El nombre del mago

31 de Julio de 2005, a las 20:53 - Daniel Wilson
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Libro de las hadas

SUEÑOS

1
El viento los llevaba al norte, el mago seguía el rastro del talismán, así que pronto se encontraron en rumbo a la isla Volmar al oeste de los arrecifes de Oga.

El cansancio venció al mago, los sueños regresaron, sueños que estaban llenos de palabras mágicas, hechizos que se grababan en su mente, pero se convertían muy pronto en una pesadilla, la oscuridad le envolvió.

En medio del desierto se encontraba una roca blanca como la nieve, refulgente, gigantesca. Extrañamente no daba sombra, él la rodeaba, quería escalarla pero no había modo, sin embargo el ascender era lo único importante en el mundo, así que seguía rodeándola una y otra vez; poco a poco Barum aparecían en el horizonte, no podía verle pero su luz se convertía en un tormento, mientras la sed arrasaba su garganta las huellas que había dejado durante la noche se iban borrando miraba hacia atrás para ver las que iba dejando tras de sí mas cuando miraba de nuevo hacia adelante ya no estaba la roca sólo había una duna que empezaba a deshacerse con el viento, el viento se hacía más y más fuerte clavándole la arena del desierto en el rostro é intentaba cubrirse pero era inútil, la arena lo empezaba a cubrir impidiéndole respirar, justo antes de asfixiarse era arrastrado hacia abajo, la arena que lo había cubierto se convertía en lluvia que lo acompañaba en su caída, el abismo era profundo y sin luz, las nubes lo cubrían todo, aparecieron entonces rostros desconocidos girando alrededor de él, algunos reían, su risa era alocada y sin sentido, otros lloraban amargamente, los rostros cambiaban constantemente de forma, uno de ellos le dijo “esto es tuyo, te pertenece no lo olvides” el rostro era hermoso como no lo había sospechado nunca pero de algún modo sentía que ya le conocía, más rostros le rodearon convirtiéndose en hojas en un remolino que le arrastraba golpeándolo una y otra vez contra tierra y rocas, ya no había abajo y arriba sino duro y cortante, la oscuridad se hizo más densa como una niebla negra que ocultaba todo estrechándose constantemente.
Todo era igual siempre igual y después despertaba, pero esta vez…
La oscuridad menguó con la aparición de Baris, se encontró caminando en un páramo desconocido, sin sonido como el sueño de un sordo, alguien le acompañaba pero no podía verle, y por alguna razón sabía que si lo veía no sabría quien o que era, en el cielo las estrellas refulgían más brillantes que nunca, como si se encontrara más cerca de ellas y con solo estirar el brazo pudiera tocarlas, tanto que quiso hacerlo pero algo apareció allá recogió su brazo asombrado, las alas que aquello extendía eran plateadas iluminadas a la luz de Baris, que también estaba más brillante que nunca, entonces se encontró en el mar, muchas aves volaban cerca de su barca que era blanca, y tenía una vela azul celeste, alguien lo saludó cortésmente desde lejos pero no había barcos cerca, escrutó alrededor pero nada pudo descubrir que le indicara quien le había llamado por su nombre, una vez más escuchó su nombre pero ahora pudo saber que la voz venía desde abajo, miró por la borda y vio un rostro gentil de un muchacho que le sonreía, lo llamó y le tendió la mano pero el rostro desapareció, una voz en la lejanía le decía algo pero el sonido no llegaba claramente y no podía descifrar lo que le gritaba, entonces ya no estaba en el mar sino en medio del bosque y la lluvia lo empapaba, su brazo estaba metido en un hoyo en el suelo, el hoyo era una trampa, no sabía que clase de trampa era pero sin duda era una trampa que le sujetó el brazo como queriéndolo arrancar desde el hombro, él luchó con todas sus fuerzas pero era inútil, cuando por fin se dio por vencido, lo que fuera que le tiraba del brazo lo soltó, el hoyo se convirtió en un foso y en el fondo brillaba una estrella, él quiso tomarla pero una sombra la envolvió y se la llevó de allí sin que él pudiera impedirlo, mientras veía como se alejaba en el horizonte estaba amaneciendo.

En el horizonte la tenue luz de Barum no lograba penetrar del todo la densa capa de nubes pero Fure sabía que estaba amaneciendo, Fa el mago por fin despertaba.

* Dormiste mucho, pero no creo que descansaras – le dijo condescendiente
* He averiguado algo interesante – dijo despejándose el mago, movió los hombros y arqueó la espalda, sin duda había sido una de las peores tendidas que había hecho en su vida.
* ¿Y qué fue eso, mago? – dijo Fure recordándole que el día anterior prometió decirle como había escapado de las brujas.
* Que también soy adivino – contesto el mago, haciendo caso omiso de la sugestiva pregunta de Fure al decirle mago, pues nunca le llamaba así.
* ¡Por las botas de mi padre! – fue todo lo que pudo decir Fure bajo los efectos de la sorpresa.

Pasaron el resto del día viajando hacia el norte, el hambre comenzaba a acuciar cuando vislumbraron la costa de Volmar, Fa había explicado parte de lucha contra las brujas, pero Fure se sintió decepcionado el mago se había limitado a engañarlas “La brujería no puede nada contra la verdadera magia” le dijo el mago. Al llegar a la costa el mago apuró a Fure para conseguir víveres, él llenaría las reservas de agua; partieron al anochecer, siempre hacia el norte.

El viaje duró dos días pero al amanecer del tercer día vieron otra costa, el mago estaba seguro que las moltabias habían cambiado de rumbo hacia el este. la agreste costa les impedía desembarcar así que tuvieron que rodear la isla pero los víveres no durarían mucho más, no podían durar otro día navegando, y los dos hombres estaban desesperados, pues en realidad no sabían que curso seguir, aunque la lluvia había amainado los vientos del sur ya no los llevarían muy lejos, entonces dos nuevos contratiempos les presagiaron un nuevo peligro, quizá más grande que todos los anteriores, primero el frío implacable calaba hasta los huesos, y después el bote comenzó a hacer agua, al golpear en el litoral este de la isla, la muerte por hambre o frío ya no les preocupó, pues náufragos no durarían mucho tiempo, ahogados o destrozados contra la costa, la última agonía les aguardaba el las heladas aguas del norte.

* ¡No dejes que se hunda! – le gritó Fure al mago.
* ¡Carr em obolian! – gritó a su vez el mago, y el boquete se cerró, pero pronto otro más se abrió en la popa – ¡Carr em obolian! – repitió el mago y el fuego nuevamente surgió en sus brazos, pero era inútil, la pequeña embarcación golpeaba contra las rocas submarinas una y otra vez, ¡no había salvación!

Naufragaron, el agua les entumeció los músculos, el mago dejó de flotar. El fuego que le torturaba se apagó. En ese momento vio unas aves extrañas surcar el cielo, nuevas fuerzas surgidas por la esperanza le sacaron a flote, pudo ver a Fure luchando por mantenerse también a flote, él no veía las gigantescas aves que se acercaban a ellos.

Al acercarse pudo distinguir la forma humana que aquellos seres guardaban. Unos potentes brazos les arrancaron de la muerte, y los levantaron en vilo. Fure no entendía como, pero se habían salvado, Fa alcanzó a decir unas palabras de gratitud antes de desmayarse.

En Bocrean el viento volvió a enfurecer, los pocos árboles que crecían allí se mantenían firmes desde su raíz, sin embargo las copas se ladeaban al capricho del viento. El mago pudo ver al despertar a Fure hablando con un hombre pero cuando su vista se aclaró vio como de la espalda de aquel ser nacía un hermoso par de alas enormes y grises casi plateadas, con las puntas oscuras, pudo distinguir las plumas que formaban esa línea oscura al final pero el resto le parecía lisa completamente, el hombre alado interrumpió la conversación para mirarle, Fure también volteó hacia él, el hombre se levantó y el mago creyó distinguir pequeñas plumas perfectamente alineadas en el resto de las alas al moverse y replegarse un poco más tras la espalda de aquel ser.

* Tú debes ser Rial el caminate – dijo con una voz jovial el muchacho alado, el mago sin quererlo se sintió conmovido, como si hubiera escuchado la voz de Tsaro –, mi nombre es Kal.
* Lo siento – dijo el mago, tratando de incorporarse, pero al intentarlo vio que estaba cubierto por una manta, sus ropas habían sido retiradas, en algún momento durante su inconsciencia, lo cual le irritó de inmediato – y medio incorporado añadió alzando la voz – ¿donde está mi aljaba?

Kal se sorprendió un poco, de su reacción pero aún más de su respuesta.
* Si no eres el caminante ¿por qué llevas tantos implementos mágicos? – le dijo tendiéndole su aljaba para evitar que se levantara, y señalando a un costado su ropa seca.

Al ver la ropa el mago comprendió que solo les habían ayudado, y no quiso hacer conjeturas sobre quien lo había desnudado, siempre había sido un hombre tímido, después de tomar la bolsa que le tendía el joven (era raro pero seguía pensando en él como un joven aunque no sabía ni remotamente su verdadera edad, nunca había visto a un hombre pájaro, pero su rostro sin arrugas y su cuerpo vigoroso le hacía pensar que su raza era una raza de jóvenes, todos, por siempre) volteó para recoger también su ropa, pudo ver que Kal (como había dicho que se llamaba) esperaba una respuesta, pero no comenzó una respuesta hasta que terminó de vestirse.

* Mi nombre es Fa – esperó un momento antes de continuar, pensó en repetir aquello de que era un curandero, pero seguramente le habían visto reparar la balsa así que no quería que le creyeran un mentiroso, además ellos les habían salvado la vida – y soy un mago.
* El último – afirmó el muchacho
* ¿Eso no se puede saber?
* Tiene razón – se corrigió, pero aclaró un instante después – sin embargo es el único en este tiempo.
* Tampoco estoy seguro de eso – rebatió el mago
* Pero Tsaro nos lo ha dicho – Kal trató de defender su punto.
* ¿Es que acaso Tsaro habla con ustedes? ¿Son su pueblo ahora? – Fa estaba sorprendido nuevamente, bueno si ya no había magos y él mismo era el último Tsaro podía querer un pueblo nuevo, pero ¿cómo o cuándo había pasado?
* Tsaro habla con todo el mundo, los vientos que surcan el cielo son su voz y nosotros los escuchamos.
* ¿Y quiénes son ustedes? – preguntó casi ingenuo el mago, era probable que aquel muchacho fuera sincero, después de todo las alas eran reales, y él lo había visto volar.
* Somos los centinelas del viento, alónidos de Bocrean y habitantes de Earch–voal el Tabernáculo del Viento – su voz sonaba orgullosa y fuerte como un viento invernal.
* Hombres pájaro – se oyó una voz a su espalda. Fa que reconoció el tono se alegró de oírle, y ciertamente el ya había pensado en ese término con respecto al muchacho.
* Alónido – corrigió el muchacho pero sin seña de enojo.
* Sea – dijo el mago, fatigado. La verdad no le gustaba mucho que Tsaro hubiese creado otro pueblo, después de todo ¡no era él un mago!, el pueblo de Tsaro, no le habían seguido a las montañas en la Era de los Duendes, y habían luchado contra los dragones durante generaciones, cuanto tiempo habían esperado los magos su ayuda para regresar a la luz de Barum, y Tsaro el dios de los vientos estaba creando otro pueblo, por eso Deron se había rebelado, por eso los magos habían terminado por sucumbir ante su destino, Tsaro les había abandonado. Añadió poco después :
* ¿Qué más te dijo el dios?

Si Kal notó el cambió en la voz de el mago, no hizo comentario alguno, y trató de responder a la ambigua pregunta del mago lo mejor posible, al menos de la forma que pensó que el mago quería su respuesta.
* Ha hablado durante generaciones con nosotros, sabía que un día este tiempo se acercaría a su fin, nos ha dicho que los dioses se han separado.
* Disgustado – corrigió Fure y Kal le miró solo un momento antes de continuar.
* “Cuando la magia se vaya de Bocrean será el día de la llegada del caminante” ha dicho el viento durante doscientos años, la magia ha dejado Bocrean mago – y su voz se tornó nuevamente vigorosa – ¡ha llegado Rial la tormenta, que va en camino del este! 
* Así que yo soy Rial – dijo el mago un poco más calmado, después de todo “¿no era él un mago? y los forkas ¿no se dirigían al este?”
* El caminante – continuó el alónido, como si la interrupción del mago no fuera sino parte de su mismo discurso – que hará la paz con el dragón, debemos llevarte a donde pidas y darte lo que pidas, con valor y presteza, esa es la voz de los vientos, la palabra de Tsaro.

El mago se encontraba desconcertado, aún en sus más dulces sueños la paz con los dragones era imposible, ahora un muchacho con alas, que decía ser hijo de Tsaro (¿o no lo dijo?), que podía oír a Tsaro en el viento (eso seguro que lo dijo) le hablaba con una increíble simpleza de la paz, y él sería el embajador.

Hubo un tiempo, cuando llegó a la aldea de los magos, en que deseó destruir a todos los dragones de Ar, que habían perseguido a los magos durante siglos, aún a aquellos que se alejaron de las tierras del sur mucho antes de las guerras de la segunda era, pero era un sueño que ninguno de las magos se atrevía a realizar, pronto aprendió que los dragones conocerían sus pensamientos, y lo matarían antes de que pudiera hacer un solo hechizo, cuantos magos habían intentado la paz con ellos pero los dragones eran orgullosos y estaban heridos, Locce los había herido tan profundamente que aunque ellos quisieran descansar nunca lo harían, eso es lo que aprendió en la aldea, “aún el dragón muerto puede matarte” eso dijo su tutor, y Fa lo creía sinceramente. ¿Cómo podría hacer él las paces con el pueblo dragón? Pero ahí estaba la respuesta, claro el pueblo dragón estaba en realidad en el norte, el reino dragón del norte no había prometido la destrucción de los magos si hablaba con ellos quizá podría hacer una paz para con los hombres, aunque él fuese el último mago.

* ¿Sabes donde está el reino dragón?
* Yafur – respondió Kal – hacia el este desde Earch Voal
* Debo llegar allá
* De acuerdo ¿debes ir solo o tu compañero irá contigo?
* Eso lo averiguaremos ahora mismo, ¿qué dices Fure? Puedo mandarte a casa o puedes venir conmigo, eres libre, tu promesa está cumplida.
* Es peligroso andar con la tormenta, pero nunca he visto a un dragón, y desde que te oí hablar cerca del Foso he querido saber más acerca de ellos. Creo que voy contigo. Espero vivir hasta el final del camino.

Cinco hombres alados fueron los que llegaron para ayudar a Kal, quien los presentó ante el mago, eran Fela, Edto, Tiam, Vfol y Rehl. Todos eran trigueños y llevaban el pelo largo, con cintas de cuero alrededor de su cabeza, los ojos de cada uno eran vivaces y parecían rebozar de alegría, Fa no supo decidir si era por que la voz de Tsaro se cumplía o por que esa fuera su naturaleza. Al poco tiempo de vuelo el mago se sintió mareado. “Cierra los ojos“ le decían pero por alguna razón sus párpados se negaban a obedecerle, Fure resistió un poco más pero antes de ver la costa de Armes, ambos se sentían enfermos.

Kal opinó que deberían descansar en la costa un momento, lo cual agradecieron los viajeros, más cuando pusieron los pies en la tierra olvidó por completo su mareo, nunca había visto tanta nieve, hasta donde alcanzaban sus ojos a mirar era blanco, completamente blanco, sin árboles ni montañas una especie de desierto pero con dunas de hielo.

Fure también estaba impresionado, pero aún así tuvo la fuerza para opinar que fueran desde ahí a pie, las alónidos solo mostraron sonrisas comprensivas, no era difícil explicar que la muerte les aguardaba en el frío de aquél páramo; no, desde allí el único camino era por aire, pero para hacer más sencillo el viaje esta vez llevarían una venda en los ojos.

En la mitad del camino, se elevaron un poco más, un impulso llevó al mago a quitarse la venda, y lo que vio fue un blanco paisaje con grandes montañas, las nubes ya llegaban del sur, pronto Barúm tampoco alumbraría la tierra del dragón, “cuanto frío hará después de que Barum ya no brinde su calor” pensó el mago y un recuerdo vino a su mente:

“Tres pasos hijo, y no vuelvas la mirada hasta que estés seguro de que el fuego se ha extinguido” le decía su padre, que miraba el cielo mientras Fa apagaba la fogata, esa mañana era fría, salir a cazar siempre le congelaba los dedos de los pies, “no dejes de moverlos” le ordenaba su padre, en el invierno la caza se volvía pesada y peligrosa, si una tormenta de nieve lo llegaba a atrapar su única salida era llegar a un refugio, su padre los conocía todos, aún los que estaban abandonados hacía mucho tiempo, aquellos que nadie recordaba, excepto su padre, “llegaremos a Molaf pá”, Molaf era el monte de la águilas, siempre le gustaba llegar al precipicio y mirarlas pescar y cazar, “en invierno no debes alejarte de los refugios, Fa”, fue aquel un invierno crudo, el más crudo que había vivido, “el más crudo de Ar” decía su padre, su padre nunca llamó al mundo Armesis como les gustaba a los norteños decirle, el más crudo pero no el más cruel.
Mucho años después regresó al sur pero su aldea ya no existía, el viento invernal barría las devastadas tierras, Fa llevaba una semilla, las lágrimas recorrían sus mejillas, horadó la tierra y sembró la semilla, “volveré a ti cuando pueda ver el bosque nuevamente, y a las águilas cazar” se prometió.

Pero aún no regresaba, ¿cuántas promesas no había cumplido? Quizá más de las que desearía recordar, pero en fin, ahora ya era tarde para la mayoría de ellas, ¿por qué tenía que haber sido un mago? los días de la magia (creía) habían pasado, los campos de cultivo le aguardaron en su pueblo.

“Si no eres un mago, regresarás. Promételo” su padre le había arrancado una promesa, y debía cumplirla cabalmente, más cuando se decidió a volver, el volcán había hecho su trabajo, demasiado bien, fue un invierno duro y cruel, el más cruel.
 

* Se ha quitado la venda – comentó un poco serio Kal
* He sentido un incontrolable impulso – respondió tranquilamente el mago, como tratando de no darle importancia.
* No hay mucho que ver – dijo Fela que se encontraba a su lado derecho.
* Ahora descenderemos – le informó Edto a su izquierda – no debemos ir más lejos.

El descenso fue rápido, demasiado para los sentidos del mago, que volvió a sentirse enfermo, los alónidos se despidieron de ellos indicándoles el camino, les entregaron ropas hechas de una extraña tela, delgadas y sin embargo muy cálidas, “el viento podía bien arreciar” pensó Fa.

* Si nos necesitara nuevamente, El Caminante y su amigo serán bien recibidos en Earch Voal – le dijo Vfol, que al parecer era el jefe entre ellos.

El mago tenía aún muchas preguntas que hacerles pero sabía que ellos no esperarían mucho tiempo allí, entonces solo atinó a decir:
* Cómo encontrar su ciudad ¿no existe algún mapa?
* Volved a Bocreán, nosotros haremos el resto.

Eso fue lo último que dijeron y un momento después alzaron el vuelo, sus alas plateadas destacaban contra las oscuras nubes, pero pronto se perdieron en las alturas.

2
El mago se sintió perturbado.
* Ni siquiera les agradecí por salvar nuestras vidas – comentó apesadumbrado.
* Yo lo hice, varias veces, creo que dormías mientras viajábamos, bueno y ahora hay que moverse, que en invierno es la única forma de mantener el cuerpo caliente. Las hogazas que nos dieron son muy buenas, y nos ayudaran mucho en este viaje, fue lo que dijeron, pero no hay tiempo que perder.
* Parece que el tiempo les preocupaba mucho ¿no crees? – le preguntó el mago como preguntándoselo a sí mismo.
* ¿Sabes Fa?, antes de que despertaras otro de ellos estaba junto a ti, miró tu rostro largo rato, y después le dijo algo a Kal que no pude entender, creo que hablan otra lengua, como las aves se diferencian de los animales de la tierra, creo que podrían haber dicho la verdad con respecto a la voz de Tsaro. Y también creo que si Tsaro dijo con valor y presteza, sería torpe no obedecerle.
* A propósito ¿sabes que día es hoy?
* No, pero vi a Baris en Bocrean, se habían cumplido ya tres ciclos desde que partimos del hogar.
* Bueno muchacho, entonces en marcha – dijo el mago agregando para sí “y casi cuatro desde que salí en busca de las hadas”.

El camino era muy poco diferente del resto del lugar, estaban al pie de una montaña, el mago sabía que sería muy fácil desviarse ya que el camino se interrumpía constantemente lo que representaba la muerte en aquel inhóspito lugar, el frío calaba hasta los huesos pero los hombres pájaro les habían dicho “siempre al norte, es menos de una jornada de camino”, y bueno, no había por que dudarlo, además si alguien sabría orientarse en aquel lugar ese era Fure.

Al oscurecer llegaron al final del camino una pared de roca interrumpía bruscamente el paso, Fure buscaba la forma de seguir adelalante, bordeando la muralla de roca pero era inútil, así que se detubieron a descansar, tratando de abrigarse con sus capas, las nubes cubrían ya completamente el cielo, si comenzaba a llover y no conseguían mejor refugio que aquella ladera morirían sin remedio en ese lugar, decidieron encender una fogata.

A la luz de las llamas el mago pudo distinguir una fisura en la ladera arriba de sus cabezas, ¡allí estaba el camino! Solo tenían que alcanzar la grieta, pero no había en aquel lugar nada que pudieran utilizar como rampa y aún uno sobre el otro no podrían alcanzarla, sin embargo lo intentaron primero Fa subió sobre Fure pero no había de donde asirse el mago se sintió frustrado, abajo nuevamente,

* Si tuviera mi arco – se lamentó Fure.
* También perdimos las cuerdas – le recordó el mago.
* Sin embargo podría utilizar un poco de tu magía –
* Tan cerca de los dragones, ¡ olvídalo ! – le espetó Fa
* No parece haber solución – trató de convencerlo Fure, pero no era necesario, Fa sabía que no podría evitarlo.

El mago supo que se encontraban en Yafur cuando salieron de la gruta, señaló una figura en los aires, y Fure se detuvo, dejó caer el fardo y siguió a la silueta hasta que se perdió detrás de un risco, se encontraban en una especie de valle, alguno pinos crecían en las faldas de las montañas el paso por el que habían llegado le había impedido ver el valle hasta que se encontraron dentro de él. Pronto otra silueta similar surcó el cielo.

* Que gigantesco es ese – Fure señaló la figura que volaba más alto que un águila y aún se podía distinguir claramente.

El mago sintió como súbitamente le invadía el sueño, no estaba tan cansado, pero no pudo evitarlo, fue como un desmayo. Fure lo alcanzó a sujetar, el mago movía los labios como hablando pero sin emitir sonido alguno.

Fure miró incrédulo como los cielos se cubrían de vuelos rápidos en todas direcciones, tantos eran que no podía contarlos, un torbellino sacudió los macizos que se agrupaban en las faldas de las montañas del valle, después otro hizo su aparición, en esos momentos empezó a llover, Fure trató de despertar al mago pero era inútil, el mago seguía neciamente con su sueño, lo llevó bajo una conífera, y luego caminó un poco en busca de refugio, pero no parecía haber uno en aquel valle, allí donde los abetos terminaban las rocas se elevaban en vertical, no había cuevas, ni una floresta lo suficientemente cerrada.

Cuando volvió con el mago, aún dormía, pero su sueño se había calmado, no tardaría en despertar, en esto pensaba Fure cuando una sombra le cubrió.

Miró hacia arriba y pudo distinguir un cuerpo gigantesco, cubierto de escamas, muy diferentes a las que llevaba él en su peto, pero en cierto sentido de la misma clase, eran escamas rojizas, como la tierra de Rorce, como el hierro oxidado, y también parecían de hierro, gruesas y grandes, cubrían todo el pecho pero en los flancos parecían cambiar de color, Fure no lograba distinguirlo muy bien por la mortecina luz del nublado atardecer, pronto Barum  no alumbraría más y Baris no lograría atravesar las nubes con su luz, pudo ver sin embargo que las enormes alas estaban replegadas en los costados, quizá por eso parecían cambiar de color la escamas, la bestia tenía una larga cola en la que la piel parecía tener escamas mucho más pequeñas sin embargo a ésta no la remataba una mortal lanza aguda y venenosa sino una especie de azuela del tamaño de un hombre que sin duda era usada con frecuencia, ¿en qué? Fure no lo quería imaginar; pero lo más impresionante era el largo cuello coronado de una cabeza descomunal, mucho más grandes y peligrosas parecían las propias fauces que la enorme hacha de la cola, el humo que exhalaba de ellas tenía un color amarillento, aún en aquella creciente oscuridad. El dragón los observaba con uno ojos rojo–dorados con la pupila de los gatos, como acechándolos, el joven hijo de Arib súbitamente recordó las palabras del mago “No hables frente a un dragón”.

Dio un paso hacia atrás para alcanzar al mago, y trató de despertarle con un ligero toque, pero el mago no se movió, muy despacio acuclilló y puso una mano sobre el hombro de Fa y otra sobre su boca y ahora más violentamente movió al mago.


3
Las imágenes pasaba demasiado rápido, de algún modo sabía que eran hechizos, hechizos que se quedarían en su mente, pero eran de una clase diferente a las que había conocido, sin sonidos solo sombras y figuras, eran hechizos de conocimiento, el saber la verdadera forma de las cosas, el saber de las cosas ocultas, hechizos del tiempo y el espacio, que no cambiaban las formas pero en cambio se podían conocer verdaderamente, hechizos tan profundos que afectarían a cualquier hombre que se atreviera a utilizarlos.

De pronto ahí estaba la roca, blanca, refulgente. Luchaba por subir pero algo se lo impedía, algo grande y fuerte pero que no podía ver o saber que era, entonces la sed la quemaba la garganta, y sentía una agonía terrible, y quería morir pero no podía, y seguía la tormenta de arena que lo cubría y asfixiaba hasta antes de caer en un pozo, el pozo era oscuro tan oscuro que no podía ver nada, caía y su caída no terminaba nunca, oía las voces que le llamaban pidiendo ayuda y otras atormentándole con recriminaciones e improperios, oía su nombre una y otra vez, y una voz lejana gritaba algo que no podía reconocer,  los rostros fantasmales de los que surgían las voces, volaban a su alrededor empujándolo al pasar cerca de él, lo empujaban con fuerza, haciéndole daño, lo empujaban…

Fa abrió los ojos con sobresalto, la altura de el dragón lo dominaba todo, interrogó con la mirada a Fure pero éste no pareció comprender,  estaba en silencio preguntándose el mismo por que había sido tan insensato de seguir al mago hasta aquellas tierras.

* Aquí estáis – dijo el dragón y su voz era como un temblor de tierra, como el trueno en la tormenta, y el fuego surgió de sus fauces al terminar la frase, Fure pudo mirar los largos colmillos, amarillos y brillantes, parecían cubiertos de una capa de cárabe muy delgada, su lengua bífida era roja como la sangre, y las fosas nasales se cerraban por momentos, el frío que unos momentos antes los congelaba se había esfumado y un calor creciente los envolvía, Fure ahora se explicaba por que el valle parecía no pertenecer a aquellas remotas tierras del norte. Oyeron su voz pero ninguno se atrevió a contestar así que el dragón después de un momento de silencio que se convirtió en angustioso para los viajeros, continuó – ¿quién es el ladrón?

Fure  dedujo que su muerte estaba a diez pasos de distancia, movió instintivamente la cabeza negando la acusación, pero sus labios estaban sellados, el mago negó también deteniendo al instante su intento de incorporarse.

* ¡Vamos no os escondáis en el silencio! ¿quién de vosotros responde al nombre de fuego helado ? – una nueva negación, pero el mago esta vez terminó de levantarse.
* ¡Faelair el fuego helado! – se oyó una voz sobre sus cabezas, el mago cayó de rodillas y Fure miró al cielo, otros tres dragones llegaban desde el este los vuelos más allá se habían detenido por completo, el dragón que venía al frente parecía ser el que había hablado, Fae seguramente se llamaba Faelair, que raro que nunca hubiera conocido su nombre completo Fae era todo lo que él conocía, “fuego en la lengua antigua” le dijo el mago alguna vez, Lair debía significar helar.

El mago tardó todavía un poco en levantarse, trató de pensar en un hechizo de protección pero nada acudió a su mente, seguramente los dragones ya habían hecho algo al respecto.

* Vengo en son de paz – dijo con el mayor acopio de dignidad del que fue capaz, Fure se sorprendió tanto que no pudo disimularlo.
* Ya que habéis llegado deberéis presentaros ante el concilio, no hay camino así que os llevaremos a cuestas – dijo un tercer dragón que bajaba junto al primero al momento que colocaba una ala extendida hasta el suelo, el primer dragón lo imitó, Fure no lo comprendía pero el mago no lo miraba ya.
* De acuerdo – fue la única respuesta del mago.

El cuerpo del dragón era gigantesco pero en el aire Fure lo comparó con el cuerpo de los hombres pájaro, gráciles y rápidos, irradiaban calor pero a su piel escamosa no parecía importarle y tercamente permanecía tibia casi fría, sostenerse no era sencillo pues estaban perfectamente unidas, Fa era quién tenía mayores problemas.

La magia no lo había abandonado, estaba seguro pero no podía pronunciar ningún hechizo, como si el valle entero estuviese protegido sin embargo sentía fluir una enorme fuerza desde la montaña más elevada una fuerza dirigida hacia él, como si fuera el fondo de un tazón al que estuvieran llenando hasta el ras.

En el lado norte de la montaña descendieron en un gigantesco anfiteatro, tres dragones presidían el escenario, cientos de ellos se encontraban atentos en lo que podrían llamarse gradas pues en realidad eran lugares para los observadores, los dragones estaban unidos en pequeños grupos de tres o cuatro y parecían comentar lo que estaba ocurriendo, Fure estaba totalmente emocionado, los había de todos tipos, grandes y fuertes como las torres de castillo de Armesis y aún más grandes, también había pequeños como del tamaño de un caballo, los había azules, rojos, verdes, grises, dorados, blancos, negros, y hasta le pareció distinguir algunos sin color alguno, jamás creyó Fure que vería así a los dragones, cuando vió al primero calló recordando la advertencia de Fa pero ahora no podría pronunciar palabra, maravillado como estaba.

De los tres dragones uno era sin duda el líder ya que tenía el porte majestuoso de los reyes, su dorada piel brillaba aún en la penumbra en que se encontraban, tenues llamas brillaban en algunos sitios del anfiteatro, pero en un momento a una orden inadvertida para los hombres, los dragones encendieron las antorchas, y la penumbra se extinguió.

* Os esperábamos fuego helado.
* ¿Cómo es posible? Yo mismo no sabía que llegaría hasta este reino – el mago se sintió desconcertado, “tal parece que todos los pueblos, conocidos o no, me han estado esperando, aun después de haber estado al borde de la muerte su camino tiene ya un destino que no puede cambiar, quizá mi sueño sea en verdad una visión como lo sospeché antes de encontrar a los hombres pájaro” pensaba.
* Belforrtj–Mulmqah nuestro rey lo predijo antes de morir, su majestad mencionó el nombre de el mago y la promesa de nuestro dios Railuhar de abrir el camino del desierto, el camino fue abierto y cruzado el pueblo de Yafurb–ter–Da–malto fue en busca de sus hermanos – si el rey dragón conocía los pensamientos del mago se abstenía de comentarlo.
* Así es como llegaron para luchar en contra de Deron – el mago conocía el nombre del antiguo rey, en su educación como mago conoció muchos nombres de reyes de los hombres, dragones, duendes y el nombre de la reina de las hadas.
* Así es como nuestro pueblo volvió a unirse, después de siglos de desdicha; pero tenemos que pagar el precio.
* ¿Y ese precio es…? – algo le inquietaba, y conforme avanzaba la explicación del nuevo rey la inquietud crecía también.
* La magia – dijo el dragón sin que el mago pudiera reconocer en que tono lo había dicho.
* ¿La magia? – preguntó el mago sin saber a que atenerse, no podía entender las razones de los dragones, y apenas podía entender sus palabras que surgían como rayos en la tormenta.
* “El mago vendrá” dijo y su voz anunciaba su inevitable muerte, Belforrtj–Mulmqah el rey hablaba con El Dios de los Bosques, por eso Locce nunca le engañó, vendríais desde occidente y vuestro compañero mantendría la paz que forjaríamos aquí en Yafurb–ter–Da–malto, seríais un ladrón pero no podríais evitarlo, seríamos robados pero no deberíamos negarnos, así que le dejaremos llevar nuestra magia, porque es el deseo de Railuhar mas ¿con qué sellaréis la paz fuego helado? Eso no lo sabemos.

El mago trataba de comprender a lo que el dragón se refería pero no podía explicarles que no lo entendía del todo, las razones de los dragones eran oscuras como estar en medio de una cueva sin luz, todo eran sombras y dudas, sus propias razones no estaban claras, aquel viaje lo había emprendido en medio de un mal presagio tampoco claro, las hadas le habían prometido ayuda si les recuperaba un talismán, por demás poderoso, en el transcurso se había enterado de una reunión de paz se había concertado, mas ¿porqué o cómo se iba armando su destino? Sin embargo empezaba a sospechar que los dioses lo habían elegido para jugar un papel incalculable, la respuesta estaba en el sueño, un sueño repetitivo que ahora lo sabía estaba de cabeza, el camino que recorría era a través del cual descubriría la entrada en la gran roca blanca, tal vez los dragones supieran algo; ¿cómo garantizar la paz en esas circunstancias?

* ¿Conocen la gran roca del desierto? – preguntó tratando de demostrar serenidad en sus palabras, sin lograrlo por supuesto.
* Hemos cruzado el desierto, el camino está lleno de rocas de mil formas, ellas indican el camino, está la roca de principio que señala el camino del desierto y tiene más de mil años, pero nunca oímos hablar de La Gran Roca como os referís.
* Quizá no sea una gran roca tal vez sea una montaña, una colina.
* El desierto es enorme como los mares, tal vez exista – contestó el dragón que no comprendía la perorata del mago, y comenzaba a impacientarse.
* Bien – comentó el mago como meditando la respuesta del dragón – ¿eres tu el rey de los dragones? – agregó alzando la voz como para terminar sus cavilaciones, no supo si el dragón lo entendió así pues aquél resopló hacia arriba lanzando a su vez una ardiente llamarada.  
* Marejtor–Muhqan heredero de Belforrtj–Mulmqah Rey de todos los dragones está dirigiendo las pruebas, yo soy Estjrareurj–Musseq primer dragón del reino.

Fa no sabía como podía haber un rey y un primer dragón, pero quizá la organización de el reino de Yafur era muy diferente a la de los reinos de los hombres, que serían las pruebas, tampoco lo descubriría entonces.

* Primer Dragón la magia viene a mi en sueños sin que intervenga acaso en ello, tengo una misión que cumplir y un destino que debo averiguar en mi jornada, la guerra de los magos ha terminado, yo he terminado ya mi guerra con los dragones, la paz de los otros hombres no depende ya de mi, debéis ir a Armesis para ello, pero la magia no será nuevamente utilizada contra los dragones, mi misión me lleva a luchar con lo forkas pues han robado el talismán de la aguja de Fomlyr–Quo, cuando regrese al reino del oeste hablaré con el rey y concertaré la paz con los dragones, Fure mi compañero será el delegado de nuestro acuerdo, pero debéis ir allá para los arreglos finales.
* De acuerdo, pero no queremos perder para siempre la magia, cuando terminares vuestra misión ¿Volverá a nosotros?
* No conozco la forma de hacerlo, pero si está en mis manos y es mi destino así lo haré, esa es mi promesa.

Se oyó un rumor de aprobación en el anfiteatro, algunos dragones comenzaron el vuelo, ¿adónde iban? Fa no podía saberlo, pero sospecho que irían con el Rey
* Escuchad, los forkas son peligrosos y malvados, aquí no se atreverían a esconderse, mas existe un camino por el cual pudieron llegar a la costa del Mar Somal.
* ¿El Mar del Norte? – pregunto el mago algo sorprendido, pues se encontraba demasiado lejos para poder seguirles, su ánimo decayó de tal forma que no pudo ocultarlo del Primer dragón.
* Somal, la frontera, se encuentra al noreste del desierto.
* Sí ese es – respondió el mago descorazonado.
* Te ayudaremos en tu misión – dijo el Dragón, pero en sus palabras de trueno no se vislumbraba asomo de compasión, mas bien parecía que convenía a sus fines.
* Os lo agradezco sinceramente, el camino… – comenzó a agradecer el mago pero el dragón le interrumpió por primera vez.
* Mago, no pierdas tiempo sube a cuestas de Valnmjia–Cortffs y vuestro compañero puede hacerlo sobre Coelmjsl–Enogotf.

Dos dragones se posaron en el límite del escenario, no eran dragones gigantescos como Estjrareurj–Musseq, en cambio parecían mucho más esbeltos y las grandes alas no correspondían a la proporción generalizada, su color era azul a la luz de las antorchas, y sus ojos brillaban más que la de los demás, desplegaron ambos una ala hacia el suelo para que los hombres pudiesen montar, el mago se despidió con una reverencia, pero tuvo que empujar a Fure que seguía extasiado con la admiración de los dragones.


4
El  vuelo fue mucho más cómodo que el anterior y más rápido, volaron sobre las nubes y los colores grisáceos no parecían tan amenazadores desde ahí, Baris iluminaba el cielo, y las estrellas se veían con un resplandor como nunca antes habían visto, los delgados cuellos de los dragones apenas del grueso de un hombre corpulento les permitía aferrarse a ellos.

Antes del amanecer pudieron ver el mar pues las nubes no cubrían totalmente el horizonte, descendieron cuando empezaba a amanecer, fue ese uno de los paisajes más impresionantes que ambos vieron jamás hasta que las nubes terminaron por ocultarlo.

Llegaron a la orilla del mar un poco al este se encontraba un pequeño poblado, los dragones les dijeron que allí podían descansar y abastecerse para su jornada, dieron además un recado del Primer Dragón.

* Con la magia que os ha sido otorgada por los dioses podréis ver el corazón de las forkas atacadles allí; también os podréis comunicar con nosotros desde lejos, no lo olvidéis si ocurre algún imprevisto para nuestra cita.

El camino hasta el poblado fue corto y sin embargo pesado y frío pues la lluvia se había convertido en nieve que ya lo cubría todo. Las chozas eran de madera aunque no parecía haber ningún tipo de árbol por los alrededores.

Cuando llegaron fueron recibidos por hombres y mujeres sorprendidos, sin duda nunca habían visto a dos hombres tan extraños, los niños asomaban sus caritas para verles, reían y señalaban a los extranjeros.

Un hombre viejo se adelantó, la piel de él como la de los demás era morena y su cabello lacio y oscuro, vestía un gran abrigo que lo cubría hasta los pies, les habló pero con un acento muy extraño.
* Beugnogs díags, Segñogregs draggonegs.
* Buenos días – respondió el mago, que dudaba si había entendido bien aquello de señores dragones.
* ¿Queg degseang eng nuegtro ugmilgde puegblof?
* Una barca y alimentos – si creían que ellos eran dragones era mejor no sacarles de su error.

Al oír aquello Fure se llenó de consternación, no deseaba bajo ningún motivo volver a navegar.

El anciano se adelantó pidiéndoles con su extraño acento que lo acompañaran, descansaron un día en el pueblo, pero la nevada arreciaba, y pronto no podrían embarcarse, Fure discutió con el mago tanto como pudo, pero al final cedió con la promesa del mago de que hechizaría la barca para que resistiera más que en sus dos anteriores naufragios.

Dejaron el pueblo al amanecer, aunque no aclaró mucho aquél día. Los pobladores del lugar no se sorprendieron mucho cuando el mago dijo algunas palabras mágicas y sus brazos se encendieron aunque el mago no parecía notarlo, la pequeña barca de color claro se volvió entonces completamente blanca, y los niños gritaban alegremente vítores para el segñorg draggóng mientras se alejaban.

El viaje duró tres días y aunque Fure se sintió enfermo toda la travesía, soportó estóicamente.

La rivera  sin embargo no ofrecía el refugio que esperaba pues era desértica, ni una planta pudieron ver cuando desembarcaron, hasta el horizonte lo único que se veía eran dunas de arena gris claro. No tardaron mucho en decidir volver a embarcar, para seguir por mar hacia el este bordeando la costa para después seguir al sur en cuanto la ribera la permitiera, y desembarcar cuando a fin vieran plantas en la costa. Pero cuando al siguiente día pudieron cambiar rumbo hacia el sur, vientos huracanados los obligaron a alejarse de la costa.

Llevaban tres días con rumbo sudeste cuando divisaron una playa tranquila y coronada de un hermoso color verde, la lluvia además había concluido.

Desembarcaron y buscaron abastecerse pues los víveres comenzaban a escasear. Al internarse en la isla, pues era una isla aunque ellos no lo sabían (no tenían como saberlo), se encontraron con que nada de lo que allí crecía les era familiar, ni siquiera los pocos animales que pudieron ver las parecían conocidos pero les alegró mucho en cambio que había un sinnúmero de riachuelos.
* Por lo menos agua no nos faltará – comentó Fure con un poco de ironía.

Al volver a la barca ambos dejaron caer sus bultos, atónitos vaían unos pequeños seres que estaban atareadísimos cargando el bote de víveres de muy diversas clases.

Fure fue el primero en acercarse.
* ¿Tu eres el caminante? – le dijo un pequeño hombrecillo apenas más alto que su rodilla, vestido de colores vivos casi todos verdes, usaba también un gorro de lo más peculiar del cual asomaban unas orejas puntiagudas como nunca antes habían visto.
Al oír la pregunta el mago se adelantó un poco
* Yo soy Rial – dijo con voz mesurada.
* Debes ir al sudoeste, apresúrate pues ya a comenzado el séptimo ciclo, no queda mucho tiempo – dijo otro hombrecillo que había detenido su tarea para mirar a el caminante.
* ¿Quiénes son ustedes? – preguntó Fure adelantándose a Fa nuevamente.
* Somos los gnomos, el pueblo de Mirro, pero no hay tiempo de charlar, ahora su barco está cargado y el tiempo es bueno, seguid al sudoeste hasta la costa de Hogmar – dijo un tercer gnomo que acababa de saltar del bote para ver de cerca al caminante.
* Bien – dijo el mago retrocediendo para recoger su aljaba y las odres que había tirado.
* ¡Por las botas de mi padre! – dijo Fure imitándolo.

Mientras el mago abordaba les preguntó:
* ¿El séptimo ciclo?
* ¡¿No lo sabes?! – exclamó incrédulo otro gnomo en las filas de atrás, mientras empujaban entre todos ellos el barco, como le llamaron.
* ¡El séptimo ciclo de la maldición del mago! – gritó un gnomo que parecía más viejo que los demás, cuando el barco se alejaba de la playa.

Fure miró inquisitivamente al mago.
* ¿No he echado ninguna maldición? – respondió Fa indignado ante la pregunta no formulada.
* ¿Mintió? – rebatió Fure, que olvidó por completo que el mar lo enfermaba.
* Creo que se refería a Deron.
* ¡Por las botas de mi padre! – casi gritó Fure
* Dos veces seguidas – dijo el mago divertido –, Deron murió aproximadamente hace siete ciclos – añadió en un tono más serio, izando la vela.
* ¿Conoces la maldición?
* No, pero acaso tengo una idea de lo que se trata.
* ¿Y bien? – dijo Fure al ver que el mago callaba.
* El ocultamiento definitivo de Barum y Baris.


5
Al tercer día llegaron a la costa entrando de nuevo a la tormenta podían elegir entre seguir al sur en la barca o desembarcar para continuar por tierra, pero los víveres terminarían por escasear nuevamente así que decidieron desembarcar.

Las moltabias no estaban lejos, el mago podía sentir su cercanía, las tierras de aquel lugar eran planicies, estepas gigantescas que solo interrumpían algunas pequeñas colinas y unos pocos árboles.

Fure descubrió un arco y flechas en el bote tanto o mejor que el que había perdido, cargaron también con una cuerda y víveres, después de un día de camino descubrieron una hondonada, en la que algunas chozas improvisadas habían sido atacadas, los hombres que allí murieron eran bajos y fuertes, el mago pudo distinguir los restos de un escudo desgarrado por una moltabia.

Fure encontró dos sobrevivientes mal heridos, el mago sacó de su alforja una hierbas y preparó una medicina, e intentaron curarlos. Al anochecer el mago anunció que se salvarían.

Al día siguiente pudieron hablar, uno de ellos confirmó sus sospechas, las ialabias (llamó así a los forkas), los atacaron dos días antes, pero sobre todo querían matar a sus caballos, Fure dedujo que en realidad sabían que iban tras ellas, las sombras del mal podían sentir al mago tanto como Fa podía sentirlas a ellas, hablaron un poco sobre el asunto pero si no sabían su destino no podrían aventajarles nunca.

Los hombres se llamaban Luz de la Montaña y Canto-Viento del Mar, Luz era el jefe del pueblo y Canto uno de sus cazadores, hablaron de su vida en las llanuras

* La estepa – decían – es la tierra de los hombres de Hogmar, los pueblos van de un lugar a otro viviendo con sus caballos y siguiendo el sonido del viento.

Les agradecieron su salvación, en cuanto tuvieran fuerzas se reunirían con el pueblo de Fuego del Desierto, que eran parientes suyos, ¿adónde iban los forkas? No lo sabían pero no los mataron por que parecían llevar mucha prisa volando hacia el sur.

* ¿Que hay en el sur? – preguntó Fure, decidido a adelantar a las moltabias.
* El Bosque del Río Blanco – respondió Canto que se encontraba mejor.
* Hay allí algo especial – Preguntó el mago, adivinando las intenciones de Fure. Pero Canto y Luz no parecían comprenderle–. Quiero decir ¿existe en ese lugar un templo, algún lugar sagrado o maldito?
* No nada de eso – contesto Canto tratando de recordar algo.
* ¿Y más allá del bosque? – continuó Fure, con rostro ceñudo pero tratando de mantener la calma.
* Solo la estepa hasta el Río Abanico.
* ¿Y más allá del río? – preguntó Fure controlándose aún, pero parecía que pronto desesperaría.
* Toldar y el Mar de las Islas.

Fure se sintió decepcionado pero Fa sonrió, los Forkas seguían alejándose al sur, quizá iban hacia alguna de las islas así que habló todo lo que pudo sobre las islas con los hombres de las estepas, al anochecer le dijo a Fure pregúntales si necesitarán algo más, partimos ahora mismo, Fure no quiso discutir con el mago, pues él antes que nadie sabía que no podían perder más tiempo.

Dejaron a los hombres en aquél sitio, Luz y Canto juraron que pagarían su deuda cuando ellos lo requirieran y mantendrían su promesa sus descendientes hasta el fin de los tiempos.

Cuando tomaron el rumbo hacia el norte Fure supo que el mago había decidido regresar al bote, y resignado comenzó a hablar con el mago.
 
* ¿Sabes Fa?, pensé en bautizar nuestro navío.
* Bien – dijo el mago contento de distraer un poco sus aprehensivos pensamientos.
* Pensé nombrarlo Segñor Draggón – dijo Fure bromeando.
* No es un nombre apropiado para un barco tan pequeño – contestó el mago siguiendo la broma.
* Sí, yo también lo pensé así después de una corta vacilación – dijo Fure y después de un rato de andar en la oscuridad en silencio volvió al tema, y en tono mucho más serio le dijo al mago: –. ¿Que te parece El Gnomo?
* Podría ser, pero ¿no crees que aquellos eran demasiado pintorescos? Y nuestro bote es blanco, contando remos y vela.
* Cierto, y tampoco quedaría Hombre Pájaro o ¿cómo decían? ¡Ah ya! El Alónido– contestó melancólicamente Fure.
* Bien – dijo Fa –, ya pensaremos en algo, además creo que no es un bote común el que nos facilitaron en ese lugar – volviendo después a su meditación.

La tormenta arreciaba y el bote seguramente no resistiría mucho sin la magia en aquel embravecido mar, sin embargo los vientos eran favorables y el mago tenía la esperanza de aventajar a las moltabias en aquella ocasión, cuatro días navegaron rumbo al sur en una semioscuridad durante el día y totalmente ciegos durante la noche.

Por fin llegaron a una isla al quinto día, procurarse víveres, por primera vez no fue su primer pensamiento pues los alimentos de los Gnomos aún eran suficientes para muchos días más, así que buscaron un refugio en aquella isla de aspecto tropical, las palmeras que encontraron allí nunca antes las habían visto, eran altísimas y formaban una espesura tal que la lluvia apenas penetraba en algunas zonas de la selva y en otras no se percibía sino el sonido de la tormenta, aquel lugar rebosaba de vida, los animales se movían por todas partes y hacían multitud de extraños ruidos que los fascinaban y atemorizaban. La marcha no duró mucho tiempo pues encontraron una vereda antes del anochecer, la vereda era difícil de seguir ya que se retorcía constantemente y en algunos sitios desaparecía por completo, entonces decidieron descansar, el mago encendió un fuego y calentaron un poco de agua, el mago mezcló unas hojas con el agua y la bebieron.

* Evitará la pulmonía – le dijo el mago a Fure al ver que rechazaba el té con un ademán de asco, y en realidad al mago tampoco le gustaba el amargo sabor de la medicina.

La vereda los guió hasta un poblado junto a la costa oriental, la bahía resultaba exquisitamente hermosa bajo la luz rojiza del atardecer, cinco grandes barcos estaban anclados y un gran número de pequeñas barcazas bordeaban el puerto.

* Un gran puerto – comento Fure maravillado, pues en Armesis solo tres puertos podían compararse con este, y ninguno de ellos podían compararse en belleza.

Sin embargo en Toldar este era un pequeño puerto, el más importante sí de la Isla de Las Palmas, pero en Sinaball la isla más importante del reino, estaban los puertos más grandes y hermosos de todo Ar, El Puerto de Rey, Puente Nuevo y Bahía Azul, sin contar a Toldar claro está que se encuentra en el continente y era la capital del reino antes de que el rey Comen el Peregrino hijo de Tanisur el Conquistador la trasladara a Sinaball la isla central para poder gobernar todas las islas del sudeste de Ar.

El puerto al que llegaron tenía un nombre antiguo y los toldaritas creían que siempre lo había tenido y pocos conocían ya su significado Earch – Lovan o Tabernáculo de los Mares, por lo que la mayor parte de los hombres le llamaban simplemente Furlovan.

Bajaron la pequeña loma en la que se encontraban para buscar alojamiento, dormir bajo techo suponía una gran mejora, después de los muchos días que llevaban viajando y durmiendo bajo la lluvia durmiendo a la intemperie o bajo la manta de la barcaza.

El primer problema surgió cuando las escasas monedas que les restaban fueron rechazadas en el mesón.

* ¡Jorash!, vee Furlovan toca sion tu Toldar vijo dem – dijo el hospedero al ver su dinero y les miro con desconfianza – extranjeros, sólo dinero Toldar – añadió con un marcado acento como si le costara trabajo pronunciar las palabras.

Fure miró al mago con interrogación, el mago le hizo una seña para salir de allí, no una seña de peligro tan solo quería formular una estrategia fuera de allí. Mientras salían varios pares de ojos les seguían con suspicacia.

* ¿De qué se trata? – preguntó Fure mientras se cubría con la capa.
* Deben hablar otro idioma, creo que jorash no debe significar nada agradable – le contestó el mago.
* Nunca había oído otro idioma además del antiguo que tu y mi padre hablan – Fure se preocupaba más cada momento que trataba de vislumbrar los problemas que tendrían para conseguir la información que buscaban
* Nunca viajaste fuera de Armesis – advirtió el mago buscando una solución para su predicación, sin dinero y sobre todo sin idioma, estaban casi desvalidos en aquél lugar.
* Viajamos al este y al norte, lo más lejos que jamás nadie a contado en casa – Fure aún preocupado recordó algo que era más importante y sin dejar que Fa respondiera agregó subiendo la voz – ¡¿Las moltabias?!
* Se acercan – dijo el mago sorprendido, buscó inmediatamente en su alforja un pequeño paquete, mientras Fure adivinando sus intenciones observó la calle vigilando que estuviera vacía.
* Cooba ent tuhh, cooba ent tuhh, ca–esh solam – dijo en voz baja el mago cerrando los ojos mientras lanzaba hacia arriba un fino polvo color naranja.
* ¿Dará resultado? – preguntó Fure mientras veía ya sin curiosidad el fuego en los brazos del mago, un fuego que la lluvia no podía apagar.
* ¿No lo sé? – dijo el mago ocultando los brazos bajo la capa.
* Debe haber un lugar sagrado o maldito en algún lugar.
* Lo sé, lo sé – dijo el mago tratando de recordar algo que sin embargo se le escapaba, alzó su mano para hacer callar a Fure y se concentró en ello, mas no conseguía encontrarlo.

Buscaron otro mesón, y después de algunas calles encontraron el “Tam Fuscam” el mago le pidió las monedas a Fure y después de formular un par de hechizos le dijo a Fure

* Comienza a doler pero creo que aún tardara en hacerse insoportable, mira – le dijo señalando el letrero que anunciaba el mesón – seré tu traductor “El Tiburón”.

Fure comprendió ambos hechizos cuando más adelante las monedas eran bien recibidas por el tabernero y hostelero, un mocetón de unos cuarenta años de larga cabellera atada en una curiosa coleta, como pronto dedujo que se usaba comúnmente por aquellas tierras, el corpulento y sinceramente feo anfitrión les ofreció unas bebidas que al parecer al mago había aceptado, pues aunque entendía perfectamente lo que el mago hablaba no podía en cambio entender una palabra de lo que el otro hablaba, cuando se retiró de la mesa muy poco apurado pues la taberna casi estaba vacía, Fure interpeló al mago
* ¿El hechizo?
* Si – contestó lacónicamente el mago.
* ¿y bien?
* Esperaré a que vuelva para interrogarlo, pero por lo que dijo parece que aún es temprano más tarde la taberna se abarrota, algo está pasando, parece que alguien visitará el puerto.

Fure miró al mago inquisitivamente, y Fa comprendió que temía que se tratara nuevamente de que esperaran su llegada.
* No creo que se trate de mí, creo que es alguno de su gobierno; nos traerá un poco de cerveza y ya tenemos alojamiento.
* Dime Fa ¿porqué no le preguntas si habla común, la lengua que oímos en la otra hostería?
* Creo que lo haré, más tarde.
* Si, lo entiendo – dijo Fure pensativo
* No te preocupes intentaré que los diálogos te suenen comprensibles repitiendo algo de lo que los demás hablen, así no quedarás fuera y me ayudarás a averiguar lo que necesitamos.
* Necesitamos unos caballos, no he visto uno en el pueblo.
* Quizá no haya.
* Quizá – repitió Fure, y pensándolo un poco añadió – no lo preguntes directamente, tal vez no quieren a los caballos ni tampoco a quienes pregunten por ellos.
* Tienes razón – afirmó el mago.

El tabernero, que se llamaba Rosquetal o “simplemente Ros” como le dijo al mago, les llevó personalmente las jarras de metal, rebosantes, y recomendó una bien servida cena, pero el mago pensó un poco en su economía, ya no había monedas que convertir.
 
* Sólo las cervezas por ahora – le dijo sonriendo al tabernero.

Fure que comprendió inmediatamente se le hizo agua la boca con el aroma que surgía de la cocina detrás de la barra.

* Es el mejor puerto de esta isla.

Ros respondió lleno de orgullo una serie de palabras seguramente exageradas y rimbombantes, pero el mago repitió sólo una.

* Furlovan
* Ya lo habíamos oído antes – le dijo Fure al mago y Ros se le quedó mirando un momento después interrogó al mago.
* ¡Oh! venimos  de más allá del mar del desierto, él no habla vuestro idioma – dijo señalando a Fure – y ha dicho que no conocía este nombre, a propósito no habla usted el común del sur.

Ros sonrió y mostró su dentadura aún completa y bien formada, de la que sin duda también se sentía orgulloso, dijo algunas palabras y también un par de preguntas, sin duda el mago no podría hacerle captar todo ha Fure, pero Fure colegió por sus respuestas y sobre todo por la seña que hacía el mago que había obtenido un dato muy importante.

* Sin duda – contestó el mago – el trayecto fue muy difícil y nuestro mapa es antiguo, Earch – Volán – aquí el mago hizo su seña – es precisamente el nombre que conocía mi amigo Fure, Furlován de Boca del Río es seguramente el puerto más hermoso que ha visto.
* Tenlo por seguro – dijo Fure
* Lo ve, pero dígame buen hombre ¿Quién es ese personaje del que me hablaba?, ¿Vendrá quizás a algún templo?

Las palabras incoherentes del huésped le hicieron dar un respingo al mago y después un mohín casi imperceptible dirigido sólo a Fure

* Así que llega el rey, ¡grandioso!, pero no hay templos tan importantes en Furlován, vaya entonces seguramente vendrá a visitar al gobernador.

Ros contestó con unas cuantas palabras entre gruñidos, pero al ver llegar nuevos clientes su rostro mostró nuevamente su orgullosa sonrisa, y disculpándose u ofreciendo algo más se marchó.

* ¡Por la botas de mi padre!
* !Exacto! – respondió el mago – pero lo último que dijo fue lo más importante– el mago hizo una pausa y bajo el tono de voz – Sus consejeros, sacerdotes o algo así, lo han conminado a venir a combatir al ialabia de Furlován pues se ha despertado.
* ¡Por las…
* ¡Exacto!, exacto – le interrumpió el mago.


6
Los hechizos le atormentaban, nacían en él como brotes de enredaderas, otros le caían encima como rocas en avalancha, otros más se clavaban como flechas encendidas, pero todos sin excepción se aferraban a él de tal forma que era imposible librarse de ellos como no fuese invocándolos.

 La Gran Roca Blanca resplandecía bajo el sol ardiente del desierto, Barum en su magnificencia. Parecía que él tan solo alejaba las nubes tormentosas que se cernían sobre el mundo. La Gran Roca de pronto, se convertía en una montaña alzándose hacia Barum en medio de un terremoto dejando caer enormes rocas en su escalda.
Fa comenzó a andar en derredor sabía inconscientemente que debía llegar a la cima mas ¿qué encontraría allí? No lo sabía.
Caminaba días enteros con sus noches, sin descanso, mientras las nubes se acercaban, cercando la montaña, dejándole como un último reducto por el que Barum y Baris consecutivamente alumbraban Ar.
En un momento en el que el mago se detenía a descansar la lluvia lo alcanzó pero no era ésta una lluvia normal, el agua no era tal, puesto que absorbía la luz como alimentándose de ella, negro y viscoso era ese líquido, como si lloviera brea, al mago le producía asco y temor; tratando de evitar su contacto se acercó al muro que constituía la montaña, impidiéndole alejarse de la tormenta, más y más se acercaban las horripilantes gotas de la tormenta maldita y cuando las primeras gotas negras humedecieron sus pies la arena empezó a hundirse bajo ellos.
El mago sintió como si estuviera dentro de un gigantesco reloj de arena, los incontables gránulos del desierto lo sofocaban y halaban hacia abajo entorpeciendo todos sus esfuerzos para salir nuevamente a la superficie.
Como si en realidad hubiese estado preso en aquel inmenso reloj  el mago sintió cruzar la angostura para caer al vacío, un vacío oscuro y sin fondo.
Allí en la oscuridad cayendo hacia la nada llegaron ellas, las luces le envolvieron girando alrededor como pequeñas estrellas. Los giros, más que la caída, producían vértigo e intentó cerrar sus ojos mas cuando lo logró sintió girar él mismo en un vertiginoso remolino como atrapado dentro de un tornado. Abrió nuevamente los ojos y en lugar de estrellas distinguió rostros distorsionados y sin cuerpos que les sostuvieran, que seguían girando a su alrededor, tuvo miedo de cerrar los ojos otra vez y solo atinó a encogerse pero entonces se dio cuenta que ya no caía más, estaba en un camino la oscuridad le envolvía pero sabía que a su lado había alguien, miró al cielo y pudo ver las estrellas brillar nuevamente, una alas surcaban la bóveda celeste, alas blancas o plateadas que reflejaban la luz de Baris, de alguna forma sabía que las conocía pero no acertaba a distinguir cuando o como les había conocido ¿qué eran aquellas alas? Bajo entonces su vista y miró un mar y en el medio una isla, alguien le saludaba desde la isla estaba muy lejos pero él o ello le sonreía, lo sabía, miró hacia abajo y vio miles de hermosos peces que nadaban junto a él, pero fijando la vista veía que no eran peces sino hombres buceando, de vez en cuando uno de ellos le miraba y le apremiaba a seguir adelante. Una voz a lo lejos mencionaba una palabra que no lograba entender. Comenzaba entonces a nadar pero unas enormes garras le elevaban, un enorme dragón rojo lo miró un instante y le dijo “debéis seguir adelante, nosotros lucharemos esta batalla” el dragón lo depositó en tierra para después lanzarse a la batalla que se vislumbraba en lontananza.
Entonces ya no estaba en la costa sino en medio del bosque, su brazo estaba metido en un hoyo en el suelo, el hoyo era una trampa, que le sujetó el brazo como queriéndolo arrancar desde el hombro, el hoyo se convirtió entonces en un foso y en el fondo brillaba un objeto, él quiso tomarlo pero una sombra la envolvió y se la llevó de allí sin que él pudiera impedirlo, mientras veía como se alejaba en el horizonte estaba amaneciendo.


El camino hacia la cima estuvo plagado de noticias sobre el rey y sus guerreros, marinos todos, de considerable fuerza y destreza, que habían mantenido el orden en tierra, los últimos tiempos, en las Fronteras con Hogmar. La lluvia no cesaba, y según comentaban algunos de los mercenarios que ascendían con ellos también, el continente también tenía el cielo encapotado.

El monte Korman amenazaba con deslavarse constantemente, las caídas fueron muchas. El frío era tan fuerte que los habitantes juraban nunca antes haberle sentido así y comenzaba a congelar los corazones de los fervorosos isleños, que a poco fueron rezagando y diseminándose por el camino, solo los soldados de rey mantuvieron el paso aunque no sin un denodado esfuerzo, los soldados y dos más.

¿Porqué viajaba el rey a la isla más lejana al norte de su reino por el rumor del despertar de una “Ala del mar”, una ialabia? Eso es lo que el mago deseaba saber.

Caminaba lentamente sosteniéndose en la vara que había cortado al comenzar la jornada y sin embargo volvió a caer, el lodo se hacia a cada momento más resbaladizo como si no fuese suficiente con la pendiente, “la odio” decidió, nunca había conocido la selva de éste modo, en Armesis apenas había cabalgado sobre las tierras del oeste, y de la isla de las brujas sólo conoció la costa sin embargo aquello no se podía comparar con la profusión de plantas que aquí se agolpaban, palmas, helechos y enredaderas se mezclaban con los altos árboles y la multitud de insectos que pululaban a pesar de la lluvia, ¿Cómo conocían el camino los hombres del rey o el rey mismo? Eso era lo que Fure deseaba saber.

Al fin llegaron a un claro, cerca de la cima, el capitán dio una orden.

* Un pequeño descanso – afirmó el mago

Fure pudo observar como el cansancio era substituido por aprehensión, los soldados revisaban sus armas y cotas con minuciosidad pero constantemente lanzaban furtivas miradas hacia la cima, desencajando el rostro antes de continuar la revisión. También llegaron algunos de los mercenarios que esperaban un buen pago por la muerte del ialabia. Y cuando empezaron a llegar los isleños el pequeño ejército se aprestaba para continuar la marcha.

Cuando llegaron al lugar Fa supo inmediatamente que habría un gran problema, la entrada de la cueva tenía la misma forma que la que encontró en la isla de las brujas.

¿Qué le habían dicho, no entres o entrar es peligroso? De cualquier forma no había alternativa.

Fure se mantuvo a su lado en todo momento, nada más entrar y los escalofríos comenzaron, algo maligno le afectaba entre las sombras de la caverna.

* Dame tu carcaj – le dijo a Fure.

Fure no estaba seguro de lo que hacía el mago pero en ese momento el forka apareció, los gritos de los soldados eran de agonía y se confundía con los de rabia de los mercenarios y los de terror de los isleños.

El forka hacía estragos entre los hombres del rey, y las antorchas se comenzaron a apagar, unos cuantos luchaban todavía pero nada parecía herir a aquel monstruo, la mayor parte de las flechas le atravesaban como si fuese de humo, las espadas rebotaban como contra una roca, y el fuego se apagaba al instante de tocarle.

El capitán herido cayó junto a Fure que no intervenía en la reyerta, en el rostro de Fure se notaba impaciencia y furia, eso le gustó sinceramente.

El mago tosía y a cada momento perdía la concentración pero al final pudo completar las marcas de las flechas, esparció unos polvos de color negro sobre las puntas y entregó la aljaba a Fure.

* Dispara a la unión del...– el cansancio, la alergia, el humo y el doloroso fuego le estaban venciendo, se obligó a terminar la frase antes de perder el sentido – del ala derecha justo cuando la tenga a la altura de su cabeza.
* ¡Fa, ¿Qué te sucede?! – gritó desconcertado Fure, pero comprendió que si no derrotaba al forka no habría nada que hacer.
Se giró y tensó el arco esperando su oportunidad

Un golpe secó derribó al soldado, que estaba junto al rey, que retrocedió con una mueca de dolor, el forka pareció solidarizarse en un momento, y levanto las alas para azotar al rey contra la pared de roca.

El grito de dolor cimbró la cueva, algunas rocas cayeron junto a Fure, pero sabía que había dado en el blanco aunque todas las antorchas se habían apagado en el instante del contacto, el mago tosió detrás de él, Fure se volvió para ayudar al mago, pero el mago le empujó diciéndole en medio de un estertor.

* No ha muerto... abre paso – dijo lanzando un grito señalando el lugar donde había sido herido el forka.

La oscuridad retrocedió, una luz azul despedíase desde una estalactita, en el centro, y los brazos del mago iluminaban la espalda de Fure, la sombra se levantaba en aquel instante Fure tensó nuevamente el arco. La flecha surcó el espació entre los dos y traspasó al forka rebotando en el fondo.

De frente el forka avanzó en pos de su enemigo, Fure solo contaba con un tiro más.

El mercenario que ayudaba al rey a levantarse entendió por fin lo que el rey quería decirle, con la voz silbante, signo de una mala herida. Levantó su lanza y la arrojó con fuerza a la ialabia.

El forka recibió el golpe en la nuca, el arma no le traspasó, su magia estaba debilitada, giró su cuerpo solo un poco para mirar al lancero pero ya no pudo continuar su ataque, la tercera flecha de Fure terminó con la batalla.

7
Un sinnúmero de hechizos se agolparon en su mente, como si alguien los hubiese dejado caer sobre él en cascada, nuevos poderes mágicos, y el control sobre todo el control.

El sueño llegó después de la magia, se repetía casi parte por parte, la gran roca blanca, el cielo nublado, la lluvia, el desierto, después la caída, las estrellas los rostros, todo volvía, y Fa lo empezaba a reconocer, los hombres pájaro, la sonrisa en la isla era del gnomo, pero no había visto jamás a un hombre pez, bueno al menos no le sorprendería tanto encontrarse con uno, y la voz; más atrás era más sencillo, los dragones y el hoyo, el foso del dragón aguja.

El sueño llegó esta vez más lejos hasta unas hermosas luces que lo llenaban de paz y de alegría, ahora si que las reconocía eran hadas...

* Fa, ¿Estás bien?

El rostro de Fure  se dibujo en medio de la penumbra.
* Debemos prepararnos – dijo con esfuerzo Fa el mago.
* Debes primero ayudar al rey, está muriendo.
* Llévame con él.

Fure fue ayudado por unos guardias, estaban todavía junto a la cueva, el rey no resistiría mucho, el pecho estaba desgarrado casi de lado a lado, estaba blanco por la pérdida de sangre, y en los ojos podía distinguirse la agonía de la muerte.

* Mi aljaba – pidió el mago sin dejar de mirar al rey, aunque el mismo no podía sostenerse solo.

El bolso le fue entregado. Y buscó un par de hierbajos muy secos, sacó también un pequeño frasco de cristal que contenía un líquido rojo sangre.

* Bebed majestad – le dijo el mago sosteniendo el frasco junto a sus labios. El rey pudo responder, aún no había perdido el conocimiento.

* Bien eso nos dará tiempo – dijo el mago en voz alta para que Fure pusiera atención, hizo un par de señas indicando la entrada de la cueva. Fure no podía creerlo, según el mago venían en camino otros cinco forkas, jamás les vencerían – poned un poco de agua a calentar y haced un poco de té con éstas – dijo Fa entregando a uno de los hombres del rey las hierbas que había sacado de su aljaba.

Señaló a Fure un rincón alejado para que lo llevara allí. El olmo era alto y frondoso, la sombra era excelente, pero Fa tenía muchos asuntos en que pensar, otro acceso de tos le atacó, y poco falto para que perdiera otra vez el conocimiento.

* Fure – le dijo, manipulando la magia para que sólo él lo entendiera – debemos apresurarnos, dame tus flechas terminaré de encantarlas – Fure le entregó las flechas, de forma que los hombres del rey no lo advirtieran – mientras terminó de vendar al rey, no sé si vivirá pero la bebida que le dí lo mantendrá por lo menos el resto del día, escu...

Fa intentaba pensar a toda prisa pero la tos se hacía cada vez peor, debía ser el aire o la magia de la cueva, “primero lo primero” se dijo así mismo.

* Escucha bien, mientras ayudo al rey ve cuantos hombres puedes utilizar aún, debes sobre todo impedir que entren en la cueva, yo no sé cuanto tiempo pueda mantenerme despierto, así que utiliza tus armas con discreción, recuerda en un costado en la unión del cuerpo con las alas, será más sencillo si están sólidos, pero aún siendo sombras se les puede herir indícaselo a los hombres cuando luchen, ¡anda ve!, yo debo curarme lo antes posible.

Los forkas llegaron al atardecer, los hombres ya estaban preparados, muchos habían huido, otros estaban mal heridos, solo doce enfrentaron a las sombras, pero el mago ya estaba despierto otra vez, y los accesos de tos habían desaparecido, el rey había sido llevado a un paraje cercano con tres guardias y los heridos que podían caminar.

Las ialabias no vieron el desorden en la entrada de la cueva así que descendieron al parecer sin mucho cuidado.

Once flechas salieron disparadas al unísono, y dos forkas cayeron sin más, otro fue herido y su grito nuevamente cimbró la montaña, los dos que quedaron ilesos remontaban ya el vuelo cuando los brazos del mago se incendiaron nuevamente, un grito de dolor acompañó al mago que se revolcaba lejos de la entrada de la cueva, y una red de plata descendió sobre las sombras del mal.

* ¡Tirad de nuevo! – gritó Fure, y aunque no todos entendieron sus palabras, si vieron su movimiento de tensar el arco, y todos usaron su segunda flecha encantada.

Las sombras del mal no lo fueron más, dos enormes cuerpos cayeron pesadamente al suelo, levantando una inmensa nube de polvo. Fure reconoció la muerte de los forkas, aunque no pudo descubrir cuales flechas los habían abatido. Corrió hacia ellos y con una espada que pidió a uno de los soldados cortó la garra que sostenía el espolón del dragón aguja.

8

La magia inundó la mente de Fa, el poder era inmenso aún podía sentir sus brazos ardiendo, palabras arcanas eran asimiladas sin darse apenas cuenta, símbolos mágicos surgían de la nada y de pronto todo se detuvo.
La roca blanca, la montaña del desierto y una caminata bajo el brillo abrasador de Barum, más ¿cómo podría subir allá, a la montaña? Las gotas viscosas casi tocaban sus ropas, y entonces el suelo se hundía; nada más caer sofocándose, entonces las luces aparecieron, luces que eran hadas, Fa lo sabía; giros y giros, convirtiendose en rostros que de alguna forma le eran conocidos, pero que nunca había visto.
Las alas en el cielo, los dragones y los Forkas luchando en lontananza.

Después apareció en un lago, un lago que se convirtió en un mar y a lo lejos vió una isla, Fae flotaba a la deriba, y los hombres pez lo saludaban y reían con él, había risas, risas en el mar, el mar que ya no le gustaba tanto. Vientos violentos traían nubes tormentosas desde mar adentro.
“¡El oráculo!” oyó decir claramente a la voz distante.
Vió en el horizonte las sombras que venían al mar, sombras del mal.
Poco después el cielo se aclaró y bajo él apareció el hoyo negro, y en el hoyo la aguja del dragón, el espolón, ¡el talismán! lo llamaba desde abajo, Fa, Fa...

* ¡Fa!, ¡Fa!, despierta, tienes que ver esto – Fure lo sacudía.
* La aguja del dragón – susurró Fa, repitiendo el sueño.
* ¡¿Qué?! ¿Cómo lo sabes?
* ¿Saber qué?¿De qué hablas muchacho?
* De que ha de ser, abre los ojos y mira – dijo Fure con la emoción a flor de piel.

En la entrada de la cueva se encontraba una bestia negra, toda oscura, derramaba un líquido viscoso negro también, por un costado, donde dos flechas se le hundían hasta la base. Parecía tener pelo, pero si hubiera estado más cerca hubiera notado que eran espinas, las espinas le cubrían el cuerpo a excepción de las alas, éstas nacían en su espalda y eran gruesas y con cierta semejanza a las alas de dragón. El forka sostenía una gran daga en uno de los cuatro brazos, una horrible maza al parecer hecha de huesos en otro de ellos, una espada dentada y gigantesca, al cuarto brazo le faltaba la garra, había sido cortada de tajo, y sus largas y gruesas piernas terminaban en un par de amenazadoras garras no aptas para caminar.

La mano de Fure sostenía un objeto blanco, alargado, en forma de aguijón, tan largo como su brazo, ¡la aguja del dragón!

Fure entregó el aguijón al mago, el mago que no se podía mover, tan solo abrió su crispada mano. Al entregar el talismán al mago agonizante fue testigo junto con los otros arqueros de su transformación.

Fae–lair el mago sonrió, el fuego que lo atormentaba, la sofocación, y el cansancio desaparecieron; el mago había rejuvenecido por lo menos diez años.

Se levantó como después de un largo descanso, estirando los brazos a los costados y arqueando la espalda. Mientras Fure le explicaba.
* Los demás se desmoronaron como si fueran polvo fino, ahí y allá se pueden ver los montones de tierra negra – y en verdad había dos pares de grandes montículos de polvo negro –  pero aquel que ves en la entrada de la cueva, sostenía el aguijón que ahora tu sostienes – Fure calló un instante, como para tomar aliento, pero el mago descubrió en sus ojos que en realidad lo que necesitaba era valor y serenidad para continuar – no quisiera decirlo pero durante un largo rato no pude acercarme, parece más terrible muerto que cuando vivía, cuando por fin conseguí acercarme pude ver que las espinas que tienen en lugar de pelo estaban cubiertas per un aceite apestoso que por su aspecto debe ser venenoso, corte lo más rápido posible esa asquerosa garra y bien ya tienes el objeto que querías, recorrimos el mundo entero, ¡pero al final hemos obtenido la victoria!

Fa le miró con una mezcla antagónica de tristeza y alegría, y respondió también con certidumbre.
* La victoria muchacho, la victoria está muy lejos...


TOLDAR
1

La alegría de Fure se apagó como las antorchas de la cueva, solo quedó el temor y la incertidumbre, contrarias a la decisión y seguridad que ahora mostraba el mago.
* Debemos ayudar al rey – comentó Fae, sin molestarse en recuperar su mochila, caminó el corto trecho que le separaba del rey, tomando el aguijón como si fuera un cayado.

Al llegar al claro el rey agonizaba, sin embargo no había perdido el conocimiento. Varios hombres cabizbajos le aguardaban, el mago señaló una roca a Fure, éste la cargó hasta colocarla junto al rey, Fure se sorprendió al ver un cuervo parado sobre una rama cerca de la cabeza del rey.
* Rey sé que me escuchas – dijo el mago mientras colocaba un par de pequeñas piedras junto a la roca que había traído Fure, los hombres intrigados no perdían detalle, pero el mago los miró lentamente de izquierda a derecha, como por arte de magia los hombres del rey se apartaron, con cierto temor, en los ojos del mago había un brillo de poder.
* Puedo ayudarte – le susurró, haciendo trazos sobre la tierra entre las tres piedras, tomando la mano del rey la colocó entre las piedras, pocos hombres veían lo que ocurría y nadie además del rey podía oír lo que el mago decía. El atardecer había terminado la oscuridad se cernía sobre ellos, pocas estrellas se asomaron esa noche entre las nubes que llegaban del oeste. Muy cerca del rey el mago volvió a susurrar pero ahora tan bajo que él mismo apenas escucho sus palabras.
* Pero necesito tu promesa, si la piedra a la izquierda se mueve aceptas, si se mueve la de la derecha me rechazas.
La mano del rey no se movió, sin embargo la piedra izquierda dio un giro completo.
* Bien – dijo el mago en voz alta, tomó la mano del rey y la colocó sobre la roca, trazó después otros símbolos alrededor de la roca, cinco en total y se acerca nuevamente al oído del rey.

* Cuando cumplas con los cinco símbolos serás libre. – dijo el mago con firmeza – el primero es la libertad para mi amigo y para mí.
Un símbolo se borró junto al pulgar, y el mago trazó con ceniza un par de líneas sobre el pecho del rey.

* El segundo es la paz y alianza con Hogmar – el segundo símbolo tardaba mucho más tiempo en desaparecer, así que el mago se arriesgó más diciendo – lo necesitarás pronto señor, para sobrevivir. – el símbolo por fin se borró.
Más ceniza cayó sobre el pecho del rey.
 
* El tercero es la alianza con los demás reinos de este lado del cañón, una alianza verdadera, pues la muerte y la desolación viene desde el otro lado del cañón. –  el símbolo desapareció, pero lentamente. El mago supo que el tiempo se le estaba acabando al rey.
Un trazo de ceniza volvió a caer y la runa se completó.

* El  cuarto es mi regalo, tu salud.

El cuarto símbolo desapareció, el rey aceptó rápidamente este símbolo, y mágicamente como los anteriores, desapareció. En cuanto pudo distinguir en la oscuridad de la noche, que el símbolo había desaparecido, el mago soplo sobre la runa trazada con ceniza sobre el pecho del rey, intercalando la pronunciación de ciertas palabras arcanas, que Fure creyó distinguir con acento dragonil.
* Quenta-al iforktulen bolringem- em-eb tersahnc

Los ojos del rey se abrieron y la vida aparecía de nuevo en ellos, la vida que casi había escapado.

* El último –dijo el mago sonriendo, pues claramente se veía que el rey se había salvado, y haciendo un movimiento con su dedo meñique frente a los ojos del rey – es tu ayuda en caso de que cualquiera de nosotros dos volviera.
El quito símbolo desapareció rápidamente, pero el semblante del rey estaba serio, más serio de lo que debía estar después de haberse salvado de una muerte segura.
El rey sanaría anunció el mago, pero no debían moverlo hasta el día siguiente, en un ciclo estaría completamente reestablecido y dispuesto a entrar en batalla otra vez, todos sonrieron y alguno vitoreó a lo lejos, pero solo el rey comprendió el verdadero significado de esas palabras.


El bote fue remolcado a través de las islas, mientras Fure y el mago viajaban a bordo del barco insignia.
Durante el viaje Fure platicaba mucho, a veces con el mago y otras, la mayoría del tiempo, con el capitán herido en la batalla con el primer forka. El capitán, que se llamaba Sirtalar, le hablaba en un lenguaje del sur del continente que se diferenciaba poco de otro conocido por Fure, también sureño pero al oeste del Cañón de Mirro. Un lenguaje común.
Hablaron de sus aventuras de los monstruos marinos, y de los hombres pájaro, con todo esto a Fure se le olvidaba de vez en cuando que viajaba en barco, y los barcos naufragaban.

Todos a bordo eran marineros expertos, algo que no pasó desapercibido a los viajeros, aunque no tenían muchos conocimientos sobre el tema, podían ver que todo el trabajo se hacía rápidamente y con gran coordinación a pesar de las escasas órdenes impartidas por el capitán del barco, el rey mejoraba notablemente y cuando desembarcaron dos días después, estaba completamente fuera de peligro.

Desde el barco el mago y su compañero pudieron observar un espectáculo impresionante, el muelle albergaba más barcos de los que habían visto en todo su vida, había barcos pesqueros, pequeños botes de pasajeros, y grandes buques de guerra, en total, estimó el mago, serían más de trescientas embarcaciones y todas parecían rápidas y resistentes, sin embargo eso no era lo más impresionante de Puerto del Rey, la ciudad más importante de Sinaball, lo que los tenía extasiados era el tamaño de la ciudad; situada en una bahía con dos grandes colinas coronándola, se extendía más allá de ellas, en la cima de la mayor se podía observar un esplendoroso castillo de piedra blanca, que con los reflejos del atardecer parecía de oro.
* Bienvenidos a Puerto del Rey, la capital de Toldar – les dijo con orgullo no disimulado el capitán Sirtalar.

Los instalaron en una habitación dentro del palacio, Fure se preguntó si la capital de Armesis alguna vez tuvo ese mismo esplendor, todo dentro del palacio era absolutamente hermoso, jardines, pasillos, esculturas, cortinajes; hasta los vestidos, que aunque los consideraba extravagantes no podía negar que eran bellísimos.

* Fa  – le llamó Fure desde el otro lado de la puerta, la alcobas aunque colindaban, tenían las respectivas puertas a bastante distancia – ¡Fa! – llamó nuevamente Fure.
* Voy, voy – respondió una voz pastosa dentro de la habitación.

Al abrir la puerta Fa se encontró con un Fure, preocupado, impaciente.
* Pasa de una vez explícame que te pasa – le dijo el mago mientras hacía un exagerado gesto con el brazo izquierdo invitándolo a pasar.
Fure le miró un instante antes de responder, no sabía exactamente por que habían aceptado la invitación del rey, ni porque el mago que decía tener tanta prisa se detenía en su camino, el bosque de las hadas estaba muy, muy lejos de donde se encontraban, y sobre todo el mago parecía complacido con el viaje y la estancia en la capital de Toldar. Por fin después de unos lagos segundos se decidió a pasar, empezaría por la política, de seguro Fae se encargaría de llegar al punto que más le interesaba “...la victoria está muy lejos”.
* He escuchado algunas cosas desde que llegamos.– dijo mientras entraba en la alcoba de Fae.
* Bien, seguramente sobre los motivos de invitarnos – dijo el mago creyendo adivinar la inquietud de su amigo.
* En realidad no, se trata del reino, – Fure se detuvo un momento para ver la reacción del mago ante el comentario, y al no ver nada en su rostro continuó – Toldar está dividido en varias fracciones de poder, una de ellas son los adivinos, o algo por el estilo, y parece ser que fueron ellos los que instaron la partida del rey hacia la isla del forka o ialabia como ellos le llamaban, – ahora el mago de verdad parecía interesado, solo que Fure no podía distinguir que parte fue la que le llamó la atención – algunos creen, de acuerdo con lo que escuché, que los adivinos prepararon la muerte del rey o por lo menos la esperaban, y nosotros nos interpusimos en su camino.
Fa pensó un momento en lo que Fure estaba diciendo,
* ¿Cuáles son las otras fracciones? – preguntó, tratando de imaginar la forma de que sus planes se cumplieran.
* No estoy muy seguro, pero creo que hay dos fracciones militares y una aristocrática.
* Creo entenderlo Fure, pero cuéntame más.
* Hay militares extremistas y moderados, los aristócratas son reaccionarios y los adivinos simplemente controlan a la población. – Fure en realidad no terminaba de comprender las reacciones del mago, sin embargo confiaba en que pronto saldrían nuevamente hacia el oeste.


2

La comida era excelente, en el salón solo estaban ellos dos, sin contar al servicio que esperaba instrucción cerca de la puerta donde entraban los platillos, y dos más en el lado contrario del salón, donde había un gran portón doble ricamente tallado.
Los dos amigos almorzaron gustosos, aunque el sabor era diferente al acostumbrado, el aroma y la delicadeza de los diferentes guisos que les ofrecieron en verdad les encantaron.
Platicaron poco durante el desayuno, casi siempre sobre los alimentos que tenían delante y no habían disfrutado muchas veces en toda su vida.
Al terminar vieron abrirse las puertas para dejar paso a un mensajero, el rey los esperaba en sus habitaciones.
Llegaron a través de largos y elegantes pasillos, adornados con fastuosos tapices y esculturas talladas en mármol rosa, a un salón de recepciones que pertenecía a las habitaciones reales, el rey estaba sentado en un trono pequeño y cómodo, seguramente diferente al trono del salón de audiencias principal.

El rey parecía fatigado, pero de las graves heridas sólo quedaba esa huella. Rebulló en su asiento antes de hablar, como si se sintiera más incómodo de lo que parecía.
* Mago, tienes tu libertad, hasta los confines de mi reino. –junto al rey se movió un personaje envuelto en una túnica azul, de larga barba blanca, sin duda un consejero.
* Es muy amable su majestad.
El rey sonrió. Y su sonrisa fue terrible.
* No hay nada como un curandero que cobra sus favores.
* Su majestad se equivoca – dijo Fa poco entrenado en cuestiones de protocolo. Los guardias que se encontraban detrás del rey sacaron sus espadas. Pero el rey levantó su mano derecha para detenerlos.
El mago se percató de su error pero no quiso corregirlo, pues el rey parecía enfadado pero por su mirada se vislumbraba también la curiosidad, la duda, el tormento de no saber cuales eran las reglas del juego en su propia casa.
* Esta bien curandero – dijo el rey conteniendo sus palabras – no se dirá que Tergar no es un rey magnánimo con quién le brinda su ayuda. Pero explica tus motivos, claramente.
* Lo intentaré. – el mago buscó las palabras con que el rey se convencería de sus razones – Un gran peligro vendrá del oeste, a través del cañón. Los reinos del otro lado están en guerra y lo más probable es que pierdan la batalla, sino es que ya han perdido.
El mago pudo ver por el rabillo del ojo que Fure se tensaba, él no sabía a que se refería el mago pero se despertó en su interior el temor por la suerte de su pueblo, y el mago lo adivinó.
* Hogmar, no está preparado para enfrentarlo, – continuó el mago – y sin duda caerá, sólo la unión de los pueblos del este puede detener la invasión, de lo contrario la caída del este será total.
El consejero del rey, llamado Alec et Minas, se acercó a su soberano, y le dijo algo al oído.
El rey Tergar levantó la mirada y después volvió a mirar al mago, meditó un segundo, el mago iba seguir con su monólogo pero el rey lo interrumpió.
* Espera Curandero, mandaré llamar a los seguidores de Railuhar, ellos nos ayudarán a confirmar tu relato.
El rey hizo una seña a los guardias del otro lado del salón, y uno de ellos abrió la puerta y ordenó llamar a los seguidores.
El silencio se estaba volviendo incomodo para los compañeros cuando la puerta se abrió nuevamente, los guardias hicieron un saludo con las alabardas, y después entró un joven vestido de rojo, por lo que pudieron adivinar era una clase de paje. El pequeño paje caminó hasta el centro del salón hizo una reverencia ante el rey, miró un instante a los dos personajes que tenían audiencia con el rey, después anunció en un tono educado pero orgulloso.
* Mi señora, viene en camino – de inmediato dio unos pasos hacia atrás, haciendo una nueva reverencia al rey.
“Protocolo” pensó Fa, y miró a Fure para encontrar una mirada de complicidad.
Momentos después entraron tres hermosas mujeres, ataviadas con largos mantos de seda blanca, la cintura ceñida por cinturones de piel adornados con oro y joyas, sus ropas contrastaban con todo lo que antes hubieran visto en Toldar Fure y el mago. Su paso era lento y seguro, miraban al frente pero parecían hacerlo mucho más allá de las paredes de la habitación, Fure las observaba extasiado, y el mago comprendía muy bien a su amigo. La exótica belleza resaltaba aún más impactante por su porte, orgulloso y al mismo tiempo dócil.

* Nos llamasteis mi soberano – dijo la dama que iba al frente y al centro. Su voz era como el sonido de campanas de cristal. Y también era la más hermosa.
Fure no podía mirar a otro lado, pero el mago pudo ver el respeto de todos los presentes, respeto rayano en adoración.
* ¡Hija mía! – dijo el rey, entre sorprendido y complacido.
* Buscas respuesta mi señor, – respondió la princesa, al parecer sin emoción – La Fuente está en calma.
Fure y el mago, no sabían que la princesa era sacerdotisa de Railuhar, tampoco que había pasado la noche en vela rezando por la salud de su padre, la falta de emoción en sus palabras se debía al protocolo y nada más, a excepción quizá del desacuerdo entre ambos antes de ver al rey partir hacia la isla.
Mislany, la princesa heredera de Toldar, no quería que su padre fuera a la isla, aunque la sacerdotisa que había en ella sabía que ese era el deseo de Railuhar, y nada podía hacer para cambiarlo, a excepción de ir ella en su lugar, pero su padre se opuso, y el rey no podía ser contradicho.
Así que los compañeros atribuyeron mal la respuesta de la princesa, a un distanciamiento filial en la familia real.
* Queremos mirar hacia el oeste – el rey miró a su consejero y después aguardó la respuesta de las seguidoras.
Las tres mujeres se consultaron con la mirada, cerraron los ojos y la princesa tomo las manos de ambas. Todos esperaron mientras Fure y el mago se miraban pero ninguno de los dos sabía que pasaba.
* Debemos ir todos a La Fuente – el rey y su consejero se sorprendieron, porque pocas veces había extraños en el recinto de La Fuente, incluyéndolos, el hecho de que la palabra “todos” se refiriera también al curandero y el arquero era un hecho sin precedentes en la historia de Toldar, así que el rey tuvo que confirmarlo.
* ¿Te refieres a que también irán estos extranjeros?
* Así lo desea Railuhar – fue la respuesta de la princesa, hizo una pequeña reverencia, salieron las tres del salón.


3

El recinto de La Fuente se encontraba, para sorpresa del mago, en una torre del ala oeste del castillo. Cuando entraron una gran vidriera dejaba pasar la luz de Barum, el motivo de la vidriera era una marina con un faro en cuya cumbre se encontraba el único cristal transparente, entre los azules y verdes que lo rodeaban, el efecto en realidad era mágico.
Las tres mujeres ahora estaban acompañadas por otras dos, formando un pentágono alrededor de la fuente circular, La Fuente, como le habían llamado medía dos cuerpos de diámetro, y la profundidad no sobrepasaba a los dos codos, el agua que contenía era cristalina, y en el fondo se podían distinguir pequeñas piedras de colores.
Todos guardaban silencio, las damas levantaron las manos, y cerraron los ojos, la hija del rey tenía un puño cerrado, empezaron a entonar un sacro cántico, y aunque los compañeros no entendían lo que decía descubrieron que el sólo oírlo les reconfortó y llenó de energía.
Pudieron ver que en medio del canto las aguas cristalinas se tornaron a los colores del arco iris, de uno a otro color a un ritmo lento pero claramente identificables.
Al final del canto el agua tornó al transparente. La sacerdotisa abrió los ojos y tendió el brazo al tiempo que abría el puño dejando caer tres pequeñas piedras a la fuente.
Las piedras una gris, una verde y la última roja, cayeron lentamente, como si el agua fuese demasiado espesa para permitir una caída rápida al fondo.
Las demás seguidoras abrieron rápidamente los ojos para ver la caída de las piedras, como si ellas les estuviesen diciendo algo. Hubo primero sonrisas, más tarde sorpresa y por último expresiones de amargura en sus rostros.
Nadie habló durante mucho tiempo después de que las piedras habían llegado al fondo de la fuente.
Por fin cuando la luz había decrecido de forma considerable y el atardecer estaba llegando, la princesa habló.

* Railuhar, nuestro protector ha hablado. – volteó dejando de mirar el fondo de la fuente, para observar primero a las demás mujeres y al final a los invitados al recinto sagrado, tratando de ordenar sus pensamientos y a decir verdad tratando también de aceptar lo que La Fuente de Railuhar les había pronosticado.
* El curandero es el último mago de Ar, su destino está marcado desde el principio de los tiempos, y no debemos hacer nada para tratar de impedirlo – dijo la seguidora que se encontraba frente a ella.
* El peligro acecha desde el oeste más allá de la tierra del otro lado del Cañón de Mirro, conduciendo a un gran ejército – continuó la dama del lado derecho de la princesa.
El tiempo pareció detenerse para Fure y Fae-rial, las brujas habían salido de su isla y atravesado la cordillera de la costa, las brujas eran poderosas pero no tenían un ejército sin embrago el haberlo conseguido las convertía en un enemigo increíblemente poderoso quizá Armesis no resistiría su poder. Pero ellos no sabían que Armesis había caído sin apenas ayuda de las brujas, bajo las garras de los duendes.
* La destrucción sin embargo llegará por mar, las islas corren grave peligro, nuestra única salvación es el éxodo – habló la mujer del lado izquierdo de la princesa.
Ahora el rey es quién había quedado anonadado, sin poderse explicar porqué su dios le hacía esta advertencia, sin comprender porqué su destrucción era inminente.
* Railuhar nuestro guía ha hablado – dijo la última seguidora y todas bajaron la vista, inclinaron sus cabezas y lloraron por el destino de su pueblo.


4

Los días siguientes a la predicción del holocausto fueron un caos, Fae y Fure partieron en el primer barco poco antes de que con la noticia fuese imposible conseguir un transporte, llegar a Toldar fue tan impresionante como el arribo a Puerto del Rey, las grandes torres aún mostraban la antigua grandeza de la que alguna vez fuese la capital del reino, una multitud de trabajadores se agolpaba en los embarcaderos y al parecer esta ciudad podía ser más grande que el mismo Puerto del Rey, tan hermosa como una descomunal joya, sus cúpulas parecían enormes perlas engarzadas en oro, sus exorbitantes jardines cubrían calles y palacios, los templos resplandecían en el amanecer tan altos como montañas, como si quisiesen tocar los cielos, los nobles y militares se paseaban por las calles ataviados con caros ropajes multicolores, lujosas sillas circulaban por grandes avenidas decoradas con flores y palmeras, el oro, plata y gemas engalanaban a hombres, mujeres y niños, las grandes murallas estaban en su mayor parte talladas con grandes gestas de un pasado glorioso, y las más hermosas esculturas miraban al pueblo disfrutar el trabajo y la diversión de una pujante renacida capital ahora del comercio del reino.
El mago se quedó mirando las gaviotas durante todas las maniobras de atraco, poco después del desembarco los guiaron por la ciudad hasta una hostería de muy buena reputación, el olor a flores e incienso, la delicada música y las hermosas bailarinas casi les hacen olvidar su prisa, pero los rumores ya corrían por doquier, las conversaciones discurrían sobre la batalla en Furlován y los extraños sucesos que los marinos comentaban sobre monstruos marinos y peligrosas borrascas. Poco después del atardecer el mago seguía mirando a los danzantes ensimismado, pero Fure supo que se concentraba y buscaba algo, una representación de un juglar y una bailarina despertaron de repente a Fae los velos sueltos moviéndose al ritmo de la música le inspiraron como si hubiese oído una voz clara en su mente, entonces dijo a Fure que fuera al puerto y capturara a la gaviota mas hermosa que pudiera encontrar, aunque Fure no le comprendía había aprendido a no contradecir al mago cuando tenía ese brillo en los ojos, así que salió hacia el muelle, el mago por su lado terminó de ver la danza y después de pagar se despidió de su guía pidiéndole que informara al capitán que continuarían su viaje esa misma noche y no al amanecer
* Dad las gracias al capitán de nuestra parte y a su majestad - Y salió perdiéndose entre las sombras de la noche.

El ave parecía divertirse picoteando todo lo que estaba a su alcance; Fure harto, rezaba a todos los dioses por la suerte del mago, ¿dónde podía estar aquel vejete? Justo repasaba por tercera vez sus rezos cuando notó que alguien trataba de llamar su atención desde un bote blanco, al acercarse trató de calmarse, por fin dijo:

* Te buscaba, Fa.
* Lo sé, veo que lo has conseguido, es una hermosa ave.
* Y que lo digas la más fuerte y ágil que hubiese visto, parece que me hubiese esperado, pero me hizo sufrir todo el camino.
* No lo dudo, pero mírale ahora espera como un amigo de armas con la espada lista y el ánimo soberbio.
* ¿A que espera?
* A compartir su don.
La revelación del mago era algo sorprendente pero Fure no dejó que la audacia de su amigo lo amilanara, y esperó él también, aunque con un nudo en la garganta.

Las fuentes de la magia se abrieron nuevamente para Fae y una luz surgió de sus brazos envolviendo al ave y barca.

Mucho tiempo después se siguió comentado en el puerto cuando una barca surcó los aires,  el día en que comenzó el éxodo.


>LAS HADAS

1

Volando a tal altura que los valles y los pueblos parecen diminutos, pueden verse, a lo lejos, amenazadoras nubes negras que cubren el horizonte; Myandilr observó la señal que habían esperado, estaban construyendo el puente sobre el Cañón de Railuhar, llamó a Shatay su compañera de aventuras, y en ese extraño idioma que parecen pequeñas risas contagiosas le dijo que deberían regresar a la fuente, porque pronto comenzarían los días de Faelair y todas las hadas debían estar presentes para la entrega del Shrall, el talismán entregado por Tsaro para robar el Varlim de Locce El Poderoso.

Shatay la miró con asombro, la noticia era desalentadora, por eso habían movido a los esclavos, muchos morirían, entre ellos su amigo Esteb, incrédula reclamó a Myandilr:
* ¡No puedes hablar en serio!
* ¡Por supuesto que sí!
* Pero es que yo no puedo ir todavía.
* Vamos, Shatay, no me digas que tu eres más importante que Ahumalya y la montaña de las mil voces. Ji ji ji.
* No digo eso, tonta, es que quiero ayudar a Esteb, es un buen niño.
* Un buen niño que se convertirá en un atractivo jovencito – añadió maliciosamente Myandilr.
* Eso si logra sobrevivir – dijo tristemente Shatay.

Los pequeños ojos de Shatay se anegaron de lágrimas, al ver el sincero dolor de su amiga, Myandilr se compadeció y sopesó las alternativas, después de todo, deberían estar allí cuando el talismán fuese entregado no cuando Faelair llegara.
* Oh, vamos no llores, no seas tonta, yo te ayudaré, con una condición.
* ¡¿Si?! – preguntó Shatay emocionada.
* Cuando sea tiempo de partir, no pondrás ninguna objeción.
* Pero...
* No Shatay, sin excepciones.
* Bueno, ¡pero vamos pronto, que el tiempo apremia!.
* Si, si, no ves que ya estoy volando.

Al ir descendiendo Shatay recordó la noche en que lo conoció, casi era un bebé los padres viajaban por el linde del bosque rumbo a la gran ciudad, sin embargo un oso los atacó no podía permitir que algo le pasara a aquel hermoso niño, porque un oso atacaría a las personas, no lo entendía muy bien, pero no era uno normal, tenia los ojos inyectados de sangre, y las mandíbulas demasiado grandes, el padre murió rápidamente pero la madre no se dejo vencer tomó el arco y disparó una flecha, sin su ayuda la flecha nunca hubiera terminado con aquel engendro, así que dirigió la punta hacia el desprotegido ojo, la madre lloró amargamente los tres días que duró herida era casi demasiado triste, así que se mostró ante ella, y le prometió que cuidaría del pequeño, con una sonrisa en los labios murió, desde aquel día había cuidado del pequeño visitándolo en sueños indicándole cuál era el mejor camino cómo podía sobrevivir, poco a poco lo fue queriendo más y más, hasta que tuvo la certeza que podría arreglárselas solo por un tiempo, cuando encontró a la mujer, ellos dos eran casi como madre e hijo. Así que dejó de visitarlo en sueños, pero nunca la abandonó.
Cuando la guerra estalló ella estaba de viaje, en una de sus muchas aventuras, de inmediato le buscó, hasta que lo encontró en aquella inmunda prisión, “pobrecito” pensó, y lo reconfortó visitándole nuevamente, noche tras noche buscó una salida para ambos, pero no había forma de burlar a las brujas, así que sino había otra forma pues se mostraría nuevamente, una reprimenda más era justo si con aquella acción salvaba a el muchacho de los ojos grises, Esteb el de mirada limpia, el de los bellos sueños.


2

Al oírse los pesados pasos, había que estar preparados, con el cansancio y el hambre casi no podían moverse, pero no había salida, hizo un esfuerzo más grande esta vez y pudo abrir los ojos, miró a Esteb que dormía tranquilamente como si estuviera en otro lado, no aquí en la oscuridad de la cueva-prisión. Lo rozó apenas dudando un segundo, pero en ese momento irrumpieron con esos pasos los duendes, unos cuantos gritos se oyeron en la entrada, uno de los jóvenes sin duda se había dormido cerca de la puerta y había sido castigado, como castigaban a cualquiera por cualquier cosa, los duendes gruñeron sus ordenes, los látigos fustigaron a los más cercanos; Lara tomó del brazo a Esteb quién ya estaba despierto, se levantaron rápidamente, situándose lo más lejos posible del largo instrumento. El camino hasta las carretas era largo y lleno de hoyos, las constantes lloviznas volvían el suelo tan resbaladizo que no había día o noche que no hubiera accidentes, casi siempre mortales sobre todo por la furia de los duendes.
En la oscuridad a veces, solo a veces, parece que todo es más tranquilo; los duendes no parecen tan molestos, ni te golpean sin excusa a cada momento y sobre todo, las brujas no están cerca; por la mañana murió Larduc, no era probable que sobreviviera mucho más, el pobre viejo tenía demasiados años para trabajar cada día y cada noche sin descanso apenas, la poca comida y las malas condiciones en las que vivían habían hecho aflorar las enfermedades, además los duendes acaban rápido con aquellos que mostraban demasiado entusiasmo. No hay salida, quizá sólo en sueños, sus sueños.

* ¿Lara?
* ¿Si?
* Hoy he vuelto a soñar con ella.
* Esteb, si sigues soñando es que estás vivo, nunca pierdas tus sueños, aunque sean de venganza – dijo Lara taciturna, mirando sus manos que empujaban la carretilla, “dioses” pensó “los sueños no nos sacarán de aquí, pero al menos mantienen viva la esperanza, y a nosotros de paso”
* No creo que soñar con ella signifique venganza, tal vez algún día de verdad se presente ante mi, como en mis sueños y nos lleve a ese lugar tan maravilloso – contestó Esteb, ensoñando la escena, escapando un poco de el dolor de sus brazos, hoy la carretilla parece pesar más que ayer, pero así es todos los días, lo mejor es no pensar en eso.

Durante el largo camino hasta el puente pocas palabras eran pronunciadas por los esclavos, el chirriar de las carretillas era ominoso, los gruñidos de los duendes rompían la monotonía del paso, sin embargo era siempre preferible no escucharles, su fétida presencia era ineludible pero cuando gruñían la muerte asechaba. Pero esta noche es diferente, algo se lo decía a Esteb, como si un viento cálido soplara desde el este, así que cuando oyó aquella risita no lo tomó tan sorpresivamente, pero Lara no estaba preparada, soltó la carretilla con nerviosismo dando un paso hacia atrás y estuvo a punto de gritar, pero en su interior sabía que gritar era peligroso, más que aquella vocecilla; Esteb miraba la carga de rocas cómo buscando algo, cuando oyó nuevamente esa aguda voz.
* Empuja mujer.
Una segunda voz surgió incorpórea de entre las rocas
* O los duendes vendrán a ver que está sucediendo.
Esteb casi no lo podía creer, pero cansado como estaba no tenía ganas de reflexionar, sin embargo lo intentó, esto podía ser uno de sus sueños, o tal vez no soñaba, simple y llano estaba loco de atar, pero Lara también lo escuchó, seguro que ella también había escuchado aquello, si tan solo...
* ¡Empujen, empujen! – interrumpió sus pensamientos la primera voz, apremiándolo, apremiándolos a que siguieran trabajando.
Por fin Esteb atinó a decir
* ¿Quiénes son ustedes?- Preguntando con ansiedad, aunque la respuesta la conocía de antemano.
* Tú ya me conoces – dijo la segunda voz.
Un especie de euforia lo invadía y quiso saltar de gusto, “los sueños se cumplen” este pensamiento lo invadió y jamás lo abandonaría. Nuevamente la primera voz los instó a empujar el carro.
* ¡Empujen, empujen! – decía apresurada
Esteb tomó el brazo de Lara, la jaló diciéndole
* Empuja Lara, es ella, el hada de mis sueños.
Lara empujó, pero no lo podía creer, “las hadas son cuentos para niños” pensaba, “pero quién te contó semejante tontería” un pensamiento ajeno invadió su mente y completó su pensamiento “después de todo, los duendes eran cuentos para asustar a los niños ¿verdad?”.


3

La interminables filas de antorchas iluminan a los hombres que traen y llevan el material para la construcción del puente, miles son los duendes que llevan las antorchas pero muchos más son los esclavos que llevan la roca, el metal y la madera; cientos de hechizos brillan en la oscuridad, ellos sostienen la estructura que será la base de la más grande construcción jamás lograda, casi tan impresionante como la ciudad de Yafur; ellos, los duendes y los hombres, nunca han visto aquella ciudad de los dragones u oído sobre ella, sin embargo desde el cielo dos pares de ojos que si lo han hecho, contemplan desconcertados.

* ¡Es como un hormiguero! -
* Bajemos un poco, y quizá averigüemos quien es la reina de las hormigas –
* Solo un poco, pues no podemos detenernos, no ahora que estamos tan cerca -
* Llevas días diciendo lo mismo; sabes, no sé que odio más, el mar o el cielo, los pies se hicieron para caminar sobre pasto y piedra, de eso estoy seguro, ¡por las botas de mi padre!

Descendieron hasta que los hombres esclavizados fueron distinguibles, eran armesianos, Caendritas, Colmasianos y Farmovitas, entre otros pueblos, los fustigadores eran duendes de varias tonalidades de piel parda. Pero lo más sorprendente fue descubrir una sombras que circulaban entre las líneas de trabajo, y sobre todo cerca del puente, porque al parecer eso era lo que construían, Fae no lo pensó más, inició un hechizo que su amigo ya conocía, la nube Azul los envolvió y continuaron descendiendo.

* Son esclavos, Fa.
* Miles de ellos; también hay duendes, miles de duendes.
* ¿Qué está pasando? – preguntó Fure pero no esperaba respuesta.
* No hay nada que hacer Fure, las brujas están aliadas con los duendes.
* Pero, vamos no podemos quedarnos así sin hacer nada.
* Y que quieres hacer, si somos descubiertos nos matarán.
* Solo bajemos Fa, quiero matar un duende.
* No verás a tu familia entre ellos amigo mío, Arib es demasiado listo.
* Eso es posible, aún así, descendamos, si quieres después te vas.
* Eso de ninguna manera, bajemos pues, antes de saltes desde esta altura, pero no hagas tonterías recuerda que el poder de esas mujeres es mucho mayor que cualquier grupo de duendes.

Fure ya no respondió, tomó su arco y su cuchillo, sí, era verdad lo que decía el mago pero al menos dispararía un par de flechas antes de alejarse de allí. Invisible a todos los ojos que estuviesen fuera de la nube, La Gaviota tocó tierra.


4

En el suelo cerca de la base oeste del puente, un trío de mujeres revisa la resistencia de los hechizos, juntas caminan o flotan según se requiera, buscando cualquier indicio de debilitamiento, para corregirlo. En un momento incierto, sienten una presencia, algo que las distrae, que les perturba.

* Algo se acerca – dice una vieja bruja, con la nariz verrugosa, y los ojos más negros que el abismo.
* Alguien nos distrae – dice la otra, con una voz tan ronca, que si el sonido tuviese color sin duda sería una voz negra.
* Volvamos, informemos a las Todopoderosas – dijo la última, mirando a su alrededor, husmeando el aire como buscando la causa de su descontento.

Loarnesu, Magdrolu y Sokfengu son las Todopoderosas, las reinas brujas, concentradas en el arma del duende negro, no permiten ninguna distracción en el momento culminante del hechizo, mientras tanto las brujas del puente Lossa, Donsa y Olasa esperan impacientes fuera del círculo.

* ¿Qué haremos? - dicen
* Esto puede durar toda la noche
* Debemos buscar la fuente, y si es magia regresemos aquí e interrumpamos el hechizo
* ¡No!, nos arriesgamos a un castigo mortal
* Entonces averigüemos si es él, entonces no importará que les interrumpamos, porque la muerte del mago es más importante que cualquier hechizo, vamos avisemos a todas las brujas.
* Rápido, vamos que Locce nos castigará si dejamos pasar esta oportunidad

Las brujas empezaron a buscar, treinta y seis de aquellas mujeres moviéndose por todo el campo era un espectáculo aterrador, los duendes empezaron a preocuparse, y los esclavos sin dejar de trabajar, lloraban y escondían el rostro, intentando que el miedo no los dominara, lo que les daría un pretexto a los duendes para golpearlos hasta la muerte, así esa noche se fue convirtiendo en una pesadilla que poco a poco empeoraba.
Los mantos negros de las brujas dejaban rancios olores por donde pasaban, olfateando, lamiendo, gritando. Los gritos eran lo peor, era como si algo macabro se metiera hasta los huesos y se quedara allí para siempre.

Con el primero de los gritos Fa lo supo, lo habían olido debían retirarse y pronto, pero justo en ese momento Fure saltaba del navío, asestaba un golpe mortal sobre un par de duendes, todo tan rápido que Fa casi no lo creía, era la primera vez que veía a su amigo tan enojado, tan fuera de si; lo matarían en tan poco tiempo que su furia se extinguiría en un grito agónico, si lo iba a salvar debía hacerlo pronto y llamar su atención por encima de su ira, al otear buscando una respuesta se fijó en las luces que bailaban junto a una mujer y su hijo, que arrodillados lloraban o rezaban, no estaba claro lo que hacían, lo que si era claro era que pronto morirían pues otros dos duendes sacaron sus mazas dirigiéndose hacia Fure y los infelices estaban en su camino.
* ¡Fure! – gritó esperando que volteara un instante, y lo logró, Fure miraba hacia donde estaba el mago aunque ambos sabían que no podría encontrarlo.
* ¡La mujer y el niño! – gritó nuevamente, esperando que la urgencia de la situación calmara un poco a Fure y lo instigara a salvar a aquellos dos, eso salvaría la vida de todos, al menos ese era el plan improvisado del mago.

Los primeros en morir fueron los dos duendes amarillos, su sangre negra alcanzó a manchar los rostros de la mujer y el niño, tan cerca estaban cuando recibieron las flechas de Fure en pecho y rostro. Él corrió hacia los esclavos que entre lágrimas y gemidos sonreían, rápidamente descubrió el porqué, un par de pequeñas mujeres aladas reían junto a sus oídos sentadas en el hombro derecho de cada uno. La mujer y el niño se levantaron miraron a su benefactor con agradecimiento y premura, sin pensarlo más los tomó de la mano y los llevó a donde recordaba estaba la barca mágica. A los pocos pasos vio un obstáculo insalvable, los soltó y sacó su arco esperando abatir a los diez duendes antes de que pudieran acercarse lo suficiente, con su primera flecha otra maravilla ocurrió, los duendes cayeron fulminados por unos relámpagos surgidos aparentemente de la nada; varias cosas sucedieron a continuación de forma simultánea, los gritos de las brujas crecieron en intensidad, otros duendes empezaron a correr hacia allí, los esclavos abandonaron su trabajo, y las Todopoderosas concluyeron su conjuro apresuradamente, el arma quedó terminada aunque una pequeñísima fisura indetectable se formó entre los sortilegios.

Esteb sintió, mas que otra cosa, como era alzado y puesto dentro de una nube azul, la madera blanca de el bote estaba fría y los gritos de odio de los duendes se apagaron un instante; mientras que los de las brujas desaparecieron por completo, había un hombre allí parecía por momentos un anciano pero en cuanto empezó a hablar la edad aparente era de un joven en plenitud, hablaba un idioma desconocido y movía las manos como queriendo encontrar algo en el aire, Esteb quería reír pero algo en su interior le decía que guardara silencio, que su vida dependía de ello.

* Alushh emo-emo alushh tomfs ie tomfs, iltrandi iltrande alushh  ebonesse – terminó el mago su hechizo, su brazo se incendió, y la nube desapareció, en su lugar un viento surgido de la magia impulsó la barca a los aires, el viento era cálido y su voz también
* ¿A dónde vas hechicero? Preguntó el viento mientras elevaba más a los pasajeros.

Las hadas revoloteaban junto al mago, mirando el fuego de su brazo izquierdo, un fuego blanco, y sus risas se oían claramente cristalinas, por encima de el viento, las brujas, los duendes y el llanto de Lara:

* ¡Lair el Blanco!
* ¡Lair!
* Lair va al estanque
* El mago llegará con nosotras
* Y la reina estará contenta
* ¡Lair viene a casa!
* Myandilr, no ha salido tan mal ¿no crees?
* No, no ha salido mal – reía  Myandilr

Solo el mago entendía lo que decían pero nada dijo acerca de lo que oyó. Mientras tanto Fure seguía disparando flechas hacia abajo con la esperanza de acabar con una de las mujeres que a su vez seguían lanzando brujerías hacia la ya lejana nave del mago.
Fure miro los rostros de sus nuevos invitados por largo rato, se negó a contestar las pocas preguntas que se atrevieron a formular, poco a poco el cansancio venció a la excitación, hasta que sólo el y Fa estuvieron despiertos. Parecía que el mago estaba a punto de hablar durante varias ocasiones, pero al final se contenía, no hubo ni un reclamo ni una pregunta por parte del mago, como si aceptara los impulsos de Fure mejor que antes, sin aprobarlos por supuesto.
* La gaviota – dijo el mago al fin, Fure vio el guiño del mago sentado junto al timón
* Buena elección Fa, cualquier otro nombre sonaría falso – sonrió, y miró nuevamente a las hadas, la mujer y el niño, si no hubiera pasado tantas cosas con Fa, estaría anonadado, pero bueno después de todo estaba volando nuevamente, como un gaviota.


5

Ese día pasó tranquilamente entre las nubes, el ente de aire se había esfumado  y los movimientos de La Gaviota se acompasaban con las corrientes altas de viento, ya se veía abajo el bosque de las hadas, a lo lejos la tormenta avanzaba inexorable, llegaría pronto, afortunadamente ya estarían donde las hadas, eso tranquilizó a Fae, que continuamente se preguntaba porqué los magos tenían ese apremio de realizar cosas inexplicables, como cuando él necesitó buscar el pueblo de magos desde un principio o encontrar el estanque encantado. A veces dudaba de su cordura, pero al sentir bajo su brazo el poderoso talismán todo volvía a la calma, y podía mirar hacia el oscuro futuro con cierta esperanza.

El día los sorprendió sobre el bosque de las hadas, Fae dormía y Fa guiaba la barca con ayuda de las hadas viraba y hacía descender la barca, hasta un claro en el bosque donde los animalillos no entraban y el silencio era casi completo, a no ser por el cristalino sonido de el agua cayendo libre en un pequeño y hermosísimo estanque.
Caminaron en silencio durante unos cien pasos sólo se oía el sonido de la lluvia a su alrededor, Esteb parecía sostenerse de la mano de Lara, quién apenas creía lo que estaba pasando desde que aparecieron las hadas, como entre sueños vio adelantarse a las dos pequeñas hadas que les habían ayudado en su huída, también como su hundían en el estanque entre risas y destellos de luz, sintió como se detenían sus pasos sin proponérselo, y solo el mago seguía avanzando, con ese extraño callado curvo y corto casi como un bastón, cuando el mago llegó a la orilla del estanque, nuevas luces surgieron de las aguas, las risas se oían por encima de la lluvia.

* Has llegado hechicero
* El ciego ha llegado
* El caminante
* El curandero
* Lo ha conseguido
* Fae Lair está en El Estanque

El mago miró a las hadas, en las ocasiones anteriores salían diez o doce hadas a recibirle, pero en esta ocasión era diferente, ya eran mas de cincuenta y seguían saliendo, las voces de bienvenida se confundían con las advertencias, y las simples risas; escuchó atentamente durante el tiempo suficiente como para comprender que esta vez saldrían todas las hadas, afortunadamente llevaba la aguja del dragón y se sentía seguro con ella bajo su mano.
Al medio día los árboles que rodeaban al estanque estaban repletos de hadas, algunas de ellas eran más grandes de lo que el pensaba que era posible, podían pasar por niñas, si se lo proponían; lo sorprendieron sin embargo algunas realmente horribles, otras más no eran sino pequeñas luces de color, seguramente tan pequeñas que el ojo humano no podría distinguirlas. Recordó por un momento a los dragones, y entonces realmente tuvo miedo.

* Has llegado Fuego Helado – dijo la Reina
* Vuestra gracia – dijo el mago inclinándose.
* Y has traído contigo al guerrero, la sacerdotisa y al rey
* Mi señora, confundido estoy, sólo son Fure el hombre de los bosques, Lara y Esteb armesitas esclavizados por los duendes.
* Si cumples tu destino Hoja de olmo gobernará a ambos lados del abismo, Rocío del amanecer reconocerá la fe, y Brazo fuerte derrotará a los duendes. Es lo último que vi en tus sueños Fuego Helado.
* Entonces, sí, los he traído. Y con ellos la aguja del dragón.
* Bien, entrégamela – la reina extendió la manos, Fae levantó la vista y miró directamente a la reina pero el cayado lo protegió de su hechizo de belleza pero al soltar el aguijón quedó prendado irremediablemente de la reina de la hadas, sin embargo sintió rápidamente recuperarse, las hadas del bosque fueron perdiendo su brillo mientras él sentía cada vez más fuerte, más ágil, inmensamente poderoso, nunca lo hubiera soñado, las hadas le daban su magia que era aún más poderosa que la de los dragones. Miró a las pequeñas hadas descender de los árboles y desaparecer poco a poco entre sus raíces, los arbustos, las rocas y en el estanque; algunas le miraban agridulces otras simplemente entraban a su reino pensativas.
* Mi último acto será darte el talismán de Tsaro, extiende tu mano mago – la reina colocó un anillo con apariencia de caracol en el índice del mago – con este anillo podrás sostener el Varlim de Locce el dios de las aguas, que se encuentra en Difa junto al cuerpo de Deron, tienes que sacarlo de su cayado hoy mismo. Después debes ir al abismo de Railuhar hasta encontrar el Varlim de Mirro, entonces ir al Bocrean con los alónidos por el de Railuhar, con ellos en tu poder llegar al desierto hasta Varl–maa–ba  la Casa del Varlim Blanco, el Varlim de Tsaro, el Caliar ha salido ya con rumbo a la montaña del desierto, llegará en tres días, deberás llegar antes de que sea destruido o todo será en vano.
* ¿Y una vez allí que deberé hacer?
* Eso lo dirán los dioses, ahora vete no pierdas más tiempo
* Así lo haré, miró a Fure una vez más antes de irse, esperando que su destino se cumpliera, y con una mirada de entendimiento se despidió de él, sabía que él sobreviviría, que Lara le acompañaría siempre y eso le reconfortó, un poco. Después desapareció.



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