El Nobbyt

19 de Mayo de 2003, a las 00:00 - General Failure
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CAPÍTULO 4: FUERA Y DENTRO DE LAS MONTAÑAS


Había muchos senderos que subían internándose en las montañas, y muchos desfiladeros. Pero la mayoría de los senderos conducían a peligros horrorosos y a lugares donde habían malvadas criaturas, así que los viajeros tuvieron que confiar en los consejos de Elromth y en la sabiduría y memoria de Granalf para elegir los senderos correctos. Esto les impedía avanzar muy rápido, porque el mago y los enanos se encontraban casi siembre en un evidente estado de ebriedad, hasta que se acabó el copete, y eran frecuente las peleas por las decisiones del camino a tomar, casi todas provocadas por Gruñón que se enojaba por todo y muchas veces intentó biseccionar la cabeza de Granalf y de Thoribio con su hacha.

Varios días después de haber dejado atrás el Ultimo Refugio, todavía subían y subían. El frío allá arriba era cortante y el viento silbaba entre las rocas. Todos tenían lúgubres pensamientos, y sólo Granalf conocía verdaderamente los peligros del viaje, pero no se los quiso decir a nadie, ni al mismo Thoribio que caminaba confiada y distraídamente a su lado.

Hasta el momento no les había ocurrido nada inesperado o muy malo, salvo algunas riñas internas y las continuas quejas de Bulgo, así como las huelgas de hambre que éste hacía, pero nunca duraban más de 2 horas; hasta que un día estalló una tormenta de truenos y relámpagos que batallaban entre ellos y provocaban continuas avalanchas al romper las rocas más altas.

Se encontraban muy arriba en un estrecho lugar, al lado de un precipicio oscuro y allí pasaron la noche. Pero en poco rato ya estaban todos mojados y tiritando. Podían escuchar las voces y risas de los gigantes, que se alzaban sobre todo el ruido de la tormenta y parecían burlarse de ellos.

- ¡Maldición! – dijo al fin Thoribio - Si no encontramos un refugio vamos a morir de influenza, o puede que nos alcance un rayo, o quizás nos atrapen los gigantes y jueguen a los bolos con nosotros.

- Bueno, ¿sabes donde hay un motel por acá cerca? – dijo Granalf, que se encontraba muy irritado, le dolía la cabeza y le inquietaban los gigantes.

Luego de una discusión en la que Thoribio casi cae por el precipicio al tropezar con Bulgo que dormía en el suelo, decidieron enviar a Toli y Ñoli en busca de un refugio algo mejor, porque eran los Enanos Cabrones más jóvenes (de algunos pocos siglos) y tenían buena vista, sin cataratas como los otros. Primero querían enviar a Bulgo, que como buen nobbyt tenía los ojos más agudos, pero Thoribio y Granalf desistieron de la idea al darse cuenta que seguramente no volvería con vida, aunque los otros enanos no quedaron muy conforme con esto.

Pronto Toli y Ñoli estuvieron de vuelta (en pocos segundos), arrastrándose por las rocas para no caer. – Encontramos una confortable cueva seca – dijeron – está doblando una roca filosa, no muy lejos de aquí, y caben los poneys y todo.

- Um... ¿La exploraron a fondo? – Preguntó Granalf, que había recobrado la lucidez y que sabía que las cuevas de las montañas están rara vez sin ocupar.

- ¡Que sí, que sí! – Respondieron Toli y Ñoli, aunque todos sabían que con lo rápido que volvieron ni siquiera pudieron alcanzar a entrar – No es muy grande y es poco profunda.

Lo peligroso de las cuevas es que uno no sabe cuán profunda son y que son muy engañosas. Nunca se puede saber qué hay más adentro. Pero como la noticia parecía buena, todos se arrastraron con mucha dificultad, y pronto estuvieron roncando sonoramente en su interior.

Por alguna razón, Bulgo no podía quedarse dormido. Estaba rascándose apaciblemente su guata, escuchó ruidos extraños, pero no les prestó atención.

- Deben ser peos de enanos – pensó en su idiotez habitual.

Como no sintió ningún olor delator del ruido, al menos ninguno en especial tomando en cuenta que todos estaban sucios, mojados y hediondos, decidió mirar hacia el extraño ruido y vió que la pared estaba abierta en parte y vió como el último poney desaparecía en la sombra. El nobbyt de puro miedo quedó mudo y soltó un agudo y sonoro eructo anal (léase gas), y provocó un sonido bastante sorprendente si tomamos en cuenta el tamaño de estas criaturas. De afuera saltaron rápidamente grandes trastos, enormes y feos. Habían mas o menos 8 para cada enano y unos 3 para Bulgo. Los Enanos Cabrones son fuertes y buenos para pelear, pero estaban demasiado aturdidos por el asfixiante olor y los Trastos rápidamente apresaron a todos antes de que nadie pudiera decir algo. Pero no a Granalf. Eso fue lo único bueno del gas de Bulgo, lo había despertado en una fracción de segundo y logró tirar una granada de mano antes de que los trastos lo atraparan, matando a varios de ellos y dejando herido a Bombo, que fue el último en entrar dentro de la grieta debido a que era el más pesado.

La grieta se cerró de golpe, y los trastos obligaron a Bulgo y a los enanos a caminar por los oscuros y fríos pasadizos, que eran laberintos completos y bajaban sin cesar. La atmósfera era cada vez más horrorosa, y los trastos eran muy brutos y maltrataban a los cautivos sin compasión y a Bulgo muchas veces lo patearon haciéndolo rodar por el suelo, botando a varios enanos en su paso. De pronto vieron mas allá una luz roja. Los trastos se pusieron a cantar, gruñir, croar, bramar, ladrar, maullar y relinchar.


¡Muerde, Mata, asesina, maltrata!

¡Pellizca, pisa, degolla!

¡Bajando y bajando vamos al pueblo de los trastos!

¡Corran malditos #%$#*@!


¡Martilla, corta, apuñala!

¡Golpea, viola, azota!

¡Por la misma #%$#*@!

¡Los haremos lavar trastos!



En las profundas y asquerosas voces de los trastos esto se oía terrorífico, tampoco rimaba en su idioma original. Los trastos azotaban con sus látigos a los enanos y a Bulgo haciéndoles correr más rápido. Bombo y Bulgo literalmente llegaron rodando cuando entraron en una enorme caverna. Estaba alumbrada con una gran hoguera roja y con antorchas, estaba llena de trastos sucios.

Los poneys ya los tenían agrupados en un rincón, y allí estaban tirados todos los sacos, bolsos y paquetes de los enanos, rotos por los trastos, olidos por los trastos, abiertos por los trastos, revueltos por los trastos y disputados por los trastos.

Por cierto, fue la última vez que los enanos y Bulgo vieron a los poneys y sus cosas (los trastos comen caballos, trolls, poneys, burros, ratas, perros, gatos, murciélagos, y otras cosas mucho más espantosas y cochinas, en realidad comen cualquier ser vivo incluyéndose a ellos mismos si es necesario, y al igual que Bulgo siempre tienen hambre).

Sobre las sombras, había un trasto grande y terrible, y unos trastos armados con lanzas, hachas, mazas, espadas y boleadoras estaban parados alrededor.

- ¿Y estos quienes son? – dijo el Gran Trasto, que los miró con cara de Gran Trasto mirando

- Enanos, y esto – dijo uno de los trastos tirando la cadena de Bulgo, quien cayó de rodillas – Estaban intentando dormir en nuestra sala de espera.

- ¡Malditos ladrones intrusos, espías! – gritó el Gran Trasto mirando a Thoribio - ¿Qué tienes que decir?

- Soy Thoribio el Enano Cabrón, a tu servicio – dijo Thoribio asustado – Y no somos ladrones ni espías, solamente nos refugiábamos de la tormenta, sin la menor intención de molestar a unos trastos tan buenos y corteses como ustedes.

- ¡Grrr...!.. – gruñó el Gran Trasto - ¡Adónde iban y de dónde vienen! ¡Cuéntamelo todo si no quieres sufrir aún más al morir!

- Sólo íbamos de viaje por estas hospitalarias montañas para recuperar nuestro tesoro de manos del gran dragón Smog. – Dijo el rey Enano diciendo la verdad, algo poco habitual en él.

- ¡Mentira! – gritó uno de los captores – Varios de los nuestros fueron muertos por una explosión, incluso uno de los suyos salió herido – En ese momento trajeron al pobre Bombo, que tenía los pantalones quemados, así como sus posaderas, que estaban expuestas. Los trastos no pudieron aguantar la risa al verlo. El Gran Trasto sonrió con malicia.

- ¡Además! – dijo al fin otro trasto - ¡Tampoco has explicado esto! – El trasto mostró entonces la espada que llevaba Thoribio.

El Gran Trasto chilló y gruñó terriblemente de ira al ver la espada que mucho tiempo atrás había matado a miles de los suyos, cuando los Efes pelirrojos de Góndola los cazaron en las colinas o luchando al pié de las murallas.. Esta espada, llamada Ortdeath, “La Castradora de Ortos”, era conocida por los trastos simplemente como “Shdskroig”, la Eunucadora. La odiaban, y odiaban aún más a quienes la llevaban.

- ¡Perros asesinos y amigos de los Efes! – gritó furioso el Gran Trasto echando baba por la boca - ¡Apuñaladlos, violadlos, mutiladlos, asadlos, mordedlos, golpeadlos! – Tan furioso estaba que se lanzó con la boca abierta hacia Thoribio dispuesto a comerlo vivo.

Justo en ese momento, todas las luces de la caverna se apagaron, y la gran hoguera se convirtió en una torre brillante de humo verdoso, que hacía arder los ojos de los trastos.

Los gritos, lamentos y maldiciones luego fueron indescriptibles. Una discusión de varias docenas de políticos juntos no hubieran hecho tanto alboroto. El humo llenaba todo y los trastos, extremadamente coléricos, peleaban y se mordían entre ellos, como si estuvieran aún más locos.

De repente, una espada brilló con luz propia, y atravesó de lado a lado al Gran Trasto que cayó dividido en 2, y los demás trastos huyeron asustados, desapareciendo por los túneles.

- ¡Seguidme insensatos! – Gritó Granalf, que era quien había causado el alboroto. Bulgo sintió dolorosos recuerdos al escuchar esa frase, pero se alegró de ver al mago. Ya estaban todos ellos corriendo lo más rápido que podían, bajando por oscuros y desconocidos pasadizos. Una brillo pálido los guiaba. – ¡Apuraos, santos #$@%#, más rápido! – gritaba el mago - ¡Pronto nos seguirán!.

Bulgo estaba muy cansado, le era difícil correr con las manos atadas a la espalda. Delante de él corría el buen Ñoli, y el nobbyt, lo mejor que pudo, saltó a las espaldas del enano, afirmándose con los dientes al pelo de éste y pisando firmemente las manos del enano, también atadas a la espalda, para no caer. Al enano no le quedó más opción que seguir corriendo como mejor podía con tan desagradable carga. Corrieron largo rato, bajando siempre hasta que estuvieron en los pulmones mismos de la montaña.

Entonces Granalf encendió la vara. Sacó la espada, y logró rápidamente cortar las cadenas y cuerdas de los trastos, dejando libres a los enanos y a Bulgo. Como bien recordaréis, esta espada era Escalibrin, “La Desolladora de Enemigos”. Los trastos simplemente la llamaban “Fileteadora”, y la odiaban aún más que a “Eunucadora”. Por cierto, Ortdeath había sido rescatado por Granalf luego de matar al Gran Trasto. A este mago no se le iba nada.

- ¿Falta alguien? – dijo entregando la espada a Thoribio distraídamente – A ver... 8 enanos... el nobbyt... si, están todos. Lo malo es que estamos sin poneys y sin comida, y ni siquiera sabemos donde estamos. ¡Mas encima una tropa de trastos furiosos están detrás de nosotros!. Mejor sigamos adelante.

Ya se oían ruidos detrás, los trastos habían reaccionado y les seguían dispuestos a vengar a su Gran Trasto. Los enanos corrían rápido, y Bulgo saltaba en los hombros de ellos hasta que se cansaban.

– ¡Vamos, mi buen enano! ¡Más rápido! ¡Ánimo! – gritaba el nobbyt cómodamente desde los hombros cansados de cualquier enano para, según él, darles valor.

Pese a todo, los trastos conocían los túneles de memoria y estaban cada vez más cerca. Podían oír las maldiciones y gritos de éstos. Sus antorchas ya se veían cada vez más cerca.

Granalf y Thoribio se rezagaron – ¡Están a la vuelta! ¡Saca tu espada, Thoribio! – Gritó el mago a la ves que desenvainaba la suya.

Al ver a Fileteadora y a Eunucadora, los trastos gritaron aterrorizados. Muchos simplemente arrancaron, y otros quedaron paralizados de miedo, mojando y ensuciando sus pantalones. Los viajeros aprovecharon para seguir corriendo, y pronto creyeron haberlos dejado nuevamente atrás. Pero los trastos habían reaccionado, y sigilosamente, sin antorchas los persiguieron. Cuando estaban nuevamente cerca, Bulgo estaba en los hombros del desdichado Bombo, que corría último, aún con sus quemadas nalgas al aire. Cuando el lastimado enano sintió a los trastos cerca, tuvo que decidir: Seguir llevando al nobbyt, su fiel compañero de viajes y aventuras lo más rápido que pudiese y aguantar hasta el final confiando en la sabiduría y valor de Thoribio y Granalf, o comportarse cobardemente abandonándolo.

Rápidamente tiró lejos al pobre Bulgo y corrió.

El nobbyt cayó rodando largos metros en el suelo, hasta que se golpeó fuertemente la cabeza con una roca. Su pequeño y desagradable cuerpo fue estremecido por el golpe, Bulgo sintió mucho dolor un instante. Luego, como si una luz estuviera apagándose lentamente, sintió que no sentía dolor. No sentía nada, solo la agradable sensación de que todo terminó.

En las entrañas mismas de la montaña, lejos de su hogar y de su gente, Bulgo murió.


¿Fue este el final del pobre Bulgo? ¿Qué haré para continuar la historia? ... ¿Continuará la historia?


Quien sabe. Acepto sugerencias.



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