La oscuridad del olvido

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - Nolara
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Tercera Parte

Desperté de la oscuridad del olvido, de aquello que hubiera deseado que fuese un sueño pero que resultaba ser toda la verdad oculta por recuerdos falsos que me habían sido impuestos.
Ahora entendía y comprendía todo.
El joven de la cueva era el Conde de Noxcram, Bakht Iornau, mi amado, que a pesar de los recuerdos recuperados, no había muerto.
El Conde de Legen era Mars, mi prometido y Erilit era mi nombre. Por fin había recuperado mi identidad y mi poder.
Tras herir a Bakht, Mars me había cogido en su poder y había ocultado mis recuerdos sustituyéndolos por otros que él mismo había creado y que favorecían sus intereses. Él había provocado la guerra como excusa para luchar contra nosotros únicamente para tenerme bajo su poder.
Ahora comprendía el temor de mi madre por mi futuro esposo y su muerte, pues él la había producido. Entendía también la petición constante de recordar de mi fallecida madre y del joven de la cueva. Y al fin había encontrado la explicación de la tristeza que creía característica en mí: Mars había logrado borrar los recuerdos de mi mente pero no los de mi corazón.
Lo que no llegaba a entender era por qué no me obligaron a recordar antes pues ya era demasiado tarde, aquella mañana se celebraría la unión. ¿O aún había tiempo? Todavía no había amanecido. ¡ Sí, aún había tiempo !.

Recaí en el cuerpo inerte de mi madre. "Laresa" pronuncié con suavidad esperando una respuesta que no llegó. Besé su fría mejilla con dolor. Había hecho cuanto había podido para liberarme de las garras del MAL, aún arriesgando su vida y yo no lo había apreciado hasta ser demasiado tarde. Me desprendí delicadamente de su cuerpo y la posé cómodamente sobre la cama .
Me aproximé a los ventanales. Observé que al contrario que la noche anterior, nadie me vigilaba. Debía llegar lo antes posible junto a mi amado, quien me había esperado aquellos dos largos años de sufrimiento, pero ¿podría escapar de allí?.

La casa estaba extrañamente silenciosa y la vigilancia había desaparecido como por arte de magia. Barajé la idea de dirigirme a la habitación de mi enemigo y destruirlo mientras descansaba pero opté por no hacerlo. Él era mucho más poderoso que yo y para luchar contra él, necesitaba de Bakht. Así que lo primordial era acudir cuanto antes a él. 

Tras besar a mi madre por última vez, lentamente abrí la puerta de mi alcoba. Antes de cerrarla tras de mí,  girome y observé con detalle mi retrato. En aquel momento distinguí por primera vez con desconcertante claridad y seguridad la inicial que se hallaba inscrita en el colgante de plata: E, de Erilit.

***

Descendí las escaleras silenciosamente y con los sentidos alerta por si en momento alguno, alguien impedía mi marcha. Pero nadie apareció, la casa parecía totalmente vacía e inerte. ¿Acaso Mars desconocía mi vuelta a la realidad? ¿qué había sido de la vigilancia de la noche anterior? Y los empleados de palacio, ¿cómo es que aún dormían?. Todo aquello resultaba muy extraño, demasiado extraño. Aparqué mis elucubraciones a un lado y me centré en mi cometido. Tras alcanzar los portones, la sorpresa y duda fue máxima al hallarse éstos abiertos, sin cerrojo alguno. Hecho insólito en aquel palacio.
Todo ello me llevó a intuir que algo malo iba o estaba por ocurrir. Sin embargo, aproveché aquella ocasión y abandoné con rapidez el edificio.

El pueblo, del mismo modo que el palacio, parecía sumirse en un profundo letargo desconocido en él hasta entonces. Aquello aumentaba mis sospechas de que algo iba a ocurrir y nada bueno.
Debía encontrar a Bakht pues su compañera de poder había regresado de la oscuridad del olvido.

Rauda partí del Condado de Legen y me introduje en el melancólico bosque que aún no había recuperado su alegría.
Mi corazón latía con fuerza, no por el cansancio en sí, sino por volver a ver a mi amado de nuevo, con la mirada del pasado, sin la ceguera en la mente.
Alcancé la cueva con el alma en vilo. Observé que su interior se hallaba vacío y temí que hubiera vuelto a llegar demasiado tarde. Quizá el MAL lo había encontrado y luchaba bravamente contra él como una vez ocurrió. Si tal era el caso, su vida peligraba y debía dar urgentemente con él.
De repente, percibí unos pasos en el exterior de la cueva. Temiéndome lo peor, salí a la luz y observé a un joven frente a mí.

Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando lo vieron de nuevo, altivo y bello como antaño, como lo recordaban. Me observaba confuso y se mantenía cauto.

-¿Erilit? - preguntó al fin con cierto desconcierto.

Al escuchar mi verdadero nombre tras aquellos años en sus labios, mis lágrimas manaron por mis mejillas lentamente. Con firmeza asentí y corrí hacia él, fundiéndome en su añorado abrazo. Me recibió deseoso y a la vez, incrédulo pues la esperanza de volverme a abrazar había desaparecido. La danza de mi lágrimas se tornó brava como caudal en día de tormenta y estallé en llanto doloroso y alegre.

Por fin volvíamos a estar juntos, a abrazarnos, a sentir el amor del otro en su abrazo, en su mirada.
Nos abrazamos recuperando el tiempo perdido, como si en aquellos dos años no nos hubiéramos visto, a pesar de haberlo hecho el día anterior. Pero en aquellos días, yo no estaba, Erilit no estaba.  En aquel justo momento resonaron sus palabras en mi mente adquiriendo todo su significado:  " no he vuelto a verla pero sé que está viva. Siento su presencia cerca de mí, aunque ella no está. Desde entonces, lo único que me mantiene con vida es la espera día y noche con la esperanza de que su mente despierte y sus recuerdos regresen del olvido, y con ellos, su ser."  Y finalmente lo había hecho, había regresado junto a él.

Ligeramente me aparté de él y besé con ternura su rostro: su frente, sus ojos, su nariz, su cuello, sus mejillas y sus labios, deteniéndome en ellos largamente; intentando en vano recuperar el tiempo perdido. Nos hubiéramos amado en aquel instante sin lugar a dudas, pero no había tiempo. Ambos sabíamos que el MAL acechaba.

-Os amo, os amo, os amo. No sabéis el sufrimiento de estos dos años...- me susurró él al oído- y más aún en el último mes, teniéndoos tan cerca y a la vez, tan lejos.... .
-Lo sé- afirmé mirando sus bellos ojos que me amaban- ¿qué fue de vos? Yo creí que habíais muerto.
-No, no caí en el abismo de la muerte- me aclaró sin dejar de posar su mirada en mi rostro, incrédulo aún de lo que ésta veía.
-Pero yo vi como Mars os atravesaba con la espada y caíais al suelo inerte.
-Y así hizo, sin embargo, no me hirió de muerte.  Su espada atravesó mi cuerpo pero al hacerlo, ésta se torció y me hirió en el costado. Lo que únicamente atravesó fue piel, no dañó ninguno de mis huesos ni ninguno de mis órganos. El cansancio de las batallas y la excesiva pérdida de sangre, provocaron mi inconsciencia tras caer al suelo. Eso fue todo.
-¿Y qué pasó después, contigo, con la guerra?- quise saber sin soltarme de su abrazo.
-A las pocas horas, algunos de mis hombres me encontraron y me creyeron muerto, por ello capitularon. Cuando recayeron en su error, me curaron y salvaron. Tras la derrota, los supervivientes emigraron a otras tierras y yo preferí mantenerme aquí, en el bosque, con la esperanza de que algún día regresarais y me encontrarais. Como al fin ha sucedido. De nada servía buscaros pues el MAL me hubiera derrotado. Llegué a perder la esperanza... .

Lo observé con lástima. Me había esperado día tras día de aquellos dos años en aquel lugar, sin saber de mí y anhelándome cada hora y cada segundo, mientras yo desconocía su sufrimiento, ingenua en el abrazo de la mentira.  Volví a besarle como intento de paliar aquellos días de angustia y dolor. Después, acaricié su torso y mis manos se toparon con aquel colgante que llevaba inscrita  mi inicial. Lo descubrí de entre sus ropajes y se lo mostré.

-Este colgante era mío, ¿cómo llegó a vos? No recuerdo como lo perdí- inquirí con curiosidad.
-Tras despertar de la inconsciencia y una vez curado, regresé al lugar donde caí herido, y oculto entre las plantas y hierbas, lo hallé. Se os debió caer cuando forcejeasteis con Mars- me aclaró.

Al pronunciar aquel nombre, recaí en el peligro.

-¿Creéis que Mars sabe que he recuperado mis recuerdos?.
-Lo ignoro, pero no me extrañaría. Es muy poderoso - su talante se tornó serio.
-¿Por qué no acabó conmigo? Me tenía bajo su poder- aquella duda no había abandonado mi mente desde que había recuperado mi identidad.
-Para acabar con el enemigo, no hay por qué destruirlo. Es más útil controlar su poder y manejarlo a su antojo. Os envenenó la mente durante 2 años y os tenía bajo su control. De esta manera, le resultabais más útil que destruyendoos  pues dominandoos  me hería a mí poco a poco. Los 2 somos 1, y poseyendo una parte, podía acabar con la otra.
-Por eso quería unirse conmigo, pues uniéndome a él , caería definitivamente bajo su control y borraría mis recuerdos e identidad para siempre, dotándose de todo mi poder. Teniéndome a mí, os debilitaría a vos hasta destruiros. Y de esa forma, no arriesgaba su vida- concluí.

Él afirmó levemente con la cabeza.

-¿Y qué vamos a hacer ahora?- necesité saber.
-Es primordial que nos unamos para unificar nuestros poderes y así poder luchar contra nuestro enemigo, que nos acechará hasta encontrarnos y destruirnos. Eso, si no lo destruimos antes a él- me informó. A continuación, su rostro dibujó una sonrisa- Por ello, ¿deseáis uniros nuevamente a mí?.

Aquella petición me pilló totalmente desprevenida, pues hacía 2 años ya me lo había pedido y no creía necesario que me lo volviese a pedir. Como aquella vez, sus palabras me llenaron de suma felicidad y recibió la misma respuesta:

-Sí, lo deseo.

Nos fundimos en un apasionado beso que nos evadió de la realidad,  olvidándonos momentáneamente de que el peligro se hallaba cerca. Aquel fue nuestro error.

Distraídos como estábamos, no fuimos conscientes de la presencia de una figura próxima a nosotros. Ésta, al vernos, nos aplaudió, devolviéndonos a la cruda realidad.

-¡Qué bonito ! de verdad, qué bonito es ver a una pareja amándose. Os felicito, en serio- nos dijo sonriente e irónico.

Bakht  y yo nos separamos de inmediato y observamos a aquél que se hallaba frente a nosotros. Su visita no nos sorprendió del todo pues sabíamos que tarde o temprano aparecería. Y debido a que nos habíamos dormido en los laureles, resultó ser más temprano que tarde.

-¡ Mars ! ¿cómo vos por aquí? - le inquirió Bakht con tono jovial donde se dejaba percibir el desprecio y odio que sentía por él.
-Pues ya veis, vengo a reclamar lo que es mío - le respondió el aludido adquiriendo el mismo tono, posando su mirada en mí.
-Aquí no hay nada que os pertenezca- su semblante se tornó despectivo y grave.
-Eso está por ver.

La macabra sonrisa de Mars también se evaporó de su rostro ocupando su lugar, una mueca de profundo desdén. 
Se desafiaron con la mirada. Se estaban retando a muerte y aquella lucha, a mi pesar, era inevitable.  Aquella batalla entre el BIEN y el MAL debía tener lugar.
Tan espantosa escena se repetía de nuevo y su lacerante recuerdo la dominaba . Supliqué para que no tuviera el mismo final.

Tanto Bakht como Mars descubrieron las espadas de sus vainas, prestos para luchar, el uno frente al otro, cara a cara, cuerpo a cuerpo.
Previendo la cercanía de la lid, saqué de entre mis ropajes una pequeña daga de hierro forjado con la intención de luchar también.
Pero Mars me vio y mirome a los ojos. Súbitamente, un fortísimo dolor taladró mi mente del tal modo que mi mano soltó el arma y junto a ella, caí al suelo.  El dolor era profundo y agudo y distorsionó mi vista, impidiéndome observar con claridad la lucha. Aún tenía poder sobre mí.

Tras mi caída, la lucha dio comienzo y con ella el entrechocar de las espadas. Su sonido atormentó mis oídos en todo momento, tal era su fuerza.

Repentinamente, aquel insoportable dolor desapareció y pude presenciar la lid. Intenté levantarme, debía ayudar a mi amado, pero no lo conseguí. La debilidad corroía mis miembros y músculos, convirtiéndome en un triste testigo. La lucha era brava y dura y sufría en cada estocada que Mars efectuaba contra Bakht.

El combate no parecía tener fin y cada segundo de incertidumbre me resultaba eterno. Ambos se hallaban muy cansados pero el odio les incitaba a continuar una y otra vez.

Bakht se hallaba en desventaja ya que no poseía todo su poder, sin embargo, luchaba con ferocidad.  Evitó y se defendió de cada golpe de su contrario. Sus músculos temblaban del esfuerzo exigido, su mente bullía frenética, controlando cada golpe, cada estocada, cada paso. El sudor corría por su rostro  impidiéndole la visión pero no podía perder tiempo en secárselo. Sus movimientos, inicialmente raudos y ágiles , perdían fuerza y rapidez en cada golpe y la resistencia de sus miembros, comenzaba a declinar. El cansancio estaba haciendo mella en él, y su enemigo lo sabía. Cada ataque de Mars era más fuerte y seguro, pues en él residía un poder mayor que el de Bakht.  Empero, debía continuar a pesar de agotarse toda su fuerza. Se hallaba indefenso ante el dominio de Mars y sabía que no lograría la victoria, aún así lo intentó.  Su principal preocupación no era su vida, ya que sabía que pronto la perdería,  sino la de Erilit y por ella seguía luchando.
Y su enemigo, finalmente, ayudado por la debilidad del joven Conde de Noxcram, logró su cometido. Con ágil estocada, atravesó con su espada la plenitud del torso de Bakht, hiriéndolo, en esta ocasión, de muerte.

-¡¡¡¡¡¡¡¡ NNNNNOOOOOO !!!!!!!- grité rompiendo en llanto sin poderme alzar.

Los dos contrincantes se observaron cara a cara. Mars mantuvo la espada en el cuerpo de Bakht apenas unos segundos y antes de sacarla, volvió a introducirla profundamente para asegurarse de que no lograría sobrevivir.  Seguidamente, se apartó con rapidez de mi amado para no ser salpicado con la sangre que manaba de la profunda herida. El herido intentó en vano agolpar la hemorragia entre sus manos.  Todo ello ocurría mientras yo observaba la escena con horror y hondo dolor, llorando desconsoladamente. Por un momento deseé apropiarme de su dolor y así salvarle de tan horrible sufrimiento. Y esté llegó, lacerante y afilado a mí, debilitándome por entero e impidiéndome la respiración.  El dolor era tan profundo e insoportable que llegué a arrepentirme de mi deseo, sin embargo, lo mantuve unos segundos hasta que Bakht me lo arrebató para que yo no conociera tal sufrimiento.

De repente, ocurrió algo inesperado. Mientras Mars contemplaba triunfante a su contrario malherido, su espada, involuntariamente, se desprendió de su mano y comenzó a flotar por el aire como por arte de magia. Antes de que la comprensión de tan extraño suceso alcanzara la mente de Mars, su espada, manejada por el viento, lo acuchilló veloz e insistentemente hasta que no quedó tira de piel sin rajar, y gota de sangre sin brotar. Con incredulidad en su expresión, cayó al suelo aún con vida. Al instante, del suelo se inició el espeluznante canto de gemidos y llantos que helaron mi piel.  Junto a los cantos, surgieron numerosas sombras negras que rodearon el cuerpo de su víctima y se lo llevaron a las profundidades de la tierra donde ellos moraban. Con un hilillo aún de vida, Mars chilló y gimió desesperado y asustado. Incluso, tras desaparecer bajo la tierra, se podían oír sus lamentos que tras unos segundos murieron, como su vida. 
Aquellas sombras resultaban ser las almas de aquéllos que habían perdido la vida en la cruel guerra acaecida 2 años atrás y que en aquel momento, habían vengado su muerte, llevándose con ellos al culpable.

Cuando el bosque quedó en silencio, recuperé mis fuerzas y mi movilidad, y me lancé rauda hacia Bakht, que había caído al suelo.
Coloqué su cabeza sobre mis rodillas. Con una mano sostuve su bello rostro, y la otra la posé sobre su herida sangrante donde él reposaba ambas manos.
Al sentir mi tacto, abrió los ojos y me sonrió débilmente.

-Bakht, os pondréis bien, cariño. Saldréis de ésta como la última vez- intenté animarle sin creer mis propias palabras mientras las lágrimas fluían por mi rostro sin descanso.
-No, amor, esta vez no- logró articular mi amado.
-No, no- repetí llorando con desconsuelo.

Las únicas lágrimas que acariciaban su rostro eran las mías, cuyo reguero era incapaz de cercenar pues pertenecían al sufrimiento y dolor de mi corazón al saber que estaba perdiendo a mi gran amor.
Con gran dificultad, alzó su mano ensangrentada hacia mi rostro y me regaló su última caricia.

-Me voy... .
-No, no os vais.... - insistí desolada- no debéis iros.... .
-Muero feliz, amor. Hemos destruido al MAL - debido al esfuerzo, se atragantó y tosió convulsionando todo su cuerpo. La sangre manó de la comisura de sus labios, que yo con los míos limpié. Recuperado, finalizó- debéis continuar.... .
-No puedo sin vos, os necesito.... - gemía con pena.
-No.  Continuad nuestro camino, lo sabréis hacer, lo sé... .
-No, ahora que nos hemos encontrado, no quiero volver a perderos, no... - no quería perderlo, no quería hacerme a la idea de que aquellas eran sus últimas palabras, sus últimos segundos de vida.
-No me hagáis morir en vano...- me dijo con una sonrisa teñida de la cercana muerte.

Yo negaba insistentemente mientras lloraba amargamente. Lo necesitaba, necesitaba estar a su lado, amarlo, sentirlo. No me creía capaz de hacerlo sola.
Sin embargo, sus últimas palabras surtieron efecto en mí para borrar la idea que en aquel mismo momento cruzaba mi mente, y que no era otra que la de unirme junto a él a la muerte.

-No me dejéis sola.... .
-No estaréis sola.

Y a continuación , posó su mano sobre mi vientre.  La semilla que él había dejado en mí tanto tiempo atrás, latente aquellos dos años, recuperó la vida y se desarrolló en mi interior con la rapidez del tiempo perdido.
Sin darme tiempo a comprender qué ocurría, sentí un fortísimo dolor en mis entrañas propio de una contracción, arrancándome un profundo grito, y de mi entrepierna nació una pequeña criatura envuelta en sangre. Ésta al instante desapareció de su cuerpo y de mi vagina.
Sorprendida, cogí al bebé con delicadeza entre mis brazos y lo acomodé en la protección de mis ropajes. Incrédula observé a nuestro hijo, que nacía con la muerte de su padre.
Bakht, moribundo, contempló a su hijo y sonrió.

-Muero dichoso por haber disfrutado de vuestro amor y por haber tenido la oportunidad de conocer a nuestro hijo. Me habéis hecho realmente feliz, Erilit. Siempre estaré a vuestro lado. Os amo y os amaré siempre.... .

Su mirada, posada en mí, lentamente fue perdiendo el brillo de la vida y su mano, que aferraba la mía y a la vez se posaba en nuestro hijo, se deslizó al suelo sin vida.
En aquel justo momento, el bebé rompió en llanto vigoroso y fuerte, teñido de pena. Y a su dolor me uní yo, profundamente afligida, llorando y gimiendo angustiada y desesperadamente, rota de dolor,  sin consuelo alguno para aquel sufrimiento que destruía mi alma y mi corazón. Acababa de perder a la persona que más había amado en vida  y con felicidad me hubiera unido a él si no hubiera sido por la criatura que sufría, al igual que yo, en mi regazo.

***

Largos días lloré junto a su cuerpo sin vida, negándome a abandonarlo, negándome a apartarme de su lado y de esa forma, alejarme de sus recuerdos.

Finalmente, cuando comprendí que ni mi llanto ni mi sufrimiento devolverían la vida a mi amado y una vez iniciado el cometido de la naturaleza, me marché de aquel lugar sin mirar atrás, sin mirar por última vez aquel cuerpo que devorado por sí mismo a penas conservaba una sombra de lo que un día amé.

Tras la desaparición de Mars, el bosque recuperó poco a poco su belleza y vida, sin embargo, mis ojos, envueltos en dolor, no lo apreciaron.

Cuando llegué al Condado de Legen, el pueblo me recibió con los brazos abiertos. Ellos también habían despertado del férreo control al que igualmente habían sido sometidas sus mentes. Conocían mi historia y mi dolor y sufrieron conmigo. Debido a que ambos condes habían fallecido y ya que yo llevaba al único hijo de uno de ellos, me nombraron Condesa de Legen, y yo acepté agradecida aunque aquello no aliviaba mi dolor. Como yo pertenecía a ambos pueblos, decidí cambiar el nombre del condado ya que sus habitantes pertenecían tanto a Legen como al desaparecido, Noxcram. Y así el condado pasó a llamarse Lexcram, y mi pueblo lo agradeció con sinceros aplausos.

Además de las obligaciones de mi cargo, me dediqué por entero a la educación de mi hijo, Pax. Le eduqué bajo la adoración y el amor hacia su padre, llegando a convertirlo en un modelo a seguir.

A pesar de hallarse destruido el MAL, luché contra los posibles males que acechaban a mi pueblo. Y mi gobierno fue próspero y dichoso. Cuando Pax alcanzó la mayoría de edad, le ofrecí mi puesto y se convirtió en el nuevo conde de Lexcram.

Su mandato se caracterizó y basó en el respeto, la lucha contra el MAL , la armonía y la igualdad. Su prestigio fue tal que llegó a ser coronado Rey de aquel país donde entre otros, residía nuestro pequeño Condado.  Su reinado fue el mejor conocido en la historia de aquel país, que vivió tranquilo, sin mal alguno que destruyera aquella paz. El pueblo lo adoraba y se le conoció en la historia como " Pax, el extraordinario".
Gracias a aquel hijo que se nos concedió, el BIEN pudo ser transmitido de generación en generación y brilló siempre en los corazones de aquel pueblo .

En cuanto a mí, recuperé el puesto de condesa de Lexcram cuando mi hijo accedió al trono.
Durante los primeros años tras la muerte de Bakht, me sentí realmente sola y esperé cada día y cada hora poder sentir su presencia. Sin embargo, ésta no llegó hasta que dejé de sufrir por él y logré vivir el presente, desestancándome del pasado. A partir de entonces, fui realmente feliz puesto que a pesar de no verlo ni poder tocarlo, lo sentía junto a mí en todo momento, dándome fuerzas para el día a día.

Y aquí sigo, hoy en día esperando con ansia y deseo el momento en el que la sombra de la muerte venga a por mí y me lleve junto a mi amado. Y de esta manera, poder amarnos al fin sin interrupciones ni tiempo, teniendo en nuestras manos y para nosotros solos, toda la eternidad.


FIN



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