Navidad en Grimmaud Place

01 de Noviembre de 2003, a las 00:00 - Aracair
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Kreacher entró de nuevo dando un portazo y se sentó un momento, retirado de ellos pero cercano al fuego, quizá tuviese frío. Sin decir nada los miró en silencio pero con una sonrisa malévola en la boca.

- El tercer año, sin embargo, fue diferente. -Siguió hablando Lupin-. Yo la había añorado todo el verano, pero su casa era infranqueable. Nuestra única relación era por carta y algo había que no iba bien... al principio del verano sus cartas eran largas, llenas de detalles, coloristas, alegres... pero paulatinamente se fueron acortando y ensombreciendo y yo la notaba cada vez más melancólica, como si no quisiera decirme algo terrible que la preocupaba. Una tarde, con Black y Potter nos acercamos a su casa pero estaba vacía. La Señora Meyer abrió la puerta gris y pesada y nos explicó que Olivier estaba ingresado en San Mungo gravemente enfermo. Yo contaba las horas para volver a verla. Así que el día de tomar el expreso la busqué ansioso por la estación. Se acercaba el momento de irnos y ella se retrasaba, me mantuvo en tensión hasta el último instante. Venía con su pequeña maleta y la lechuza en el hombro, según su costumbre. Se despidió de su padre, que parecía muy enfermo,  con un abrazo largo, como si no quisiera soltarle y en el último instante subió al tren y, sin buscar a nadie, se metió en el primer compartimento que encontró. Yo fui corriendo a su encuentro: allí estaba rodeada de los alumnos de primero a los que había empujado sin contemplaciones para poder pegar su nariz al vidrio del tren, con los ojos fijos en su padre. La llamé en medio del alboroto: "Ionnenmel..." pero fue como si no me oyera. El tren arrancó por fin y ella siguió allí, como enganchada a la ventanilla. Sólo se giró cuando la estación dejó de verse. Tenía los ojos llenos de lágrimas, el rostro desfigurado por el dolor: "Rem -me dijo- él se muere y yo... yo ya no le volveré a ver... nunca".  Sin reparar en la curiosidad de los niños, entre ellos tu hermano Regulus y Narcissa Malfoy que asistían al espectáculo embobados, yo la abracé intentando consolarla, pero fue inútil. Ella lloraba y lloraba pegada a mí, con la respiración entrecortada y a mí me habían desaparecido las palabras. Su dolor me nublaba la mente y con ella gimiendo entre mis brazos entendí que la muerte de su padre la arrancaba definitivamente, no sólo de su lado, sino también del nuestro. Ella estaba abatida por una decisión que debía tomar y con la que se enfrentaba como cuando al girar una esquina ves a tu enemigo delante, sin escapatoria posible. El peso de su pena era tan grande que venció la curiosidad morbosa de los de primero que se fueron apartando y dejando libre el compartimento, porque el aire allí se tornó irrespirable. Ionnenmel lloraba por que el tiempo de su infancia había concluido.-Lupin suspiró- Yo mismo me encontré llorando, jamás he llegado a sentir una tristeza tan devoradora y desesperada como durante aquella mañana de otoño abrazando a Ionnenmel en medio de un océano de oscuridad y horror desgarrado.

-"Así son ellos. -Empezó Kreacher con una letánica cantinela- Mentirosos y viles. Les asusta la muerte sí, la negra muerte y prefieren huir y dejar solos a nuestros señores... y luego se mete aquí paseándose como una princesa real y hablando a Kreacher en la Lengua Prohibida"
Black se levantó de pronto, amenazador y le gritó al elfo:
- ¡Cállate si quieres estar aquí! Enseñándole un puño. -Luego se sentó y siguió hablando-:  Efectivamente, aquel año Ionnenmel cambió mucho. Se tornó más taciturna, más grave, como si descubriera que vivir era un peso que ella cargaría durante años sin término. Toda la alegría de los años anteriores se quedó oscurecida por una capa de tristeza, igual que un paisaje que permanece aunque la niebla lo oculte. Sus sentimientos eran tan contagiosos que la Sprout le prohibió entrar en los invernaderos por que las plantas se marchitaban en su presencia. Finalmente, antes de Navidad, su padre murió. Dumbledore le dio la noticia y la acompañó a los funerales. Allí conoció a su abuela. Es decir, pudo materializar el sueño de aquella mujer con la que hablaba en sueños desde que tenía memoria como si viniera sólo a confirmarle: los sueños Edain son mentira, los Eldar realidad. Luego regresó a Hogwarts y, aunque parecía más calmada, era una chica diferente. Andaba sin interés por las cosas, como perdida en una encrucijada. Incluso físicamente había cambiado: no sólo había sobrepasado en estatura a las demás niñas sino que su cuerpo estaba dejando totalmente atrás su niñez, descubriendo a una mujer preciosa pero todavía indefinida, fronteriza... Una noche, por azar, la descubrí cuando iba a salir de la Sala Común y ella me cogió de la mano y me dijo: "Ven". Así, con esa sencillez me fui uniendo a sus actividades nocturnas. Juegos peligrosos en los que ella nunca se echaba atrás, correrías por el Bosque Prohibido donde, en los claros apenas iluminados por las estrellas hablábamos: yo le contaba cosas de mi casa, de mi familia, de mi madre, del asco que me daba toda aquella clase de magos tenebrosos y puristas... ella me contaba todas sus inquietudes. Mas tarde el tiempo me llevó a entenderla bien, en la prisión. Ella había vivido largos años en una prisión de alta seguridad con un gran Dementor que quería chuparle el alma: su propio padre... durante once años cumplió su condena. Servirle, distraerle, satisfacerle... ¿os lo imagináis?. No. No, porque once de nuestros años no son once años de los suyos... nuestros días son de dieciséis horas los suyos de veintitrés, con suerte de veintidós... La Señora Meyer, una pobre squib, vigilándola como implacable carcelera... todos los libros leídos, todos los hechizos hechos y la oscuridad lóbrega de una casa que pone freno a todas tus iniciativas, -Harry por un momento pensó que Black hablaba de sí mismo encerrado en aquella vieja mansión siniestra- un rostro severo que cohibe todas tus ideas... "Ionnenmel ya te he dicho que no permito"... "Ionnenmel sabes bien que eso está prohibido para ti...". Las preguntas se le acumulaban en la mente y su respuesta era invariablemente "Cuando seas mayor"... No había ventanas a las que ella pudiera asomarse y los niños que escuchaba en la calle parecían tan felices... sólo su abuela le hablaba en sueños, le enseñaba las hermosas canciones de su tierra, le llevaba a jugar con los otros niños Eldar, le daba las respuestas que su espíritu necesitaba. Su materialidad era lúgubre y tenebrosa, su libertad y su alegría simples ensoñaciones. Ahora sabía que no podía quedarse entre nosotros. Me hablaba de la muerte, del transcurso del tiempo, de la pena que le daba saber que jamás se volvería a encontrar con su padre... es curioso porque nos hacíamos grandes confidencias, cosas que nadie más que nosotros dos sabía... Ante la gente sólo bromeábamos, pero allí, solos en la noche... Ionnenmel me hablaba de ti... me pedía que te cuidase cuando ella se fuera... -Black calló-.

Kreacher se levantó, como si no aguantara más y el precio silencio por chimenea fuese elevadísimo. "Kreacher no quiere oír más tonterías de esa hechicera sin corazón. Kreacher se va, historias de sangres sucias, muggles y hombres lobos...¡Ah si mi buena Señora...! " . El elfo cruzó el pequeño salón tropezando y maldiciendo y salió con un portazo a refugiarse al pie del cuadro de la entrada, despertando a la madre de Sirius que empezó a gritar y gruñir.

Todos los demás se pusieron por un momento en la piel de Ionnenmel, que había descubierto parte de su ser: su dualidad.  Ante ella tenía la vida y la muerte. Sólo que la muerte parecía encerrar toda  la vida y el amor que ella conocía mientras que la vida consistía en partir hacia tierras y gentes desconocidas, que hablaban un lenguaje extraño y soportaban la muerte de no poder morir...

Black siguió hablando:
- También sucedió, durante ese tercer año algo decisivo: la McGonagall quiso que trabajásemos en parejas. Ionnenmel empezó con Lily y yo con James, pero como nosotros dos terminábamos muy pronto la tarea y hacíamos demasiado alboroto, nos separó. La astuta Minerva sabía que James ayudaría a Lily y que ella aplacaría un poco a James. Pero calculó mal con Ionnenmel al convertirla en mi nueva pareja, porque trabajar con ella fue excitante... su mente era rápida, maleable, adivinaba las cosas casi al tiempo que yo las pensaba... y aunque terminaba incluso más pronto con ella que con James siempre iba más allá y me excitaba la curiosidad de manera que las horas se me hacían cortas... entonces aprendí cosas que luego fueron decisivas: de esa unión surgió... bueno, sin ella jamás habríamos podido ser Animagos... Ionnenmel, era como su padre, metamórfica, y de hecho, tenía más conocimientos que la McGonagall... y mucha menos prudencia.
- Entonces -preguntó Hermione a bocajarro- ¿la competencia quedó entre vosotros dos?
- Sí. -contestó Lupin- Dos estúpidos muchachos peleándonos por una causa perdida...

Los dos hombres no se miraron. La vida tenía caminos imprevistos, senderos que se oscurecían, que acababan súbitamente o cambiaban de dirección sin previo aviso. Lupin valoraba tanto la amistad de Black... ¿y Black? ¿Qué pondría primero, su amor o su amistad?

- No. -Corrigió Black- No hubo competición, porque yo jamás fui un rival. Una noche en nuestro claro del bosque le confesé: "Remus tiene un secreto terrible" Orejas contestó: "¿le ha salido un grano en la nariz?" . No, tonta,  es algo... horroroso de verdad que le pasó hace tiempo... es... "Un licántropo. Por eso las noches de luna llena se ausenta y os coloca miles de mentiras para ocultar lo que le sucede..." ¿Tú lo sabías y no nos dijiste nada?. "Un secreto es un secreto, querido Canuto, aunque veo que contigo no están muy a salvo". Entonces me contó todos sus descubrimientos: como la primera vez que miró a Lunático supo que ocultaba un secreto. Luego se dio cuenta de que sus desapariciones coincidían con la luna llena... otra noche le siguió cuando la Pompfrey le conducía al sauce boxeador y esperó allí hasta que ella saliera. Le habló al árbol y entró sin dificultad...
- Es cierto, cuando ella entró yo era aún humano y le dije que se fuera. Ella notó el peligro, pero su curiosidad pudo más... Fue realmente espantoso. Me abalance sobre ella, la podía haber destrozado en mi furia, supongo que el que no fuera humana al cien por cien fue lo que me hizo dudar... allí estaba su yugular a un dedo de mis dientes... pero ella reaccionó con rapidez y se transformó en una loba... y se fue. Estaba asustada...
Black miró a Lupin a los ojos y siguió:
- Aquella noche ella me lo contó todo y descubrí que te amaba. Y enloquecí de celos. Descubrí que le encantaba estar conmigo sólo por que la divertía, porque yo podía seguir su mente, secundar sus locuras, hablar horas y horas con ella, pero nunca fui más que su bufón, su compañero de juegos, el entretenimiento de sus noches blancas... el gran perdedor de aquella batalla. ¡Era curioso! Cuando yo miraba a cualquier otra chica, o le decía algo en los pasillos, ellas se morían por mí...una sonrisa bastaba para verlas derretirse y alimentar sueños amorosos... Pero cada vez que salía con alguna, les tomaba una mano o las besaba... mi corazón pronunciaba su nombre... los celos me mordían con sus mandíbulas infernales: me dije que no podía permitir que ella estuviese jamás a solas contigo y me di cuenta de que debía conseguir transformarme en un Animago: gracias a Ionnenmel sabía cosas prohibidas sobre transformaciones... sería difícil pero ella me ayudaría, aunque sólo fuera para que yo cuidase de tí cuando ella se marchase.  Y, además, debía convencer también a James y a Colagusano, porque debían acompañarme en aquel juego para que no quedasen al descubierto mis intenciones... empezamos a practicar con tesón hasta que, dos años más tarde conseguimos un perro, un ciervo y un ratón...

Remus Lupin miró a Sirius Black desconcertado. Lo que él había creído un gesto de amistad no lo era. O al menos no lo era por parte de su promotor... Pero aunque buscó fuerzas para odiarle no las encontró. Le tenía allí, frente a él, confesándole cosas que podía haberse callado, -y que de estar presente Molly Weasley jamás hubiera permitido que se dijeran delante de los niños- y en su rostro, en su voz, leía un deseo de pedirle perdón, una humildad que no era propia de Black... Después de todo el demonio de los celos les había atacado a ambos y Lupin pensó que ahora también le tocaba confesar a él.



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