La Odisea de Jeralith

01 de Noviembre de 2003, a las 00:00 - Jennifer Rey Pangalangan
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Pronto fue cuando Esculth despertó. Jeralith, Golaz y Madeth se despertaron cansados como si apenas hubiera transcurrido un rato desde que se separaran para ir a dormir.  La mañana transcurrió lenta para ellos pues todo cuanto se contó en La Gran Sala era lo que habían hablado largamente durante la noche. Sólo cuando Dalaith llegó a la explicación de porque ellos habían pasado de ser consejeros en cada uno de los Cinco Paisath a simples monjath de Esculth, avivó el interés de Jeralith, Golas y Madeth.
- Elphoth, gloriosos, humanth y horranth creyeron que nuestros antecesores acabarían actuando del mismo modo que los cuatro monjath que ya estaban destruyendo las tierras y pretendían gobernar todos los Paisath. Y a pesar de que consiguieron sofocar la rebelión, se vieron obligados a refugiarse en El Monte del Tiempo, también era lo conveniente pues habían dejado con vida a los monjath oscuros pero debían llevarlos a un lugar donde purificarlos. En toda La Tierra no hay lugar más sagrado y puro que El Monte del Tiempo. Durante todos estos seglodath, han ido cambiando los diferentes monjath, la última generación es la que tenéis ante vuestros ojos - explicaba Dalaith.
- Pero entonces, ¿no deberíais ser nueve?- preguntaron todos los de la Sala.
Entonces habló Arcanth, monjath de las armas:
- Y nueve éramos. Nuestros antecesores consiguieron sacar de la oscuridad a Dandil, Delenor, Balrath y Jaramith hasta ahora. Nosotros decidimos viajar por toda La Tierra para educar a sus habitantes y por eso vinimos a Filialt y creamos Esculth. En tiempos cercanos queríamos ir a otros lugares para hacer lo mismo que aquí. Confiando en la buena naturaleza que en los últimos seglodath había caracterizado a los cuatro monjath, les dejamos en El Monte del Tiempo pues no había mejor lugar para que su alma no se vería alterada.

Todas las explicaciones conducían ya al presente. En los tiempos de Jeralith, Golaz y Madeth, la maldad que había despertado era la de la criatura Nadieh y la Dama de La Rosa Negra, que fue en busca de los descendientes de aquellos que fueron sus hijos.
Nuevamente habían caído bajo la oscuridad y para cuando llegaron noticias a los monjath de Esculth, estos ya habían formado un gran ejército con las gentes del norte y del sur: duendez y gnomir. En esta ocasión se estaban reproduciendo más rápido y mientras tenían lugar las reuniones en Esculth, los paisath de los gloriosos y de los horranth habían caído ya.
Por la tarde habría una nueva y última reunión a la que acudirían cada uno de los Lidel aliados, el Lidel de los elphoth, Galimath; el Lidel de los humanth, Rizod, que no habitaba ni en Filialt ni en Edorkin si no más allá de ambos, era una tierra desconocida a los ojos de cualquier ser no bienvenido. Y sólo cuando salía de él, Rizod podía ser visto.
Ni Jeralith ni ninguno de los humanth de la Esculth lo habían visto jamás. Y finalmente el Lidel de los horranth y de los gloriosos, que al ser paisath cercanos, tenían uno sólo o prácticamente el mismo, eran pues esposos y se alzaban ambos como Lidel. Recibían también el mismo nombre y a ambos se les llamaba por igual, eran Lesiart.
 Dalaith encargó a Jeralith, Golaz y Madeth que llamaran a sus compañeros cuando el sol descendiera de su lugar más alto y ocupara el medio del horizonte. Y así lo hicieron.

La Gran Sala permanecía en silencio como hiciera por la mañana y el día anterior. Los monjath esperaban todavía una llegada. En las puertas de Esculth bajo la atenta mirada de los aventir, Jeralith, Golaz y Madeth debían aguardar la venida de Los Lidel. Cuando el sol alcanzó el medio del horizonte, se oyeron los primeros pasos de las únicas criaturas aparte de los wargots, no entendidas como razas, sin razón ni alma más que la de criatura nacida para llevar hasta los rincones más cercanos y lejanos de La Tierra, los unicorn.
Los primeros en llegar fueron Lesiart, ambos montados en el mismo unicorn, tan glorioso y horranth a la vez. Lesiart la esposa, se presentó ante los tres amigos, era pequeña como los horranth pero tenía la belleza de cualquier mujer gloriosa, vestía como toda dama humanth o gloriosa, ropaje de una sola pieza hecho con la piel de unicorn, de la cuál éste se desprende una vez cada dos puestas de sol; y que la cubría de los pies al cuello, dejando el pecho descubierto, con un cinturón de tono celestial a la cintura.
Una capa brillante la cubría entera y estaba perfectamente cortada para su pequeña medida. Tras ella iba Lesiart esposo, no era tan pequeño como los horranth pero tampoco tan alto como los gloriosos. Vestido como estos, prácticamente no se le distinguiría del monjath de la gloria.
Madeth los llevó a la Gran Sala.
 Galimath, Lidel de los elphoth, llegó solo. Como Golaz y cualquier otro de su raza, se caracterizaba por su corto cabello y por vestir con hojas de arboleth.
Las hojas que cubrían sus piernas hasta los pies eran de un verde muy oscuro y acababan de forma puntiaguda, esto le permitía desplazarse con agilidad y apartar obstáculos.
Su cintura y su pecho estaban cubiertos también por hojas pero de un verde más pálido y se unía a la pieza de abajo por un cinturón hecho con ramas de arboleth, que les servía para llevar el espadantir. A su espalda el arcot, de igual modo que lo llevara Jeralith, pues humanth y elphoth llevaban espadantir y arcot como Los Libros Sagrados enseñaban y era igual para las dos razas.
- Bienvenido seáis.
- Gracias - dijo en un susurro casi imperceptible. Era su forma de hablar.
Golaz guió al Lidel de los elphoth hacia el interior de Esculth.
 Y allí, sola, esperaba Jeralith la llegada de Rizod, Lidel de los humanth.
Jamás imagino que quien cruzaría las puertas sobre el unicorn más prodigioso de cuantos habían llegado, pues era alado, sería una mujer humanth. Y que aquella mujer, reconocible hasta con el pasar del tiempo, era su madre.

Jeralith no sabía si era cierto lo que sus ojos veían. Se los frotó varias veces y sin embargo lo que tenía ante ella seguía allí. Dudaba entre emociones y no sabía si sentir rabia, odio o ira. Todo menos alegría.
Cuando todavía estaba decidiendo, Rizod, su madre, estaba ya muy cerca y sabía que quien la esperaba era su hija. Sola, en el unicorn más hermoso que sobre La Tierra pudiera existir, llegó ante ella. No vestía como Lesiart, a pesar de ser dama humanth, que visten como las gloriosas y horranth. Como las humanth no llevaba grandes ropajes. Desde su nacimiento eran bendecidas por La Luna con una túnica blanca. Y llegó así Rizod, pudiendo vestir las mejores galas y sin embargo, había preferido mantener aquello que le fue dado en su nacimiento. Una túnica por cada renglón de edad.
La cubría una capa verde, a su espalda cargaba el arcot y de un cinturón le caía la espadantir pero además, de su brazo portaba un objeto redondo, cogido de tal forma que le permitía posar ambas manos sobre el cuello del unicorn. Jeralith se fijó bien en él pues no había visto hasta entonces cosa igual. Se trataba de un escudox, como sabría después, y vio en él trazada y encajada a pedazos la que fuera espadantir de su padre. Abajo escrito estaba: He aquí parte del que fuera Rizod.
Jeralith miró a su madre a los ojos, ésta la miraba desde lo alto. Y entonces lo comprendió, recordando cuanto había leído. Recordó a  su padre partiendo. Era él el elegido.
Como decían Los Libros: "Cuando aquél de cabello rizado perezca en la tierra desconocida, más allá de Edorkin y de Filialt, sólo el humanth de mismo rasgo será su sucesor, pues es por lo que ha de ser reconocido". Ahora entendía porque su padre marchó pero no porque lo habría de hacer su madre más tarde.
 Aquella que antaño se llamó Ezadea, tuvo que marchar cuando su esposo sucesor de Rizod, Lidel de los humanth, pereció en las fronteras ante el nuevo resurgir de rebeldes e insurgentes.
Una nueva dinastía de mujeres como Lidel de los humanth fue proclamada por la monjath que los representaba, Ewynt. Así pues, Ezadea como esposa del que fuera Rizod, fue llamada para prepararse y aprender a ser Lidel.
- ¿Queda saciada tu curiosidad mi querida Jeralith? ¿Dejarás ahora de odiar a la que fuera tu madre y pasó a ser madre de todo humanth? - era Ewynt quien había hablado y preguntaba a Jeralith, tras salir al encuentro de ésta y su madre.
- Gracias por explicarme lo que me quedaba por saber y no conseguía averiguar a través de los ojos de mi madre como hiciera para saber el que fuera destino de mi padre - Jeralith lloraba mientras decía estas palabras, pues triste había sido su vida al sentirse tan sola y su alma había estado llena de gran rencor y odio. Sin embargo ahora entendía el gran destino que le deparaba el pasado de sus padres.
Y ni una palabra llegaron a intercambiar madre e hija. Rizod, fue guiada por Jeralith y Ewynt a donde todo el mundo les estaba esperando.

Cuando la celebración de las Olympiath dio comienzo llegado el trigésimo seglodath desde la creación del calendario dorado custodiado en El Monte del Tiempo, ésta fue interrumpida por los ejércitos de los paisath oscuros, como se conocen ya a aquellas tierras y a sus habitantes que han elegido el camino de la destrucción.
Los caminos y tierras habían conocido la oscuridad el día en que duendez y gnomir habían irrumpido en la tranquilidad de las demás razas.
Los cielos se habían llenado de sombras, la lluvia se había vuelto incesante destruyendo todo cuanto podía, se había convertido en aliada de La Dama Oscura que convocaba todo fenómeno natural capaz de destruir a su favor.
Y los días parecían no conocer más mañanas, la oscuridad se había hecho dueña de todo cuanto la rodeaba. El enemigo había empezado la guerra ganando una batalla.
Los paisath de gloriosos y horranth habían sido los primeros en caer. Todo elphoth, humanth, horranth y glorioso que ahí se encontraba había tomado las armas  y había hecho cuanto estaba en su mano por proteger a los suyos. Habían intentado alcanzar las fronteras para evitar que el enemigo fuera más allá de las tierras del Segundo y el Tercer Paisath pero las fuerzas duendez y gnomir estaban mejor preparadas. A la cabeza iban Dandil, monjath de la magia, Delenor, monjath de los sentimientos, Balrath, monjath de la cordura y la locura y finalmente, Jaramith, monjath de la naturaleza salvaje.
Controlados desde lo más profundo de la tierra de Nadieh por la criatura de mismo nombre  y la Dama más llena de maldad que jamás haya existido, los monjath hacían uso de sus poderes y junto con las armas de metalth no había ser que de ellos se pudiera proteger.
Las fuerzas aliadas formaron muros con sus propios cuerpos e intentarían aguantar hasta que la gente de Esculth llegara.

La gente de Esculth esperaba para partir. No eran más de mil los elphoth, humanth y horranth allí reunidos pero eran los mejores luchadores de cada raza que se podían encontrar en toda La Tierra. Debían dirigirse al Segundo y Tercer Paisath, tierras de horranth y gloriosos que habían caído ya en manos del enemigo y estaba pronto por alcanzar las fronteras de los elphoth. Jeralith, Golaz y Madeth serían los encargados de llevar a aquel pequeño ejército hacia su destino, acompañados por Montath, monjath de los elphoth, Ewynt, monjath de los humanth y los Lidel de cada raza. Allí debían reunir a las fuerzas de los que eran como Golaz. Durante el viaje atravesarían las tierras de los humanth, Edorkin y Filialt, todo ser viviente que rondara por allí debía unirse a ellos. Era una lucha por la supervivencia y todo ser de la raza de los aliados debía participar.
 Dalaith acudió a despedirlos. Él y los otros monjath irían hasta el Monte del Tiempo para intentar atacar desde allí a la oscuridad. El lugar se encontraba entre las fronteras enemigas y las de gloriosos y horranth, próximas a uno de los accesos a los túneles de la criatura Nadieh y si querían ganar la Guerra, primero debían destruir a la criatura y su pérfida aliada.  Montath en cuanto llegara a su destino debía enviar a su esposa, La Dama del Clavel hacia donde Dalaith y los otros se encontraran, pues ella era la única que podía destruir a La Dama de La Rosa Negra. Con ella viajaría Ewynt, la más veloz y preparada para la guerra de los monjath.
 Así pues, se separaron. Jeralith montó por primera vez un unicorn, a su lado, Golaz y Madeth montaban el mismo unicorn pues el horranth era demasiado pequeño para llevar uno él solo. No habían suficientes unicorn sobre La Tierra para los habitantes de Esculth, irían a pie. Su paso iba a ser lento y por ello, Jeralith y sus compañeros, protegidos por Ewynt debían adelantarse, llegarían al Primer Paisath, tierra de elphoth, a la segunda salida de sol a partir de aquel momento. Montath guiaría al ejército de Esculth esperando aumentar su número durante el camino para alcanzar su destino a la tercera salida de sol.
  Cuando ya estaban bastante alejados de Esculth, Montath gritó:
- ¡Corred amigos! Debéis llegar lo antes posible.
- Sí, Montath. Confía en nosotros - respondió Jeralith.
- Así pues, te encargó a ti Jeralith que envíes a mi esposa al encuentro de Dalaith. Cuando lleguéis decid que venís de mi parte y seréis recibidos por Rien.



1 2 3 4

  
 

subir

Películas y Fan Film
Tolkien y su obra
Fenómenos: trabajos de los fans
 Noticias
 Multimedia
 Fenopaedia
 Reportajes
 Taller de Fans
 Relatos
 Música
 Humor
Rol, Juegos, Videojuegos, Cartas, etc.
Otras obras de Fantasía y Ciencia-Ficción

Ayuda a mantener esta web




Nombre: 
Clave: 


Entrar en el Mapa de la Tierra Media con Google Maps

Mapa de la Tierra Media con Google Maps
Colaboramos con: Doce Moradas, Ted Nasmith, John Howe.
Miembro de TheOneRing.net Community - RSS Feed Add to Google
Qui�nes somos/Notas legalesCont�ctanosEnl�zanos
Elfenomeno.com
Noticias Tolkien - El Señor de los AnillosReportajes, ensayos y relatos sobre la obra de TolkienFenopaedia: La Enciclopedia Tolkien Online de Elfenomeno.comFotogramas, ilustraciones, maquetas y todos los trabajos relacionados con Tolkien, El Silmarillion, El Señor de los Anillos, etc.Tienda Amazon - Elfenomeno.com name=Foro Tolkien - El Señor de los Anillos