De Nienna y Olórin: Un fragmento del mito de los Istari

12 de Agosto de 2004, a las 00:00 - Nuria Abajo Gamarra
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Segunda parte

No pasó ni una estación, cuando Olórin, requerido por los dos hermanos Fëanturi, viajó de nuevo a Mandos. Allí no le recibieron amablemente; sino que solo distinguió, afligido y apesadumbrado, el semblante adusto de Námo y las palabras de reproche de Irmo, su amo.

“¿Tan mal en mi casa te he tratado que con tales ofensas me pagas?” Le dijo el Señor de los Sueños, mirándole con sus ojos resplandecientes como fuego.  “Bien engañado me has tenido: Si hubiera sabido cuales eran tus finalidades, nunca habría permitido que tu vista posase sobre los Reinos de la Noche. ¿No comprendes, infeliz, que entre Nienna y tú nunca acaecerá nada más que servidumbre y acatamiento divino?”

Yo nunca pretendí importunar al que debo vasallaje y, si lograra enmendar el agravio, con complacencia lo haría. Pero lo que ofende a los Feänturi es mi corazón, Alto Señor de Lórien. Y es un músculo tornadizo y caprichoso; capaz de regir naciones, encumbrar a los hombres hacia la gloria o ahondadlos en la consternación. No soy patrón de los actos guiados por el corazón, como no existe sobre Arda hombre o mujer que lo sea; ni siquiera los mismísimos Valar. Mas, os mentiría si expresase que soy victima de tales designios; porque de amarla no me arrepiento, ni alcanzare a arrepentirme. Pero nunca rogaría por poseer la más preciosa joya de los hermanos del Crepúsculo, puesto que bien se cual es mi lugar”.

“Tu voz es una falsa constante, Maia” le injurió entonces Námo. El Señor de Mandos muy alto personificaba, erguido con todo su poder, con la rabia y la humillación centelleando en su cara. Y esa furia divina se acrecentó; porque Olórin no menguaba en valor, ni en desafió; aunque se mostraba sumiso como él más leal de los súbditos. “Necio serias al codiciar cambiar lo incambiable: Nienna ya estuvo con uno de los nuestros, Morgoth; el que solo infidelidad y desgracias nos acarreó. Mas, Vala era y el más grande; tanto en plenitud como en conocimientos. Y solo otro de los nuestros volverá a desposarla, si ese fuera el designio de mi hermana. Así será,  puesto que ella esta muy por encima de ti y los de tu casta. Ama a otra, no existen pocas de los tuyos y bien hermosas sobre Valinor habitan, pero olvida la quimera por la que suspiras.”

Ahora bien, aunque sabido es que Olórin era sabio y bien dotado en artes como en astucias, las palabras de Námo cierta lógica albergaban; y él, por mucho que lo intentará, no seria un digno igual al esplendor de la casta valariana. Eso lo entristeció y sus ojos distinguidos se apagaron, igual que nubarrones ocultando al Azul Celeste; puesto que una gran bruma negra había velado cualquier ilusión que poseyese, si es que alguna vez poseyó, en su ser. Entonces llego la Reina de Mandos, la tejedora Vairë. En sus aposentos trabajaba, con gracia y decoro, hasta que el altercado a sus oídos llego. Su presencia detuvo tanto a su marido como a su cuñado, porque de parte de Olórin estaban:

“Nunca pensé, ni en los años que las oscuridades nos sumió en desdicha, que oiría tales palabras venidas de tus labios” Dijo Vairë a Námo, y el Rey de Mandos se perturbó, porque, ningún día, en cuantos vivió y recordaba su infatigable memoria, tan duro semblante se había marcado en la faz de su amada “¿Cómo te atreves a llamar mentiroso a Olórin, cuando él te ha mostrado que alberga su espíritu y no ha negado los agravios? ¿Y que agravio son esos? ¿El amor hacia tu hermana? ¿Veis insulto ahí?”

“Vemos insulto no en el amor, sino en el atrevimiento de asemejarse a nuestro linaje y al intento de deshonrar a mi hermana”

“¿Es que acaso los sentimientos conocen de estatus y castas? ¿No se rigen solamente por la ley de Eru? Debería enaltecerte que alguien ansía cortejar a tu hermana de tal noble forma, y más tras repararla afligida y lacerada por yerro del malintencionado Morgoth.  Sois vosotros los que deshonráis a Nienna, y no Olórin. Mucho ha cambiado el mundo para que sean hombres los que velen y dicten sobre el destino de las mujeres. Más todavía en el amor. Y muy necias hemos sido al acatar vuestros propósitos, puesto que no hemos sabido conservaros en vuestro sitio”

“¿Y cual sitio es ese, mi señora? ¿Un lugar que germina en tus fantasías? Vuelve a tus quehaceres o trenzaos, ya que sólo ahí eres indispensable; y olvida mis asuntos. La obligación de un hermano es velar por su pariente, proteger su decoro y velar por su dote…”

“¡Bajo mi techo no me hablarás ni me humillarás de tal forma!” Gritó entonces la Tejedora y Námo sintió haberla herido porque la amaba, y quiso hacérselo saber. Pero Vairë no se calmó sencillamente, y fría, más que el hielo puro, fue su contestación. “Me iré lejos de ti, puesto que no me respetas; aunque sea para el sufrimiento de los dos y nos pese para siempre esta decisión. Pues no podría vivir en los parajes donde no soy reconocida, y menos como una igual. Porque no soy tu sirvienta, Námo, sino tu mujer y compañera”

Entonces Námo le rogó que no partiera y ella se quedó, puesto que el cariño hacia él no podía desaparecer así por una simple disputa. Y dicen que la dama resplandecía, como las hojas del estío tras el rocío, y sus ropas moradas la envolvían entera, mientras los sonidos nocturnos llegaban con la brisa. Así, Námo se enterneció al ver la perfección de su Reina, y admiró su fuerza y templanza para desafiarlo.

“Di lo que goces en expresar, mi señora. Sobre Nienna y Olórin” Le habló su esposo y ella le miro con ternura; ya sin ápice de desagrado en su interior, porque nunca existió tal sentimiento malcarado en su corazón “Lo que desees, se hará: Si mi hermano no lo considera incorrecto”

“Será así, no me opondré” contesto Irmo, el anhelante  “Porque tu eres el Primogénito de los hermanos Fëanturi y, si tu ánimo lo acaricia, que sea tu esposa quien decida. No expondré nada en contra” 

Y la Reina de Mandos tomó a su esposo de la mano, y debatió en silencio durante un tiempo. Fue así porque Vairë tiene el don de la profecía; y muy hondo buscó, dentro de los anales de la historia futura. Mas, si vio algo más allá de las tinieblas, no lo comentó:
“Nada se hará: En ninguno de nosotros reposa en Destino de Olórin, y lo que ha de transitar, transitará inexcusablemente. Que vuelva a Lórien y retorne a sus tareas abandonadas, puesto que mucho tiempo ha morado en Hanstovánen. Con la separación, conoceremos las emociones que guarda aprensivamente la Enlutada. Si solo prorroga de Olórin servidumbre, lo sabremos pronto, y él, por muy quejumbrosa que sea la revelación, la acatará sin reservas. Pero si, por recóndita que sea la posibilidad, Nienna consienta, solo a ella le atañera resolver que acontecerá después…”

Mas, el filo de un puñal no hubieran herido tanto a Olórin como el verse obligado abandonar Hanstovánen y los Reinos de la Noche. Ahora bien lo sabían todos los espíritus que Lórien habitaban, porque él pasaba los días errando sin alma y alegría, casi enfermo, gris como las aguas turbias de un profundo manantial. Porque, ni la belleza de los árboles, ni el súbito cantar de los pájaros; hacían olvidar a Olorin a  Fui Nienna. Todo lo contrario, puesto que, ese mundo de Sueños y Descanso, bien poco recordaba al de la Noche y la Piedad que tanto amaba  y añoraba.

Y este sufrimiento de Olórin fue probado por Irmo, su amo; doliéndole  profundamente porque era sensible, bueno y nunca ajeno al dolor de los demás. Irmo, Señor de la Paz y los Anhelos,  le estremeció sentir que estos dones no residían ya en su siervo, al que en el fondo tenía en alta estima. Entonces el arrepentimiento llegó al corazón del Señor y muchas lágrimas por Olórin vertió; y tanto cariño sintió por él, que ya nunca le rehusaría la mano de su hermana puesto que, como pariente, ahora  le agradaba.

Así a su esposa se lo hizo saber y Estë, la Curandera de la centelleante melena plateada, le acalló dulcemente, posando su mano blanca en los labios de Irmo:
“En ti ya no existe tal decreto, sino que ahora mora en Nienna. Solo la fortuna puede ahora decirnos que les atañerá; aunque miento al indicar eso, porque Vairë, tu cuñada, es la Adivina de los Valar, y conoce más de lo que menciona. Lo sé porque un nuevo telar esta elaborando, y mi esencia me dicta que tiene relación con Olórin… Pero a mis deliberaciones no compensaría dar oídos; porque surgen más de mis emociones, que de mi racional mente”
De este modo terminó y nada más se habló.



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