Wirda (Libro I: La Señora de Ardieor)

14 de Mayo de 2003, a las 00:00 - Condesadedia
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CAPÍTULO 16



Vidrena me ha ordenado que escriba una especie de crónica del asedio de Dagmar aunque no sé como voy a hacerlo si no me deja ver nada sospecho que en realidad lo que quiere es quitarme toda oportunidad de acercarme a la muralla parece que según las leyes ardiesas yo soy su heredera a falta de hijos y como no va a tener uno de hoy para mañana tienen que mantenerme a salvo por si la matan me pregunto si no sería más práctico mantenerla a salvo a ella debo romper o tachar esta parte porque se supone que la Dama Gris debe poner mi crónica en verso para cantarla y que los niños se la aprendan de memoria y pasar a la posteridad y todo eso y no creo que lo que acabo de escribir les importe bueno como iba diciendo llevamos una semana de asedio no entiendo mucho de estas cosas debería haber prestado más atención a mis lecciones pero por suerte no parece que los de fuera adelanten mucho los muy tontos no hacen más que intentar escalar la muralla y gritar Vidrena parece obsesionada con la tal Alwaid y su máscara y todo este asunto empieza a no gustarme nada debería estar viendo lo que ocurre y no encerrada aquí escribiendo lo que oigo.
Hyrna levantó la pluma del papel, releyó todo lo que había escrito y se planteó la posibilidad de dimitir como cronista.
Un grito procedente de la batalla la hizo correr hacia la Torre Norte y asomarse a la ventana que daba a las murallas.
-¡Cáscaras! Esto se está poniendo feo.

*****

Había sido un día agotador. Vidrena regresó a la Torre Norte y se dejó caer sobre la cama, al lado de Wirda, sin fuerzas ni para descalzarse.
Si hubiese mirado por la ventana, habría podido ver las dos figuras envueltas en capas negras que andaban con el mayor sigilo, y no se detuvieron hasta llegar a la esquina menos visible desde el campamento enemigo.
Tairwyn ofreció una pequeña bolsa de cuero abierta a Hamlyn, con una sonrisa socarrona.
-¿Avellanas?
-¿Cómo puedes pensar que yo quiera comer en estas circunstancias? -Pero aceptó las avellanas.
-Si van a matarte mejor que tengas el estómago lleno.
-¡Maldita Reserva Especial!
-Te lo había advertido, pero te has empeñado en no hacerme caso.
-¿Y quién ha empezado esto contando esa historia sobre cincuenta galendos con dos espadas cada uno? Tenía que lavar mi honor, maldita sea -Hamlyn arrojó una cuerda muralla abajo y comenzó a descender. Tairwyn se inclinó hacia él.
-Recuerda. Debes traer una prueba de que has estado allí.
-¿Te basta con la cabeza de Alwaid?
-Si puedes conseguir la cabeza tráela a ella entera. Te esperaré aquí, di landraik cuando vuelvas.
-¿Por qué estás tan seguro de que voy a volver?
-Porque nunca he perdido una apuesta.
-Eres un canalla, un sinvergüenza y un...
-Gracias, chato, tú también me gustas.
Hamlyn se deslizó hasta el suelo, saludó con la mano a Tairwyn y se volvió hacia el campamento de Ternoy. La noche era fría, algo ventosa y oscura. Hamlyn veía la luz que salía por la ventana del cuerpo de guardia y volvió a maldecir el licor que había aflojado su lengua y le había hecho decir el montón de tonterías que habían desembocado en aquella desventurada aventura.
Con el paso más silencioso que pudo conseguir, se acercó a la primera tienda, que más parecía una especie de choza. El ya familiar olor de los trhogol atacó su nariz y estuvo a punto de derrotarla. En el interior de la choza se oyó lo que parecía una carcajada, aunque bien podía ser un grito de ira. Hamlyn se dio cuenta de que estaba temblando y apretó los puños, clavándose las uñas en la palma de la mano, para controlarse.
La tienda de Alwaid estaba en el centro del campamento, coronada por el estandarte de Ternoy, una gota roja sobre fondo negro. Era la más grande de todas, y estaba iluminada. Alwaid debía estar despierta, quizás en pleno Consejo de Guerra planeando el ataque del día siguiente. Hamlyn se deslizó entre las tiendas hacia la de Alwaid. Una vez se había arriesgado, pensó, había que sacar alguna utilidad.
Hamlyn oyó unos pasos. Miró buscando donde ocultarse, pero no encontró nada.
Por enésima vez desde que había salido de ella, el joven añoró la vida tranquila de su aldea. En aquellos momentos, el cultivo de repollos y el pastoreo de cabras le parecían la actividad más hermosa y gratificante del mundo. Habría dado un año de su vida por volver a aburrirse.
Los pasos ya estaban muy cerca. Hamlyn cerró los ojos y se lanzó en el interior de una tienda, espada en mano, dispuesto a matar a cualquiera. Pero no había más que un extraño armazón de madera y una caja de herramientas de carpintería.
Hamlyn examinó con curiosidad el armazón. Debía ser una especie de máquina de guerra. Una serie de pedales, poleas y cadenas parecían servir para mover unas aspas en la parte superior del armazón. Recordando que debía aportar alguna prueba de que había estado allí, se apoderó de un martillo pequeño y lo guardó en su bolsa.
-Toco gorrdio on lo móqono volodorro ¿oh?
Hamlyn dio un salto al oír aquellas palabras, dichas por una voz nasal, ronca y vibrante. Se ocultó tras la máquina, pensando en qué haría si los trhogol entraban en la tienda, pero no entraron. Soltó muy despacio, procurando no hacer ruido, el aire que había en sus pulmones.
-¿Qorros locorr do oscorrobojos? -oyó que decía uno de los trhogol. El otro contestó con un gruñido, seguido de un asqueroso sonido de succión. Hamlyn supuso que estaba bebiendo, y prefirió no imaginar el ruido que haría al comer- ¡Morro qo tonorr qo hocorr gorrdio on osto nochocoto!
-No prrotostos. Condo gonomos podrromos boborr songrro frrosco.
-So gonomos. Ostos homonos -Hamlyn se estremeció ante el odio con el que el trhogol pronunció aquella palabra- so ostón riondo do nosotrros, y Ollo no pionso mós qon ochorrlo mono o lo orrdioso.
-Oso os trroición, o so Gorrg to oyo...
-¿Lo tionos miodo o oso ox-homono?
-Os ol prroforrodo do Ollo. Por lo monos hosto qoncontrro otrro, o Ollo os lo prroforrodo do lo Omporrotrroz, o yo sobos lo qozo lo Omporrotrroz o quion lo llovo lo contrrorrio o so prroforrodo.
-Só, Fiobrro do los Pontonos -Hamlyn oyó otra vez el sonido que debía ser una risita, y luego la succión. Seguida de algo que sonaba como ronquidos. Hamlyn no podía creer a su suerte, los trhogol se habían dormido. Levantó un extremo de la tienda y se deslizó fuera. Se arrastró durante dos eternidades y media, hasta que llegó a otra tienda y se enderezó. Poco a poco, inició el regreso a Dagmar.
De repente volvió a oír pasos. Aquella vez no tenía ningún lugar don-de ocultarse. No se atrevía a tentar a la suerte regresando a la tienda de la máquina voladora. Esgrimió de nuevo la espada, y a su mente acudieron sin ser llamados los primeros versos del Cántico Funeral de Galenday.
-Landraik -Era la voz de Tairwyn.
-¿Qué haces aquí?
-Estaba preocupado. ¿Qué estabas haciendo?
-Ya te lo contaré luego, vámonos.
-¿Tienes la prueba?
-Sí, y una información importante. Vámonos de aquí -Hamlyn tiró de la manga de Tairwyn, pero él se soltó con una sacudida del brazo.
-De ningún modo, yo también quiero una prueba de que he estado aquí.
-Estás loco.
Tairwyn miró hacia la tienda de Alwaid y luego se volvió hacia Hamlyn con una sonrisa divertida.
-¿Vamos a por su cabeza?
-Menos mal que no dejamos viudas -Hamlyn siguió al ardiés hacia la tienda de la Gota Roja.
-Esta gente es como mínimo imprudente. Ni una guardia en todo el campamento -Hamlyn se encogió de hombros. No tenía ganas de explicarle a su amigo lo que ocurría con las guardias en el campamento de Ternoy- Espérame aquí.
La tienda de Alwaid era lo más lujoso que Tairwyn había visto nunca después de Crinale, pero con muchísimo peor gusto. Alwaid dormía en una enorme cama, rodeada de cortinas. La máscara estaba sobre una cómoda en un joyero, rodeada de diademas, anillos y collares, la mayoría de plata y diamantes. Tairwyn se guardó la máscara entre la cota de malla y la camisa, confiando en que el cinturón evitase que se le cayera hasta que llegasen a Dagmar. Ya iba a salir cuando pensó en que ya que estaba allí podía cumplir su palabra y matar a Alwaid. Si lo hacía, Vidrena estaría orgullosa de él, sería un auténtico héroe a la altura de todos sus antepasados. Se acercó a la cama. Alwaid se movió. Tairwyn retrocedió pensando en que ella iba a despertarse, pero Alwaid solo había cambiado de postura. Aliviado, continuó avanzando. Conteniendo la respiración, Tairwyn desenvainó la espada y levantó la cortina. La luz de una vela reveló la cara de Alwaid.
Tairwyn cambió de opinión y salió corriendo.
-¡Vamos! -Hamlyn obedeció sin pensarlo. Los dos comenzaron a correr hacia Dagmar. Un trhogol apareció ante ellos.
-Contrrosoño.
-¡Tu padre! -Una estocada de Tairwyn cortó la cabeza del trhogol, que cayó en dirección contraria a la del cuerpo- ¡Corre, Hamlyn!
El viento zumbaba tan fuerte en los oídos de Hamlyn que él no podía oír los latidos de su corazón. Las murallas de Dagmar parecían alejarse cada vez más en lugar de acercarse. Tairwyn le oyó decir varias veces: ¡Quiero volver a casa con mi mamá! Gracias a la oscuridad de la noche, las flechas de los trhogol no dieron en el blanco. Y algún trhogol que se acercó demasiado fue ensartado por una flecha de los jeddart que esperaban sobre las murallas.
Hamlyn las encontró por sorpresa, al golpearse contra ellas.
-¡Por la puerta! -Tairwyn asió del brazo a Hamlyn, le arrastró hasta la puerta entreabierta y lo metió dentro de un empujón. La puerta se cerró tras ellos.
Hamlyn se derrumbó en el suelo, presa de una crisis nerviosa, mientras los jeddart bajaban de la muralla y les felicitaban por su hazaña. De repente, alguien vio a Vidrena en lo alto de la escalinata y el alboroto terminó enseguida. Ella bajó las escaleras peldaño a peldaño, en silencio, con un ceño y una mirada que presagiaban tempestad.
-¿Os habéis divertido?
-Dren, no sabes cuánto me alegro de verte.
-Eso no te salvará de un castigo. Ni a ti tampoco -señaló a Hamlyn, que se recuperaba de su ataque de nervios.
-Eso no, Señora, pero lo que tengo que contarte sí -contestó.

*****

La piel de Gorg tenía un color más verdoso de lo habitual incluso en él. Alwaid acababa de recibir una reprimenda de Zetra a través del espejo, tan severa que la joven había tenido que desahogar su rabia y no había encontrado forma mejor que rompiéndolo.
-¡Inútil, incompetente, inepto, infecto montón de basura infatuado, inútil, no ese ya lo he dicho, in... in... inbécil! ¡Dos ardieses aquí! ¿Dónde, por todos los abismos infernales, estaban los centinelas? ¿Borrachos o dormidos? ¿Cómo se puede conquistar el mundo así? ¡Estoy rodeada de inútiles! -Alwaid había improvisado una especie de velo con la funda de su almohada para cubrirse la cara ante Gorg, y al tener que sostenerlo con las manos su capacidad expresiva estaba bastante reducida. Al decir la última frase, había levantado los brazos y el velo estuvo a punto de caer. Buscó la máscara en el joyero y no la encontró. La súbita conciencia de lo que había ocurrido la golpeó como una cachiporra y la dejó atontada por un momento- ¡Han estado aquí! ¡Pedazo de atún podrido, han estado aquí! ¡Me han visto la cara y podrían haberme matado! ¡Si no estuvieras ya muerto te mataría yo misma! -Alwaid se puso a rebuscar entre sus joyas, cada vez más impaciente, hasta que encontró una máscara de oro representando una gorgona. Gorg oyó un suspiro de alivio mientras Alwaid se ponía la máscara. Cuando ella se volvió hacia él casi sintió miedo- ¿Cuánto falta para amanecer?
-Algo más de una hora.
-Haz formar a esos inútiles. Los ardieses no olvidarán este día.

*****

Tairwyn se apoyó en una almena y miró hacia el campamento enemigo. El alboroto parecía haberse calmado, pero con los trhogol nunca se sabía. Se envolvió en la capa, pero ni siquiera así consiguió calentarse. Ni cerrando los ojos podía dejar de ver a Alwaid. Aquella cara iba a atormentarle el resto de su vida.
-Tai...
La voz de Vidrena le hizo dar un salto. Se repuso y se dio la vuelta sonriendo con un sarcasmo que esperó que ella no pudiera advertir.
-Así que aún me hablas. Después de la regañina que me has dado, creía que ni siquiera volverías a mirarme.
-Te has ganado todo lo que te he dicho -Vidrena se apoyó en la muralla- No es agradable ser despertada a medianoche, justo en el momento en que no estaba teniendo una pesadilla, para enterarme de que estás en territorio enemigo.
-¡Vaya! ¡No me digas que te has preocupado por mi!
-Como quieras.
-¿Siempre has de tomarte las cosas tan al pie de la letra?
-Tai, soy la Señora de Ardieor, no puedo permitirme tener debilidades, y mucho menos mostrarlas. Se supone que tengo muchas cosas en las que pensar, más importantes que preocuparme por si un trhogol te corta la cabeza por una maldita apuesta con un galendo que aguanta mal la bebida. Cuando termine el asedio os vais a enterar. Si es que termina alguna vez.
-¿Por qué dices eso? ¡Claro que terminará! Les daremos tal paliza que nunca volverán a cruzar el río.
-Esto no terminará hasta que una de las dos muera.
-Otra vez con esa historia del asunto personal.
-A veces siento como si ella fuera yo, o yo fuera ella. Como si nuestra vida estuviera... trenzada. ¿Por qué has palidecido?
-Dren, no puedes ver si estoy pálido, ni siquiera hay luna.
-Hay estrellas. ¿Es por algo que he dicho?
Tairwyn la aferró por los hombros y la obligó a mirarle. En la oscuridad, sus ojos brillaban como los de los lobos.
-Escúchame, jovencita. No eres Alwaid, no eres como ella y nunca lo serás, ¿entendido? Tú y yo sabemos que no eres la mejor persona del mundo, pero no eres como Alwaid, y menos aún como Zetra.
-Me estás clavando las uñas, y sabes que odio que me llames jovencita. Por lo que sabemos, puedo ser mayor que tú -Tairywn aflojó la presión de sus manos, pero no la soltó. Vidrena bajó la voz como si temiera que alguien les oyese- ¿Cómo es? ¿Tiene la nariz ganchuda con una enorme verruga en la punta? ¿Una marca de nacimiento que le ocupa media cara? ¿Una cicatriz? ¿Todo ello a la vez?
-Tienes demasiadas cosas en las que pensar como para preocuparte por la cara de Alwaid. Pero, para tu información, es la cara más bella del mundo.
Una oleada de ira se encaramó a la garganta de Vidrena.
-Si es tan bella, ¿por qué has vuelto?
La respuesta estuvo un momento temblando en la punta de la lengua de Tairwyn, pero no se decidió a saltar. Una ironía saltó por ella.
-Cinco años en Graynan ya fueron bastantes Pantanos, gracias.
-A veces no sé por qué te aguanto.
-Dren, he estado pensando si no sería hora de que te apeases del asno y pidieras ayuda a ya-sabes-quién.
-Aún no estamos tan desesperados -Una ráfaga de viento frío la hizo estremecer- Alwaid atacará mañana, lo siento en el estómago.
En un impulso que ni ella pudo explicarse, se abrazó a Tairwyn como un náufrago a un tablón. Tairwyn la rodeó con sus brazos y murmuró:
-No te preocupes, Dren. Mientras yo viva nadie te hará daño.
Y se sorprendió de que ella no replicase que sabía cuidarse sola.
CAPÍTULO 17



-¿Qué es eso? -Solo era una pregunta retórica, pero la Dama Gris siempre tenía respuesta para todo.
-Parecen catapultas de segunda mano.
-Hay que ver lo que inventan. ¡Eh, Alwaid! Has madrugado hoy, ¿no podías dormir?
Alwaid agradeció a su máscara el que nadie pudiese ver el color de su rostro en aquellos momentos. Pero logró darle a su voz el mismo tono de despreocupada ironía al contestar.
-Di a tus paseantes nocturnos que me devuelvan mi máscara, si ya han terminado con ella.
-¿Para qué? La que llevas es mucho más bonita, a no ser que eso sea tu cara.
-Ya te dije una vez lo que tenías que hacer para ver mi cara -Alwaid dio la espalda a las murallas y Vidrena la oyó dar una orden a los que llevaban las pequeñas catapultas. Instantes después, unas redomas llenas de líquidos de diversos colores comenzaron a volar hacia el castillo. Una de ellas se rompió a los pies de un jeddart y el líquido que contenía, que despedía un asqueroso olor a huevos podridos, comenzó a corroer la piedra.
-¡Nos están tirando ácido! -La Dama Gris vio horrorizada cómo un joven alcanzado en la cara caía de la muralla gritando.
-¡Ponte a cubierto! -Vidrena obligó a la Dama Gris a agacharse tras una almena. Una redoma pasó volando por encima de sus cabezas y se estrelló contra la Torre Norte. Un trueno llenó de ecos las montañas. Vidrena vio asombrada el agujero abierto en la pared de la Torre- ¡Hyrna!
-Ha ido al sótano.
Varias redomas explosivas más se estrellaron contra la puerta. Una nube de pequeñas redomas cayó sobre el establo y el líquido que contenían se inflamó al contacto con el aire. El establo comenzó a arder, y los caballos relincharon desesperados. Varios jeddart intentaron tranquilizar a los animales mientras otros apagaban el incendio. Otra redoma hizo saltar por los aires el palomar, entre un montón de sangre y vísceras, plumas y cáscaras de huevo.
-Acabamos de quedarnos sin correo aéreo.
-Y ni siquiera podremos comérnoslo si se termina la otra comida. ¡Qué desconsiderados!

*****

-"Hace mucho tiempo, cuando el cielo era más azul y las montañas más altas, existió una isla en el Mar del Este. Era una isla hermosa, fértil y con un clima agradable, pero sus habitantes no eran felices, porque su rey era un tirano y los nobles aún peores.
"La isla se llamaba Lossián, y entre las muchas familias que vivían allí estaba la de Golsan. Era una familia muy pobre, y como no tenían tierra propia erraban por los caminos en busca de trabajo.
"Una fría noche de invierno, les nació una niña. Creyeron que estaba muerta, pero era tan bonita que no quisieron enterrarla, así que la envolvieron en un pedazo de tela, como una camilla, la dejaron colgando de la rama de un árbol y se alejaron de ella sin mirar atrás.
"Pero la niña no estaba muerta. Y Rhaynon mandó a Dinel que la salvara y educara hasta que cumpliera los veinte años. Dinel obedeció a su Señora, y llamó a la criatura Dagmar, no porque significase algo especial, sino porque le gustaba como sonaba el nombre.
"Y cuando hubieron transcurrido los veinte años, Dinel contó a Dagmar toda la verdad sobre ella y la misión que tenía encomendada: derrotar a la tirana Zetra, que se hacía llamar Emperatriz de Lossián. La llevó al lugar donde estaba escondida Wirda y Dagmar tomó la espada sin que ella se resistiera y partió en busca de Golsan, su hermano mayor.
"No le costó mucho encontrarle. Golsan había organizado una rebelión contra los nobles y su fama se había extendido por toda la isla. Dagmar logró convencerle de su identidad, le entregó a Wirda y partieron hacia la capital a enfrentar a Zetra.
"Podría extenderme mucho contando batallas, pero esta es la historia de Dagmar, no la de Golsan. Dagmar logró derrotar a Zetra, la única mortal que lo haya conseguido nunca, y sacó de Lossián a la suficiente cantidad de personas antes de que la isla se hundiera en el Mar del Este. Los barcos navegaron hacia poniente hasta que encontraron lo que luego llamarían Ardieor.
"Esta tierra no pertenecía a nadie interesado en reclamarla, así que la gente de Golsan convirtió sus barcos en leña para calentarse, concertó un tratado con el entonces Rey de Galenday y construyó fuertes y poblados. Y este castillo que se llamó Dagmar en honor de la hermana de Golsan.
"Pero Garlyn, el hijo mayor de Golsan, no estaba conforme con este estado de cosas. Era ambicioso y deseaba conquistar nuevas tierras. Una no-che discutió a gritos con su padre, y a la mañana siguiente, él y sus más fieles amigos partieron hacia Poniente y nunca más se supo de ellos. Desde las murallas de Dagmar, Golsan les miró partir, y cuando su esposa lloró, la maldijo por hacerlo y dijo que él nunca más lloraría. Entonces Dagmar dijo que la maldición había caído sobre él y que a partir de entonces ningún otro Aletnor de Dagmar lloraría, pero que ella si que lo haría, porque todos los muertos tienen derecho a que alguien llore por ellos.
"Y desde entonces, cada vez que un Aletnor va a morir, Dagmar se le aparece llorando. Si sus lágrimas son claras y transparentes, será muerte natural, pero si son lágrimas de sangre será en combate o asesinado.
Todos estaban tan embobados oyendo el relato de Lym, aunque excepto Hyrna ya lo conocían, y con las mismas palabras, que se hizo un profundo silencio cuando la niña terminó. Solo Hyrna dejó escapar un suspiro.
Entonces, se oyó la explosión de la Torre Norte. Los niños gritaron, y Hyrna estuvo a punto de hacerlo.
-¿Qué ha sido eso?
-Prefiero no saberlo -Hyrna no era de la misma opinión que Lym. A pesar de los ruegos de la niña, salió al patio de armas, en el mismo momento en que volaba el palomar.
Hyrna se tiró al suelo y se tapó la cabeza con las manos. Algunas piedras la alcanzaron, pero ella sintió más miedo que dolor. Algo que había sido una paloma cayó sobre ella, manchándola, y cuando Hyrna se dio cuenta de qué era aquel líquido viscoso, saltó como si la hubiese mordido algo, gritó y se desmayó.
Recuperó el conocimiento mientras Lym, ayudada por otra niña, la arrastraba fuera del peligro.
-Estoy bien -Ante sus forcejeos para soltarse, las dos niñas la deja-ron caer, y "Fiera" terminó de arruinar su dignidad echándosele encima para lamer la sangre.
-¿Qué ha pasado? -preguntó uno de los niños más mayores, mientras los pequeños se abalanzaban sobre la perra.
-Han hecho un boquete en la Torre Norte y han destruido el palomar.
-Parece que tenemos algunos problemillas.
-Problemillas -Hyrna deseó poder gritarles lo que pensaba.
Después de lo que acababa de ocurrirle no se sentía con ganas de oír historias. Con disimulo y sin hacer ruido, salió de nuevo al patio. El incendio del establo estaba en su peor momento. Los caballos relinchaban con toda la fuerza de sus pulmones, las vacas mugían, las gallinas intentaban escapar volando. Hyrna contempló maravillada como la pareja de lechuzas que siempre había vivido bajo las tejas del establo salía volando a pesar de ser poco más de mediodía, y el sol daba a su plumaje todos los colores del arco iris.
Y entonces el sol desapareció. O más bien fue cubierto por una niebla tan espesa que a Hyrna le recordó la sopa que tantas veces se le había obligado a tragar cuando era niña. Los animales callaron y se quedaron quietos, con los ojos muy abiertos por el terror.
Hasta que empezó un ruido que recordaba al de las aspas de un molino de viento movidas por un huracán. La máquina voladora de Alwaid estaba funcionando.
Pasó por encima de las murallas y se dirigió hacia el patio interior. Una portezuela se abrió en el vientre de la monstruosa máquina y comenzaron a caer piedras. Hyrna gritó.
-¡Disparad contra esa cosa, maldita sea! -Los arqueros aprovecharon el fuego del establo para encender sus flechas y disparar contra el artefacto. Pero entonces empezó a llover- Esa bruja lo tiene todo previsto.
Hyrna trató de correr. No sabía hacia dónde, estaba demasiado asusta-da para pensarlo. Solo quería alejarse de allí lo más posible, lejos del ruido y las piedras que caían del cielo.
-Quieta donde estás -Tairwyn la agarró del brazo, tan fuerte que la hizo gritar de dolor- Tendría que haberla matado cuando pude.
-¿Y por qué no lo hiciste?
-Porque soy un maldito idiota.
Nadie había reparado en la Dama Gris. Al enterarse de la existencia de aquel artefacto, había estudiado qué hechizos podían destruirlo. Se subió a lo más alto de la Torre Norte, y entonó un conjuro mirando al cielo con los brazos abiertos. Sus últimas palabras resonaron por todo el castillo. Y luego cayó desmayada en lo alto de la Torre.
El viento más fuerte que nunca había soplado por aquellas tierras arrastró a Hyrna y la golpeó contra la pared. Ella consideró que era mejor hacer caso a la persona que había gritado "¡Al suelo!" Y se echó boca abajo, mientras el huracán destrozaba la máquina voladora, orgullo de Alwaid, y la niebla que había cubierto el sol desaparecía.
Alwaid también tenía previsto el que la máquina fuera destruida. Al caer, estalló.

*****

Nuestra situación actual es la siguiente: la dichosa maquinita estuvo a punto de derribar la Torre Norte menos mal que como dice Vidrena nuestros antepasados sabían hacer las cosas el pozo no ha salido tan bien parado pero el agua no se ha perdido del todo hemos excavado uno al lado el problema es que ahora el agua está racionada porque sale menos y está turbia también la comida se nos está acabando por culpa de una plaga de ratones que no se sabe de dónde ha salido y menos mal que la Dama Gris ha tardado pocos días en recuperar todas las energías que perdió con aquel hechizo que dicho sea de paso se llevó todas las tejas del castillo por todo esto Vidrena ha decidido comerse su orgullo para desayunar y mandar un mensajero a pedir ayuda a Crinale el mensajero cómo no será Tairwyn el especialista en malas noticias según dice Vidrena supongo que es una bromita entre ellos mañana Vidrena organizará una "operación de distracción" para que él pueda salir de Dagmar sin que esos de fuera sospechen espero que todo salga bien y que la Guardia Real de Galenday sirva para algo útil por primera vez en su historia por cierto este castillo está lleno de escondites y pasadizos secretos algún día cuando termine este jaleo le pediré a Vidrena que me los enseñe seguro que son muy interesantes.

*****

Una fría neblina procedente del río envolvía el castillo y flotaba sobre el patio. Comenzaba a amanecer, y no se oía ni un ruido del campamento enemigo.
Vidrena nunca se había mordido las uñas, pero estaba a punto de comenzar a hacerlo. Se había obligado a tomar un ligero desayuno y su estómago la estaba haciendo arrepentirse de ello. Y el mensajero no aparecía.
Miró hacia la muralla para comprobar si los centinelas que tenían que dar la señal de que Tairwyn había conseguido llegar al bosque estaban situados como ella quería. Todo parecía ir bien.
El caballo pateó, notando los nervios de su amazona. Vidrena chasqueó la lengua para calmarle. Esperaba que Alwaid no hubiese logrado enterarse de aquello. Si lo había hecho, todo podía terminar en un desastre.
-¡Maldita sea, Tairwyn! ¿Dónde te habías metido esta vez?
-Hyrna se ha empeñado en darme un amuleto.
-¿Recuerdas lo que tienes que hacer? -Tairwyn asintió, un poco ofendido ante la insistencia- Cuando llegues a Crinale, compórtate como lo haría yo. Y, si es posible, trata con la reina y solo con ella. Igron es lo bastante estúpido como para anteponer sus llamémosles sentimientos hacia mí a cualquier razón de estado. ¡Y no pierdas el mensaje por nada del mundo!
-¿Alguna recomendación más, mami?
-Vuelve entero.
-Solo si me esperas en las mismas condiciones.
-No creerás que voy a darle a esa la satisfacción de verme muerta, ¿verdad?
Vidrena ordenó abrir la puerta. Aquel iba a ser un largo día, pensó, con demasiadas tareas y preocupaciones. Si Tairwyn no conseguía llegar al bosque, o si le mataban, o si en Crinale cerraban la puerta en sus narices... todas aquellas posibilidades cruzaron por la mente de Vidrena por un momento antes de lanzarse al galope por la puerta abierta.
Pero en aquellos momentos, Tairwyn se sentía inmortal y tan ligero como una pluma.
-¡Ha prometido esperarme! -pensaba con gran optimismo, mientras veía desde la puerta como sus compañeros caían sobre el campamento enemigo por sorpresa. Estuvo a punto de no advertir la señal del centinela para que se marchase.
En aquellos momentos, irse de Ardieor era lo último que deseaba hacer. Pero Vidrena confiaba en él. Aquella vez, no se había burlado cuando se había ofrecido voluntario para algo. Y aquel mensaje era la única esperanza que quedaba para Dagmar.
Tairwyn espoleó a su caballo con tanta fuerza que el animal estuvo a punto de encabritarse, se tumbó sobre el cuello para ofrecer la mínima resistencia al aire y galopó hacia el bosque.
CAPÍTULO 18



Alwaid había aprendido algo importante: no había que subestimar al e-nemigo, y menos si éste era Vidrena de Ardieor. Después de la batalla había perdido la tercera parte de los trhogol, y Zetra estaba furiosa. Aquella vez no había mandado un espejo, sino al mismísimo Rey de los Espectros, con una orden clarísima. Alwaid debía regresar a Ternoy. Enseguida.
Pero Alwaid no quería regresar sin Vidrena. Y, recordando lo que había ocurrido la otra vez que había intentado parlamentar, consiguió una bandera blanca y avanzó sola hasta las murallas de Dagmar.
-Quiero hablar con la Señora de Ardieor. A solas.
-No vayas.
La Dama Gris vio el brillo de la mirada de Vidrena, y supo que no había forma de impedir la entrevista, pero debía intentarlo.
-¿Qué garantías tengo de que no es una trampa?
-Ninguna. Tendrás que confiar en mí, como en los Pantanos -Al decir aquello la voz de Alwaid pareció casi amable-. Pero si tienes miedo...
Clavó la bandera blanca en el suelo y esperó con los brazos cruzados. Vidrena no la hizo esperar mucho.
-¿Dónde está tu animalito?
-Herido.
-¡Pobrecito! Espero que no sea grave, era un ejemplar magnífico.
-¿Me has hecho salir para decir tonterías? -Vidrena cruzó a su vez los brazos.
En la muralla, Hyrna pensó que Vidrena parecía estar ante un espejo.
-Siempre ha habido algo extraño entre ellas -La Dama Gris habló como si hubiese leído el pensamiento de Hyrna- Vidrena parece sentir como funciona esa pequeña mente retorcida.
-¡Querida Dren, eres tan impaciente!. Solo trataba de ser amable -Vidrena sonrió con irónica dulzura-. Llevamos más de un mes de asedio, mi gente se está cansando y supongo que la tuya también. La batalla de ante-ayer os debió dejar agotados.
-Menos que a vosotros, o no estarías aquí ahora.
-Mi trato es este: renuncio a Ardieor. Me conformo con vosotras.
-¿Me estás diciendo que os iréis de aquí si Wirda y yo nos vamos con vosotros? -La voz de Vidrena sonó tan dulce como la miel de adelfa.
-Siempre he admirado la rapidez de tu mente y la claridad de tu pensamiento.
-¡Cielos, debes estar muy desesperada! ¿Qué te hace pensar que yo esté tan loca como para aceptar ese trato?
-¡Oh, vamos, Dren, bravuconadas no! Tu gente está sufriendo por tu culpa. ¿Crees que salvar al mundo vale una lágrima o una gota de su sangre? ¿Qué os importa lo que les pueda ocurrir a los otros mientras vosotros estéis aquí, felices y a salvo?
-¿Habrá alguien a salvo si tu querida madre consigue mi espada?
-Tienes buenos motivos para venir conmigo. En un ataque de generosidad, podría enseñarte algo que quieres ver sin necesidad de matarte después.
-Generosísima oferta, ¿de qué me serviría a mí ver tu cara? Por lo que me han contado, no es tan gran cosa -Alwaid apretó los puños, furiosa, y notó a su pesar como la sangre acudía a su cara.
-Si de verdad te lo hubieran contado, no sonreirías.
Vidrena se dio la vuelta y ordenó que la puerta se abriese. Cuando ya iba a entrar, Alwaid la llamó otra vez. Su voz sonaba tranquila, pero había más odio en aquella tranquilidad que en cualquier grito. Vidrena se detuvo a medio camino, pero no se volvió.
-También podría decirte quién es tu madre. Piénsalo, Dren: paz y res-puestas. Es el mejor negocio que te han propuesto nunca. Te doy una semana.
Vidrena no contestó. Pero aquellas palabras siguieron sonando en sus oídos durante mucho tiempo.

*****

La Dama Gris también había aprendido algo: el hechizo de visión a distancia salía mejor si no lo hacía ella sola. Por ello, había reunido a Vidrena, Lym y Hyrna ante el agua mágica todos los días paras seguir el viaje de Tairwyn. Como todo había ido bien, aquel era el día en que él debía haber llegado a Crinale.
-No será difícil. Crinale no está protegido contra la Observación (una imprudencia, si permitís que os lo diga). Solo tenéis que concentraros, y le veremos bien.
La Dama Gris encendió las velas murmurando las palabras mágicas, y luego todas se tomaron de las manos. Vidrena estaba nerviosa: faltaban dos días para que terminase el plazo que les había dado Alwaid, y si la respuesta de Crinale era negativa, no tendría más remedio que aceptar el trato. Aunque trató de disimular, para que la Dama Gris no percibiese nada extraño.
-Hemos llegado a tiempo. Está justo ante el Salón del Trono.
La puerta del Salón del Trono se abrió. El brillo de las antorchas casi deslumbró a las observadoras.
-¿Qué hacen las luces encendidas a estas horas?
-Silencio.
Tairwyn avanzaba con paso decidido hacia el Doble Trono. Pero solo u-no de los dos tronos estaba ocupado. Y Vidrena casi gritó cuando vio quién lo ocupaba.
-¡Qué agradable sorpresa! ¿Cómo van las cosas en mi querido Ardieor?
-Mal -Tairwyn no se dio por enterado del tono de voz de Igron. Y le entregó la carta de Vidrena.
En Dagmar, Vidrena casi temblaba mirando la cara de su hermano. Él parecía hasta preocupado, y Vidrena pensó que con un poco de suerte incluso podía comportarse como un ser humano.
Hasta se echó a reír.
-¡Necesita ayuda! ¡La gran, la perfecta, la maravillosa Vidrena de Ardieor necesita ayuda! ¡Necesita mi ayuda! La del... ¿Cómo me llamó en Surlain?
-La Señora espera que olvidéis aquel lamentable incidente y comprendáis que los nervios del momento...
-¿Está suplicando?
Tairwyn contuvo sus ganas de volver a golpear aquella cara. Su voz sonó apagada al responder.
-Sí. Está suplicando.
Igron volvió a reírse.
-Así que los ardieses ya no pueden arreglárselas solos.
-¡Maldito bastardo! Perdón, Hyrna -Pero Hyrna hizo un gesto que significaba que le daba lo mismo-. ¡Está utilizando mis palabras contra mí!
-¿De veras le dijiste que podemos arreglárnoslas solos?
-Utilicé más palabras.
-Silencio.
-Pues lo siento por vosotros. Pero ese traidor Erdengoth ha regresado a Galenday y necesito a todas mis tropas para atraparle antes de que consiga sublevar a otra ciudad. No puedo mandar a Ardieor ni un solo hombre.
Tairwyn bajó la cabeza, abatido.
-Transmitiré vuestro mensaje a mi Señora.
-No quiero ver nada más, Dama Gris -Vidrena soltó sus manos. Las imágenes del agua desaparecieron.
-Lo siento.
-No te preocupes, hermanita. Debería haber sabido que reaccionaría así, todas sabemos como es Igron. Salgamos de aquí, tenemos cosas más importantes que hacer que lamernos las heridas.

*****

Vidrena caía en un pozo oscuro tras otro. Intentaba gritar pero no lo conseguía, como si alguien estrujase su garganta. Nunca había sentido tanto miedo. A su alrededor resonaban las carcajadas de Igron, y en el fondo del último pozo le esperaban los ojos claros, casi blancos, de Alwaid. Y su voz llena de falsa dulzura repitiendo: ¿Crees que salvar al mundo vale una lágrima o una gota de su sangre? Y la otra frase, la que ni despierta podía dejar de oír.
Podría decirte quién es tu madre.
Vidrena despertó gritando. Se sentía más oscura que las sombras de su cuarto. Seguía oyendo la voz de Alwaid, como si el sueño no hubiese terminado. Malditas pesadillas, pensó. En aquel momento descubrió que estaba convencida de que sus pesadillas terminarían el día que viese la cara de Alwaid, o quizás el día en que supiese quién era su madre, o ambas cosas.
Una estrella brillaba en el norte. Vidrena la miró durante largo rato, antes de dirigirse hacia el escritorio. Pensó un momento, y luego comenzó a escribir. Su letra subía y bajaba en el papel, más de una vez tuvo que volver atrás para tachar algo. Depositó la carta sobre la almohada, junto a la empuñadura de Wirda.
-No puedo salvar el mundo. Pero puedo salvarte a ti de caer en sus manos.
La estrella seguía centelleando. Vidrena la miró y sonrió.
-¡Y yo que quería una vida tranquila!
CAPÍTULO 19



Querida Hyrna:
Cuando leas esto, yo ya estaré lejos de aquí, y no sé si volveré algún día. Alwaid me dijo muchas cosas durante nuestra última entrevista, y en casi todas tenía razón. No puedo consentir que todos sufráis por mi culpa, cuando todo esto ha sido desde el principio un asunto personal entre nosotras. No quiero que muera más gente por alguien que ni siquiera está segura de saber quién es, pero tampoco que por mi culpa Zetra pueda pasar de ser una simple tiranuela de tercera con aspiraciones brujeriles a un auténtico poder que pueda conquistar el mundo. De modo que he dejado a Wirda contigo y ellas tendrán que conformarse conmigo. Ahora eres la Señora de Ardieor. Siéntate, respira y comienza a hablar despacio para que se te entienda. Olvídate de ese pelirrojo cara-manchada y cásate con Tairwyn. No es tan tonto como a veces intenta parecer. Dile que siento no haberle esperado y que no intente ninguna de sus heroicidades, que sé lo que hago y puedo cuidarme sola. Adiós, hermanita. Cuídate, sé feliz y cuida y haz felices a los ardieses. No son mala gente una vez que les conoces. Dren.

La Dama Gris la encontró sentada en la cama de Vidrena, con la carta entre las manos. La princesita parecía haber envejecido diez años, y estaba tan pálida como si nunca hubiese tenido sangre. Había entrado en la habitación de Vidrena alegre, dispuesta a decirle ¡Se han marchado! y a reírse juntas en cuanto la hubiese convencido de que no era una broma. Pero Vidrena no estaba, y Hyrna ya iba a salir de allí y buscarla en algún otro lugar cuando reparó en que Wirda estaba sobre la cama.
La Dama Gris consoló a Hyrna lo mejor que supo. Hyrna no paraba de repetir: ¿Por qué lo ha hecho?, y la Dama Gris no encontraba la respuesta. Siempre había dudado de la salud mental de Vidrena, pero nunca había esperado que ella pudiera llegar tan lejos. Se preguntó en qué había fallado. No sabía de ninguna otra Dama Gris cuyo Señor (o Señora) se hubiese escapado.
Lo peor fue tener interrumpir la fiesta, que ya habían comenzado los habitantes de Dagmar al descubrir que el asedio había terminado, para decirles que su Señora se había ido con el enemigo dejándoles como sustituta una muchacha de dieciséis años y medio. Dagmar quedó tan silenciosa y deprimida como si el asedio no hubiera terminado.
Cuando Tairwyn regresó, más alegre de lo que ella esperaba, Hyrna se armó de valor y le contó lo ocurrido, sin mirarle a la cara y en el tono en que en Crinale recitaba las lecciones. Por un instante le pareció que él había muerto, porque no decía nada, y cuando se atrevió a mirarle estaba pálido y tenía los ojos vidriosos.
Cuando consiguió hablar, dijo:
-¡Pero si van a venir!
Y contó a Hyrna lo que había ocurrido después de que ellas dejasen de mirar: Cuando Tairwyn se disponía a marcharse apareció en el Salón del Trono la Reina de Galenday.
Desde la muerte de Gartwyn, la Reina sufría una extraña enfermedad que la iba debilitando poco a poco y se había visto obligada a asociar a Igron al trono. Estaba pálida y ojerosa, y había adelgazado tanto que hasta él, que solo la había visto tres veces, lo notó. Al oír aquello, Hyrna sonrió de tal forma que Tairwyn se dio cuenta por primera vez de cuanto se parecía ella a Vidrena.
-Sí, los reyes de Galenday suelen sufrir esa enfermedad cuando sus hijos tienen prisa por heredar.
Pero, continuó Tairwyn, al enterarse de que había llegado un ardiés a Crinale, la reina había tenido un mal presentimiento y se había levantado de la cama para verle. Y había presenciado el final de la conversación.
-Príncipe Igron, en Galenday sigo mandando yo. Joven ardiés, dile a tu señora que Galenday hará honor a la Alianza, como Ardieor ha hecho siempre.
-Gracias, Majestad -Tairwyn se inclinó ante la Reina, agradecido.
Salió del Salón del Trono más deprisa de lo que había entrado y regresó a Ardieor al galope y sin descansar. Por eso no se había enterado de la conversación que había tenido lugar en el Salón del Trono en cuanto él se marchó.
-¡Pero, Majestad! ¿Por qué? -Igron no podía entender el interés de la reina en salvar Ardieor, que por él podía ser tragado por la tierra (aunque con toda seguridad la tierra fuera a lamentar el tragarse algo tan indigesto).
-Callaos y escuchad por una vez en vuestra vida, Príncipe Igron. Esta es la oportunidad que hemos estado esperando durante muchos años. Por fin Ardieor será nuestro. Les ayudaremos a no perder Dagmar, sí, pero nos quedaremos y esta vez no nos echarán. Nos estarán tan agradecidos que no querrán rebelarse. Y esos bárbaros pagarán por lo que os hicieron.

*****

Durante una semana, Tairwyn vagó por el bosque, sin ir a ninguna par-te en concreto, sin ni siquiera ver nada. Algunos leñadores que se cruzaron con él creyeron que se había vuelto loco al reparar en su mirada fija y su aspecto descuidado.
Llovió pero no se enteró, salió el sol y él no vio el arco iris. Sus pies andaban solos, independientes de su cabeza, que no hacía más que preguntarse si podría haber hecho algo para evitar que Vidrena se marchase. Nunca supo dónde había dormido aquella semana, ni si había comido. Y un día se sorprendió al encontrarse ante un tronco lleno de hongos en un claro del bosque. Bajo un árbol había una solitaria margarita silvestre que, sin querer, le recordó que aquel había sido el escondite donde Vidrena iba cuando quería estar sola.
Y allí estaba otra vez, deshojando margaritas como si tuviera que tomar alguna otra grave decisión.
Ella se levantó y le miró. La parte de Tairwyn que aún seguía un poco cuerda, se dijo que aquello no era posible.
-Si estuvieras aquí, de verdad, quiero decir, no como un producto de mi mente perturbada, podría decirte un montón de cosas, aunque si estuvieras tampoco sabría por dónde empezar, ni siquiera sé si me atrevería. Pero ya es demasiado tarde -La visión ladeó la cabeza y le miró con curiosidad. Había reflejos dorados en el fondo de sus ojos-. O quizá no.
La visión dejó escapar un casi inaudible suspiro cuando le vio alejarse hacia Dagmar.
-¡Humanos! ¡Hay que hacerlo todo por ellos! -Y desapareció.
Cuando le vio entrar en la Sala de Reuniones, Hyrna se levantó de la butaca de Vidrena e iba a preguntarle dónde había estado, pero enseguida sospechó que él estaba planeando algo. Y la sospecha se confirmó cuando él apoyó las manos en sus hombros, la miró a los ojos y dijo con voz seria pero tranquila:
-Necesito a Wirda.
-¿Como?
-Mi espada es buena, pero solo Wirda puede llevarme a Ternoy y dejarme volver vivo.
Hyrna sintió que le temblaban las piernas, pero no se desmayó. Ya no podía permitírselo. Se limitó a contestar:
-Pero ella no quiere que lo hagas.
-No voy a rescatarla. Solo voy a convencerla de que se escape.
-Estás loco.
-Es otra de nuestras maldiciones familiares, supongo que ya estás enterada de las otras. Por favor, dame a Wirda. Tienes que dármela tú. ¿Quieres que me ponga de rodillas?
-¿Y si ella no quiere escaparse le digas lo que le digas? No es justo que os pierda a los dos.
-La conozco desde antes que tú. Sé que se escapará.
-Pero...
-Escucha, Hyrna. Yo sé algo que tú no sabes. Yo vi la cara de Alwaid y estoy dispuesto a cualquier cosa para evitar que ella la vea. Y aún más: sé quien es Alwaid, y también sé, bueno, no es que lo sepa pero estoy casi seguro, quién es la madre de Vidrena -Hyrna se quedó sin aliento- Por favor, no me obligues a contártelo ahora. Ya lo haré cuando volvamos de Ternoy.

*****

Tairwyn partió al amanecer del día siguiente, con un caballo nuevo, las alforjas llenas de provisiones, un arco y un carcaj de flechas por si tenía que cazar, un viejo mapa dibujado por el único ardiés que se había atrevido a viajar por Ternoy hasta entonces y Wirda. Hamlyn había intentado convencerle para que le llevase también pero Tairwyn le había dado las gracias y le había dicho que aquello era un asunto personal.
Cuando llegó al vado del Therdeblut, desenvainó a Wirda. La voz cantarina de la espada le recordó la noche en que el Señor de Ardieor, decepcionado porque Vidrena no parecía haberlo conseguido, le pidió que intentase sacarla de la Encina. No lo había conseguido, pero Wirda le había anunciado que se encontrarían otras dos veces. Y la tercera sería la última.
-¡Busca! -Un rayo de luz salió de la hoja en dirección al nordeste. Tairwyn envainó la espada y siguió la ruta que el rayo le había indicado- ¡Allá vamos, Dren!
CAPÍTULO 20



-¿Que has hecho qué? -La pregunta era casi una acusación. Hyrna se encogió como si fuese a recibir un golpe de un momento a otro.
-Sé que es una locura y que puede que no vuelva vivo y todo se pierda, pero me miró de una forma que... bueno, creo que si alguien puede hacer que vuelva Vidrena es él. ¡Dijo "cuando volvamos", no "si vuelvo"! ¡Oh, Dama Gris, yo no sirvo para esto! Las dichosas cuentas me marean más que la sangre.
-Ya no podemos hacer nada. Tairwyn ya debe haber llegado lo bastante lejos como para que sea imposible localizarle. La última vez que Miré Ternoy creí que había llegado el final de mi carrera.
-¿Por qué es tan importante que Zetra no se apodere de Wirda? Es una espada muy bonita, lo reconozco, y por lo que he oído tiene poderes extraordinarios. Pero en Galenday también hay quien tiene espadas mágicas, bueno, eso dicen ellos, aunque yo nunca las vi hacer nada mágico, y he visto algunas más bonitas que ella.
-¿Quieres decir que nunca, ni en Galenday ni en Ardieor, te han contado la historia de Wirda?
-Soy una Princesa de Galenday, las espadas son demasiado vulgares para mí.
-Pues siéntate y ármate de paciencia, porque es una historia larga - La Dama Gris se sentó, cerró los ojos para que nada la distrajera y comenzó a contar-: En el principio fue la oscuridad. Una oscuridad fría, inmensa, vacía, intemporal, aburrida. Y así era como su Señor la quería.
"No sabemos quién es ni de dónde vino el Señor de la Oscuridad, como no sabemos quién es ni de dónde vinieron Rhaynon y sus hermanas. Solo sabemos que a ellas no les gustó lo que vieron, o mejor dicho, lo que no vieron. Y de sus mentes nació una luz que inundó el mundo, y con la luz llegó la vida. Y el Señor Oscuro gritó de dolor y terror, se tapó los ojos y juró venganza.
"Cubriéndose la cara para protegerse de la luz fue a ver a Rhaynon, y suplicó compartir el mundo, diciendo que era lo bastante grande para los dos, y Rhaynon, aun sospechando que él pretendía engañarla, accedió, porque confiaba en poder equivocarse.
"Así nació la noche, y con la distinción entre el día y la noche nació el tiempo.
"Pero ya el Señor Oscuro había decidido que la primera noche sería la última. Cuando llegó el momento de amanecer, lanzó un poderoso hechizo que impidió salir al sol. Durante siglos y siglos, el mundo estuvo cubierto por la oscuridad, y criaturas corrompidas, horrendas y viscosas, pululaban entre las tinieblas y adoraban a su amo, al que llamaban Señor del Mal.
"Rhaynon no estaba dispuesta a soportar aquello. Y en su escondite del Mundo Borroso creó la única arma que podía derrotar al Señor del Mal: una espada que no pertenecía a ningún mundo ni a ningún tiempo, forjada con el fuego de una estrella, templada con su propia sangre. Una espada capaz de elegir a sus dueños, con un alma propia y unos cuantos trucos bien escondidos.
"Y, por primera y única vez, las tres Hermanas lucharon juntas contra la oscuridad y la derrotaron, y encadenaron al Señor del Mal en el Mundo Borroso, de donde nunca pudiera escapar. Y, en recuerdo de su victoria, la luna ilumina las noches. Creciente para Mait, la Diosa Niña, llena para Rhaynon, la Mujer, menguante para Kuss, la Anciana. Y una cuarta, la Luna Negra, para que no olvidemos al Señor del Mal.
"Fue entonces cuando los humanos aparecieron sobre la tierra y se extendieron por ella. Los más sabios y nobles de los humanos eran los Magos de la Tierra Silenciosa, cuya magia había construido un castillo en una sola noche, a los pies de la Montaña del Fuego Azul. Entre los Magos, la más poderosa era Zetra, pero también la más ambiciosa, y la que más temía a la vejez y a la muerte.
"Desde el Mundo Borroso, el Señor del Mal comenzó a infiltrarse en sus sueños, a susurrarle lo que podía llegar a ser si se entregaba a él, y poco a poco Zetra se fue convenciendo, hasta que una noche de Luna Negra realizó una horrenda ceremonia mediante la cual entregó la mitad de su alma al Señor del Mal, a cuenta, como si dijéramos, y recibió a cambio la mitad de él, ya que era la única manera en la que él podía regresar.
"Y así, Zetra tuvo más poder del que nunca había soñado, pero una parte de ella sigue siendo mortal, y la otra teme a Wirda más que a nada en este mundo, porque sabe que es la única cosa que puede desterrarle de él.
"Y por eso su obsesión desde hace siglos es encontrar a Wirda y destruirla. En los primeros tiempos de su existencia, después de que los Magos la expulsasen de Ternoy, recorrió todo el mundo, y en uno de sus viajes, llegó a una isla llamada Lossián. El Rey de Lossián se enamoró de ella, y ella aprovechó la ocasión. Se casó con él, lo convenció para que la nombrase su heredera y lo envenenó poco a poco, de forma que pareciese una enfermedad.
-¿Seguro que esa Zetra no tiene ningún parentesco con la Casa Real de Galenday?
-Agradecería que no volvieses a interrumpirme.
-Perdón, continúa.
-Bien. Una vez convertida en Reina de Lossián, Zetra se convirtió en la tirana más insoportable que nunca se había conocido hasta entonces. Sacrificios humanos, ritos sangrientos, alteraciones de la naturaleza, mal gusto para la decoración del Palacio Imperial y barbaridades por el estilo, y su Búsqueda, por supuesto. Pero quien encontró a Wirda fue tu antepasada Dagmar, quien se la dio a su hermano Golsan, que dejó de ser un bandido más o menos generoso y se convirtió en un rebelde, como vuestros Cardos Silvestres pero inteligente. No voy a extenderme ahora sobre la vida de Golsan porque es una historia muy larga y puedo contártela en cualquier otro momento. Dinel avisó a Golsan y los suyos de que Lossián iba a ser borrada del mapa, en todos los sentidos de la expresión. Así que Golsan y todos los que quisieron seguirle escaparon de Lossián y llegaron a Ardieor. Zetra también escapó y se instaló en el Castillo Negro. Desde entonces trata de recuperar a Wirda, y al mismo tiempo vengarse de los descendientes de Gol-san, o sea, tu familia. Por eso se molesta con nosotros en lugar de ir a conquistar el mundo por otro lugar más rico y más fácil. Cuando destruya a Wirda dejará de tener miedo, y nada podrá detenerla.
-Y ahora Tairwyn va a llevársela a casa. Pero, ¿qué tiene que ver Vi-drena con todo esto?
La Dama Gris suspiró.
-Cuando Golsan murió, Dagmar clavó a Wirda en esa encina que ves en el patio, que se convirtió en piedra no sé por qué razón, y profetizó algo así como que quien consiguiese sacarla podría matar a Zetra. Desde entonces todos los Aletnor lo habían intentado, incluso el Príncipe Igron.
-¿Igron intentó sacar a Wirda del árbol?
La Dama Gris asintió, no quería dar explicaciones sobre aquel asunto.
-Un día me acosté, y al día siguiente Vidrena había sacado a Wirda de la encina, y cuatro o cinco días después comenzó la guerra. Con los resultados que ya sabes. Vidrena está destinada a matar a Zetra, pero tal como están las cosas ahora creo que puedo decir que Zetra esta vez ha conseguido cambiar el destino.
-Aún no estamos muertos. Y la vida da muchas volteretas.
-Es vueltas, Hyrna, muchas vueltas.
Tres días después, llegó Igron.
-Como si no tuviéramos bastante problemas -pensó la Dama Gris, mientras Hyrna iba a dar las órdenes para recibir a Igron con la solemnidad que la ocasión requería.

*****

El Salón de los Banquetes del Castillo de Dagmar se utilizaba pocas veces, pero Hyrna consideró que una visita real lo merecía. Por lo tanto, la mejor comida y bebida que pudo conseguir estaba sobre la gran mesa en forma de U tallada en una sola pieza de madera de roble, y la luz de las velas y antorchas se reflejaba en las armaduras de los comensales de una forma que a la Dama Gris le traía malos recuerdos.
-Así que hemos llegado tarde, ¡qué pena!
-No seáis hipócrita, Alteza. Sabemos lo que ocurrió en Crinale.
-¿Ah, sí? Os lo contó el perrito de Vidrena, ¿no? ¿Cómo se llama? ¡Estos malditos nombres ardieses! ¡Algo terminado en "wyn", eso seguro! A propósito, ¿dónde está? ¿Ha recordado que tenemos una cuenta pendiente y se ha quitado de en medio a tiempo?
-Se ha ido a Ternoy a rescatar a Vidrena, que se fue por vuestra culpa -Igron mostró la más odiosa de sus sonrisas.
-Ah, sí, una verdadera pena -Hyrna deseó que se le atragantase una espina de la carpa, recién pescada del Therdeblut, que se estaba comiendo.
-De modo que mañana, después de desayunar, os marcharéis, vos y todos vuestros hombres. Ya no os necesitamos -Igron no se inmutó.
-Lamento disentir, Princesa, pero según el orden normal de sucesión en cualquier país civilizado, yo soy ahora el Señor de Ardieor. Así que no puedo marcharme y abandonar a mi querido pueblo como hacen otras personas - La Dama Gris dejó caer su cuchillo al suelo para que el agacharse a recogerlo le diera una oportunidad de dominar la expresión de su rostro.
-Ardieor no es cualquier país civilizado -La voz de Hyrna sonó firme, pero ella estaba pálida.
-Lo será en cuanto comiencen a funcionar los planes que tengo para él. De momento, esa recua de mulas que se hacen llamar jeddart deberán entregar sus armas lo antes posible, como ya han hecho en Comelt.
-No lo conseguiréis.
-Claro que sí, Artdia Dagmar, porque si no lo hacen no tendré ningún reparo en cortaros el cuello esta vez. Lo cual me recuerda que después de esta cena se os encerrará en vuestra torre y no podréis salir de ella ni recibir visitas, salvo quizás la mía. Y en cuanto a vos, mi dulce hermanita, veo que habéis mejorado mucho desde la última vez que nos vimos. Sois más alta, vuestra piel está en mejor estado del que se podía esperar viviendo aquí, y tenéis carne justo donde debéis tenerla. Vuestro prometido estará encantado de casarse con vos.
-¿Qué prometido?
-El Señor de Surlain, ¿acaso tenéis otro? Vendrá en cuanto solucione unos cuantos problemillas domésticos (estos campesinos sureños nunca escarmientan), y la boda se celebrará cuando estén aquí todos los invitados. Y luego partiréis hacia el precioso Sur. Os encantará, lo sé, es una tierra maravillosa. Bonitos paisajes, clima agradable y supervivientes encantadores.
-¡Nunca me casaré con el Señor de Surlain, ni con nadie que queráis imponerme!
-Claro que lo haréis. Esta vez no podéis escaparos. Una verdadera pena.
-Se me ha quitado el hambre -Hyrna se levantó- Me retiraré a mis aposentos.
-No vayáis a la Torre Norte. Ahora es mía.
-Te acompaño -A un gesto de Igron, dos Guardias de Crinale salieron con la Dama Gris del Salón de los Banquetes.
-Luego iré a haceros una visita, Dama Gris.
Ella solo respondió con una mirada desdeñosa.
Los Guardias la acompañaron en silencio y se quedaron en la puerta de su habitación. La Dama Gris despertó a Lym y le contó lo que estaba ocurriendo.
-Ve a "La Bella Moza" y cuéntaselo todo a Karn. Él sabrá qué hacer, espero.


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