La Saga de los Elegidos

18 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Sypholin
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Capítulo 6: El espíritu del bosque.

-Tienes razón -dijo Marcela-. No creo que éste sea el fin de nuestra misión.
-Ni yo -dijo Betty-. Pero alegrémonos un rato. Hay un baile esta noche. ¿Iremos?
-Yo sí -dijo Charlie-. ¿Quieres ser mi pareja, Betty?
-¿Yo? -dijo ella-. Bueno. Está bien. Seré tu pareja -y sonrió.
Charlie sintió que se derretía.
-¿Nadie quiere ser mi pareja? -preguntó Julie con leve desilusión en su voz.
-Yo puedo (y quiero) bailar contigo -dijo Alberto-. ¿Querrías?
-Podría ser -dijo Julie-. Pero... ¿Pablo? ¿Qué te pasa?
Pablo estaba mirando por la ventana, mirando el lado oeste de Enmaesa y murmuraba un nombre... lo murmuraba y decía: "¿Cuándo volveré a verte? Llego a extrañarte mucho..."
-¿Pablo? -dijo Julie-. ¡Pablo!
-Ah, ¿qué? -dijo éste-. ¿Qué pasa? ¿Por qué me llamas?
-¿Con quién irás al baile? -preguntó Betty.
-¿Yo? No se preocupen; no iré al baile.
-¿Por qué no? -preguntó Charlie.
-Tengo mejores que hacer... tengo cosas en que pensar. No estoy de ánimo.
-Vamos... relájate un poco -dijo Charlie-. Después retomaremos la misión; descansemos un rato, ¿vale?
-¡No tiene nada que ver con la misión! -dijo Pablo severamente-. Déjenme en paz un poco. Necesito calmarme.
-Está bien -dijo Julie-. No queríamos hacerte enojar -Julie miró su reloj-. Todavía faltan 4 horas para el baile... ¿qué podemos hacer por mientras?
-No lo sé -dijo Giovanni-. Quizá podamos aprender a andar a caballo.
-Buena idea -dijo Julie-. Vamos a preguntarle al Rey.

Charlie fue con ellos a andar a caballo en el rancho que quedaba en la colina misma, a un costado del Castillo. Anduvo 3 horas y luego se retiró, diciendo que se sentía mal.
-Estoy un poco mareado -dijo-. Los espero en nuestra habitación.
Se dirigió al Castillo y luego se arregló un poco. Se limpió las ropas, se lavó la cara, le pidió prestado a un cortesano una especie de perfume, y se limpió los lentes.
Estaba atardeciendo, y el baile se acercaba. Charlie miró su reloj: 19:30 pm.
Estaba impaciente. Quería ver llegar a Betty y bailar con ella. Aunque de todas formas, se sentía un poco nervioso; esta aventura podía ser buena para mejorar la relación entre ellos dos.
Eran las ocho menos quince. Todavía no llegaba. Se paseaba dentro del oscuro y vacío dormitorio.
-¿Dónde puede estar? -se dijo-. ¿Todavía aprendiendo a montar un caballo?
Ocho menos cinco. Las parejas se veían desde su puerta. Estaba nervioso; se sentía acalorado, y ansioso además.
-Lo único que quiero es que llegue -se dijo-. No puede arruinarse este día. ¡No por un condenado caballo!
Ocho en punto. No había señales ni de Betty, ni de Julie, ni de sus compañeros. Estaba sudando.
-¿Y si no viene? ¿Si se olvidó? Oh, Dios... me imagino que debe estar haciendo mejores cosas, con mejores tipos. Sí, se nota... tenía algo de incertidumbre en su voz... sólo me dijo para calmarme. ¡No vendrá! Y yo aquí...
-¿Esperándome? -dijo una voz.
Charlie levantó la cabeza. En la puerta, apoyada en el costado, iluminada por un rayo de luz que desvanecía la oscuridad, estaba Betty.
Era la visión más hermosa que jamás Charlie haya visto en su vida. Vestida con un traje verde esmeralda y zapatos celestes, parecía mágica, de una sobrecogedora belleza que alegraba el corazón.
-Creo que llegué un poco tarde -sonrió-, pero no te iba a dejar solo. Prefiero bailar contigo que montar un caballo -se río, y esa risa era como las gotas de lluvia que caen sobre las piedras del camino: suave y armoniosa.
-No... no... importa -dijo Charlie, sonrojándose-. Vamos al baile.
Tomando a Betty del brazo, Charlie, vestido con una túnica violeta con gotitas plateadas y brillantes, salió del cuarto con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Había alcanzado su meta.

A grandes pasos, la pareja se dirigió al salón de baile. El baile, por cierto, era una fiesta en su honor, ya que uno de los jóvenes había desvanecido a Mornur con un haz de luz. Cuál de los niños había sido, nadie lo sabía, excepto, tal vez, el que lanzó el rayo.
Muchos se encontraban en el salón de baile: los altos Elfos, excelentes arqueros y consejeros en momentos de dificultad; los soldados de la Guardia de Palacio, sin su armadura y sin armas de mano. Entre los soldados presentes, Charlie pudo distinguir a Guhlme, el malhumorado soldado que el día anterior los había tomado como prisioneros y los había llevado al Castillo como cualquier delincuente. Vio a Guhlme, quien estaba conversando con una figura sombría y distante, una persona que estaba en un rincón del salón, vestida con una capa de color verde musgo, pantalones negros y botas de cuero negro. El cabello de la figura era largo y un poco enmarañado y el rostro de aquel personaje tenía varias cicatrices y era muy delgado: tan delgado que parecía una calavera con piel.
Pero los ojos seguían teniendo ese brillo de sagacidad y astucia que Charlie había visto en la mañana. Y no parecía tan triste ni lúgubre como cuando estuvo encerrado en el calabozo.
Con un gesto de mano, la figura le indicó a Charlie que se acercara.
-Espérame -le dijo a Betty-. Vuelvo pronto.
Charlie se acercó adonde estaban los dos hombres conversando.
-¡Reamu! -dijo Charlie-. No te había reconocido -hizo una pausa-. ¿Qué hace él aquí? -miró sombríamente a Guhlme.
-¿Él? Vino a conversar conmigo. Hace mucho que no lo veía.
-Me debe una disculpa.
-¿De qué?
-Me trató como a un delincuente ordinario.
-¿Es eso cierto, Guhlme? -le preguntó Reamu al soldado.
-Bueno... sí. Pero yo sólo estaba cumpliendo la ley. No quería ser castigado por Mornur... además, no soy un adivino, no sé qué nos prepara el futuro. No sabía que uno de estos jóvenes iba a destruir a Mornur.
-Aún así, eso no te da derecho a tratar tan mal a estos niños -dijo Reamu-. Sigues igual... no has cambiado mucho, amigo mío. ¿Recuerdas esa vez, en la herrería del viejo Ehrgen? El pobre viejo y su hijo terminaron odiándote... -se rió.
-Lo recuerdo perfectamente -dijo Guhlme con una sonrisa-. Todo era muy distinto en esos años... teníamos al buen Gelden como consejero -meneó la cabeza hacia los lados-. Gelden el sabio... que lástima que haya sido todo tan horrible para ti. Ah sí, Charlie... te debo una disculpa. A ti y a tus amigos. Espero que de ahora en adelante no vuelvas a meter las narices en dónde no debes -le guiñó el ojo.
-No lo haré -respondió el niño-. Pero usted tampoco sea tan duro... ¿vale? Me ha dejado una contusión inmensa en la espalda...
-Siempre pegando con tus botas, ¿eh Guhlme? -rió Reamu-. Ay amigo mío... los tiempos oscuros han pasado. Tendremos que enfrentar ahora la tormenta misma.
-Sí -dijo Guhlme-. Hay que avisar a todos los ejércitos de la ciudad que se preparen. Hay que construir un muro más resistente, mandar a los arqueros a defender las cuatro puertas de la ciudad, y enviar un mensajero a Flornitya.
-¿Sigue siendo Radrenos el Rey? -preguntó Reamu-. La última vez que supe de él, estaba con pésimo estado de salud... y eso fue hace 5 años atrás. -Sigue siendo el Rey, y sigue con su pésimo estado de salud -dijo Guhlme-. Su hija, la Princesa Leithina está muy preocupada.
-¿Cuántos años tiene? -preguntó Reamu.
-Es una chiquilla que ha visto trece primaveras en su vida.
-Charlie -dijo Reamu-. ¿Cuántos años tienes tú?
-Trece -respondió éste-. ¡No traten de emparejarme con ella! Ni siquiera la conozco, y además, ya tengo pareja. Es ella -saludó a Betty, quien le dirigió una cálida sonrisa y le devolvió el saludo.
-Las dos son hermosas -dijo Guhlme-. Debo admitir que me costó apresar a tu compañera.. no porque se resistiera, sino porque un ápice de sentido común me dijo que estaba cometiendo un error.
-No le hizo caso, ¿verdad? -dijo Charlie.
-No. Y de veras, no lamento la decisión que tomé. Si no hubiera sido por mí, ustedes no hubieran entrado al calabozo, ni hubieran conocido a Reamu, ni hubieran salvado a la ciudad.
-En eso te doy la razón, amigo Guhlme -dijo Reamu.
-Bueno... creo que debo irme -dijo Charlie-. Me están esperando.
-Charlie -dijo Reamu-. El corazón me dice que... te cuides. Y cuida a tu amiga. Algo va a pasar, pero no sé que puede ser.
-Tendré cuidado -dijo Charlie-. ¡Adiós!
-No olvides de decirle cuánto la quieres -dijo Reamu-. Lo leí en tus ojos cuando la mencionaste -agregó, viendo la cara de asombro de Charlie.

-¿De qué hablaban? -preguntó Betty.
-De... cosas -respondió Charlie-. Guhlme se disculpó por habernos tratado tan duro en la mañana.
-¿En serio? -preguntó Betty-. Menos mal... un poco de sentido común que tuviera...
-Y además... bueno -dijo Charlie-. Quería decirte que... yo... estoy... e...
Charlie no alcanzó a terminar lo que iba a decir. Sonaron trompetas y habló un heraldo.
-¡Fenuith, Rey de Enmaesa y trigésimo heredero de Feodwing tiene el orgullo de entregarle una medalla a uno de los jóvenes que salvó a esta ciudad de la Oscuridad! ¡Que Charlie, el Hijo de las Estrellas se acerque al Trono del Rey!
Charlie, totalmente sorprendido (y enojado porque le interrumpieron su declaración) se acercó lentamente al Trono del Rey (tenía un trono en todos los cuartos, excepto en la cocina, los dormitorios y los baños).
-Charlie -dijo el Rey-. Déjame entregarte esta medalla como recuerdo de mi gratitud, y la gratitud de todo un pueblo. De ahora en adelante, te nombro Amigo del Rey y Protector de la Ciudad. Lo mismo corre para todos tus amigos. Son libres de entrar y salir de la Ciudad a la hora que deseen, y de entrar a una posada si quieren -miró de soslayo a Guhlme.
Charlie hizo una reverencia, mientras Fenuith le puso la medalla alrededor del cuello. El salón se llenó de aplausos; Betty y Reamu sonreían. Charlie se sonrojó al ver que se había hecho popular (y tal vez a costa de otro, pues no se sabía con exactitud quién lanzó el rayo) y que lo aplaudían.
-Gracias, Su Majestad -dijo Charlie, emocionado-. Pero Reamu también se merece una medalla o algo más. Pues fue maltratado injustamente por muchos años a manos de Mornur. Y fue Reamu quién nos confirmó que Mornur era un enemigo.
-Entonces, que él también se acerque -dijo el monarca-; porque le debo mi vida y la de muchas personas.
Reamu se levantó de su asiento y se dirigió hacia el trono con pasos orgullosos y una sonrisa en la cara.
-Su Majestad -dijo él-. No merezco nada, pero aceptaré cualquier ofrenda que venga de usted.
-En tal caso... te nombro mi Consejero.
Charlie sonrió, al igual que Reamu, quien hizo una reverencia.
-Acepto gustoso el cargo, mi señor -dijo Reamu-. Haré lo que pueda por hacer mi ciudad, nuestra ciudad, más bella. Espero que podamos mejorar el futuro, y preparar una tierra hermosa para nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos.
-No lo dudo -dijo el Rey-. Ahora, ¡que empiece el baile!
Charlie se inclinó e hizo otra reverencia. Se alejó del trono y volvió adonde estaba Betty. Una música suave de flautas y guitarras invadió el salón: el baile había comenzado.
-Bueno -dijo Charlie-. ¿Me concede esta pieza de baile, hermosa dama?
-Está bien -dijo Betty, sonriendo-. Valiente caballero.
Se tomaron de las manos, se juntaron y empezaron a bailar suavemente, al son de la melodía.
-Betty... yo... no alcancé a decirte todo lo que tenía que decirte.
-Dímelo ahora -dijo ella.
-Pero antes, ¿dónde están los demás? -preguntó Charlie.
-Viendo cómo bailamos -respondió Betty-. Están en la puerta que está detrás de ti.
Charlie giró su cabeza y vió a sus compañeros. Se sonrojó y empezó a sudar. Betty notó el cambio de color.
-¿Qué te pasa? -preguntó ella-. ¿Por qué te sonrojas?
-No te lo alcancé a decir...
-¿Tiene que ver conmigo? -preguntó ella, cada vez más confundida.
-Sí -respondió él, cada vez más nervioso-. Tiene que ver con los dos, contigo y conmigo. Betty, yo... estoy ena...
Las velas que iluminaban el salón se apagaron, la música cesó y Betty ahogó un grito.
Porque cerca del techo, una luz verde estaba flotando. Era una luz verde espectral; parecía un fantasma, aunque no tuviera forma.
La luz empezó a moverse por todo el salón, hasta que se detuvo enfrente de Betty. Charlie se interpuso entre Betty y la luz.
-¡No te atrevas a hacerle daño...! -gritó él.
-Charlie, ¡no! -gritó Reamu-. ¡Aléjate! ¡No sabes el peligro que corres!
La luz se adhirió al cuerpo de Charlie y lo lanzó contra las mesas. Se desprendió de él, y se dirigió a toda velocidad hacia Betty. Ella estaba inmóvil, pálida de miedo. La luz se introdujo en su cuerpo.
Charlie se levantó como pudo, sacudiéndose la túnica.
-¡Déjala en paz! ¡Suéltala, seas quien seas!
-No -dijo Betty, o su cuerpo, porque su voz era distinta, como de ultratumba, y sus ojos brillaban de forma extraña-. No la soltaré. Andaba buscando un cuerpo, y lo he encontrado. No me despojarán de lo que he ansiado por décadas.
Una luz enceguecedora llenó el cuarto y súbitamente, Betty desapareció.

-¡Maldita sea! -gritó Charlie-. ¡Ésto no puede estar pasando!
Las velas volvieron a encenderse, y la música volvió a sonar. Charlie se dirigió hacia sus compañeros que estaban muy nerviosos y sudaban. Sentían algo extraño. Una especie de miedo... con sólo ver la luz, se les erizaron los pelos. Los invitados salieron del salón, asustados y algunos corrieron nerviosamente y salieron del Castillo a toda velocidad.
-¡Inútiles! ¿Acaso tenía que sacrificarme para que ustedes hicieran algo? ¡Tenían que haber actuado antes! ¡Estorban!
-¡Cállate! -le gritó Pablo, quien se encontraba allí, junto a sus compañeros-. No tenemos la culpa de que todo esto haya pasado. ¡Esa luz era invencible! ¡Tú mismo trataste de vencerla y no pudiste!
-Yo... lo siento -dijo Charlie, un poco más calmado - Pero es doloroso… el mejor día de mi vida se arruinó…
-Charlie -dijo Julie-. No te preocupes. Nosotros estaremos contigo -le puso una mano en el hombro. -Voy a buscar a Betty. ¡Hasta el mismísimo fin del mundo! -dijo Charlie, con los ojos llorosos y voz débil.
-Éso será difícil -dijo un hombre detrás de Charlie: era Reamu-. El mundo es más grande de lo que imaginas, y si llegaras hasta los mismos confines del mundo… tendrías que quedarte allí hasta el fin de tus días.
-¿Se puede saber por qué? -preguntó Charlie.
-Porque tendrías que recorrer todo otra vez. Y si llegaras hasta el fin del mundo con cincuenta años... te habrías demorado 37 años en llegar. Para devolverte serían otros 37 años más… es decir, volverías a tu punto de partida con 87 años.
-No me importa -dijo Charlie-. Pero voy a buscar a Betty por todos lados.
-Esta vez te enfrentarías con otro enemigo poderoso en tu camino: el Espectro de Mederal -dijo Reamu-. Vive en el bosque del mismo nombre. Oscuro y tenebroso es el bosque, y más oscuro aún es el camino a su guarida. Si van allí, yo voy con ustedes. El peligro los sobrepasa.
-Ahora tenemos más posibilidades de victoria -le susurró Gustavo a Giovanni.
-Partimos mañana -dijo Reamu-. El viaje es largo y mientras menos nos demoremos en partir, mejor para todos.
-Pero -dijo Charlie-, ¿si nos demoramos en el bosque? ¿Cómo haremos para no perdernos?
-Mantenernos juntos -respondió Reamu-. El trabajo en equipo es esencial para lograr encontrar a su amiga.
Fenuith se levantó de su trono y fue hacia donde estaban los jóvenes y Reamu.
-Creo que hay un objeto que puede serles útil en esta misión.
-¿Si? -preguntó Charlie-. ¿Cuál sería?
-La Espada Crepuscular -respondió el Rey-. Es la única espada que puede atravesar la carne sin dañarla, y cortar el alma. Me explico: es todo lo contrario a una espada común. La Espada Crepuscular no daña la carne, sino que daña el alma. Los cuerpos caen inertes al suelo… como si fueran simples cáscaras vacías.
-Eso funcionaría contra el Espectro -dijo Ahmed-. ¿La tiene usted?
-Desafortunadamente, no -respondió Reamu-. Porque la Espada se perdió hace mucho tiempo atrás. En los tiempos de la Guerra Civil, Leowing I, el Rey, decidió encargarle la Espada a un mensajero, para que la ocultara en algún lugar y no la tomara alguno de los Insurrectos. El mensajero partió de Enmaesa y no volvió a ser visto nunca más. La Espada ha estado perdida desde entonces… nadie la ha visto jamás, y sólo un Descendiente de Feodwing podrá encontrarla.
-En ese caso… sólo el Rey podría encontrarla -dijo Charlie.
-No necesariamente -respondió el Rey - Pues los hijos de Feodwing, y los hijos de sus hijos y así sucesivamente, tuvieron hijos ilegítimos con mujeres que no fueron sus esposas. Ellos también son Descendientes de Feodwing, y también tienen derecho a reclamar la Espada.
-¿Teme que la Espada ya ha sido encontrada por uno de esos… hijos ilegítimos? -preguntó Reamu.
-No -respondió el Rey-. Porque si ya la hubieran encontrado, Enmaesa hubiera caído otra vez en Guerra Civil, cosa que no ha ocurrido (gracias al creador).
-¿Y si fue destruida? -preguntó Ricardo.
-No ha sido destruida -respondió Reamu-. El Rey puede sentir la escencia de la Espada Crepuscular en su corazón. Todos los Descendientes de Feodwing tienen esa capacidad, pues Feodwing mismo hizo un juramento con su propia sangre: se cortó una parte de la mano, vertió la sangre sobre la hoja y luego se la bebió. Juro hacer siempre la paz y no aliarse nunca, ni él, ni sus herederos, con el Señor Oscuro.
"Al beber su propia sangre, que entró en contacto con la Espada, Feodwing ganó la habilidad de presentir cuándo la Espada está en peligro, o ha sido destruida.
-¡Eso es asqueroso! -se quejó Julie.
-Feodwing derrotó a Grof el Oscuro, el más poderoso de los siervos del Señor Oscuro, con la Espada Crespucular -dijo el Rey-. Pero la Espada se rompió, y tuvo que ser forjada otra vez.
-Hay algo que no entiendo -dijo Marcela-. Si la Espada no daña lo físico, ¿cómo pudo romperse?
-La fuerza interior de algunos seres es más poderosa que en otros -respondió el Rey-. En este caso, Grof tenía mucha fuerza interior, mucho poder mental y espiritual, y por eso, la Espada se rompió.
-Bueno -dijo Ricardo-. Es una historia muy complicada. Lamento decirles que mañana no iré con ustedes.
-¿No irás? -preguntó Ahmed-. ¿Por qué no?
-Porque el corazón me dice que tengo que cumplir con algo en este lugar. Presiento que seré más útil aquí que en Mederal. Además, quiero ver cómo es la vida del Rey en su Castillo.
-A mí, el corazón me dice lo mismo -dijo Kim-. Pero de todas formas, les deseo suerte.
-Yo tampoco iré -dijo Honomishi-. Es algo… que no puedo explicar.
-Ayudaré al Rey en todo lo que sea -dijo Maki.- Pues también me quedo aquí. Lo siento muchachos.
-Y yo… quiero aprender cosas aquí -dijo Andrew-. Lo lamento, pero me quedo.
-Yo quiero quedarme… ese bosque no me gusta para nada -dijo Tetsamu.
-Entonces, nuestros caminos se separan -dijo Julie-. Buena suerte a todos ustedes también.
-Cobardes -dijo Charlie.
Los jóvenes miraron a Charlie y fueron directo hacia él para propinarle algunos golpes.
-¡Era broma! ¡Era broma! -agregó Charlie al ver que se le acercaban.
-Entonces… sólo iremos Charlie, yo, Pablo, Ahmed, Adolfo, Giovanni, Gustavo, Marcela y Alberto -dijo Julie-. ¿Está bien eso?
-Falto yo -dijo Reamu-. No van a ningún lado sin mí.
-Perfecto -dijo Charlie-. A dormir y recuperar energía para mañana.

Cuando Charlie y los demás fueron a dormirse, Pablo, Reamu y el Rey Fenuith se quedaron conversando en el salón, vacío y silencioso.
-Su Majestad -dijo Pablo-. Debo decirle que no tenemos armas para defendernos. ¿Puede proporcionarnos algunas?
-Claro -dijo el Rey-. ¿Cuál es tu especialidad?
-Emmmm… tengo buena puntería y soy rápido de manos, pero aun así, soy bueno para el combate cuerpo a cuerpo.
-Entonces -dijo Reamu-, conviene que te den un arco y algunas flechas, además de una daga. Manténla escondida y sólo sácala cuando se te acaben las flechas.
-A Adolfo creo que debemos darle una maza, por su corpulencia y la fuerza de manos que tiene -dijo Pablo-. Él es bueno combatiendo cuerpo a cuerpo.
"A Julie… creo que es un poco pequeña todavía. Cualquier monstruo horripilante que se le cruce puede asustarla. Estoy entre dos armas: un arco y algunas flechas para que no se asuste (aunque ignoro si tiene buena puntería) o una daga para que aprenda a superar ese miedo que le puede provocar una de esas criaturas. Charlie debe ser bueno para los combates de cuerpo a cuerpo, así que él tendrá una daga.
-No una daga cualquiera -dijo el Rey-. Presiento que le será más útil que a cualquier otro niño, y por eso le daré una reliquia de mi casa.
-Bueno… supongo que a los demás, les dará una daga también -dijo Pablo-, pues desconozco sus atributos físicos y demases.
"También necesitamos cubrirnos. Necesitamos cotas de malla. Tal vez necesitemos escudos, aunque lo dudo: ocuparán mucho espacio.
-Entonces, tendrán todo eso -dijo el Rey-. Reamu, ve hacia la herrería del viejo Ehrgen y pregúntale si tiene dagas y cotas de malla. Si llegara a tener, pero no les alcanzan, entrégale 20 Fhers de plata y dirígete hacia la herrería de Mogh. Ahí conseguirás lo que falta, pero no se llegan a comparar a las de Ehrgen. Si Ehrgen tiene todo lo que necesitas, dale los 40 Fhers de plata que se merece.
-Sí señor -dijo Reamu, y haciendo una reverencia, salió del salón a toda prisa.
-¡Recuerda conseguir una carreta para transportar todo eso! -le avisó el Rey.
-Creo, Su Majestad, que deben estar preparados -dijo Pablo-. Recuerde las últimas palabras de Mornur: "¡Volveré! ¡Con un ejército y trayendo la destrucción! ¡El fin de Enmaesa está escrito!"
-Creo que tienes razón, Pablo -dijo el Rey-. Habrá que avisar a los constructores que empiezen a reforzar el muro, a los arqueros que se preparen en las atalayas de vigilancia y a los forjadores que empiecen a apurarse.
"Los ejércitos deben estar listos para cualquier ataque. Daré la instrucción de que comiencen a construir el muro ahora. Debe estar listo para...
-Después de mañana -dijo Pablo-. Es una posibilidad, aunque no me guste presionar a los trabajadores.
-Entonces, que los del lado Oeste y el Este trabajen juntos y olviden sus diferencias -dijo el Rey-. Ese muro detendrá la invasión de Mornur por un momento.
"Me imagino que será como la invasión que sufrió Enmaesa en los tiempos de Feodwing. Lástima que no tengamos la Espada Crepuscular en nuestras manos ahora… podríamos salvar mucho más. Podríamos detener más rápido a los trasgos o cualquier otra peste que Mornur nos envíe.
-Mayor razón para alertar a la población. Evacúe a los civiles, mándelos a un lugar que sea seguro…
-Le pediré a Draelos, el Rey de Lunari, que reciba a mi gente. El camino a Flornitya no será seguro, pues estoy casi seguro de que los ejércitos del mal vendrán por el este. Les diré que evacúen mañana.
-¿Por qué no hoy?
-Es muy tarde. Mañana a primera hora les diré que tendrán que evacuar la ciudad. La tormenta se avecina, y los que quieran combatir contra la ola gigante… se quedarán a esperar su destino. Habrá civiles que decidirán luchar, no lo dudo; destrozarán familias y vidas, arruinarán la armonía que muchos han logrado obtener… pero no conseguirán capturar o destruir mi ciudad... juro por Feodwing que no lo harán.

Estaba amaneciendo. El pensamiento de Charlie estaba intranquilo, no sólo por el rapto de Betty, sino también porque la voz había vuelto a atormentarlo.
-La Espada... el Espectro... tu vida... la vida de tus amigos... fallarás y todos te odiarán...
Sus manos y piernas estaban fuertemente atadas contra su cuerpo. Abrió sus ojos, pero era igual que mantenerlos cerrados.
-Nos ha fallado a todos -dijo una voz-. Ahora estamos condenados.
-Tendremos que esperar a que llegue la tormenta -dijo otro-. No podemos hacer nada más.
-Pusimos todas nuestras esperanzas en ellos, y ahora nos han fallado -dijo otra voz-. Todo fue en vano.
De pronto, las voces callaron. El silencio era más inquietante que las voces.
Charlie sabía que era un sueño; pero no podía despertar, no sabía cómo.
-Han puesto sus esperanzas en ti, ¿no es cierto? -dijo una voz misteriosa.
Una figura con una túnica celeste apareció debajo de él (descubrió que estaba colgado en la oscuridad). Súbitamente, Charlie cayó a los pies del sujeto. El sujeto tenía semblante serio, barba negra y larga y cabello del mismo color.
-Levántate, Charlie -dijo el indviduo.
Charlie obedeció y se levantó.
-Debes saber que el destino de muchas personas depende de las acciones y decisiones que tomen -dijo el personaje extraño-. No hay nada escrito aún. Estaban destinado a llegar a este lugar, mas nadie sabe qué harán. Y precisamente de eso vengo a hablarte.
"Tú eres importante dentro del grupo, Charlie. Aunque no te des cuenta, algo hay en ti, y eso tienes que descubrirlo por ti mismo. No puedo decirte más, aunque sepa mucho más de lo que aparento. Porque soy uno de los 4 Magos del Saber, los enviados del Creador.
-Yo… tengo una voz en mi cabeza.
-¿Sabes lo que eso significa?
-No.
-Yo sí. No te diré más, Charlie… tendrás que descubrir y desentrañar ese misterio por ti mismo.
El hombre se desvaneció y de pronto, una voz conocida resonó en toda la oscuridad.
-¡Despierta! ¡Te has quedado dormido!
Charlie abrió los ojos. Vió a Reamu con una capucha verde cubriéndole la cabeza.
-¡Levántate! ¡Los demás están esperándote!



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