Legado de sombras

11 de Junio de 2003, a las 00:00 - Mª Isabel Esteban Alvarez
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2. Un pequeño altercado en la posada

En ese preciso momento, regresó el halfling con una expresión exultante en su rostro y colocándose frente a ellos exclamó: -¡Somos famosos! están narrando nuestra última aventura y nos ven como héroes, aunque juraría que conozco a quién la está contando, pero con tanta gente y esa música, además de estar totalmente envuelta con una capa, no logro recordar quién puede ser- concluyó el halfling con el ceño fruncido, mientras se preguntaba que había puesto tan furioso al elfo; pues se le veía bastante enfadado al levantarse bruscamente de la silla y dirigirse hacia el grupo en el que había estado un momento antes.
-¿Se puede saber que le has dicho para ponerle de tan malhumor?- preguntó al enano, mientras se palpaba la muy abultada bolsa de cuero curtido que colgaba de su cintura, con gesto de satisfacción.
-No le he dicho nada, pero creo que ha encontrado a nuestra ausente compañera, y no me gustaría estar en su pellejo- gruñó Algrim al tiempo que se recostaba en su asiento y miraba hacia el grupo que rodeaba al bardo y a su acompañante, en el cual se había producido un pequeño alboroto y del que momentos después, surgía el elfo arrastrando detrás de sí a la joven narradora, la cual se debatía inútilmente al tiempo que lo maldecía en voz alta.
-¿Que demonios crees que estás haciendo?-demandó la enojada joven cuando llegaron a la mesa y la soltó con rudeza.
-Lo mismo podría preguntarte yo... ¿no crees?- contestó  Aldor  mientras  intentaba calmarse o podría cometer una tontería, se dijo a sí mismo.                               
-Simplemente estaba ayudando a ese pobre bardo, a ganarse el sustento- replicó ésta después de colocarse bien la capa, la cual se había deslizado sobre su cuerpo mientras la arrastraban hacia la mesa, revelando su esbelta figura cubierta por una suave túnica verde bosque con diversos símbolos cosidos sobre ella, con un fino hilo dorado. Lo que más llamaba la atención era su larga melena plateada,  recogida en una gruesa trenza, cuya parte superior estaba rodeada por una delicada diadema con un pequeño rubí en el centro, que descansaba suavemente sobre su frente, y que atrajo varias miradas de algunos de los presentes, entre ellos el joven bardo, que se quedó mirándola embobado.
Aunque, después de pensarlo durante unos segundos llegó a la sorprendente conclusión de que ella era Illswyn, uno de los protagonistas de la historia que había estado relatando, e intuyó que los que se encontraban con ella eran los restantes personajes de aquella fascinante aventura, al tiempo que seguía el curso de la discusión sin perderse un detalle. Ajeno a todo lo demás, un fuerte tirón le hizo volverse y quedar frente al disgustado rostro del posadero, por lo que tuvo que olvidarse temporalmente de aquella pelea y enfrentarse a la que se le venía encima.
-Y simplemente, estabas revelando datos sobre todos nosotros, sin nuestro con-sentimiento, y de paso, poniéndonos en peligro, pues nos hemos creado muchos enemigos que podrían sacar provecho de todo ello. ¿Lo habías pensado?- preguntó Aldor visiblemente más calmado.
-Debo decirte que no he dado datos sobre vosotros, solamente de mí misma, y he usado otros nombres, por lo que puedes dejar de preocuparte. Además, no me dio tiempo a relatar toda la historia, porque cierto elfo arrogante y engreído, me sacó a rastras de allí en contra de mi voluntad- repuso ella dirigiéndole una furiosa mirada con sus grandes ojos verdes.
Mientras pronunciaba éstas palabras, observó el alboroto que se había producido en el lugar dónde antes se encontraba, y escuchó los gritos del posadero y algún que otro gemido del pobre bardo; después de pensarlo un momento, se le ocurrió una idea para sacarle del apuro en que se hallaba. Ignorando la sombría mirada que la atravesaba desde el otro extremo de la mesa, se dirigió al inquieto halfling, que no paraba de lanzar ojeadas por en-cima del encrespado pelo rojizo de Algrim en dirección a la chimenea.
-¿Puedes hacerme un favor, Nick? Podrías entretener a mi público con algunos trucos... antes de que le hagan daño- sugirió con tono persuasivo mientras dirigía una mira-da preocupada hacia Erik, que en ese momento era empujado por el posadero hacia la salida, y observaba un sutil cambio en la expresión de Aldor, al mirarle por el rabillo del ojo.
-¿Por qué no? nunca me ha gustado ganar dinero tan fácilmente- contestó entusiasmado mientras acariciaba su preciada bolsa de piel y se dirigía hacia el posadero, que en ese momento estaba a punto de lanzar a Erik fuera de la posada nuevamente.
-Bien, ahora que ese halfling dedos largos se ha ido, debo decirte algo Illswyn, me pregunto si te son conocidas éstas palabras: De rasgos agraciados y porte noble, sus cabellos eran como el oro... ¿debo continuar?-  preguntó éste mirando fijamente el enrojecido y turbado rostro de ella.
-¿Que te hace pensar que eras tú? Te recuerdo que la primera vez que nos vimos, ibas acompañado por alguien... ¿no es así?- exclamó enfurecida. -Aunque supongo que lo único que quieres es que reconozca que como siempre tienes razón. Pues bien, lo reconozco, y espero que sea suficiente porque es lo único que posees en este momento- concluyó disgustada. Levantándose a continuación bruscamente y caminando en dirección al joven bardo que se hallaba sentado en una de las mesas, comiendo apresuradamente y siendo vigilado atentamente por la mujer del posadero, mientras la hija de ésta, Cora, le dirigía miradas cargadas de desprecio, fijándose en sus viejas y raídas ropas.
-¡Un magnífico espectáculo!- exclamó Algrim, que había terminado su comida y miraba con acritud hacia el elfo, pero este no le contestó, mientras intentaba contener su cólera y mantenerse sereno. Quizá se había excedido con ella, aunque le preocupaba que a veces fuera tan irresponsable y no pensara en los peligros que podría atraer con aquella actitud tan impulsiva- reflexionó,  mientras observaba al pequeño halfling hacer diversos trucos con sus manos, lanzando varias manzanas al aire y aprovechando su caída para morder alguna.
Al terminar el espectáculo y dirigirse hacia su mesa, pues de repente le había entrado un hambre voraz, seguramente por culpa de esas sabrosas manzanas; observó los rostros serios y graves de sus compañeros y dirigió una mirada hacia la mesa en la que se encontraban Illswyn y el joven bardo, conversando animadamente entre ellos, ajenos a lo que les rodeaba. Se despertó su insaciable curiosidad, mayor aún que su hambre y decidió acercarse disimuladamente e intentar captar algunas palabras de su conversación, ignorando los quejidos de su hambriento estómago.
-Eres Illswyn, ¿no es cierto?- preguntó Erik, visiblemente asombrado y observan-do detenidamente sus hermosos rasgos y el suave brillo de sus profundos ojos verdes, al tiempo que admiraba su delgada figura realzada por la fina túnica que la cubría como una segunda piel.
-Así es... aunque reconozco que he sido un poco impulsiva al ayudarte, pues he puesto en peligro a mis compañeros y a mi misma con mis revelaciones- admitió entristecida mientras miraba hacia la mesa que había abandonado momentos antes con brusquedad.
-No soporto que la tristeza empañe tu radiante belleza, y  menos  aún  después  de  lo
que has hecho esta noche por mi- le dijo Erik suavemente mientras sus largos dedos rozaban levemente el rostro de ella, mirándola intensamente con sus penetrantes ojos negros.
En ese momento, cierto halfling que se hallaba a corta distancia de allí y escuchaba atentamente la conversación, fue delatado por su famélico estómago, que emitió un sonoro gruñido. La elfa miró hacia donde se encontraba y le hizo señas para que se acercara, mientras pensaba en lo oportuno que había sido, sobre todo tratándose de Nick, que normalmente era de lo más inoportuno.
-Erik, te presento a uno de mis compañeros, Nickham Penderbolt, aunque entre nosotros le llamamos Nick, y que esta noche te ha ayudado tanto como yo misma- finalizó precipitadamente, mientras apartaba sus ojos de él.
-Encantado de conocerte- dijo Erik extendiendo su mano y apretando ligeramente los regordetes dedos del pequeño halfling, al tiempo que una expresión de disgusto pasaba fugazmente por su rostro a causa de la interrupción, aunque más adelante habría tiempo, pensó satisfecho consigo mismo.
-Lo mismo digo- replicó éste mientras observaba la turbación del rostro de la elfa y la expresión frustrada del bardo. -Me ha encantado tu música, sobre todo porque hace olvidar a quien la escucha dónde y con quién está- prosiguió Nick palpándose el saquillo que colgaba de su cintura, con gran orgullo.
-Gracias por tus halagos, pero el mérito ha sido de ambos- dijo Erik mirando fija-mente el rostro de la elfa, mientras esta desviaba la mirada y se cruzaba con la de Aldor, que la observaba intensamente a pesar de la distancia que los separaba. -Bien, lamentándolo mucho debo retirarme, pues tengo que encontrar un lugar para pasar la noche- continuó el bardo con aire lastimero y dirigiendo una breve mirada hacia Illswyn.
-¿No podrías dormir en el establo?- preguntó el halfling entusiasmado. -Algunas veces suelo hacerlo, pues se encuentran cosas muy interesantes en ellos, además, así ten-dría alguien con quien hablar, porque por mucho que me gusten los caballos, no se puede mantener con ellos una conversación demasiado larga- prosiguió el halfling sin parar de moverse, mientras pensaba en las alforjas que dejaban algunos de los dueños de dichos animales. -¿Qué te parece?- exclamó finalmente, clavando sus ojillos ansiosos sobre él.
Erik, después de dirigir una petición de auxilio silenciosa al perfil de la elfa, que en ese momento se encontraba mirando hacia sus restantes compañeros, miró con expresión resignada al halfling. -En estos momentos no puedo elegir, así que te agradezco tu ofrecimiento, aunque espero que el posadero no ponga objeciones- susurró esperanzado mientras miraba hacia el aludido, Otto, que en ese momento se dirigía hacia ellos con una expresión amenazadora en su semblante.



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