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EL SEñOR DE LOS ANILLOS El MOMENTO de Aragorn (02 de Noviembre de 2003, a las 12:10)
Eomer se había tranquilizado, y tenía ahora la mente clara. Hizo sonar los cuernos para reunir alrededor del estandarte a los hombres que pudieran llegar hasta él; pues se proponía levantar al fin un muro de escudos, y resistir, y combatir a pie hasta que cayera el último hombre, y llevar a cabo en los campos de Pelennor hazañas dignas de ser cantadas, aunque nadie quedase con vida en el Oeste para recordar al último Rey de la Marca. Cabalgó entonces hasta una loma verde y allí plantó el estandarte, y el Corcel Blanco flameó al viento.
Saliendo de la duda, saliendo de las tinieblas
vengo cantando al sol, y desnudo mi espada.
Yo cabalgaba hacia el fin de la esperanza, y la aflicción del corazón.
¡Ha llegado la hora de la ira, la ruina y un crepúsculo rojo!
Pero mientras recitaba esta estrofa se reía a carcajadas. Pues una vez más había renacido en él el espíritu guerrero; y aún seguía indemne, y era joven, y era el rey: el señor de un pueblo indómito. Y mientras reía de desesperación, miró otra vez las embarcaciones negras, y levantó la espada en señal de desafío.
Entonces, de pronto, quedó mudo de asombro. En seguida lanzó en alto la espada a la luz del sol, y cantó al recogerla en el aire. Todos los ojos siguieron la dirección de la mirada de Eomer, y he aquí que la primera nave había enarbolado un gran estandarte, que se desplegó y flotó en el viento, mientras la embarcación viraba hacia el Harlond. Y un Árbol Blanco, símbolo de Gondor, floreció en el paño; y Siete Estrellas lo circundaban, y lo nimbaba una corona, el emblema de Elendil, que en años innumerables no había ostentado ningún señor. Y las estrellas centelleaban a la luz del sol, porque eran gemas talladas por Arwen, la hija de Elrond; y la corona resplandecía al sol de la mañana, pues estaba forjada en oro y mithril.
Así, traído de los Senderos de los Muertos por el viento del Mar, llegó Aragorn hijo de Arathorn, Elessar, heredero de Isildur al Reino de Gondor. Y la alegría de los Rohirrim estalló en un torrente de risas y en un relampagueo de espadas, y el júbilo y el asombro de la Ciudad se volcaron en fanfarrias y trompetas y en campanas al viento. Pero los ejércitos de Mordor estaban estupefactos, pues les parecía cosa de brujería que sus propias naves llegasen a puerto cargadas de enemigos; y un pánico negro se apoderó de ellos, viendo que la marea del destino había cambiado, y que la hora de la ruina estaba próxima.
Hacia el este galopaban los caballeros del Dol Amroth, empujando delante al enemigo: trolls, variags y orcos que aborrecían la luz del sol. Y hacia el sur galopaba Eomer, y todos los que huían ante él quedaban atrapados entre el martillo y el yunque. Pues ya una multitud de hombres saltaba de las embarcaciones al muelle del Harlond e invadía el norte como una tormenta. Y con ellos venían Lególas, y Gimli esgrimiendo el hacha, y Halbarad portando el estandarte, y Elladan y Elrohir con las estrellas en la frente, y los indómitos Dúnedain, Montaraces del Norte, al frente de un ejército de hombres del Lebennin, el Lamedon y los feudos del Sur. Pero delante de todos iba Aragorn, blandiendo la Llama del Oeste, Anduril, que chisporroteaba como un fuego recién encendido, Narsil forjada de nuevo, y tan mortífera como antaño; y Aragorn llevaba en la frente la Estrella de Elendil.
Y así Eomer y Aragorn volvieron a encontrarse por fin, en la hora más reñida del combate; y apoyándose en las espadas se miraron a los ojos y se alegraron.
—Ya ves cómo volvemos a encontrarnos, aunque todos los ejércitos de Mordor se hayan interpuesto entre nosotros —dijo Aragorn—. ¿No te lo predije en Cuernavilla?
—Sí, eso dijiste —respondió Eomer—, pero las esperanzas suelen ser engañosas, y en ese entonces yo ignoraba que fueses vidente. No obstante, es dos veces bendita la ayuda inesperada, y jamás un reencuentro entre amigos fue más jubiloso. —Y se estrecharon las manos.— Ni más oportuno, en verdad —añadió Eomer—.Tu llegada no es prematura, amigo mío. Hemos sufrido grandes pérdidas y terribles pesares.
—¡A vengarlos, entonces, más que a hablar de ellos! exclamó Aragorn; y juntos cabalgaron de vuelta a la batalla.
Fundanentalmente ese, pero hay tb muchos otros.
Un saludo
Aragorn24
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