijo que para todo eso necesitaba la ayuda de los habitantes, y dijo que algunos uramis tendrían que abandonar la ciudad. Con eso fueron expulsados los más pobres de la ciudad. Finalmente, muchos presentes entregaron regalos al nuevo rey y le felicitaban. Un enano le regaló una hacha forjada por enanos en  las forjas de Lirdas, la principal ciudad de los enanos. Entonces Trestar dijo unas últimas palabras.
 -Con esta hacha protegeré estas tierras y a todos vosotros, pero ahora debo pediros que abandonéis el castillo y me dejéis con mis pensamientos sobre como mejorar Durlush.
Así echó a todos los presentes, los cuales se sintieron disgustados por la poca hospitalidad del rey y tuvieron que ir a la taberna para pasar la noche o tendrían que marchar de la ciudad.
Mientras tanto, los uramis, la elfa y el humano, se preparaban para partir y se despedían  de las familias, ya que podía ser que no las volviesen a ver jamás.
Muchos días antes de partir, una noche, un mensajero del rey se presentó a la cabaña de Hafirienth.
 -¿Qué pasa? -preguntó preocupado Hafirienth.
 -No diré nada más que esto -dijo el viejo urami-: Por orden del rey Trestar, debéis marchar de Durlush y no volver jamás.
-¿Cómo? ¿Qué decís?
- Debéis marchar por que sois el causante de los ataques de los trasgos. Si volvéis o no marcháis, os mataremos.
Entonces el viejo urami se fue de la cabaña mientras desde fuera decía:
 -Debes que partir mañana por la mañana. Ah, que no se me olvide, también debéis que llevaros con vos a la elfa -entonces el viejo desapareció en la oscuridad.
Hafirienth se reunió a sus compañeros y les contó lo que le había dicho el mensajero.
 -¡No puede ser! -dijo Aldarith.
 -Yo al principio tampoco me lo podía creer, pero ya sé por que me ha expulsado -dijo Hafirienth.
-¿Por qué? -preguntó Iltar intrigada.
-Cuando éramos pequeños, siempre hacíamos peleas él y yo, fuimos muy buenos amigos, pero yo solía ganar las peleas -explicó Hafirienth-. Un día se enfureció y me dijo: No puede ser que un niño normal gane a uno superior del castillo, llegará el día en que te arrepentirás. Y desde entonces, no quiso saber nada de mi y no me volvió a dirigir la palabra. Aunque el viejo diga que es por que soy el causante del ataque de los trasgos, yo creo que es más bien por esta otra razón.
-Pero aun no estamos preparados para  partir, no lo teníamos previsto -dijo Iltar-. Hablemos con él y digámosle que nos dé más tiempo.
-No, Aldarith ya sabe como es -dijo Hafirienth-. No nos dará tiempo, y si se lo pedimos, es capaz de echarnos esta misma noche, o de matarnos. Será mejor que nos preparemos.
-Yo aun no estoy preparado para partir, tengo que recoger muchas cosas -dijo Aldarith.
 -No, mejor no -dijo Lardos-. El viaje en busca del tesoro será muy largo y duro, solo nos llevaremos cosas necesarias. Yo llevaré provisiones. Vos, Hafirienth, llevaréis armas, ya que sois el más fuerte. Etzila, llevaréis lo que necesitéis para vuestra magia y algo de comida. Vos, Aldarith, llevaréis también provisiones.
 -¿Y yo? -preguntó Iltar.
 -¿Es que venís con nosotros? -preguntó Lardos.
 -Sí, el viejo me dijo que me llevara a Iltar conmigo, que no la querían en el pueblo -dijo Hafirienth.
 -¿Lardos, tenéis algún problema en que venga? -dijo Iltar de manera desafiante.
 -No, al contrario, estoy muy complacido de que nos acompañéis en nuestro largo viaje -respondió Lardos-. Además, si conseguimos el tesoro tendremos que repartírnoslo en cinco partes.
 -Bueno, ¿pero que llevo? -preguntó Iltar.
 -Llevaos lo que necesitéis para formular vuestros conjuros, y si puede ser, lleva pieles que nos puedan servir de abrigo, no sabemos que tierras tendremos que cruzar -dijo Lardos.
Finalmente, cuando ya lo tenían preparado se fueron a dormir para estar descansados y preparados para un largo y duro viaje hacia las Tierras del Este.



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