Ghash

30 de Diciembre de 2004, a las 00:00 - Aerien
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Prólogo

"Las cosas han cambiado desde el comienzo de la nueva era, el camino verde se ha vuelto la principal vía de comunicación en la tierra Media y Bree ha crecido a su sombra.
Han pasado siglos desde que se construyo,  223 años  de la cuarta edad del mundo, y mañana El poney Pisador cambiara de lugar, dejaremos el viejo edificio y nos instalaremos en la nueva posada, mucho más amplia y más cómoda.
El viejo edificio, pasara a ser una especie, de local comunal, con biblioteca y aulas para actividades, creo que es lo que todos queríamos, que no lo echaran abajo.
.."

La joven Ilda Mantecona terminó de escribir en el libro de huéspedes de la posada, el que durante tantos años habían rellenado con sus firmas todos los huéspedes que lo habían deseado. Ella era la propietaria de El Poney Pisador, lo había recibido en herencia de su padre, y este del suyo  y así durante generaciones.
-Bob, haragán ¿donde te has metido?- chilló haciendo gala del carácter Mantecona y olvidando que hacia un rato lo había mandado al sótano a acabar de vaciar unos trastos que quedaban allí.
- Como no aparezca inmediatamente ese pies peludos va a saber quien soy yo- gruño por lo bajo. Aunque la verdad no estaba enfadada con él, solo estaba nerviosa: El cambio de casa, la nueva posada, la lucha para que no la echaran abajo, los recuerdos en cada rincón, los paquetes para la mudanza...!Ugg¡, ¡Eran demasiadas cosas!
Mientras, en el sótano, Bob se sentó en una caja y se dispuso a fumarse una pipa, ajeno a la llamada de la dueña.
Bob era un hobbit, joven para los de su gente, pues solo hacia un año que había cumplido la mayoría de edad, vivía en Bree, aun que su apellido era Tuk pues su bisabuelo se había  trasladado desde la comarca
Había heredado la curiosidad de los Tuks y la facilidad de meterse en problemas,  escogió trabajar en la posada en vez de en el almacén de cervezas de su padre, porque decía que allí no ocurría nunca nada emocionante, en cambio en la posada  siempre había algo nuevo que comentar...
Y mientras fumaba sus ojos se posaron en la última fila de botellas que había para embalar, detrás del estante, había un hueco y en el una extraña caja de metal...
Picado por la curiosidad termino de embalar rápido las botellas de vino y  se dispuso a apartar el estante. La caja  pesaba mucho, casi demasiado para él, pero consignó sacarla, llevaba un extraño emblema en la tapa y un par de cierres que la cerraban herméticamente, manteniendo su contenido a salvo de la humedad.  Bajo ellos, alguien había gravado de forma tosca
"propiedad de Bob Sotomonte
los rosales 23
Alforzada"
¿Bob Sotomonte? ¿El tío Bob? Si, solo podía ser él, la dirección era la correcta, la casa de la abuela Tuk, la hermana de su abuelo. Si, tenia que ser el Bob Sotomonte que trabajaba como él en la posada, ese que tenia fama de raro porque se pasaba el día preguntando cosas a todos los forasteros. El Bob que como el legendario Bilbo Bolsón un día desapareció y nunca mas volvió.
Lentamente abrió los cierres y la caja emitió un soplido como un suspiro al tomar aire después de muchísimo tiempo cerrada. Levanto con cuidado la tapa con el corazón corriendo como un caballo desbocado y examino su contenido.
- Libros- musitó- docenas de libros.
En realidad no se trataba de libros sino de libretas, llenas con una apretada caligrafía, cada una de ellas tenia un titulo, parecía el nombre de alguien
- Que cosa más curiosa- pensó mientras hojeaba las libretas.
La dueña de la posada por fin se acordó de donde estaba y bajo a buscarle. Al ver que llevaba mas de diez minutos llamándole y el no se dignaba contestar.
- ¿Que es eso que miras?-  preguntó
el hobbit se levanto sobresaltado, y un poco azorado trató de disculparse
 -yooo... mire usted... es que encontré esta caja y...
pero la joven ya no atendía al mediano, sino que miraba con atención el contenido de la caja
- ¿De donde lo has sacado?-preguntó con un hilo de voz- tiene como mínimo cien años
-De ese hueco en la pared, detrás del estante de vinos, parece que perteneció a mi tío Bob Sotomonte, bueno, vera usted,  no es mi tío, su madre era hermana de mi abuela...
empezó a decir el hobbit, que como todos los de su raza era muy aficionado a contar sus parentescos, pero la muchacha le interrumpió:
-Ayúdame, lo llevaremos a la sala, se está mejor allí que aquí abajo, hay mas luz
Entre los dos tomaron la caja y la trasladaron la sala común, donde aun brillaban las ascuas del fuego, Bob trajo una lámpara mientras Ilda ponía unos cuantos troncos para avivar las llamas.
Lentamente fueron sacando los libros de la caja y los contaron, había 24 y leyeron sorprendidos algunos de los títulos.
Bill Fornedera (historia del hobbit curioso)
Rifi (correo del rey de los enanos)
Sgratta  (sureño)
Loagornd (soldado de Gondor)
...
Y en el fondo de la caja, metidos en una bolsa de cuero rojo con extraños dibujos, había tres libros mas, en sus tapas se podía leer Ghash.
Había también un cuarto libro, este sin titulo, bajo la bolsa.

La muchacha y el hobbit hojearon con cuidado los libros. Bob tomó el que no llevaba nombre.
- Parece un diario- dijo- la historia de mi tío Bob..., puede que cuente porque se fue...
Y Bob empezó a leer en voz alta:
"Diario de Bob Sotomonte y del por qué de su vida"
iniciado el día10 de lithe del año 99 de la Cuarta Edad
En Bree. Taberna de El Poney Pisador
.

Hoy he descubierto como hacer un poco realidad mi sueño de conocer otros lugares.
Desde que murió mi padre en aquel desgraciado accidente con el carromato, creí que nunca podría hacerlo, pero han pasado unos meses y  mi hermano menor empieza a llevar por sí solo los campos. Así que yo he vuelto  a trabajar en la posada.
Pero ellos van a necesitarme por mucho tiempo,  por lo tanto  nada de liar el petate y salir por ahí.
Menos mal que cuando menos te lo esperas alguien te da un buen consejo. Esta vez ha sido el gordo propietario de la tienda del pueblo, un humano enorme, con una barba negra rizada, y un tremendo vozarrón. Se hace llamar Jas, aunque en realidad se llama Jacinto, lo comprendo, pobre hombre, ese nombre no le pega.
 Me ha saludado con un golpecito en la espalda cuando me ha visto en su tienda todo abatido. Estaba contando a mi primo Ted que me sentía triste por no poder conocer como era el mundo. Y él me ha dicho: " muchacho, no necesitas ir a ver el mundo, el mundo viene hacia ti, estas en el mejor lugar. Si quieres saber cosas del exterior, solo ve y pregunta a tus parroquianos, seguro que cada uno de ellos tiene una historia que contar".
Y esto me ha dado una idea, voy a escribir las historias de la gente que pase por la posada, voy a pedir que me las cuenten, casi me va a parecer que he visitado esos lugares lejanos y corrido sus aventuras.
He comprado una cuantas libretas y material de escritura. También he comprado una caja metálica para ponerlas, Ted dice que es de manufactura enana y que cierra herméticamente, por lo que no puede entrar la humedad.
Me ha costado todo un trimestre sin hierba para pipa. Pero vale la pena, me servirá para poner en ella mis escritos.
La he guardado en el sótano de la posada, en un hueco detrás de unas botellas de vino.
Mi madre se entristecería si los ve, tiene demasiado miedo a que me vaya.

No hay nada mas escrito, eso es todo- dijo el hobbit, cuando acabó de leer.
- Ahora sabemos que es lo que hay escrito en estas libretas, son las historias que le contaban los parroquianos.- dijo la muchacha.
¿Y esas tres?- Dijo Bob, señalando las que habían sacado de la bolsa roja- ¿Qué historia contendrán? ¿Por qué el tío Bob las puso esa bolsa, como si fueran especiales?
Eso solo lo sabremos si las leemos- respondió Ilda tomando una de las libretas.



Capítulo I

Aunque no lo he hecho en los otros casos, creo que esta historia merece una introducción.
Estaba en la tienda con Ted, estábamos fumándonos una pipa, mientras él se tomaba un descanso, cuando ha entrado una extraña mujer.
Era la mujer más vieja que he visto jamás, llevaba un largo vestido rojo y morado, y una especie de manto negro. En la espalda llevaba un cesto, hecho con unas extrañas hojas amarillas, que parecía pesar mucho.
Se trataba de una humana, aunque por lo encorvada que iba, tuvo que dirigirse al mostrador pequeño, para descargar su mercancía.
Se ve que el propietario la esperaba porque le ha dicho, que fuera sacando sus cosas, que en cuanto acabase con el cliente la atendería.
Muertos de curiosidad, hemos entrado en la tienda. La mujer había llenado el mostrador de pequeñas vasijas de cristal, que contenían líquidos y pastas de diferentes colores.
Estuve observándola, el manto se le había deslizado sobre los hombros y mostraba una enorme mata de pelo blanco con un extraño reflejo rojo, trenzado  de una forma peculiar. Su piel, completamente surcada de arrugas, era blanca, pero estaba tostada por el sol, sus manos nudosas lucían unos cuantos anillos de oro y cobre. Y en sus orejas y en su cuello se podían ver otras joyas también del mismo material.
Tenia un aire misterioso, así que en voz baja pregunté a Tom quien era. La mujer debió oírme, porque se giró de repente clavando en mi unos penetrantes ojos verdes.
Jas, el dueño de la tienda, dijo: - Veamos que me habéis traído esta vez- y la mujer se volvió.
Mientras ellos discutían sobre la transacción, Tom y yo salimos a la entrada, el se puso a barrer y yo a preguntar.
Saqué en claro que esa mujer hacia unas semanas que vivía en la vieja casa de Bill Helechal, esa que había estado abandonada durante casi cien años.
Que por lo visto era la propietaria, que tenia fama de ser medio bruja, que venia del sur, pero que parecía provenir de un lugar muy lejano. Que en esas botellas que traía había perfumes y otras esencias que ella misma fabricaba y que según ella decía tenían propiedades curativas.
Cuando la mujer salió nos encontró en la puerta, y por nuestras caras adivinó que habíamos estado hablando de ella.
¿Quién soy? Has preguntado, antes allí dentro- dijo, con un acento extraño-
-Soy Ghash, ese es mi nombre
-Bob Sotomonte, a vuestro servicio- contesté, mientras me quedaba pensativo.
¿Ghash? Esa palabra me resultaba conocida...
De pronto recordé... la historia del final de la tercera edad que escribió el señor Bolsón y que tantas veces mi padre me contó, Ghash, fuego en la lengua de los orcos.
¡No podía ser!, debía ser una palabra parecida...
- Ghash, ¿eso es fuego en ...?
- Si chico- me dijo- eso significa fuego.
- En la lengua de los orcos- dije  yo con un hilo de voz.
- Es que yo fui una vez un orco- contestó con una voz suave y una sonrisa.
Y se marchó.


Capítulo II

Me sentí intrigado con su respuesta así que aproveche la primera tarde libre que  tuve para acercarme a la tienda a ver que más sabia Tom. Pero este no soltó prenda, aunque me dijo que esa misma tarde la mujer volvería, debía traer un encargo, una pomada para los sabañones que estaba haciendo furor entre las amas de casa hobbit, a las que se les estropeaban mucho las manos.
-¿Y tiene que traer muchos tarros?- pregunté como por curiosidad.
-Si- me dijo Tom- un buen montón.
- ¿Y cuando dices que debe venir?
- Supongo que dentro de un rato- dijo él
- ¿Sabes? Esto está muy aburrido hoy- dije
- Pues más solitario se va a quedar como no llegue pronto el señor Jas. Tengo que llevar un pedido y lo esperan  a las 3, es que es para un cumpleaños. Así que voy a tener que cerrar un rato.
Tom trajo el carrito que se usa para esos menesteres y lo llenó, luego cogió la nota y la pegó encima de los paquetes.
Una idea cruzó por mi mente al ver donde iba dirigido el encargo.
- Oye Tom, no es necesario que cierres la tienda- le dije- yo llevaré el paquete. Pero tu me invitas a merendar en cuanto vuelva.
Tom estuvo de acuerdo y yo cogí el carrito y me dirigí hacia la carretera del Sur.
Entregué mi paquete y recibí unas monedas, que guardé para Tom. Luego volví paseando, como si tal cosa, por delante de la vieja casa de Bill Helechal.
Justo a tiempo, la mujer estaba saliendo por la puerta con su carga, y esta vez creo que pesaba aun más.
La saludé y me ofrecí a llevar su carga en el carrito.
- Gracias, esto pesaba demasiado para una mujer tan vieja como yo- dijo, colocando su cesto en el carro.
- ¿Dónde vais?- pregunté, aunque sabia perfectamente la respuesta. No en vano había sugerido yo a Tom de hacer su encargo.
- Supongo que en tu misma dirección, ese carrito es de la tienda, por lo tanto imagino que vas a devolverlo.
- Sois muy observadora, señora- le dije. "Espero que no se haya dado cuenta que lo hice adrede", pensé.
- Pero tu no trabajas en la tienda, y la posada no queda de este lado- dijo, mientras me guiñaba un ojo con una sonrisa pícara.
Creo que enrojecí, solo atiné a balbucear:
- Es que estoy echando una mano a mi primo Ted, solo un pequeño favor, je! Je!
¡Vaya!, Me había pillado, esa mujer sabía muchas cosas de mi y yo no sabia casi nada de ella. ¡Se suponía que era yo el que iba por ahí preguntando a los demás!
- Pero,¿cómo sabéis que trabajo en la posada?¿Habéis estado allí alguna vez? Si es así, yo no os he visto.
- No te preocupes pequeño, no he estado metiendome en tus cosas, solo que uno de mis proveedores me habló de ti. Dice que le pides a todo el mundo que te cuente su vida y la anotas en un libro. ¿También me lo pedirás  a mí?
Yo volví a ponerme como un tomate ¡Caramba con esa mujer¡, que perspicaz.
- Si a vos os parece bien- le contesté con una gran sonrisa y una reverencia - estaría encantado de que me la contarais.
Mientras, mi corazón empezaba a desbocarse ¿diría que sí? ¿Me dejaría con las ganas de saber su historia?
- Lo pensaré- dijo
Y al ver mi cara de decepción añadió- ¿Y que harás si te la cuento?
-  Escribidla- respondí, sin vacilar- y espero que algún día alguien la lea.



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