Crónicas de Rhûn

30 de Enero de 2006, a las 19:48 - Eldaron de Eldamar
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El Bardo de librea añil, de voz arrebatadora y elocuente, manifestó entonces:
- La despedida de Curunir

Curunir estaba intranquilo respecto a la oscuridad. Consideraba muy probable la opción de que fuera Sauron en persona en pleno resurgir. Y eso lo inquietaba. No podía atacar el Último Desierto, estaba demasiado protegido. Pero si Sauron estaba ultimando su retorno, entonces se tenía que estar preparado. Curunir sabía que su misión era impedir que el poder de Sauron esclavizase la Tierra Media. El verdadero enemigo era Sauron, no Jandwathe. Y Sauron no optaría por atacar el este, que prácticamente le pertenecía. Atacaría a los Señores del Oeste, al otro lado del Mar de Rhûn.
Permanecer más tiempo en Rangost sería un error, pensaba Curunir. Debía volver al oeste. Aprender todo sobre Sauron. La historia de su dominio. Sus hechos en la Tierra Media. Leer sobre los héroes antiguos que le hicieron frente. Estudiar las artes y engaños del Enemigo. Sus armas. Así, pensaba Curunir, el mundo estaría preparado si el Señor de los Anillos volvía en pie de guerra. Curunir se obsesionó con esta idea, pues sabía que era el más poderoso de los Istar y tenía responsabilidades que asumir. También tenía que ser el más sabio. Y toda esta sabiduría la encontraría en el oeste.
Comunicó estos pensamientos a Alatar, quien se preocupó por el futuro de Rangost cuando solamente quedara un mago en el este. Curunir lo tranquilizó:
- Sauron no teme el este. Gran parte de Rhûn y Harad se encuentra bajo su poder. Y naturalmente no teme a Rangost. Para Él es tan solo una ciudad aislada sin ansias de guerra. Sus verdaderos enemigos se encuentran en el oeste y es allí donde se dirigirá cuando regrese, si como pienso se encuentra en el Último Desierto. Aunque Jandwathe desee acabar con Rangost, Sauron no comparte esta obsesión y simplemente ignorará esta ciudad. La gente de Rangost no debe preocuparse aún por el Enemigo. Y Jandwathe estará a las órdenes de su Señor cuando éste vuelva, y no creo que se dedique mucho tiempo a sus ideas personales. Más bien creo que para Rangost empieza una época de relativa tranquilidad.
De esta forma, un día de abril del año 2103 Curunir se despidió de toda la gente de Rangost y también de Alatar y Nebula e inició el camino que le llevaría al oeste. Salió por la puerta norte del Barnae-qu y la muchedumbre lo vio alejarse lentamente, altivo con sus ropajes blancos como la nieve y con la vara en la mano.
Curunir nunca volvería a Rhûn.
Alatar se había quedado solo.
Alatar pensó, mientras aún se veía a Curunir a lo lejos, como un punto brillante, que se habían olvidado de Pallando. No sabían si el segundo Mago Azul aún estaba vivo ni dónde se encontraba. Sin embargo, poco podía hacerse ya por él. Y de hecho, Alatar no supo nada de la suerte de Pallando hasta muchos siglos después.

El Bardo de librea de plata, de voz templada y clara, avanzó:
- Sobre la fundación de nuevos pueblos.

Por el momento, Rangost prosperaba en una calma tensa. Poco a poco algunas familias decidieron establecerse fuera de las murallas de la ciudad y crearon pequeños núcleos de población aún más hacia el norte de las murallas, pero también hacia el sur, siguiendo la costa. Principalmente se trataba de familias de ganaderos que necesitaban amplios pastos para sus animales, pastos que no podían encontrarse ni en la Gardereda de los campesinos ni en los bosques interiores a las murallas, que eran necesarios por la madera, y que además se replantaban cada año. De estos núcleos nacieron pequeñas villas que fueron creciendo en número de habitantes.
El sucesor de Rösq, el Capitán Sumröq, coordinó la expansión de Rangost, siempre velando por la seguridad que ofrecían los nuevos territorios que se ocupaban. Además, con el consentimiento popular, se designaron representantes de la Capitanía que fueron a instalarse en cada nuevo pueblo.
Así, a finales de siglo el Pueblo de los Cazadores comprendía Rangost y una media docena de pequeñas villas próximas que también fueron prosperando. Sus nombres derivaron de los de las primeras familias que los fundaron, como Campoverde, Yunquera, Los Molinos, Aguada, Los Brezos o Los Abetos.
Alatar, mientras, no dejaba de observar la oscuridad del horizonte. Año tras año, incansablemente Alatar se preparaba interiormente para un posible retorno de las tinieblas. Pero por el momento las palabras tranquilizadoras de Curunir se cumplían y nada raro ocurrió. En el año 2157 Sumröq cedió el puesto a su hijo mayor, que gobernó con el nombre de Tyor II tranquilamente hasta que hizo lo mismo con su hijo Balserq en el año 2196.
Alatar enviaba a menudo a Nebula al oeste para obtener información de lo que allí ocurría. Pero toda la información que los animales de Radagast le proporcionaban era que los Sabios se ocupaban de sus asuntos y que Curunir viajaba a menudo, buscando e indagando en la historia antigua, de Gondor al oeste de las Montañas Nubladas y de norte a sur.
Y los años fueron pasando lentamente.

El Bardo de librea morada, de voz tensa e intranquila, añadió a la sazón:
- Firöq y el regreso de los Labios Maulladores. El Fin de los Años del Temor.

Después de Balserq gobernó Khärsq y luego Firöq, que fue llamado El Loco.
El despectivo mote le fue dado después de su desgraciada muerte y a causa de las nefastas consecuencias que tuvo su inquieto carácter. Pues cuando Firöq se acercaba ya a la edad del cambio de gobierno y viendo como su vida había sido una letanía de aburrimiento al igual que la de sus inmediatos antecesores decidió poner fin a ello. Se propuso hacer algo de lo cual el pueblo estuviera orgulloso y obtener un poco de gloria antes de su envejecimiento y muerte. De esta manera, un día de noviembre del año 2308 mandó ensillar su caballo. Ante las miradas asombradas de la gente anunció que se acercaba el día de la fiesta de la Batalla y Nacimiento de Rangost y que ese año él iba a celebrarlo de un modo especial. Y manifestó que su intención era imitar la legendaria hazaña del mago Curunir y hacer retroceder la Sombra una vez más, a fin de demostrar la valentía de los Cazadores. Alatar quedó consternado e intentó por todos los medios de detenerle, mas fue imposible dado el carácter fuerte y decidido de Firöq. Como no podía retenerle por la fuerza, le repitió una y otra vez que no se debía provocar al mal del este. Pero Firöq contestó simplemente que lo que él iba a hacer proporcionaría a Rangost más tierras fértiles y mayor felicidad y que si él moría en el intento moriría feliz, sabiendo que su vida había sido finalmente útil.
Ni su familia, ni Alatar ni nadie pudo hacerle cambiar de opinión, de modo que partió con su caballo y la gente le vio alejarse por la puerta este del Barnae-qu hacia la oscuridad. De lo que le pasó en el este no se sabe con certeza, pero fue la última vez que le vieron vivo. Y aquí no terminó la cosa. Cinco días después de su partida, en una noche oscura y nubosa unos extraños aullidos despertaron a los habitantes de Rangost. A través de las ventanas semicerradas atisbaron las callejuelas, vías y plazas. Silbidos y lamentos espantosos vibraron en los tímpanos de la gente y vieron asustados como unas figuras vagas que parecían estar hechas solamente de jirones de niebla, formas monstruosas que bailaban en la semioscuridad de la ciudad y espasmódicamente abrían sus fauces llenas de colmillos para lanzar gritos que helaban la sangre.
Con el corazón palpitando y los nervios a flor de piel, el pueblo de los Cazadores no durmió aquella noche y se cerraron a cal y canto las casas. No se sabía qué era aquello y había pánico.
Alatar sí lo sabía. Después de casi un centenar de siglos los Labios Maulladores habían vuelto. Y eso solamente podía explicarse por la locura del Capitán Firöq. El mago se maldijo a sí mismo por no haber impedido su insensatez, pero no podía hacerse nada ya. Probablemente Jandwathe estaba muy ocupada en sus asuntos y en los de su Amo y había dejado en manos de sus espectros la tarea de mantener quieta a Rangost bajo el peso del miedo.
Por la mañana, en las calles se escucharon los llantos de muchas personas, pues hallaron muertos a hombres, mujeres y niños que debían encontrarse fuera de sus casas durante el ataque de los espectros. Tenían las caras y los miembros llenos de cortes y la ropa manchada de sangre, y sus expresiones denotaban un terror extremo. No habían actuado como antaño, cuando simplemente envenenaban a las víctimas para que cayeran bajo el poder de Jandwathe. Esta vez habían matado, como venganza y amenaza. Finalmente, en el centro del Cerco de los Cazadores, clavada encima de una de las lanzas de cobre del escudo encontraron la cabeza del Capitán Firöq.
A la noche siguiente, los espectros volvieron y pasaron veloces por todas las callejuelas de la ciudad y también por los pueblos vecinos, y el pánico se adueñó totalmente de Rangost. Después de eso Alatar se propuso intentar detenerlos la próxima vez que aparecieran. Los espectros no mataron a nadie más aquella segunda noche, pero muchos animales del ganado de los pueblos perecieron horriblemente, dejando a las familias en la ruina.
Los espectros no volvieron la tercera noche. Ni la cuarta. Parecía que habían dejado por fin a Rangost en paz. Alatar, sin embargo, se alejó de la ciudad hacia los yermos del este, a una distancia respetable del Último Desierto y pudo comprobar que los Labios Maulladores aún seguían allí. Vagaban por los páramos lanzando profundos chillidos y lamentos y un grupo de ellos atacó al mago, y él los rechazó con la luz de su vara. Alatar volvió inmediatamente a Rangost y anunció que la ciudad y los pueblos estaban rodeados y que nadie debía salir hacia el este bajo ningún concepto. Jandwathe se había asegurado que nadie pudiera llegar hasta el Último Desierto otra vez.
Después de Firöq gobernó su hijo Argost, quien se abstuvo de lanzarse a la aventura y permaneció durante toda su vida en Rangost, hasta que su puesto pasó a Tyor, que gobernó como Tyor III. Poco a poco la vida en Rangost y los pueblos circundantes se tranquilizó y sus habitantes se resignaron con su vida y sus problemas y no intentaron nada que fuera mínimamente heroico.
A Tyor III le siguió Cydlaq y luego fue Butban quien gobernó como el duodécimo Capitán de Rangost, el undécimo después del Inicio de los Años del Temor. Y también fue el último que gobernó en esa era de relativa calma e incertidumbre creciente. Porque fue durante su gobierno cuando la oscuridad volvió del este.
Concretamente, en el año 2460 hacia el mes de junio, Alatar advirtió un cambio en la informe oscuridad permanente del horizonte nororiental. Súbitamente una noche parecía un mar de fuego rojizo como en la próxima se iluminaba con relámpagos de una tormenta infernal. El mago se inquietó mucho ante estos sucesos y se mantuvo alerta. Cada día que pasaba, la oscuridad se perfilaba más nítidamente en el horizonte y ya no parecía unos cuantos jirones nubosos sino que  presentaba un aspecto más sólido. Una semana después, Alatar llegó a la conclusión inevitable que la oscuridad se acercaba a Rangost por segunda vez. El Istar envió rápidamente a Nebula hacia el oeste para anunciar el retorno de la sombra, mientras ésta se aproximaba cada vez más y más. Grandes nubes negras llegaban precediendo su llegada. Rangost se puso en alerta y todos los habitantes de los pueblos vecinos se refugiaron en la ciudad por aquellos días.
Los Años del Temor habían finalizado.

El Bardo de librea oscura, de voz profunda y grave, refirió:
- La Tormenta Oscura.

Durante aquellos días, los barcos no salieron del puerto y los campesinos no labraron los campos. Los taladores guardaron sus hachas y la gente se encerró en sus casas. Las tinieblas empezaban a cubrir el cielo de Rangost, lentamente, con calma y tenacidad. Las nubes crecieron y se oscurecieron doblemente. Alatar estaba muy nervioso y su mente presagiaba desastres. Y llegó el fatídico 29 de junio del 2460.
Había amanecido sin el sol y el cielo estaba más oscuro que nunca. Una negrura con tintes rojizos se arremolinaba alrededor de la gran ciudad, y poco a poco aumentó de volumen y las nubes casi alcanzaron la torre de la Capitanía. Era media tarde cuando empezó. Unos resplandores surgieron de las nieblas tormentosas y relámpagos zigzaguearon por la base de las descomunales nubes. Con un estruendo pavoroso, un rayo inmenso descendió de la nube más grande y dio contra el techo de la torre de la Capitanía, que se vino abajo y centenares de cascotes salieron volando en todas direcciones. Un segundo rayo impactó contra el Cerco de Cazadores, fundiendo parcialmente la plata y el bronce del escudo de Rangost. Y llegó un tercero. Y un cuarto. Y un quinto. Una hora después se había desatado una tormenta terrorífica, con decenas de relámpagos que incesantemente sacudían las calles. Muchos de ellos alcanzaban los tejados de las casas, que se incendiaban en grandes llamaradas. La gente de Rangost huía presa del pánico más absoluto, corriendo sin dirección por las calles, con la luz de los rayos y el retumbar de los truenos encima y con un viento infernal azotándoles sin piedad. Un vasto espectáculo de fuego y oscuridad había sumido la ciudad en el caos.
Alatar había permanecido quieto durante la mayor parte de la tormenta, pero al ver como perduraba la situación no se quedó de brazos cruzados. Cogió su vara y  subió raudamente hacia lo más alto que pudo de la Capitanía y extendió los brazos. Gritó a la oscuridad:
- ¡Vete! ¡Deja en paz esta ciudad! ¡Vuelve a las tinieblas!
La oscuridad se arremolinó a su entorno, con un viento despiadado. Alatar alzó la vara. De la punta de madera salió de pronto una luz brillante que se propagó por el aire, luchando contra la niebla. Pero casi al instante, un rayo golpeó la pared de la torre, a unos diez pasos del mago, que vio como se abría un boquete en la piedra. Un vendaval se arremolinó entre los cascotes. Justo después, otro rayo cayó en una almena, provocando un derrumbamiento de varias piedras que cayeron a los patios inferiores. Alatar no se inmutó. Observaba tensamente hacia el cielo. Sin previo aviso las nubes tormentosas ganaron altitud. Un resplandor rojizo las recorrió velozmente en toda su longitud y se concentró en un punto, el ojo de la nube, del que saltó un relámpago que sacudió violentamente el suelo a unos dos pies escasos del mago, quebrando las piedras que saltaron con el impacto. Alatar se vio lanzado por un calor tremendo hacia la pared de la torre contra la que chocó y quedó tumbado en el suelo. Luego, la oscuridad ganó más altura y lentamente los relámpagos disminuyeron hasta desaparecer. La densa niebla empezó a deslizarse hacia el Mar de Rhûn. Las olas crecieron en altura y la tormenta se desató otra vez en medio de las aguas, y poco a poco se perdió en la distancia.
Alatar se levantó como pudo y se apoyó contra la pared, observando el Mar. En el horizonte aún se divisaban relámpagos y aún se oía el retumbar de algún trueno. La Sombra había pasado un poco más al norte de lo que suponen muchas crónicas. Había atacado Rangost.
Y luego, Alatar dirigió de pronto su mirada al norte. Y vio una columna oscura que avanzaba lentamente por los prados, bastante lejos de las murallas. Parecían hombres que caminaban, soldados. Un ejército enorme que viajaba hacia el oeste, probablemente aliados de la Sombra que la seguían.
Abajo, en las calles de la ciudad, la gente corría con cubos de agua, botijos y barriles, intentando aplacar los incendios. Sin embargo, por suerte aquella noche el tiempo acabó de su parte, pues el cielo se cubrió otra vez de nubes, esta vez de lluvia, que inundó las calles y apagó los incendios.
A la mañana siguiente, 30 de junio, Rangost amaneció devastada y humeante. Las calles estaban llenas de escombros, sucias y empapadas de agua. Casi un centenar de casas estaban derruidas y otras muchas necesitaban serias reparaciones. Había desperfectos en las murallas y tres grandes navíos se habían hundido en el puerto. La Capitanía presentaba un lamentable aspecto, con la torre superior medio en ruinas y con los jardines y patios arrasados, y toda la vegetación quemada. Los bosques del sur de la Gardereda habían sufrido también el ataque del fuego y en muchos sitios los árboles estaban negruzcos y retorcidos.
En cuanto a bajas, casi ochenta personas perecieron bajo los rayos o los incendios. Durante los días siguientes, las palabras fueron pocas. Obreros con aire ausente y ojos asustados trabajaban inconscientemente, sin pensar, reparando los daños. La gente enterró a sus muertos sin abrir la boca. El golpe había sido demasiado fuerte y no habían podido asimilarlo.
Alatar observaba todo aquello en silencio, preguntándose qué pasaría a partir de entonces. Si aquello era el poder de Sauron, podía llegar a ser terrible.
Y quizá no se tuviese que esperar mucho para comprobarlo. El mal empezaba a moverse.

El Bardo de librea de plata, de voz templada y clara, explicó:
- La Creación del Concilio Blanco. La Localización del Anillo Único.

En Eriador, el mensaje de Alatar transmitido por Nebula viajó de Sabio en Sabio y pronto los Eldar, algunos hombres y los Istar Curunir y Mithrandir, además de Radagast, estuvieron al corriente del regreso de la sombra.
La Paz Vigilante de Eriador había terminado también.
Ante todos estos acontecimientos, creyeron conveniente iniciar una vigilancia más estrecha y tres años después se reunieron y se creó el Concilio Blanco.
Luego de votación, Curunir, llamado por los hombres de Eriador con el nombre de Saruman, fue elegido el jefe del Concilio, tanto por su grandeza y sabiduría como también por ser el más versado en las estratagemas del Enemigo. Galadriel, Señora Élfica de Lothlorien era partidaria de Mithrandir, llamado también Gandalf, porque era el más cauto y vigilante y también por su gran sabiduría, pero esta opinión fue reprochada por el propio Saruman. Porque, aunque en ese momento no lo supo ninguno de ellos, en la mente de Saruman empezaba ya a labrarse un orgullo personal y un ansia de poder que provocaría hechos terribles en el futuro. Este orgullo se alimentaba de sus éxitos en Rhûn contra Jandwathe y contra la misma Sombra y también de la reverencia que había recibido de las gentes a las que él había salvado. Saruman sentía que era el más grande y no quería que eso se pusiera en duda. Y siguió estudiando e informándose, y llegó al tema de los Anillos del Poder, que le sedujo profundamente. Empezó a ver la importancia del Anillo Único en la derrota de Sauron y comprendió que la búsqueda de este Anillo podía ser capital en la lucha contra el Enemigo. Pero el Anillo llevaba muchísimo tiempo perdido y quizá estuviera destruido y no existiera ya.
Sin embargo, en ese mismo año, sin que los Sabios tuvieran conocimiento de ello, ocurrió algo en Eriador que cambió el futuro completamente. El Anillo Único,  cortado de la mano de Sauron a finales de la Segunda Edad por el príncipe Isildur y que se había perdido, fue encontrado de nuevo. Había permanecido todo aquel tiempo en el fondo del Gran Río Anduin y lo halló un pescador llamado Déagol, que pertenecía a un pueblo extraño de pequeños seres. Ese pescador fue asesinado por otro de su raza, que le robó el Anillo y se lo quedó. El asesino se llamaba Sméagol. Sméagol descubrió que ese Anillo era mágico y le daba el poder de hacerse invisible. Pocos años después, Sméagol viajó hacia las Montañas Nubladas y se internó en cuevas subterráneas, en donde empezó una larga vida oculta, con el Anillo. Debido a sus sonidos guturales, le fue dado el nombre de Gollum.

Y siguió contando:
- El Mal crece en Eriador. La Ruta Comercial del Norte. La Vigilancia de los Cazadores.

En medio de estos años, el Capitán Butban había entregado entre tanto su puesto a su hijo Disbah, concretamente el año 2469, un año antes de la huida de Gollum a las Montañas Nubladas.
En el oeste empezó a notarse también en esta época un aumento de la inseguridad, debida a los refuerzos que habían seguido a la Sombra hacia el oeste. Hacia el año 2475 se reiniciaron los ataques contra Gondor, iniciados con la toma de Minas Ithil muchos años atrás. Osgiliath fue finalmente asaltada por uruks de Mordor y destruida por esta época, y el enemigo echó abajo el Puente de Piedra. Durante años, grupos de orcos siguieron hostigando las tierras de Ithilien.
Los Orcos empezaron a poblar las Montañas Nubladas unos pocos años después, pretendiendo quizá aislar el oeste de Eriador, y Moria fue ocupada por siervos de Sauron.
A la Tierra de los Cazadores empezaron a llegar rumores sobre lo que sucedía, debido a un hecho importante que se relata a continuación:
Por aquella época, el Capitán Disbah había iniciado relaciones diplomáticas con el oeste. Esta medida fue tomada al observar el lento pero constante crecimiento de la población en las Tierras de los Cazadores y la imposibilidad de conseguir más terrenos o relaciones con otros pueblos en Rhûn como consecuencia de la opresión por parte de los otros orientales y de los siervos de Jandwathe. Los cazadores necesitaban cada vez más recursos y la única forma era el comercio. Pero no estaban dispuestos a comerciar por segunda vez con los balchoth, por lo tanto, en el año 2472 se enviaron grupos de exploradores en busca de nuevas tierras con las que comerciar, y éstos se dirigieron muchísimo más lejos. Siguieron las primeras millas del Celduin desde su desembocadura, pero en lugar de cruzarlo hacia el sur, lo abandonaron siguiendo una ruta hacia el noroeste, atravesando las extensas tierras de bosques y claros de la zona septentrional de las Tierras Ásperas. Esta ruta les condujo hacia el río Carnen, algunas leguas al norte de la Roca del Vigilante, y allí construyeron un puente de madera, al que llamaron Puente Rojo, pues la madera de los árboles que habían talado era tan roja como las aguas del Carnen, que descendía de las Colinas de Hierro. A partir de ese punto, los exploradores se desanimaron, pues observaban tierras completamente nuevas hacia el oeste... pero completamente deshabitadas hasta el horizonte. Pero no perdieron la esperanza y tras muchos días de camino errante por tierras ondulantes divisaron a lo lejos una línea oscura: eran los árboles que constituían el límite oriental del gran Bosque Negro. Al llegar a estos árboles, los exploradores estaban agotados y no se vieron con fuerzas de adentrarse en un bosque tan denso y siniestro. Descansaron un día entero y luego se encaminaron hacia el norte hasta que se encontraron de nuevo con el río Celduin, ahora bastante más estrecho que en su desembocadura. Siguiéndolo hacía el norte, llegaron por fin a tierras habitadas. Habían transcurrido más de dos meses desde su partida cuando vieron por primera vez el Lago Largo y la ciudad de Esgaroth, y también el Valle lleno de aldeas que se abría al norte, justo a los pies de Erebor, llamada la Montaña Solitaria.
Los exploradores transmitieron al Gobernador del Lago la petición de comercio entre los dos pueblos y ésta fue aceptada, sobretodo después de la entrega de una bolsa llena de joyas hechas de plata de gran calidad, como incentivo por parte de los exploradores.
Así pues, caravanas llenas de plata y bronce se pusieron en camino pocos meses después, inaugurando la Ruta Comercial del Norte, que se perpetuaría mucho tiempo en el futuro.
Y fue así como los comerciantes que viajaban al oeste o los que venían de allí y llegaban a la ciudad de Rangost, empezaron a contar extrañas historias. Al parecer, la oscuridad había vuelto a la fortaleza llamada Dol Guldur y la inseguridad y el peligro se extendía por todas las regiones. Además, en las mismas Tierras de los Cazadores se veía a gente rara de viaje y sus habitantes empezaron a recelar incluso de los mismos animales. En vista de ello y también temiendo ataques desde el Último Desierto, el ejército de Rangost se mantenía en forma y casi se triplicó en número, y su vigilancia aumentó considerablemente por decreto del Capitán Disbah. Día y noche había patrullas que se movían por las extensas murallas del Barnae-qu y las Siete Mintauni estaban siempre ocupadas por arqueros y vigías. Las atalayas se iluminaban con fuego cada noche, temiendo que la oscuridad impidiese advertir cualquier enemigo silencioso.
También se estableció protección para el largo camino de la Ruta: familias de cazadores se establecieron en diversos puntos de la senda que llevaba hasta el Puente Rojo y construyeron pequeños núcleos de población, mejor aldeas que pueblos, con hosterías y posadas para asegurar el descanso de los comerciantes y pequeños regimientos locales de soldados y guardabosques que mantenían la seguridad frente a animales salvajes, posibles bandidos u otros peligros ignorados.

Y aún prosiguió:
- Invasión del Calenardhon. Nahraq, el último Capitán del linaje de Tyor.

Sin embargo, a Jandwathe también le llegaba todo cuanto quería oír y supo de todos los acontecimientos de Eriador, e ignoró a los cazadores durante un tiempo. Y a través de sus espías le fue encargada la tarea de contribuir al miedo del oeste. Así, una vez más su influencia sobre los pueblos orientales le sirvió para preparar grandes ejércitos de soldados que se encaminaron al oeste. Esta vez se fijó en los balchoth, que fueron adiestrados y alentados por mediadores de Kartaq, pueblo totalmente sometido a Jandwathe y Sauron.
Los balchoth cayeron con fuerza sobre la región del Calenardhon con la ayuda de tropas orcas que salieron de Mordor e hicieron un daño terrible en aquellas tierras. Sin embargo, Eorl el Joven y los rohirrim lucharon contra ellos en la Batalla de los Campos de Celebrant y vencieron.
Después de esto, los Rohirrim se instalaron en el Calenardhon, aunque posteriormente Eorl fue muerto en la Batalla del Páramo.
Corría el año 2545 y en esta época el Capitán Qust, el sucesor de Disbah, pasó su puesto a su hijo mayor Nahraq, que fue el último Capitán que conservó el linaje directo con Tyor, el primer Capitán.
Después del Capitán Nahraq, el linaje se rompió a causa de unos graves acontecimientos ocurridos durante su gobierno que influyeron decisivamente en muchos acontecimientos futuros. Estos acontecimientos constituyen un relato largo y triste que fue convertido en leyenda y durante los siglos posteriores se narró de padres a hijos de muchas formas, y se hicieron canciones que lo resumían en bellas palabras...



El viento encumbraba la hierba y formaba meandros al lado de la muchedumbre. La oscuridad del atardecer empezaba ya su contienda con el sol durmiente, y el cielo se teñía con el rojo de tal batalla.
Fue entonces cuando los bardos se inclinaron ante los asistentes y se retiraron. La muchedumbre, inicialmente bulliciosa, estaba sumida en el silencio del crepúsculo, atentos.
Un grupo de personajes con distintos ropajes se aproximó, procedentes de la ciudad. Desde el fondo del prado, al otro extremo, unos músicos llegaron al son de la delicada lira, llevando a cuestas todo tipo de instrumentos.
El primer grupo ocupó el lugar de los bardos en el centro del prado. Había personas de ambos sexos, y sus vestimentas eran muy dispares. Según se había dicho a lo largo del día, se trataba de un nuevo tipo de bardos, cuya principal misión seguía siendo contar historias, pero en este caso iban a interpretar mínimamente a los distintos personajes de esas historias.
Los músicos se colocaron un poco apartados, entre las sombras. El silencio reinó en el lugar unos instantes.

Un ligero sonido se alzó en la penumbra. Una nota ganó en altitud y decayó. La madera rasgó la cuerda y una pequeña melodía nació entre la hierba y subió al viento. Una melodía que ganó fuerza un momento, luego dio unos giros imprecisos. Una flauta acompañó. Una lira envolvió. Y continúo, perdiéndose entre la muchedumbre.
Una familia proveniente del Este, sentada en la hierba, se cogió de las manos. Sus ojos brillaban. Una lágrima resbaló.

El escriba anunció a la multitud:
- Hoy, para terminar, una historia importante. Que dé comienzo...:



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