CAPÍTULO 18
Alwaid había aprendido algo importante: no había que subestimar al e-nemigo, y menos si éste era Vidrena de Ardieor. Después de la batalla había perdido la tercera parte de los
trhogol, y Zetra estaba furiosa. Aquella vez no había mandado un espejo, sino al mismísimo Rey de los Espectros, con una orden clarísima. Alwaid debía regresar a Ternoy. Enseguida.
Pero Alwaid no quería regresar sin Vidrena. Y, recordando lo que había ocurrido la otra vez que había intentado parlamentar, consiguió una bandera blanca y avanzó sola hasta las murallas de Dagmar.
-Quiero hablar con la Señora de Ardieor. A solas.
-No vayas.
La Dama Gris vio el brillo de la mirada de Vidrena, y supo que no había forma de impedir la entrevista, pero debía intentarlo.
-¿Qué garantías tengo de que no es una trampa?
-Ninguna. Tendrás que confiar en mí, como en los Pantanos -Al decir aquello la voz de Alwaid pareció casi amable-. Pero si tienes miedo...
Clavó la bandera blanca en el suelo y esperó con los brazos cruzados. Vidrena no la hizo esperar mucho.
-¿Dónde está tu animalito?
-Herido.
-¡Pobrecito! Espero que no sea grave, era un ejemplar magnífico.
-¿Me has hecho salir para decir tonterías? -Vidrena cruzó a su vez los brazos.
En la muralla, Hyrna pensó que Vidrena parecía estar ante un espejo.
-Siempre ha habido algo extraño entre ellas -La Dama Gris habló como si hubiese leído el pensamiento de Hyrna- Vidrena parece sentir como funciona esa pequeña mente retorcida.
-¡Querida Dren, eres tan
impaciente!. Solo trataba de ser amable -Vidrena sonrió con irónica dulzura-. Llevamos más de un mes de asedio, mi gente se está cansando y supongo que la tuya también. La batalla de ante-ayer os debió dejar agotados.
-Menos que a vosotros, o no estarías aquí ahora.
-Mi trato es este: renuncio a Ardieor. Me conformo con vosotras.
-¿Me estás diciendo que os iréis de aquí si Wirda y yo nos vamos con vosotros? -La voz de Vidrena sonó tan dulce como la miel de adelfa.
-Siempre he admirado la rapidez de tu mente y la claridad de tu pensamiento.
-¡Cielos, debes estar
muy desesperada! ¿Qué te hace pensar que yo esté tan loca como para aceptar ese trato?
-¡Oh, vamos, Dren, bravuconadas no! Tu gente está sufriendo por tu culpa. ¿Crees que salvar al mundo vale una lágrima o una gota de su sangre? ¿Qué os importa lo que les pueda ocurrir a los otros mientras vosotros estéis aquí, felices y a salvo?
-¿Habrá alguien a salvo si tu querida madre consigue mi espada?
-Tienes buenos motivos para venir conmigo. En un ataque de generosidad, podría enseñarte algo que quieres ver sin necesidad de matarte después.
-Generosísima oferta, ¿de qué me serviría a mí ver tu cara? Por lo que me han contado, no es tan gran cosa -Alwaid apretó los puños, furiosa, y notó a su pesar como la sangre acudía a su cara.
-Si de verdad te lo hubieran contado, no sonreirías.
Vidrena se dio la vuelta y ordenó que la puerta se abriese. Cuando ya iba a entrar, Alwaid la llamó otra vez. Su voz sonaba tranquila, pero había más odio en aquella tranquilidad que en cualquier grito. Vidrena se detuvo a medio camino, pero no se volvió.
-También podría decirte quién es tu madre. Piénsalo, Dren: paz y res-puestas. Es el mejor negocio que te han propuesto nunca. Te doy una semana.
Vidrena no contestó. Pero aquellas palabras siguieron sonando en sus oídos durante mucho tiempo.
*****
La Dama Gris también había aprendido algo: el hechizo de visión a distancia salía mejor si no lo hacía ella sola. Por ello, había reunido a Vidrena, Lym y Hyrna ante el agua mágica todos los días paras seguir el viaje de Tairwyn. Como todo había ido bien, aquel era el día en que él debía haber llegado a Crinale.
-No será difícil. Crinale no está protegido contra la Observación (una imprudencia, si permitís que os lo diga). Solo tenéis que concentraros, y le veremos bien.
La Dama Gris encendió las velas murmurando las palabras mágicas, y luego todas se tomaron de las manos. Vidrena estaba nerviosa: faltaban dos días para que terminase el plazo que les había dado Alwaid, y si la respuesta de Crinale era negativa, no tendría más remedio que aceptar el trato. Aunque trató de disimular, para que la Dama Gris no percibiese nada extraño.
-Hemos llegado a tiempo. Está justo ante el Salón del Trono.
La puerta del Salón del Trono se abrió. El brillo de las antorchas casi deslumbró a las observadoras.
-¿Qué hacen las luces encendidas a estas horas?
-Silencio.
Tairwyn avanzaba con paso decidido hacia el Doble Trono. Pero solo u-no de los dos tronos estaba ocupado. Y Vidrena casi gritó cuando vio quién lo ocupaba.
-¡Qué agradable sorpresa! ¿Cómo van las cosas en mi querido Ardieor?
-Mal -Tairwyn no se dio por enterado del tono de voz de Igron. Y le entregó la carta de Vidrena.
En Dagmar, Vidrena casi temblaba mirando la cara de su hermano. Él parecía hasta preocupado, y Vidrena pensó que con un poco de suerte incluso podía comportarse como un ser humano.
Hasta se echó a reír.
-¡Necesita ayuda! ¡La gran, la perfecta, la maravillosa Vidrena de Ardieor necesita ayuda! ¡Necesita mi ayuda! La del... ¿Cómo me llamó en Surlain?
-La Señora espera que olvidéis aquel lamentable incidente y comprendáis que los nervios del momento...
-¿Está
suplicando?Tairwyn contuvo sus ganas de volver a golpear aquella cara. Su voz sonó apagada al responder.
-Sí. Está suplicando.
Igron volvió a reírse.
-Así que los ardieses ya no pueden
arreglárselas solos.
-¡Maldito bastardo! Perdón, Hyrna -Pero Hyrna hizo un gesto que significaba que le daba lo mismo-. ¡Está utilizando mis palabras contra mí!
-¿De veras le dijiste que podemos arreglárnoslas solos?
-Utilicé más palabras.
-Silencio.
-Pues lo siento por vosotros. Pero ese traidor Erdengoth ha regresado a Galenday y necesito a todas mis tropas para atraparle antes de que consiga sublevar a otra ciudad. No puedo mandar a Ardieor ni un solo hombre.
Tairwyn bajó la cabeza, abatido.
-Transmitiré vuestro mensaje a mi Señora.
-No quiero ver nada más, Dama Gris -Vidrena soltó sus manos. Las imágenes del agua desaparecieron.
-Lo siento.
-No te preocupes, hermanita. Debería haber sabido que reaccionaría así, todas sabemos como es Igron. Salgamos de aquí, tenemos cosas más importantes que hacer que lamernos las heridas.
*****
Vidrena caía en un pozo oscuro tras otro. Intentaba gritar pero no lo conseguía, como si alguien estrujase su garganta. Nunca había sentido tanto miedo. A su alrededor resonaban las carcajadas de Igron, y en el fondo del último pozo le esperaban los ojos claros, casi blancos, de Alwaid. Y su voz llena de falsa dulzura repitiendo:
¿Crees que salvar al mundo vale una lágrima o una gota de su sangre? Y la otra frase, la que ni despierta podía dejar de oír.
Podría decirte quién es tu madre.Vidrena despertó gritando. Se sentía más oscura que las sombras de su cuarto. Seguía oyendo la voz de Alwaid, como si el sueño no hubiese terminado. Malditas pesadillas, pensó. En aquel momento descubrió que estaba convencida de que sus pesadillas terminarían el día que viese la cara de Alwaid, o quizás el día en que supiese quién era su madre, o ambas cosas.
Una estrella brillaba en el norte. Vidrena la miró durante largo rato, antes de dirigirse hacia el escritorio. Pensó un momento, y luego comenzó a escribir. Su letra subía y bajaba en el papel, más de una vez tuvo que volver atrás para tachar algo. Depositó la carta sobre la almohada, junto a la empuñadura de Wirda.
-No puedo salvar el mundo. Pero puedo salvarte a ti de caer en sus manos.
La estrella seguía centelleando. Vidrena la miró y sonrió.
-¡Y yo que quería una vida tranquila!
CAPÍTULO 19
Querida Hyrna:
Cuando leas esto, yo ya estaré lejos de aquí, y no sé si volveré algún día. Alwaid me dijo muchas cosas durante nuestra última entrevista, y en casi todas tenía razón. No puedo consentir que todos sufráis por mi culpa, cuando todo esto ha sido desde el principio un asunto personal entre nosotras. No quiero que muera más gente por alguien que ni siquiera está segura de saber quién es, pero tampoco que por mi culpa Zetra pueda pasar de ser una simple tiranuela de tercera con aspiraciones brujeriles a un auténtico poder que pueda conquistar el mundo. De modo que he dejado a Wirda contigo y ellas tendrán que conformarse conmigo. Ahora eres la Señora de Ardieor. Siéntate, respira y comienza a hablar despacio para que se te entienda. Olvídate de ese pelirrojo cara-manchada y cásate con Tairwyn. No es tan tonto como a veces intenta parecer. Dile que siento no haberle esperado y que no intente ninguna de sus heroicidades, que sé lo que hago y puedo cuidarme sola. Adiós, hermanita. Cuídate, sé feliz y cuida y haz felices a los ardieses. No son mala gente una vez que les conoces. Dren.La Dama Gris la encontró sentada en la cama de Vidrena, con la carta entre las manos. La princesita parecía haber envejecido diez años, y estaba tan pálida como si nunca hubiese tenido sangre. Había entrado en la habitación de Vidrena alegre, dispuesta a decirle
¡Se han marchado! y a reírse juntas en cuanto la hubiese convencido de que no era una broma. Pero Vidrena no estaba, y Hyrna ya iba a salir de allí y buscarla en algún otro lugar cuando reparó en que Wirda estaba sobre la cama.
La Dama Gris consoló a Hyrna lo mejor que supo. Hyrna no paraba de repetir:
¿Por qué lo ha hecho?, y la Dama Gris no encontraba la respuesta. Siempre había dudado de la salud mental de Vidrena, pero nunca había esperado que ella pudiera llegar tan lejos. Se preguntó en qué había fallado. No sabía de ninguna otra Dama Gris cuyo Señor (o Señora) se hubiese escapado.
Lo peor fue tener interrumpir la fiesta, que ya habían comenzado los habitantes de Dagmar al descubrir que el asedio había terminado, para decirles que su Señora se había ido con el enemigo dejándoles como sustituta una muchacha de dieciséis años y medio. Dagmar quedó tan silenciosa y deprimida como si el asedio no hubiera terminado.
Cuando Tairwyn regresó, más alegre de lo que ella esperaba, Hyrna se armó de valor y le contó lo ocurrido, sin mirarle a la cara y en el tono en que en Crinale recitaba las lecciones. Por un instante le pareció que él había muerto, porque no decía nada, y cuando se atrevió a mirarle estaba pálido y tenía los ojos vidriosos.
Cuando consiguió hablar, dijo:
-¡Pero si van a venir!
Y contó a Hyrna lo que había ocurrido después de que ellas dejasen de mirar: Cuando Tairwyn se disponía a marcharse apareció en el Salón del Trono la Reina de Galenday.
Desde la muerte de Gartwyn, la Reina sufría una extraña enfermedad que la iba debilitando poco a poco y se había visto obligada a asociar a Igron al trono. Estaba pálida y ojerosa, y había adelgazado tanto que hasta él, que solo la había visto tres veces, lo notó. Al oír aquello, Hyrna sonrió de tal forma que Tairwyn se dio cuenta por primera vez de cuanto se parecía ella a Vidrena.
-Sí, los reyes de Galenday suelen sufrir esa enfermedad cuando sus hijos tienen prisa por heredar.
Pero, continuó Tairwyn, al enterarse de que había llegado un ardiés a Crinale, la reina había tenido un mal presentimiento y se había levantado de la cama para verle. Y había presenciado el final de la conversación.
-Príncipe Igron, en Galenday sigo mandando yo. Joven ardiés, dile a tu señora que Galenday hará honor a la Alianza, como Ardieor ha hecho siempre.
-Gracias, Majestad -Tairwyn se inclinó ante la Reina, agradecido.
Salió del Salón del Trono más deprisa de lo que había entrado y regresó a Ardieor al galope y sin descansar. Por eso no se había enterado de la conversación que había tenido lugar en el Salón del Trono en cuanto él se marchó.
-¡Pero, Majestad! ¿Por qué? -Igron no podía entender el interés de la reina en salvar Ardieor, que por él podía ser tragado por la tierra (aunque con toda seguridad la tierra fuera a lamentar el tragarse algo tan indigesto).
-Callaos y escuchad por una vez en vuestra vida, Príncipe Igron. Esta es la oportunidad que hemos estado esperando durante muchos años. Por fin Ardieor será nuestro. Les ayudaremos a no perder Dagmar, sí, pero nos quedaremos y esta vez no nos echarán. Nos estarán tan agradecidos que no querrán rebelarse. Y esos bárbaros pagarán por lo que os hicieron.
*****
Durante una semana, Tairwyn vagó por el bosque, sin ir a ninguna par-te en concreto, sin ni siquiera ver nada. Algunos leñadores que se cruzaron con él creyeron que se había vuelto loco al reparar en su mirada fija y su aspecto descuidado.
Llovió pero no se enteró, salió el sol y él no vio el arco iris. Sus pies andaban solos, independientes de su cabeza, que no hacía más que preguntarse si podría haber hecho algo para evitar que Vidrena se marchase. Nunca supo dónde había dormido aquella semana, ni si había comido. Y un día se sorprendió al encontrarse ante un tronco lleno de hongos en un claro del bosque. Bajo un árbol había una solitaria margarita silvestre que, sin querer, le recordó que aquel había sido el escondite donde Vidrena iba cuando quería estar sola.
Y allí estaba otra vez, deshojando margaritas como si tuviera que tomar alguna otra grave decisión.
Ella se levantó y le miró. La parte de Tairwyn que aún seguía un poco cuerda, se dijo que aquello no era posible.
-Si estuvieras aquí, de verdad, quiero decir, no como un producto de mi mente perturbada, podría decirte un montón de cosas, aunque si estuvieras tampoco sabría por dónde empezar, ni siquiera sé si me atrevería. Pero ya es demasiado tarde -La visión ladeó la cabeza y le miró con curiosidad. Había reflejos dorados en el fondo de sus ojos-. O quizá no.
La visión dejó escapar un casi inaudible suspiro cuando le vio alejarse hacia Dagmar.
-¡Humanos! ¡Hay que hacerlo todo por ellos! -Y desapareció.
Cuando le vio entrar en la Sala de Reuniones, Hyrna se levantó de la butaca de Vidrena e iba a preguntarle dónde había estado, pero enseguida sospechó que él estaba planeando algo. Y la sospecha se confirmó cuando él apoyó las manos en sus hombros, la miró a los ojos y dijo con voz seria pero tranquila:
-Necesito a Wirda.
-¿Como?
-Mi espada es buena, pero solo Wirda puede llevarme a Ternoy y dejarme volver vivo.
Hyrna sintió que le temblaban las piernas, pero no se desmayó. Ya no podía permitírselo. Se limitó a contestar:
-Pero ella no quiere que lo hagas.
-No voy a rescatarla. Solo voy a convencerla de que se escape.
-Estás loco.
-Es otra de nuestras maldiciones familiares, supongo que ya estás enterada de las otras. Por favor, dame a Wirda. Tienes que dármela tú. ¿Quieres que me ponga de rodillas?
-¿Y si ella no quiere escaparse le digas lo que le digas? No es justo que os pierda a los dos.
-La conozco desde antes que tú. Sé que se escapará.
-Pero...
-Escucha, Hyrna. Yo sé algo que tú no sabes. Yo vi la cara de Alwaid y estoy dispuesto a cualquier cosa para evitar que ella la vea. Y aún más: sé quien es Alwaid, y también sé, bueno, no es que lo sepa pero estoy casi seguro, quién es la madre de Vidrena -Hyrna se quedó sin aliento- Por favor, no me obligues a contártelo ahora. Ya lo haré cuando volvamos de Ternoy.
*****
Tairwyn partió al amanecer del día siguiente, con un caballo nuevo, las alforjas llenas de provisiones, un arco y un carcaj de flechas por si tenía que cazar, un viejo mapa dibujado por el único ardiés que se había atrevido a viajar por Ternoy hasta entonces y Wirda. Hamlyn había intentado convencerle para que le llevase también pero Tairwyn le había dado las gracias y le había dicho que aquello era un asunto personal.
Cuando llegó al vado del Therdeblut, desenvainó a Wirda. La voz cantarina de la espada le recordó la noche en que el Señor de Ardieor, decepcionado porque Vidrena no parecía haberlo conseguido, le pidió que intentase sacarla de la Encina. No lo había conseguido, pero Wirda le había anunciado que se encontrarían otras dos veces. Y la tercera sería la última.
-¡Busca! -Un rayo de luz salió de la hoja en dirección al nordeste. Tairwyn envainó la espada y siguió la ruta que el rayo le había indicado- ¡Allá vamos, Dren!
CAPÍTULO 20
-¿Que has hecho
qué? -La pregunta era casi una acusación. Hyrna se encogió como si fuese a recibir un golpe de un momento a otro.
-Sé que es una locura y que puede que no vuelva vivo y todo se pierda, pero me miró de una forma que... bueno, creo que si alguien puede hacer que vuelva Vidrena es él. ¡Dijo "cuando volvamos", no "si vuelvo"! ¡Oh, Dama Gris, yo no sirvo para esto! Las dichosas cuentas me marean más que la sangre.
-Ya no podemos hacer nada. Tairwyn ya debe haber llegado lo bastante lejos como para que sea imposible localizarle. La última vez que Miré Ternoy creí que había llegado el final de mi carrera.
-¿Por qué es tan importante que Zetra no se apodere de Wirda? Es una espada muy bonita, lo reconozco, y por lo que he oído tiene poderes extraordinarios. Pero en Galenday también hay quien tiene espadas mágicas, bueno, eso dicen ellos, aunque yo nunca las vi hacer nada mágico, y he visto algunas más bonitas que ella.
-¿Quieres decir que nunca, ni en Galenday ni en Ardieor, te han contado la historia de Wirda?
-Soy una Princesa de Galenday, las espadas son demasiado vulgares para mí.
-Pues siéntate y ármate de paciencia, porque es una historia larga - La Dama Gris se sentó, cerró los ojos para que nada la distrajera y comenzó a contar-: En el principio fue la oscuridad. Una oscuridad fría, inmensa, vacía, intemporal, aburrida. Y así era como su Señor la quería.
"No sabemos quién es ni de dónde vino el Señor de la Oscuridad, como no sabemos quién es ni de dónde vinieron Rhaynon y sus hermanas. Solo sabemos que a ellas no les gustó lo que vieron, o mejor dicho, lo que no vieron. Y de sus mentes nació una luz que inundó el mundo, y con la luz llegó la vida. Y el Señor Oscuro gritó de dolor y terror, se tapó los ojos y juró venganza.
"Cubriéndose la cara para protegerse de la luz fue a ver a Rhaynon, y suplicó compartir el mundo, diciendo que era lo bastante grande para los dos, y Rhaynon, aun sospechando que él pretendía engañarla, accedió, porque confiaba en poder equivocarse.
"Así nació la noche, y con la distinción entre el día y la noche nació el tiempo.
"Pero ya el Señor Oscuro había decidido que la primera noche sería la última. Cuando llegó el momento de amanecer, lanzó un poderoso hechizo que impidió salir al sol. Durante siglos y siglos, el mundo estuvo cubierto por la oscuridad, y criaturas corrompidas, horrendas y viscosas, pululaban entre las tinieblas y adoraban a su amo, al que llamaban Señor del Mal.
"Rhaynon no estaba dispuesta a soportar aquello. Y en su escondite del Mundo Borroso creó la única arma que podía derrotar al Señor del Mal: una espada que no pertenecía a ningún mundo ni a ningún tiempo, forjada con el fuego de una estrella, templada con su propia sangre. Una espada capaz de elegir a sus dueños, con un alma propia y unos cuantos trucos bien escondidos.
"Y, por primera y única vez, las tres Hermanas lucharon juntas contra la oscuridad y la derrotaron, y encadenaron al Señor del Mal en el Mundo Borroso, de donde nunca pudiera escapar. Y, en recuerdo de su victoria, la luna ilumina las noches. Creciente para Mait, la Diosa Niña, llena para Rhaynon, la Mujer, menguante para Kuss, la Anciana. Y una cuarta, la Luna Negra, para que no olvidemos al Señor del Mal.
"Fue entonces cuando los humanos aparecieron sobre la tierra y se extendieron por ella. Los más sabios y nobles de los humanos eran los Magos de la Tierra Silenciosa, cuya magia había construido un castillo en una sola noche, a los pies de la Montaña del Fuego Azul. Entre los Magos, la más poderosa era Zetra, pero también la más ambiciosa, y la que más temía a la vejez y a la muerte.
"Desde el Mundo Borroso, el Señor del Mal comenzó a infiltrarse en sus sueños, a susurrarle lo que podía llegar a ser si se entregaba a él, y poco a poco Zetra se fue convenciendo, hasta que una noche de Luna Negra realizó una horrenda ceremonia mediante la cual entregó la mitad de su alma al Señor del Mal, a cuenta, como si dijéramos, y recibió a cambio la mitad de él, ya que era la única manera en la que él podía regresar.
"Y así, Zetra tuvo más poder del que nunca había soñado, pero una parte de ella sigue siendo mortal, y la otra teme a Wirda más que a nada en este mundo, porque sabe que es la única cosa que puede desterrarle de él.
"Y por eso su obsesión desde hace siglos es encontrar a Wirda y destruirla. En los primeros tiempos de su existencia, después de que los Magos la expulsasen de Ternoy, recorrió todo el mundo, y en uno de sus viajes, llegó a una isla llamada Lossián. El Rey de Lossián se enamoró de ella, y ella aprovechó la ocasión. Se casó con él, lo convenció para que la nombrase su heredera y lo envenenó poco a poco, de forma que pareciese una enfermedad.
-¿Seguro que esa Zetra no tiene ningún parentesco con la Casa Real de Galenday?
-Agradecería que no volvieses a interrumpirme.
-Perdón, continúa.
-Bien. Una vez convertida en Reina de Lossián, Zetra se convirtió en la tirana más insoportable que nunca se había conocido hasta entonces. Sacrificios humanos, ritos sangrientos, alteraciones de la naturaleza, mal gusto para la decoración del Palacio Imperial y barbaridades por el estilo, y su Búsqueda, por supuesto. Pero quien encontró a Wirda fue tu antepasada Dagmar, quien se la dio a su hermano Golsan, que dejó de ser un bandido más o menos generoso y se convirtió en un rebelde, como vuestros Cardos Silvestres pero inteligente. No voy a extenderme ahora sobre la vida de Golsan porque es una historia muy larga y puedo contártela en cualquier otro momento. Dinel avisó a Golsan y los suyos de que Lossián iba a ser borrada del mapa, en todos los sentidos de la expresión. Así que Golsan y todos los que quisieron seguirle escaparon de Lossián y llegaron a Ardieor. Zetra también escapó y se instaló en el Castillo Negro. Desde entonces trata de recuperar a Wirda, y al mismo tiempo vengarse de los descendientes de Gol-san, o sea, tu familia. Por eso se molesta con nosotros en lugar de ir a conquistar el mundo por otro lugar más rico y más fácil. Cuando destruya a Wirda dejará de tener miedo, y nada podrá detenerla.
-Y ahora Tairwyn va a llevársela a casa. Pero, ¿qué tiene que ver Vi-drena con todo esto?
La Dama Gris suspiró.
-Cuando Golsan murió, Dagmar clavó a Wirda en esa encina que ves en el patio, que se convirtió en piedra no sé por qué razón, y profetizó algo así como que quien consiguiese sacarla podría matar a Zetra. Desde entonces todos los Aletnor lo habían intentado, incluso el Príncipe Igron.
-¿Igron intentó sacar a Wirda del árbol?
La Dama Gris asintió, no quería dar explicaciones sobre aquel asunto.
-Un día me acosté, y al día siguiente Vidrena había sacado a Wirda de la encina, y cuatro o cinco días después comenzó la guerra. Con los resultados que ya sabes. Vidrena está destinada a matar a Zetra, pero tal como están las cosas ahora creo que puedo decir que Zetra esta vez ha conseguido cambiar el destino.
-Aún no estamos muertos. Y la vida da muchas volteretas.
-Es vueltas, Hyrna, muchas vueltas.
Tres días después, llegó Igron.
-Como si no tuviéramos bastante problemas -pensó la Dama Gris, mientras Hyrna iba a dar las órdenes para recibir a Igron con la solemnidad que la ocasión requería.
*****
El Salón de los Banquetes del Castillo de Dagmar se utilizaba pocas veces, pero Hyrna consideró que una visita real lo merecía. Por lo tanto, la mejor comida y bebida que pudo conseguir estaba sobre la gran mesa en forma de U tallada en una sola pieza de madera de roble, y la luz de las velas y antorchas se reflejaba en las armaduras de los comensales de una forma que a la Dama Gris le traía malos recuerdos.
-Así que hemos llegado tarde, ¡qué pena!
-No seáis hipócrita, Alteza. Sabemos lo que ocurrió en Crinale.
-¿Ah, sí? Os lo contó el perrito de Vidrena, ¿no? ¿Cómo se llama? ¡Estos malditos nombres ardieses! ¡Algo terminado en "wyn", eso seguro! A propósito, ¿dónde está? ¿Ha recordado que tenemos una cuenta pendiente y se ha quitado de en medio a tiempo?
-Se ha ido a Ternoy a rescatar a Vidrena, que se fue por vuestra culpa -Igron mostró la más odiosa de sus sonrisas.
-Ah, sí, una verdadera pena -Hyrna deseó que se le atragantase una espina de la carpa, recién pescada del Therdeblut, que se estaba comiendo.
-De modo que mañana, después de desayunar, os marcharéis, vos y todos vuestros hombres. Ya no os necesitamos -Igron no se inmutó.
-Lamento disentir, Princesa, pero según el orden normal de sucesión en cualquier país civilizado, yo soy ahora el Señor de Ardieor. Así que no puedo marcharme y abandonar a mi querido pueblo como hacen otras personas - La Dama Gris dejó caer su cuchillo al suelo para que el agacharse a recogerlo le diera una oportunidad de dominar la expresión de su rostro.
-Ardieor no es
cualquier país civilizado -La voz de Hyrna sonó firme, pero ella estaba pálida.
-Lo será en cuanto comiencen a funcionar los planes que tengo para él. De momento, esa recua de mulas que se hacen llamar
jeddart deberán entregar sus armas lo antes posible, como ya han hecho en Comelt.
-No lo conseguiréis.
-Claro que sí, Artdia Dagmar, porque si no lo hacen no tendré ningún reparo en cortaros el cuello esta vez. Lo cual me recuerda que después de esta cena se os encerrará en vuestra torre y no podréis salir de ella ni recibir visitas, salvo quizás la mía. Y en cuanto a vos, mi dulce hermanita, veo que habéis mejorado mucho desde la última vez que nos vimos. Sois más alta, vuestra piel está en mejor estado del que se podía esperar viviendo aquí, y tenéis carne justo donde debéis tenerla. Vuestro prometido estará encantado de casarse con vos.
-¿Qué prometido?
-El Señor de Surlain, ¿acaso tenéis otro? Vendrá en cuanto solucione unos cuantos problemillas domésticos (estos campesinos sureños nunca escarmientan), y la boda se celebrará cuando estén aquí todos los invitados. Y luego partiréis hacia el precioso Sur. Os encantará, lo sé, es una tierra maravillosa. Bonitos paisajes, clima agradable y supervivientes encantadores.
-¡Nunca me casaré con el Señor de Surlain, ni con nadie que queráis imponerme!
-Claro que lo haréis. Esta vez no podéis escaparos. Una verdadera pena.
-Se me ha quitado el hambre -Hyrna se levantó- Me retiraré a mis aposentos.
-No vayáis a la Torre Norte. Ahora es mía.
-Te acompaño -A un gesto de Igron, dos Guardias de Crinale salieron con la Dama Gris del Salón de los Banquetes.
-Luego iré a haceros una visita, Dama Gris.
Ella solo respondió con una mirada desdeñosa.
Los Guardias la acompañaron en silencio y se quedaron en la puerta de su habitación. La Dama Gris despertó a Lym y le contó lo que estaba ocurriendo.
-Ve a "La Bella Moza" y cuéntaselo todo a Karn. Él sabrá qué hacer, espero.
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