Historia de la Dama Blanca (Libro II)

07 de Diciembre de 2003, a las 00:00 - Elanta
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36. Solsticio de Invierno

- ¡Mensajero de Lindon!, ¡mensajero de Lindon! -.

Glorfindel se asomó al pasillo con gesto preocupado, ¿qué habría sucedido ahora en los Puertos?. Cuando salió al pórtico de entrada encontró un pequeño grupo de jinetes que portaban el emblema de Gil-galad, estrellas sobre fondo azul; el jefe le saludó con una gran sonrisa.

- Maegovannen, Aradan, me alegra descubrir que tú eres el mensajero -.
- No podéis imaginar lo que me costó convencer a mi padre – sonrió el joven – Aunque al final se salió con la suya y me obligó a llevar escolta -.
- ¿Cómo transcurren las cosas allá en la costa? -.

El rostro de Aradan se oscureció.

- Esas noticias han de ser comunicadas al señor Elrond -.
- Acompáñame pues -. Glorfindel hizo un somero gesto con la mano y le precedió por el pasillo. – Has de saber que también se hayan en Rivendel la señora y el señor de Laurelindórean -.

En uno de los salones, Galadriel, Celeborn y Elrond conversaban mientras Celebrían tañía el arpa y cantaba suavemente. Todos enmudecieron al ver llegar a Glorfindel con el joven sinda.

- Maegovannen Aradan Vorondilion – saludó Elrond incorporándose.

El mensajero realizó una profunda reverencia, abrumado ante los grandes señores allí congregados.

- ¿Qué noticias portas, Aradan? – preguntó Galadriel – Importantes han de ser en verdad para conseguir que Glorfindel os condujese a nuestra presencia sin tan siquiera descansar de vuestro viaje -.
- Lo son, mi señora – dijo él – El rey Tar-Ardaminr ha muerto y su hijo ha tomado el cetro bajo el nombre de Ar-Adûnakhôr -.
- ¿¡Cómo se atreve!? – exclamó Celeborn – “Señor de Occidente”... a ese título sólo los Valar tienen derecho -.
- La sombra crece en el corazón de los Dúnedain -. La expresión de la Dama Blanca era de tristeza y una profunda lástima – Continúa Aradan -.
- El nombre es lo menos grave que el rey númenóreano ha hecho, pues también ha prohibido las lenguas élficas y la hostilidad contra nuestro Pueblo crece día a día; hay capitanes de Círdan que se niegan a navegar a Númenor por miedo a sufrir algún mal, algo semejante empieza a cundir entre los marineros de Tol Eressëa -.
- ¿Cuáles son las disposiciones que ha tomado Gil-galad? – preguntó Elrond, grave.
- Ninguna, salvo permitir que los amigos de los elfos aún puedan atracar en los puertos de Harlindon y Forlindon – respondió el joven emisario y sacó un pliego de su faltriquera – Mi rey me pidió que os entregara esto, es toda la información de que dispone sobre la situación en Númenor, y también solicita que le comuniquéis lo antes posible como se suceden los acontecimientos en las Falas, en Edhellond -.

Elrond tomó los pergaminos y esbozó una sonrisa.

- Esto es vuestro – dijo al tiempo que le entregaba a Glorfindel un sobre y a Galadriel otro – Nuestro querido Gil-galad ha aprovechado para enviarnos correo personal junto con las malas noticias -.

La reina eldarin desplegó las hojas y leyó el contenido. Todos se sorprendieron al escucharla reír.

- ¿Qué os dice Ereinion? – interrogó Celeborn, curioso.
- Nada de excesiva relevancia – dijo ella, resplandeciente por la diversión y la alegría – Sólo que nuestro querido rey ha sido picado por un cisne -.

Los presentes intercambiaron miradas sin entender nada.

Tres reyes se sucedieron en el trono de Númenor y entonces el cetro pasó a manos del hijo mayor del terrible Ar-Gimilzôr. Inziladun era un muchacho que educado por su madre Inzilbêth, hija del Señor de Andunië, aprendió a respetar las antiguas tradiciones y a los Valar. Nada más subir al trono tomó el nombre de Tar-Palantir y bajo su reinado los Fieles conocieron un inesperado periodo de paz, los mensajeros dúnedain volvieron a Lindon y el Templo del Meneltarma despertó a la vida.

La buena noticia del ascenso al poder de Tar-Palantir fue recibida con alborozo en Rivendel. Negándose a enviar un emisario, Galadriel decidió visitar el reino de Bosqueverde y comunicarle la nueva a Thranduil personalmente.

Acompañada por Celeborn y una tropa de guerreros noldor, la Dama Blanca cruzó las Montañas Nubladas y penetró en el espeso entramado de robles y hayas. No se vieron molestados por ninguna bestia durante el viaje, ni siquiera por las astutas arañas que habitaban Eryn Galen desde tiempos inmemorables.

- Daro! Man teli ha? -. (alto! Quién va?)

La comitiva de los reyes elfos se detuvo y dejaron caer las capuchas ante los guardianes del Reino de Thranduil. La presencia de Galadriel resplandeció en medio de sus guerreros y los silvanos se arrodillaron abrumados.

- Maegovannen galadhrim rîs -. (Bienvenida, reina del pueblo de los árboles)
- Hannad len – sonrió la Dama. (Gracias)
- Disculpad nuestra actitud, nobles señores, pero los tiempos son oscuros y múltiples los disfraces del enemigo – dijo el jefe de los guardianes – Si nos lo permitís, os guiaremos hasta las Estancias de los Reyes Elfos -.
- Os lo agradeceríamos, traemos noticias que disiparan las sombras que os acechan -.

Los jinetes siguieron a los silvanos hasta una gran colina cubierta de árboles que se alzaba junto al río, una fortaleza subterránea.

- Creo que a Thranduil le pudo la melancolía, me siento como si estuviera regresando a Menegroth – comentó Celeborn en una voz tan baja que sólo su esposa puso escucharle.
- Cierto, Amon Thranduil se asemeja a Menegroth como Ost-in-Edhil recordaba a Tirion -.

Cruzaron el puente y un pasaje cuya bóveda la formaban los propios robles y hayas que aquí alcanzaban un tamaño impresionante y volcaban sus raíces en el turbulento río. Las puertas se abrieron y desmontaron en un amplio zaguán empedrado e iluminado por antorchas, donde varios elfos se hicieron cargo de sus corceles.

Un elfo sinda ricamente ataviado entró en la estancia y se inclinó ante los recién llegados.

- Maegovanen, grandes señores, soy Galion, Mayordomo del Rey, os conduciré a vuestros aposentos para que podáis descansar -.
- Te lo agradecemos Galion, mas deseamos ver lo antes posible a tu rey -.
- Como deseéis – se inclinó de nuevo – Aphado le -. (Seguidme)

Galadriel y Celeborn fueron tras los pasos del mayordomo acompañados de cuatro de sus guerreros.

- Úvea mor -. (demasiado oscuro)

La dama alcanzó a escuchar el susurro.

- Es distinto a cuanto estás acostumbrado, ¿no es cierto Gildor? – sonrió divertida.
- Lo lamento Artanis, no me agradan los lugares cerrados, mucho menos los que se hayan bajo toneladas de roca – miró aprensivo hacia el techo.
- Sí, recuerdo cuan alegre os encontrabais cuando Finrod decidió partir de Menegroth -.

El elda adoptó su pose más digna aunque sabía que Galadriel atravesaría aquella barrera y podría ver su angustia.

Por fin llegaron ante unos portones que daban a una amplísima sala de techo abovedado. La luz procedía de oquedades en el techo y se derramaba sobre los reyes y su Corte, los tapices y estandartes daban al lugar un aire hogareño y cálido que no conseguirían por sí mismas las hermosas tallas de columnas y paredes.

- Galadriel, Celeborn -.

Thranduil se incorporó de su trono para darles la bienvenida secundado por Eirien. Ambos vestían túnicas verdes con adornos ocres y dorados, los cabellos tocados por sendas coronas de hojas y frutos rojos, luminosos los ojos y el espíritu.

- Gozas de buen aspecto, amigo mío, para tener a las bestias del Enemigo en tus fronteras – sonrió Celeborn.
- Jamás podrán con los elfos de Bosqueverde, ni siquiera esas arañas – rió Thranduil.
- ¿Qué os ha traído al Bosque?, vuestras visitas siempre se han debido a aciagos sucesos pero vuestros ojos ríen, ¿qué ha sucedido? – preguntó Eirien, inquieta.
- Un nuevo rey ha tomado el cetro de Númenor, se hace llamar Tar-Palantir – explicó Galadriel – Ha retomado las antiguas costumbres, reverencia a los Valar y considera a los elfos aliados y hermanos contra Sauron -.
- ¡Esas son las mejores noticias que se han escuchado aquí desde el inicio de los Años Oscuros! – dijo Thranduil – Significa que Númenor aún tiene esperanza de salvarse y volver a ser lo que era en tiempos de Elros -.
- No apresures acontecimientos, aran Thranduil – replicó la Dama Blanca – Tar-Palantir ha de hacer frente a una horda de opositores en Armenelos, aquellos que gozaron de grandes privilegios bajo Ar-Gimilzôr, y también al problema de la sucesión -.
- ¿A qué te refieres? -.
- Tar-Palantir sólo tiene una hija, si no consigue un heredero varón la situación podría empeorar, sobre todo con su hermano Gimilkhâd al frente de sus adversarios -.
- Acabaré odiándote Galadriel – protestó Eirien – Tus buenas noticias siempre vienen teñidas de negro -.
- Mis disculpas -. La Dama esbozó una amarga sonrisa – Es un pequeño defecto que a mí tampoco me agrada en muchas ocasiones -.
- Me has engañado – la acusó cordialmente Celeborn – No hemos acudido como emisarios y amigos, hay algo más -.
- Venimos como emisarios, amigos y consejeros -. Galadriel aceptó la silla que le ofreció un sirviente frente al trono y también la copa con vino – Los consejos son peligrosos, lo sabes muy bien Thranduil, pero desoírlos en ocasiones es mucho peor... Gil-galad se niega a escucharme, aún confía en el Linaje de Elros aunque todos vemos como su gloria crece a medida que se enturbian sus corazones. ¿Me escucharas tú, Thranduil, Señor de Eryn Galen? -.
- Siempre he prestado oído a tus advertencias, querida amiga, por eso hoy ciño esta corona – afirmó el rey sinda - ¿Qué me aconsejas? -.
- Te ofrezco aquello que han visto mis ojos, el conocimiento de los sucesos futuros; sólo tú puedes decidir qué hacer con ese conocimiento – puntualizó Galadriel.
- Me desconciertas, normalmente disfrutas ordenando aquello que debe hacerse – sonrió Thranduil, aunque perdió su buen humor al escuchar la respuesta de la dama.
- Eso era antes, nunca más volveré a regir los destinos de nadie – aseveró con unos ojos gélidos como el Helcaraxë – Lórinand ahora es gobernada por la Casa de Amdír y así seguirá -.

Thranduil interrogó a Celeborn con la mirada y éste negó con la cabeza, desazonado. Ya había tenido una conversación con su esposa al respecto y lo único que sacó en claro es que algo había acabado con la alegría que Galadriel sentía al gobernar.

- Yo no soy quien importa ahora, así que agradecería que dejaseis de mirarme todos como si me hubiese vuelto loca – dijo con una cierta mordacidad.
- Habla entonces de aquello que has venido a contarnos – la instó Eirien.
- Tar-Palantir es la calma que precede a la tormenta, su reinado sólo es un respiro antes de la caída en desgracia de Elenna -.
- Es eso lo que Gil-galad no acepta, no cree que los Valar vayan a emprender una acción directa contra Númenor -. La expresión de Celeborn le daba el aspecto de una luna oculta por oscuras nubes – Nada más lejos de la verdad, por lo pronto Tol Eressëa no ha vuelto a enviar sus emisarios a Oriente, el siguiente paso, me temo, será terrible -.
- Fuego y Abismo -.

El silencio más absoluto se asentó en el Salón del Trono, ni un solo elfo osó siquiera respirar tras oír la voz de Galadriel.

Tranduil hizo un gesto con la mano y la Corte al completo huyó de la sala, no deseaban asistir a más predicciones que les recordaban los sombríos días de la Guerra de la Cólera. El rey suspiró.

- Tenéis razón, muchos de los nobles sindarin que me acompañaron a Eryn Galen también se han sentido perturbados, incluso yo que no poseo el don de la Segunda Vista -.
- ¿Y Gil-galad no lo presiente?, ¿no ha visto el Fuego y el Abismo? – preguntó Eirien.
- Yo misma se los mostré, le conduje hasta el centro mismo del horror, pero con la subida al poder de Tar-Palantir creé que puede enmendarse el destino de Númenor – respondió Galadriel.
- Incluso Elrond ha presagiado el oscuro sino de Elenna, él, a quién más ha de dolerle la perdida de la Isla de la Estrella, pues con ella desaparecerá todo aquello por lo que Elros cedió su vida inmortal – añadió Celeborn.

Eirien se incorporó y detuvo la replica de su esposo.

- Ahora no –. Señaló los pequeños vanos donde la luz se extinguía – No es sensato tratar estos temas en la noche y menos con el ánimo perturbado. Os ofrezco una buena cena, una conversación sobre nada más importante que la poesía o los días felices, y un confortable lecho donde reposar -.
- Aceptaremos gustosos lo que nos ofreces, Eirien – sonrió el rey de cabellos de plata.
- Y, si no es abusar de vuestra hospitalidad, me gustaría permanecer algún tiempo en Bosqueverde – secundó Galadriel.
- Será un placer teneros con nosotros, en los últimos siglos nos hemos distanciado por las respectivas obligaciones de cada uno y muchas veces me preguntaba cuándo tendríamos oportunidad de renovar nuestros lazos de amistad -.

Celeborn y Eirien estallaron en carcajadas.

- ¿Qué sucede? – inquirió Thranduil, molesto.
- Demasiada elocuencia, jamás pensé que vería a mi risueño compañero de infancia y juventud hablar con tanta propiedad – explicó Celeborn.

El mayordomo de palacio entró en ese momento y anunció que la cena estaría lista en cuanto los reyes ordenasen.

- Servidla Galion, pero en el comedor pequeño, hoy mi esposa y yo compartiremos mesa sólo con nuestros huéspedes – ordenó Thranduil.

Salieron a la galería iluminada con antorchas. Celeborn y Thranduil caminaban delante, discutiendo las últimas estrategias empleadas por el segundo a la hora de combatir al enemigo. Galadriel y Eirien avanzaban más despacio y en silencio.

- ¿Qué te aflige? – preguntó la Dama Blanca.
- Parece mentira que sea capaz de olvidar tu don para leer en los corazones ajenos -. La reina sindarin esbozó una triste sonrisa.
- Confía en mí, ¿qué te preocupa? -.

Eirien observó el perfil de su marido, apenas había cambiado desde que le conocía, desde que se enamoró de él. Parpadeó en un intento por contener las lagrimas.

- Quiero darle a Thranduil un niño, un heredero – confesó en apenas un susurro – Mas el destino parece que no desea que yo sea madre -.
- Tendrás ese niño mi querida amiga, tú misma lo viste en las aguas de mi Espejo – la reconfortó Galadriel.

Los ojos verdes se iluminaron y Eirien rió alegre y avergonzada.

- Soy una tonta, ya no recordaba aquella visión aunque ahora es cuando realmente cobra sentido -.
- Tienes todo el tiempo del mundo para pensar un nombre apropiado para tu hijo – asintió la dama eldarin, con la risa bailando en sus ojos de zafiro.
- No necesito pensarlo, sé como quiero llamar a mi hijo desde que tuvimos que huir de Doriath –. El rostro de la reina resplandeció, noble y orgulloso – Cúthalion, “arco firme” en honor a mi padre, y será el más hábil y diestro arquero de Bosqueverde -.

Galadriel sonrió ante aquella afirmación, presentía que las palabras de Eirien cobrarían forma pronto.

Ai, Elbereth! Tiro nin!
(Oh! Elbereth! Mírame!)
Linnon i charthad uireb nin am meleth,
(Canto mi esperanza eterna del amor,)
ant Belain melthin sogannen o ceilph gelebrin.
(el regalo de los dioses de oro bebí de los recipientes de plata.)
Bartha men darthad ned Ennorath,
(Condenados (destinados) a permanecer en la Tierra Media)
tenn i nagor vedui o menel.
(hasta la última batalla bajo el cielo.)

- Estás de un humor sombrío para encontrarnos en plena celebración del Solsticio de Invierno -.

Galadriel deslizó sus manos por el arpa arrancándole un melancólico acorde. Entonces se giró y sonrió a su amiga.

- Las noticias que nos han llegado no son precisamente alentadoras -.

Eirien emitió un bufido exasperado.

- Supongo que estarás satisfecha que tus predicciones se estén cumpliendo, hace años que no paras de ir de un lado a otro anunciando la caída de Tar-Palantir y su Pueblo -.
- No me satisface, no he cesado de rogar que por una vez, por una sola vez, mis visiones estuvieran equivocadas, que Tar-Palantir se asentara en el trono y devolviera a Númenor su antiguo espíritu -. Galadriel se incorporó de la banqueta lánguidamente – Ni siquiera yo podía imaginar que estallaría una guerra civil en la Isla -.
- Olvídalo Galadriel, no puedes hacer nada por los edain, dejemos que solucionen sus problemas a su manera, nosotros tenemos nuestras dificultades particulares -. Eirien sonrió y le mostró algo que portaba en los brazos - ¿Qué te parece?, la he hecho especialmente para Thranduil -.

La Dama Blanca examinó la delicada túnica de terciopelo verde oscuro con bordados en seda negra e hilo de oro.

- Le encantará –.
- Acompáñame, quiero que veas como estamos decorando el palacio -.

A regañadientes, Galadriel se dejo conducir por la reina sindarin y aceptó ayudarla a organizar los festejos de la noche. Poco a poco se descubrió sonriendo y disfrutando con las pequeñas actividades en la cocina, la decoración y la música.

Sus hábiles manos estaban terminando de trenzar una corona de muérdago y acebo cuando sintió una dulce voz junto a su oído.

- Te ves realmente linda cuando olvidas que eres una reina -.
- Hannad le, mi querido señor sindarin -.

Celeborn se sentó junto a ella, observando a los elfos que colgaban las guirnaldas, lamparillas y adornos. Le gustaba ese ambiente plácido y cálido.

- Hace años que vivimos en Eryn Galen y, la verdad, es que no deseo abandonarlo – sonrió a su esposa – Es como vivir en Menegroth -.
- Yo también me siento feliz en Bosqueverde, pero no podemos quedarnos eternamente aquí -.
- Así que esa carta era de Gil-galad -.

Ella rió suavemente.

- Sí, por fin me ha escrito solicitando mi presencia en Forlindon – el semblante se le oscureció por un instante – Sabe que los númenóreanos están asolando y sometiendo a otros hombres, han pasado de maestros a convertirse en conquistadores. Las gentes de Edhellond temen alguna acción bélica por parte del sobrino del rey, ese muchacho es mucho peor de lo que fue su padre, sólo ansía riquezas y poder -.
- ¿Qué hay de los elendili? -.
- Hacen cuanto pueden por ayudar a su rey a enmendar la situación pero hay demasiado odio y miedo asentado en Númenor, cada vez más Fieles abandonan Elenna para buscar refugio en la Tierra Media -. Galadriel depositó la corona de hojas y frutos rojos sobre la argéntea cabeza de su marido y sonrió.
- Muy elegante – rió Thranduil, entrando en el salón comedor.
- Casi todo está pronto para la fiesta – informó la Dama Blanca – Voy a prepararme para la cena; y vosotros deberíais hacer lo mismo, si no queréis que vuestras esposas se presenten en el Salón sin vosotros -.
- A la orden Ninquenís, alta tári eldaron -. El rey el bosque se inclinó en una ostentosa reverencia. (gran reina de los elfos)

Galadriel abandonó la estancia agitando su dorada cabeza mientras escuchaba las risas de Celeborn y Thranduil.

Se encaminó a sus aposentos, donde ya la esperaba Eirien.

- Pensé que tendría que buscarte -.
- Tu esposo y el mío me han entretenido; hermoso vestido -.
- Es para esta noche -.

Entraron en la habitación y cambiaron sus ropas. Galadriel siguió vistiendo de inmaculado blanco y plata, sin embargo Eirien había optado por un vestido verde con las mangas y el cinto color bermellón.

Apenas terminaron con sus ropajes, fueron a reunirse con sus maridos y asegurarse que todo estaba dispuesto para la cena. La mayor parte de los elfos de palacio ya se encontraban en un salón contiguo al comedor disfrutando de canto y música, todos ellos vestidos con los colores del bosque. Los reyes se unieron a ellos hasta que Galion anunció que podían pasar al comedor.

Thranduil y Eirien fueron los primeros en entrar, seguidos de Celeborn y Galadriel y, a continuación, el resto de elfos. Nada más tomaron asiento una tropa de sirvientes surgió de puertas camufladas en las paredes y sirvieron la cena.

- Ha quedado magnífico – aseveraba Thranduil.
- Me alegro, siempre me queda la duda de cambiar algún adorno o lámpara – dijo Eirien.
- Eres demasiado perfeccionista – sonrió Celeborn.
- Es una cazadora -.

Los tres miraron sorprendidos a Galadriel. Ella les devolvió una sonrisa divertida.

- Conocéis de sobra la habilidad de Eirien con el arco, jamás falla, digamos que extiende ese don al resto de su vida cotidiana y considera que todo ha de ser tan certero y perfecto como sus disparos -.

Thranduil y Celeborn rieron ante la expresión de la reina sindarin.

- Galadriel... – protestó, abochornada.

Prosiguieron la cena sin mayores conflictos hasta que Thranduil se incorporó, copa en mano.

- Amigos, un año más nos hemos reunido para esta pequeña celebración, una pequeña alegría que nos muestra aquello por lo que luchamos en años tan oscuros como los que atravesamos. Deseo alzar mi copa por aquellos que cayeron combatiendo contra el Enemigo, por los que ahora proseguimos tan terrible tarea y por los que seguirán nuestros pasos -.
- Por ellos brindamos – replicó todo el salón.
- También deberíamos brindar por la esperanza, por la Luz del Oeste, por la victoria contra las tinieblas – clamó Eirien - Antaño se libraron devastadoras guerras y aún se combate en una eterna batalla que, esperemos muy pronto, toque a su fin -.
- Por la esperanza brindamos -.

Apuraron el líquido de las copas y volvieron a la gran sala donde se cantarían poemas, hazañas de eras pasadas, amores y desgracias, destinos sublimes y las más terribles caídas. Mientras la música y las voces élficas se alzaban, los regalos empezaron a cambiar de manos.

Celeborn examinó gratamente sorprendido la daga que su esposa acababa de entregarle, uno de los escasos tesoros que se salvaron del saqueo del Mírdaithrond.

- Es hermosa, una hoja magnífica – sonrió y buscó algo entre sus ropas – Este es mi presente -.

Galadriel cogió el sobre con una expresión perpleja, parecía una carta aunque bastante larga dado el fajo de pergaminos que contenía.

- Ábrela -.

La dama eldarin se arrellanó en los grandes cojines sobre los que estaba sentada y desplegó las hojas. No había leído más que una línea cuando su rostro palideció hasta el punto de parecer translucido. Por sus ojos Celeborn supo que su amada reina estaba conmovida en lo más profundo de su ser.

- ¿Cómo...? -.
- Fue difícil, muy difícil, al parecer los contactos están prohibidos pero alguien me hizo un pequeño favor y conseguí esto -.

Galadriel leyó en voz alta.

A 13 de Nárië del 3255 de la Segunda Edad (según el cómputo de la Tierra Media).

  Aiya, titta seler... no, mi pequeña hermana ya no es tal si son ciertas las noticias que llegan a nuestro padre desde Endor. Cumpliste tu sueño... eres reina..

Las níveas manos se crisparon sobre el papel. Dos lagrimas resbalaron por el hermoso rostro. Se inclinó y dio un dulce beso a su esposo antes de abandonar el Salón.

- ¿Qué le has regalado?, parecía realmente afectada – interrogó Eirien, sentándose junto a Celeborn.

Él sonrió.

- Una carta de Finrod -.

Galadriel caminaba por el pasillo tan ensimismada que por poco choca con alguien que corría en dirección contraria.

- Ai, meletyalda! – exclamó el elfo – Mis disculpas -.
- ¿Gildor?, deberías estar con tu familia en Rivendel ¿qué haces en Eryn Galen? – inquirió la dama, preocupada.
- Porto noticias – anunció y en ese momento Galadriel se percató del aspecto exhausto del elda – Urgentes y graves, no podían esperar -.
- Habla -.
- Tar-Palantir ha muerto y su hija ha sido desposada a la fuerza por su propio primo, Ar-Pharazôn es ahora quien rige el destino de Númenor para desgracia de su gente y del resto de Endor -.



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