Un Viaje a Valinor

07 de Diciembre de 2003, a las 00:00 - LapekeñaVarda
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VIII

Cuando llegó al comedor Thranduîl ya se encontraba en él, la mesa dispuesta era para tres.
- ¡Estás preciosa! Me alegra de que te sirvan los vestidos.
- Gracias majestad, si se me permite me gustaría haceros una pregunta, ¿de dónde los habéis sacado?  
- Pertenecieron a la madre de Legolas- al recibir esa respuesta Selvay calló, nadie sabía que había sido de la reina. El rey, al notar la incomodidad de su joven amiga continúo hablando- Bueno, ¿no te vas a sentar?, no hace falta que estés de pie para lucir el vestido, lo puedes lucir igual sentada- y soltó una risita maliciosa.
- ¡Thranduîl! Luego dices que soy yo el que asusta a las bellas visitas- dijo Legolas entrando en el comedor- Selvay, estás espléndida, pero por una vez haz caso al viejo rey y siéntate, que vengo con hambre.
- Gracias majestad por invitarme a cenar, no esperaba tal recibimiento.
- Siempre serás bienvenida, este es tu hogar, aunque seas camarera de la Dama de Lothlórien. Bueno, a ver si ahora me puedes contar algo sobre tu vida allí.
Selvay les contó todo, su vida con su tío, las largas tardes tejiendo con Galadriel, algunas anécdotas que había vivido en sus guardias fronterizas.
- Algunos dicen que soy una de las mejores arqueras de Lórien, pero yo no lo creo,  llevo muy poco tiempo practicando con el arco.
- Si se te da tan bien como tejer, yo no lo pongo en duda.
- Podemos comprobarlo, yo soy el mejor arquero de este bosque, así que propongo una competición, tú y yo, a ver cuál es mejor.
- Pero príncipe, y si gano yo, no me gustaría dejar en mal lugar al Gran Legolas.
- Veo que vas aprendiendo- dijo sonriente- pero aún en el caso hipotético de que ganaras, siempre puedo decir que estaba embrujado por tu encantadora belleza.
- O simplemente borracho- añadió el rey.
- De acuerdo, acepto- dijo la joven entre risas, la noche continuó y la cena fue muy agradable, finalmente, Selvay abandonó al rey y a su hijo, estaba muy cansada.

Selvay se levantó tarde, el sol estaba a punto de alcanzar su cenit, hacía años que no se levantaba tan tarde, y se sintió algo incomoda, en la silla cercana a la puerta descubrió un desayuno frío, del cuál solo tomo un poco, se puso sus ropas de viaje, que alguien había limpiado, y salió al bosque, dispuesta a practicar con el arco, no estaba dispuesta que alguien le ganara, aunque ese alguien fuera el príncipe de su pueblo. Busco el claro donde se refugiaba cuando era niña y lo encontró un poco cambiado, los árboles habían crecido  y una pequeña senda lo atravesaba, senda que antes no estaba, pero tampoco le importó, extendió una piel que le servía de diana para las prácticas entre los árboles y empezó a disparar.
Transcurrió el tiempo y la joven doncella elfo no se dio cuenta, llevaba horas disparando a la piel extendida, sus flechas empezaban a desgastarse de clavarlas una y otra vez en la piel extendida, faltaban un par de horas para el atardecer, que prometía ser bello, pero ella no se dio cuenta de eso ni tampoco de unas pisadas que se aproximaban, tan concentrada estaba. Cuando estaba a punto de disparar una de las flechas una mano le toco el hombro, ella se giró sobresaltada y le propino un rodillazo a su atacante en sus partes pudorosas.
-¡Legolas!- gritó asustada cuando reconoció a su supuesto atacante, corriendo se arrodilló a su lado, pues el noble elfo había caído al recibir el impacto de la rodilla de la muchacha.
-¡Legolas, ¿estás bien?! ¡Legolas, dime algo!- las lágrimas empezaban a asomar a sus ojos, pero esta vez no eran de tristeza, si no de alegría, la imagen que ofrecía el príncipe elfo no era la más apropiada para alguien de su distinguida posición social, Legolas estaba en el suelo maldiciendo en todas las variantes de elfo,  y diciendo algo que sonaba a que no podía tener descendencia. La joven estaba arrodillada a su lado, riendo sin poder evitarlo.
-¡Ya está bien!- gritó furioso- Deja de reírte y ayúdame a levantarme- dijo esto en un tono dulce, pues le pareció que Selvay estaba realmente hermosa cuando  reía.
-Como mande mi señor- y se levantó haciendo una pequeña reverencia, se acercó a Legolas, intentando contener la risa,  y le ofreció una de sus esbeltas manos para ayudarle a incorporarse, pero justo cuando el elfo estaba a punto de conseguirlo, ella lo soltó, dando con su real trasero en el suelo del bosque.
Selvay volvió a reír a carcajadas, y esta vez Legolas se unió a ella.
Cuando por fin Selvay pudo dejar de reír, se dio cuenta de que Legolas la miraba desde el lugar donde lo había dejado caer, la joven se sonrojó y se acercó a él dispuesta a ayudarle, pero el elfo no se lo permitió, antes de que estuviera demasiado cerca para volver a tirarlo se levantó él mismo de un salto, Selvay esbozó una sonrisa de disculpa.
-La culpa es tuya por asustarme.
- ¿Pero qué dices? Si yo no te he asustado.
-Si lo has hecho al llegar aquí de improviso.
-¿De improviso? ¡Pero si he hecho más ruido que un enano borracho! Lo que pasa es que estabas demasiado pendiente del arco y te has olvidado de lo demás.-la miró como reprochándole algo, y al ver que Selvay se sonrojaba de nuevo le sonrió- La verdad es que me envía mi padre, quería hablar contigo, pero no te hemos encontrado por el castillo y me ha dicho que te buscara aquí, dice que en este claro te escondías cuando era pequeña.
-Eso es cierto, este era mi refugio, pero, ¿por qué te ha enviado a ti y no ha uno de los sirvientes? Me resulta extraño que el gran Legolas se moleste en buscar a una tejedora perdida.- Ahora le tocó sonrojarse a Legolas.
- Me ofrecí yo voluntario, no tenía nada que hacer, así que salí a buscarte-pensó en todo lo que tenía que hacer, la lucha para defender el bosque del Nigromante, pero al ver aquellos ojos verdes se dijo que no importaba, que valía la pena estar trabajando hasta tarde con los preparativos,  si con ello conseguía verlos más a menudo.
- Como al parecer ya más ha encontrada, será mejor que volvamos antes de que empiecen a buscarte a ti también.
- Totalmente de acuerdo-aunque en el fondo lamentaba tener que dejar ese claro, tener que dejar de estar a solas con la joven.-Por cierto, tienes un rodillazo muy bueno.
-Gracias mi señor; dijo sonriendo.

Continuaron hablando hasta que llegaron a palacio, allí se despidieron para  ir cada uno a sus habitaciones para prepararse para la cena, Thranduîl la había invitado de nuevo para cenar.



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