El Nobbyt

19 de Mayo de 2003, a las 00:00 - General Failure
Grandes parodias - Chistes, parodias, humor gráfico :: [enlace]Meneame

CAPÍTULO 5: EL RETORNO DEL NOBBYT


Luego del lamentable capítulo anterior, y después de un buen tiempo, continuamos con la historia, no sin antes remitirme brevemente en algunas partes al Libro Verde de los nobbyts en lo referente a algunas características de la cultura nobbyt.


Todo seguía oscuro. Es más, parecía que todo seguía exactamente igual que en capítulo anterior, pero no. Bulgo sabía que estaba muerto. Seguía tirado en los oscuros pasillos, hace rato ya varios trastos habían pasado por su lado, sin verlo en las tinieblas. Muchos pisaron su feo cuerpo. Lo que quedaba de Bulgo, o más bien... el espíritu de Bulgo (si es que podría llamarse así) se levantó. Estaba aturdido, pero se sentía muy liviano. Trató de tocarse la cabeza, pero su mano pasó de largo. Definitivamente estaba muerto, esto lo desanimó, pero siguió jugando un buen rato tratando de lograr tocar algo.

Los nobbyt no tenían religión, sabían que habían sido creados por un creador, pero no lo veneraban ni nada de eso. Ni siquiera sabían su nombre. De hecho, para ellos la muerte era simplemente el fin de todo, y la oportunidad de un buen banquete en el funeral del muerto, así como “rescatar” algunas pertenencias del fallecido para ellos desde sus tumbas, cosas que sobre todo Bulgo hacía con frecuencia.

Pero Bulgo comenzaba a dudar de eso. Había muerto, pero su espíritu estaba muy vivo. Recordó unos antiquísimos libros de los nobbyts que decían que al morir uno iba al Salón Nobbyt, un lugar de fiesta eterna para sus almas. Pero ya nadie creía eso, y esa antigua tradición había desaparecido hace generaciones de su cultura. Pero en esas circunstancias Bulgo tubo que considerar seriamente esa posibilidad. En su tarda mente y su lento entendimiento trató de recordar más de esas antiguas tradiciones. Luego de bastante rato de hacer trabajar sus muertas (literalmente en este caso) neuronas, cosa que en vida nunca había hecho, recordó que efectivamente era así. Recordó también la existencia de un lugar llamado “Shnarkadhazan-Ñoelipeuco” o simplemente “calabozo” que era para los nobbyts muertos que por algún error administrativos no lograban entrar al Salón Nobbyt, donde tenían que firmar cientos de papeles y tramitar mucho tiempo a escala burocrática para salir de ese lugar. Por lo que logró recordar, supuestamente todos los que llegaban al “calabozo” lograban salir en no demasiado tiempo, pero que en ese lugar habitaban 5 espíritus de nobbyts que, nadie sabe porqué, nunca lograron salir.

Pensar en eso antes hubiera sido ridículo para Bulgo, pero en la situación en que se encontraba tenía que considerarlo.

- Ups...me morí – Dijo en voz alta, más que nada para ver si podía hablar, pero su voz no hizo ningún eco en las tinieblas (claro, estaba muerto).

- Mmm... dónde rayos estará ese maldito Salón Nobbyt? – Sentía la necesidad de hablar, aunque nadie le oyese.

Bulgo miró hacia todos lados, cuando miró hacia atrás, vió una puerta brillante en la pared de la roca del pasillo que decía en letras iluminadas intermitentes “Shnarkadhazan-Ñoelipeuco”.

- ¡Maldición, el calabozo! ¿Porqué a mí? . ¿Será un castigo por vender Nron a nobbyts menores de edad? ¿O será por lo del atentado a los Molinos Gemelos que financié, donde murieron 60 nobbyts? ... Um... no... definitivamente debe haber sido por lo del golpe de estado que le hice al alcalde porque hacía una investigación en contra mía, cuando lo maté junto a toda su familia. Oh, sí. Aún lo recuerdo, ¡cómo lloraron eso pobres bebés nobbyts cuando les quemé los dejos!. Si, eso debe haber sido lo que me trajo acá.

Como puede apreciar los amigos lectores, la vida que Bulgo llevaba antes de su aventura (y antes de morir, claro) no había sido muy limpia ni digna que digamos. El nobbyt golpeó la puerta, no se sorprendió de que tampoco hubiera eco.

- Adelante, don Bulgo Mochila. Está abierto – Dijo una voz desde adentro de lo que fuera eso.

Bulgo entró. Todo estaba oscuro, la puerta se cerró tras él. Al darse vuelta, vió que la puerta ya no estaba. Se encontraba en una tétrica oficina burocrática. Una atenta y hermosa (para ellos) espíritu nobbyt mujer le atendió. Luego de llenar muchos papeles con sus datos personales, lo hicieron pasar a un calabozo.

- Le asignamos el calabozo número 3, tendrá 4 compañeros. – Dijo la secretaria de quien sabe quién a Bulgo.

Bulgo entró, se sentía triste y seguía aturdido por todo lo que estaba pasando. Era un pequeño cuarto con 5 camas, una vacía era para él. Vió que sus 4 nuevos compañeros de limbo eran atractivas damas nobbyts. Bulgo se sintió feliz, hace tiempo que no estaba con alguna mujer. Al parecer las mujeres tampoco habían visto hombre espíritu nobbyt alguno desde bastante tiempo, ya que se abalanzaron sobre el sorprendido Bulgo. En eso estaban cuando apareció la secretaria con dos guardias.

- Lo siento, don Bulgo, pero deberá irse de acá. – Dijo la espíritu nobbyt mientras los guardias sacaban rudamente al pobre Bulgo y lo llevaban a otra oficina, al parecer más importante.

Lo único que alcanzó a decir Bulgo fue: - ¡@#%$~#!.

En la nueva oficina había un nobbyt con cara de mono. Se llamaba Llorsh Buche y estaba sentado en su escritorio, que tenía un letrero que decía: “El Jefe”.

- Bueno, si este idiota es el Jefe del calabozo, podré negociar con él - Pensó Bulgo.

- Hola don señor Bulgo Mochila – Dijo el jefe Buche – Acá no podrá negociar mucho que digamos. Lamento tener que decirle que usted está destinado a quedarse acá por siempre, junto a otros 7 nobbyts.

Bulgo recordó que supuestamente habían 5 nobbyts que habían sido condenados a habitar siempre los oscuros calabozos del Calabozo.

- ¿Siete? ¿No eran cinco? – Preguntó con su habitual cara de estúpido.

- Si, son siete. Esta es la lista – Dijo Llorsh entregándole la lista de los condenados eternamente.

Bulgo la leyó. Habían cinco fechados en los tiempos antiguos, y 2 mas recientes. Sus nombres eran Osodio Suk y Bongo Mochila.

- ¡Mi bisabuelo y mi padre están acá! – Gritó feliz Bulgo.

Buche lo miró consternado. ¿Cómo alguien podía ser tan estúpido de alegrarse por ver a su padre y a su bisabuelo en la lista de los 7 únicos nobbyts en la historia que habían sido condenados eternamente?

En ese momento, entró la secretaria y entregó un papel al Jefe. Este lo leyó, y lo volvió a leer.

- Don Bulgo, lamento decirle que usted ha sido llamado al Salón Nobbyt para tener una reunión con el Jefe Mayor.

- Pero... yo quiero quedarme acá. – Dijo Bulgo sin saber lo que decía.

- Al parecer un poderoso hombre con influencias y pitutos, amigo de usted, le ha solicitado al Jefe Mayor habitaciones para usted en el Gran Salón. Según la carta, se llama Granalf. – Dijo Buche.

- ¡Maldito viejo, siempre me arruina mis planes! – Dijo Bulgo enojado - ¡Para qué querría él que yo esté en el Salón Nobbyt? Prefiero estar acá.

- ¡Guardias! ¡Llévense al apestoso! – Gritó Buche.

En eso vinieron unos guardias y llevaron a la fuerza a Bulgo por un largo pasillo oscuro que llevaba al Salón Nobbyt. En la mitad del túnel había, en un costado, una pequeña y fea puerta. Bulgo preguntó para qué era.

- Es para que los muertos salgan de acá vuelvan al mundo de los vivos, pero nadie ha logrado salir, ya que hay un dragón durmiendo allá adentro y tortura a todas las almas que quieran escapar. De hecho, nadie ha ni siquiera intentado salir. No te acerques, es peligroso – Dijo el espíritu guardia.

- Además, no te escaparás de nuestras manos para que lo intentes – Dijo el otro espíritu guardia afirmando con más fuerza a Bulgo.

Bulgo tubo una idea. Le había funcionado una vez, y aunque no estaba seguro si el resultado sería el mismo, valía la pena intentarlo. Juntó todas sus muertas fuerzas y soltó el contenido gaseoso de sus intestinos lo más sonoramente que pudo.

Se sorprendió al no oler nada. Claro, los muertos no respiran, pero tarde se dio cuenta. Uno de los guardias lo golpeó en la cabeza. Un golpe asesino, de muerte. Pero Bulgo ya estaba muerto, así que apenas lo sintió.

Recordó que Buche le había dicho apestoso y se preguntó si de verdad el Jefe estaba muerto. Pero lo que le interesaba ahora era averiguar cómo escapar e ir a la pequeña puerta que podría permitirle volver a la vida.

Volvió a trazar otro plan. Esta vez apenas lo pensó, solo quería escapar.

- ¡Miren, una enana desnuda! – Gritó señalando hacia atrás.

Esta vez el plan funcionó, los espíritus guardias se volvieron a mirar el desierto pasillo y Bulgo corrió como alma que lleva el diablo hacia la puerta.

Entró y sintió ruidos. Recordó lo del dragón. Lo único que vió fue un cocodrilo con alas rosadas roncando. Pasó a su lado sin hacer ruidos, y salió por la puerta que le daría la vida.

Cuando salió se encontró nuevamente donde había estado antes de morir, fue demasiado fácil.


Era el mismo pasillo oscuro dentro de las montañas, aún le dolía la cabeza.

- Espero que el golpe no haya afectado mi inteligencia – Pensó el muy idiota.

Se sintió solo. Como no veía absolutamente nada, caminó a tientas, afirmándose en las paredes, tropezándose muchas veces. No escuchó nada de trastos ni de los enanos. Los extrañó. Sintió nostalgia por Granalf.

Pero olvidó todo eso cuando en el dedo chico del pié izquierdo se le enterró dolorosamente algún pequeño objeto de metal.

- ¡Arrrrrrchhhjjjjjj @#|&*%#– Gritó junto a varias groserías incomprensibles en nuestro idioma.

- ¡Porlarecharlesenainre! – Y otras frases similares.

El objeto metálico se incrustó hondamente en su dedo, clavándose hasta sacarle sangre.

Se agachó y se lo sacó, tirándolo tan lejos como pudo. Escuchó el “tin clinc” cuando este cayó más adelante.

Con el pié herido, y muy cansado, débil y hambriento, Bulgo siguió caminando mucho rato, tropezándose otras muchas veces. Cuando estaba a punto de detenerse a dejarse morir nuevamente en el suelo, el mismo objeto metálico se puso solo entremedio de dos dedos de su otro pié. Bulgo sintió que era algo como un tornillo, pero esta vez no sintió dolor ni se clavó nada.

Este sería un momento decisivo en la nueva vida de Bulgo, pero claro, él no lo sabía.

Sintió una molestia y descubrió que su daga se le había metido dentro de los calzones. Por eso los trastos no se la habían quitado. La sacó y descubrió que brillaba débilmente. La había sacado de la cueva de los trolls tiempo atrás.

- Así que la daga fue hecha por los Efes – Pensó. Esta vez estaba en lo cierto, porque las hojas que los efes hacen brillan cuando hay ortos o trastos cerca.

- Quisiera saber cuál será la historia de esta hoja – Dijo Bulgo recordando que Elromth había hablado de las proezas de las espadas que encontraron Granalf y Thoribio. Algún día lo sabría.

Decidió seguir adelante, porque le parecía imposible volver. Cruzó por amplias y negras galerías y por oscuros pasadizos, pero siguió adelante bajando siempre. En una ocasión centenares de murciélagos bajaron dispuestos a comérselo, pero volaron cerca de él, como si no lo vieran, así Bulgo hizo uso de su daga y blandiéndola en el aire mató a varios de ellos, los demás huyeron.

Buscando a tientas en la oscuridad, logró encontrar a todos los murciélagos muertos y se alegró mucho al saber que tendría al menos un poco de comida.

Se los comió así, crudos. Casi se atragantó con las alas peludas de uno más grande, pero logró tragarlas con algo de sangre de otro murciélago. Dejó un montón de huesos apilados en el suelo y se echó el último murciélago que aún no había comido en el bolsillo.

- Puede que luego me vuelva el hambre – Pensó.

Caminó mucho más hasta que estuvo mas cansado que cansado que estaba cansado. Pensó que el oscuro camino daba vuelta la Tierra Tercia, pero de pronto se dio cuenta que estaba caminando sobre agua fría como el hielo. No supo si era la orilla de un arrollo o de algún lago, pero reconfortó enormemente sus adoloridos y heridos pies.

Bulgo estaba pisando la orilla de un antiguo lago. Este lago dentro de la montaña existía mucho antes de que los ortos y trastos existieran, y en sus profundidades habitaban seres indescriptibles, como Cthulhulin, que dormía esperando su llamado para destruir la tierra.

Allí, junto al agua oscura vivía el viejo Arrgg, una pequeña y viscosa criatura, mucho más desagradable que Bulgo. No tengo idea de quién era, ni cómo había llegado hasta ahí, pero era Arrgg. Tenía un bote chico, y acostumbraba a remar por el profundo lago pescando los peces, serpientes y otros seres que estaban en la superficie. Sus ojos pálidos veían todo en la oscuridad, y como era increíblemente rápido agarraba con sus largos dedos los pescados, pulpos y ranas, que nunca lograban escapar de él. También comía trastos cuando éstos se aventuraban en aquellas profundidades, y los atacaba por la espalda. En realidad Arrgg vivía en un islote en medio del lago. No vió a Bulgo, pero sintió su olor. Le pareció evidente que no era un trasto, porque lo encontró demasiado apestoso para ser uno, y decidió ir a ver que era eso.

Bulgo estaba sentado en la orilla del lago, simplemente no sabía que hacer. Pensó que el tornillo se vería ridículo en su pié y que no hacía juego con sus sucias uñas, así que se lo sacó de entre los dedos. Lo echó en su bolsillo, al lado del murciélago. En ese momento, Arrgg lo vió y comenzó a decir, como para si mismo:

- ZZziiiii, amado mío, vemos un delicioso bocado para Arrgg. – Y cuando dijo Arrgg hizo con la garganta un feo sonido como si estuviera haciendo gárgaras. Por eso mismo le habían puesto ese nombre, aunque él se quería mucho y se llamaba a sí mismo “amado mío”.

El nobbyt dio un brinco cuando oyó a Arrgg, y de repente vió 2 ojos brillantes y grandes clavados en él.

Bulgo, muerto de miedo y sacando su daga dijo:

- ¡Alto ahí! ¿Que eres?

- ¿grY ezze que rgrg es, amado mío? – Susurró Arrgg (que siempre hablaba consigo mismo porque no había nadie más con quién hablar y estaba medio loco). Como no tenía mucha hambre, no quiso matarlo inmediatamente, cosa que hubiera hecho sin problema alguno. Mas que nada sentía mucha curiosidad por la extraña visita.

- Amado tuyo tu abuela, monstruo gay – Respondió enojado Bulgo.

Arrgg se enfureció y los ojos le brillaron con malicia. Abrió su boca mostrando los muy filosos dientes que acostumbraba afilar con piedras, y esta visión asustó mucho al nobbyt.

- Lo... lo siento, señor monstruo, no se ofenda, yo... yo no soy gay, pero si usted quiere... bueno, no me mate por favor... yo.... – De verdad que el aspecto de Arrgg enojado podía asustar hasta a un orto, aunque sólo era un pequeño y famélico monstruo.

- ZZZZ......¿Quienr es él, amado mío rg?

- Soy Bulgo Mochila, de la Ladera, al otro lado de Delrío... yo... yo soy un nobbyt – Así es, amigos míos. El mismo Bulgo Mochila que había desafiado a Thoribio, a Granalf y a la misma muerte, estaba muerto de miedo en las oscuridades del centro mismo de la Montaña, frente a este extraño ser llamado Arrgg.

Arrgg estaba sorprendido, realmente. Miró con recelo a Bulgo, y pensó en comérselo inmediatamente, pero Bulgo dijo, pisoteando su dignidad:

- ¡No me coma, señor!... Si me muestra la salida, yo... bueno... si usted quiere... amado mío.

- ¡Ya, yarg, maldito nobbyt homozzzzexual! ¡Jugaremosrj azzzertijos y si me ganash te mostraré la salida, y si pierdes te como vivo rg!

- ¡Si, si! ¡Eso, si! ¡Acertijos! – Gritó Bulgo feliz. No porque le gustaran mucho los acertijos (aunque era el juego de moda en esos tiempos), sino porque no vería afectada su dudosa dignidad.

- ¡Yo primero! – Dijo Arrgg. Recordaba cuando hace muchos siglos atrás compartía con sus amigos estos juegos de acertijos y trató de recordar uno sencillo para comenzar:

¿Qué le dije al último pescado que me comí cuando me preguntó la hora?

Bulgo pensó. Había oído ese acertijo tiempo atrás, pero no recordaba la respuesta.

Comenzó a sudar, sabía que de su respuesta dependía su vida y no quería morir de nuevo. Un deseo de no morir más lo seguiría todos sus días, siempre temió represalias de los espíritus guardias de los que escapó.

Pero no sabía que decir, y resignado a su suerte reconoció:

- N...no lo sé.

- ¡Grrrr....zzzi, eso mismo le dije! – Tubo que aceptar Arrgg a regañadientes.

Bulgo tuvo que pensar rápidamente en un acertijo.

Un palito largo que tiene una cabeza roja y si lo raspan se prende.

- ¡Fázil, ezzz un rgrggrrr fózzzzforo! – Dijo Arrgg feliz de haber respondido.

Bulgo había pensado en otra cosa al hacer la pregunta, pero tuvo que reconocer que la respuesta de Arrgg también era válida.

Era el turno de Arrgg, que rápidamente dijo:

Entra duro y sabroso... sale aguado y baboso...

Bulgo no supo qué responder... estrujó al máximo sus neuronas (o su neurona), pero la respuesta tardaba. Arrgg ya se estaba relamiendo sus dientes, y decía cosas como:

- ¡hoy habrá buena zzena, amado mío! ¡Un bocado crujjjjjrrjiente y jugozzo! ¡si, buen nobbyt!

- Espera un poco, monstruo. Debes darme una oportunidad – Dijo desesperado Bulgo.

Arrgg lo pensó un poco. El juego le estaba gustando, y estaba seguro de que el nobbyt no podría escapar, y aceptó:

- Esta bien, le daremoz 3 oportunidadergs.

Bulgo perdió las dos primeras oportunidades respondiendo la primera obscenidad que se le venía a la cabeza. Las 2 respuestas que dijo eran sinónimos, Arrgg estaba muerto de la risa oyendo al malpensado nobbyt, que no lograba adivinar el acertijo.

Cuando Bulgo se convenció que Arrgg no se refería a nada de doble sentido, encontró fácilmente la solución.

- ¡Ya lo tengo! ¡El chicle! – Dijo.

Así era, amigos. Efectivamente, como seguro todos ustedes habían pensado, la respuesta era el chicle.

Rápidamente Bulgo recordó un nuevo acertijo, que era mas o menos así:

¿Qué es lo que es algo y a la vez nada?

Un pez saltó en el lago, y Arrgg dijo rápidamente.

- Fácilrg. El pezzz.

Bulgo había subestimado nuevamente la inteligencia del monstruo. Se sintió frustrado.

Así estuvieron largas horas, hasta que le tocó el turno nuevamente a Bulgo. Definitivamente no sabía qué preguntar, ya que había preguntado todo lo que sabía.

Instintivamente metió su mano al bolsillo y tocó el tornillo, que ya estaba húmedo y sucio con la sangre coagulada del murciélago, sin recordar qué era.

- ¿Y qué rayos tengo en el bolsillo? – Dijo en voz alta, como preguntándose a sí mismo, tratando de recordar qué había al lado del murciélago.

Arrgg pensó que este era un nuevo acertijo, y se sintió muy consternado. Las reglas universales de los acertijos (RUDLA) prohibían faltar a una promesa en un juego de acertijos, y aún había algo de honradez en ese monstruo (muy poco, claro).

- ¡Trampa, trampa! Eso no se pregunta, es trampargr, ¡no vale!. ¿Cómo recórcholis podríamos nosotros saber que tiene el apeztozzo en sus cochinos bolsillos, amado mío? ¡Argrrggrgrr!

Bulgo no tenía nada mas que decir. Preguntó nuevamente.

- Ya pues. ¿Qué tengo en mi bolsillo?

- Zzzzzzzzzzzzz... ¡Tienes que darnos gr cuatro oportunidades rgagrgr!

- ¡Bueno! ¡Adivina! – Respondió Bulgo.

- ¡Las pataz! – Dijo Arrgg.
- Cueeeeeenc. Error – Dijo Bulgo, que por suerte había sacado su pie del bolsillo. No se porqué lo había puesto ahí, pero no es cosa mía.

Arrgg pensó en todas las cosas que él llevaba en sus bolsillos. Un trozo de pulpo seco, un corazón jugoso de trasto bebé, un peine hecho de espinas de pescados y dientes de trastos, y por último su propia mano. Trató de imaginar qué podría tener el nobbyt en sus bolsillos.

- ¡Un cuchillo! – dijo finalmente.

- Cueeeeeeeenc. Error nuevamente. Sigue intentando. Te quedan 2.

- ¡Un murciélago muerto! – Dijo Arrgg luego de pensar varios minutos.

Bulgo se sorprendió. No esperaba esa respuesta, pero sabía que la RUDLA prohibía mentir. El torneo de las adivinanzas era sagrado y muy antiguo, incluso las más malvadas criaturas temían desobedecer las reglas.

El nobbyt sudó copiosamente, no sabía si aceptar que Arrgg había adivinado la respuesta o si debía mentir. En su atrofiado cerebro pensó las opciones.

- ¡ERROR! – Decidió al fin. Bulgo sabía que desobedecer la RUDLA equivalía a una enorme maldición, pero él, que había vuelto de la misma muerte, desafiando los poderes del “Calabozo”, no temía eso. – Te queda una oportunidad – dijo al fin.

Arrgg estuvo 23 minutos pensando la respuesta. Era un monstruo malvado, pero recordaba las maldiciones de desobedecer las reglas y no sabía si cumplir la promesa o no. Una parte de él le instaba a comerse al nobbyt, pero la otra le decía que cumpliera.

- Se acabó tu tiempo, monstruo – Dijo Bulgo con cierto temor por lo que podría hacerle Arrgg.

- ¡Un caset o nada! – Dijo el monstruo al fin.

- ¡Cueeeeeeeeeeeeeeeenc! ¡Error y error!. Las dos malas – Dijo Bulgo preparando su daga por si acaso.

Arrgg estaba enfurecido. Miraba con odio a Bulgo, pero también miraba la brillante daga que lo asustaba. Bulgo no pudo esperar más:

- Perdiste, monstruo. Muéstrame la salida... lo prometiste.

- ¿Nosotros prometimos eszo, amado mío grrg?. ¿Que tiene el señor Mochila en sus cochinos bolsillos? – Dijo Arrgg.

- ¡Que te importa! Vamos, muéstrame la salida.

- Bienrg. Pero el nobbyt tendrá que ezzperar, tengo que ir por mis cosazzzz. – Siseó Arrgg.

- Bueno, pero te apuras. ¡Rápido!. – Dijo Bulgo.

Arrgg no regresaba. Bulgo se sintió aún más estúpido de haberlo dejado ir. ¿Qué cosa de tan importante iría a buscar Arrgg?. Bulgo pensó que el monstruo no volvería más.

Pero se equivocaba. Arrgg estaba furioso y hambriento nuevamente y pensaba volver a comerse a Bulgo. Ya tenía un plan para ello. – Al diablo con la RUDLA – pensó.

En un escondite en su isla, Arrgg tenía guardadas algunas cosas muy miserables, pero también tenía un tesoro muy maravilloso. Una verdadera joya, un tornillo de oro.

- ¡Mi regalo de año nuevo! – se decía siempre Arrgg en los miles y miles de días que había estado ahí – Eso iremozz a buscargr.

Así es. Lo único que quería este monstruo era ponerse ese poderoso tornillo, que si se lo ponía en el oído sería invisible.

- ¡Me lo dieron en el año nuevo, amado mío rgfrg! – pensaba. Nadie tenía idea de cómo esta fea criatura se había hecho con ese tornillo de poder, desde los tiempos en que tales tornillos atornillaban el mundo. Ni siquiera el propio Amo que los gobernaba sabía quien lo tenía. Arrgg siempre lo había llevado bien metido en su oído hasta que se le rompió la oreja, y desde entonces lo escondía en su isla. Ahora se lo ponía solamente cuando iba a buscar trastos o bebés trastos para comérselos. Hace algunos días había robado un pequeño “niñito” trasto y aún le quedaban algunos huesos carnosos que roer, y el corazón, que lo tenía en el bolsillo.

- ¡Hoy comeremozz un buen nobbyt, amado mío rgrgr!. No nos podrá verrgrrrg .

Bulgo, que seguía esperando totalmente desprevenido, escuchó de pronto un agudo y doloroso chillido. No muy lejos estaba Arrgg en su isla llorando amargamente por su tornillo desaparecido.

- ¡Porqué a mí! ¡Mi amado mío se ha perdido! ¡#%@*&! ¡RRrgrrayos y centellas! – Gemía Arrgg.

- No me interesa. Ven y guíame a la salida, monstruo – gritó Bulgo complacido cruelmente en la pena de Arrgg. – ¿Y a ti qué se te perdió?.

- ¡Que te importa, maldito nobbyt rrggrarg!...

Bulgo se acercaba donde estaba Bulgo para seguir buscando su tornillo. Cuando llegó a la orilla Bulgo sintió sus agudos y brillantes ojos clavados fijamente en él.

- ¿Que miras, cosa fea? – Dijo Bulgo, que estaba comenzando a asustarse nuevamente.

- Rgrarg. ¿Que tiene el maldito nobbyt en sus cochinos bolsillos? – Dijo Arrgg. Lo había comprendido todo. Se tiró contra el nobbyt dispuesto a recuperar su tesoro y luego comérselo, pero Bulgo ya estaba corriendo escapando de él.

El nobbyt corrió en la oscuridad, pero pronto sintió los siseos y grargrrs de Arrgg tras él. Instintivamente, como obedeciendo órdenes ajenas a él, sacó el tornillo de su bolsillo y se lo puso en el oído. El tornillo quedó fijo en la esponjosa materia podrida que Bulgo tenía en el oído por falta de higiene. Vió como Arrgg pasó de largo al lado de él, sin ni siquiera mirarlo. Decidió seguirlo, quizá así lo conduciría a alguna salida.

Arrgg seguía maldiciendo su mala suerte, y se acordaba reiteradamente de la madre de Bulgo y de toda su familia hasta muchas generaciones tras él.

- ¡Mi rrgrregalo de año nuevo! – lloraba el monstruo - ¡Maldito Mochila! ¿Cómo pudimozz perderlorg, amado mío? . ¡Maldición.... se nos cayó cuando matamozz a ese niñito chillón! ¡Después de tantos malditos siglos! ¡Arrggrrgrgrgr!

Bulgo, jadeante, lo alcanzó cuando Arrgg se detuvo a llorar sus penas. El nobbyt casi choca con él, lo que hubiera sido su muerte. Se paró al lado de Arrgg, que no se percataba de su presencia y miró divertido cómo sufría el monstruo.

- ¡Rgrargar. El apezztoso nobbyt lo encontró el muy ladrón! ¡Grrrarrrf! Pero él no sabe que si se lo pone no lo vería nadie. – Seguía lamentándose Arrgg, pensando qué hacer. – Zzí, el apestoso irá a la salida y los trastos lo matarán, pero tengo rgrgr que detenerlo antes de que le quiten mi tesoro, amado mío rgrgrgrgggggrrrgrgrarrrrrg.

Arrgg se levantó de un salto y siguió corriendo por los túneles y pasadizos dirigiéndose a la salida. Bulgo corría tras él, y aunque se demoró un poco en digerir las palabras de Arrgg, luego de un exagerado rato se dio cuenta que el anillo lo hacía invisible. Corría sin hacer ruido, recordando que cuando era pequeño sus padres lo habían obligado a leer sobre los antiguos y poderosos tornillos como castigo.

Arrgg conocía el camino muy bien. Repasaba los pasadizos en voz alta para no olvidar la secuencia.

- Dos vueltas a la izquierda, 5 a la derecha, una a la izquierda, 3 a la derecha, 12 a la derecha, 16 a la derecha... o a la izquierda grg?? – Y así, siguiendo esta secuencia 18 veces llegaron cerca de la salida. – Zsi... rergrgearg. Este es el último pasadizo rgr que lleva a la salida, pero no nos atrevemos a entrar rrrgrgrgrg... debe estar lleno de trastozzz rgr! Los olemos y los odiamos – Decía el monstruo.

Arrgg se sentó en la apertura que daba al último pasadizo. Agudizó todos sus sentidos para estar preparado cuando apareciera Bulgo, o algún trasto. Pronto sintió el apestoso hedor característico del nobbyt. Se puso de pié, dispuesto a comerlo, pero no lo veía.

Bulgo tenía hambre. Ya había comido en el camino el último murciélago que le quedaba en el bolsillo, y ahora estaba chupándose los dedos. Se dio cuenta que Arrgg tenía algo comestible en el bolsillo, se puso tras él, metió la mano al bolsillo del monstruo, sacó el pequeño corazón y corrió desesperadamente hacia la salida. Arrgg se sorprendió tanto, que cuando se dispuso a perseguir a Bulgo se dio cuenta de que nunca lo alcanzaría, así que gritó lo más fuerte que pudo para que al menos los trastos dieran cuenta de él.

Luego de mucho correr, y de tropezarse muchas veces, Bulgo vió una luz, la salida. Pero ahora veía trastos por todos lados, que estaban alertados por el grito de Arrgg.

Los trastos también sintieron la desagradable presencia y se pusieron en la puerta. No lo veían, pero imposible no olerlo. Aunque no lo crean, Bulgo pensó en un buen plan. Podía pasar por 6 trastos que estaban cerca de la puerta, pero no podía hacerlo con los 2 que estaban afirmándola. Así que se acercó sigilosamente, sacó su daga y la enterró en el ombligo de cada trasto, y logró escapar.

Salió a la luz, y bajó las largas escaleras y corrió entre los árboles lo más rápido que podía. Los trastos enfurecidos lo persiguieron, pero no pudieron encontrar al nobbyt invisible. Bulgo había escapado.



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