La dulce voz de la batalla

 El rey Frither había dejado que todas las personas que hubieran sufrido pérdidas en el ataque de Sebhathiar se quedaran en el castillo mismo. Klor se encontraba de mal humor, pues no había conseguido rastros de Brieh
- Era una rata... -dijo Fruk mientras destrozaba un trozo de carne y hablaba con Irwenor.- ... era una rata, pero igual, era un buen tipo, pero así es la guerra, lamentablemente hay gente que muere...
Obviamente Irwenor nunca había estado en una guerra y se sentía mal. Había visto mucha sangre derramada y él no estaba preparado para eso, había sido un shock. Klor le dijo una vez que algún día iba a entender el pensamiento de la gente que busca la guerra, pero este no era ese momento. Irwenor no sabía nada de guerras, pero ya sentía que su misión había empezado "y empeorará" pensó para sí mismo como dándose aliento. Estaba recostado en su cama, ya no tenía sueño. Se levantó de un salto, todos dormían, o por lo menos eso le pareció a él.
En el patio del castillo hacía frío, corría una brisa suave pero fresca, que le hacía recordar viejos momentos en la cabaña del viejo Rynch. Se sentó en el pasto, cerca de un árbol grande, que parecía muy viejo ya. Se recostó con los brazos abiertos y miraba a las estrellas. Cerraba los ojos por un momento y veía a la elfa, los volvía abrir y seguía mirando las estrella y alguna que otra estrella fugaz. Se cubrió la cara con una mano y casi se queda dormido allí de no ser  por sentir la presencia de alguien más. Se levantó de golpe, y sus ojos no lo engañaban y su corazón empezó a llorar, un llanto que le hacía bien, una música que recorría su cuerpo. La vio ahí, con un suave vestido blanco de seda que le marcaba las curvas de su cuerpo, y el pelo negro y esos ojos verdes, que pasaban la belleza de todas las estrellas del cielo juntas.
- Hola... -dijo ella tímidamente.-... ¿Puedo sentarme con vos?
- Claro... no hay problema.- contestó Irwenor. Su corazón latía a una velocidad increíble. Y cuando ella rozó su mano con la suya el corazón casi se le para de golpe y cerró sus ojos.
- Linda noche... lástima lo de hoy.- dijo ella con tristeza.- varios de mi pueblo se han muerto y...
- Shh...- Irwenor la cayó suavemente.- ahora no podemos pensar en eso. Es duro lo sé, perdí un amigo hoy, pero siento ganas de no pensar en eso y seguir  adelante, y disfrutar de esta noche que me da la paz para vivir.
- La paz para vivir...- ella miraba al cielo.- ojalá existiera la paz para poder vivir bien.
- ¿Qué es vivir bien?- preguntó él.- yo no conozco que es vivir en felicidad. Nunca tuve una vida feliz, y no creo que la tenga nunca. Nací con un propósito y una encomendación, y tengo que morir haciéndola.
- No digas eso... puedes vivir feliz algún día. Solo tienes que construir esa felicidad, dejarte guiar por tus sentimientos. Tenes que ser capaz de encontrar el camino a la felicidad.
- Mi felicidad la veo al lado tuyo.- dijo Irwenor sin saber lo que dijo. Solo siguió a su corazón, y se arrepintió de haberlo dicho de tal manera. El silencio que siguió fue incómodo
- No sabes lo que dices...- le dijo ella.- No puedes encontrar felicidad al lado mío. O sea, podemos ser amigos, yo estoy comprometida, podes buscar otra chica para formar tu familia, alguien que si te pueda hacer feliz. Ser amigos, eso podemos ser.
- Amigos...- dijo mientras se paraba lentamente
- ¿Dónde vas?- preguntó rápidamente la elfa.
- Me voy al pueblo a buscar alguien a quien poder darle mi corazón.- dijo sin mirar atrás y se marchó directo a su cuarto
- Estoy comprometida... - dijo en voz baja para sí misma, como intentando convencerse a sí misma

Era la mañana de la partida del grupo de elfos. Del grupo que había llegado solo volvía la mitad. El rey de los elfos se acercó a su hija
- Awinde... hija mía, ¿qué es lo que buscas?
- Nada padre.- Aunque buscaba con la mirada a ver si podía encontrar entre la gente a Irwenor, más no lo vio, debido que él se encontraba en su cuarto, mirando al horizonte, con la mirada quien sabe donde. 
No tardó más de diez minutos en irse la compañía de los elfos. Se fueron al sur, muy al sur.

Klor se sentó al lado del muchacho, trataba de ver lo mismo que él.
- Pese a mi abundante experiencia, no puedo ver donde estas mirando ni puedo imaginar lo que estas pensando.- dijo el mago con una sonrisa
- ... no...- alcanzó a decir el chico que miró hacía abajo repentinamente.- no pienso en nada señor...
- Oh! Ya veo... - dijo con fingido alivio.- el amor es no pensar en nada hijo mío.
- ¿cómo..?.- dijo Irwenor levantando la cara para mirar al mago. Este le sonreía y le guiñó un ojo.- no importa ya... se fue. Y está comprometida.
- Sé que esperas un comentario de aliento de parte mía. O mejor dicho, sé que esperas que te diga que corras en su busca, que te esta esperando. Más no puedo mentirte, puedo saber bastante sobre muchas cosas, pero el amor es un arte impredecible y no puedo dominarlo yo.- hizo una breve pausa.- debes ponerte contento que estará en buenas manos. Ahora cambiemos de tema, porque tenemos mucho entrenamiento todavía por delante. Y me gustaría que no dediquemos a tus conocimientos en el arte de la guerra, y en los libros. Pero hay algo que quiero inculcarte...- dijo con una pausa para llamar la atención del joven.- Que siempre que quieras algo, debes luchar por ello, y buscar siempre conseguir con éxito eso que buscas.
Klor no supo si Irwenor entendió la indirecta o no. Pero el chico cambió sus ánimos los siguientes meses. Aunque nunca en esos meses dejó de pensar en la elfa de ojos verdes que llamó su atención, y más que nada su corazón. Pero llegó el momento que el sentimiento hacia ella llegó a ser más que un recuerdo. Sus entrenamientos y sus horas en la biblioteca lo mantenían ocupado, y día a día mejoraba todas sus cualidades, para algún día enfrentarse al enemigo al cual estaba destinado a enfrentarse.

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