Navidad en Grimmaud Place

01 de Noviembre de 2003, a las 00:00 - Aracair
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame


- Pero hubo otra noche, Sirius, una noche terrible... en la que tú no fuiste el perdedor...
- Si, compañero, -dijo Black con un hilo de voz- esa vez gané, sin saberlo, la vida.
- ¿Qué sucedió?
- Fue en el baile de Navidad del cuarto año. -empezó contando Lupin-. Nuestro primer baile de gala. Todos andábamos alborotados por que debíamos buscar una pareja... y muchos habrían preferido enfrentarse a un dragón que pedírselo a una chica... yo, fui tan estúpido que di tan por hecho que iría con Ionnenmel que ni siquiera se lo pedí.
- Yo también supuse que ella iría contigo así que ni me planteé pedirle a Orejas que me acompañara, aunque deseaba más que nada en el mundo ir con ella al baile. No quería hacerte daño, Lunático, pero la quería para mí. Y en mi cabeza luchaba la prohibición "Ella es de Lupin" con una idea obsesiva:  "Un día ella será mía". El caso es que cuando advertí que Remus no le había pedido a Ionnenmel que fuese su pareja, yo corrí a adelantarme; me había irritado mucho tanta prepotencia. -Sirius miró a Remus que sonrió levemente, evocando aquella felicidad estudiantil, cuando aún creía que podía lamer al mundo como si fuera un helado- Quería mostrarte Remus que no debías estar tan seguro, que debías esforzarte un poco más...
- Así que Ionnenmel bailó contigo -dijo Ron entusiasmado con la idea.
- No, yo también había llegado tarde. Ionnenmel podía elegir: era deseada por muchos chicos... de hecho si muchos no se le acercaban era por su aire de princesa lejana o por que simplemente nos tenían miedo a nosotros... Ella y tu madre: ¡que pareja! El pelo rojo de Lily contrastado con la melena dorada de Ionnenmel...
- ¿Fue mi padre con ella? -Preguntó Harry.
- No.
- ¿Pettrigrew?
- Tampoco.
- Fue Snape -aclaró Remus
- ¿Snape? -dijeron todos a coro, extrañados
- ¿A ella le gustaba Snape?. -Preguntó Ron
- No. -dijo Remus- en absoluto. Pero el pobre Snape estaba hecho un lío. En público despreciaba a Ionnenmel, siguiendo la moda esa famosa de la pureza de la sangre y llamándola mestiza... como cualquier otro Slytherin no la consideraban más que una pariente lejana de sus elfos domésticos. Pero Snape la amaba en secreto. Debió tener una tremenda lucha consigo mismo para pedirle que fuera su pareja. De hecho Snape no era precisamente popular entre las chicas, de manera que ni aún dentro de su casa  debía tener muchas compañeras dispuestas a ser su pareja. Tal vez alguien que buscara un matrimonio de conveniencia con un sangre limpia. -ironizó Lupin-. De todos modos a Snape ella le gustaba mucho. En pociones les habían puesto a trabajar juntos y, aunque en apariencia era rudo y antipático con ella, muchas veces lo sorprendí mirándola embelesado, o escribiendo su nombre al margen en sus libros de texto...
- La verdad es que -reconoció Black- Por parte de Snivellus era arriesgado ir con ella al baile porque perdería la única amistad que parecía tener en Hogwarts, a Malfoy. Pero cedió a sus impulsos amorosos porque debió pensar que carecía totalmente de posibilidades de que ella le dijera que sí.
- Pero ella... ¿por qué aceptó...? Si él se pasaba la vida insultándola -Preguntó Harry sorprendido. Le costaba imaginarse a Snape como pareja de nadie...
- Snape le sorprendió. - contestó Lupin- Si se había rebajado pidiéndole que fuese su pareja es por que realmente debía desear mucho ir con ella. Por otra parte le daba pena. Ella intuía el dolor en las personas y sabía que Snape podía contar con los dedos sus momentos felices. El caso es que él le tocó el corazón. Se notaba que había elaborado cuidadosamente su plan: se había vestido muy bien, se había peinado con esmero y a la entrada de la clase de pociones la abordó. Ella, que estaba libre, apostó por él y le dijo que sí. ¡Deberías haber visto su cara! Nosotros no sabíamos qué pasaba pero cuando reparó en que le mirábamos enrojeció de pronto, se giró altivo y entró en el aula...
- Cuando me enteré -dijo Black- me enfadé con ella. Todos lo hicimos, incluso tu madre. Fue la primera vez que le grité, que la vapuleé... no podía, simplemente no podía ir con Snivellus... era mejor bailar con un troll... Ella nos miraba sonriendo, no pensaba darnos explicaciones...
- ¿Y cómo fue?. - Siguió preguntando Harry. Todos estaban intrigados, recordando que su propio baile de gala habían pasado cosas parecidas el año anterior, cuando Ron y Harry habían ido con chicas de su clase como último recurso y como todo había sido menos dorado y maravilloso de lo que esperaban...
- Un desastre. Aquella noche ella estaba preciosa. -Dijo evocador Lupin- Llevaba un vestido de terciopelo azul, con las mangas muy anchas, plagado de estrellas bordadas que brillaban al reflejar la luz, el pelo suelto deslizándose por su espalda, apenas ceñido con una diadema plateada, acabada con una joya de filigrana en forma de hoja. Parecía emanar toda ella una luz tenue: era como una reina en todo su esplendor y a la vez conservaba el aire inocente de una niña disfrazada de persona mayor. Cuando la vimos...
- Tanto Remus como yo nos maldijimos. ¡Cómo iba a ir con Snivellus! Nos sentimos los más estúpidos de la tierra. James pasó con Lily y nos guiñó el ojo, como riéndose de nuestra estupidez y diciendo que, después de todo, no podía ser la pareja de los dos a la vez. Me entraban ganas de quemar Hogwarts, de hacer cualquier cosa que impidiese el baile.
- ¿Y vosotros? ¿Con quién fuiste? -Preguntaron Harry y Ron a la vez, con el recuerdo de su último baile muy cercano.
 - Remus acompañó a Alice, porqué Longbotton no estaba. -explicó Black- Y yo no tuve más remedio que ir con mi prima Bellatrix, que se había enfadado con aquel estúpido de Lestrange y yo era el único sangre limpia que le quedaba...
 - Cuando salió me sentí estúpido y pobre, como aquel que ha estado a punto de ser millonario y sin saber como lo ha perdido todo. Pero allí estaba Snape, a la puerta de Gryffindor, como un paleto afortunado, esperando a Ionnenmel. Cuando la vio, cuando la tomó de la mano, hasta parecía digno, como si la majestad de ella se le hubiese contagiado. Bajaron los dos las escaleras como príncipes. Snape estaba feliz, no parecía él mismo... era como si viera el sol por vez primera
- Yo les seguí echando chispas mientras iba a buscar a mi prima Bellatrix, que había oído rumores y estaba indignada. No paraba de preguntarme si era cierto que Snivellus iba a ir con Ionnenmel.
- ¿Y qué pasó? -Preguntó curioso Harry. ¿Bailaron juntos?
- No, claro. -Siguió Lupin- Lo que pasó podía preverse. En cuanto Malfoy los vio entrar dejó a Narcissa como si fuera un estorbo y se dirigió directamente a ellos con las tripas revueltas. Le dijo a Snape algo así como si "eso" era lo mejor que había podido encontrar como pareja. Ionnenmel, miró a Snape como dejándole claro que esperaba que él la defendiera. Era lo más noble: suponía darle una oportunidad de afirmarse, de luchar por sus sentimientos, de reivindicar el derecho de todos aquellos que llamaban sangre sucia, no sé, de enfrentarse a sus prejuicios y salir de su cascarón, de romper con toda aquella mierda racista... pero él se turbó y bajó la cabeza confuso. Malfoy seguía adelante: metiéndose con ella cada vez con más furor, con insultos mayores, mientras  Ionnenmel aguantaba con dignidad el chaparrón, mirando a Snape y esperando que le parara los pies a su amigote. Pero Snape se arrugaba cada vez más, incapaz de decir nada en defensa de su chica. Yo me adelanté, dispuesto a pegarles a los dos a gusto pero Ionnenmel me detuvo con un gesto y comprendí que si Snape no se comprometía, ella misma se bastaba para darle una lección a aquel malparido. Todas las parejas habían parado de bailar para presenciar el enfrentamiento, aunque la música seguía dictando valses dulces y románticos...Las palabras de Malfoy iban subiendo de tono en un crescendo infernal, pero Ionnenmel sostenía su mirada distendida, sin violentarse, hasta que, ciego de rabia por que Ionnenmel no salía de allí llorando, que era lo que él esperaba,  sacó su varita. Yo entonces eché mano también de la mía, y todos los de Gryffindor alzaron las varitas. La multitud se desplegó improvisando un club de duelo. Malfoy lívido de ira, envuelto en sus negros trapos de gala, frente a Ionnenmel fría y sarcástica, revestida de majestad. Lucius alzó su varita y pronunció: "¡Forunculus!" Pero el hechizo resbaló sobre ella y cayó al suelo desecho en una lluvia de chispitas debilitadas. Malfoy, confuso y cada vez más furioso, pronunció de nuevo; "¡REDUCIO!"  pero también se disipó a sus pies. Ionnenmel entonces,  sin ni siquiera sacar su varita, le dijo, completamente tranquila: `Ahora, Malfoy, voy a enseñarte, de una vez por todas, la única diferencia que hay entre tu elfo doméstico y yo: Y ES QUE TU POBRE ELFO NO ES LIBRE PARA HACERTE ESTO... ´ -y moviendo sólo uno de sus dedos le dio la vuelta en el aire al corpachón de Malfoy, luego lo elevó por encima de su cabeza y le dio varias vuelas, como si estuviese desgnomizando un jardín, y lo lanzó al centro del gran salón, en dónde aterrizó como un trapo. `Y ahora -siguió impasible- te diré la única diferencia que hay entre tú y yo -y con sólo mover su dedo Malfoy se alzó de nuevo del suelo y empezó a rodar otra vez- Y ES QUE SI TU ESTUVIERAS EN MI LUGAR ESTARÍAS TENIENDO UN ORGASMO AL USAR UN PODER DESIGUAL CON UN POBRE DESHECHO MUCHO MÁS DÉBIL QUE TU, Y YO, EN CAMBIO, ESTOY A PUNTO DE VOMITAR. ´ Malfoy cayó otra vez estrepitosamente. Después, Ionnenmel, llena de asco, miró a su alrededor y dijo "¿No era esto un baile?". Pero ya nadie estaba para bailar, Gryffindor contra Slytherin, sangres sucias contra pura sangres nos enzarzamos en una especie de batalla campal de hechizos y contrahechizos, en donde todas las violencias, los insultos y las bromas pesadas querían venganza, pedían satisfacción hasta que los profesores intervinieron para parar la pelea.
- ¿Y cómo terminó todo? -preguntó Ron
- Bueno, claro -siguió contando Sirius-, con Snape, Malfoy, Bellatrix, Lestrange y algún otro en la enfermería y Ionnenmel, Remus, James, Lily, y todos los demás implicados, en el despacho de Dumbledore, esperando bronca y castigo. La verdad es que no estaba muy disgustado. Ionnenmel, le había traído muchos problemas de disciplina, aunque jamás parecía hacerse metido en líos serios. "Después de todo -decía- su problema mayor es que tiene vida nocturna, pero nadie sensato le puede pedir a una lechuza que deje de tener actividades de noche, por muchas normas que los prohiban"
- La verdad -siguió Lupin- es que estabamos muy sorprendidos por el poder de Ionnenmel, aunque ya llevábamos tiempo sospechando su potencia. Pero aquella noche habíamos comprobado que estábamos tan a su merced como un Muggle estaría a merced nuestra.
- Y también era una lección. James y yo abusábamos con frecuencia de los demás por que éramos poderosos y listos y guapos... Lily se lo reprochaba con frecuencia a tu padre. Ionnenmel jamás se había metido con mi actitud y yo no me había planteado si estaba bien o mal pero en lo sucesivo, aquella imagen de Malfoy girando por el aire en el gran salón vino a mí con frecuencia.

Kreacher entró de nuevo para encender las luces. Black lo miró con ira, estaba harto de tantas interrupciones pero fue como si el recuerdo de Malfoy volando acudiera a la cita y cambiase su cólera en ironía.  Lo cierto es que el calor de la historia y la luz del fuego les había hecho olvidar que estaba oscureciendo. Ron aprovechó la pausa para atizar las brasas e incorporar un nuevo tronco, que llenó la sala de un ancestral olor a bosque.
- ¿Y cuál fue el castigo? -Les preguntó.
- Bueno, a nosotros nos hicieron recoger y arreglar, con la prohibición expresa de usar la magia, todos los desperfectos del gran salón. Y a Ionnenmel se la llevó a la enfermería, para ayudar a Madame Pompfrey a curar a los heridos.
- Nos llevó la noche entera ordenar sin magia el Gran Comedor. Terminamos justo cuando venían los más madrugadores de los pocos estudiantes de primero y segundo que se quedaban en Hogwarts durante las vacaciones de Navidad a desayunar. Cuando entramos a la sala Común de Gryffindor Ionnenmel acababa de volver de la enfermería. Todos nos aclamaron como si fuésemos guerreros. Habían preparado una fiesta para que abriésemos nuestros regalos. Pettrigrew, que se había librado del castigo, dijo triunfante: "Aunque este año perdamos la copa de las casas, tenemos el orgullo de que, en plena batalla, hemos derrotado gloriosamente a Slytherin." Entonces yo, siguiendo la payasada, tomé a Ionnenmel de la mano y la hice subir a una mesa. Estaba preciosa: despeinada, sudorosa, con el vestido de gala manchado de restos de sangre y de pociones, y me seguía entre risas en aquel juego de los héroes, como si fuese otro más entre todos nuestros juegos y entonces me subí también a su lado, la miré a los ojos, brillantes como nunca... oh... el corazón se me iba a salir por la garganta... tenía todo el cuerpo en tensión, pensé "Ahora o nunca" y dije, en el mismo tono que Peter: "Y toda la gloria y el honor de la victoria se la debemos a Ionnenmel" y, en medio de la broma, delante de todo Gryffindor, la estreché hacia mí con firmeza y le besé apasionadamente los labios.



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