Recuerdo

12 de Agosto de 2004, a las 00:00 - Vanimist
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   El Gran Beórnida me miró con una expresión mucho más cercana, una expresión que parecía albergar en el fondo compasión, y finalmente trocó la mueca por una que expresaba únicamente asco. No sé si el asco era hacia nosotros o quizá hacia él mismo... Tras unos instantes cavilando, finalmente se pronunció:

-"Está bien, podéis marcharos, con dos condiciones"-dijo con un tono ligeyo y ameno. -"En primer término, debéis identificaros, queremos saber quiénes pululan por nuestras tierras".
-"Yo soy Phalail, servidora del Rey del Bosque Negro."-dijo la primera y sin dudar.
-"Mi nombre es Innerol, y soy un militar del Bosque Negro"- gritó Innerol.
-"Yo Danaron, militar al servicio del Rey Thranduil, mas ahora únicamente sirvo a la Dama Heleriel"- por primera vez lo vi totalmente sometido, no dudó en inclinar su cabeza hacia mí, pero más tarde caí en la cuenta de que seguramente lo había hecho con el fin de hacer que toda responsabilidad cayera sobre mí.
-"Yo soy Heleriel, del linaje de los Noldor y vengo del bosque de Lothlórien."- ésto despertó un gesto de asombro en el rostro del Gran Beórnida, debía haberme reconocido. Ahora me había descubierto, sólo quedaba esperar su reacción, que prometía no ser mala del todo.
-"Está bien, marchad. Esta noche descansaremos a vuestro lado, será mejor que durmáis, y mañana marcharéis libremente. Espero no arrepentirme de lo que he hecho, así que os convendría que no oyéramos más noticias de vosotros en nuestras tierras"- y dicho esto, tanto él como el resto de los Beórnidas se colocaron en posición de guardia en torno a nosotras dándonos la espalda.

   Esa noche me propuse no dormir, mas me fue imposible evitarlo. Caí en un sueño profundo, tranquilo y cálido. Cuando me desperté era ya mediodía, y vi a Phalail de espaldas a mí, observando algo que yo aún no alcanzaba a ver. No parecía quedar rastro de los Beórnidas, ¿habrían estado de verdad?. Hubiera creído que fue un sueño de no ser porque al levantarme noté que algo muy pesado me cubría. ¡Nos habían tapado con mantas de piel! Danaron e Innerol aún dormían, sería mejor dejarlos descansar, estarían agotados, como todos. Me aproximé con curiosidad al lugar en que Phalail estaba, inmóvil, contemplando algo que se encontraba en el suelo. Me arrodillé junto a ella y vi lo que ella estaba mirando. Los Beórnidas nos habían dejado provisiones. Pan, mantequilla, carne seca y, sobre todo, cram, mucho cram. Miré a Phalail sorprendida, mirada que ella me devolvió incrédula. Nos dispusimos a recogerlo todo, y lo repartimos entre las cuatro mochilas, que ya empezaban a estar vacías.

   Cuando hubimos terminado todo, nos limitamos a sentarnos y contemplar el paisaje. Al fondo se atisbaba una informe mancha verde, que atribuimos al Eryn Lasgalen. Ahora era bello, muy bello, pero uno de los grandes temores de los Eldalië a este lado del Mar era que las arañas regresaran. El Bosque Negro era el nombre que recibía no mucho tiempo atrás, y por desgracia, pronto tendría que volver a ser llamado así, pues era en exceso inseguro recorrerlo si no se iba en grandes grupos armados. Ya no volverían las excursiones a la floresta, ya no se podrían los Eldar escapar para disfrutar del Bosque, no sin miedo.

   En estas reflexiones estábamos Phalail y yo cuando Innerol llegó por detrás nuestro:

-"Buenos días, qué madrugadoras sois"- decía mientras aún bostezaba y se estiraba.
-"No tan madrugadoras, Innerol. El Sol no está ascendiendo, si no descendiendo. No estaría de más que un soldado supiera dónde se encuentra. El mediodía ha pasado ya, y pronto hemos de marchar. No pienso dejar que esos orcos disfruten por mucho tiempo del sufrimiento de Herendor y sus compañeros"-  respondí fría, seca, sin apenas moverme.
-"Sí, será mejor que nos pongamos en marcha"- dijo Phalail, resuelta como de costumbre, mientras se levantaba para despertar a Danaron y preparar nuestra partida.
-"¿Y esas mantas...?- quiso preguntar Innerol cuando lo interrumpí.
-"Luego te lo explicamos todo, Innerol, ahora preparémonos.

   Mientras yo terminaba de pronunciar estas palabras, Phalail, sin el más mínimo reflejo de piedad en el fruncido ceño, comenzó a propinar suaves patadas a Danaron. Ésto provocó la risa inevitable en Innerol y en mí. Mas Danaron no se inmutaba. Phalail finalmente optó por los gritos. Acercándose con sigilo al oído de Danaron, nos guiñó un ojo, para posteriormente gritar sin compasión:

-"Capitán Danaron, despierte, la batalla ha estallado".

   A este grito, Danaron abrió los ojos como platos, y de un bote se puso en pie. Inevitablemente, todos estallamos en sonoras carcajadas. Al ver su desencajado rostro y su cabello revuelto y su ropa descolocada, no pudimos por menos que tirarnos al suelo. El gran capitán, el magnífico e insuperable Danaron estaba delante nuestro en una guisa totalmente humillante. Por desgracia, él no compartía nuestro sentido del humor y se enojó considerablemente con nosotros, de hecho, no nos dirigió la palabra hasta que fue estrictamente necesario...


-"Heleriel, Heleriel"- me susurró en mitad de la noche. Llevábamos unas 5 horas caminando, persiguiendo el fresco rastro que afortunadamente pudimos encontrar algo más al Oeste, en las faldas de las Hithaeglir.
-"Dime, ¿has visto algo o quieres que te ayude a peinarte?"- dije divertida, sin poder reprimir una risa.
-" ¡Deja las bromas!, ven, mira ésto" - me dijo apuntando una luz que brotaba de entre las ramas secas y enmarañadas que bordeaban el estrecho y rocoso sendero por el que caminábamos.

   Rápida, ágil y silenciosa, salí del camino deslizándome entre las ramas y zarzas, procurando hacer el menor ruido posible, y descendí hasta el lugar desde el que se divisaba un claro iluminado por una hoguera. Detrás de mí oí llegar a los demás, más ruidosos que yo, pero no pude hacer nada por reprenderlos ya, y cuando vi sus ojos, leí en ellos miedo. Cuando torné mis ojos de nuevo a la hoguera, supe a qué se debían el pánico en su mirada... Eran orcos, allí estaban en torno a la hoguera, preparándose para pasar la noche. Algunas tiendas estaban ya montadas, y, según yo suponía, en alguna de ellas se debían de hallar los presos, si seguían con vida...

  
   Decidimos actuar inmediatamente. No podíamos dejar pasar ni un segundo más, así que nos dividimos para hacer un reconocimiento del campamento. Yo iría hacia el Este, al otro lado del campo. Innerol hacia el sur, a la derecha del campamento. Phalail al Norte, y Danaron se quedaría donde nosotros nos encontrábamos, treparía a algún árbol y observaría desde las alturas.

   Deseándonos suerte y repasando el plan de nuevo, nos despedimos. Para entonces los orcos estaban ya sentados en torno a la hoguera, comiendo y bebiendo. Sólo unos pocos se encargaban de custodiar las pocas tiendas levantadas y los límites del campamento.

   Con un brillo de desafío en la mirada, como después me contó Phalail, marché a la zona donde había de desempeñar mi misión. Debía de pasar  por el lugar que Innerol cubriría, pero no fui con él, pues yo podía ser más rápida, y de hecho lo fui. Corrí campo a través, rasgándome con zarzales, ramas secas, y cayéndome varias veces sobre el rocoso suelo.

   Mas ésto no minó mi ánimo. De hecho me sentía más feliz que nunca. Finalmente obtendría una respuesta, o al menos éso quería. Tardé unos 10 minutos en llegar a mi puesto. Cuando me encontré en el lugar acordado, trepé al árbol más alto, y me coloqué en posición de vigilancia. Ya estaban todos preparados para actuar, o al menos, debían. Miré hacia donde Innerol debía estar, y ahí lo encontré, miré a Phalail, que me hizo la señal, y di por supuesto que Danaron estaría, pero al mirar en su dirección no lo pude ver. Hice señas a Phalail e Innerol para que ellos lo buscaran. Quizás fuera la larga distancia la que me impedía acertar a distinguirlo entre las ramas y las hojas... pero no, ni Phalail ni Innerol pudieron localizarlo. Miradas de perplejidad se cruzaban entre los 3. ¿Qué habría decidido hacer ahora?, ¿sería otro intento de mostrar su valentía y heroicidad?.

   Phalail y yo nos dirigimos miradas de complicidad. Mi teoría era que Danaron había decidido improvisar, y Phalail, que lo conocía aún más que yo, debía opinar lo mismo, pero el rostro desencajado de Innerol nos abrió las puertas a pensar que cualquier otro suceso podría haber impedido la realización de su parte del plan.

   Miré en torno al árbol al que él debía subir, pero no había ni rastro de él. Phalail hizo lo mismo, al estar más cerca era más probable que viera algo, pero se encontraba en la misma situación que yo, no había visto nada. Innerol se encontraba en estado de shock. Unos orcos se habían acercado a su árbol, y se encontraban debajo de su rama... era probable que pronto lo oyeran si se le ocurría hacer el más mínimo ruido.

   Ni Phalail ni yo sabíamos bien qué hacer. Ambas miramos en dirección a Innerol, parecía que respiraba más pausadamente, y, finalmente los orcos abandonaron su apartamiento y se reunieron con el resto del grupo, en torno a la hoguera.

   De pronto un grito heló el aire... ¡Parecía Danaron!. No había tiempo que perder, así que a una señal, Phalail, Innerol y yo procedimos a atacar. En la oscuridad lanzamos veloces y silenciosas saetas que fueron a parar hábilmente en las gargantas de los pocos centinelas que los imprudentes orcos habían colocado.

   Nadie nos vigilaba ahora. Al fin pude hacer un recuento de los Orcos. A la vista había unos 30. No nos sería muy difícil exterminar el campamento si actuábamos según lo acordado y con presteza.

   El siguiente paso era introducirnos en su campamento. Sin Danaron, y preguntándonos qué sería de él, descendimos de nuestros respectivos árboles, y con sigilo, matamos a los custodios de las tiendas que nos estaban próximas. Nos sorprendía la torpeza con la que los orcos se protegían. Ahora pude comprender cómo Béleg y Gwindor solos pudieron librar a Turambar de las garras de los siervos de Melkor.

  
   Con sigilo, me introduje en la primera tienda. Aún oía afuera las risas y los horribles cantos de los Orcos. En esta tienda, descansaba un Orco. Estaba tendido en un camastro, cubierto con negras pieles. Decidí limitarme a matarlo en silencio, era injusto, pero no me podía arriesgar. Así que, procurando no hacer mucho ruido, tomé su cimitarra del suelo y la desenfundé. Con un movimiento rápido, limpio y eficaz, corté su cuello, y vi la horrible cabeza rodar por el suelo. No sería uno de los mejores recuerdos que guardaría, pero me fue inevitable.

   Salí de esta tienda, y con mi arco, desde la puerta de la primera tienda, maté al centinela de la tienda que se encontraba inmediatamente a mi derecha. Mientras me dirigía a ésta, lancé una mirada a la hoguera. No paraban de gritar, y cada vez bebían más. No nos causarían demasiados problemas estos Orcos descuidados.

   Al volver la mirada a la tienda a la que me dirigía, reparé en Phalail, se hallaba en la misma situación que yo. Me miró guiñando un ojo, todo apuntaba a que le iba bien. Repentinamente recordé a Innerol, miré a su zona, mas no vi nada. No me podía arriesgar ahora a buscarlo. Era probable que se encontrara dentro de alguna tienda.

   Sin mas dilación, me deslicé a la segunda tienda que me estaba designada. Allí vi a otros dos orcos. Nada más verme, emitieron desde sus gaznates unos espantosos gemidos que hicieron a unos Edain apresados al fondo de la tienda estremecerse. Me apresuré a callarlo, atravesando su garganta con una flecha. El otro se abalanzó sobre mí, mas rápidamente, tomé la daga que llevaba conmigo y se hundió en el fondo de su pecho.

   Se tiró al suelo estremeciéndose convulsivamente y gritando espeluznantemente. Hube de matarlo rompiéndole el cuello actuando efectivamente. Cuando torné mis ojos a los Edain, éstos me miraban con espanto.

-"Vengo a buscaros, a rescataros. No os haré ningún daño". Dije mientras buscaba los grilletes que los apresaban para romperlos y liberarlos.- "¿Podéis andar y moveros por vosotros mismos?"- pregunté esperanzada.
-"Yo lo haré"- me respondió decidido un joven chico. En sus ojos brillaba un fulgor creciente.
-"Bien"- respondí, calibrando sus posibilidades y liberándolos uno por uno.-"Ahora me voy a marchar a buscar a los demás presos, porque... hay más, ¿verdad?".
-"Sí, hay algunos de tu especie... 3 o así creo. Apenas los he visto"- respondió el joven, lleno de fuerza.
-"¿Cómo te llamas?"- le pregunté en tono de confianza.
-"Maraldir".
-"Maraldir, tú vendrás conmigo, los demás quedaos aquí y esperad a mi señal. Cuando venga a veros, saldremos todos a por los Orcos, una... pequeña batalla. Intentaré proporcionaros armas, es incluso bebida y comida, pero... no os garantizo nada"-dijo rápida, mientras, tomando de la mano a Maraldir, salí de la tienda.

   Al salir vi las 3 tiendas de las que Phalail se tendría que encargar con sus 6 centinelas muertos en el umbral. Esta chica era un portento. Inspiraba mucha confianza y calma saber que su parte siempre la cumplía y con rapidez. Sonreí inconscientemente. Me torné a Maraldir para indicarle cómo actuaríamos para entrar en la tercera tienda que me correspondía.

   A mi señal, ambos tomamos por detrás a los centinelas, rompiéndoles el cuello con un movimiento seco, y nos apresuramos a entrar en la tienda. Era la más grande, y estaba llena de arcones repletos de armas. Miraldir y yo nos miramos cómplicemente. A una, nos lanzamos sobre los arcones, tomando todo cuanto nos cupo en el regazo, y sigilosamente, lo transportamos a la tienda donde nos aguardaban los otros 4 Edain.

   Dejándolo ahí, salimos de nuevo. Tanto Phalail como yo, habíamos terminado. Nos encontramos fuera:

-"¿Qué tal te ha ido Phalail?, ¿qué has encontrado?"- susurré al encontrarla.
-"He encontrado tres eldar, y en una de las tiendas cinco orcos despiertos. Lo he pasado francamente mal en ese episodio, pero afortunadamente, sólo me ha quedado un rastro"- dijo, señalándome una profunda herida en su antebrazo izquierdo.
-"¿Cómo se llaman los Eldar?, ¿dónde están?"- reaccioné impaciente.
-"No lo sé, ahora los verás. Están sanos. ¿Qué ha resultado de tu búsqueda?"- me preguntó con ansia.
-"Cinco Edain, fuertes, y muchas, muchas armas. Todas ellas de baja calidad, pero nos pueden ser útiles" -  respondí guiñándole un ojo.
-"Muy bien"-me dijo calmada.

   Acordamos reunir a los presos que cada una había liberado ahí mismo, y fuimos a buscarlos. Llegué con los cinco Edain, con muchas de las armas que encontré. Pude adivinar las sombras de tres Edain, pero no distinguí sus rostros. Me disponía a identificar a Herendor, con enorme emoción, cuando recordé a Innerol. ¿Qué habría sido de él?.

-"Phalail, tenemos que ir a por Innerol y Danaron. No sabemos qué ha sido de ellos. Y no podemos atacar ahora a los borrachos de la hoguera discriminadamente. Pudieran usarlos como rehenes en caso de que hayan sido hechos presos."-recordé amargamente.
-"¡No!, ¿qué vamos a hacer ahora?. Mira, tú ve a por ellos, de hecho... Innerol únicamente ha terminado con una tienda... bueno, al menos sólo ha entrado a una... en las otras dos los centinelas están en el umbral. Borrachos, pero vivos e ilesos."
-"Bien, tú ve con cuatro de los Edain y con los Eldar. Yo iré con Maraldir a por Innerol. Es fuerte y joven, y juntos nos coordinamos bien. ¡Ten suerte!"
-"Lo mismo te deseo", me dijo en un tono desesperado.

   Y así corrí a la tienda en la que Innerol podría estar junto a Maraldir, pensando que Herendor podía haber estado a dos metros de mí y que ahora podría morir en esta lucha. Y yo jamás me habría despedido de él...



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