Gilraen la Bella

27 de Septiembre de 2008, a las 14:07 - Oloriel
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Capítulo 5.

-¡¡Ven aquí querida mía!!- dijo Arathorn estrechándola con fuerza- ¡A veces me parece que me será imposible esperar tres años más...!

Ella lo apartó con delicadeza, algo sorprendida (y más que agradada) por aquel abrazo apasionado.

-...Pero es preciso ser pacientes mi dúnadan, eso es lo que pidió mi padre...además estamos solos aquí en la arboleda... ¿qué dirán en el campamento de ello? Nuestra gente es buena, pero no por eso dejarán de comentar que el hijo del capitán, un hombre hecho y derecho, se pierde por horas con su noviecita en el bosque... pudiendo atender asuntos mucho más importantes para su pueblo.

Arathorn enmudeció, Gilraen tenía razón...- ¡¡Cuanta prudencia hay en tus palabras hermosa...!! Te haré caso... aunque ello significará verte menos...

- Es que...sabes lo importante que es...- dijo ella acariciando el bruno cabello del guerrero- los tiempos que corren son cada vez más oscuros hombre...muchas veces he sentido las alas de la muerte sobre el campamento y he tenido miedo... un miedo que hiela mi sangre... ¡¡Debemos cuidar a nuestra gente Arathorn, es nuestra primera razón, aunque ello nos parta el corazón un día!!

Él tomó entre sus manos el delicado rostro de la joven- ...Te juro amada mía que, a costa de todo, mi pueblo será lo primero que ha de moverme...junto con mi amor por ti, porque no encontrarás hombre más orgulloso de su compañera sobre toda Endor!!

Pasaron los días y, en verdad Arathorn debió ver mucho menos a Gilraen, su padre había ido a combatir al sur guiando a varios de los mejores hombres del campamento, y él debió quedarse protegiendo al pueblo.



Fue en ese tiempo que nació un pequeño niño, el hijo de Kamthalión y de quien se había convertido en su esposa, la dama dúnadan, Sérëanna, el bebé recibió el nombre de Halbarad, quien luego de muchos años habría de conquistar una gloria y honor por muchos conocida.



Arathorn amaba en verdad a aquel reciente padre y a Turangdil, pues los sentía realmente como hermanos, y junto con su futuro suegro, eran su mayor apoyo a la hora de organizar a los dúnedain.



Sucedió que un día, mientras los tres amigos revisaban antiguos mapas en la sala del capitán, llegó ante ellos, un sorprendido explorador.

- ¡¡Mis señores!!

- ¿Qué os trae por aquí Torondil? – dijo Arathorn.

- Tenéis visitas inesperadas que vienen desde Rivendell...

- ¡Hacedles pasar, por favor!

Dos altas figuras se hicieron presentes en la sencilla sala, eran bellos, llevaban delicados mantos grises, aunque firmes como el acero, los cabellos negros como el cuervo enmarcaban la dignidad de los rostros élficos. Eran los hermanos Elladan y Elrohir, hijos de Elrond, y compañeros de los dúnedain.

-¡¡Maara tulda marinyana!! (bienvenidos a nuestra tierra) ¡¡Hace tiempo que no les veíamos!! – dijo el hijo del capitán, abrazando a los príncipes con afecto.

- ¡Mucho tiempo en verdad! – contestó Elrohir- pero lamentablemente no traemos buenas nuevas, la sombra se extendió en nuestro camino hasta aquí, Arathorn.

El rostro del hombre se volvió grave, como los de todos los presentes.

- Espero que sean nuevas que les permitan si quiera un descanso, han cabalgado mucho, y luego podríamos conversar con una buena comida...

- No nos vendría mal -dijo el amble Elladan- pero será un descanso muy breve, si bien, decirlo de inmediato no frenará la sombra, queremos hacerte conocedor de nuestras preocupaciones cuanto antes.

Arathorn dispuso que se preparara una sencilla pero reponedora comida en la misma sala, le acompañaban, Dirhael, Kamthalión y Turangdil.

- Señores- dijo a los elfos una vez que entraron- estos que veis aquí son amigos de suma confianza y son mi mano derecha ahora que mi padre se haya lejos, lo que sea anunciado aquí, es bueno que ellos lo escuchen, pues para mí es invaluable su consejo, así como el de ustedes.

- Entonces así será, y desde ahora son también amigos nuestros.

Dijo Elrohir por los dos, a la vez que sonreía.

Habiéndose acabado la comida se dispusieron a hablar.

- Nuestro padre se haya preocupado, amigo, él y la dama de Lorién han sentido que el mal está despertando con inusitada fuerza en el Sur, Saruman se haya cada vez más distante y... temen un pronto resurgimiento del mismo Sauron...

Al oír estas palabras un escalofrío recorrió la espalda del valiente capitán, esto era más terrible que cualquier otra noticia...y su padre permanecía en el sur...

- Pero ¿¡Qué tan pronto!? – preguntó un impaciente Turangdil.

- Les es imposible saberlo aún, pero es seguro que el mal hace acopio de sus fuerzas, pues el pensamiento de nuestra abuela es el más poderoso de toda Tierra Media y aún así no logra ver más allá de esa bruma.

- Los orcos se mueven cada ves con más arrojo- añadió Elladan con un gesto entre el asco y el desprecio- y han surgido nuevas criaturas, más grandes que los orcos comunes y que no temen ser vistos a la luz del día, son más astutos que los primeros y caminan movidos por el odio...Los senderos que conducen al bien llamado Bosque Negro son cada vez más peligrosos, no obstante, los elfos del Rey Thranduil han logrado mantener a raya a las criaturas malignas que pululan por allí.

En eso iba la conversación cuando un hombre apareció en la puerta como un rayo.

- ¡¡Mi señor!!- dijo mientras hacía acelerado una reverencia, jadeaba, estaba cansado en extremo

- soy Aldadan, un explorador de los que enviasteis a las fronteras hace dos meses, mis compañeros me envían a advertiros...¡¡Ay señor, una centena de orcos y otras criaturas malignas vienen directamente hacia el campamento sin duda, deben hallarse a dos días y medio de aquí ... vine tan veloz como pude!!

-¡¡ No hay tiempo para que descanséis buen amigo!!- dijo Arathorn alarmado- convocad de inmediato a todos los hombres del campamento, todos, en veinte minutos les daré mis instrucciones ¡ve rápido!.

En el interior de la sala todos se hallaban congelados como estatuas. - ¡¡Desde que tengo memoria, los orcos jamás osaron atacarnos abiertamente en el campamento!!- exclamó Dirhael.

- Esto es una señal ineludible de que lo que los señores que nos visitan dicen es, por desgracia, más que efectivo- añadió Kamthalión.

-¡¡Hemos de reunir nuestras fuerzas rápidamente y partir al encuentro de estas bestias!!- sentenció Arathorn- no permitiré que se acerquen más a nuestro pueblo!!

- Iremos contigo- ¡Gracias Kamthalión! Siempre los he contado en mi familia y esta es una prueba más de su lealtad... ¡Jamás alcanzaré a compensarles!

- Podrías si te quedas- dijo Elladan seriamente- el enemigo sabe que los herederos de aquel que una vez le venció han sobrevivido en ustedes y este es un intento desesperado por arrasarles, por fortuna él no te conoce personalmente, pero sabe que estás aquí y que si murieras...es improbable que tu padre tenga hijos nuevamente. Escúchanos Arathorn ¡¡no vayas!! Si pereces no habrá esperanzas par a tu pueblo, como tus amigos y parientes lejanos es nuestro deber proteger tu sangre, pero nada podemos hacer más allá de lo que tú elijas...

- Arathorn reflexionó unos segundos, pero se negó- ¿Cómo habría de dejar solos a mis hombres en una batalla tan decisiva para nuestra gente? No tengo un hijo mayor que me represente y no me quedaré sentado en mi casa a esperar como un rey anciano. ¡¡Mi hora aún no ha llegado y si así es habrá quien vengue a los herederos de Isildur!!

En tanto, Dirhael meditaba en su corazón, su futuro yerno era valiente y atrevido ¿hasta adonde le llevaría esa actitud? si bien, el también supo en su corazón que la hora de aquel hombre no había llegado, temió por su destino y el de su hija.

-...Por favor, permítame les acompañe a su casa Dirhael- la voz de Arathorn sacó al hombre de sus pensamientos- ...quisiera ver a su hija antes de partir...



- ¡¡El señor Elladan te ha aconsejado bien!!

- Gilraen...vida mía... ¿alguna vez has imaginado que yo me quedo aquí en una circunstancia como esta?

-...No...

- Sonríe aunque sea un poco... tú eres la dama de la esperanza, la que guarda la esperanza de este pueblo... ¿Confiarás en que volveré? ¿O me obligarás a una despedida triste?

- ...Tengo el hombre más fuerte y hábil como prometido ¡¡Volverás!!- dijo con una sonrisa.

El dúnadan la besó. Luego ella se despidió de su padre y sus hermanos

- ¡¡Prométanme que se cuidarán, por favor!! Cuida a nuestro hermano mayor Turangdil, ahora es padre y debe volver sano y salvo!!- Cuida a mi Serëanna, Gilraen, veo duda en su corazón, por favor, reconfórtala, ve que ella y mi niño esté tranquilos. -Velaré por ella, pero sólo por un tiempo porque tú volverás a cuidar de tu esposa y tu hijito.

- ¡¡Adiós mis hombres queridos!! ¡¡Regresen!!- Dijo la joven agitando su mano con una sonrisa, pero volvió con gesto sombrío a su casa y los ojos empañados.



Ivorwen miraba por la ventana, hacía un día desde la partida.

Las mujeres dúnedain sabían cuidar de sus hogares, en esos momentos, todas llevaban un arma al cinto y cumplían sus quehaceres sigilosas, unos pocos exploradores se habían quedado a resguardar el campamento por instrucciones de Arathorn. Los orcos eran tantos que los hombres debieron acudir casi todos a la batalla.

Cerró la cortina, tenía una angustia mortal en su corazón. Para alivianar su espíritu fue a la habitación de su nuera donde ella y Gilraen cuidaban al niño.

Cuando entró ambas jugaban con él.

- ¡Ah, pequeño Halbarad! ¡Este niño es el reposo de mi corazón!- Dijo al entrar, mientras tomaba al pequeñito en brazos y se sentaba en el lecho junto a las mujeres.

- Te noto preocupada madre... ¿qué piensas?

- Tengo miedo...siento a la muerte muy cerca hijas, me temo que tocará a alguno de los que amamos...y no podría separarme de ninguno.

Serëanna había vuelto a tomar al niño en sus brazos, lo apretó fuerte contra su pecho y prorrumpió en un desgarrador sollozo- Temo lo mismo suegra- dijo- ¡tengo miedo por tu hijo!

Gilraen la abrazó. -...Pero es sólo miedo ¿verdad madre?... ¡¿verdad que no estas viendo en su futuro?!- ella presentía lo mismo que Ivorwen, pero no quería creer en esa poderosa sensación y hasta ahora había intentado guardar la calma.- No lo sé -contestó la dama- mi confusión es enorme.

Esa noche, Gilraen despertó a Serëanna en la habitación que compartían.

-...Cuñada... ¿temes mucho por mi hermano?

- ¡Si!, pero no quiero hablar de ese temor...

-Yo temo y no sólo por él...hazme un favor, como hermanas que somos ahora...- Los ojos de Serëanna se abrieron muy grandes –Escucho-dijo. - ...Quiero saber cómo están Arathorn, mi padre y mis hermanos, cuando venzan a los orcos, quedarán abatidos y se demorarán bastante en volver, pero yo vendré hasta aquí y ya no tendremos que esperarlos asustadas porque todas sabremos como están, aún antes del regreso de la tropa...Partiré ahora mismo, por favor, no se lo digas a mi madre hasta que la notes demasiado preocupada...de todos modos, los exploradores tienen ordenes de no abandonar el campamento y no me perseguirán si ven que me he ido...

-¿Estas segura? Debes cuidarte mucho...además Kamthalión se enojará para siempre conmigo si algo te ocurre y yo no te detuve.

- No...No te preocupes, nada malo pasará, además, todos te creerán si dices que intentaste detenerme pero yo simplemente no escuche.

Serëanna rió- Si, es típico de ti... pero cuídate mucho Gilraen...te quiero como a una hermana pequeña...- No temas ¡ya verás como volvemos todos!



Gilraen se vistió para la ocasión, con unos pantalones de explorar, suaves y resistentes, botas de viaje y el manto gris de los dúnedain, asegurado gracias a la estrella de su pueblo. Se recogió el cabello, para que no le incomodara, cogió su espada y su arco. Ya en la caballeriza sacó a su caballo, Sûl (viento), que era un fuerte ejemplar negro de crines hirsutas. Y, aunque ella no planeo que fuera así, cualquiera que la viera salir del campamento, diría que se trataba de un muchacho delgado que se encaminaba a la frontera.



Capítulo 6.

-¡Vamos mi amigo, ve rápido y has honor al nombre que te he dado!

Decía Gilraen animando a su montura. Había partido sin mapas, pero los dúnedain saben valerse bien si ellos...no podían estar muy lejos. La esperanza y el arrojo habían reemplazado al temor.

- Les veré a salvo a todos ellos, y si están en problemas les ayudaré- pensaba. A pesar de lo que había dicho a su cuñada, si veía a alguno en peligro, jamás podría contentarse con mirar.

Pasó poco tiempo y el animal se inquietó...le llegaba el hedor de una batalla. Gilraen también lo sintió, así como los ruidos de metal chocando y los gritos de hombres y bestias.

Se apeo y condujo al caballo lentamente hasta que llegó al borde del campo de batalla.

Se ubicó tras unos árboles, intentando distinguir a amigos y conocidos, encontró a varios. Habían sido cientos orcos, los hombres parecían llevar la delantera, pero era un episodio horrible de ver, a Gilraen se le congeló la sangre, entre los asquerosos cadáveres de orcos y wargos, yacían muchos dúnedain caídos, muchos. De pronto encontró a Arathorn y su corazón se iluminó ¡¡que hombre tan fuerte era!! A pesar de estar magullado y algo herido, no necesitaba ayuda. Cerca encontró a su padre y sus hermanos que combatían con igual bravura, un poco más allá, los príncipes de Imladris guerreaban con maestría. Sus nervios se calmaron un poco, no faltaba tanto para que terminara el combate, pero se quedaría agazapada, esperando por si era útil. Entonces, una enorme bestia se abalanzó sobre Kamthalión, era de una raza nueva, como un orco, pero mucho más fuerte.

La joven salió veloz, hecha un rayo y clavó su hoja hasta el mango en la espalda de aquel monstruo, pero el destino se había ensañado con la vida del hombre, no alcanzó a ver quien le había salvado, cuando una flecha negra se clavó justo en su pecho.

El mundo se detuvo cuando Gilraen lo descubrió, estaba en una batalla y su hermano, el mayor, yacía con una flecha orca, muerto a sus pies, luego de que ella le salvara de morir por la espada. Nadie más se había percatado, hasta que una voz terrible, como la de una maia enfurecida gritó:

¡¡¡ An Kamthalión, hínarya Dirhael!!! (¡¡¡Por Kamthalión, hijo de Dirhael!!!).

Arathorn se volvió ¡¡era Gilraen!! ¡Y su amigo estaba muerto!

Ella no veía nada, con sus ojos anegados por las lagrimas, atacó varias veces, muchas, a diestra y siniestra, con una furia que la hacía temible. De pronto, sintió un dolor agudo y se hizo la sombra.



- Gilraen, amada mía, ven, yo te llamo.

- No puedo Arathorn... La sagrada Nienna me espera, me enseñará a llorar y a ser sabia en el dolor...debo cruzar el mar, mi hermano también estará ahí.

- ¿Estás segura de desear la muerte?...hay tantas cosas que debes hacer... ¿quien ayudará a Serëanna a cuidar a tu sobrino?- Mi madre- Prometiste hacerlo tú y... ¿quien me ayudará a mí?...¿quien tendrá a nuestro hijo? La casta de Isildur dejará de existir si mueres, tú lo sabes... dame tu mano, acompáñame...nos amamos, no me dejes sólo- ...Pero mira Artahorn...hay tanta paz en esta playa, en Tierra Media ya no quedan sitios así...- Arathorn seguía con su mano extendida y sus ojos suplicantes- Espero que la Valie me espere hasta mi fin...no podría meditar en el dolor, sabiendo que ya no te veré y que te he abandonado...

Tomó su mano y un fresco olor a athelas inundó el lugar.

Estaba tendida en una camilla, miró a Arathorn, quien parecía en trance- Aquí me tienes, me llamaste y he venido- dijo ella, con un hilo de voz- Él abrió los ojos y se llenó de felicidad, por sobre la pena por los muertos y el cansancio de la batalla.

La piel de Gilraen estaba muy pálida y su rostro tenía un sello fantasmagórico, parecía sacada de una historia de espíritus guerreros.

-Te alcanzó una flecha en el hombro, perdiste mucha sangre, además tienes una infección, no conviene que te levantes, esas armas orcas son muy sucias y transportan muchas enfermedades. Eso y la pena, te tuvo al borde de la muerte, ahora...debemos bajarte la fiebre.

Hubo que hacerte una incisión prefunda para extraer la flecha, que se quebró justo en la punta cuando caíste y había comenzado a roer tu carne. Gracias a los hijos de Elrond la intervención fue más fácil de hacer, te suturaron con un hilo virtuoso, tejido con agua y aire, cuando cumpla su función será absorbido por tu piel y no dejará cicatriz...alcanzó para todos los heridos graves y...

- Arathorn...no lo evites por favor...- dijo ella mientras le tomaba la mano al capitán- ¿mi hermano está muerto? – Si- ¿Alcancé a vengarle?- Con creces, masacraste tú sola a siete orcos, y hubieras seguido de no ser por ese flechazo, pero fue una locura, no debiste hacerlo, casi mueres.

-¡¡ Yo le había salvado Arathorn!! ¡¡Esa flecha le mató frente a mí!! ¡¡¡Nunca antes había sentido odio en mi corazón, pero ahora odié con todas mis fuerzas, la ira me superaba, quería que esas alimañas murieran todas por mi mano o que pereciéramos todos junto a mi hermano, hombres y bestias, todos!!!- ella se había incorporado en el lecho y tenía el rostro anegado en lágrimas- ¡¡de haber muerto lo hubiera hecho con una sonrisa en mi rostro si veía como un orco más moría conmigo!!- ¡Aún así, no tienes derecho a buscar así tu muerte Gilraen, ni por tu hermano ni por nadie, él no hubiera sido feliz de verte así, herida y llena de furia!- ¡Pero lo estoy, Arathorn! Por favor...¡no me sermonees! Ya sé que el odio y la ira son sentimientos egoístas, sólo persiguen saciar la sed de venganza, sólo para satisfacerlo a uno y a nadie más, además son inútiles si no se utilizan a favor de algo, y ni aunque hubiera matado un balrog hubieran devuelto la vida a mi hermano; ¡¡detesto esta oscuridad, este odio en mi corazón, lo sabes!! Así es que, por favor, no me sermonees, no soy tu hija, ni tu hermana menor, me escogiste de entre todas las mujeres para ser tu igual, así como yo a ti.

Esta vez el rostro de la dama, era blando, estaba lleno de tristeza, ya no de odio, y lloraba, porque se sentía pequeña.

Arathorn se acercó-...Perdóname, nunca más lo haré...- dijo abrazándola-....pero te quiero mucho y me asustaste. No te avergüences, todos somos capaces de sentir así, los mismos Elladan y Elrohir aún sienten odio a los orcos por lo que hicieron a su madre, pero para poder vivir en paz, no es posible albergar ira en el corazón...ven amada mía, eres sabia y tus padres, tu hermano y yo te necesitamos más que nunca...descansa mi mujer...duerme...seguramente no hay guerrera que te supere en todo Arnor...

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