La búsqueda de Cora

02 de Febrero de 2005, a las 22:43 - Lobelia Tuk
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Capítulo 3 - Encuentros inesperados

Por tercera vez en esa mañana, se había quedado hundida en el fango hasta la cintura. Se apartó el pelo de la cara y con un gran esfuerzo consiguió avanzar un par de pasos, lo justo para estirarse y alcanzar unos juncos. Se agarró con fuerza a su tallo y poco a poco fue saliendo de entre el barro.
Se tumbó en el suelo y suspiró. Estaba empapada, sucia y agotada. Su travesía por Nindalf estaba siendo mas dura de lo que había imaginado en un principio. Pero sobre todo era lenta, y eso era los que mas desesperaba a Cora. La ruta que había elegido para acercarse a Mordor estaba resultando un desastre. Llevaba cuatro días caminando desde que saliera de las Emyn Muil y aun no había conseguido salir de la Cancha Aguada. Pero al menos, por suerte o desgracia, no había encontrado signos de vida mas allá de las hierbas y plantas del pantano y algún que otro pez que nadaba despreocupadamente por las aguas del Gran Anduin.
Lo que Cora no sabía era que se encontraba ya muy cerca del final de Nindalf y que pronto podría, ya en tierra firme, desviarse hacia el este. Pero en aquel momento el desánimo pudo con ella, y rompió a llorar en silencio.

Se quedó dormida durante un par de horas y cuando despertó el sol estaba alto en el cielo. Se obligó a ponerse en pié y a seguir caminando de nuevo.
Según iba avanzando la tarde, descubrió con alegría como el terreno iba siendo cada vez mas seco hasta que a la caída de la noche se encontraba fuera de Nindalf. Decidió que antes de continuar se tomaría un pequeño descanso para limpiarse al menos la cara y las manos del barro de camino.
Después de asearse y comer un trocito de pan del camino, se encaminó a buscar algún lugar resguardado donde poder echarse a descansar y a dormir. Cora durmió hasta el mediodía producto del agotamiento. Se levantó desganada, aquel parecía que iba a ser otro día mas de travesía en soledad, en una tierra desierta de movimiento. El día, en efecto, transcurrió sin ninguna novedad. Al anochecer llegó a la altura de Cair Andros. Si la memoria no le fallaba, recordaba que aquel sería un buen punto para girar hacia el este para entrar primero en Ithilien y luego llegar a al frontera de Mordor, de modo que tomó ese rumbo.
Era ya noche cerrada cuando vio a lo lejos un resplandor de luz. Su corazón dio un vuelco, pues aquello parecía provenir de una hoguera.
Por un momento pensó en Frodo y en Sam, y ya estaba dispuesta a echar a correr hacia la luz, pero enseguida vaciló.
-Algo me dice que debería ir con mas cuidado-se dijo Cora.- No creo que Frodo y Sam vayan a encender un fuego tan cerca de la tierra del enemigo.-
Así que avanzó hacia el fuego con todo el sigilo con el que somos capaces de andar los hobbits. Pero cuando se encontraba a unos pasos de distancia comenzó a oír unas voces hoscas que desgarraban el silencio de aquellas tierras. Ahora estaba ya completamente segura de que no eran Frodo y Sam, por lo que amparada en la oscuridad y guiada casi por un impulso se acercó a espiar entre un pequeño montículo de hierbas que la ocultaban de miradas furtivas.
Se tumbó en el suelo con el pecho latiéndole febrilmente. Eran orcos, unos feos y pestilentes  orcos de Mordor. Estaban de pié junto al fuego, y al parecer discutían entre ellos.

-Maldita sea, gusano sarnoso-Vociferó un orco con un parche en un ojo.-Te he dicho que dejes de comer.
El orco del parche le dio un puntapié en la espalda a otro orco que estaba royendo una especie de hueso con carne de a saber que animal.
-Si se enteran allá en Lugburz que hemos estado descansando en lugar de patrullar nos van a rebanar la cabeza- dijo otro orco que estaba junto al del parche.- Uno de esos Nazgûl andan por aquí y no tardará en venir a pedir informes.
-No me importa lo que digan esos bastardos-replicó el que comía.-Llevamos dos días en la orilla de este maldito río y no ha pasado nada. No pienso moverme hasta no haber descansado un buen rato.
El orco del parche levantó al que comía agarrándole por las ropas.
-No pienso acabar sirviendo de comida para Ella por tu culpa, Gorshásh -amenazó el del parche.
Gorshásh le escupió en la cara y los dos se enzarzaron en una pelea. Uno de los orcos que aún no había dicho nada se puso en pié. Era mas alto y corpulento que el resto, y parecía ser el jefe de aquella estrafalaria cuadrilla.
-¡Quietos los dos!-gritó.- No es momento para una de vuestras estúpidas peleas. Hay trabajo por hacer. En Morgul ya se están preparando y nosotros debemos allanarles el terreno.
Gorshásh y el del parche se separaron lanzándose miradas amenazadoras como diciéndose que ya terminarían su contienda mas tarde.
Mientras tanto, Cora observaba todo con la respiración contenida. No quería ni imaginarse que podría pasarle si aquellos salvajes la descubrieran, y se preguntaba que maldad estarían preparando en Mordor, así que, picada por la curiosidad, decidió seguir escuchando.
-Empezad a moveros-ordenó el jefe- en cuanto llegue Thrakzag nos iremos de aquí.
-¿Dónde se ha metido Thrakzag?-preguntó Gorshásh.
-Ha ido a echar un vistazo a la orilla-respondió el jefe.- Algo que deberías haber hecho tú, escoria.
Gorshásh le respondió con un gruñido y comenzaron a recoger el campamento.

Cora llegó a la conclusión que aquel era el momento se irse, con un orco fuera de su vista y los otros cinco a punto de moverse, si se quedaba allí mas tiempo corría el riesgo de que la encontrasen. Pero cuando fue a incorporarse, algo la agarró por detrás y le dio la vuelta.
-¿Qué tenemos aquí?-preguntó una voz.- ¿Un pequeño husmeador?.
Era otro orco y debía tratarse de Thrakzag. Levantó a Cora cogiéndola por las solapas de la camisa y acercó su horrible cara a la de ella, olfateando. Cora forcejeó y Thrakzag la soltó dejando que cayera al suelo.
-¿Y tu que eres?- preguntó el orco mirándola con curiosidad.- ¿y que haces aquí tu solo?.
El orco comenzó a manosearla, quizás con la intención de encontrar algo que poder robarla. Ella se revolvía e intentaba con todo su empeño apartar aquellas manos callosas.  Pero éstas eran mas fuertes que las suyas, y las uñas largas y mugrientas se le clavaban en la piel cuando le agarraba. En un descuido, Cora mordió en el brazo a Thrakzag y este lo apartó sorprendido. Entonces miró a Cora con mas detenimiento. Mientras con una mano la agarraba fuertemente para que no se moviese, con la otra le pasó lentamente sus dedos por la cara, el pelo y el cuello.
-Oh, pero si no es un husmeador- dijo sorprendido.- Es una pequeña espía.
En esto, El orco se sentó a horcajadas encima de sus piernas y tumbándose sobre ella, acercó su boca al oído de Cora. Notaba su respiración en su cuello y podía percibir como le olía el aliento a algo parecido a la carne podrida. Sentía nauseas y quería gritar, aunque sabía que sería inútil, porque nadie podría ayudarla en aquel momento.
-¿Sabes que les hacemos a los espías?- susurró Thrakzag.- Les abrimos en canal y nos comemos sus tripas y su corazón.
Entonces le puso su mano peluda alrededor de la garganta, apretando lo justo como para inmovilizarla sin ahogarla rápidamente. Cora notó como la respiración se le entrecortaba.
-Pero antes de llevarte donde los demás me divertiré un rato contigo-dijo Thrakzag con una cruel sonrisa.- Primero te cortaré esas preciosas orejitas por haber escuchado lo que no debías. O mejor, podría sacarte esos bonitos ojos verdes por espiar a quién no debes.
Thrakzag sacó un cuchillo de su cinturón y se lo mostró a Cora riéndose maliciosamente.
-Pero antes de nada, probemos a ver que tal corta.-
Cora cerró los ojos mientras intentaba moverse inútilmente. Tenía la mano del orco fuertemente aferrada a su cuello. Mientras Thrakzag se echó sobre su pequeño cuerpo y acercó lentamente el cuchillo a la cara de Cora y le hizo un pequeño corte en la mejilla. Ahora podía notar como la sangre le manaba de la herida  mientras notaba un dolor punzante. Abrió los ojos de nuevo y vio horrorizada como Thrakzag lamía el cuchillo manchado.
-Bien, bien, bien- dijo el orco.- ¿En que quedamos entonces? ¿Te corto las orejas o te saco los ojos? Mejor las orejas así podrás ver lo que te va a pasar por husmear.
El orco levantó su torso de encima de Cora un momento y alzó el cuchillo. Momento que ella aprovechó para, sin siquiera pensarlo, desenvainar su espada y, con un movimiento lo mas rápido que su cuerpo le permitía, clavarle el acero a Thrakzag en el vientre.
Thrakzag cayó sobre Cora de nuevo escupiendo sangre y allí se quedó inerte. Su propio peso había hecho que la espada que Cora sujetaba con manos trémulas le atravesara. Muerta de miedo apartó el cadáver del orco de encima y recogiendo su espada, se incorporó y echó a correr hacia el bosque.
Las lágrimas que le corrían por el rostro se le mezclaron con la sangre de su mejilla mientras se precipitaba a ciegas hacia la arboleda. Le dolía el cuello donde el orco la había tenido agarrada, pero solo pensaba en ponerse a salvo. Comenzó a oír gritos en la distancia, pero no echó ni una sola mirada atrás. Al cabo de un rato se encontraba resoplando en los bosques de Ithilien, y en la Tierra Media un nuevo día amanecía.
 
No paró de correr hasta bien entrada la mañana. Se detuvo extenuada y se acurrucó entre las raíces de un árbol. Permaneció así durante un buen rato, no atreviéndose a moverse, por si los orcos habían salido en su busca.
 
Pasado un tiempo, Cora se relajó. Asomó su cabeza por entre los dos lados de los árboles, pero no veía a nadie y volvió a apoyarse en el tronco aliviada. Aún no podía creer lo que había sucedido, había conseguido escaparse por poco. El brazo con el que había apuñalado al orco le dolía por la tensión. Entonces miró su espada, que aún llevaba en la mano desenvainada y se fijó en la sangre de Thrakzag que manchaba la hoja. Cogió unas hojas del suelo y la limpió, observándola detenidamente por primera vez. La empuñadura estaba ricamente adornada, con dos tiras doradas que se entrecruzaban en el mango, y coronada abajo por una estrella blanca de cinco puntas, rodeada de tres piedras con forma de rombo a los dos lados. El filo brillaba reflejando la luz del sol que se colaba entre el follaje y en su parte superior tenía una inscripción. Parecía estar escrita en élfico o algo así, pues Cora no era capaz de leerla. Su conocimiento del élfico se limitaba a unas cuantas palabras sueltas que tanto Bilbo como Frodo le habían enseñado. Se preguntaba a quien habría pertenecido aquella espada, puesto que parecía muy noble, y que suerte habría corrido su portador. La envainó con cuidado y se incorporó.
Se puso a caminar lentamente mientras trataba de orientarse, marchando siempre de frente hasta encontrarse con un pequeño río.  La corriente no era rápida, así que no le fue difícil atravesarlo, teniendo en cuenta que, a diferencia de muchos hobbits, Cora sí sabia nadar. Al llegar a la otra orilla se detuvo un instante a comer y a llenar la cantimplora con agua y enseguida reanudó la marcha. Caminaba apesadumbrada y mirando al suelo. Su estado era lastimoso y sentía una gran pesadez en las piernas, aparte de su frágil estado de ánimo.
 
-Las aventuras resultaban mas divertidas cuando las escuchaba sentada junto al fuego del hogar- se dijo Cora tristemente.- Sin embargo, aquí estoy en mitad del bosque, completamente sola y sin la mas mínima idea de donde podrán estar mis compañeros. Esto no tienen nada de divertido. Ojalá estuviese en Casa Brandi.
Ahora añoraba como su madre la reconfortaba en sus brazos cuando tenía pesadillas o estaba triste. Y así, casi sin darse cuenta, se encontró entonando una vieja canción que su madre le cantaba cuando era mas pequeña. Pero su propia voz le sonaba débil y temblorosa.


<siempre llega la calma
Tras la mas oscura de las noches
siempre llega el alba
Y el sol al fin brillará en el cielo
así que, mi niña, no tengas miedo

Si un sombrío día estuvieras lejos
y sintieras angustia, soledad o tormento
recuerda siempre estas palabras
un canto que te llevará el viento
y dentro de tu corazón encontrarás consuelo
así que, mi niña, no tengas miedo>>

Entonces notó como en su interior un súbito calor le encendía el corazón y parecía que las fuerzas le volvian a las piernas. Sabía que no quedaba mas remedio que seguir adelante, así lo había elegido y ahora no cabía dar marcha atrás. Respiró hondo y apretó el paso, decidida a que las penas no le nublaran la mente.

No había avanzado mucho cuando escuchó el crujir de la hierba bajo las pisadas de alguien. . Se detuvo como paralizada y, temerosa, echó un vistazo a su alrededor. Todo estaba en silencio y no se veía a nadie, así que se dispuso a moverse de nuevo. Pero otra vez volvió a sonar ruido de movimiento. Se giró lentamente para contemplar con ojos atónitos como se encontraba rodeada por un grupo de hombres altos vestidos de verde que la apuntaban con sus arcos y espadas.
Cora les miró estupefacta, no se atrevía a moverse ni un ápice, entre tanto, los hombres la miraban con sorprendente curiosidad.

-¿Quién eres y que haces en Ithilien?-preguntó uno de ellos avanzando hasta situarse frente a ella.
Cora desenvainó su espada, si tenía que morir defendiéndose lo haría, pero no estaba dispuesta a que la atacasen de nuevo. Escuchó como los arcos se tensaban en torno a ella, y sujetó fuertemente la empuñadura mientras su mano temblaba.
-Bajad las armas-ordenó el que estaba frente a ella.  Era el mas alto de todos ellos, su cabello era oscuro y los ojos de un gris melancólico.- No pretendemos hacerte daño, pequeña. Pero estos son tiempo inciertos y no podemos fiarnos de nadie que vague por estas tierras.
Cora bajó su espada y le miró con curiosidad, su rostro y su presencia le resultaban vagamente familiares.
-Responde a mis preguntas- le dijo el hombre con voz firme, pero suave.
Cora vaciló, no quería desvelar por completa la causa de su situación y mucho menos, la misión de Frodo.
-Me llamo Cora Brandigamo y soy una hobbit de La Comarca, allá en el norte- respondió.
-Lejos está tu hogar, por lo que sé- replicó el hombre- ¿Qué es lo que trae a una hobbit hasta aquí?
-Antes de responder, me gustaría conocer también su nombre- le espetó Cora.- Es justo que nos conozcamos antes de dialogar.
El hombre sonrió y asintió con la cabeza.
-Es justo- respondió.- Yo soy Faramir, capitán de Gondor. Ahora ya puedes indicarme porqué te encuentras en Ithilien en tiempos de guerra.
-Estoy buscando a unos amigos- dijo Cora.- Nos separamos hace unos días y tengo la suposición de que pueden encontrase cerca.
Faramir levantó las cejas con expresión de sorpresa, pero no dijo nada.
-Son dos hobbits, como yo- continuó.- Viajábamos con mas compañía, pero unos orcos nos atacaron en Parth Galen y les perdí. Creo que los orcos capturaron a mis primos y el resto no sé donde pueden estar, pero estoy seguro de que dos de ellos se dirigían hacia aquí.
-¿Con qué propósito viajabais y quienes eran tus compañeros?-preguntó Faramir.
-Éramos nueve caminantes y yo misma. Un elfo, un enano, dos hombres, cuatro de mi raza y Gandalf el Gris, al que perdimos antes, en Moria- respondió Cora lentamente.- Sobre nuestro propósito no puedo hablar.
-Yo podría hablarte sobre vuestro propósito, pero no es el momento ni el lugar-dijo Faramir- pero si puedo decir que uno de los hombres que viajaban contigo era Boromir de Gondor, mi hermano, y que uno de los hobbits portaba algo muy valioso.
Cora abrió la boca asombrada. Faramir parecía saber de la misión, y como guiada por un resorte, apretó la empuñadura de la espada.
-¿Cómo sabe todo eso?- preguntó Cora desafiante- ¿Acaso se encontró con Boromir y le contó algo?
-No. No he vuelto a ver a mi hermano desde que partió de Minas Tirith hace mucho tiempo con dirección a Rivendel- dijo Faramir bajando la mirada. Una mirada triste según percibió Cora.- Pero he hablado con Frodo y Sam
-¿Con Frodo y Sam?- exclamó Cora incrédula.- ¿Dónde están? ¿Qué ha sido de ellos?.
-Bien, ahora que los dos sabemos de lo que hablamos, creo que podremos entendernos- dijo Faramir.- Encontré a Frodo y a Sam hace dos días en este mismo bosque, un poco mas al norte, al otro lado del río. Después de una interesante charla Frodo me confió su misión y les dejé partir ayer por la mañana.
Cora comenzó a llorar aunque no sabía muy bien por qué. Después de tantos días aciagos, tenía al fin noticias de Frodo.
-Entiendo entonces que llevas varios días buscándoles y que el camino ha sido duro, a juzgar por tu aspecto- observó Faramir.- ¿Te importaría relatarme lo que te ha sucedido? Ven conmigo si quieres y podremos hablar mas tranquilos.
Cora asintió y trató de limpiarse con las manga de su sucia camisa. Faramir ordenó a sus hombres que permanecieran de guardia y se llevó a Cora unos pasos mas adelante. La sentó sobre un montículo de hierbas y se agachó frente a ella mirándole a los ojos verdes enrojecidos por el llanto.

Cora le contó todo lo que había pasado desde que se separara la compañía mientras Faramir la escuchaba en silencio atento a cada palabra. Cuando terminó, Faramir le limpió las lágrimas con su mano. Vio las heridas en su rostro y el pañuelo ensangrentado que le cubría la palma de su mano izquierda. Desató el paño y observó el corte con expresión grave.
-La herida de tu frente está casi curada y la de la mejilla no te dará problemas- habló finalmente- pero la de tu mano tiene mal aspecto. No puedo quedarme mucho tiempo, puesto que yo también estoy en una misión, pero te daré unas hierbas que te aliviarán el dolor y pararán la infección. También te proporcionaré algo de comida.
Cora le miró agradecida. Era incapaz de articular una palabra, pero esbozó una sonrisa.
-Armas no te puedo dar- continuó- pero veo que llevas una buena espada. No se quien te la habrá entregado, pero es extraordinaria.
-La encontré en las Quebradas de los Túmulos, al principio de nuestro viaje- explicó Cora.- Estaba en uno de los túmulos.
-Pues debió pertenecer a alguien muy noble- le dijo Faramir.- Quizás algún joven príncipe que luchó en las Guerras del Reino del Norte.
Cora asintió y envainó la espada.
-Ya que la fortuna ha querido que nos encontráramos, te ayudaré en tu búsqueda- dijo Faramir.- Sé a donde se encaminaba Frodo y que ruta ha tomado.
-Gracias señor- respondió Cora con los ojos brillantes. No le salían las palabras y eso era algo muy raro en un hobbit, pero se sentía tremendamente feliz en ese momento.
-Frodo partió con intención de tomar el camino de Morgul. Quería entrar en Mordor por el paso de Cirith Ungol- explicó Faramir.- Pero Frodo y Sam no marchaban solos. Les acompañaba como guía una lastimosa criatura, famélica y grimosa.
-¿Gollum?-preguntó Cora asombrada. Sabía que había estado siguiendo a la Compañía desde Moria, pero le parecía increíble que hubiese alcanzado a Frodo y a Sam. Aunque le extraño sobremanera que Frodo hubiese le hubiese aceptado como guía.
-Si, Gollum- respondió Faramir.- Y me temo que es de poco fiar. Se dice que en Cirith Ungol habita un mal sin nombre, y no me extrañaría que una traición esperara a Frodo en ese lugar. Así que se cautelosa si te los encuentras.
Cora le miró preocupada, noticia de que Gollum estaba con Frodo le había dejado una sensación rara, pero al menos estaba en el camino correcto; Frodo estaba cerca, y pronto se vería junto a él.
-Y ahora te indicaré el modo de llegar a la Encrucijada de un modo rápido para que los encuentres cuanto antes- dijo Faramir- Pero antes ven conmigo donde están mis hombres, allí te curaré la herida y te daremos alimentos para unos días. Luego habré de partir en mi misión.

Cora cogió a Faramir de la mano y éste sonrió. Juntos llegaron donde esperaban el resto de los hombres de Ithilien y allí le pusieron unas hierbas que exhalaban una delicada fragancia en la herida de la mano, y le vendaron de nuevo. También le pusieron lo poco que le pudieron dar de comida dentro de su mochila. Cuando ya estuvieron preparados para partir, Faramir se acercó de nuevo a Cora.
-Me temo que debo irme ya - dijo Faramir.- Toma rumbo sureste hasta llegar a la Encrucijada. Allí debes tomar el camino del este y alcanzarás Minas Morgul, pero mantente bien alejada de esa ciudad fantasmal. Es posible que puedas alcanzar a Frodo por allí. Ten mucho cuidado.
-Lo tendré- dijo Cora.- No conozco palabras suficientes para mostrarle mi agradecimiento por su ayuda, señor. Solo pido que nos volvamos a encontrar cuando todo haya terminado.
-Entonces nuestro encuentro será motivo suficiente de alegría, pues significará que el mal ya no nos amenaza.- respondió Faramir.- Pero aún así, yo también espero volver a verte y que tu corazón esté colmado de felicidad. Algo tan dulce no debería marchitarse en la oscuridad. Frodo es muy afortunado de tener a alguien que le quiera tanto como para buscarle en estas circunstancias.
Cora se sonrojó y tendió su mano a Faramir.
-Adiós, Cora Brandigamo- dijo.
Cora respondió y los vio desaparecer velozmente entre los árboles. De inmediato se puso en marcha siguiendo la ruta que Faramir le había indicado.



1 2 3 4

  
 

subir

Películas y Fan Film
Tolkien y su obra
Fenómenos: trabajos de los fans
 Noticias
 Multimedia
 Fenopaedia
 Reportajes
 Taller de Fans
 Relatos
 Música
 Humor
Rol, Juegos, Videojuegos, Cartas, etc.
Otras obras de Fantasía y Ciencia-Ficción

Ayuda a mantener esta web




Nombre: 
Clave: 


Entrar en el Mapa de la Tierra Media con Google Maps

Mapa de la Tierra Media con Google Maps
Colaboramos con: Doce Moradas, Ted Nasmith, John Howe.
Miembro de TheOneRing.net Community - RSS Feed Add to Google
Qui�nes somos/Notas legalesCont�ctanosEnl�zanos
Elfenomeno.com
Noticias Tolkien - El Señor de los AnillosReportajes, ensayos y relatos sobre la obra de TolkienFenopaedia: La Enciclopedia Tolkien Online de Elfenomeno.comFotogramas, ilustraciones, maquetas y todos los trabajos relacionados con Tolkien, El Silmarillion, El Señor de los Anillos, etc.Tienda Amazon - Elfenomeno.com name=Foro Tolkien - El Señor de los Anillos