Historia de la Dama Blanca (Libro II)

07 de Diciembre de 2003, a las 00:00 - Elanta
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35. Viviendo junto al mar 

 Se apoyó en el alfeizar del ventanal y aspiró la brisa cargada del sonido y suave aroma a mar. El sol desaparecía en Occidente tiñendo de rojos y naranjas el cielo y las nubes, mientras el insondable Belegaer adquiría un tono azul profundo bordado con la plata de las olas. Las primeras lámparas empezaban a iluminar las calles de la ciudad junto con los cánticos élficos.

- Deberías cambiarte o llegaremos tarde -.

Galadriel sonrió a su esposo, elegantemente ataviado de blanco y gris plata, y se vistió con sus ropajes níveos.

Esa mañana habían llegado a Lindon e instantáneamente el palacio había entrado en un estado de actividad frenética. Todo el mundo deseaba complacer a los poderosos reyes de Lórinand y, por supuesto, al Señor de los Noldor; aunque Gil-galad mantenía su actitud grave y pensativa al margen de aquel bullicio.

Tomados de la mano, recorrieron los pasillos alfombrados que conducían al Salón. Al llegar toda la Corte se inclinó ante ellos y Gil-galad se acercó a recibirles.

- Espero que os gusten las habitaciones -.
- Esa misma frase la pronunció Elrond al vernos en Rivendel – bromeó la dama - ¿Por qué os agobiáis tanto en nuestra presencia?. Vivo feliz en un bosque, en una casa entre las ramas de los mallorns, no preciso mayores lujos que los que tú mismo disfrutas, Ereinion -.

En cuanto los tres reyes tomaron asiento el resto de comensales los imitó, en ese instante los sirvientes trajeron la cena.

La conversación era amena, la comida deliciosa y un pequeño grupo de músicos dulcificaba el ambiente con sus arpas y flautas. Galadriel observaba a los elfos de Lindon con curiosidad, analizando sus actitudes, y le entristeció descubrir el mismo orgullo ciego que anidó en los corazones de sus súbditos de Eregion; estos elfos se creían a salvo de todo mal como lo creyeron los de Ost-in-Edhil. Por supuesto, había excepciones. La Dama Blanca miró al capitán conocido como Vorondil, parecía preocupado, su expresión era un reflejo del propio Gil-galad.

- Vuestra gente parece realmente feliz por vuestro regreso, han organizado una magnifica fiesta en muy poco tiempo – comentó Galadriel.
- Sí, muy cierto – el Señor de los Noldor sonrió brevemente y volvió a sumirse en sus pensamientos.

Intrigada, la dama desplegó su poder y rozó apenas la mente de Ereinion, él estaba tan absorto que no se percató de nada. No eran problemas políticos lo que perturbaban al rey noldo, sino la ausencia de alguien en el Salón.

Poco después de concluir la cena, los asistentes pasaron a una sala contigua para disfrutar de música, cantos y cuentos a la luz de las estrellas que asomaban por los ventanales abiertos al mar.

La felicidad imperante se le contagió a Galadriel; las visiones y las sombras fueron desterradas de su interior por una noche, y unió su hermosa voz a las melodías transportando a los oyentes a los Días de la Primera Edad, o hasta Valinor mismo. Advirtió que Gil-galad abandonaba la estancia al poco de entrar mas prefirió ignorarlo deliberadamente, el rey necesitaba soledad y no a una reina eldarin metomentodo acechándole en los recovecos de su alma.

- ¿Dónde estabas? -.

Celeborn se sentó junto a su esposa y respondió en voz baja, no deseaba molestar al bardo que relataba las hazañas de Fingolfin.

- He ido al Salón en busca de un poco de soledad y he encontrado a un alma desconsolada -.
- Explícate -.
- A una de las doncellas del palacio se le han manchado unas capas que accidentalmente olvidó en el Salón, un magnífico trabajo de bordado que ha debido llevarle semanas, e intuyo que son un regalo para alguien especial -.
- Y quieres que yo haga un pequeño milagro – intervino Galadriel, irónica.
- Nada puede ocultarse a tu penetrante mirada, mi bella y generosa señora – dijo Celeborn en el mismo tono.
- Que se reúna conmigo por la mañana y traiga esas capas -.

El rey sinda tomó las manos de su reina y las besó con amor y gratitud.

El mar. Su dulce ronroneo, su brillo, su aroma. Sintió el viento enredándose en sus cabellos, dorados cual sol líquido, y recordó, debía recordar.

Tomó un puñado de arena y la dejó escaparse entre sus dedos. Esos pequeños granos eran como los años, pasaban fugaces sin que ella pudiera hacer nada por detener el tiempo en los días felices; no podía evitar que el mundo cambiara, envejeciera, y aquellos lugares que amaba murieran.

Sintió unos ojos posados en ella y volvió indolentemente la cabeza. Sonrió a la doncella que aguardaba a unos metros, de pie, azorada, con los brazos sosteniendo cariñosamente unas hermosas telas.

- Es una sorpresa saber quien es la doncella que sufrió el percance con las capas; Arien es tu nombre ¿cierto? -.
- Sí señora, soy Airen, me honra saber que os acordáis de mí -.
- Pocas sanadoras acompañaban a Gil-galad en la guerra hace unos años – con un gesto Galadriel la invitó a acercarse – Mi esposo me habló de tu problema, déjame ver esas manchas -.

La doncella le entregó su pequeño tesoro. Al desplegar la tela Galadriel vio las terribles manchas de vino pero también el precioso bordado en oro sobre blanco y plata sobre azul, esa jovencita era capaz de tejer empleando el antiguo arte de convertir los elementos de Eä en hilo.

- Nieve y sol, mar y estrellas – dijo en un claro tono de elogio – Pocas son las bordadoras que conservan este don, ¿dónde aprendiste? -.
- Pasé algún tiempo entre los exiliados de Gondolin – explicó Arien – La verdad es que no suelo coser habitualmente, soy demasiado inquieta, mi padre dice que mi carácter se asemeja más al de los silvanos que al de los noldor -.
- Observa pues, Avariel -. (hija de los silvanos)

Galadriel subió por el sendero que llevaba a los jardines de palacio, y se detuvo ante una de las fuentes. Despacio, en un movimiento casi reverente, sumergió las capas en el líquido cristalino mientras murmuraba palabras en la Lengua Antigua; cuando se las devolvió a Arien estaban mojadas pero libres de cualquier mácula. La doncella las contempló incrédula para luego estallar en uno de sus conocidos arrebatos, tal fue su entusiasmo que abrazó a la reina eldarin olvidando cualquier recato o modales.

- ¡Hannad le, heril nin! -. (gracias mi señora)
- Fue un placer – rió Galadriel, divertida y complacida con la alegría desbordarte de Arien.
- Quiero pagároslo de algún modo, ¿qué puedo hacer, señora? -.
- Nada -.
- En serio, deseo agradeceros las molestias... ya sé, os serviré mientras permanezcáis en Lindon, he visto que no os ha acompañado ninguna doncella, yo puedo hacer ese trabajo si me lo permitís -.

La Dama Blanca lo pensó un momento y asintió.

- Me agrada tu entusiasmo y acepto gustosa tu ofrecimiento, a partir de hoy serás mi dama de compañía -.
- Voy a guardar las capas en mi habitación y regreso enseguida, pensad que os gustaría hacer, conozco cada recoveco de Forlond -.

Arien se marchó a la carrera, el que no se tropezase con el vestido decía cuan acostumbrada estaba a trotar de un lado a otro.

- Creo que no me aburriré estando en Lindon – se dijo la reina.

Llovía, uno de esos suaves y refrescantes chaparrones de verano. Galadriel leía algunos documentos que Gil-galad le había pedido que revisara, informes de los avances númenóreanos en Endor; pero interiormente reía, consciente de cada movimiento de su compañera. Arien intentaba concentrarse en el libro sin éxito, nunca pensó que ser dama de compañía fuera tan aburrido.

- Señora -.
- Sí, Airen -.
- ¿Es cierto que podéis ver el futuro? -.

Los ojos de zafiro se clavaron en ella arrancándole un escalofrío.

- En ocasiones, por eso estoy en Lindon -.
- No entiendo -.
- Tu adorado monarca presta poca atención a mis consejos de manera que he optado por invadirle su palacio hasta que me escuché, creo que el verme todos los días por los pasillos puede refrescar su memoria e impedir que se olvide de mis palabras – sonrió al tiempo que dejaba los pergaminos sobre la mesa - ¡Adelante Gil-galad, podéis entrar! -.

La puerta se abrió y dejó paso a un desconcertado Ereinion.

- Es realmente extraño que alguien te invite a pasar cuando aún no has llamado a la puerta – comentó cerrando tras de sí - ¿Puedo quedarme y molestaros un poco? -.
- Tú no molestas, Ereinion – dijo la dama – Toma asiento y habla con mi dama de compañía, está tan aburrida que en cualquier momento se quedará dormida sobre ese libro -.

Arien enrojeció.

- No puedo evitarlo, soy demasiado activa – se disculpó.
- Aparte de eso es una acompañante magnífica, se desvive por complacerme – prosiguió Galadriel – No como otros elfos que tengo el honor de conocer -.
- No empecemos con eso Altáriel, sabes que no voy a apoyarte en una guerra contra Mordor – replicó secamente el rey noldo.
- Sólo tómate unos instantes para recordar qué sucedió la última y única vez que desoíste mis consejos -.

El rostro de Gil-galad se ensombreció.

- ¿Qué sucedió? – inquirió Arien.
- Los Puertos de Sirion fueron arrasados – respondió Galadriel.
- ¿Acaso me recordarás eternamente ese error de juventud? – renegó el rey.
- No te enojes conmigo, mi querido amigo y pariente, si mis palabras son crueles es sólo porque no deseo ver caer a Lindon como Eregion -.

La ira de Gil-galad se diluyó en la tristeza de la dama, en su profunda pena por aquello que desapareció y por aquello que desaparecerá; ella era inmortal en un mundo que no cesaba de cambiar.

- Tú también empiezas a sentirlo – sonrió Galadriel, afable – Ese dolor por las cosas que se fueron y no volverán, por eso te aferras a tu reino y a aquellos que amas, intuyes el sufrimiento que padecerías si uno sólo de ellos llegase a morir -.

Arien miró a Ereinion y le vio, no como al Señor de los Noldor, sino como al muchacho huérfano que tuvo que huir de los reinos del Norte y refugiarse en los Puertos.

El rey se armó de valor y preguntó aquello que le preocupaba hacía tiempo pero que jamás se atrevió a preguntar.

- ¿Cuál es mi futuro? -.
- ¿Quieres saberlo, hijo de reyes?, ¿acaso tu poder no te lo muestra? -.
- Sabes que yo no puedo ver tan lejos como tú -.
- Y mi poder ahora se halla limitado por Sauron, no puedo actuar libremente o cabría la posibilidad que entrase en mi mente y desbaratase todos nuestros planes -. La dama se incorporó de su asiento y entregó los documentos a Gil-galad – Si me disculpas, debo atender ciertos asuntos. Arien, no te necesitaré en lo que resta de tarde, haz lo que gustes -.
- No quieres contestarme – la acusó Ereinion, tomándola del brazo.
- Cierto -.
- ¿Por qué? -.
- Si te digo que habrá Luz tú te relajarás y confiarás en la suerte, si te digo que habrá Tinieblas te atormentarás intentando evitarlas; pero si no digo nada elegirás tu destino sin prejuicios o miedo -. Galadriel se liberó y depositó un beso en la frente del rey. – Eres Gil-galad, Señor Supremo de los Noldor de Endor, nunca lo olvides -.

Dicho esto abandonó la sala.

Celeborn caminaba apresuradamente por los pasillos con una gran sonrisa, quería informar personalmente a su esposa de la llegada de cierto grupo de elfos.

La Dama Blanca se encontraba en la Sala de Música con algunas de las damas y doncellas de la Corte, les enseñaba cantos y melodías de los bosques más allá de las Nubladas cuando Celeborn entró.

- ¿Lindir? -.
- Sí, trae noticias de Lórinand e Imladris, y le acompañan Aegnor y Súlima -.

Galadriel fue con su marido a recibir a sus amigos, hacía años que no les veía. Los tres elfos conversaban con Ereinion y el capitán Vorondil cuando los reyes del Bosque Dorado salieron al patio porticado.

- Ninquenís -.

Aegnor besó las manos de su reina y Súlima le imitó.

- Nos alegramos de veros – sonrió la dama sinda – Nadie se imaginaba que permaneceríais tanto tiempo en Lindon -.
- ¿Qué noticias traéis? – preguntó Galadriel, realmente feliz.
- Pocas la verdad – dijo Lindir – En el Este los únicos que se mueven son los númenóreanos, siempre construyendo nuevas fortalezas y puertos, sobre todo desde que subió al poder ese muchacho, Tar-Ciryatan, sin duda hace honor a su nombre -.
- Sauron se ha escondido en Mordor y no asoma ni aunque los ejércitos de Númenor le destrocen las patrullas justo en el mismísimo Morannon – rió Aegnor – En Bosqueverde los elfos de Thranduil vuelven a controlar todo el Norte y con ayuda de los Hombres de los Bosques tienen acorralados a orcos y bestias en el sureste. En Lórinand Amdír parece defenderse bastante bien, sólo ha de preocuparse por pequeñas escaramuzas fronterizas. Y de Rivendel te traigo los saludos de Elrond y vuestra hija, Celebrían, me pidió que os insistiera que le comuniquéis en una carta cuando pensáis volver -.
- Teme que aparezcamos en cualquier momento y la llevemos lejos de Imladris – comentó Celeborn – Deberíamos decirle que, aunque volvamos a Lórinand, a ella le permitiremos permanecer junto a Elrond -.
- Deberíamos guardar las apariencias y simular que nuestra querida hija sólo permanece “temporalmente” a cuidado del caballero Elrond, mientras nosotros resolvemos terribles conflictos en Lindon -.
- Sí, como maquinar junto con Arien nuevas formas de sacarme de quicio – intervino Gil-galad, irónico.
- ¿Arien? – inquirió Súlima.
- Es mi doncella de compañía, se ofreció para el puesto y la acepté, es una joven encantadora – explicó Galadriel – Pero decidme, ¿qué os trae a vosotros hasta Lindon? -.

Súlima se entristeció visiblemente y miró a su esposo solicitando silenciosa ayuda.

- Nos marchamos – dijo el que fuera Mantenedor de los Fuegos del Mírdaithrond – Al Oeste -.
- ¿Cuándo? -.
- Círdan nos ha dicho que en dos días parte un navío -. La voz de Aegnor nunca había sonado más conmovida – Galadriel, he perdido a todos aquellos a los que más amaba y Súlima también, nada nos ata a Endor; nuestro corazón anhela descanso, sabemos que no soportaríamos otra guerra y mucho menos si alguno de los dos muere -.
- No has de explicarme nada Aegnor – dijo la reina eldarin.

El señor herrero asintió. Sabía que la comprensión de la Dama Blanca iba más allá de las meras palabras y alcanzaba el corazón.

Dos días más tarde, al atardecer como era costumbre entre los elfos, Aegnor y Súlima embarcaron en el blanco velero que los llevaría hasta Valinor junto a otros tantos eldar. Galadriel y Celeborn habían acudido a despedir a sus amigos.

- Llevaré tus buenos deseos y saludos a tu familia – le prometió Súlima a Galadriel.
- Os esperaremos al otro lado – añadió Aegnor – Annali len ar Elbereth varyuva len -.
- Namarië -.

La despedida de Galadriel se alzó con el viento que hinchó las velas blancas, coreada por los cantos élficos en el atardecer de los Puertos.

- Les envidio – musitó la dama.
- Pero no te irás – sonrió Celeborn – No mientras Sauron siga en este mundo, te conozco demasiado bien y sé que nunca dejas un asunto a medio terminar -.
- En parte sí, añoro Valinor como cualquier eldar, pero aún sentiría más abandonar estas costas y la Tierra Media donde todos mis sueños se cumplieron -.

El rey sinda cogió la mano de su esposa y volvieron al palacio donde las lámparas de plata saludaban a las primeras estrellas.

Los años transcurrieron apaciblemente en Lindon, lejos de la sombra que acechaba en el Este. Las noticias que llegaban al reino de Gil-galad siempre eran las mismas: Sauron permanece en Mordor, refriegas incidentales en las Tierras Salvajes y en las fronteras, la gloria de Númenor se extiende por las costas y hacia el interior de Endor.

Aquella tarde de otoño, soleada y extrañamente calurosa, Galadriel y Ereinion disfrutaban de las sombras de los árboles del jardín y de un zumo en copas de plata. Apenas hablaban, entretenidos con el juego de pelota que practicaban un grupo de silvanos. Las risas y gritos de alborozo inundaban la arboleda.

- Son como niños – señaló Ereinion.
- Iría contra su naturaleza comportarse de forma seria, reflexiva y aburrida como la nuestra – comentó Galadriel – Recuerdo que a ti te gustaba mucho ese deporte -.
- Me encantaba practicarlo, ahora mis obligaciones como monarca me mantienen demasiado ocupado -.
- Excusas, gracias a tus consejeros, a Celeborn y a mí apenas has de preocuparte -. La dama señaló a los jugadores – Ereinion, te ordeno que vayas con ellos -.

Él la miró y estalló en carcajadas; pocas veces asomaba en Galadriel aquella princesa rebelde y pícara que fue un día, ésta era una de esas raras ocasiones.

Gil-galad se quitó la sencilla corona y la capa corta y se acercó a los silvanos, ellos lo recibieron con alborozo.

Galadriel aplaudió la actuación de su noble anfitrión, divertida y ufana. Sintió entonces una presencia tras ella; Arien traía una bandeja con algunos aperitivos para sus señores, y con ella en las manos se había quedado observando sorprendida como jugaba y reía su rey.

- Siéntate y hazme compañía, Avariel, pues tu señor me ha abandonado para darse a diversiones de juventud -.
- Sois poderosa – dijo la doncella – Conseguís que la gente haga lo que deseáis y también sacáis a la luz lo mejor de cada uno de nosotros... os envidio -.
- ¿Acaso es tu anhelo dirigir a otros? -.
- No serviría para ello -. Arien se sentó en la silla que había dejado vacante el rey.
- ¿Por qué la envidia entonces? – inquirió la dama, dulcemente.
- ¿Por qué tantas preguntas?, vos podéis entrar en mi mente y obtener las respuestas -.
- Educación y respeto; yo no invado descaradamente la mente de quienes me rodean igual que tú no leerías el correo de otra persona -. Galadriel sonrió con un aire levemente travieso. – Además, lo difícil es más divertido -.

Arien meditó aquello durante un momento y decidió confiar en la dama.

- Envidio vuestro don para entender a los demás y para hacer que os escuchen – dijo mirando a los jugadores – A mí me siguen considerando sólo como una doncella más que trabaja en este palacio -.
- Eres mucho más para quien realmente importa, dale tiempo y te sorprenderá -.

Una pequeña esperanza se asentó en Arien y la hizo resplandecer como el sol del que había tomado nombre.

Los silvanos reconocieron a su amiga y la llamaron a voces para que se uniera al juego. Tras pedirle permiso a la Dama Blanca, la joven corrió a reunirse con ellos desbordarte de alegría.

- Ay, si fuera tan fácil hacer felices a todos los habitantes de Endor – suspiró Galadriel.

Un elfo a la carrera llamó su atención.

- Mehtar, ¿qué sucede? – preguntó incorporándose.
- Mensaje... de Númenor – respondió el ayuda de cámara del rey.

Galadriel lo cogió y al instante vio el lacre negro que sellaba el sobre. Salió de la sombra de los árboles y se acercó a Gil-galad con una severa expresión al tiempo que le tendía la misiva.

- Malas noticias -.

El rey rompió el sello y leyó la carta, sus ojos se oscurecieron a medida que descubría el contenido.

- Tar-Ciryatan ha muerto, Tar-Atanamir gobierna ahora libremente al no tener la supervisión de su padre; los elfos de Círdan que viven en el puerto de Andúnië me comunican que el nuevo rey supera en orgullo al anterior, temen por las ideas que asedian al monarca, deseos de conseguir la inmortalidad y evadir el Don de la Muerte propio de los Hombres -. Gil-galad le mostró a Galadriel la misiva, alterado - ¿¡Acaso es esto lo que preconizaron tus visiones Ninquenís!? -.
- No lo sé Ereinion, mas no son noticias alentadoras – replicó sosegadamente la dama – Nada puedes hacer por los numenóreanos, déjales que elijan su destino; es posible que esto sólo sea la excentricidad pasajera de un soberano, Tar-Atanamir no puede ocupar eternamente el trono -.

Sentado en el trono, Gil-galad observó como se marchaban los teleri. Aguardó en silencio hasta que la Corte abandonó el Salón del Trono, entonces miró a los que esperaban como él; Galadriel, Celeborn, Mehtar, Vorondil, Hiswe y el Consejo.

- Pues para no poder ostentar eternamente el gobierno de Númenor Tar-Atanamir se desenvuelve bastante bien, ya lleva unos doscientos cincuenta años y prefiere envejecer y pudrirse adherido al cetro antes que retirarse y ceder el trono a su hijo como han hecho siempre sus ancestros – masculló el rey noldo.
- No hace falta ser cínico, Ereinion – le regañó suavemente Galadriel – Todos los aquí presentes somos conscientes de la grave situación -.
- Númenóreanos despreciando a los eldar, es impensable – musitó Mehtar.
- Es la envidia, muchos de los seguidores del rey codician la vida eterna – señaló Celeborn – Parece que la sombra del mal no permanece tan inactiva como creíamos -.
- El Señor de Andúnië, Eäriondil, todavía es amigo de los elfos – les recordó Vorondil – Muchos hombres todavía son elendili en Númenor, así que no nos pongamos catastrofistas antes de tiempo, es posible que todo vuelva a la normalidad con el próximo rey -.
- No Vorondil, mis informadores aseguran que el hijo es mucho peor – le corrigió Gil-galad.
- ¿Qué hacemos entonces? - preguntó Hiswe.
- Nada, no podemos hacer nada salvo mantener la amistad con los elendili -. El Señor de los Noldor miró a la Reina de los Galadhrim antes de abandonar la sala – Ya tienes tu cataclismo, mi señora -.
- Está enfadado – le dijo Vorondil a Galadriel a modo de disculpa – Siempre le sale la vena noldo cuando algo no marcha como él desearía -.
- Entiendo su crispación, sobre todo si añadimos el mensaje que trajo Glorfindel hace dos semanas – la dama frunció el ceño, preocupada – Los ataques sufridos en la frontera sur de Bosqueverde, orcos dirigidos por unos extraños Jinetes Negros que inspiran terror con su sola presencia; si la situación se agrava en el Este no tendré más remedio que regresar -.
- A Mordor -.

La afirmación de Lindir estremeció al grupo de exploradores. Galadriel desmontó y se agachó a examinar ella misma el rastro de uno de aquellos desconcertantes Jinetes Negros. El opaco sol del Este de las Montañas Nubladas era más que suficiente para seguir las profundas huellas dejadas por esos caballos ruanos, era como si los jinetes no temieran ser perseguidos.

- ¿Cuántos habéis contado? – preguntó la dama a Haldir.
- Son todos iguales, negros y espeluznantes – protestó el silvano – Tres juntos es lo máximo que hemos tenido oportunidad de comprobar, aunque yo apostaría a que no son menos de cinco -.

La reina de Lórinand había vuelto a su bosque en cuanto le llegó la llamada de ayuda de Amdír, él se veía incapaz de hacer frente a esas sombras.

- ¿Es cierto que ya los han visto en las tierras de Acebeda? – inquirió otro de los arqueros.

- En Acebeda no, sino al Sur, en las inmediaciones del Paso de Calenardhon – respondió Galadriel – Me gustaría saber quiénes son y qué les mueve -.
- Hasta ahora sólo sabemos que son servidores de Sauron, sus objetivos nos son tan oscuros como ellos aunque han capitaneado algunos ataques contra Lórinand y Eryn Galen – dijo Haldir.
- ¿Qué sensación producen? -.
- Frío y pánico, los mallorns gritan ante su llegada; personalmente dudo que estén vivos siquiera -.

La Dama Blanca sacó un mapa de las alforjas y solicitó a sus guerreros que le señalaran los lugares donde se tuviera noticia de los jinetes.

- ¿Los númenóreanos no los han visto? -.
- No, ahora que lo pienso – meditó Lindir - ¿Qué os sugiere eso? -.
- Sé lo que buscan – renegó la reina.
- ¿El qué? – inquirió Haldir, curioso.
- Buscan los Tres Anillos Élficos -.
- Si eso es cierto aquí os encontráis en peligro, volved a Imladris o incluso a Lindon, mi señora – señaló otro elfo.
- Me aseguraré que os encontréis bien, si no intuyo ningún problema serio volveré al Oeste sino permaneceré con aquellos que más me necesiten – replicó y montó en su níveo corcel – Regresemos a Lórinand -.

Sentada en un talan, Galadriel escribía una carta a su esposo; Celeborn había ido a Bosqueverde a investigar los avances de aquellos Jinetes Negros y debía saber cuanto antes de las sospechas no confirmadas que ella tenía en mente.

A pesar de las sombras que invadían el mundo, Galadriel no podía evitar disfrutar de una pequeña alegría, la de haber pasado el último año viajando. Aquello le había recordado aquellos días en que ella y su hermano Finrod cabalgaron por Endor sin un hogar fijo, libres de preocupaciones, empuñando la espada contra los servidores de Morgoth.

- Por eso empezasteis a llamarme Altáriel, porque durante nuestros juegos y batallas mis cabellos se enredaban y me coronaban como un nimbo de rayos de sol – pensó, evocando la explicación de sus hermanos cuando les preguntó al respecto de ese extraño nombre.

Cerró el sobre y lo selló para después entregárselo a uno de sus mejores mensajeros.

- ¿Qué habéis decidido? -. Era Amdír el que había preguntado, acercándose a su reina.
- Permaneceremos en Lórinand hasta el verano, cuando el Paso Alto esté practicable marcharemos a Rivendel – Galadriel sonrió reconfortante – No temáis a esos Jinetes, su poder es el miedo, si os mantenéis firmes os aseguro que no entraran en el bosque -.
- Los exploradores han vuelto con la información que solicitasteis – dijo entonces el príncipe sinda – Númenor controla las Falas y a los hombres que allí habitan los someten a gobierno y tributos, grandes riquezas viajan en sus barcos de camino a la Isla. Edhelech me ha asegurado que su puerto más importante se encuentra en Umbar, una bahía muy al Sur; no obstante los elendili se están estableciendo en un puerto junto al Anduin, Pelargir lo llaman -.
- Son como una plaga de langostas, invaden la Tierra Media como si les perteneciera – renegó Galadriel – Y lo más grave es su obsesión con la inmortalidad; Tar-Ancalimon se agarra al trono como lo hizo su padre, los númenóreanos construyen casas para sus muertos más lujosas que aquellas en las que viven y prestan más atención al pasado que a sus hijos, y el Templo de Meneltarma ha sido abandonado -.
- ¿Se sabe algo de los Poderes del Oeste? – preguntó Amdír.
- Sólo que han advertido a Númenor que ceje en su absurdo empeño por alcanzar la vida eterna, además de reforzar la prohibición de que los Hombres viajen a Occidente -.

Galadriel contempló el hermoso bosque de columnas plateadas y techos de hojas de oro.

- Los Edain temen perder aquello que aman al morir y esa será su ruina, pues su destino se encuentra más allá de los Círculos del Mundo -.


N.de A.: A partir de ahora en mi historia hay algunas cosas que a lo mejor os resultan extrañas, algún comentario que parece carecer de sentido. Se debe a que mi fic va paralelo al de mi amiga Cari_chan que está escribiendo la biografía de Gil-galad, de momento sólo podéis encontrarla en www.fanfiction.net Personajes como Vorondil, Arien, Mehtar, etc, le pertenecen pero me los presta igual que yo le dejo a Lindir, Orrerë y demás.

Sólo señalar que "elendili" significa "amigos de los elfos", los númenóreanos que más tarde serían llamados los Fieles.

Tenna rato!!!



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