La búsqueda de Cora

02 de Febrero de 2005, a las 22:43 - Lobelia Tuk
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Capítulo 2 - Luces y Sombras

 Cora remaba con esfuerzo por las aguas del Nen Hithoel. Afortunadamente estaba acostumbrada al manejo de pequeños botes. Los Brandigamo de Los Gamos los utilizaban a veces por el Brandivino y ella había aprendido a manejarlos desde pequeña. Y, ciertamente, aquella barca élfica era muy liviana y manejable.
 
Mientras se acercaba a la orilla oriental del lago, Cora no dejaba de pensar en Merry y en Pippin.
 -Ojalá Gandalf hubiera estado aquí- suspiró Cora recordando al mago.
 La caída de Gandalf en Moria tras su lucha con aquel horrible monstruo de fuego y sombras había afectado sobremanera a la Compañía, y Cora le echaba de veras en falta. La presencia de Gandalf, con su voz grave y cascada, sus vivos ojos y aquellas espesas cejas siempre le había hecho sentirse segura.

 Con estos pensamientos, Cora llegó a la orilla. Desembarcó y como pudo, sacó la barca del agua y la empujó tierra adentro.
 -Debería comer algo antes de seguir- se dijo Cora-. Así, mientras tanto podré pensar en el camino que debo tomar.
 Se sentó en la hierba, bajo los árboles, algo intranquila. Esa orilla le producía una sensación extraña y temía que pudieran aparecer mas orcos, así que se apresuró a comer. Sacó la comida de la mochila y pensó que pronto se le acabarían los alimentos frescos, pero por suerte aun le quedaba una buena provisión de lembas de Lothlórien.
 Entonces se puso a pensar en el camino. Desconocía el rumbo que habían tomado Frodo y Sam, pero afortunadamente había estado presente cuando consultaron todos aquellos mapas en Rivendel, por eso confiaba en su buena memoria para encontrar un camino hacia Mordor. La Cienaga de los Muertos le parecía una opción aterradora, así que decidió seguir el curso del Anduin hasta que el río se acercara mas a la fronteras de la tierra tenebrosa. Una vez allí ya pensaría como buscar a Frodo. Pero para ello tendría que encontrar el modo de bajar por las escarpadas rocas de Emyn Muil.
 -Tendré que ponerme en marcha cuanto antes- se dijo Cora incorporándose-. Pronto caerá la noche.
 Dicho esto se ajustó la mochila a la espalda y comenzó a subir por la colina del Amon Lhaw. La subida no fue difícil y cuando llegó a la parte mas alta se detuvo a observar. Hacia el oeste pudo distinguir a lo lejos las verdes praderas de Rohan. Pero algo en el cielo le resultó curioso, una enorme águila volaba en círculos descendiendo lentamente. Luego desvió su mirada hacia el este. Una negra sombra se extendía sobre Mordor y por un momento sintió deseos de volverse atrás, pero la imagen de Frodo apareció en su mente y Cora dio un paso adelante.

 Estaba ya entrada la noche cuando Cora se sentó a descansar. No se atrevía a dormirse, pero no podía dar un paso mas por el momento. Llevaba varios días dando vueltas sin encontrar un camino que descendiera realmente y comenzaba a desalentarse. Apoyó su espalda contra una roca y casi sin darse cuenta cerró los ojos y se sumió en un sueño inquieto. De esta manera, no supo el tiempo que había pasado, cuando un escalofrío la despertó. Un grito estremecedor recorría el aire, un grito que le recordaba a aquel terror que había sentido durante el viaje a Rivendel, un miedo que les había perseguido y que Cora creía desaparecido. Se ocultó bajo su capa hasta que el silencio la envolvió de nuevo. Estuvo sin moverse un buen rato, hasta asegurarse que todo estaba tranquilo, y echó a andar pese a ser aun de noche; no quería permanecer ni un segundo mas allí.

Aún temblaba mientras andaba a trompicones por entre las piedras, cuando al fin el sol se asomó por el horizonte. La luz del día le hizo olvidarse, por el momento, del miedo de la noche y creyó encontrar lo que parecía ser un pequeño camino que descendía abruptamente, tanto que a menudo tenía que ayudarse con las manos para no tropezar. Estaba cansada pero caminaba ligera, aunque le preocupada el agua, que empezaba a escasear en su cantimplora. No encontraría agua hasta llegar de nuevo al río, por lo que empezó a apresurarse en el descenso. Parecía que el fin de las Emyn Muil estaba cerca y quería bajar cuanto antes, si era posible, antes de que anocheciera. Pero con su premura, no se dio cuenta de que había un corte en la roca, y cayó al vacío.
 Había aterrizado en una terraza en la roca que estaba a unos cuantos metros del cortado. Mas abajo, un abismo se extendía ante sus ojos. Se apoyó dolorida contra la pared. Tenía las piernas llenas de arañazos y un corte en la palma de su mano izquierda le estaba sangrando. Sacó cuidadosamente un pañuelo de su mochila y se envolvió la palma con él a modo de venda.
 -Una cuerda, eso es lo que me hace falta ahora- se dijo Cora suspirando, mientras miraba hacia abajo.- Recuerdo que Sam se llevó una de Lothlórien, pero nunca pensé que yo la necesitaría.
 Bebió un trago de agua y tomó un trozo de lembas, con lo que pareció que sus fuerzas se recuperaban.

 Cora se encontraba ahora casi en lo alto de una gran pared de roca. Miró a su alrededor por si había alguna posibilidad de volver arriba, pero por encima de su cabeza y a los lados la roca era prácticamente lisa, sin mas saliente que en el que se encontraba en ese momento, pero hacia abajo, la roca estaba mucho mas erosionada y, de cualquier modo, la única solución era descender. Se puso cara a la pared y tanteando con los pies y sujetándose con las manos fue descendiendo lentamente.
 Pero cuando aun le restaban bastantes metros para llegar abajo, el pie resbaló y la piedra en la que se apoyaba se soltó y cayó rebotando. Cora se quedó agarrada únicamente con sus manos, no conseguía volver a apoyar los pies y estaba aterrorizada. Intentó con todas su fuerzas seguir cogida a la roca, pero la herida de su mano izquierda se había abierto aún mas y ahora le sangraba abundantemente. El dolor se hizo insoportable y tuvo que soltar su mano izquierda, mientras con la derecha se aferraba a la dura piedra. Miraba desesperada a ambos lados, intentando encontrar un sitio en el que sujetarse.  La cabeza le daba vueltas y estaba mareada. Su mano derecha comenzó a fallarle también, tenía calambres y notaba como sus dedos iban resbalándose poco a poco sin poder hacer nada para evitarlo, hasta que no puedo mas y se soltó.
 Mientras caía, muchas imágenes pasaron por su mente: sus padres, su agujero en Los Gamos, sus primos, Gandalf, Trancos, Sam y Frodo. Frodo. No volvería a ver a Frodo. Cerró los ojos esperando el impacto contra el suelo, pero de pronto algo detuvo su caída. Su mochila había quedado enganchada en una rama de la poca vegetación que comenzaba a verse. Se encontraba a un metro escaso del suelo, pero aquella rama le había impedido que se golpeara contra una puntiaguda roca que se levantaba desafiante en el suelo. Con las manos temblorosas y agarrotadas por el esfuerzo logró soltarse y cayó al suelo de pie.
 Se sentó con el corazón latiéndole frenéticamente, y bebió un trago de agua tratando de calmarse. Al menos parecía que ya se encontraba casi a los pies de la montaña. Algunos arbustos, como el que le había salvado la vida crecían entre las piedras, y el suelo empezaba a verse salpicado de pequeños regueros de hierba. Se soltó el pañuelo para observar el corte de la mano, tenía un aspecto un poco feo, pero al menos ya no sangraba tanto como antes. Se echó un poco de agua para lavarse la sangre y se vendó de nuevo con el pañuelo. Decidida a salir cuanto antes de aquel lugar se puso en pie y echó a andar hacia un sendero que había visto algo mas abajo. El trayecto era ahora mucho mas sencillo y con menos desnivel.
Era ya de noche cuando llegó al final de las Emyn Muil. Sonrió satisfecha, había salido. Se dejó caer agotada sobre la hierba y se quedó profundamente dormida.

 Un viento frío despertó a Cora; era aún de noche, pero las primeras luces del alba despuntaban en el cielo. Se sentó observando a su alrededor, todo parecía en calma. Sacó un poco de Pan del Camino y lo mordisqueó pensativa.
 -No se a que altura de las Emyn Muil estaré- se preguntó.- Pero tendré que ir hacia el sur. En cuanto amanezca me pondré en marcha.
Se sentía dolorida y magullada, pero aparte de la herida de la mano, se encontraba bastante bien para lo que podía haber pasado. Terminó de comer y acabó con el agua que quedaba en su cantimplora, no podía haber bajado mas a tiempo.
 Poco mas tarde el sol salía ya por el oeste y Cora se encaminó hacia el sur siguiendo el borde de las montañas. Según se iba acercando a los pies de los Saltos de Rauros, el terreno iba siendo mas pantanoso, pero se podía andar con facilidad. Al cabo de poco llegó a las imponentes cascadas del río Anduin, el agua rugía con fuerza y el ruido era ensordecedor. Avanzó un poco mas hasta encontrar un sitio en el que la corriente era ya mas tranquila y donde podía detenerse a asearse.
 Se quitó con cuidado la ropa y se metió lentamente en el río, el agua estaba realmente muy fría pero Cora lo agradecía. Se encontraba a gusto y tranquila allí cerca la orilla, , donde el río no era lo suficientemente profundo como para cubrirle entera. En ese momento algo le tocó la pierna; Cora se sobresaltó, pero en seguida vio un brillo plateado cerca del fondo.

 -Oh, es solo un pez, que tonta he sido- pensó Cora divertida-. Pero, un momento... No sería mala idea intentar cogerlo, ya tendría algo para comer, aparte de las lembas.

 Agachó la cabeza intentando volver a ver a aquel pez. Allí estaba, nadando tranquilo cerca del fondo. Metió la mano y consiguió agarrarlo, pero al sacarlo del agua, el pez palmoteó, Cora perdió el equilibrio, pues se encontraba sobre una piedra recubierta con limo y se zambulló con un gran chapoteo. El pez se escapó y Cora salió de debajo del agua con cara de decepción.
 -Bueno, que mas da- se disculpó Cora consigo misma.- Total no tengo nada con que hacer fuego para cocinarlo-
 Después del reparador baño y el inesperado chapuzón, Cora se vistió de nuevo, peinó sus rizos cobrizos con delicadeza y lo recogió en dos trenzas. Después miró su reflejo en las aguas cristalinas. La herida de su frente ya había cicatrizado casi por completo, al contrario que la de su mano, que no tenía muy buen aspecto. Lavó con cuidado el corte y dejó la herida al aire mientras se secaba el pañuelo que le servía de venda. Tras esto, se sentó en la orilla y metió los cansados pies en las frías aguas mientras dejaba que el sol le bañara la cara. El crudo invierno empezaba a dejar paso a la primavera y la temperatura de la mañana era mas acogedora.
 -Si mi madre me viera ahora...- se dijo Cora sonriendo-. Seguro que me reñiría porque me van a salir pecas.
 Se echó a reír y se puso a recordar los felices días en la Comarca. Los guisos de mamá Tuk, las noches junto al fuego de Bolsón Cerrado escuchando las historias del viejo Bilbo, los correteos con Pippin y Merry por la orilla del Brandivino, o las tardes con Sam en el jardín, mientras éste le enseñaba los nombres de las flores.  Y las tabernas, los bosques, los prados, los ríos y las fuentes. Casi hasta echaba de menos ver de vez en cuando a la gruñona Lobelia Sacovilla-Bolsón, criticar todo cuanto hiciesen ella o sus amigos. No sabía si algún día volvería, pero ahora añoraba la Comarca mucho mas de lo que nunca había creído.
 Aquellos recuerdos le traían a Cora una profunda sensación de nostalgia, pero el pensamiento de que su hogar le estaría esperando en el caso de que volviera de  toda aquella locura le daban fuerzas para continuar. Sabía que Frodo se encontraba en algún lugar no lejos de donde ella estaba, y sabía que tarde o temprano le encontraría y de nuevo estaría junto a él para acompañarlo en su terrible misión, y que nada salvo la muerte podría impedirle llevar a cabo su cometido de hallarle.
 Con este pensamiento se levantó, recogió sus enseres y se dispuso a seguir su camino, no sin antes volver a llenar su cantimplora. Echó una mirada al río suspirando por el pez que se le había escapado un rato antes, y se volvió hacia el sur. Aún le quedaba mucho por delante, lugares y peligros desconocidos, pero ahora se sentía con mas fuerzas y mucho mas segura de lo que quería.



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