La oscuridad del olvido

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Nolara
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame


Segunda parte

" Una joven  recogía flores en el bosque. Admiraba su perfume y su belleza. Con delicadeza, las acariciaba y las cogía. Absorta en tan bello quehacer, no se percató de la presencia de un joven muy próximo a ella, hasta que éste habló:

-Hermosas flores recogéis....- se interrumpió.

La joven se había girado y lo observaba con una sonrisa. Al instante se prendó de ella, de su hermosura y su esbelto cuerpo. La belleza que latía en cada poro de su piel, era exuberante y exquisita. Su mirada de reflejos azulados cual límpido cielo, lo escrutaba con suavidad, sintiendo la caricia de sus ojos. Los rayos solares bailaban por su cabello azabache e iluminaban la palidez de sus prendas, las cuales contrastaban con su piel morena.  La cálida brisa jugueteaba de igual modo con su vestido como con su cabello y llegó a sentir envidia de su atrevimiento, pero a ella no parecía molestarla. Se mantenía ante él, impávida y serena, con la sonrisa más bella jamás vista hasta entonces dibujado en su hermoso rostro.

Sin embargo, dicha serenidad no era más que fingida pues su corazón latía con tal rapidez y dureza, que creía salírsele del pecho. Era la primera vez que sus azulados ojos habían vislumbrado zagal tan hermoso. De bucles castaños, poseía un cuerpo delicadamente fornido y apuesto, cuya firmeza se dejaba palpar a través de sus ropajes. Como un tierno beso, sintió su mirada avellana sobre ella y por un momento quiso perderse en su abrazo.

Tras unos segundos, el muchacho, con paso seguro y firme se aproximó hasta hallarse frente a ella. Ésta no se movió ni retrocedió y esperó anhelante escuchar su voz.

-....... pero ninguna hermosura es comparable a vuestra belleza- finalizó él en un susurro.

La muchacha lo miró maravillada y dichosa, cuya felicidad dejó traslucir en su sonrisa.

-Desearía conocer vuestro nombre- le solicitó el joven con suavidad.
-Mi nombre es Erilit Nosac y vivo en el Condado de Legen- le respondió la joven con placer ofreciéndole mayor información de la pedida.
-Yo soy Bakht Iornau , Conde de Noxcram- le comunicó él sonriente.

El silencio de las miradas y la complicidad se restauró tras las palabras cuya utilidad en aquel momento no era necesaria. Se miraban con tal amor y felicidad que ninguno de los dos deseó que dicho momento llegara a su fin.
El joven, en el abrazo del silencio, osó acariciar la mejilla de la jovenzuela pues percibió el deseo de ella por sentir su caricia. Y no se equivocaba.
Ésta cerró los ojos al sentir su tacto, tierno y cálido. Deseaba más de aquel joven del que se arrepentía no haber conocido con anterioridad, a pesar de sentir que lo conocía de siempre tal era la complicidad de sus almas.
Sobre la mano del muchacho, posó su cabeza levemente y se ofreció a él.
El esperado y deseado beso llegó al fin, sin demora, dulce, ardiente y hermoso. Ninguno se resistió a su poder pues sabían que había sido enviado por el destino con el fin de unirlos para siempre.

Cada día de cada semana, cada semana de cada mes y cada mes de cada año, se amaron con intensidad en aquel bosque que unió sus vidas, en el interior de una pequeña pero acogedora cueva de las pocas que había en aquellos parajes. La felicidad y el amor que los unía, con el paso del tiempo no había hecho más que crecer y fortalecerse. Sus almas eran una sola, del mismo modo que sus cuerpos cuando se amaban.

Este amor tan puro y bello, no fue del agrado de todos cuando se dio a conocer bastante tiempo después de su nacimiento.

***

-Lo lamento sobremanera pero no puedo aceptar vuestra petición- le comentó al joven simulando pena.
-¿Por qué?- inquirió el joven Conde.
-Me agradáis enormemente , sois amable y generoso para conmigo y os amo, pero únicamente como amigo mío que sois- sus palabras no eran ciertas. Aquel joven que tenía ante ella era el Conde de Legen. Joven apuesto y atractivo, era también la persona más arrogante y soberbia que había conocida en vida. Amigo de juegos de sus infancia y compañero de escuela, pues ella pertenecía a noble y alta alcurnia, lo conocía demasiado bien para unirse a él. Despiadado y violento, aprovechaba su reciente poder de Conde de Legen para saciar sus más mínimos deseos. Y uno de ellos era ella, a la que había pedido matrimoniar en dos ocasiones. Este resultaba ser el tercer intento. Y en todos ellos, recibió la misma respuesta- Además- continuó la muchacha- aún soy joven para comprometerme.
-Pero si ya poseéis la mayoría de edad.... - insistió éste en vano antes de verse  interrumpido por la muchacha.
-Lo sé pero eso no cambia nada, lo lamento nuevamente. Ahora, debo marchar. Con vuestro permiso - y girando sobre sus talones, abandonó la estancia. Dos razones eran las que le impedían aceptar su ofrecimiento: una era porque lo odiaba y temía y la otra, la más importante, porque su corazón pertenecía y latía por el Conde de Noxcram.

Mars Arroult Lugt, Conde de Legen, observó en silencio la marcha de la joven. Hervía de odio y rabia. Era la tercera vez que Erilit le rechazaba. Una insignificante noble se había atrevido a negar su proposición, a él, al Conde de Legen cuando millares de jóvenes morirían por tal petición . Amaba a aquella joven en demasía, aunque más que amarla, deseaba tenerla bajo su dominio y poder poseerla y humillarla. Odiaba su carácter rebelde y carente de sumisión y respeto hacia su persona, crispando sus nervios de tal manera que en más de una ocasión hubiera deseado golpearla. El orgulloso talante de la muchacha le hacía quedar como un idiota e inepto frente a ella o a cualquier persona siempre y cuando la joven estuviera presente.  El solo hecho de pensar en propinarle más de un tortazo, dejando por los suelos su orgullo y rebeldía, le excitaba en exceso, tanto como poseerla salvajemente. A pesar de su negativa de contraer matrimonio, movería tierra y mundo para conseguirla y que se convirtiera en su esposa, costase lo que costase.

Con aquella malévola idea de venganza en la cabeza, abandonó la estancia tras la desaparición de Erilit. Desde los ventanales de palacio, la divisó corriendo por las callejuelas como alma que lleva el diablo.

-¡Qué veloz!- exclamó a una doncella que al igual que él, observaba a la bella Erilit en la lejanía.
-El amor....- comentó la joven con una sonrisa pícara. El Conde la miró sin comprender la relación que podía existir entre su comentario y el de la doncella. Esta percibió su confusión y se lo aclaró- va a reunirse con su amado, por ello corre rauda.
-¿Su amado?- preguntó el Conde sin comprender aún.
-Sí, su amado. Está tremendamente enamorada. ¡Upss!- calló la joven tapándose la boca con las manos. Para corregir su error, le comentó- os lo ruego, que esto no salga de aquí. Aunque su amor no está oculto, prefieren que lo sepa el menor número de personas.
-Y ¿quién es el joven al que ama?- quiso saber él a pesar de la advertencia de la joven doncella.
-Lo lamento, he hablado demasiado y no debo decir más. Con vuestro permiso.

La doncella se dispuso a irse pero Mars se lo impidió agarrándola fuertemente del brazo, atrayéndola  hacia él.

-Me hacéis daño- exclamó la joven sorprendida por tal inesperado comportamiento.
-¿Quién es el joven al que ama?- le repitió él con voz grave y dura.
-No puedo decíroslo....- insistió la sirvienta con miedo.

Como respuesta recibió un fuerte tortazo cuyo eco resonó en todo el edificio.
El tortazo había dejado marca en el rostro de la joven pero aquello no importó al Conde. Las lágrimas afloraron en los ojos de la doncella.

-¡¡¡ Decídmelo !!!- le gritó al oído.

La doncella, temblorosa, negó levemente con la cabeza.
 
-Si no me lo decís, recibiréis castigo mayor al tortazo recibido- le escupió éste a la cara.

En llanto, la doncella confesó:

-Es Bakht Iornau, el Conde de Noxcram.

Aquella respuesta hirió el ya dolido corazón de Mars, además de su orgullo. Odiaba al Conde vecino, guapo, agradable y respetuoso. Siempre se había llevado las alabanzas tanto de su pueblo como del de Legen. Todas las palabras que le definían eran buenas y desgraciadamente, ciertas. Aunque ambos condados tenían una excelente relación, él consideraba a Bakht como un terrible enemigo al que derribar. Y esos deseos se reavivaron cuando escuchó la respuesta de la doncella. Bakht le había arrebatado lo más quería y aquello lo pagaría con la muerte.

Rabioso y furioso, estampó a la doncella contra el suelo, mientras descendía las escaleras en busca de un quehacer donde descargar su ira. Lo que no sabía el joven conde y tampoco le hubiera llegado a importar a pesar de su culpabilidad, era que la joven doncella debido a la brusca caída, se había golpeado la nuca con el bordillo del primer escalón, con la mala suerte de perecer en el acto.

***

Varios días después de aquel acontecimiento, siguió a Erilit. A una distancia prudencial, fue tras sus pasos. La muchacha lo llevó hasta el bosque. En un principio, creyó haberla perdido pero unas sonoras carcajadas lo guiaron a una pequeña cueva en la profundidad del boscaje, donde la halló en grata compañía.
Escondido detrás unos arbustos, Mars observó a la enamorada pareja. Después de una corta conversación, que no llegó a escuchar con claridad, los jóvenes iniciaron el bello placer del amatorio. Tras las miradas, llegaron los besos, tras lo besos, las caricias, tras las caricias, la desnudez y así hasta alcanzar el sublime placer del amor.
Y Mars fue testigo de todo ello. En cada beso y caricia era visible el gran amor que se profesaban y aquello repelió al Conde de Legen. Cuanto más los veía, su odio hacia ellos más creía del mismo modo que su miembro, que no había podido resistirse a la excitación de tan intenso  momento. Los observó con detalle, sintiendo desprecio por ambos. Hubiera deseado acercarse a ellos, matar a su enemigo y yacer con Erilit mientras ésta lloraba y suplicaba desconsoladamente. A continuación, la hubiera degollado. Aquella idea, cruel y espantosa aumentó su excitación, viéndose obligado a desabrocharse el calzón y así, compartir el placer de la joven pareja.

Finalizado el acto, los tres jóvenes respiraron agitados del reciente disfrute. Mars, que ya había creído ver suficiente, se dispuso a marcharse, sin embargo, el inicio de una conversación en el interior de la cueva, le obligó a permanecer quieto, con el oído presto:

-¡Oh! Erilit, si supierais cuanto os amo....- exclamó Bakht, más relajado.
-Vuestras palabras no son necesarias pues vuestro cuerpo me lo expresa a gritos- le respondió la joven acariciando su torso desnudo.

Él besó su frente y se incorporó. Se aproximó a su jubón y de su interior sacó un objeto que ocultó en su mano y que Mars, debido a la lejanía, no pudo distinguir.
Bakht regresó junto a la joven y sentose frente a ella. Sonriente, le dijo:

-Por ello, quisiera pediros....- respiró hondo antes de añadir- que os unáis a mí- y a continuación, extendió su mano y le ofreció el objeto.

La muchacha lo miró perpleja y sonriente, y cogió lo que su mano le ofrecía. Se trataba de una brillante cadena de plata de la que colgaba un hermoso corazón plateado, cuyos diamantes brillaban a pesar de la tenue iluminación de la cueva.

-Acepto, acepto y acepto. Y aceptaría cuantas veces me lo pidierais- le respondió llena de júbilo y emoción.

Se besaron prolongadamente. Cuando Mars creía que la conversación había finalizado, Bakht habló:

-Seréis la Condesa de Noxcram más bella jamás conocida- mientras brotaban sus palabras, acariciaba con ternura su rostro- en unos días lo haré oficial y público y podremos unirnos.

Como respuesta recibió otro apasionado beso que dio paso al deseo de amarse una vez más.
En aquel momento, Mars abandonó su escondite y se alejó del lugar, furioso y lleno de odio e ira por todo lo que había visto.
Solo una idea e intención bullía en su macabra mente: impedir aquella boda.

***

Como otra tarde cualquiera de las que se sucedían a diario, Erilit  regresó a casa. Imbuida en sus pensamientos, apenas se había percatado de que se hallaba ya en su destino. Aquella tarde, Bakht le había confesado que percibía el MAL muy próximos a ellos y aquello no auguraba nada bueno. "Percibo malos tiempos" le había dicho disgustado.
Tras entrar en casa, una hermosa villa antigua de piedra, se cruzó con su madre. Laresa era una bella mujer de ágil cuerpo y renombrado apellido. De procedencia noble, había desobedecido a su padre uniéndose sin su consentimiento a un hidalgo, hombre de menor rango social que el suyo. Sin embargo, a ella no le importó puesto que se había enamorado perdidamente de tan gallardo caballero, unos 25 años atrás. A pesar de ello, su amor no duró en demasía, pues a los 5 años de aquella unión y con una hija de 4 años, su esposo había fallecido de forma súbita y repentina. Desde entonces, siempre vestía de luto y no había vuelto a amar a otro hombre ya que su corazón no había olvidado a su gran amor, el cuál le había dado su bien más preciado: su hija Erilit.

Ésta observó la expresión de preocupación de su madre. No fue necesario que la muchacha le preguntara nada, pues su madre se lo comunicó nada más verla:

-Cariño, no deberíais andar solo a estas horas. Las cosas han empeorado - le comentó con el ceño fruncido.
-¿Qué ha pasado, madre?- quiso saber.
-Ha vuelto a desaparecer mas comida- le informó.

"¡Maldita sea!" se quejó la joven para sus adentros. A los pocos días de pedirle en matrimonio Bakht, se había producido un hecho nefasto que impidió que éste hiciera oficial su compromiso, truncando así, sus planes de futuro: la comida almacenada en uno de los almacenes del Condado de Legen, había sido robada. Rápidamente su buscaron culpables y desgraciadamente se encontraron: el pueblo de Noxcram. Por todos era sabido que dicho condado estaba falto de reserva de alimentos. Así que la culpa había recaído en ellos. Éstos negaron fervientemente tal acusación , sin embargo, sus vecinos de Legen no dieron credibilidad a sus palabras.
A partir de aquel suceso, la inmejorable relación existente entre ambos condados se fue resquebrajando poco a poco a través de los insultos, las ofensas y las reyertas entre algunos de los vecinos. Mars, Conde de Legen, que con sus palabras incitaba a sus conciudadanos a la lucha, amenazó a sus vecinos de tal modo: "Esperamos que en breve, nuestros alimentos regresen a sus almacenes de donde no debieron ser hurtados.  Si no cumplís con tan simple petición, os declararemos la guerra." Bakht, conde de Noxcram hizo todo lo que estuvo en sus manos para calmar toda la situación e impedir la guerra; incluso llegó a ofrecer a sus vecinos, gran parte de sus reservas alimenticias, siendo éstas escasas. Sin embargo, Mars se negó a escucharlo. Por ello, como respuesta recibió: " No os devolveremos nada puesto que nada os hemos robado. Somos inocentes. Pero si os negáis a escucharnos y osáis luchar contra nosotros, lucharemos."
Aquello se estaba yendo de las manos. Había que evitar aquella estúpida guerra como fuese, sin embargo, el pueblo de Legen se negaba a dar su brazo a torcer, su orgullo se lo impedía.

Por ello, la noticia de un nuevo robo, empeoraba las cosas, y solo podía significar ¡la guerra!.

-Pero madre, hay que impedir la guerra- le respondió Erilit alarmada.
-¿Cómo cariño? Ya es tarde, demasiado tarde.

***

Al día siguiente, la joven, rauda, fue en busca de su amado. Debía impedir aquella guerra. Se encontraron en la cueva.
Ella lo abrazó con fuerza y él le respondió a su abrazo de igual modo. A continuación, habló:

-Bakht, debéis impedir esta guerra que no os llevará a ningún lado. Solo habrá muerte. No luchéis- le rogó ella.
-Lo sé, amor. Pero ya es tarde, haga lo que haga, la guerra tendrá lugar. El pueblo lo pide a gritos.
-Pero Bakht, no...- intentó convencerle ella sin éxito.
-No hay nada que hacer Erilit. Aunque nos neguemos a luchar, ellos vendrán y nos destruirán. Pronto, el Condado de Legen nos declarará la guerra y no podemos quedarnos de brazos cruzados- le confesó triste.
-Y ¿qué será de nosotros?- se preocupó la muchacha mientras las lágrimas acudían a su mirada.
-Yo deberé luchar, por ello no podremos vernos hasta...¿quién sabe?. Vos deberéis protegeros en la seguridad de vuestro hogar pues la guerra tendrá lugar en el exterior de ambos condados- limpió con suavidad las lágrimas que su amada lentamente derramaba- os escribiré siempre que pueda para que os mantengáis informada. En cambio, es conveniente que no reciba respuesta vuestra, podría resultar peligroso.
-¿Es éste nuestro último día?- inquirió la joven entre lágrimas.

El joven conde de Noxcram asintió triste con la cabeza. Y como tal día, se amaron con pasión y deseo. Memorizando el cuerpo y el amor del otro, pues su recuerdo les serviría de apoyo en los difíciles días.
Erilit se despidió envuelta en llanto puesto que existía la posibilidad de que aquella fuera la última vez que se vieran.

***

Y la declaración de guerra llegó al siguiente día. El pueblo llano, que no participaba en la lucha, se protegió en sus casas mientras los ejércitos se preparaban para la batalla en una amplia llanura alejada de las murallas de ambos Condados.

La guerra llegó al 3º día, tras el amanecer. La primera batalla resultó ardua y muy igualada , cuyo fin alcanzó la noche. Ambos ejércitos, ni habían avanzado ni había retrocedido, sin embargo, ya se habían producido los primeros muertos.
Al día siguiente, la guerra se reanudó con el mismo final que el día anterior, pero con el aumento del número de muertos y heridos.
Y ésta así continuó , naciendo con el día y muriendo con la noche, sin dejar entrever aún a un posible ganador.

A los 5 días del inicio de la guerra, Erilit recibió una carta de su amado. Ésta así decía:

"Amada Erilit,

La batalla continúa, lo que creíamos una rápida guerra se está alargando más de lo debido. Ambos ejércitos están muy igualados, sin embargo, tengo fe en nuestra victoria.

Os anhelo con cada poro de mi piel y este tiempo sin vos marchita poco a poco mi alma, no así mi ánimo que cada día es más fuerte pues me impulsa el deseo de veros con prontitud tras la victoria que tarde o temprano, no se hará esperar.

Recordad, que os amo,
siempre vuestro,
Bakht"

En cambio, las esperanzas del Conde de Noxcram no se vieron cumplidas. A la semana del inicio de la guerra, el ejército de Legen ganó terreno sobre los de Noxcram que tras las sucesivas derrotas, se vieron obligados a retroceder y al décimo día, a resguardarse tras la protección de las murallas de su Condado, poniendo en peligro la vida de sus conciudadanos.
Éstos, para librarse de la guerra, intentaron huir de su pueblo y ponerse a salvo en las lejanías de la guerra. Pero los que lo intentaron, perecieron masacrados por las armas del ejército vecino, que mantenía rodeado y controlado el Condado de Noxcram. De esta manera, condenaban al pueblo de Noxcram al mismo destino que a su ejército.

A los pocos días de aquellos sucesos, Erilit recibió otra carta de Bakht.  Así decía:


"Amada Erilit,

Desde la última vez que os escribí, han cambiado mucho las cosas, no así mi amor por vos.  En esta última semana, las continúas derrotas nos han hecho retroceder hasta tener que protegernos en la seguridad de nuestras murallas. En pocos días, seremos asediados por nuestro enemigo. Aún, una nítida esperanza alumbra nuestros corazones y con ella lucharemos aunque ello nos lleve a la muerte. Lo que más entristece mi alma es que nuestro pueblo sea sometido al mismo destino y no pueda hacer nada por evitarlo.

Quizá ésta sea la última vez que os escriba, o quizá haya una próxima, lo desconozco. Si esto último no ocurriese, es importante y deseo que sepáis que os he amado como ningún hombre ha amado a mujer alguna y que a pesar de la muerte, siempre seré vuestro. Si fallezco, no lloréis mi muerte ni vuestra soledad, pues me hallaréis en vuestro corazón.

Vuestro amado, 
Bakht"

Erilit leyó la carta mientras las lágrimas iban disolviendo las palabras de su amado. No había dejado de llorar y sufrir desde la marcha de Bakht, y a pesar del continuo llanto derramado, las lágrimas seguían acudiendo a sus ojos tal era la pena de su corazón.  Su amor hacia él crecía cada día mientras su alma se marchitaba lentamente. Su madre sufría con y por ella, pero nada podía hacerse, únicamente esperar.

***

El esperado asedio de Noxcram llegó al fin, una lluviosa mañana de primavera. La ofensiva del ejército sitiado fue tan poderosa y brava que en pocos días recuperaron gran parte del terreno arrebatado y las siguientes batallas se sucedieron en el bosque.  Aquel bosque que separaba ambos condados y que a la vez sirvió de refugio de amor entre Erilit y Bakht, se tiñó se sangre y muerte, tornándose lúgubre y triste.

Las batallas continuaron durante semanas y aún la victoria no se decidía por ninguno. Hasta que llegó  "La noche de la masacre" , como sería conocida por el pueblo y por la historia.
Aquel día, la batalla había sido encarnizada y ardua, más quizá comparándola con las restantes batallas. O así lo pensó el ejército de Noxcram que tras la lucha se dispuso a descansar una vez alcanzada la noche, para reponer fuerzas y estar prestos para la batalla del día siguiente.
Sin embargo, el ejército de Legen no estaba satisfecho y querían más sangre. Así que, aprovechando que los soldados vecinos descansaban, los atacaron durante el sueño.
El ejército de Noxcram, debilitado por la sorpresa, no pudo defenderse y cayó con facilidad bajo las armas de sus enemigos. Aquello resultó una masacre de cuerpos degollados y mutilados. Los cadáveres se extendían por toda la amplitud del bosque cual si se tratase de hojarasca seca y la sangre regaba las tierras.  Era imposible dar un paso y no toparse con un cuerpo de un joven soldado con la expresión de terror esculpida en su rostro inerte.  Las almas de aquellos que perecieron en tal cruel masacre, abandonaron sus cuerpos y habitaron e inundaron el bosque con sus gemidos y sus llantos.

Los que lograron sobrevivir, regresaron a la seguridad de su condado. Sin embargo, en esta ocasión, la esperanza se había desvanecido de sus corazones, pues sabían que en aquel momento se hallaban bajo la entera disposición de su enemigo, el ejército de Legen.

Tan desoladoras noticias, rasgaron el alma de Erilit pues nadie sabía decirle si su amado había sobrevivido o en cambio, había caído en batalla permaneciendo en la oscuridad del bosque sin un suspiro de vida. La angustia y desesperación fue tal, que dejó de comer y beber, convirtiéndose en un alma en pena, en la sombra de lo que un día fue, aferrando con ansia la idea de abandonar tan horrible mundo.

A los pocos días, el desconsuelo que carcomía su corazón se vio interrumpido por una inmensa alegría al recibir un correo de su amado. Así decía:

"Amada Erilit,

No sabéis cuan es mi alegría al poder escribiros esta nueva y liberaros del sufrimiento de no saber de mí. En los últimos días, mi ejército ha sido mermado considerablemente. No tenemos esperanzas para lograr la victoria. Este es el fin. Sin embargo, lucharemos.

Por ello os escribo. Antes de perder mi vida, necesito veros por última vez, embriagarme de vuestro aroma, saborear vuestros labios... . Además, he podido finalmente averiguar la identidad de aquel que está en contra de nuestro amor y que nos destruye poco a poco pues la maldad corre por sus venas. Es importante que lo conozcáis puesto que es nuestro mayor enemigo.
Nos reuniremos en el amanecer del 2º día tras recibir esta carta, en nuestro refugio. El bosque ha dejado de ser lugar de batalla y nadie osa visitarlo, por ello no hay peligro alguno de que nos descubran.

Siempre vuestro,
Os ama,
Bakht".

Y Erilit cumplió con la cita, abandonando la seguridad del hogar para reencontrarse  con su amado por última vez.

***

Partió rauda hacia su destino, el bosque. Nadie se opuso en su camino pues nadie habitaba las calles.
Cuando alcanzó el bosque, su paso disminuyó. El fétido olor de la muerte inundaba el lugar. Con pies inseguros atravesó el bosque cuya característica belleza se había esfumado en la bruma de la muerte. Sus ojos solo vieron muerte. Las muertes de miles de jóvenes soldados cuya vida había sido desperdiciada por la estupidez de la guerra, y la muerte también de aquella naturaleza que había llegado a amar. Sus lágrimas fluían del mismo modo que los cadáveres por sus ojos.
Continuó su camino. Tardaba más de lo debido en alcanzar la cueva pues debía cuidar su paso y no caer sobre lo que un día fue un joven.
El lugar estaba extrañamente silencioso. El ejército de Noxcram se protegía en su Condado y el ejército de Legen, por lo que se ve, no tenía intención de iniciar batalla aquel día.
Un nuevo día había nacido sobre el horizonte, sin embargo, su resplandeciente luz no pudo alcanzar la profundidad del bosque cuya frondosidad impedía el paso de los rayos solares.

Cuanto más próxima se hallaba de su destino, su oído creyó escuchar el tenue entrechocar de unas espadas. En cambio, la debilidad del sonido que durante unos instantes se ausentó, le hicieron dudar de su existencia.
Continuó. Nunca antes le había parecido aquel camino tan largo. Y de repente, el ruido de metal volvió a acariciar su oído. Con cada paso, se hacía más fuerte y real.
Por un momento, creyó que se hallaba en plena batalla , pero al instante rechazó la idea. El ruido que acudía a sus oídos únicamente pertenecía a una lucha entre pocos hombres, quizá dos.
Al recaer en ello y al hallarse tan próxima al lugar de su cita con su amado, temió por él y partió rauda en su búsqueda.

Al alcanzar el claro donde se encontraba la cueva, el temor que anidaba en su corazón se afirmó: frente a ella observó una brava lid entre dos jóvenes que distinguió de inmediato: su amado Bakht y el Conde  Mars.
En aquel momento las palabras de su amado tomaron sentido: "He podido finalmente averiguar la identidad de aquel que está en contra de nuestro amor y que nos destruye poco a poco pues la maldad corre por sus venas." Ahora lo entendía todo. El Conde de Legen y amigo de su infancia era aquel ser donde la maldad anidaba en su corazón y cuya meta era destruirlos; y la evidencia de ello era tan clara que insultaba su inteligencia: Mars Arroult Lugt --> MAL; mientras que ellos formaban su opuesto: Bakht Iornau- Erilit Nosac --> BIEN.
Todo resultaba ser una lucha  entre el BIEN y el MAL, cuyos protagonistas resultaban ser una joven pareja de enamorados y otro joven de malévolas intenciones.

La muchacha observó la lucha entre ambos jóvenes y temió por la vida de Bakht. El poder de ambos podría acabar con el malvado Mars, pero ahora Bakht luchaba solo y necesitaba de su ayuda para lograr la victoria.
En aquel momento, Mars logró golpear a Bakht en el hombro provocando la caída de su espada al suelo, dejándolo indefenso.
Erilit, asustada no pudo evitar gritar:

-¡¡¡¡¡ Bakht !!!!!- su voz resonó en todos los rincones del tétrico bosque.

El aludido que no había percibido la presencia de la muchacha, cometió el error de centrar su atención en la persona que gritaba su nombre, olvidándose de actuar con rapidez para evitar un posible golpe de su contrario.
Y éste llegó con presteza, aprovechando el descuido y atravesando el costado de Bakht con ímpetu. La espada de Mars atravesó su cuerpo cual cuchillo en manos expertas de carnicero, y de su herida comenzó a manar sangre a borbotones.

-¡¡¡¡ Bakht !!!!!- volvió a gritar Erilit, esta vez en llanto al observar la escena mientras corría hacia ellos.

Pero su intención se vio impedida por el Conde de Legen que había corrido hacia ella y la apresaba entre sus brazos con fuerza y una odiosa sonrisa en el rostro.
Bakht, herido y débil, cayó de rodillas sobre el charco de su propia sangre, observando incrédulo la espada que atravesaba su cuerpo. Comenzó a debilitarse y marearse. En la lejanía oía el llanto desesperado de su amada y con dificultad girose su rostro hacia ella para verla por última vez. La visión de la joven no era clara debido a las lágrimas que acudían a sus ojos, sin embargo, le era suficiente pues el recuerdo de su belleza se mantenía vivo e intenso en su memoria. Recreándose en aquella imagen, cayó al suelo, inerte.

La joven intentaba zafarse de los brazos de Mars suplicando y llorando desconsoladamente pues deseaba abrazar a su amado por última vez. Cuando Bakht cayó muerto, del alma de Erilit nació un grito desesperado que surgió de su boca. Este fue tal, que incluso Mars durante unos instantes sintió lástima por ella. Pero al momento recuperó su sonrisa triunfante, había ganado.
La joven continuó expresando su dolor con intensidad hasta que la oscuridad se cernió sobre ella. "



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