La Saga de los Elegidos

18 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Sypholin
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Capítulo 3: El Desierto y las Ruinas.


-Así que eres sobrina de Wes Holm -dijo Charlie-. Mis padres debieron haberte reconocido, supongo. Te pareces un poco a tu tío.
-Sí -dijo ella-. Me parezco a los hermanos de mi padre.
"No creo que tus padres me hayan reconocido, Charlie. La última vez que fui con mi tío a su casa fue... hace... unos 8 años atrás. Iba a cumplir dos años en ese entonces... y mi tío llevó a mis padres a conocer a los tuyos.
-Pero... yo me acuerdo perfectamente de esa noche y... ¡No lo creo! ¿Realmente eres tú? ¿Esa niñita que iba con el moño rosa en el cabello? ¿La que rompió algunos de mis juguetes cuando mis padres te dejaron entrar en mi pieza?
-¿Eres tú el niño pesado que me retó esa vez y me torturó hasta que lloré? ¿Eres tú quien me pegó con un biberón en la cabeza? ¿Eres tú el que me dijo "niña estúpida, rompiste mis juguetes. Ahora verás que se paga un caro precio..."? ¡No me lo creo! ¡Tanto que has cambiado! ¡Ahora pareces... bueno, una persona normal comparado con lo que eras antes!
-¡Oye! -dijo Charlie-. Tú me conociste apenas una noche... no sabes cómo me comportaba en casa... sin extraños.
-Me bastó una noche para saber cómo eras.
-Las cosas no son como parecen, Julie.
-Eso va para ti también.
-Parece que no has cambiado nada. ¡Sigues metiéndote en dónde no debes!
-Y tú tampoco has cambiado. Sigues siendo el mismo grandulón irascible y poco sociable.
-Yo no era poco sociable.
-Conmigo sí.
-Sólo era sociable con los que quería que fueran mis amigos.
Julie se quedó callada, y bajó la mirada.
-Con eso lo dijiste todo -dijo.
-¿Todo sobre qué?
-Nada...
-Mira, niña. Si te lastimó lo que dije, lo siento -dijo Charlie con la voz un poco brusca. Se notaba que no era sincero.
-Hay veces en las que las cosas no se arreglan con un "lo siento". Y menos con uno que es falso.
-¿Es ésta una de esas veces? No. Escúchame, Julie, no tienes por qué ponerte así por algo que dije. Sólo lo dije; tal vez fue un error mío.
-Tengo mis razones.
-¿Cuáles?
-¿Te interesan?
-Sí.
-Pues no te las diré.
Charlie pareció irritarse un poco. Pero después se le ocurrió algo para mejorar a su compañera de viaje.
-¿Puedo hacer algo por ti?
-No.
El plan de Charlie había fallado.
-Mira, Julie. No te pongas así. Me haces sentir... incómodo.
-Da igual.
-Mejor cambiemos de tema. ¿Qué haces en este avión? ¿Adónde viajas?
-Mis asuntos no son cosa tuya -respondió Julie con fríaldad.
-Ya, ya -dijo Charlie-. Se ve que no se puede conversar contigo cuando estás enojada. No eres como las demás mujeres.
-No, no lo soy. Hay pocas que pueden leer los labios.
-¿Sabes una cosa? Me voy a dormir. No quiero seguir perdiendo tiempo discutiendo contigo.
Charlie recostó el asiento hacia atrás, y quedó acostado. Se puso un cojín bajo la cabeza y pronto se durmió.
-Qué lástima -pensó Charlie antes de dormirse- que alguien tan bella como Julie sea tan cargante. Es un derroche total de cuerpo. Creo que sólo tiene eso y nada más... no me extrañaría si sufriera algún accidente... con ese cerebro que tiene...

-¡Despierta! -gritó Julie, histérica.
Charlie abrió los ojos e hizo el asiento hacia delante.
Una gárgola estaba parada en el pasillo, mirando fijamente a los dos jóvenes, aunque nadie más parecía verla.
-Dáme a la niña -dijo la gárgola con horripilante y tétrica voz-. O sufre por tu error.
-¿Quieres que te la dé? Encanta... -se calló. Comprendió que estaría cometiendo un error al entregarle a Julie. Podía ser muy pesada, pero era... pues, especial. Quería y no quería entregarla. Sí y no.
-Dáme a la niña -insistió la gárgola.
-No -dijo Charlie-. Puede que sea un poco pesada e inmadura...
-¡Oye! -dijo Julie-. ¡No soy inmadura!
-Pero eso no te da derecho alguno a llevártela -prosiguió Charlie.
-Ella se va conmigo, o se va conmigo - dijo la gárgola, con una voz más tétrica que antes-. No tiene otra opción. Ella se va, o tú la entregas...
-Te digo que no -dijo Charlie. Se había levantado del asiento y ahora amenazaba con los puños a la gárgola.
-Niño tonto... -se burló la gárgola- ahora sufrirás.
Un rayo brotó de la mano de la gárgola y le pegó a Charlie directo en el pecho. Lo único que él sintió fue un agudo dolor que venía del pecho y se le ramificaba por todo el cuerpo. Salió disparado hacia la ventana, mientras Julie gritaba y la gárgola se acercaba a ella.
Todo ocurrió muy rápido. La ventana se rompió y Charlie salió del avión... el cuerpo le dolía... la cabeza también. No comprendía nada. Cerró los ojos.
-¡Despierta! -dijo Julie con voz fría-. No querrás quedarte en el avión mientras todos se han bajado ya, flojo.
Charlie se levantó de un brinco. No podía comprenderlo. Estaba en el avión. Pero... si hace sólo un momento había salido disparado por la ventana. ¿Cómo era eso posible?
Charlie miró a su alrededor; el avión estaba lleno.
Julie se rió en voz baja, para que Charlie no la escuchara, mas igual oyó la risita.
-No le encuentro gracia -dijo Charlie-. Casi me matas del susto...
-¡Era sólo una broma!
Charlie esbozó una sonrisa.
-Supongo que no siempre puedo estar tan serio -dijo.
-Te hacía falta un pequeño susto. No despertabas. Con nada. Te remecí, te hablé en el oído, ¡pero nada!
-Y eso que tengo el sueño liviano -dijo Charlie-. ¿Acaso te preocupaste por mi?
-Ni lo creas -dijo Julie-. Si te morías... pues... yo sería la directa culpable y... pues... no me gustaría destruir mi vida por culpa de alguien tan... cargante.
-Sabes que es mentira.
-No puedes comprobarlo.
-No. Pero de todas formas, gracias por despertarme. Estaba atrapado en una horrible pesadilla.
-Tú y tus sueños.
-¡Sólo han sido dos!
-¡Pues ya son bastantes!
Charlie miró por la ventana. Estaba oscuro, de noche, y sólo se veían las nubes. Esperaba ver algo más.
-Creo que tienes razón -dijo lentamente Charlie-. Este día ha sido bastante... extraño, a decir verdad.
Julie no habló más del tema.
-Buenas noches, Charlie -le dijo-. Me voy a dormir. Tú ya has dormido bastante, así que...
-Yo te despertaré.
-Gracias -dijo ella. Echó el asiento hacia atrás, se puso el cojín bajo la cabeza y se durmió.
-No hay otra como ella -susurró Charlie-. No había conocido a alguien tan... extraño como ella. Pero es a la vez...algo indescriptible. En cierta forma, me apenaría no volver a verla. Y ni siquiera sé adónde va...
Le acercó la mano a los cabellos y se los acarició lenta y suavemente. De pronto, quitó la mano.
-¿Qué rayos estoy haciendo? -dijo.
Así pasó la noche. Mirando por la ventana, meditando un tiempo, dormitando por cortos lapsos de tiempo.
Cuando volvió a abrir los ojos, ya había amanecido.
-Despierta -le dijo suavemente a Julie.
Ella bostezó e inclinó hacia delante el asiento.
-Estamos por llegar a Santiago -le dijo Charlie-. Haremos una parada aquí y luego...
-Volarán hacia Calama -dijo Julie-. Eso ya lo sé. Pero no me bajo junto contigo; me bajo en Santiago.
-Ah ya -dijo él.
Cuando llegaron a Santiago, Charlie le dijo a Julie algo que ni él mismo hubiera esperado decirle la noche anterior.
-Escúchame... yo... lo siento. Me porté un poco hosco anoche, lo admito. Creo que ni yo mismo me soportaba. Por eso mismo... quería preguntarte si no... podíamos ser amigos por lo menos. No me gustaría separarme de ti enemistado.
-Lo pensaré -dijo ella-. Y... además... estuve pensando, y creo que también me porté un poco pesada anoche. Mi actitud no fue la correcta. Ojalá hayas cambiado, no me gustaría saber que sigues tan irascible como antes. ¡Adiós!
Y Julie se fue.
Charlie se quedó allí, pensando un tiempo.
Después de una media hora, el avión volvió a volar, esta vez, rumbo a Calama. El compañero de asiento que le tocó esta vez resultó ser un señor de pelo cano, con lentes gruesos y aspecto serio. No le dirigió la palabra en todo el viaje. Charlie tampoco quiso hablarle. No se sentía a gusto.
Cuando llegaron a Calama, Charlie no se sentía muy contento con el viaje.
-¿A qué bola de polvo de polvo hemos llegado? -se preguntó a si mismo.

No le interesaba saber el tiempo transcurrido. Sólo sabía que ya se había bajado del avión, y se fue del Aeródromo El Loa. No le agradó mucho el ambiente, que digamos, todo seco. Había escasa vegetación en el paisaje. Y aunque los padres estaban maravillados, Charlie estaba aburrido, aburrido de no ver a Julie de nuevo, aburrido del paisaje, aburrido del mundo real.
-El Portal... abierto... perdición... Trató de pensar en otra cosa. Esa molesta voz había vuelto. Y aunque el viento estaba fuerte y le daba en el rostro, no podía dejar de pensar en la voz. Estaban en un jeep descapotable, así que como no tenía techo, el sol les bada en la cabeza, justo por arriba.
-¿Adónde vamos? -preguntó Charlie.
-A San Pedro de Atacama -respondió en español el conductor.
-¿Qué dijo? -preguntó de nuevo.
-Dijo que a San Pedro de Atacama. Una localidad pequeña en medio del desierto. Se supone que las ruinas misteriosas están cerca -respondió el señor Redwood-. Francisco -se dirigió al chofer-, mi hijo no sabe español, es por eso que vas a tener que hablar en inglés.
-Ok Ned -dijo Francisco, pero su inglés no era muy fluido-. Vamos directo al desierto. Al desierto más... árido del mundo entero.
-Esto es una misión loca -repuso Charlie-. Me suena a suicidio. ¿Qué se supone que vamos a hacer ahí?
-Yo y tus padres vamos a investigar las ruinas -dijo Francisco-. Si no quieres investigar con nosotros, es mejor que te quedes en el jeep.
-Pues eso haré, señor Francisco -dijo el joven-. No soy un explorador ni esas cosas raras que hacen ustedes.
-Ese es mi hijo -le dijo Ned a Francisco-. Puede ser un poco pesado, pero si se llega a conocer bien, es un buen chico.
-No lo dudo Ned -respondió Francisco-. Pero por ahora se está comportando como un londinense más. Ya verá la maravilla del desierto.
-¿Están hablando de mi? -preguntó irritado Charlie-. Escúchenme bien, no tienen derecho a hablar de mi, porque el señor Francisco no me conoce. ¿Entienden?
-¿Y quién dijo que estabamos hablando de ti? -dijo Francisco-. No puedes corroborarlo -se río-. No te preocupes, tu padre me dice que eres un buen chico.
Francisco era un chileno que vivía en Calama, la capital de la Provincia El Loa, en la 2da región de Chile. Francisco era un hombre de una espalda ancha, brazos fuertes y piel morena. Era un geólogo, y no tenía mas de 34 años. Se notaba que había sufrido mucho para lograr su carrera en la universidad, pues tenía el dolor grabado en la cara. Era un buen hombre, y un confiable amigo. Su rostro tenía señales de barba, y usaba lentes, pues era "corto de vista". Su cabello era oscuro como el azabache, y sus ojos cafés.
-Bueno -dijo Charlie-, eso es algo, por lo menos...
-¡¡¡Tormenta de arena!!! -gritó la señora Redwood-. ¡Cúbranse!
La tormenta de arena llegó al jeep, y Francisco no fue lo suficientemente rápido como para frenar. Había perdido el control del jeep, y ahora, como no veía nada, se dirigía a un punto muerto.
Charlie cerró los ojos, hasta que no supo más. Los gritos llenaban el ambiente, pero aún así, logró escapar su pensamiento.

-¡Puaj! -Charlie escupió la tierra que había tragado-. ¿Dónde estoy?
Abrió los ojos, y se dio cuenta de que no estaba en el jeep, ni sus padres y Francisco con él. Estaba en una caverna pequeña, profunda y oscura, con un techo bajo, pero Charlie alcanzaba a caminar por dentro. Miró hacia fuera, y se dio cuenta de que la tormenta no había cesado todavía. Tuvo unas ganas de mirar adentro de la cueva, explorarla, aunque no tenía la luz suficiente. Pero eso no importaba, primera vez que exploraría algo de verdad.
-Veamos... -dijo el joven-. ¿Qué puede haber en esta caverna?
Y se internó en la oscuridad cavernosa.
-La puerta... ruinas...
-¡Esta voz ya me tiene enfermo! -exclamó en voz baja-. ¡Maldita voz, haría lo que fuera para poder sacarte de mi cabeza!
Siguió caminando a ciegas, pues la oscuridad se había hecho más densa, y ya no se veía nada.
De repente, sintió un siseo, era una serpiente, no, muchas. Sentía su cuerpo viscoso y escamoso entre sus piernas. Muerto de miedo, trató de dar la vuelta y escapar, pero al darse la vuelta, chocó contra algo de piedra, algo frío, duro. Una estatua de un guerrero, que portaba una antorcha, la cual, mágicamente se prendió. Charlie vió que el suleo estaba lleno de serpientes, y que la estatua del guerrero empezó a moverse.
-Yo...yo... -dijo Charlie asustadísimo-. No es... no es... mi inten-intención molestarlos, pero... creo... que se... se... están sobre pasando... Yo.. me me voy...
Y corrió hacia la oscuridad. Corrió y corrió, y no le importaba si lo venían siguiendo o no. Tarde o temprano, la cueva llegaría a su fin, y él, quedaría atrapado. De repente, chocó con un muro frío, como de metal. Un Portal inmenso se abría ante él. Y sus líneas brillaban, como si fueran de plata, y el sol las iluminara. Aunque no alumbraban la caverna, permitían saber dónde se encontraba el portal, el cual aparecerá dibujado en la siguiente página.

-¡Diantre! -exclamó Charlie-. Esto es un portal. Parece como la tapa de un libro, sólo que más brillante. ¿Y que significan esos caracteres abajo?
-La Puerta... perdición... Espíritu...
-¡No otra vez! -gritó el joven-. ¡Estoy harto de ti!
¡Boom! Sonó un tambor. ¡Boom! ¡Boom! Más tambores. La estatua del guerrero había llegado al frente de Charlie.
-¡Aléjate! -le gritó a la estatua-. Ay, si esto fuera un Portal de un mundo secreto, o por lo menos un teletransportador... saldría de aquí rápidamente...
La estatua se quedó inmóvil. Un ruido inmenso llenó la caverna, un sonido fuerte, de piedra moviéndose. El Portal estaba abierto.
-¡¿Qué?! -exclamó Charlie-. ¡Ésto no puede estar pasando! ¡Es un golpe de suerte!
Charlie se introdujo en el oscuro portal, mientras se cerraba, y las estrellas cambiaban de posición: la de 8 puntas quedó arriba, la de 16 a la izquierda, la de 24 abajo, y la de 32 a la derecha.
Una oscura voz resonó en la caverna.
-Mientras la misión no esté completa, la puerta cerrada esperará. Hasta que las alas de la Oscuridad se destruyan, y el Espíritu de la bondad aprisione a la mentira. La voz calle y el elegido sea libre.

Mientras afuera, Ned, Mary y Francisco estaban abajo del jeep, el cual se había volcado.
-¿Dónde está Charlie? -preguntó Ned.
-No lo sé -repuso la señora Redwood.
-Se ha ido -dijo Francisco-. Desapareció. Esa tormenta tuvo algo que ver.
-No seas ridículo, Francis -le dijo Ned al chileno-. Es imposible que un fenómeno natural tenga algo que ver con mi hijo.
-Es que no siempre son naturales, Ned -dijo Francisco-. Ésto ha sido obra de un poder más grande, que nosotros no alcanzamos a comprender.
-¿Se puede saber que dijiste, Francisco? -preguntó Mary-. Es que yo no sé mucho español.
-Dije que esto es obra de un poder que nuestras mentes no alcanzan a comprender. El niño fue llamado. ¿Por qué o por quién? No sabría decirlo con exactitud.
-¡Pero es sólo un niño de 13 años! -exclamó Ned-. Nosotros hemos vivido más que él. Es imposible, que haya sido llamado, y nosotros no comprendamos el porqué. Parece algo de fantasía...
Ned se quedó quieto, como si una idea le cruzó la mente.
-¿Neddy? -dijo Mary-. ¿Pasa algo?
-Los libros -dijo él-. Ése es el poder que nosotros no comprendemos. La fantasía.
-No podía haberlo dicho mejor, Ned -repuso Francisco-. Los adultos ya nos hemos entregado a la vida cotidiana, a la invariabilidad; no tenemos las esperanzas de una especie de otra dimensión. Hemos perdido nuestra inocencia... no creemos en lo que creíamos cuando eramos pequeños. Él, es un niño todavía, cuando madure, perderá su inocencia. Creo que ha sido llamado, porque cree en lo fantástico, y tiene esperanzas de que existe un lugar mágico. Es imposible rescatarlo. Hasta que regrese.
-Francisco -dijo la señora Redwood-. ¿Son ésas las ruinas? -apuntó hacia el oeste, dónde se veía un círculo de piedras, como Stonehenge.
-Sí, ¡vamos! -dijo Francisco-. El destino de Charles no está en nuestras manos.
Salieron como pudieron del jeep, y se dirigieron hacia las ruinas. Era un círculo de piedras con una grande en el centro, y eran todas idénticas, excepto que la del centro tenía una escritura en rojo sobre su cara derecha.
-¿Puedes leerlas, Francisco? -preguntó Ned en español.
-No -respondió Francisco-. No sé qué letras son éstas, jamás las había visto en mi vida.
La escritura era algo así:


Cuando las 3 personas fijaron la mirada en el monolito, el cielo se oscureció, y una voz ronca y fuerte resonó en todo el mundo.

Al leer esto, el tiempo se congelará, hasta que la misión se complete esperarán. El elegido deberá terminar lo que comenzó, para que vuelvan a ser como antes. La eternidad les parecerá un segundo, y el segundo una eternidad, en el mundo de los sueños todo es confuso, y las cosas se tergiversan, la visión se tuerce, y no se distingue entre los dos mundos. Esperarán, todos, hasta que el grupo logre su meta, y las Alas de la Oscuridad dejen de atormentar.

El tiempo en todo el mundo se paró; los semáforos dejaron de funcionar, las personas dejaron de vivir, por un instante. Habían quedado paralizadas de mente, cuerpo y alma. Y tendrían que esperar, como dijo la profecía, hasta que el Elegido cumpliera su misión.



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