Año 465 de la Primera Edad: Thingol exige un Silmaril por la mano de su hija
Menegroth, Reino de Doriath — Año 465 de la Primera Edad
La disputa se gestó en secreto y estalló hoy al alba. Durante semanas la princesa Lúthien había salido al bosque para encontrarse con Beren, el forastero que meses atrás la llamó Tinúviel bajo las hayas de Neldoreth. Fue Daeron el Bardo quien, movido por celos, siguió sus pasos y denunció el romance al rey Thingol.
Convocado a la Sala de los Mil Pilares como un reo, Beren guardó silencio hasta que Lúthien pronunció su nombre y lo presentó como “señor de los Hombres, poderoso enemigo de Morgoth”. El rey, indignado por la osadía de un mortal, exigió que Beren justificara su presencia. Al fin, alzando la mirada primero hacia Lúthien y luego a la Reina Melian, Beren habló con orgullo de la Casa de Bëor y declaró que nada lo separaría “del tesoro de sus deseos”.
El silencio fue total. Thingol, pálido de ira, le recordó que sólo el hecho de haberlo jurado antes lo retenía de ordenar la muerte del intruso; aun así, llamó a Beren “espía y esclavo”. Entonces el hijo de Barahir alzó el Anillo de dos serpientes que heredó de su padre, y el fulgor de las esmeraldas templó los ánimos. Melian susurró consejo al rey, y tras una larga pausa Thingol trazó la condición imposible:
«Tráeme en la mano uno de los Silmarils de la corona de Morgoth; entonces, si ella lo quiere, Lúthien pondrá su mano en la tuya».
Los presentes comprendieron la magnitud del reto; ni la fuerza conjunta de los Noldor había logrado tan siquiera acercarse a las tres Gemas guardadas en Angband. Beren, sin embargo, rió con amargura: “Por bajo precio venden a sus hijas los reyes de los Elfos; mas cumpliré vuestra voluntad”, dijo antes de abandonar el salón escoltado por guardias que ya no se atrevieron a sujetarlo.
Lúthien permaneció callada y, desde este momento, el canto ha cesado en los corredores de Doriath. Thingol se retiró sin más palabras; cuentan los sirvientes que la Reina Melian quedó mucho tiempo inmóvil, con mirada de honda tristeza.
Al caer la tarde, los búhos trajeron la noticia de que Beren dejó atrás los puentes de piedra y se encaminó hacia el oeste, llevando sólo su cota enana, su arco y el Anillo de Barahir. Nadie aquí se atreve a decir si volverá ni qué será ahora de la hija del rey, pero los árboles guardan un silencio más denso que de costumbre y el rumor del Esgalduin parece traer presagios en su corriente.