Regreso a la Tierra Media

11 de Agosto de 2004, a las 00:00 - Ruby_Bolsón
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Capitulo 2

“Muy bien Lau... intenta conservar la calma...¿Qué más da que un viejecillo al que no conoces de nada, que va vestido como si acabara de salir de una obra de Tolkien, que dice que te conoce y que tienes un gran destino reservado en su mundo, te llame por tu nombre en hobbitico(que has encontrado en Internet y que nadie más que tu conocía), te llame además por tu nombre real y encima conozca tooooodos tus pensamientos más secretos?”
Así iba yo, a través del Campus, pensando en todo ello, sintiéndome cada vez más y más confundida y aterrorizada, ignorando el bonito paisaje que me rodeaba e incluso a la gente que me saludaba, compañeros de curso e incluso algunos amigos que me levantaban la mano veían como su vieja amiga Lauree miraba hacia el suelo con una expresión indescriptible. Al día siguiente muchos comentaron esto en la facultad: antes de desaparecer, Lauree iba por el campus con una expresión que denotaba que había roto con Sean... seguro que era eso... mis queridos compañeros... eran muy perspicaces... aunque también era verdad que ninguno de ellos creería ni se aventuraría a imaginar lo que me había ocurrido...

Así pues, me sentí contenta cuando vislumbré el viejo bloque de edificios donde vivíamos. Llegue a la puerta casi al trote, y ya allí me costó tres intentos meter la llave en la cerradura. Cuando al fin lo conseguí y pude entrar en el piso, me apoyé en la puerta con los ojos cerrados. Entre la carrerilla y la confusión que tenia, me había comenzado a doler la cabeza. La sangre me palpitaba en las sienes, y sentía martillazos por toda la cabeza; y en esta solo veía imágenes del viejo... ese hombre tan extraño que había dicho ser un Istari... uno de los cinco... ¿Se trataría de una broma?¿Algo preparado por mis amigas?¿O por Sean?¿Intentarían reírse de mi? No lo creía, ese mago sabia cosas que siquiera Sean podía saber.

En un intento de dejar de darle vueltas al tema, me dirigí a la cocina, donde me preparé un vaso de leche fría, con el que seguidamente me dirigí a mi cuarto. No me había fijado si mis amigas habían llegado, pero suponía que no, pues, según el reloj de la cocina solo eran las 9 de la mañana... “yo debería estar en mi segunda clase en estos momentos”, pensé. Mis amigas puede que incluso no hubieran entrado en clase aun.
Entonces me di cuenta de algo... recordé que, cuando Valentine se había marchado, tras haberme contado su problema(del que ahora no recordaba mucho, pues mi mente tenia bastantes lagunas)había mirado mi reloj, que marcaba las 7.30 de la mañana... eso solo había sido unos minutos antes de comenzar a hablar con el viejo,; entonces... ¿Cómo era posible que hubiera pasado una hora y media desde nuestra extraña charla? Si yo pensaba que, como mucho, había tardado un cuarto de hora...
Temblando, me incorporé de la mesa de la cocina, la misma mesa en la que todas las noches montañas de libros y apuntes descansaban, pero que se me tornaba extraña y vacía. Una arcada amenazó mi garganta, y mareada, me dirigí a mi habitación a comprobar mi reloj digital, regalo de Dessy hacía 4 años casi.
Al mirar mi reloj caí en un estado de desesperación: los números rojos marcaban, burlones, las 9:02 minutos.
Comprobé todos los relojes de la casa: mi reloj de pulsera, el de mi móvil, el de la salita... todos marcaban similares horas: 9:04, 9:01... no cabía duda, había pasado una hora y media larga desde mi conversación con el extraño viejo y yo siquiera me había percatado de ello.
Derrotada, y con miles de nueves bailando alrededor de mis ojos, caí sobre el sillón. Cerré los ojos, pero era inútil intentar dejar la mente en blanco: la cara del viejo, atrayente, amable y fría a la vez no dejaba de aparecer, con su mueca parecida a una sonrisa... una sonrisa, sin embargo, amarga, que no presagiaba buenos tiempos...
“¿Gandalf?”pensé, sin saber bien por qué; pero el pensamiento me hizo dar un respingo en el sillón. Y entonces vino a mi mente el sueño de la noche anterior: el mismo viejo, la misma persona a la que no había logrado ver la cara, pero que, sin embargo, sabia que era el, el mismo de mi sueño.
“Gandalf...”volví a pensar...sin saber muy bien la razón...
recordé también que en el sueño yo no estaba asustada... no, más bien me sentía...
Feliz... si, me sentía inmensamente...  feliz...
Un timbrazo me sacó de mis ensoñaciones, pues había caído en un estado de sopor. Me dirigí a la puerta, dispuesta a abrir, pero me di cuenta a medio camino de que se trataba del teléfono. Regresé al salón corriendo, sintiéndome aun bastante cargada, y descolgué el teléfono con tal viveza que casi se me cae al suelo.

- ¿Diga?-contesté.
- Hola, ¿Me tienes olvidado eh?

Por la voz reconocí a Sean. Me había dicho que lo llamara la noche anterior,  pero al dormirme, me había olvidado completamente.
- Oh vaya... lo siento Sean... pero estaba bastante cansada, y casi no me aguantaba en pie. Lo siento... –me excusé.
- No pasa nada mujer; me daba miedo llamarte, por si aun estabas en clase, pero veo que ya has vuelto.
- Bueno, en realidad no he ido hoy. Me encontraba un poco mal; me estaba doliendo la cabeza.
- ¿Y llevas toda la mañana durmiendo?-me preguntó mi novio, con un ligero tono de preocupación.
- ¿Pero qué dices? Si solo son las...

Me detuve. Miré hacia la pared... y me quedé petrificada...

- ¡Vamos Lau! ¡Son las doce del mediodía! creo que es bastante tarde ya. ¿Lau?¿Lauree?¿Estas ahí todavía?

Los nudillos se me estaban poniendo blancos a causa de la fuerza con la que estaba apretando el auricular.¿Qué me estaba pasando? O, mejor aún... ¿Qué le estaba pasando al tiempo?

“Dios mío estoy volviéndome realmente loca...”

- ¿Lauree?¿Me has colgado?

La voz chillona de preocupación de mi novio me hizo reaccionar un poco.

- Oye, Sean, creo que me estoy mareando otra vez... creo que iré un rato a acostarme... ¿No te importa y hablamos más tarde?
- ¿seguro que te encuentras mejor?
- Que si hombre, tu tranquilízate- dije, intentando parecer despreocupada- nos veremos esta noche, como habíamos previsto, ¿vale?

Eso pareció tranquilizarlo un poco.

- De acuerdo...-dijo, resignado- llegaré al apartamento alrededor de las 9 ¿Vale?

“Osea, dentro de media hora ¿no? porque, de la manera que está el tiempo...”-pensé, poniendo los ojos en blanco.

- ¿Lauree?
- Si si, no te preocupes más por mi, Sean, tranquilo, nos veremos a esa hora... adiós nene.

Colgué el auricular, sintiendo como me volvía el dolor de cabeza. De momento todo seguía normal, pues el reloj marcaba las doce y cinco minutos.

“Dios... ¿En qué lío estoy metida?”

A la una de la tarde, llegó Sheyla, y me encontró dando vueltas entre los muebles del salón, con una guía de la Tierra Media en la mano abierta por la parte de los Istari; una gran fuente de información que no me decía nada nuevo. Creía saberlo todo sobre los Istari, pero no eso de que viajaran en el tiempo y pudieran estar por los bancos de mi facultad observándome.

- Vaya, ¿Estás estudiando para tus exámenes finales de Hobbitología?- me dijo, burlona.
- Sheyla no me vengas con tonterías. Me acaba de pasar algo muy gordo y muy raro que me tiene asustada...
- ¿En serio?-dijo con una expresión de exagerado asombro. Se veía que se seguía burlando.- ¿Ha aparecido Gandalf y te he dicho que hagas las maletas para irte a la Tierra Media?
- Pues precisamente... – dije, desplomándome sobre el sofá, cansada y ansiosa por explicarle a alguien todo lo que me había pasado. Dejé bruscamente el libro sobre la mesa, que se deslizó unos pocos centímetros hasta caer con un golpe seco sobre el suelo enmoquetado.

Sheyla parecía tomarme ahora un poco más en serio. Mi cara denotaba desesperación, y ella solía notarme cuando iba realmente en serio.

- Oye, nena, que te creo, ¿Vale? Ahora vamos, cuéntamelo todo.-dijo, cariñosamente, sentándose junto a mi en el sofá y recogiendo el libro del suelo.
- Sheyla, creo que esto solo te lo puedo contar a ti. Me da la impresión de que solo tu me creerías; aunque tengo mis dudas, porque es bastante... surrealista...
- ¿Surrealista?-preguntó, frunciendo el ceño.

Entonces le relaté todo lo que me había ocurrido. Comencé cuando Valentine se fue a la  facultad tras haberme contado su problema(del que aun no me acordaba muy bien), de cómo había sacado mi libro y de todo lo que aquel viejo tan raro me había contado; incluso llegué a contarle las raras palabras con las que me había despedido, las que me habían parecido sindarín. No olvidé los saltos en el tiempo, que era lo más preocupada que me tenía.
 Mi amiga no abrió la boca durante todo mi relato, y, cuando al fin concluí, miré su expresión. La boca estaba ligeramente entreabierta, y sus ojos no dejaban de escrutarme.

“Ya está... ahora si que la he hecho bueno... cree que estoy loca...”

finalmente, abrió la boca, para después volver a cerrarla. Finalmente, viendo mi gesto de impaciencia, habló:

- Si... realmente es bastante surrealista...
- Bueno, pero.. ¿Qué opinas?- pregunté, rozando la súplica.
- Pues... que esta noche voy a quemar todos tus libros de Tolkien...
- Sheyla, esto es serio... se que nada de lo que digo parece coherente, pero créeme, todo es verdad. ¿Por qué si no iba a contarte una cosa así?

Mi amiga parecía ahora más preocupada. Pero me daba la sensación de que no era por mi problema, sino mas bien por mi salud mental. Con gesto firme, se levantó, y, dirigiendo una rápida mirada a mi “Guía de la Tierra Media”, fue hacia la cocina mientras decía:

- ¿Sabes que es lo que creo? Que te hace falta dormir un buen rato. Ahora mismo te metes en la cama mientras  yo te preparo una tila o algo así... verás como esta tarde, cuando te despiertes, estarás como nueva.
- Sheyla... no es dormir lo que mas necesito en este momento...
- ¿Pero no me acabas de decir que antes te quedaste traspuesta en el sillón?- me interrumpió. Era obvio que intentaba quitarle hierro al asunto e ignorarlo.- ¡Así no vas a estar lista para cuando Sean venga a buscarte!
- ¿Pero es que no lo entiendes?-exclamé, bastante enfadada ya. Presentía que si Sheyla, la amante de todo lo relacionado con la Tierra Media y con Tolkien, no era capaz de pararse a meditar mis palabras sin creer que estaba loca, nadie lo haría.- Ese viejo loco, o Istari, o fuera lo que fuere, me dijo que partiría cuando el sueño se apoderara de mi. ¡No puedo dormirme, o algo gordo me va a pasar!
- Lauree, ese viejo estaba loco, menos que tú, espero... y solo intentaba asustarte. Hay millones de viejos que suelen pasearse por los alrededores y que les gritan a las chicas, incluso a veces hasta comienzan a hablarles una sarta de locuras, y es lógico que a ti te ha pasado lo mismo.
- ¡Pero Sheyla! Ese hombre no estaba por los alrededores, se encontraba dentro del campus, sentado en el banco en el que todas las mañana nos sentamos ¿ Entiendes?

Mi amiga se encontró sin argumentos para contradecirme. Soltó un bufido y replicó:

- Bueno, en todo caso, sigo pensando que debes dormir un rato. Hazlo por mi, por favor...

Sheyla siempre sabia como hacer sentir a uno culpable... no quería preocupar a mi amiga con mis cosas raras...¿Y si todo me lo había inventado?¿Y si todo hubiera sido fruto de mi imaginación? quizá me había quedado dormida en el banquito del campus y había soñado con todo aquello... quizá por eso el tiempo había pasado tan rápido, quizá...

- Quizá tengas razón...-contesté a mi amiga, no sin esfuerzo-. Puede que me quedara dormida en el banco... anoche no dormí muy bien y esta mañana estaba bastante cansada...

Mi amiga sonrió, con una expresión de alivio en el rostro. Quizá porque yo no le parecía tan loca como ella había creído... demasiados quizás... la sangre me palpitaba de nuevo en las sienes, cada vez con mayor intensidad.

- Pues venga, vete a echarte un rato. Te despertaré por la tarde, para que tengas tiempo de arreglarte para salir esta noche ¿ vale?

Asentí, un poco apesadumbrada. ¿Iba a aceptar tan fácilmente de que solo se había tratado de una paranoia mía, todo fruto de mi imaginación?

Sí- pensé. Y con este confuso pensamiento, me dirigí a seguir el consejo de mi amiga y pasarme la mitad del día durmiendo, no sin antes agradecerle todo lo que había hecho por mi y darle un abrazo. Sheyla fue la última persona que me vio en ese día.


Entré en mi cuarto y me desplomé sobre la cama. Estaba derrotada, a pesar de la poca parte del día que había pasado. La verdad es que resultaba reconfortante el tacto de las sabanas, tan suaves y con ese olor a limpio que incitaba al sueño... y...
Me incorporé con una sacudida, media somnolienta. Me froté los ojos con energía, intentando permanecer despierta, pues no pensaba dormirme. Las palabras del viejo no se me quitaban de la cabeza...

Partirás cuando el sueño se apodere de ti.

¿Pero en que locura me he metido?-pensé, por segunda vez en ese día, y quizá no sería la última.
Me tumbé de nuevo. Esta vez boca arriba, sin dejar de mirar las vigas de madera del techo permanecí así un buen rato, con los ojos tan abiertos como me lo permitían las cuencas, y viendo las manchas que se formaban por efectos de las sombras de la habitación en penumbra.
Mis pensamientos eran confusos. Una y otra vez aparecía ante mi el rostro del viejo
Gandalf
repitiendo una y otra vez que partiría cuando el sueño se apoderara de mi.

Mis párpados pesaban cada vez más y más. Mantenerme despierta se estaba convirtiendo en toda una odisea. Era como si algo me empujara a cerrar los ojos y olvidarme de todo.
Tal vez sea lo mejor... tal vez sea lo que necesito-pensé, a punto de caer rendida al sueño.
Ese fue mi ultimo pensamiento. Finalmente, el sueño venció la batalla. Todo se volvió oscuro, y me sumí en un mar de sueños placenteros. Tanto era así, que me dio la impresión de estar viajando sobre las aguas de un río, tranquilas, apacibles, con el sol bañando mi rostro  rodeada de aromas embriagadores. Entonces sonreí al imaginario astro, y no recordé más.



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