Ghash

30 de Diciembre de 2004, a las 00:00 - Aerien
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Capítulo V

El sol me despertó a la mañana siguiente. Sus rayos, como finos hilillos se filtraban por las rendijas de los postigos, haciendo brillar las motitas de polvo en suspensión. Afuera en el jardín oí unas voces, reconocí una de ellas, era la de mi primo Tom.
Me levanté de la cama procurando que el pie herido no tocara el suelo y me dirigí a la ventana. Delante de ella había un escabel así que me subí a él, e intenté abrir el postigo. Estaba alto pero lo conseguí. Entonces pude ver quienes eran los que hablaban.
Afuera en el porche estaban  mi primo Tom y Ghash.
Ella le estaba diciendo que avisase en la posada que yo no iría a trabajar en unos días. Que estaba herido y que ella me cuidaba.
Tom asentía con la cabeza. Cuando me vio en la ventana.
- Buenos días primo - me saludó - veo que ya te levantaste. Dice la señora que como ayer te heriste en el pie, no puedes andar. Ahora mismo avisaré en la posada. ¿Quieres que te traiga alguna cosa de allí? ¿Les quieres mandar algún mensaje?
- Si, por favor tráeme mi bolsa, se me olvidó ayer- le contesté. En esa bolsa guardaba yo mis útiles para escribir y un par de cuadernos. Además de mi provisión de hierba para pipa.
- De acuerdo, en cuanto vuelva te los traigo- dijo. Y añadió - Por cierto, tu madre me dijo que este mediodía se pasaría por aquí a ver como estas. La verdad, la noté bastante preocupada.
- ¿No se va a cansar mucho si viene a pie desde casa?- le pregunte.
- No va a venir a pie, aprovechará que el vecino va a traer una carreta llena de verduras a la posada. Así no va a tener que caminar.
Yo respiré aliviado. Mi madre se puso muy enferma después de la muerte de mi padre, algunos decían que era porque se había pasado la noche en la carretera bajo la lluvia. Pero yo creo que fue por la tristeza. Fue de un tris que no le acompaña a la tumba. Así que todos cuidamos mucho de ella.
Me despedí de Tom. Que me saludó con un: ¡Hasta pronto! ¡Que estés bien! Y un guiño pícaro.
- Vaya, te levantas y ya empiezas a hacer de las tuyas- oí que decía alguien detrás de mí. Era Ghash que había entrado en la casa y se encontraba en mi habitación.
Me volví sonriente, saludándola- Buenos días Ghash- le dije - estaba hablando con mi primo.
- Ya lo sé, le he encargado que vaya a la posada a avisar que no irás a trabajar. - me dijo.
Y luego añadió- ¿Cómo lo has hecho para subirte hasta aquí con el pie en estas condiciones? Espero que... no, estoy casi segura que no lo has hecho te hubiera oído gritar.
- ¿Que es lo que no he hecho? ¿Gritar? ¿Por qué tenia que gritar?- le pregunté yo porque no entendía nada.
- Poner el pie en el suelo. Si lo hubieses hecho te habríamos oído gritar, es una herida importante. Te hubiese dolido mucho.- me contestó ella.
- No, no he puesto el pie en el suelo. He andado a la pata coja apoyado en los muebles. Aunque la verdad la herida me duele bastante.- argüí yo  como disculpándome.
- De acuerdo, ahora mismo te llevo al baño para que te asees. - no me dejo protestar, me cogió en volandas y me dejo en el baño. Sentado en un taburete con una jofaina llena de agua tibia y una toalla con olor a espliego. Al cabo de un momento volvió trayendo mi ropa.
- Toma tu primo la ha traído de tu casa.- me dijo tendiéndome el paquete- si necesitas ayuda llámame.
No la llamé. Aunque eso de ponerse los pantalones con un pie todo vendado fue bastante difícil.
Una vez vestido y aseado volví a caminar a la pata coja hasta la puerta, la abrí y me encontré con ella cara a cara.
- Voy a tener que conseguirte algo para que te apoyes. Porque veo que no vas a poder estarte quieto. Pero por ahora déjame cogerte y vamos a desayunar. - Fue diciendo mientras me cogía en brazos otra vez y me llevaba a la cocina.
- Que rico olor - exclamé- huele a tortitas y a miel, es mi desayuno favorito.- de pronto un olor extraño llego a mi nariz- Y ese otro olor, nunca lo había olido. ¿Que es?- pregunté.
- Esto es kafhaa. Es la semilla de una planta tostada y molida. Se hace en infusión y se bebe. Es una bebida del lejano sur. Me va bien por las mañanas cuando he dormido poco por la noche- me dijo ella - si quieres te dejaré probarlo, aun que es muy amargo, con leche y miel esta muy rico.
- Me encantará probar el kaafff...
- Kafhaa- me indicó ella, sentándome en una silla con un montón de cojines.
Junto a las tortitas con miel había mermelada y fresas del jardín. Además de un gran bol de leche.  Que los dos nos  tomamos de una vez entrechocando los recipientes  como si se tratase de jarras de cerveza.
Y para terminar ella sacó el kafhaa, lo trajo en una bandeja con una especie de tetera,  alta y delgada hecha de un material plateado, y una jarrita con leche. Acompañado de unas tazas de cristal. Y de un bol con unos pedazos de algo  de color dorado.
Sirvió aquel líquido negro como el carbón en las tacitas y luego me tendió una.
Acercándome después el bol. Lleno de aquellos pedazos de cristal.
- Ponle un  poco de esto, es cristal dulce. Así te sabrá mejor.-me dijo mientras ella hacia lo propio con su taza.
Yo cogí un pedazo de aquel cristal y lo eche en la taza, luego imitando sus movimientos moví el líquido con una cucharilla. Por fin me lo lleve a los labios y lo probé. Estaba bueno, amargo y dulce a la vez. Con un sabor fuerte muy peculiar.
- ¿Te gusta?- me preguntó ella- Échale un poco de leche si lo prefieres- me dijo sin darme tiempo a contestarle.
- Esta muy rico, gracias- le contesté- Creo que le echaré un poco de leche. Así lo probaré de las dos formas- añadí.
El mejunje con la leche se transformó en algo delicioso.
- ¿Me pones un poco mas?- pedí, tendiéndole la taza.
- Claro- dijo ella- pero solo un poco que es un producto muy fuerte. Sirve para despertarte, pero no conviene abusar de él.- mientras me llenaba la taza hasta la mitad y luego la rellenaba con leche.
- Yo puse otro cristal dorado en ella y me la bebí- delicioso - volví a repetir.
Entonces reparé en el cristal dorado, y me pregunté que debía ser eso que estaba tan dulce. Cogí un pedazo pequeño y lo chupé.
- Dime Ghash, ¿qué es este cristal dulce? ¿Es una piedra que se saca de la tierra? Nunca había oído hablar de él.
- No, no es una piedra, eso se saca del jugo de una planta. La planta se llama caña dulce. Se machaca y se hierve el jugo hasta que espesa, entonces se deja enfriar y queda todo como el cristal. Luego se rompe a trocitos para ponerlo en las bebidas y  los pasteles.- me explicó
- ¡Ah! De la caña dulce, está riquísima cuando la masticas. Pero de la caña se extrae la melaza. Y la melaza es como la miel, no forma cristales. - le dije yo, contento de saber, por una vez, más que ella.
- Es un procedimiento que inventaron allá en el sur para conservar la melaza, la vuelven a cocer y la convierten en ese cristal. Pero no sé muy bien como lo hacen. Nosotros compramos cristales ya hechos, no los preparamos.- me dijo- pero si tienes curiosidad la próxima vez que venga el mercader se lo preguntaré.
- ¡Oh sí!. Me encanta aprender cosas- contesté- además estos cristales, la verdad son más prácticos de llevar arriba y abajo que las jarras de melaza. Solo pesan lo que el producto, no llevan envase.
- Veo que tienes espíritu mercantil.- rió ella - pero tienes razón, si se usa para comerciar y te ahorras el tarro, puedes llevar mas de una sola vez.
En aquel momento llamaron a la puerta, era Tom con mi bolsa. Traía además los deseos de todos los de la posada de que me pusiera bien pronto. Y en las manos una tarrina con un pastel.
- Hola tunante, ya veo que aquí te alimentan bien- me dijo como saludo- te he traído esto de parte de la posadera. Es pastel de frutos secos. Ah y también me ha encargado que te dé un buen pescozón por no haberle dicho nada ayer.
Tom cogió mi brazo y me lo pellizcó. Luego con un gesto satisfecho dijo:
- Vale, yo ya he cumplido- no sea que ella se entere y me lo de a mí. Con el genio que tiene mejor no llevarle la contraria.
Mientras Ghash terminaba de ordenar la cocina Tom se quedó a mi lado. Saco la pipa. Abrió mi bolsa y con todo el descaro del mundo la llenó con mi hoja.
- Esto en pago del servicio- me soltó- y ahora me voy,  que tengo que llegar pronto al trabajo o el señor Jas me va a reñir.
- Toma, muchas gracias y vuelve cuando quieras.- le dijo ella mientras le llenaba las manos con unas pastas.
Tom se puso colorado, era divertido verlo enrojecer, él que siempre es tan cara dura.
- Gracias, señora- dijo inclinándose. Luego se giró y me miró- Que estés bien- dijo y se fue aun con las mejillas encendidas.
Después de esto Ghash me volvió a curar la herida. La verdad es que ahora tenia mejor aspecto. Aunque seguía doliéndome.
- Bien, ahora te quedas un ratito tranquilo en el jardín o en la sala. Mientras yo iré al laboratorio, tengo que ganarme el pan señor hobbit.- me dijo.
- Por favor, déjame ayudarte -le pedí - aunque solo sea para rellenar los tarros  y las botellas. De esto sé, en la posada me toca todos los días.- luego supliqué- Anda, por favor ¡que me voy a aburrir mucho solito!
Ella se rió, me cogió en brazos y me llevo al laboratorio. Luego se puso seria y me soltó un discurso.
- Señor Sotomonte, mientras este en mi laboratorio deberá cumplir mis indicaciones al pie de la letra, no tocar nada que no se le haya indicado, no probar ninguno de los productos y sobretodo deberá cumplir las normas de seguridad.
- Si señora - le respondí - aquí tiene a Bob dispuesto para el trabajo.
- Bien,  pues para empezar, tienes que ponerte un delantal- dijo abriendo un cajón y sacando un paño grande y un par de cintas. Las anudo en el paño y me lo puso de delantal.
Luego se puso el suyo. Y empezó a darme trabajo.
Empecé mi primera mañana como preparador de potingues rellenando tarros de crema color fresa para las manos. Mientras ella mezclaba ingredientes en una olla y los ponía a calentar.
Ella me contaba cosas de sus preparados, me decía que había aprendido a hacerlos allá en el sur. Algunos eran recetas que habían sido consideradas mágicas durante mucho tiempo. Pero que en el fondo no había nada de magia en ellas. Solo el poder de las plantas y los minerales.
Yo tenia una pregunta que quería hacerle desde hacia rato así que la interrumpí
- Oye, Gash ¿Sabes? Estuve pensando en lo que me contaste el otro día. Y hay una cosa que quisiera preguntarte
- ¿Que es lo que quieres saber? anda dilo- me dijo, viendo que yo vacilaba
- Es que verás, estuve echando cuentas y debes de ser viejísima- le solté yo de una tirada y sin respirar.
Ella se rió al ver mi azoramiento y sin inmutarse contesto:
- Pues verás, calculo que unos 140 años
- ¿Tantos? ¿Cómo es posible que vivas tanto tiempo? ¿Es que tienes sangre  Numenoreana?- le pregunte con unos ojos como platos
- No lo sé, es algo que desconozco. Pero no creo llevar la sangre de los reyes de los hombres en mi. Por alguna extraña razón yo sigo viva cuando algunos de mis hijos ya han muerto. Esta es la principal razón por la que vine aquí. Descubrir quien o que soy...
- ¿Y porque aquí en Bree?- Pregunté extrañado.
- Me lo dijo hace muchísimo tiempo un hombre. Se trataba de un norteño que había tenido que huir de su tierra. Se ve que tenia tratos con los aliados de la oscuridad. Estaba prisionero y herido así que hice lo que pude para curarle. Ese hombre me dijo que su pueblo era el cruce de todos los caminos en la tierra media, y que sus gentes eran los más antiguos pobladores de la tierra.
- ¿Y era de Bree?- le pregunté yo
- Si, se llamaba Bill Helechal. Y ahora estas en la que fue su casa.- me contestó ella.
Yo me quedé con la boca abierta. Esa mujer había conocido a Bill Helechal, llamado el traidor. El mismo que vendió, por cierto carísimo, un viejo pony a cuatro hobbits y un montaraz. Era como si de pronto las viejas historias volvieran del pasado.
Un goterón enorme de la pasta rosa resbaló por la cuchara de palo y cayo encima de la mesa.
- Ve con mas cuidado Bob- dijo ella- se te esta cayendo la crema fuera del tarro- y añadió- y cierra la boca que la tienes tan abierta que podrías meter un troll en ella.
Yo cerré la boca, tragué saliva, no una, sino dos veces, antes de volver a preguntar:
- ¿Cuándo le curaste eras todavía un orco?
- No, aunque aun conservaba cierto parecido con ellos. Entonces estaba con un grupo de gentes del sur. Leales al rey Elessar. Estábamos trasladando un grupo de prisioneros hacia Gondor. Él estaba entre los prisioneros...
Ella se  paró mientras llenaba un recipiente con  un liquido verdoso y lo echaba a la olla. Luego continuó hablando.
- Es curioso, lo primero que me dijo él cuándo vio que le curaba es que "nunca creyó que lo hiciese alguien como yo". Se refería a un orco. Así que tuve que contarle mi historia. Fue la segunda persona que la oyó. Pasé muchas horas a su lado mientras cuidaba de él.
- ¿Y se curó? - pregunté
- Si se curó, aunque le quedó una  cojera para el resto de su vida.
- ¿Y que pasó con él? - quise saber yo.
- Pues la verdad no lo sé. Nosotros entregamos a los prisioneros a otro grupo que se los llevó. No le vi nunca más- dijo ella- aunque la noche antes me llamó desde lejos.
- Y tu hablaste con él- dije yo.
- Exacto, hable mucho rato con él, me dijo unas cosas que me sorprendieron.
La mujer volvió a hacer un alto esta vez para llevarse los tarros que yo había rellenado y traerme otros, esta vez botellines. Debía poner en cada uno una especie de bolita y una hoja. Luego rellenarlos con un líquido que estaba en una botella con una espita. Era algún tipo de perfume y toda la sala empezó a oler a flores.
Luego retiró la olla del fuego. Parecía que nuestra conversación había acabado, porque la oí canturrear mientras ponía el contenido a enfriar. Pero de pronto se volvió y continuó hablando.
- Si, me dijo algo. Me dijo que yo le había enseñado a no odiar y que quería hacerme un regalo. Sacó de entre sus ropas una llave y me pidió un trozo de papel y algo para escribir. Escribió unas palabras en él y puso el papel y la llave en mis manos. Me dijo que lo cogiera, que sabia que iba a morir, que aunque la herida se hubiese curado, su destino era acabar ejecutado. Que aquello era todo lo que poseía, su casa en su pueblo. Y que me lo daba a mí para que yo pudiera encontrar mis orígenes. Cuando yo protesté  él me dijo:  "deja que haga esto por favor, puede que sea la única cosa buena que he hecho en la vida".
- Y tú lo aceptaste
- Si, guarde ese papel y la llave durante muchísimos años. A menudo he pensado en ese hombre. Deseé que no fuera cierto que debía ser ejecutado. Soñé con que era libre y podía pasar el resto de su vida siendo una buena persona. A menudo pregunté a los otros grupos que pasó con esos prisioneros. Pero nunca me supieron dar razón de ellos.
Ghash saco un pañuelo de su bolsillo y se secó los ojos, donde asomaban unas lágrimas.
- Es extraño, Bill Helechal, el egoísta, cruel, avaro y traidor. No pensé que nunca nadie pudiera llorar por él- dije yo con un nudo en la garganta.
- Todo el mundo, hasta el mas malvado de los seres tiene derecho a cambiar. Y siempre, recuerda bien esto, siempre, se merecen una lagrima, aun que solo sea por lo que pudieran haber sido y no fueron.
Yo me quedé callado, pensé en la carga que llevaba a sus espaldas ella. Su vida como orco, las muertes, la crueldad, el odio y la oscuridad en que vivió.
- Ella si debió cambiar mucho para convertirse en lo que es después de todo aquello- pensé- me gustaría saber que és lo que le pasó.
Seguí rellenando mis tarros en silencio, ella  tomo el producto que había fabricado antes y comenzó a  removerlo. De pronto la oí murmurar algo, algo que no entendí, el murmullo se fue haciendo mas fuerte. Hasta que ella rompió a cantar.
Era una canción extraña, como un lamento, en una lengua también muy extraña. Sonaba dulce pero tenia un ritmo rápido. Yo oía su voz como si fuera un manantial manando entre las piedras.
Ella me miró y yo le sonreí. La canción se volvió más rápida. Mas alegre y también más rápido el movimiento de su mano. Y cuando creí que ya no podía ir más rápido se paró.
- Bien esto ya está - dijo - vamos a ponerlo en los tarros.
Parecía que había olvidado la tristeza que tenia  hacia un rato. Aunque cuando me miró la vi agazapada en el fondo de sus pupilas.
- Esa canción es muy bonita. Pero no entendí la letra. ¿En que idioma esta?- pregunté.
- Ni yo misma lo sé. Me la enseño una mujer que vendía agua en el desierto. De dijo que estaba en una lengua muy antigua. Es una canción que habla de un riachuelo que baja de la montaña para calmar la sed de la gente del desierto. De ella aprendí como fabricar muchos de mis productos. Siempre la cantaba para espesar las cremas. Decía que su ritmo iba bien con la acción de dar vueltas y que así además podía contar el tiempo que tardaba en espesar.
- Muy curioso, había palabras de esa canción que me eran como conocidas. Como si ya las hubiese oído antes.- dije- pero no puedo identificarlas.
Ella me miró sorprendida.
- ¿De veras conoces alguna de estas palabras? Que extraño. La canción procede del este, mas allá del mar de Rhun. Eso me dijo ella, también dijo que el que se la enseño tampoco conocía la lengua en que se cantaba.
De pronto ella miró el recipiente donde estaba la masa que había estado batiendo. Soltó un  ¡Sha!  Y se puso a moverla otra vez. La volcó en una bandeja  con expresión preocupada.
- ¿Que ocurre Ghash? ¿Algo no marcha bien?- pregunté al ver su cara.
- No sé, creo que me he equivocado- dijo ella- a ver, recapitulemos. Las sales, la grasa, el agua, el...
Se volvió hacia mí y me pregunto -Oye,  ¿sabes cuantas jarras de ese líquido amarillo le he puesto? Tendrían que ser dos pero ahora no estoy segura.
- Una, solo he visto que pusieras una- le conteste.
- Maldita sea. ¡Sha!- dijo ella - ahora habrá que tirarlo.
Yo me sentí culpable, había hecho que ella recordase cosas desagradables y ahora como consecuencia se había estropeado su trabajo. Así que bajé la cabeza y empecé una disculpa.
- oye Ghash, lo siento...
Pero no pude terminar, ella había cogido la bandeja para tirar su contenido, de pronto la dejo otra vez sobre la mesa y se puso a reír.
Sacó un cuchillo de hoja ancha y dibujó una serie de líneas en la pasta casi sólida.
Luego volvió a soltar la carcajada. Mientras yo la miraba estupefacto.
¿Que significaban esas risas?- bien, espero que en cuanto deje de reírse me lo cuente- me dije para mis adentros.
Ella se acercó a mí, me cogió por los hombros y me beso en la mejilla.
-Bob- me dijo- eres un genio.
Yo no sabia a que venia todo eso así que la miré como preguntando. Mientras me frotaba la mejilla. Aun no repuesto de la sorpresa.
- Acabo de mejorar mi preparado, se trata de una pasta jabonosa para eliminar las espinillas. Hasta ahora era como una crema y siempre se ponían demasiada y costaba luego de quitar. Pero como se ha puesto dura la he cortado y ahora va a ser un cuadradito sólido. Solo habrá que mojarse las manos y hacer espuma. Luego lavarse la cara con ella como si fuera jabón. Y además va a salir mejor de precio porque como solo va a ir envuelta en papel no va a ser necesario ponerle un tarro.
- ¡Que bien!. Pero, ¿ Porqué me llamaste genio? La pasta la has hecho tu. - le dije.
- Porque la idea me la diste tu- contesto- ¿recuerdas los cristales dulces?
Tu dijiste que era una buena idea porque así  se ahorraban el tarro.
- Si es verdad - conteste - y tu me dijiste que tenia espíritu mercantil.
- Pues en honor a este espíritu voy a ponerle tu nombre al nuevo preparado. Se va a llamar Pasta antiespinillas de Bob.
Yo intenté protestar pero no me dejo.
- así debe ser - dijo -  a cada cual su mérito.
Ella sacó de un cajón un paquete de hojas de papel suave de un color amarillento. Luego sacó también un papel más grueso. Unas tijeras los útiles de escribir y un bote con cola. Recorto un redondel del papel más grueso, le hizo unos picos. Y se puso a escribir en él.


- ¿Te gusta? Lo pegaremos encima de los paquetes. - dijo satisfecha.
Luego me pasó los útiles de escribir. Y me pidió que hiciese unos cuantos. Me dijo que la escritura no era su fuerte. Que hacia poco tiempo que había aprendido y se fue al jardín a buscar unas hojas para adornar los paquetes.
Mientras salía por la puerta inició un paso de baile. Y me lanzó un beso.
Yo me quede solo, recorte los papeles y los rellené con mi mejor letra.
- Hay que hacer honor a ese gran honor- pensé - no le ponen el nombre de uno a algo todos los días.

Y en ese momento llegó mi madre. La oí llamar a Ghash desde la puerta del jardín. Y en un par de minutos entraron las dos por la puerta.
Yo me levante de la silla para recibirla, mi madre me beso, me achuchó y me riño por no haberme curado la herida enseguida. Luego Ghash me tomo en brazos y me llevó a la sala. Discretamente se fue, dejándome con ella.
Charlamos un buen rato. Ella se preocupa mucho por mí, dice que soy un atolondrado, que he sacado la vena Tuk, pero que no sabe porque, ya que su padre fue un señor muy respetable, que lo único raro que hizo fue casarse con su madre e irse a vivir a Bree, cuando tenia tan buenos partidos en la Comarca. Hoy además me ha estado mimando como a un bebe, creo que para ella aun soy un niño, siempre me verá así.
Al cabo de un rato Ghash ha vuelto. Ha invitado a mi madre a comer. Que digo invitado, casi la ha obligado a quedarse. Y me ha traído un bastón.
Es un palo largo con una horquilla en la parte superior. En la horquilla hay atado como un cojín hecho con lana.  Dice que es para apoyarme que me lo tengo que poner bajo el brazo. Me ha hecho poner de pie para probarlo, pero era un poco alto, así que se lo ha vuelto a llevar. Cuando ha vuelto traía dos bastones iguales.
- Eso te servirá para andar mientras no puedas apoyar el pié - ha dicho- ahora prueba a  andar. Pero recuerda, no apoyes el pie.
Yo me he puesto a hacer prácticas con los bastones. Resultaba difícil andar con ellos pero al final lo he conseguido.
Mientras, ellas dos se han puesto a charlar. Parecía que me habían olvidado así que salí afuera, hacia el jardín para practicar.
Al cabo de un rato mi madre vino a buscarme. Yo estaba un poco triste, sabia que ahora que mi pie estaba mejor debería irme a casa. Por un lado lo estaba deseando, pero por el otro sentía un deseo casi irresistible de quedarme para conocer mucho mas de la historia de Ghash.
Tuvimos una comida espléndida, parte de ella la había traído mi madre.
Sopa, pastel de carne (de mama, el mejor del mundo), ensalada del huerto, perfumada con un montón de hierbas y de postre cerezas.
Después de comer ellas se han metido en la cocina, se han preparado una infusión y  me han echado. Bueno, no tanto, me han mandado al jardín, Ghash ha puesto una manta en el suelo bajo el cerezo y me ha ordenado que duerma la siesta.
Pero yo no tengo sueño así que he sacado la pipa, los útiles de escribir y mis libretas. Y me he puesto a escribir.
Tenia muchas cosas que contar así que he estado un buen rato escribiendo. Cada vez que levantaba la cabeza veía a Ghash y a mi madre recogiendo hierbas del jardín charla que te charla. Ella recogía las hierbas e iba llenado con ellas el delantal de mi madre.
A las tres mas o menos llegó el vecino con el carro para recoger a mi madre.
Yo pensaba que también me llevaría a mí. Así que me levanté para recoger mis cosas. Busque mi ropa de ayer, pero no estaba donde la había dejado.
Cuando salí a preguntar a Ghash las dos me miraron sonrientes.
- Bueno chico, la señora me ha convencido de que vas a estar mejor cuidado aquí que en casa - dijo mi madre- además así le echaras una mano con sus preparados y te ganarás un dinerito.
- ¡Oh! mama si a ti te parece bien... - empecé a decir
- Claro que me parece bien- dijo- además voy a aprovechar para ir a visitar a mi prima en Los Gamos, parece que va a tener mellizos.
Yo no salte de la alegría, aun que no fue por falta de ganas, fue por no caerme con los palos.
Di un abrazo enorme a mi madre. Y salí afuera a despedirla
- ¿Cuantos días va a tardar en curarse, Ghash?- pregunté
- ¿quieres decir cuantos días vas a estar aquí conmigo, no? - me dijo ella - no te preocupes tu pie tardará unos tres o cuatro días en estar mejor.
Vaya, otra vez era transparente para ella. Así que fruncí el ceño y la miré.
- Pero tu te vas a quedar dos semanas conmigo. Porque hasta entonces tu madre no va a volver.
Entonces si que salté. Solté los bastones y me puse a bailar a la pata coja.
- No se como lo has conseguido, eres genial. Mi madre necesitaba ese cambio de aires y yo soy feliz.
- No creas que vas a estar de brazos cruzados señor Bob. A partir de hoy y hasta que puedas volver a tu trabajo eres mi ayudante. Así que coge los bastones y vamos a trabajar.
Yo la seguí sonriente, tenia delante de mi dos largas semanas para que ella me  contase su vida.



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