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Crónicas de Rhûn
30 de Enero de 2006, a las 19:48 - Eldaron de Eldamar
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Un bando fue leÃdo entonces por los bardos, en voz alta: De Rhûn y las Tierras Orientales en la Segunda y Tercera Edad del Sol
Un Bardo con librea de plata, de voz templada y clara, empezó asÃ: - Sobre los dominios de Sauron en la Segunda Edad Durante la Segunda Edad del Sol, después de la derrota inflingida por Gil-galad y los númenóreanos, Sauron apartó su mirada del Oeste, donde colonias númenóreanas empezaban a prosperar. Aunque juró venganza contra Númenor y el Oeste, por lo pronto se centró desde Mordor en las tribus de orientales y haradrim, al este y sur de la Tierra Media. Su influencia penetró profundamente en estos pueblos y la mayorÃa se sometieron al Señor de los Anillos. De ellos probablemente surgieron algunos de los Nueve, los Nazgûl, hechizados por los nueve anillos que Sauron habÃa dado a los Hombres, aunque hay quien dice que los Espectros del Anillo son en realidad Númenóreanos Negros. El dominio de Sauron llegó a casi todas las tierras de Rhûn: hasta las Orocarni, las Montañas Rojas, al este, hasta el mar de Rhûn en el norte y hasta el Próximo y Lejano Harad en el sur, pasando por las tierras de los variags de Khand. Consiguió someter todas estas tierras durante mucho tiempo, pues aunque la extensión de ellas era muy grande tenÃa siervos de confianza en situaciones estratégicas, asegurándose asà su dominio. Sus principales siervos eran los Nueve Jinetes, pero estos fueron al oeste...
Un Bardo con librea oscura, de voz profunda y grave, continuó: - Sobre Jandwathe Porque a los grandes territorios del este confió su dominio a un ser de las tinieblas, que en forma de vampiro monstruoso impartÃa el miedo y la obediencia a Sauron en los pueblos orientales. Jandwathe la Tenebrosa era su nombre, una mujer vampiro que descendÃa, quizá, de la misma estirpe que Thuringwethil, la temible vampira que fue mensajera de Sauron y Melkor en la Primera Edad del Sol, y cuya capa utilizó después Luthien para entrar en Angband. Jandwathe se instaló en el Último Desierto, una depresión extremadamente árida del norte de Rhûn y al oeste de las Orocarni, hundida en la tierra, tanto que para llegar a ella era de menester atravesar un laberinto de monstruosas formaciones de roca que caÃan en picado formando profundos precipicios y grietas de vértigo, con caminos inciertos, secretos y traicioneros que sorteaban mil y un peligros. AllÃ, en lo más profundo de la depresión y protegida por las interminables paredes verticales de roca negra que la rodeaban, se encontraba una gran extensión árida y arenosa, en medio de la cual se elevaba la morada de Jandwathe: la Torre de los Murciélagos. Durante generaciones y generaciones el poder de Jandwathe fue absoluto, y se procuró de prisioneros y esclavos que la sirvieran en su reino de arena y roca. Se decÃa que a veces enviaba hordas de murciélagos hasta los pueblos próximos a su territorio y todo aquel que resultaba mordido por ellos quedaba bajo su encantamiento y se dirigÃa entonces al Desierto para servirla, sometido para siempre a su voluntad. Y asÃ, los sirvientes de la vampira aumentaban, como también el miedo de la gente. Circulaban leyendas horribles sobre el destino de los desaparecidos que decidÃan marchar de sus casas misteriosamente, como la creencia que poco a poco perdÃan la apariencia humana y se transformaban en demonios sedientos de sangre, y por las noches las gentes cerraban a cal y canto sus casas, de puro terror.
Un Bardo con librea esmeralda, de voz jovial y alegre, prosiguió: - Qufak el Pastor y los Elfos Antiguos Sin embargo, en aquella época Sauron fue atacado por un enorme ejército de númenóreanos e incomprensiblemente se rindió y permitió que se lo llevaran prisionero a Númenor. Sauron jugó con su astucia para pervertir entonces al pueblo de la isla y propició el Gran Cambio del Mundo y la CaÃda de Númenor. No obstante, esto supuso estar ausente en la Tierra Media durante un tiempo, poco más de cincuenta años en realidad, pero fue suficiente para que el peso del poder de Sauron se aligerara de forma mÃnimamente perceptible. Y es aquà cuando los cronistas se ponen de acuerdo, y un primer relato aflora a la luz. Pues sucedió que un dÃa primaveral del 3302 de la Segunda Edad, en un pueblo del norte de Rhûn y próximo al extremo norte de las Orocarni, un pastor de nombre Qufak fue a buscar parte de su rebaño que se habÃa dispersado por los montes bajos que formaban la punta de la cordillera. Sin embargo, una fuerte tormenta lo sorprendió en las montañas y tuvo que vagar bajo la tempestad por muchos caminos de roca hasta encontrar un refugio en una cueva natural. La lluvia cesó al atardecer y el pastor intentó volver con el rebaño hacia el pueblo, pero en la oscuridad erró el camino y poco después ya no sabÃa dónde estaba el norte. Avanzó durante varias horas hasta que llegó en un lugar elevado desde donde pudo percibir un débil resplandor que se movÃa muy por debajo de él, en lo que parecÃa ser un bosque. Cansado y totalmente desorientado, Qufak buscó un camino hacia el bosque y descendió hacia la masa de árboles. Dejó las ovejas en un claro entre arbustos, cerca de los primeros troncos, y a su perro para vigilarlas, y él se dirigió hacia donde creÃa haber visto la luz. Y he aquà que de pronto salieron varias figuras de entre los árboles y lo rodearon. Como llevaban antorchas pudo ver a unos hombres extrañamente bellos de rostro que le miraban severos y le apuntaban con arcos. Tardó un poco, pero al fin los reconoció como pertenecientes al pueblo élfico, que solamente habÃa oÃdo mencionar en cuentos y leyendas en su más lejana infancia, hacÃa más de setenta años. Poco se sabe sobre lo que le ocurrió a continuación. Solamente que volvió al pueblo una semana más tarde, con extrañas historias de elfos, bosques inmensos, montañas blancas y valles de ensueño, y llevaba en la ropa una extraña hoja con seis ramificaciones en puntas, de color cobre por el anverso y plata el reverso. Y a partir de entonces, fueron muchos los que tarde o temprano se escapaban e iban a visitar a los elfos al otro lado de las montañas. Estas experiencias proporcionaron a la gente del norte una seguridad y arrojo mayores que la de los demás pueblos orientales, y poco a poco su temor a Jandwathe retrocedió. Crecieron los pueblos, la gente cogió confianza. Erigieron ciudades enteras que se opusieron al poder del Enemigo, y se fue creando una resistencia que se extendió por todo el norte de Rhûn. Los elfos del este les instruyeron en su sabidurÃa acumulada a lo largo de las generaciones, pues aunque la mayorÃa pertenecÃan al pueblo que no habÃa acudido a la llamada de los Valar, debe recordarse que Arda también proporciona conocimientos a quienes están dispuestos a escucharlos. Les entrenaron también en el manejo de la espada y el arco, armas en las que tenÃan gran habilidad. En las épocas de las Guerras de los Silmarils algunos de ellos habÃan habitado zonas más occidentales de la Tierra Media, y habÃan ayudado a los elfos y hombres de Beleriand en su lucha contra Melkor y Angband. Y ahora instruÃan a quienes querÃan aprender, porque su odio al Enemigo no habÃa disminuido en los largos siglos y no querÃan consentir que ningún discÃpulo del Gran Vala Oscuro siguiera sus pasos. Porque los elfos acababan de descubrir que en el Este, que temÃan perdido bajo la Sombra, aún quedaban pueblos que no sucumbÃan. No pasó mucho tiempo hasta que los mismos hombres que antes habÃan temido la Sombra con miedo extremo, entrenaran a ejércitos enteros de soldados para hacerle frente.
El Bardo de librea oscura, de voz profunda y grave, retomó la palabra: - Del Despertar de Nakmaring y de cómo fue la aparición de los Labios Maulladores Mientras tanto, Sauron habÃa vuelto ya de Númenor, después del Cambio del Mundo, y se habÃa refugiado una vez más en Mordor, mientras que los númenóreanos supervivientes del cataclismo, que fueron llamados dúnedain, se instalaron también en la Tierra Media y surgieron los reinos de Arnor y Gondor. Posteriormente ambos se unieron en el Gran Reino Unificado. Pero en el este, Jandwathe observaba con ira la desobediencia y gallardÃa cada vez mayor de los pueblos del norte y envió multitud de hordas de sus murciélagos, mas no fue suficiente. Entonces, gracias a sus espÃas, supo que el origen de todo eran los elfos que vivÃan al otro lado de las montañas. Jandwathe montó en cólera y urdió un astuto plan: fue en secreto a las Orocarni y penetró en los oscuros túneles de unas gigantescas minas situadas cerca del Paso de los Hielos, al norte. Se decÃa de estas minas que habÃan sido excavadas por un olvidado pueblo de enanos, y que éstos las habÃan abandonado hacÃa ya muchas generaciones, a finales del segundo milenio de la Segunda Edad, cuando un gran dragón habÃa asaltado sus reinos y destruido sus palacios subterráneos. La temible vampira descendió hasta los profundos pozos en las entrañas de la tierra y en una oscura caverna de hielo de uno de los pisos más hondos oyó lo que estaba buscando, una respiración monstruosa y helada que mantenÃa el aire de la estancia en continuo movimiento, como el viento desatado de una tempestad de nieve, una respiración de sueño centenario. Una vez allÃ, Jandwathe llamó a una gran cantidad de murciélagos, que se lanzaron sobre el dragón dormido hasta que por fin despertó de su letargo con furia extrema. Cuando esto ocurrió, sin embargo, Jandwathe ya habÃa huido a su reino y no vio como las grandes fauces de hierro y hielo del monstruoso ser rechocaban con múltiples ecos en los túneles que le rodeaban. El gigantesco dragón del frÃo ascendió piso a piso las minas, hasta la superficie, buscando al insensato que lo habÃa despertado. Rebuscó, olió y rugió por miles de pasadizos y cavernas, pero en vano. Finalmente, al no encontrar a la presa, su ira fue tal que no volvió a dormir. Los pueblos orcos que vivÃan también en las minas, aprovechándose de su sueño, le temieron entonces, y lo adoraron. Se convirtieron en feroces guardianes a su servicio, y se pusieron alerta. Desde aquel momento, el paso hacia el lado oriental de las Orocarni estuvo vedado para los pueblos del norte, pues solamente que alguien lo intentara, el monstruo al acecho lo descubrÃa y nadie escapó a sus garras mortales. Y asÃ, Jandwathe obtuvo lo que querÃa: separar a los hombres de los elfos y quitar a estos últimos la idea de volverse contra ella. Pero aún insatisfecha, continuó atacando incansablemente los pueblos que se oponÃan a ella. Primero fueron sus vampiros los que diezmaron el norte, pero más tarde llegó algo más terrorÃfico: unos pavorosos espectros nocturnos bebedores de sangre que aullaban tenebrosamente, mientras volaban por las callejuelas de las ciudades y por los caminos solitarios. Las mujeres y los hombres se estremecÃan al oÃrlos a través de las ventanas cerradas de las casas y empezaron a llamarles Labios Maulladores, pues algunos de sus gritos recordaban a los maullidos de los gatos aterrorizados. Se decÃa que estos espÃritus habitaban en los pantanos neblinosos del norte, cerca de los Hielos Eternos. Sin embargo, nadie dudaba que la vampira era su instigadora, desde su fortaleza en el Último Desierto. Y de esta forma, los ánimos aportados por los elfos decayeron y los pueblos del norte se convirtieron en pueblos oprimidos y desgraciados.
El Bardo de librea plateada, de voz templada y clara, intervino: - Del Fin de la Segunda Edad. Primera Invasión Oriental Por otra parte, en el oeste, Sauron construÃa un gran ejército, pues maquinaba acabar con todos los elfos y dúnedain que quedaban en Arda, pero éstos respondieron con la formación de la Última Alianza entre elfos y hombres, que luchó contra Sauron y lo derrotó en la Batalla de Dagorlad, conquistando Mordor y expulsando al Señor Oscuro y sus Nazgûl. Con esta batalla se terminó la Segunda Edad y en el transcurso de ella fue cuando Isildur cortó un dedo de la mano de Sauron quedándose luego el Anillo para sÃ, aunque solamente hasta la Batalla de los Campos Gladios en la que murió y el Anillo desapareció. Esto tuvo como consecuencia que durante los primeros años de la Tercera Edad, el Reino Unificado de los Dúnedain se separara otra vez. Arnor, en el norte, empezó a decaer, pero Gondor fue aumentando en poderÃo por un tiempo. Durante esta época, Jandwathe se enteró de la derrota de Sauron y juró acabar con los dúnedain. Asà pues, siguiendo las últimas indicaciones de Su Señor, se dedicó a los pueblos orientales del sur del Último Desierto, y los indujo a la lucha, y se formaron grandes ejércitos que marcharon sobre Gondor en la primera invasión oriental, en el año 490 de la Tercera Edad. Sin embargo, Rómendacil I, rey de Gondor, derrotó a los Orientales.
Y continuó asÃ: - Los Siglos de Expansión del Sur de Rhûn. Sobre la aparición de los Enanos de las Dunas y de los Hombres OblÃcuos Los cinco siglos siguientes en Rhûn fueron de crecimiento constante. Los pueblos del sur, anteriormente dispersos y muchos de ellos nómadas se consolidaron, gracias a la intervención de Jandwathe, en dos grandes reinos: Kartaq y Rhekht, en la zona occidental y oriental del Gran Desierto al este de Mordor, respectivamente. Su fuerza aumentó con los años y se fortificaron y construyeron grandes ciudades. Sin embargo, su imperio tuvo que crear fronteras, por dos razones: es durante esta época cuando aparecen por primera vez datos sobre los Enanos de las Dunas, un pueblo enano un tanto extraño y de origen desconocido, pues vivÃa en una zona rocosa en el noroeste del desierto, se decÃa que en una fortaleza inexpugnable y tan brillante que verla cuando reflejaba el sol causaba la ceguera de los exploradores. Los orientales de Kartaq intentaron repetidas veces conquistar sus territorios, más no pudieron pues los Enanos eran terribles en el combate y tenÃan montadas muchas defensas infranqueables que hacÃan de su fortaleza rocosa un baluarte imposible de tomar por la fuerza. Asà que al final los dejaron en paz y no los molestaron durante mucho tiempo. A su vez, Rhekht también tuvo dificultades en su expansión hacia oriente, pues los ejércitos fueron rechazados cerca de los montes que delimitaban el lÃmite meridional de las Orocarni por unos hombres de ojos rasgados y faz pálida, que defendÃan con arrojo las fronteras de un gran paÃs muy antiguo situado a las costas orientales del sudeste de Rhûn, y al que los hombres de Rhekht conocieron a partir de entonces como el Pueblo de los Hombres OblÃcuos, refiriéndose con esta burla a su peculiar fisonomÃa. Por otra parte, los pueblos del norte, anteriormente orgullosos y arrojados gracias a los elfos, cada vez estaban más oprimidos y muchos de ellos volvÃan a ponerse del lado de la Sombra. Sin embargo, poco después ocurrió algo que volvió a cambiar los acontecimientos.
Un Bardo con librea rubÃ, de voz majestuosa y potente, narró: - Los Istari. Sobre la Batalla de la Llanura de los Colmillos En los años próximos al primer milenio de la Tercera Edad sucedieron algunos hechos importantes. Sauron volvió a tomar forma en el sur del Bosqueverde, al este de las Montañas Nubladas, y ocupó Dol Guldur, mientras que se pasó a llamar al bosque con el nombre de Bosque Negro. Y fue también en estas fechas cuando llegaron a la Tierra Media, procedentes de las Tierras del Lejano Oeste, los Istari o Magos, para vigilar un posible retorno de Sauron. Olórin y Radagast se quedaron en Eriador, el Oeste. Pero Curunir el Blanco y Pallando y Alatar, los Dos Magos Azules, se dirigieron al este y llegaron al Norte de Rhûn unos años más tarde. Con ellos iba Nebula, un magnÃfico zorro blanco de pelaje brillante, compañero de Alatar. Los Istari tomaron contacto con los pueblos aún sometidos fuertemente por Jandwathe. Se mezclaron con su gente, y ésta empezó poco a poco a curiosear, luego a preguntar, y finalmente los tomaron como aliados y amigos. Con el tiempo, los tres magos lograron con su sabidurÃa y artes decididamente mágicas que muchos pueblos, poco a poco, retomaran el coraje perdido. El ánimo fue creciendo otra vez en el norte y la visión de unas tierras libres fue penetrando en el pensamiento de mucha gente. Curunir, Alatar y Pallando sabÃan infundir confianza y su velado poder hacÃa encender los corazones de orgullo y la creencia de la victoria junto a ellos parecÃa menos utópica. Un tiempo después, los hombres de los muchos pueblos dispersos por el norte de Rhûn cogieron otra vez las armas y se prepararon a conciencia durante años. Y en el año 1170 tuvo lugar la primera gran batalla contra la fortaleza de Jandwathe. La Batalla de la Llanura de los Colmillos fue su nombre, y aún hoy es todavÃa recordada como un signo de valentÃa entre los pueblos orientales. En ella, una gran fuerza del norte formada por unos cinco mil hombres consiguió, tras muchas penurias, descender por los precipicios septentrionales del Último Desierto y llegar a una llanura rocosa y pelada, con grandes picachos de piedra y dientes pétreos distribuidos por su superficie. Al otro extremo de la llanura hundida en la tierra se encontraban las Grandes Puertas del Desierto. Los Tres Magos que habÃan acompañado al ejército llamaron a las Puertas, que eran enormes y negras, aunque solamente fueran un intento de imitación del terrorÃfico Morannon. Por tres veces llamaron, y no salió nadie a hacerles frente. Entonces deliberaron y decidieron esperar al dÃa siguiente, para luego entrar por la fuerza y expulsar para siempre a Jandwathe de sus dominios. Pero durante la oscura noche en los yermos puntiagudos y salvajes empezaron a aullar unas formas espectrales que se movÃan como vientos tempestuosos, silbando alrededor de los colmillos de roca y aterrorizando a los soldados que dormÃan en los campamentos, y momentos después una gran fuerza de las tinieblas surgió de los centenares y millares de agujeros escondidos en las paredes rocosas: orcos y trolls enormes en su mayorÃa, y también guerreros humanos fieles a Jandwathe, que en gran número se movÃan ágilmente y saltaron y atacaron a las fuerzas del Norte. Los orcos eran crueles y fuertes y llegaban a miles, los trolls hacÃan temblar a los más diestros en las armas, y los guerreros humanos de Jandwathe luchaban con una llama oscura en sus ojos que hacÃa retroceder de pavor a los soldados del norte. De no haber sido por los Tres Magos, aquella noche no hubiera sido recordada por nadie jamás. Si esto no ocurrió fue gracias a que Curunir, Alatar y Pallando contuvieron a los espectros y provocaron grandes luces y explosiones que retumbaron mil veces por los peñascos afilados, animando a los ejércitos del Norte al combate. La llanura se incendió de luz hiriente y los orcos y trolls aullaron y se retorcieron, mientras los guerreros oscuros se cubrÃan los ojos ante aquellos resplandores. Esto dio una oportunidad a los ejércitos del norte, y no estaban dispuestos a perderla. Y allà estaban el Capitán Quthal, jefe de uno de los pueblos más importantes de la región cercana al Mar de Rhûn y heredero a lo largo de las generaciones de la hoja de seis puntas que Qufak el Pastor habÃa legado a sus descendientes; hoja que ahora estaba hecha de cobre y plata auténticos, procedentes de las minas cercanas a las costas del Mar. Y con Quthal, también los Jefes de los muchos otros pueblos que se habÃan unido contra el horror del Sur, Darthar que vivÃa cerca de las Orocarni, Sinarhgt que habitaba las regiones de los primeros hielos, Fingurk que era vecino de Quthal, y Lokgath que ocupaba las regiones centrales, entre otros. Todos lucharon con gran arrojo y fueron acorralando a los orcos y a los trolls, y los empujaron contra las puertas, que finalmente cayeron hacia dentro, la roca hecha pedazos. Pocos de esos seres malignos sobrevivieron, y muchos huyeron desierto a través. De los humanos guerreros, muchos fueron hechos prisioneros, pues la mayorÃa eran hombres embrujados que no tenÃan voluntad y que habÃan pertenecido en su dÃa a sus propios pueblos. Entonces, el ejército entró regio en el Último Desierto y se dirigió a la Torre de los Murciélagos, situada en un escarpado promontorio no lejos de las puertas. La cercaron y los Tres Magos entraron. La recorrieron de arriba abajo, pero no dieron con la Vampira, aunque liberaron a muchos prisioneros de distintas razas y procedencias. Pero Jandwathe se habÃa fugado de su morada. Por lo tanto, Curunir dijo: - Echemos abajo la Torre, para que se sepa que a nada procedente de Sauron temen los pueblos del norte. Asà pues, la Torre de los Murciélagos fue hundida y saqueada, y todas sus escaleras, salas, columnas y arcos se vinieron abajo, y el edificio se derrumbó, y al final, del montÃculo solamente sobresalió un montón de ruinas humeantes. El gran ejército y los Magos volvieron al Norte victoriosos y esta Batalla fue recordada con orgullo durante mucho tiempo y se cantó de muchas formas y matices, y permaneció para siempre en los corazones de la gente.Â
Un Bardo con librea añil, de voz arrebatadora y elocuente, prosiguió entonces: - Deliberaciones de los Magos. Pero los Tres Magos no habÃan terminado su tarea, asà que se reunieron en consejo y deliberaron su futuro. Después de mucho hablar, Curunir dijo: - Creo que es mi deber aguardar aquÃ, pues aunque es probable que ese ser de las tinieblas haya huido a Mordor, no ha sido vencido y es probable que vuelva. Por mi parte, creo que me dedicaré a estudiar sus artes malignas, todos sus secretos y argucias, porque asà sabremos como combatirlas de ahora en adelante. Y es que habÃa quedado sorprendido de las artes de las que se habÃa servido Jandwathe para someter a los hombres que habÃan capturado en la batalla, y en su interior se formó el deseo de aprenderlas para ganar. Por su parte, Pallando manifestó: - Creo que mi destino está al Sur de aquÃ, pues allà también existen pueblos que viven sometidos a las artes malignas del Enemigo y no podemos dejar en el olvido a nadie que haya sido alguna vez esclavo de Mordor, ya sea debajo la influencia de Sauron o de esa Vampira. Finalmente, Alatar consideró. - Por mi parte, mi lugar también es el norte. Alguien debe estar cerca de la gente y aconsejar como seguir a partir de ahora. Porque los hombres acaban ilusionándose con las victorias pasadas y no prevén las derrotas futuras, y creo que aquà en el Norte hay buena semilla. Quizá en tiempos venideros esta semilla dé frutos en la lucha contra Sauron, si todo ha de sucederse como se dice en las Bellas Tierras de más allá de Occidente y el Enemigo vuelve a levantarse. Me quedo. Asà pues, Pallando se dirigió a los territorios al Sur del Último Desierto, mientras que Curunir y Alatar se quedaron en el Norte.
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