La Odisea de Jeralith

01 de Noviembre de 2003, a las 00:00 - Jennifer Rey Pangalangan
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Jeralith vio pasar así, uno tras uno, a los monjath que había conocido bien durante su estancia en Esculth. Entonces recordó que junto a ellos existían otros cuatro monjath, los nueve eran descendientes directos de aquellos que habitaran cada uno de los Nueve Paisath de antaño. Y se preguntó dónde estarían los otros.
En aquel momento el monjath Dalaith empezó a hablar. Jeralith nunca olvidaría aquel instante pues sería determinante para su destino.
- Mis queridos estudiantes: humanth, horranth y elphoth. He aquí que hoy más que nunca no puede haber diferencias entre vosotros.
En esta Tierra idílica que conocéis ha estallado la guerra. Ese momento que tanto temíamos desde que los rumores hablaran de extrañas presencias oscuras, ha llegado.
- ¿A que momento te refieres Dalaith? ¿Esos seres oscuros a los que te refieres son La Dama Portadora de La Rosa Negra y la criatura Nadieh?- preguntó Jeralith.
- Así es, Jeralith. Desconocemos cuando aparecieron por primera vez pero hay que mirar bastante atrás pues ya aparecen en Los Libros de los primeros monjath. Hasta este momento ignorábamos su naturaleza y durante todos estos seglodath no se habían revelado. Pero han tenido lugar extraños sucesos y finalmente tendremos que actuar. Debéis conocer el pasado de vuestras razas para entender lo que está sucediendo.
Dalaith les explicó que existían desde hace ya seglodath, Nueve Paisath, cada uno habitado por una raza y cada uno con un monjath por consejero.
Habló entonces Montath, monjath de la pureza:
- Yo, como descendiente del primer Montath, os contaré que éste fue consejero de los elphoth, aquellos que habitarían el Primero de los Nueve Paisath. Se les conocía como los seres más puros de toda La Tierra y vivían en paz, trabajando la tierra y descubriendo nuevas formas de hacerla florecer y de obtener medicinas. Más altos y esbeltos que los humanth, destacaban por su tez morena, sus ojos verdes y sus cortos cabellos hasta en las mujeres.
- Yo, como descendiente del primer Perentir, os hablaré de los gloriosos, similares a los humanth, se diferenciarían sólo en sus cabellos dorados y cristalinos ojos azules capaces sólo de reflejar la gloria. Ávidos de guerra, no sabían vivir en tiempos de paz y organizaban continuas competiciones para entretenerse en el Segundo de los Nueve Paisath.
Poco a poco, no sólo participarían ellos, sino todos los habitantes de la Tierra. Es lo que ahora conocéis como las Olympiath.
Continuó el monjath Arcanth, el de las armas..
- Mi antecesor, consejero del Tercer Paisath, estuvo al servicio de los horranth. Antaño y todavía ahora, destacan por su talento en el uso de las armas. Aunque les creáis poco útiles por su escaso tamaño, es también esa un arma que les permite escapar de los mayores peligros y llegar a donde otros por su gran tamaño no llegan. Es bien conocida la leyenda sobre su origen. El primero de los horranth fue concebido por La Dama de la Rosa Negra, fruto del pacto que hicieron ella y la criatura Nadieh en los primeros seglodath de La Tierra. Así dieron vida a otra criatura para que conviviera con los elphoth, única raza que existía hasta entonces.
Fue entonces cuando la Gran Sala tuvo más luz de la que La Luna le podía proporcionar. Ewynt se puso en pie para hablar y Jeralith pudo ver un brillo en sus ojos.
- Como sabéis yo soy la única mujer monjath pero no la primera. Como descendiente de la que fuera consejera del Cuarto Paisath, tierra de los humanth que hoy abarca desde Edorkin, tierra de Las Familias, a Filialt, tierra de Los Aprendices, os contaré porque tal parecido entre los gloriosos y nosotros, pues no sólo existe explicación para el origen de los horranth. La Dama de la Rosa Negra nació de una rosa como su nombre bien indica, esa rosa negra no era la única florek que brotó en los campos de La Tierra. Hubo otra, en este caso blanca, de la cuál también nacería una dama, La Dama del Clavel.
Quien dio lugar a estos prodigios nadie lo sabe, pero La Dama del Clavel nació cuando ya llevaban seglodath de vida La Dama de la Rosa Negra y la criatura Nadieh, así como monjath, elphoth y horranth. La hermosa Dama conoció al monjath de los elphoth y ambos concibieron a los gloriosos y a los humanth. Somos por tanto hermanos y si existen diferencias es sólo por el territorio que cada raza hemos escogido para vivir y el destino que nos ha sido encomendado.
El monjath Dalaith tomó de nuevo la palabra.
- Os han hablado pues de los Cuatro Primeros Paisath, habitados por elphoth, gloriosos, horranth y humanth. Yo, monjath Dalaith, soy descendiente de aquél que dio vida a cada uno de los monjath que vivieron en el Monte del Tiempo pero no fue ése siempre su hogar. Desde el principio de los tiempos su destino fue cada uno de los Cinco Paisath.
Mi antecesor, creación tan increíble como las de La Dama de la Rosa Negra, Nadieh y la Dama del Clavel, sería junto a ellos uno de los primeros habitantes de La Tierra. Su poder reunía la sabiduría, la pureza, la gloria, el saber de las armas, la habilidad en la lucha y la comprensión entre todo ser.
Su destino consistía en hacer llegar cada uno de esos poderes a las razas que serían creadas, pues él también recibió el don de prever parte de los hechos que tendrían que acontecer. Y así fue hecho, de su propia sangre y su propia carne creó a los cuatro monjath que le acompañarían en su labor.
Cada uno fue enviado a los Cuatro Primeros Paisath, mi antecesor llegó al Quinto, tierra de Nadieh, para vigilarle a él y La Dama de La Rosa Negra. A cada uno les otorgó un poder y no os repetiré cuáles son, pues ya los sabéis.
- Pero - interrumpió, Golaz, el elphoth más ágil de la Esculth y también amigo de Jeralith- estáis aquí cinco, y cinco sois los poderes sobre los que nos habéis hablado. ¿Quiénes son los otros cuatro y cuáles fueron los paisath a los que tuvieron que aconsejar?
- Tienes razón estimado Golaz. Si no hemos hablado de ellos es porque nos avergüenza reconocer que seres como nosotros dotados de poderes cuya única finalidad debiera ser el bien y el consejo, codiciaron algo más allá de su labor de consejeros. Cuatro, Dandil, monjath de la magia, Delenor, monjath de los sentimientos, Balrath, monjath de la cordura y la locura y finalmente, Jaramith, monjath de la naturaleza salvaje; fueron los que no nacieron del Primero de los Monjath de la Sabiduría.
- Y entonces, Dalaith, ¿De dónde salieron? ¿Quién los envió? ¿Qué paisath aún más desconocidos que los que conocemos, fueron los que recibieron su consejo?- preguntó de nuevo Golaz.
- He aquí la respuesta. Habiendo transcurrido un seglodath tras la creación de los Cinco Primeros Paisath y siendo todavía desconocida la naturaleza de La Dama de La Rosa Negra, el Segundo de los Monjath de la sabiduría concibió junto a ésta a los otros cuatro monjath. A cada uno se le dio un poder y habitaron cuatro partes de La Tierra que hasta entonces eran desconocidas, mugres y negras, muertas para ser resucitadas en la oscuridad, para ser reinos de la avaricia y la destrucción.
Cuatro Paisath, dos al norte y dos al sur, allí donde el clima acompaña la oscuridad, mientras la calidez del oeste habita en el paisath de los elphoth, la hermosa eterna mañana del este donde los humanth, y las siempre bienvenidas cuatro estaciones  de cada milésima parte de seglodath: Invernum, Esprinth, Veranum y Otomh en los paisath del noroeste y suroeste: tierras de horranth y gloriosos; el frío, la nieve, las nubes oscuras y la eterna neblina se ciernen sobre el norte y el sur.
El silencio era todo cuanto se podía oír en aquella Gran Sala, hasta que alguien lo interrumpió:
- ¿Entonces no fueron La Dama Oscura y la criatura Nadieh quienes perturbaron la tranquilidad de nuestras razas, Dalaith?- fue Jeralith quien habló.
- Paciencia, paciencia mis queridos estudiantes. Es una historia larga y pesada -
Dalaith tosió, estaba ya algo mayor, había entrado en el renglón de la madurez hacía ya tiempo y aunque tal edad en los monjath no se hace notoria hasta cierto tiempo después, ya empezaba a dar señales de ello.
- Tendremos que dejar descansar al viejo Dalaith, mañana pronto proseguiremos con la reunión y vuestra curiosidad será saciada. Id a dormir - y así habló Montath, monjath de la pureza.

Se retiraron todos a descansar. Jeralith, Madeth y Golaz se quedaron un rato más mientras veían a sus compañeros salir de la Gran Sala así como a los monjath. Dalaith se apoyaba en la bella Ewynt, parecía que realmente le había fatigado hablar de todo ello.
Los jóvenes amigos comentaban los hechos acontecidos. Querían saber más, así que cuando les mandaron a sus cuartos, hicieron ademán de ello pero en realidad se dirigieron a la Gran Biblioteca y allí buscando entre libros, hallaron cosas que jamás hubieran imaginado.
¿Dónde se encontraban los otros cuatro monjath? ¿Por qué los cinco que eligieron el camino del bien como sus antecesores, se encontraban ahora en Esculth? Ambas preguntas hallaron respuesta en los libros.
- ¿Tú entiendes algo Jeralith? - preguntó el elphoth Golaz.
- La verdad es, mi querido Golaz, que mucho antes de que llegara este día descubrí en algunos libros parte de nuestro pasado. No ha dejado de sorprenderme cuanto nos han explicado hoy pero encaja perfectamente con todo lo que había leído y ahora entiendo muchas cosas.
- Sabia eres Jeralith y bien has aprovechado tu tiempo en tus ratos libres, cuéntanos pues que descubriste y qué relación puede tener con todo lo que ha nos ha sido revelado hoy.
- Sí, sí, por favor Jeral - así la llamaba el pequeño Madeth.
Entonces, Jeralith tomó asiento y se dispuso a contarles.
- Mis queridos amigos lo que voy a explicaros no puedo asegurarlo con certeza pero es lo que encontré en los libros y todo cuanto hay allí es la verdad. Como dijo Dalaith, los otros cuatro monjath existentes en La Tierra, nacieron de la unión del segundo monjath de la sabiduría con La Dama Oscura. Estos fueron enviados a lugares todavía más inhóspitos y oscuros.  Pues eran los lugares de la Tierra que quedaban por descubrir.
Pero allí su alma se volvió corrupta y desearon las tierras habitadas por  elphoth, gloriosos, humanth y horranth. Para sus planes de expansión necesitaban crear sus propias razas para luchar con las estirpes existentes.
Aquellas tierras desiertas se encontraban al norte y al sur, de manera que tenían al otro lado de su frontera a los gloriosos, que habitaban al suroeste y a los horranth, en el noroeste. Muchos de ellos cayeron en manos de los cuatro monjath, unos voluntariamente, estaban sedientos de poder y éste les fue prometido, otros fueron llevados por la fuerza. Crearon de su propia sangre, sangre del monjath de la magia, del monjath de los sentimientos, del monjath de la cordura y la locura y del monjath de la naturaleza salvaje, dos nuevas razas. Fueron llamados duendez y gnomir.
- ¿Y cómo eran? ¿Cómo son? ¡Yo nunca he visto ninguno como ellos!- espetó Golaz, no podía creer lo que estaba oyendo. Nunca había oído sobre la existencia de seres semejantes. Madeth permanecía en un silencio extraño y no mostraba sorpresa.
- Cálmate Golaz, yo tampoco pero eso no quiere decir que no existan. Si los libros hablan de ellos será así. ¿No crees Madeth? ¿Madeth? - dijo Jeralith.
Madeth seguía callado. Jeralith y Golaz se giraron para mirarle, aquel silencio podía significar que Madeth sí conocía esas criaturas.
- Bueno, yo.. soy un horranth. Con certeza os puedo decir que de los míos con la sangre de los monjath nacieron los gnomir, por eso son tan poco agraciados como nosotros. Y sí, los he visto.
Yo no he vivido aquí siempre y recuerdo bien a aquellas criaturas que acechaban nuestras tierras. Fue esa la razón por la que me enviaron aquí. El lugar donde yo vivía fue totalmente destruido. Su ambición ha debido crecer y se acerca a nosotros, por eso temen los monjath.
Golaz y Jeralith se miraban estupefactos. Y volvieron su mirada a Madeth. Casi preguntaron a la vez
- Entonces, ¿tú sabes cómo son los gnomir? ¿Y qué apariencia tienen los duendez?
- Pues los gnomir ya os he dicho que al tener parte de los de mi raza, molestos a los ojos son..
- Venga Madeth que no es para tanto, yo te puedo mirar sin problemas - dijo Golaz y los tres amigos estallaron en una sonora carcajada, por un momento olvidaron lo que estaban hablando. Pero Madeth volvió a ello.
- Sobre los duendez no podría deciros porque nunca los llegué a ver.
- Yo sí podría hablaros sobre ellos - interrumpió Jeralith - no los he visto pero en Los Libros eran descritos. Son parecidos a los gloriosos, son altivos y visten ropajes similares preparados para la guerra. Utilizan armas diferentes, ni arcot ni espadantir que compartimos gloriosos, horranth, humanth y elphoth. Hechas de una materia jamás vista aquí y que sólo se encuentra en aquellas tierras grises. El proceso que las crea se llama forjádin y por ello, los gnomir aparecen más negros de lo que en realidad son,  pues son ellos quienes las crean al fuego para los duendez.
- Sí, el aspecto de los gnomir era tal. ¡Cuando yo los vi pensé que no se habían dado un baño en su vida! - dijo Madeth y los tres amigos volvieron a reír.
- Pero todavía no nos has dicho como son, Madeth y tú debes acabar de describirnos a los duendez, Jeralith.- dijo Golaz.
Y Madeth siguió contándoles como eran los gnomir, de aspecto siempre mugriento, eran tan pequeños y feos como los horranth. No vestían más que hojas de arboleth que cubrían tan sólo una parte de su cuerpo y cuando iban a destruir llevaban armaduras de la misma materia que sus armas. De los monjath heredaron únicamente el poder de la naturaleza salvaje, por ello eran capaces de trabajar aquello que más se les resistía y no se cansaban nunca o casi nunca. Llevaban en la sangre la misma sed de destrucción y maldad que aquellos que les crearon. Madeth no supo hasta oírselo a Dalaith, que los creadores de tales seres habían sido monjath como él.
Aquella conversación acabaría con la descripción de los duendez a cargo de Jeralith. Como bien empezó a decir eran seres parecidos a los gloriosos y por tanto, también parecidos a los humanth. No eran de tamaño tan imponente como los gloriosos pero sí algo más altos que los de la raza de Jeralith. Los duendez gozaban de casi todos los poderes de los monjath: la magia, el poder sobre los sentimientos y el poder sobre la locura y la cordura.. y vestían ropajes parecidos a los de estos, largas capas ocultaban parte de su físico y bajo ellas llevaban armaduras hechas por los gnomir. Unas capuchas cubrían sus rostros y sus curiosas orejas, alargadas como la punta de una espadantir, colgaban al final un cascabel que delataba su presencia al moverse. Su tez era tan blanca que contrastaba con la negrura de sus ropas. Y a pesar de no tener un solo cabello, la belleza de su rostro hacia increíble la maldad de su alma, si es que la tenían.
A la mañana siguiente sabrían como acabó la ambición de Dandil, Delenor, Balrath, y Jaramith. Y porque las acciones de estos obligarían a Dalaith y el resto a refugiarse en El Monte del Tiempo.
Habían pasado horas hablando y los seguidos bostezos les indicaban que era hora de dormir. Así acabó aquel extraño día.



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