Legado de sombras

11 de Junio de 2003, a las 00:00 - Mª Isabel Esteban Alvarez
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7. Triángulo de confidencias

Abrumadoras sensaciones invadían sus sentidos aguzados al máximo, mientras avanzaba velozmente a través de la espesura observando las pequeñas criaturas nocturnas que se escondían a su paso, temerosas de ser su próxima cena. Ignorando el instinto primitivo de la caza, intensificó la búsqueda del rastro que seguía, cada vez más cercano. Se detuvo con brusquedad al percibir el inesperado e inconfundible aroma de la sangre, vertida hacía poco tiempo; su corazón se aceleró de forma espontánea, descubriendo sus afilados colmillos que goteaban saliva a la espera del alimento, estando a punto de dejarse llevar por su lado salvaje internándose de nuevo en la floresta; sintiendo la llamada de la luna llena recorriendo todo su cuerpo, tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar.         
Después de unos confusos  y  dolorosos momentos de lucha interna en los que deseó haber elegido otra forma para su exploración -sobre todo aquella noche- consiguió vencer al instinto animal y continuar su camino. Al avanzar hacia un pequeño claro que marcaba la salida del bosquecillo, vislumbró la irregular mancha oscura que cubría parte de la zona y que ya había comenzado a ser absorbida por la tierra; salvo algunas briznas de hierba que aún conservaban restos que olisqueó y lamió, confirmando sus sospechas: no eran de la persona que buscaba. Agachando las orejas de suave pelaje cobrizo y adelantando la cabeza olisqueó el fresco aire nocturno, hasta que detectó de nuevo entre toda aquella variedad de olores el aroma inequívoco de su presa: Vengard... Vengard... El Cazador. Recuerdos llenos de amargura invadieron su mente impidiéndole reaccionar cuando escuchó la llamada de sus compañeros, uniéndose sin poder evitarlo al coro de aullidos que resonó en las inmediaciones del lugar haciendo eco en su propio y atormentado espíritu...

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La tenue claridad del amanecer despertó a la joven elfa, que después de estirarse lánguidamente entre las sábanas, se levantó aún reacia de la tentadora calidez del lecho-que amenazaba con retenerla más tiempo del debido- sonriendo a causa del sueño tan agradable que había tenido aquella noche. Se dirigió caminando con ligereza hacia una pequeña y algo estropeada jarra con agua entonando cierta melodía en voz baja; después de lavarse y cambiarse de ropa, colocándose una fina túnica de un suave color malva, y trenzando a continuación el largo cabello plateado con la soltura -y la paciencia- que sólo se adquiere a lo largo de los años.
Abrió la ventana y se asomó admirando los brillantes tonos rojizos que destacaban en el cielo, mientras sus labios dibujaban una sonrisa nuevamente perdiéndose en fantasías imposibles; deseos hasta el momento, totalmente irrealizables...
Suspirando, volvió a cerrar la ventana recostándose durante unos breves momentos sobre ella, reflexionando sobre ciertas cosas en las que no debería ni pensar. Apartó a cierta persona de su mente mientras se acercaba hacia la única y deteriorada silla que había en la habitación; abrió la abultada mochila colocada encima, extrayendo de entre sus pliegues un pesado libro con numerosas runas grabadas en su gruesa encuadernación de piel.
Mientras leía los retorcidos símbolos escritos en las hojas de pergamino, totalmente concentrada en su tarea, un leve fulgor ámbar inundó la habitación. Su mirada se dirigió rápidamente hacia un ornamentado báculo de madera, formando uno de sus extremos el salvaje rostro de un halcón cuyos ojos parecían mirarla desde sus doradas profundidades, apoyado contra una de las desconchadas paredes del cuarto. Avanzó con precaución hacia  él, brotando de sus labios extrañas palabras pronunciadas en un arcano pero al mismo tiempo, armonioso lenguaje: -Vranyss, Dwyrel-. Una intensa luz azulada envolvió su cuerpo hasta que pareció  fundirse con su blanca piel; líneas artísticamente realizadas con diversos símbolos de un brillante matiz plateado la cubrieron por completo, al tiempo que se detenía frente a la fuente de aquel débil e insólito resplandor. Extendió su mano hacia el alargado objeto y justamente cuando lo rodeaba con sus dedos la luz que surgía de el se extinguió de forma repentina.
En ese momento alguien llamó a la puerta de su habitación, y soltando rápidamente el báculo se dirigió hacia ella, preguntándose quién sería a esa hora tan temprana. Suspiró aliviada al contemplar el rostro sonriente de Erik, que entró apresuradamente cerrando la puerta tras de sí. Se quedó mirándola asombrado, mientras se acercaba hacia ella. -¿Que es lo que ha ocurrido?- exclamó sujetándola con suavidad por los hombros y mirando detenidamente los intrincados diseños que cubrían su piel. -He venido para ver si te encontrabas bien esta mañana, pues anoche estabas bastante decaída, aunque no esperaba hallarte así... - dijo con una ligera inquietud en su voz.
-Agradezco tu preocupación, pero simplemente es un hechizo para protegerme...  aunque creo que no era necesario- afirmó confiada, mientras se alejaba de él y murmuraba en aquel incomprensible idioma de nuevo. Su cuerpo quedó envuelto en el sorprendente resplandor azul que parecía surgir del mismo y que se desvaneció rápidamente llevándose consigo las extrañas pinturas que lo cubrían.
Erik volvía a estar con la boca abierta mientras asimilaba todo lo que había visto y su mirada recorría el resto de la habitación, deteniéndose brevemente en el elaborado cayado que se hallaba en el suelo, observándolo con extrema avidez.
-Lamento no haberte ayudado anoche como te prometí, ¿encontraste algún sitio para descansar?-  inquirió Illswyn, alejando temporalmente su reciente interés por el mágico artefacto y centrando su atención en ella.
-No debes lamentarlo, porque al final pude dormir en el lugar más inesperado- contestó de forma enigmática. -La verdad es que no había creído del todo vuestra historia hasta que he presenciado lo que habéis hecho- continuó Erik cambiando el tema de la conversación, pues no quería que averiguase nada más de lo que había sucedido la noche anterior.
-Creo que me precipité usando mi magia... al parecer no me acechaba ningún peligro real- respondió medio convencida, mientras pensaba en el extraño resplandor que había emitido su bastón, algo que no había sucedido nunca. Intrigada, la joven volvió a recitar en aquella desconocida lengua después de acercarse hacia una jarra de agua, en la que aún quedaban restos de líquido, moviendo sus manos en ligeros movimientos circulares:
-EligolTiamon Neliondallteb- su transparente superficie onduló lentamente impulsada por fuerzas ocultas, hasta adquirir una tonalidad oscura en la que no consiguió distinguir forma ni figura alguna, y que finalmente no pudo revelarle nada sobre lo sucedido; aunque sintió una poderosa corriente de energía impregnando aquella desconocida y decididamente hostil oscuridad, que terminó de enterrar los hermosos sueños de la noche anterior, para dar paso a inquietantes presagios que decidió olvidar, negándose a pensar en ellos por el momento y centrando su atención en el todavía desconcertado rostro del juglar.

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"A su lado se hallaba la bella joven que les había servido aquella misma noche; sin decir palabra alguna, sus oscuros ojos admiraban su fuerza y valor en el combate que había tenido lugar poco antes. Junto a ella, dos beldades competían por llamar su atención mientras sentía las suaves manos de la primera intentando quitarle la escasa ropa que llevaba en ese momento. Poco a poco sus audaces compañeras le desnudaron por completo, mientras acercaban sus turgentes y rosados  labios  hacia  el,  pronunciando  su nombre con apasionada urgencia: Algrim... Algrim...
Rodeó con suavidad el hermoso rostro de una de ellas, acercando su propia y ávida boca hacia ella que, de manera incomprensible comenzó a resistirse y a gritar su nombre con fuerza. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que sucedía contempló atónito como los bellos rasgos se iban convirtiendo en los de... ¿¿Nickham Penderbolt??

-¡Algrim, suéltame de una vez! ¡Vaya, nunca creí que me apreciaras tanto como para esto!- exclamó alarmado el halfling, retorciéndose para liberarse de las fuertes y velludas manos que sujetaban su rostro peligrosamente cerca de las rojizas barbas del enano.
Su estupefacto interlocutor contemplaba la rechoncha figura encaramada sobre las mantas, firmemente sujeto a causa de sus propias manos que lo soltaron con brusquedad al tiempo que se limpiaba furiosamente la boca. -¡Esta vez has ido demasiado lejos, maldición!- vociferó entre gruñidos intentando levantarse del lecho para atraparle, enredado con las sábanas que parecían confabularse en su contra.
-¡Espera, tengo algo muy importante que decirte sobre Erik y la joven que le acompañaba!- chilló al tiempo que lograba esquivar los ataques del enano, sus ojos grises inyectados en sangre y clavados en su redondeada garganta.
Tragando saliva con esfuerzo, se dio por vencido y dejó de tratar de convencer a su compañero con palabras. Se dirigió corriendo hacia la puerta de la habitación antes de ser alcanzado por la cólera de su camarada, del que desconocía que tuviese tan mal despertar... y tan buen gusto.
 El silencioso amanecer había dado paso a una espléndida mañana en la que lucía un radiante sol y ninguna nube cubría el cielo, azul y resplandeciente. Algunos aldeanos habían comenzado a realizar sus tareas matutinas, tarareando algunas canciones por lo bajo, otros silbando, casi todos celebrando el término del terrible temporal de la noche pasada; aunque, en el fondo aliviados por el agua que habían acumulado en sus pozos, pues les haría falta para la próxima  estación,  mucho  más seca y calurosa que la presente.
Mientras, en el interior de otra de las habitaciones, ajeno a la incipiente actividad del exterior, era bruscamente despertado su adormecido ocupante.-¡Aldor despierta!¡Aldooor!- gritaba un muy nervioso halfling en el oído del hasta ahora dormido elfo.
 -¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Quién nos ataca?- exclamó levantándose precipitadamente y tirando de la sábana que lo cubría, mientras miraba a su alrededor desorientado, buscando cualquier arma para defenderse de la posible amenaza; hasta que vio a la menuda y regordeta silueta que se hallaba junto a el, mirándole fijamente con una expresión grave en su normalmente animado rostro.
-¿Se puede saber qué sucede para que me despiertes de esta manera?- increpó disgustado con la pequeña figura que no paraba de moverse por la habitación. Bueno, más bien el término correcto sería dar brincos por toda la estancia. Antes de que pudiese con-testarle, se oyeron los gritos... ¿bramidos? de alguien que se aproximaba al lugar en el que ellos se hallaban, y a juzgar por los sutiles temblores que hacían vibrar las tablas de madera bajo sus pies, venía a toda prisa.
-¡Condenado halfling, no te atrevas a despertarle por esa tontería, porque quiero ser yo el único que tenga el dudoso placer de despellejarte vivo!-.
-¿Qué le has hecho esta vez, Nick?- preguntó Aldor con expresión resignada mientras se levantaba rápidamente, caminando hacia la puerta del cuarto y abriéndola justo a tiempo, pues una enfurecida y encrespada figura entraba en ese momento a la carrera, dirigiéndose hacia el inquieto halfling que decidió colocarse detrás del elfo, el cual se encontraba todavía con la mano sobre el picaporte mientras observaba al enano que avanzaba amenazadoramente hacia él.
-Tranquilízate Algrim, no creo que sea para tanto... ¿verdad?- inquirió Aldor mirando hacia su menudo compañero, que seguía colocado detrás de sus piernas y no parecía tener intención de salir de allí en mucho tiempo.
-¡Cuéntaselo Dedos Largos, si puedes hacerlo antes de que te atrape y te deje sin ganas de pronunciar palabra!- rugió el enano mientras se detenía frente a su recién despertado compañero e intentaba agarrar a la escurridiza presa que esquivaba hábilmente sus manos.
-¡Ya basta!- exclamó Aldor sujetando a su rabioso compañero con dificultad y di-rigiéndole una mirada de advertencia. -¿Puedes decirme qué es lo que pasa exactamente?- preguntó con una expresión seria en su semblante, mientras se disipaban los últimos restos de sueño de su mente.
-Bueno,  pues... en realidad... - balbuceó Nick lanzando una rápida mirada hacia su enojado camarada, cuya cara estaba bastante enrojecida, casi de una tonalidad púrpura, recordándole ciertos calzones que había adquirido recientemente, en una de sus exploraciones. Afortunadamente para su salud, algo interrumpió el ajetreado interrogatorio; su agudo oído percibió pasos que se dirigían hacia allí y sumamente aliviado, esperó que le dieran un respiro para poder escabullirse antes de caer en las manos de su iracundo perseguidor.
Apareció en el umbral la esbelta figura de la elfa cuyo rostro expresaba una ligera alarma, acompañada por el agitado bardo que miraba intranquilo a su alrededor. -¿Qué es lo que ocurre? ¿Ha pasado alg... - preguntó Illswyn al tiempo que sus ojos se detenían -contra su voluntad- sobre el torso parcialmente desnudo del elfo y se ruborizaba sutil-mente. Desviando su mirada con rapidez la detuvo en el asustado halfling, que se acercaba a toda velocidad hacia ella. -Me ha entrado un hambre feroz ¿qué te parece si bajamos a desayunar?- pidió con un leve tono de ansiedad en su voz mientras le tiraba del brazo y la conducía hacia las escaleras.
-¡Alto ahí, pequeñajo!¡Tú no te vas de aquí hasta que me des una explicación, y más te vale que sea buena!- gruñó en voz alta el enano agarrándole del cuello y arrastrándolo de nuevo a la habitación; antes de cerrar la puerta, añadió: -Podéis ir bajando, arreglaremos este asunto en poco tiempo, no os preocupéis, está en buenas manos- concluyó soltando una desagradable risotada y dando un fuerte portazo. Poco tiempo después, se oyeron pisadas alejándose por el largo corredor, aunque con diferentes grados de renuencia.
Los tres ocupantes de la habitación, tras guardar silencio unos momentos reanudaron su conversación, mientras el halfling hacía una dolorosa mueca frotándose el cuello y alisándose la camisa verde esmeralda que llevaba con sus dedos regordetes. Poco después se sentó trabajosamente en un taburete que había cerca de la cama.
-No hacía falta que me trataras de ese modo, no pensaba contarles nada estando él presente- se quejó Nick, balanceando sus peludos pies hacia delante y hacia atrás, miran-do fijamente la achaparrada figura de su compañero, cubierto tan sólo por una gruesa camisola, que en algún momento había sido blanca y se había convertido en un gris desvaído con algunas costuras descosidas, de una largura irregular llegándole hasta las rodillas por algunas zonas; el cual se encontraba apoyado contra la puerta devolviéndole la mirada, malhumorado.
Mientras, Aldor se había levantado y se hallaba colocándose una bordada túnica teñida en azul índigo, que cubría unos pantalones holgados de una tonalidad más clara; ciñéndose a la cintura una ornamentada espada corta cuya punta descansó sobre su pierna derecha, en claro contraste con la suavidad del tejido. Inclinándose para atar unos curtidos mocasines de cuero, permaneció en silencio durante un rato, esperando que aquellos alborotadores se explicaran de una vez por todas, mientras pensaba fugazmente en la breve mirada que había interceptado poco antes, regocijándose con ello.
-No quería que oyese nada que no debiera- dijo el enano interrumpiendo sus reflexiones y mesándose las rojizas barbas. -Aunque no estoy seguro de la razón, creo que aquí hay algo que huele muy mal- añadió con gravedad.
-¿Aparte de tus enormes pies?- soltó el halfling sin poder contenerse, saltando del taburete y deteniéndose lejos de su alcance, al tiempo que Algrim soltaba una maldición y se lanzaba sobre él. Antes de poder atraparle, alguien le agarró firmemente del brazo y le hizo girar sobre sí mismo, quedando frente al elfo que le miraba exasperado.
-¿Queréis decirme de una maldita vez, que es lo que está sucediendo?-exclamó enfadado, mientras se colocaba entre ambos soltando un juramento.
-Simplemente, que nuestro querido amigo sufrió alucinaciones anoche- masculló  el enano, intentando llegar hasta la menuda figura que se encogía detrás de su improvisado escudo élfico.
-¡No son alucinaciones! ¡Te he dicho la verdad!- voceó el interpelado, escapándose
de una enorme mano que cayó sobre él. Eludiendo ágilmente la maniobra de su atacante, se colocó frente al elfo adoptando una postura desafiante. -Anoche, no podía dormir por culpa de los rugidos de esa bestia- comenzó señalando con dedo acusador hacia el enano.
-Aunque, gracias a eso pude escuchar un grito procedente de la habitación en la que se encontraba Erik y su acompañante, la camarera que nos sirvió mientras cenábamos ayer- hizo una pausa, intentando recuperar el aliento mientras lograba ver la curiosa expresión que cruzó el rostro serio del elfo.
-¿Aquella descarada joven que le miraba con desprecio?- preguntó éste, recordando la ajetreada cena que habían tenido, y frunciendo ligeramente el ceño, pensativo.-Bien, ¿qué pasó a continuación?- apremió al halfling, mirándole con atención renovada.
-Como es natural, fui rápidamente a investigar- prosiguió éste, complacido de ser el centro de atención, haciendo amplios gestos con sus manos. -Cuando por fin llegué a la habitación no había nadie en ella... algo bastante raro, por lo que me vi en la obligación de registrarla a conciencia- se detuvo haciendo un dramático ademán, dejando en suspense a su curioso espectador.
-¿Desde cuando hay que obligarte, Dedos Largos?- un brusco empujón del enano le hizo continuar atropelladamente con el resto de la historia, mientras sus ojos clavaban da-gas imaginarias en el origen del golpe.
-Después de buscar largo rato, encontré el laúd que usó anoche, estaba oculto debajo de la cama, que, como podréis imaginar se hallaba deshecha- continuó en voz baja. -Me parece que lo dejé en mi mochila- murmuró, dirigiéndose hacia la puerta que en ese momento no se encontraba interceptada por el robusto cuerpo de Algrim.
-¿Crees algo de lo que está diciendo?- preguntó el enano, después de oír las rápidas pisadas de su compañero alejándose de allí.
-Bueno, puede que la abundante cena le sentase mal, y tuviera alguna pesadilla- contestó lentamente Aldor, aunque siguió mirando con seriedad el rostro de su interlocutor. -Pero puede que fuese más que eso- añadió abstraído mientras reaparecía la figura del halfling atravesando precipitadamente la habitación, llevando algo envuelto en las manos; retiró la raída y amarillenta tela cuidadosamente, revelando su alargado contenido. El laúd descansaba indiscutiblemente sobre ella, y se trataba del mismo que había tocado Erik la noche pasada.
-Lo cubrí a toda prisa con un trozo de sábana que encontré en el cuarto, porque al parecer el posadero tampoco pudo dormir, y no me descubrió por los pelos- agregó a toda prisa, su pecho subiendo y bajando acelerado tras el esfuerzo.
-No vi nada extraño en él, aunque noté una ligera humedad en uno de sus lados- prosiguió con expectación, girando el objeto entre sus dedos con exasperante lentitud. -¡Mirad, creo que es sangre!- gritó sorprendido mirando fijamente la rojiza mancha oscurecida que cubría parte del instrumento. Después de un tenso y largo silencio, Aldor fue el primero en reaccionar ante el insólito descubrimiento.
-Bien, me parece que le debes una disculpa- dijo gravemente, mirando en dirección al enano que se hallaba en un estado de pura incredulidad.
-¡No es posible, estaba perfectamente hace un momento!- replicó devolviéndole  la
mirada. -Y eso, suponiendo que la sangre sea de él- añadió inflexible, ignorando la petición del elfo.
-¿Qué estás insinuando? ¿Qué mató a la criada?- chilló el halfling con voz ahoga-da. -No puede ser, es imposible... además, no sería tan estúpido como para olvidar su laúd, vive de eso... ¿no?-.
 -¡Ya es suficiente!- gritó Aldor elevando su voz entre la de ellos. -Creo que nos estamos dejando llevar por nuestra imaginación- añadió bajando el tono.-Pudo ocurrirle cualquier cosa, y exagerando no vamos a arreglar nada, mas bien al contrario... de todas formas creo que hay algo muy raro en todo este asunto- concluyó finalmente mirándoles con seriedad.
-Bueno, entonces enérgico líder ¿qué vamos a hacer?- inquirió Algrim con ironía dirigiéndose hacia él.  
-Supongo que por ahora, lo mejor será tenerle vigilado- replicó Aldor devol-viéndole la mirada. -Además, deberíamos averiguar donde se encuentra esa joven, su nombre era... Cora... ¿no es así?- continuó después de recordarlo vagamente, aparte de otras curvadas partes de su lozana fisonomía... pero, ¿en qué demonios estás pensando? ¡Céntrate de una  maldita vez!.
-¡Yo me encargo de eso!- le interrumpió impaciente el halfling envolviendo el instrumento de nuevo y dirigiéndose hacia la puerta.
-¡Alto ahí!- exclamó Aldor avanzando hacia allí rápidamente y plantándose frente a él. -Creo que deberíamos avisar a Illswyn cuanto antes, puede meterse en problemas. Tiene cierta tendencia a interceder por ese... -continuó con intenso desprecio en su voz dejando la frase sin terminar, mientras sus camaradas intercambiaban una larga mirada y corrían hacia la salida.
-¡Algrim, espera un momento!- ordenó con brusquedad el elfo, deteniendo la carrera de este y aprovechando la ventaja su burlón compañero que apresuró a sus cortas piernas hacia la salida.
-¿Algo va mal?- preguntó el enano con mirada preocupada en su barbudo semblante al notar aquel leve tono de angustia en la voz de su amigo. Este se acercó hacia la puerta y después de cerrarla con rapidez comenzó a caminar de un lado a otro del pequeño cuarto.
-Anoche tuve una de mis visiones- soltó de golpe el elfo con una expresión atormentada marcando sus rasgos. Después de recuperarse de la sorpresa, Algrim se detuvo frente a él,  intentando detener su nervioso paseo.
-Hacía mucho tiempo desde la última vez, ¿cierto?- preguntó súbitamente alarma-do por todo aquello. -Creo recordar que llegaban solamente en situaciones de grave, casi diría extremo peligro... pero, ¿ahora?- agregó mirándole fijamente y percatándose del súbito dolor que apareció en sus ojos. -No debes recordar el pasado, Aldor, es algo que está muerto y enterrado... ¿entiendes?-.
-No puedo evitarlo, es algo superior a mis fuerzas... ¿no comprendes que toda mi existencia anterior murió después de una de aquellas visiones? Tuve que comenzar desde la nada, sin hogar ni familia, completamente solo... temo que la historia se repita de nuevo- concluyó con amargura, sentándose sobre el lecho y cubriendo su rostro con las manos, totalmente abatido.
-Bueno, de algo si puedes estar seguro, esta vez no estarás solo, nosotros evitaremos que ocurra... ¿me oyes, Aldor? ¡Lo juro por el Sagrado Martillo de Keon!- exclamó sacudiendo con fuerza los hombros de su compañero, intentando transmitirle su apoyo y girando sobre sus talones antes de que terminase cediendo a aquel oscuro presentimiento que se había introducido en su alma; esperando que el dios de la batalla, cuyos dictados había seguido durante su larga existencia, le diera el coraje necesario para enfrentarlo. Se detuvo en la entrada de su habitación y comenzó a recoger sus diversas y sospechosamente escasas pertenencias.
Acercándose al armario que había junto a las camas deshechas, sacó dos camisas de una dudosa tonalidad pardusca seguidas de unos pantalones anchos de color negro, colocándose la primera de ellas y cubriendo sus velludas piernas a continuación; se ciñó un grueso cinturón de cuero y colocó una pequeña pero mortífera hacha colgada de éste. Metió sus aún desnudos pies en unas gastadas botas de piel y se dirigió hacia el halfling que intentaba cerrar sin éxito su abultada mochila subido encima de ella, sin notar nada anormal en el comportamiento del enano, concentrado totalmente en su tarea.
-Creo que será mejor que bajemos- dijo en tono de guasa, intentando apartar de su mente lo sucedido, mientras observaba a su compañero realizando diversas maniobras con los cordones de la bolsa sin lograr su objetivo. -Me parece que deberías vaciarla un poco, ¿no crees?- añadió mientras agarraba el enorme saco y derramaba parte de su contenido sobre las sábanas arrugadas; cuando terminó pudo cerrarlo fácilmente y se lo entregó a su indignado propietario, que miraba con un brillo posesivo en sus ojos los objetos que había sacado desparramados sin ningún cuidado sobre el lecho, la mayoría conseguidos en la misma posada.
-¡Cómo te atreves, bestia barbuda!- exclamó con voz aguda mientras intentaba re-coger sus esparcidas posesiones, entre las cuales había varias prendas demasiado grandes para su corta estatura, algunas joyas de poco valor, un grueso libro encuadernado en piel y unos llamativos calzones de color cereza, los cuales llamaron especialmente la atención de  Algrim.
-¡Vaya, por fin los encontré!- masculló entre dientes, agarrando la extravagante prenda y dirigiéndole una amenazadora mirada al halfling, que se preparó para esquivar lo que viniera. Por fortuna, un gran estrépito procedente de la planta baja les hizo desviar su atención momentáneamente. Se miraron durante un breve instante y echaron a correr en la misma dirección, chocando casi con la ágil figura del elfo que se dirigía velozmente hacia el mismo lugar.
-Me temo que vamos a llegar demasiado tarde- murmuró en voz baja el enano in-tentando mantener el ritmo de Aldor, que con sus largas piernas les había tomado bastante ventaja.



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