La dulce voz de la batalla

01 de Junio de 2004, a las 00:00 - feandil
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Capitulo IV

Ya todos a caballo, siguieron a Cahum por la espesura del bosque. De vez en cuando llegaban a un claro, donde había rastros de una gran fogata. Cahum les explicó que en esos lugares era donde quemaba la gran cantidad de ratles que mataba. Irwenor observaba que unos ojos grandes y rojos los miraban por entre las ramas. Unos extraños aullidos se escucharon en el interior del bosque.
- Ya me cansé de estas bestias- dijo Fruk sacando el hacha de su cinturón- ¡Presentaos inmundas bestias!- gritó por último
- Pero cállate pedazo de  animal- le respondió Brieh con un poco de miedo.
- Esto ya me está cansando demasiado, es la hora de terminar con esas bestias- dijo Zort sacando su espada. A Urifeh se le iluminó la cara, teniendo está la clara tendencia a una venganza terrible
- Temo por el bien de esas ratas, pero se metieron con viento veloz, pero al meterse con él, se meten conmigo.- dijo finalmente sacando su espada- Y este largo pedazo de metal con punta y filo, se incrustara por la cabeza del rey que se aventuró a matar al animal de Uryfeh.- La rabia salía por todo el grupo, pero Klor y Cahum se limitaban a escuchar los reclamos del grupo. Oghort se acercó a los magos
- Cuanto falta para salir del bosque, todos están perdiendo la paciencia.
- Yo no- dijo Irwenor, casi sin intención de decirlo. Oghort miró sorprendido al joven que ninguna palabra había dicho en todo el viaje.
- Es más de lo que tu puedes imaginar Irwenor.- Klor le echó una mirada rápida al chico, y con una sonrisa le dijo
- Pronto abra una pelea donde puedas ver lo que es un derramamiento de sangre serio. Espero que te sirva de experiencia para luego poder vencer distintos obstáculos aún más difíciles que te quedan por recorrer por este viaje.- Irwenor se sonrojó sabiendo que metió la pata, se imaginaba a él con la espada en la mano arriba de unas cuantas bestias. Pero el pensamiento se le desvaneció por la figura de un ratles que saltó precipitadamente sobre él. Antes de que la bestia lograra su cometido fue derribada por una flecha. Al mirar a un costado, estaba Oghort con el arco firme en la mano, observando a su presa caída en el suelo. Rápidamente, todos hicieron un circulo, una forma de defensa. En el centro quedó Irwenor y Oghort, quien lanzaba flechas a cada par de ojos rojos que se aparecía, seguido del rugido de dolor de las bestias. Se escuchó un chillido, y todos los ratles que habían estado al asecho, salieron, y de un salto, se abalanzaron sobre sus enemigos. Eran cientos, más de los que Cahum había batido alguna vez. Los ratles caían con el seco golpe de las armas, pero eran demasiados en numero, viéndose obligados los fatigosos guerreros, a una huida a puro descontrol.  Pero luego de correr fatigosamente durante diez, veinte minutos, se vieron rodeados por otro ejército de ratles.
 Estaban rodeados por las bestias, que mostraban sus colmillos a los guerreros. Pero éstas no los habían seguido, sino que corrían por los costados de estos sin dejarse ver. La magia de Klor y Cahum no eran suficientes para parar a las desaforadas bestias. Pero cuando hubieron perdido todas las esperanzas, sonó una melódica trompeta, anunciando la llegada de alguien. Un jinete montado en brioso corcel, apareció con un gran ejército detrás. Un yelmo de color dorado, mostraban su majestuosidad, era sin ninguna duda un hombre alto, y dirigía un gran batallón. Levantando su espada indicó a su ejército que salgan al ataque. Una feroz guerra se alzó por entre los árboles. La persecución de aquellas bestias llegó rápido a su fin, dejando muchas de ellas muertas en el suelo, y otras pocas pudieron escapar hacia las lejanías del sur.
 El gran jinete, se acercó donde estaban los abatidos guerreros. El caballo daba grandes pasos, una suave brisa hacia que a Irwenor se le helara la piel, pero tenía el presentimiento de que este guerrero no traía malas intenciones. Klor se adelantó a su encuentro.
- Os debemos la vida- se agachó e hizo una reverencia- soy Klor, miembro de "los ojos negros". Estamos completamente agradecidos por la ayuda prestada por vosotros, hombres valientes.
- Soy Ferthorn, príncipe de Rott- se sacó su yelmo, y apareció un joven y hermoso rostro con su cabellera rubia- Levántate buen hechicero. Seguimos a estas bestias por todo el reino, pero son miles- aseguró el príncipe.
- Señor, os agradezco nuevamente, a usted y a sus hombres.- Klor seguía siendo respetuoso.- El hijo de Frither, no podía ser mejor premiado en el arte de la guerra.
- Sabias son tus palabras. Partiréis con nosotros al castillo de Rott para que descanses y continuéis vuestro viaje.- dijo el príncipe, quien con una señal, puso a todo su ejercito en marcha.
Antes de irse al castillo de Rott, Cahum se despidió del grupo y se puso camino a su casa en el medio del bosque. Solo le tomó un instante despedirse de Irwenor pero sus palabras no fueron muy alentadoras para el joven muchacho. No porque fuera Irwenor un estúpido ni nada de eso, lo que le dijo Cahum era que tenía que entrenar el arte de la guerra en el castillo de Rott, pero también le dijo que la misión que le había tocado a él era muy difícil de llevar a cabo. Sus amargos pensamientos, contrastaba con el caluroso y hermoso día que hacia camino a Rott. El camino estaba lleno de comerciantes que iban y venían de Rott. La calle hecha de piedra indicaba que el camino era bastante importante. En otros tiempos, las calles también estaban llenas de gente que iban de paseo por las extensas llanuras del territorio, pero en los tiempos que corren, salir es muy peligroso, y más para la gente indefensa que no puede defenderse. En la época de los antiguos reyes, esas calles eran seguras y daba placer salir al campo. No es que le heche la culpa Frither, ya que los tiempos que corren, los bosques están llenas de criaturas salvajes y sedientas de sangre humana. Ni siquiera el mejor de los guerreros era capaz de limpiar los bosques de esas bestias. Cada vez que un bosque era "limpiado", nuevas bestias lo ocupaban otra vez, y gente como Cahum, nada más se preocupan en cuidar su ganado y sus tierras. Pero estaba cerca la fecha del festival del rey. Gente de todo el reino venía especialmente para demostrar sus talentos al rey. Competencias de todo tipo se realizaban, todas presentadas ante el rey. A veces se tornaba medio aburrido para el soberano, pero valía la pena cuando llegaban las finales. Muchos talentos eran vistos, y grandes eran las sumas en oro al victorioso.
Llegaba la gran ciudad, una muralla inmensa hecha de piedra y custodiada por guardias, cubría el interior de la ciudad. En las afueras de la muralla, habían bastantes casas y cada tanto había unas torres de vigilancia con arqueros en la sima.
Las casas no eran de gente rica, casi todas las casas eran de campesinos y pequeños burgueses. Solo un camino era de piedra, el que llevaba al castillo dentro de la muralla. El gran ejército entró por la muralla de piedra. Las grandes calles estaban todas bien cuidadas, había plazas por todos lados, y generalmente en el centro de la ciudad con las grandes casas, que seguramente pertenecían a grandes señores, o a grandes comerciantes. Cuarteles para entrenar a los ejércitos, arquerías, y herrerías estaban ubicados en el oeste de la gran ciudad. En el este de la ciudad se encontraban los monasterios y todo ese mejunje de religión. En la ciudad estaba permitido cualquier tipo de religión, pero no está permitido la guerra entre las mismas. Todo por ese lado era muy especial. Todos los sacerdotes prediciendo el futuro a los locos que se animaban a meterse en el mundo de la religión y el más allá. Todo esto aterraba mucho a Irwenor, quien creía que la religión era para los magos que eran malos y entonces crearon una magia para ellos. Este pensamiento esta mal, en la actualidad eso está comprobado, pero no hay que culpar al pobre muchacho, el no tiene la culpa de haber recibido una mala educación.
Todos estaban de buen humor por el festival, en especial Fruk, quien siempre estaba con la cara larga que caracteriza a este misterioso personaje.  Daba la sensación de que el festival se iba a realizar dentro de unas horas, pero al entrar al castillo, les informaron que faltaban cinco días. Esto no le molestó a Irwenor, ya que la sola idea de quedarse en la inmensa ciudad por tanto tiempo le agradaba demasiado.
Entraron en el salón donde se encontraba el rey. Un salón de grandes dimensiones, lujosa como nunca se había visto. Escudos y espadas bañadas en oro colgaban en las altas paredes. Escritos y cuadros bien pintados eran observados por Klor, quien parecía ya haber conocido este lugar desde hace mucho. Caminaron hasta donde se alzaba el primer escalón, agachándose, haciéndole una reverencia para luego  saludar al rey.
- Bienvenidos sean a mi castillo. Sentios como en su casa.- dijo el rey con el rostro firme y la mirada hacia Irwenor.
- No hay nada más placentero que presentarnos ante un rey tan poderoso como vos.- halagó Klor.
- Será de mi agrado saber cual es el propósito de una sita como esta.
- Estamos preparándonos para enfrentar al inmortal, pero siento que para eso todavía falta mucho, y necesitamos la ayuda de poderosos reyes con usted, mi señor.
- Buenos son tus deseos, pero en estos días estamos de fiesta, os invito a que paséis unos agradables días. No olvidéis de presentaros en la junta que celebraremos esta noche con todos mis invitados de honor.
Klor se fue del gran salón del rey. Fue a los fuertes reales, a ver como estaban las tropas del reino. Sabía que les serían muy útiles, ya que todo se estaba tornando más inseguro, y la proximidad de una guerra podía percibir. Luego, se dirigió una torre, donde estaba asignada la alcoba de él y su grupo. Gran sorpresa se llevó el anciano mago al descubrir que el único en el cuarto era Irwenor, quien miraba el suelo con desgano. Se acercó lentamente, una cálida hoguera calentaba el viejo cuarto construido hace varios años ya. El chico alzó la vista y miró a Klor.
- ¿Qué te pasa muchacho?
- Me arrepiento de haberme ido de casa.- dijo muy sinceramente el joven. Tenía la cabeza dolorida por el encuentro con los ratles, y no le gustaba la idea de seguir enfrentándose cosas como las de ese día. Se acordaba de los días pasados con el anciano, en la posada. Extrañaba los momentos libres, y por sobretodo, su tan preciada soledad. Se acomodó la cabellera y continuó.-  Los problemas con el inmortal no me pertenecen a mí.
- Nos pertenecen a todos.
- Sí, pero yo no estoy preparado para salir al peligro y enfrentarme con un ser tan poderoso como dicen.- el joven miró a Klor con cara de sufrido. Sabía muy bien contra el monstruo que debía enfrentarse.- ¡No puedo ir así no más!. 
- Eso ya lo había planeado. Nos quedaremos un par de años, para que culmines tu entrenamiento. Grandes sabios y poderosos caballeros se encuentran en el castillo, que te enseñarán todo lo que sea posible.- el anciano intentó convencer al chico, quien lo miró nuevamente, y luego volvió a mirar el piso tapizado.
- ¿Y por qué no me enseñas tú?- dijo sin levantar la vista.
- Yo no soy bueno para explicar las cosas, además soy un mago, hay temas que no sé nada. Pero no pienses que me voy a quedar de brazos cruzados, hay muchos seguidores del inmortal a quienes hay que eliminar.
Irwenor sintió ganas de permanecer junto a Klor un buen rato más, pero el anciano se levantó lentamente y se dirigió hacia la elegante puerta que salía a un angosto pasillo. Volvió la mirada hacia el chico, y le dijo
- No olvides ir a la gran cena que se celebrará esta noche- y guiñando el ojo izquierdo, salió por el iluminado pasillo

Irwenor se presentó ante la gran puerta que daba al salón, había deseado no haber ido, pero había adquirido mucho afecto por Klor, casi se podía decir, una amistad.
Los dos guardias que se encontraban en la puerta, lo miraron con intriga. ¿Quién era ese chico al cual el rey Frither les había advertido que lo dejen pasar? Pero lo que no sabían, era que el joven podría ser  su única salvación contra el inmortal dentro de unos años.  El trato que recibiera en la ciudad, sería fundamental contra la intrigante pelea.
Al entrar, el chico divisó que había una larga mesa, donde habían copas de vino, el cordero recién cocinado sobre los platos de los nobles. Todos en la mesa lo vieron entrar, y todas sus miradas castigaban al joven. O eso era lo que él pensaba, porque más bien lo miraban con asombro.  La sala donde había entrado, era muy grande, y el techo se encontraba muy alto. En las grandes paredes, estaban mostradas las insignias de distintos castillos nobles, pero uno solo llamó la atención del chico.  Un águila dorada arriba, y abajo del enorme ave, había un árbol verde, rodeado de estrellas celestes. El rojo del fondo, bordado de amarillo en los bordes, llamó poderosamente la atención del joven. Sabía que era el emblema del castillo real, porque lo vio en la armadura del príncipe, cuando se encontraron en el bosque
Irwenor vio que Klor, Fruk, Zort, Oghort, Uryfeh y Brieh se encontraban sentados en la mesa. Con un gesto, Klor llamó al muchacho, y lo hizo sentarse a un lado del mago.  ¡Qué alegría del joven, cuando se encontró con un sabroso trozo de carne!. Cuando Irwenor empezó a comer, el rey se alzó de su gran silla, y dijo:
- Hoy estamos reunidos aquí,- hizo una pausa y miró a Klor- para discutir los siguientes pasos a realizar, en la guerra contra el inmortal.- Hizo otra pausa, pero esta vez miro a todo el grupo, y en especial a su hijo, Ferthorn.- escucho todas las sugerencias.
- ¡Yo digo que nos levantemos en armas!- Irwenor vio que el que hablaba no era muy viejo como casi todos los demás.
- Me parece que tu falta de experiencia, no te hace ver con claridad. No conocemos exactamente cuál es el refugio del inmortal. Sería muy arriesgado- contestó el rey- pero agradezco tu opinión lord Argor.
- Creo que mantener al joven en la ciudad hasta encontrar el escondite de nuestro enemigo es lo más apropiado.- dijo sir Oremence. Un hombe calvo, de baja estatura, y muchos años. Pero las cicatrices que tenía en la cara, demostraban que estuvo en varias guerras. No había que darse cuenta de que el viejo tenía la razón.- Tengo una novedad sobre el hechicero Sebhathiar.- El rostro del rey cambió derepente. Todo el mundo sabía del traicionero hechicero, un poderoso rival.-  Venía caminando tranquilamente por el segundo puente del rápido del oeste. Cuando una sombra cruzó por encima de mi cabeza, una muy grande, casi me deja a ciegas. Entonces comprendí que se trataba de un dragón. Miré adelante, y vi que el dragón se paró enfrente de mí.
"Un mago, seguramente Sebhathiar, se me acercó, pronunciando unas palabras intangibles. Dude en sacar mi espada, pero cuando lo dispuse a hacerlo, era demasiado tarde. El hechizo paralizó todo mi cuerpo, y con toda su fuerza, me arrojó una bola de fuego inmensa.
Tirado en el piso, medio muerto, escuché las palabras claramente como el agua del manantial.
- Esto es solo una muestra de poder. Espero que Frither esté preparado para mí llegada.
Seguramente dijo esto, pensando que yo había muerto. Hice un esfuerzo por levantarme, pero no pude. Vi claramente, como montaba su dragón y se marchaba"
Luego de unos momentos de meditación, Frither dijo:
- No creo que se atreva a atacar en esta época.
- Sebhathiar, cuenta con la ayuda de los elfos oscuros, consiguió la ayuda de Phlarar, el rey de esas horribles criaturas.- dijo un elfo del bosque. Un hombre que le sacaba varios siglos de vida a Frither. Estos elfos llegan a vivir unos ochocientos años. Este tenía alrededor de setecientos.
- Una advertencia para tener en cuenta, mi amigo Dúrogal. Mi experiencia me dice que estamos en apuros. Pero no tengáis miedo, mis hombres están bien entrenados.
Irwenor vio que una hermosa elfo se acercaba hacia la mesa, con delicados pasos. Sus rubios cabellos, brillaban a la luz de las velas y el fuego. El muchacho comprobó que tenía  ojos azules, capaces de enamorar a cualquiera. La elfo, besó a Dúrogal en la mejilla, y fue a sentarse al lado de Ferthorn, el príncipe. El rey, con una sonrisa dijo:
- Mi hijo, se casará con Dioaneil, hija de Dúrogal.
Todos pusieron sus ojos sobre la pareja, ellos solo pudieron asentir con una sonrisa. Luego de discutir  asuntos de menor importancia, cada uno se fue a sus cuartos.

Grandes caravanas pasaban enfrente del palco en la calle principal preparado para el rey. Sentados en sus respectivas sillas, se encontraban el rey Frither, el príncipe Ferthorn y su amada Dioaneil. En los asientos para los consejeros, se encontraban Irwenor y Klor.
El palco era grande y alto. Por enfrente, pasaban los bufones y distintos gitanos. Casi todas las razas eran vistas en el gran desfile, enanos, elfos, golbins, y otro montón de razas casi en extinción.
En una de las últimas caravanas, iba una elfo Súlin , la cual llamó mucho la atención de Irwenor, ya que le parecía muy hermosa.  Después de haber pasado horas en un aburrimiento casi constante, la caravana de la elfo, le pareció espectacular. Klor captó enseguida la mirada del joven en aquella muchacha. Pero no era eso lo que le importaba a Klor.

Zort estaba sentado apoyado contra la pared, parte de la gran muralla que protege al pueblo. A su lado se encontraba Fruk. No habían hablado mucho, pero se sentían a gusto el uno con el otro.  Pero el ruido metálico a unos pocos metros, llamó poderosamente la atención. Se miraron mutuamente, y corrieron donde se encontraban los desesperados guardias tratando de resistir el feroz ataque.

Oghort clavaba sus flechas en los corazones de los enemigos, desde una alta torre en la entrada. Grandes gritos largaban sus rivales, pero eran demasiados.  Se encontraba con dos arqueros más. Uno calló de bruces, cuando una flecha le atravesó la garganta. Oghort comprobó que su compañero lo miraba.
- Lamento lo de tu amigo...- dijo Oghort, esperando que su compañero siguiese con su ataque. Pero los resultados no le fueron favorables, el otro arquero arrojó el arco, y hecho a correr por la escalera en busca de refugio.  Oghort gritó.
- ¡Maldito canalla!. No puedes huir a un combate- el rostro de Oghort no mostraba nada más que rabia.

Uryfeh, paseaba por las caballerizas, el desfile estaría terminando, y el sol ya casi estaba en el horizonte, dando paso a la noche. Recordando viejos momentos con su fiel corsél, no dejó escapar una lágrima.  Necesitaba comprar un caballo que se le pareciera bastante a viento veloz. Al final del gran establo, encontró un caballo de color negro, que llamó su atención. Se acercó al animal, para comprobar su estado. Cuando se acerco al caballo, murmuró "no debe tener muchos años"
- Está en lo cierto, amigo. Este animal, solo tiene tres años, y está recién domado, listo para que un dueño le enseñe todos los trucos que desee. Le digo que este animal tiene la habilidad de aprender muy rápido y puede ser obediente con quien quiera que lo ame. - Uryfeh se dio vuelta para comprobar que el vendedor estaba atrás suyo.  Sabía que el hombre era buen comerciante, y como tal, debía tratar de vender cuanto más pueda. Pero Uryfeh no dudaba las palabras que decía. Entonces respondió
- ¿Cuanto cuesta?
- Trescientas piezas de oro- el rostro del vendedor adquirió una gran sonrisa cuando Uryfeh sacó las trescientas piezas y se las entregó en la mano.- Te puedo hacer un regalo...- esperó un momento mientras contaba las monedas- ... te doy una montura hecha para los guerreros como usted- se dio cuenta, por el arma y la armadura, que era un guerrero.
Sin esperar más tiempo, el vendedor hecho un silbido, seguido del cual, aparecieron dos chicos cargando una montura. Se apresuraron a alcanzarle el caballo a Uryfeh, quien ya empezaba a perder la paciencia.  Montó el animal, y salió a todo galope por la puerta del establo.

El viejo Brieh, se mantenía sentado en la barra de la taberna de la ciudad. Enfrente, estaba el posadero, un gordo con barba negra, que se las pasaba limpiando copas. Un hombre grande, sentado en una mesa, más allá de la luz, miraba a Brieh con una mirada amenazadora. Brieh no le temía al grandote, y le devolvía la miraba, pero cada cierto tiempo.
Ya iba por el tercer trago, cuando una mujer entró a la taberna gritando "Elfos oscuros, en la ciudad",  y luego de decir esto, salió corriendo por la puerta donde había entrado. Todo el mundo pensaba que era una loca, pero se equivocaban. En aquel instante, entraron una banda de elfos oscuros, y empezaron a sacudir  a golpes a la gente de la taberna.

Irwenor vio correr a la gente en todas direcciones, y al mago parado en su asiento. Unas criaturas con el rostro muy negro aparecieron en la calle.  El chico escuchó a Klor mencionar: "¡elfos oscuros!".
Antes que Klor pudiese hacer algo, una bestia pasó por el cielo ya casi oscuro. Toda la ciudad vio venir al gran dragón, montado encima a Sebhathiar.
Klor advirtió que el hechicero se sacaba con un simple conjuro, una flecha clavada en el antebrazo. Ferthorn, pegó una salto tremendo, y esperó a que el hechicero bajara del dragón.  Sebhathiar abrió un gran hoyo negro en el cielo (difícil de reconocer, ya que era de noche). Klor conocía las intenciones del hechicero. Con el hoyo ese, se invocaba a la gran magia del inmortal. Klor luchó por mantener ese hoyo cerrado. Por ahora,  su magia estaba ganando, pero no tardaría en cansarse.
Por su parte, Irwenor se fijó que la elfo Súlin esté bien. Pero notó la presencia de los ágiles elfos oscuros. El chico salió corriendo con la espada en la mano.

Zort levantó su espada de doble filo, ya con mucha sangre oscura chorreando por el mango, y volvió a golpear a otro. Muchos elfos oscuros caían a su paso, pero eran demasiados, esto ya empezaba a desagradarle a Zort.  Fruk, seguía manchando su hacha de doble filo, mientras cortaba la cabeza de otra pobre víctima. Ya habían matado una docena, pero todavía quedaban muchos más en la plaza.  Corrieron hacía la plaza, pero en el camino tropezaron con cinco elfos oscuros, los cuales nada más retrasaron su camino. Con los cinco cadáveres atrás, los dos compañeros emprendieron otra vez la corrida.

 Oghort vio una sombra por encima de la torre. El cielo estrellado no le dejo distinguir bien que era, pero a él no lo engañaba nadie, lo que tenía enfrente era un dragón. Oghort se encontraba solo en la torre, pero eso no era motivo para escabullirse como el otro compañero. Divisó una forma humana arriba del dragón, lo cual hizo que se encendiera el instinto guerrero. Con un flechazo que zumbaba en el aire, el dragón hizo a tiempo para correrse, pero el hechicero no pudo evitar gritar del dolor causado por la flecha en su antebrazo. El dragón, enfurecido por el sufrimiento de su amo, se abalanzó lleno de cólera hacia la torre, la cual no tardó en derrumnbarse. Fue muy extraño para el hechicero, ya que el derrumbe no había ocasionado grandes ruidos. Pero entendió luego de unos segundos, que la torre había sido construida por los enanos, quienes tenían una magia especial para sus construcciones. Pasados varios minutos del ataque del dragón, el polvo ya se había acentado y los restos de la torre, yacían en el suelo.

Uryfeh cabalgaba con su nuevo caballo, cuando vio unos elfos oscuros matando a una mujer y a su hijo.  La pobre señora y el indefenso chico, gritaban palabras dolorosas, pero la imagen de la daga, incrustándose en el fino cuello del niño, nunca se le iba borrar de la memoria. Sin pensarlo demasiado, Uryfeh salió en busca de venganza. Estando a caballo, sería una ventaja aprovechable. Se acercó al primero de los tres elfos oscuros, al primero le separó la cabeza del cuerpo con un buen espadaso. El segundo se le complicó un poco. Apenas sí resistió un par de veces, pero el corazón sería bruscamente arrancado por la irresistible furia de Uryfeh. Al tercero, no pudo vencerlo. La suerte le jugó en contra esta vez. Cuando Uryfeh estaba matando al segundo elfo oscuro, el caballero recibió un espadaso por atrás, cayendo al suelo.

Brieh ya se había levantado de su asiento. Los únicos dos que quedaban en la posada eran él y el viejo que lo miraba unos minutos antes. Toda la taberna estaba encendida, llamas de fuego corrían en las paredes. Se acercó a donde había dos elfos oscuros, sacó un mazo de madera, y le partió la cabeza. Vale aclarar, que el mazo es mágicamente muy fuerte, casi indestructible y un buen golpe en las costillas, te haría morir, porque las costillas, se hundirían en los pulmones.
Se acercó a donde estaba parado el viejo. La taberna ardía atrás de ellos. Tres elfos salieron de un costado, con una sonrisa en la cara. Un solo golpe de Brieh, hizo que un elfo se retorciera de dolor. En otro costado, el viejo no podía defenderse del otro elfo oscuro. Para cuando Brieh intentó acercarse, ya era demasiado tarde, la espada del elfo oscuro se le clavó  en el corazón, al mismo tiempo que Brieh se sacaba de encima a el otro elfo. El asesino del viejo, salió de un ágil salto por la ventana, pero Brieh era demasiado viejo para saltar y cruzar la ventana. Se dio cuenta de que el edificio estaba por caer, pero fue demasiado tarde, la posada entera se vino abajo.
      
 Nunca antes Irwenor había agarrado una espada para golpear a un rival. Cuando se encontró a unos cinco pasos de su rival, la mano le empezó a temblar, pero no vaciló. Descargando un golpe por la espalda, el elfo oscuro que acechaba a la elfo Súlin, cayó de bruces al piso. Era la primera vez que mataba a alguien, y no se lo puede llamar cobarde por atacar de atrás, sabiendo la diferencia en el uso de la espada que había.
El otro elfo, se dio vuelta, al ver que su compañero había caído. Se dedicó a matar a Irwenor, pero éste fue más rápido, y logró escabullirse. Esto siguió un par de veces más, pero ya se sentía cansado. Solo un momento se tomó para mirar, y la elfo ya no estaba. Mil cosas se le cruzaron en la cabeza, desde que un elfo oscuro la había raptado, o a que haya escapado. Pero ahora tenía algo mejor que hacer, huir del desaforado elfo oscuro. Empezó a correr con todas las fuerzas que le quedaron y se metió en una casa abandonada por sus dueños. Una casa enfrente de la plaza.

Ferthorn tiró a Sebhathiar con un mando doble que dejó impresionado a los pocos elfos oscuros que observaban al gran hechicero. Sebhathiar levantó las manos conjurando un hechizo, cuando Ferthorn logró escabullirse entre unas casas incendiadas.
Dos minutos tardó el gran mago en encontrar al príncipe. Las casas de madera que habían sido incendiadas, fueron arrasadas por los elfos oscuros, por lo que Ferthorn salió de su escondite, dejando atrás a un par de elfos oscuros, ya sin vida.

Klor se ocupaba de matar al dragón, pero éste recibía fuerzas de otra dimensión. Con gran desesperación, el mago logró apenas lastimarlo un poco, pero el dragón con una llamarada de fuego, derrumbo el palco entero, con toda la gente que allí había. En unos segundos, solo quedaron escombros, no había señales del rey, ni de otros nobles, ni siquiera de Klor.

Zort, vio que en la plaza principal estaba peleando el príncipe con el hechicero, pero él no podía ir a ayudarlo, ya que estaba rodeado por diez elfos oscuros, tres de ellos eran generales, y por eso tenían armaduras, por esto Zort los reconoció como tales.  Sacó su espada, y empezó a luchar con todas sus fuerzas. Sabía que pronto iba a caer, porque cada vez llegaban más elfos oscuros. Las gotas de sudor hacían que su vista se nublara de a ratos, y atacaba solamente con sus vanos instintos. Mucha sangre había derramado ya.

Fruk vio que su amigo estaba en apuros, por lo que salió corriendo con su hacha en la mano, preparado para salvar a su amigo.
Estaban ahora los dos, peleando contra varios elfos oscuros.  Espalda con espalda, hombro con hombro, enfrente de los elfos oscuros. Solo podían confiar en la suerte de su compañero y a estas alturas amigo. Fruk manejaba muy bien el hacha, pero un general de los elfos oscuros, se le plantó enfrente y con un ágil movimiento, logró esquivar el ataque de Fruk,  para contraatacar y dar de lleno en el cuerpo de Fruk.  El grandote de las islas del sur, salió volando dos metros, su escudo por un lado, y su hacha por otro. Esa enormidad de músculos en el suelo, no era posible. Zort vio como su compañero estaba en aprietos, y se le llenaban los ojos de lágrimas, porque no podía defenderlo. Estaba rodeado por dos generales, y eran muy hábiles para manejar la espada. Fruk daba meras señales de vida, cuando el general de los elfos oscuros se acercó para dar su golpe final sobre el caído Fruk.

Oghort parecía un monstruo de polvo, de arriba abajo lleno de polvo producido por el derrumbe de la torre. Tardó varios segundos en volver todos sus pensamientos a la normalidad. Caminó lentamente. No había ya tantos elfos oscuros,  vivos por lo menos. Muchos habían muerto esa noche, pero no había que parar. La sangre volvió a correr por sus venas, la guerra lo motivaba. Se fijó en su carcaj, y aún tenía varias flechas. Buscó tranquilamente, un edificio alto y seguro, donde podía disparar flechas tranquilamente. Los elfos oscuros nunca supieron de donde salían las flechas que les atravesaron el corazón. Muchas veces había disparado Oghort, pero ahora había visto lo que iba a ser su disparo más difícil. Había un elfo oscuro parado enfrente de un hombre grande, que yacía en el suelo. Oghort tensó su arco, el aire no parecía moverse, su pelo rubio estaba muy quieto, necesitaba concentración y buen pulso. La flecha salió disparada, él cerró los ojos, para no ver el resultado de su tiro. Se imaginó a Fruk muerto, atravesado por esas horribles espadas de los oscuros elfos. Instintivamente abrió los ojos y vio al elfo oscuro tirado en el suelo, con una flecha clavada en el cuello, entre la parte del casco y el final de la armadura que cubre la espalda. Su tiró había tenido éxito. Le quedaban dos flechas, y no pensaba desgastarlas, asique se dispuso a observar donde gastar sus últimas fichas de ataque.

El caballo de Uryfeh se levantó con dificultad, pero él ya estaba peleando contra el elfo oscuro. Sus espadas chocaban una y otra vez. Había fuegos por todas partes, la ciudad entera ardía, pero los elfos oscuros trataban una desordenada retirada. Uryfeh había vencido a su rival, pero en vez de dedicarse a perseguir a los desesperados elfos, se quedó con su caballo, que tenía una herida en la cola.

Irwenor miraba desde la casa abandonada, tenía miedo. Veía a traves de la ventana, que los elfos corrían hacia la salida, que los hombres del rey Frither terminaban de matar a los elfos que quedaban rezagados, o que estaban en el piso.
Una mano se posó en su hombro. La sangre se le heló totalmente, sus ojos se abrieron tanto que Irwenor sintió que se le salían desorbitados. Se dio vuelta lentamente, y entre la oscuridad y la poca luz del fuego que entraba por la ventana, vio un par de ojos verdes que lo miraban. Su corazón dio un vuelco terrible. Esos ojos que lo miraban, estaban llenos de ternura, pero también tenían miedo. El cabello negro como el azabache caía por sus hombros, y contrastaba con la piel blanca de su cara. La perfección de su cuerpo, y la hermosura de su rostro, hizo que Irwenor se diera cuenta de quien era. Era la elfa que había visto y que había salvado. Afuera escuchaba gritos de dolor y de triunfo, escuchaba el rechinar de las espadas, escuchaba el fuego que se comía rápidamente edificios de madera. Pero a él nada lo sacaba de su sueño, miraba esos ojos con ternura, su estomago entero se revolvía, quería gritar, quería abrasarla, el corazón se le salía del pecho. Se quedó mirándola un par de segundos, y luego ella sonrió diciéndole un amable "gracias..." que Irwenor nunca en su vida iba a olvidar. Ante la parálisis de Irwenor, la elfa dijo
- Supongo que los dos estamos escapando de la guerra... -dijo en un tono tímido
- Se podría decir que temo por su salud - dijo sin sentirse avergonzado de escapar a la guerra- pero también es cierto que escapo de la guerra...- ahí si se sonrojó un poco.- no estoy acostumbrado a las armas...
- Yo...- dijo la elfa- ... tenemos que irnos... o por lo menos yo, me espera mi padre y... - la elfa trago un poco de saliva- mi prometido...
- ¿Tu... tu prometido? - Dijo Irwenor que intentó contener la angustia-... no pareces del todo contenta... - dijo Irwenor al notar el tono de la elfa.
- Lo que pasa... - contestó ella- es que mi padre quiere que me case con él... es un buen elfo, pero yo no estoy enamorada de él. Pero mi padre insiste... y yo no puedo contradecir una orden suya...
- Veo... - dijo Irwenor bajando la mirada.- Entonces entiendo esto de negocios...
- ¡No soy un negocio!- dijo la elfa media enojada, pero sabiendo que tenía algo de razón Irwenor.- es solo que... mi padre quiere lo mejor para mi...
- Vamos yendo... te llevo, esto parece que acaba.- dijo Irwenor simulando que no le importó lo último que dijo ella.- se hace tarde ya, y deben estar preocupados por vos... mucha gente debe estar pendiente de vos... -dijo, y levantó la cabeza.- tienes suerte... aprovecha a la gente que te quiere...
Ella lo tomó de la mano, cosa que a él le rompió el corazón. Pero Irwenor tomó suavemente la mano y la guió hacia las afueras de la casa, hacia el centro de la plaza donde estaban todos.

Ferthorn miraba a Sebhathiar quien contemplaba su derrota. Miró el oscuro cielo, que ahora tenía un tono rojizo por el abundante fuego que había en la ciudad. Entonces pensó que no había perdido, sino que más bien había ganado pero era el momento justo para retirarse, y provocando un remolino de polvo y humo, logró escabullirse e irse de la ciudad en ruinas.

Klor logró hacer que el dragón se vaya siguiendo los pasos de su amo. El mago sabía que esto era solo el comienzo de una dura batalla que estaba a punto de librarse. Los elfos oscuros no había sacado todo su potencial, y toda la tierra corría peligro, pero no ahora. Este había sido un ataque para probar las fuerzas del rey, y por suerte había salido mal, aunque las bajas humanas y materiales fueron muchas.

Fruk había sido salvado por una flecha de Oghort quien ya bajaba para sumarse al grupo que estaba en la plaza, teniendo en cuenta que Zort había logrado matar a los dos generales con los que había estado peleando.



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