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Portadas de Leandro para Elfenomeno
09 de Enero de 2005, a las 14:31 - Leandro Pascual
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]
20 de junio del
año 3018 de la Tercera Edad
- ¡Boromir, no! - gritó Faramir, aterrado. Su hermano se lanzó hacia adelante. En
los ojos de aquellos orcos había una furia que helaba el corazón. El Jinete Negro
se había manifestado unos instantes antes, aterrando a los pocos defensores de
aquel puente que aún restaban, después del largo asedio.
Pero en aquel momento, no eran los orcos, ni el Jinete, ni ninguna otra horrenda
criatura lo que más miedo suscitaba. En los ojos de Boromir ardía una locura sin
límites. Cargó hacia adelante. Nada podía detenerlo. Los orcos les habían obligado
a retroceder hasta el comienzo del puente, y uno de ellos había herido a Faramir
en un costado. Una herida superficial, pero Boromir sólo había podido ver cómo su
hermano caía. Habían perdido muchos hombres, más de los que podían esperar. Tan
sólo quedaban diez para defender el enorme puente ante los centenares de orcos que
surgían de la nada. Todo parecía perdido. Pero cuando Boromir vio caer a su hermano,
su fuerza y su odio se desbordaron.
Avanzó él solo por el puente. Al fin, dos de sus soldados lograron llegar hasta él
y ayudarlo por los flancos. Pero no parecía necesitar ayuda. Destrozaba los cráneos
de los orcos como si fueran calabazas. Pasaba sobre sus cuerpos muertos como el que
pisotea la uva. Veinte, treinta, tal vez cincuenta orcos cayeron a su paso mientras
alcanzaba de nuevo el extremo este del puente. De pronto, un centenar de flechas
surgió desde el noreste, acribillando a los seis soldados que habían quedado atrás.
Dos de ellos estaban atendiendo a Faramir, y quiso la suerte que le sirvieran de
escudo.
- ¡Oh, compañeros, mis soldados, mis amigos! ¿Por qué habéis muerto para salvarme?
- dijo Faramir. Entonces, sacando fuerzas de flaqueza, empuñó su espada y se
precipitó en una larga carrera a la orilla opuesta, donde su hermano y los dos
soldados que los acompañaban apenas resistían la segunda oleada de orcos. Las
flechas no caían allí, pues los orcos no disparaban contra ellos mismos...
aún. Pero si lograban resistirles demasiado tiempo, no cabía duda de que lo
harían. Al llegar, casi agotado, al lado este donde su hermano y los dos fieles
escoltas mantenían la posición, comprobó que era inútil defender aquel puente;
pero tampoco podían permitir que las tropas de Mordor pudieran conquistarlo.
Sólo quedaba una solución. Bajando a la orilla, Faramir se hizo a un lado y
dirigió su golpe al suelo, a uno de los troncos que servían de soporte al
puente.
En otro tiempo, incluso un mes antes, ni Faramir ni diez como él hubieran podido
dañar aquel puente, de casi un kilómetro de longitud, que unía las dos orillas
del Anduin. No era ni mucho menos tan poderoso como el mítico puente de
Osgiliath, sobre el que otrora reposaran casas y torres, pero su construcción
de madera era tremendamente sólida. Mas ahora todo aquel asedio había mermado su
resistencia, y apenas sí se sostenía sobre dos o tres pilares, que los hombres
de Gondor habían tenido que asegurar con rocas, troncos y maderos toscamente
cortados y afianzados. Ahora, Faramir pretendía retirar aquellos troncos. Pero
sus fuerzas estaban muy mermadas. Golpeó una segunda vez. En aquel momento, Boromir
se volvió y comprendió. Arrancando un hacha de las manos de un Uruk-Hai muerto,
de un salto se situó al lado de su hermano y descargó su más poderoso golpe sobre
aquel tronco.
El estruendo detuvo en seco a los orcos. El gigantesco puente tembló, pero no
cayó aún. Un segundo hachazo, tan potente como el anterior, deshizo el lado
norte del puente. Los dos soldados que quedaban aún aprovecharon la confusión y
saltaron a tierra, antes de que medio puente se desmoronara justo donde habían
estado antes. Comprendiendo las intenciones de sus capitanes, cortaron las
cuerdas que sujetaban las rocas que servían de soporte al puente. A su vez,
Faramir y Boromir, con sendos mandobles de sus armas, lograron partir lo que
restaba del pilar central del puente. Nada más podían hacer, y nada más quedaba
por hacer. El puente se vino abajo, con un estruendo ensordecedor. Boromir,
Faramir y los dos soldados se lanzaron al agua. El puente se había perdido,
pero al menos los orcos no podrían usarlo a menos que lo reconstruyeran, y
eso les llevaría tiempo. Una nueva andanada de flechas cayó al agua siseando
alrededor de los cuatro supervivientes que, buceando, se alejaban de las
ruinas de Osgiliath, río abajo.
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