Recuerdo

12 de Agosto de 2004, a las 00:00 - Vanimist
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   Corrí hacia la tienda, mientras fuera se comenzaba a librar la batalla. Al llegar a la tienda, abrimos impulsivamente. No planeamos nada, tan sólo nos abalanzamos y entramos en ella. Dejamos la tienda abierta, algo de luz entraba, y nos permitía ver algunos fardos en el suelo.

   Nos aproximamos a los fardos, alargados y cilíndricos, cubiertos con tela de saco. Exploramos el resto de la tienda, no había nada más que los tres fardos en el suelo. Instintivamente nos abalanzamos a abrirlos. Cuidadosamente, fuimos retirando con paciencia capa por capa, y finalmente llegamos a una fina tela de lino. La retiré temblando.

   Tras la tela, descubrí un rostro. ¡Era Innerol y estaba pálido! Le tomé el pulso en la yugular. No latía. Con un intenso temblor recorriendo todo mi cuerpo, me dispuse a descubrir qué ocultaba el segundo fardo. Tras unos minutos de nerviosismo, alcanzamos la tela de lino que ocultaba el rostro del cadáver que este fardo ocultaba.

   Mi trémula mano se dirigía a la tela cuando Maraldir la tomó.

- ¿Estás segura de querer hacerlo?-  me preguntó con miedo en su mirada. Me contemplaba como si mirara un abismo oscuro y sin fin. Con respeto, sin saber muy bien qué es lo que podía encontrar en el fondo. – Puedo abrirlo por ti si lo prefieres-.
- No gracias, lo abriré yo- respondí con un hilo de voz. Apenas podía hablar, aún no sé cómo pude emitir algún sonido en aquel momento en que las lágrimas que no ahogaban mis ojos anegaban mi alma.
- Bien. Adelante entonces.- Fue toda su respuesta.

   Rápida descubrí la faz del muerto. Un horrible orco con mueca de dolor era lo que ese fardo guardaba. Parecía ser de una etnia diferente a la de los raptores. Inimaginablemente feo y grotesco era el gesto de su rostro, y años después aún me estremezco recordando el escalofrío que recorrió mi cuerpo en el instante en que lo vi.

   Miré a Maraldir, sólo quedaba un fardo. Ladeando la cabeza, lo incité para ver qué nos deparaba el tercer fardo. Podía ser cualquier cosa. Un elfo, un orco, un humano... nada nos sorprendería ya.

-Voy afuera a luchar. Parecen necesitar ayuda. ¿Podrás tú sola terminar con aquel muerto? – me preguntó valientemente Maraldir. Era fuerte, y no parecía temer a nada más que a la esclavitud. Su voluntad me contagió y me dio fuerza para aceptar yo sola el hecho de enfrentarme a quedarme sola en la tienda... con los cadáveres.
- Bien, no hay problema. Allí vas a ser más necesario que aquí.- Respondí sonriendo, intentando devolverle una mínima parte de toda la fuerza que él me había inspirado.

   Al volverme para desvelar lo que él tercer fardo ocultaba, vi de nuevo el pétreo rostro de Innerol. Cerré los ojos, y sin pensar comencé a deshacer el tercer fardo. Mecánicamente, sin mirar dónde la daga cortaba seguí atravesando capa tras capa.

   Recuerdo que estaba distraída cuando alguien cerró mi tienda. No había luz. Alguien se movía dentro. Me giré, tratando de encontrar alguna explicación en toda aquella oscuridad. Una respiración agitada acompañaba al visitante. Sin saber aún cómo lo pudo hacer, el extraño me tomó por el cuello. Notaba su aliento en mi nuca, sus manos se trasladaron a mis hombros.

   Recuerdo que sentía que cada vez se acercaba más a mí. Su aliento me golpeaba con mayor intensidad. Y pronto llegó con su boca a mi lado. En apenas unos instantes que se me hicieron eternos, me tenía a su merced.

   Tomó aire una vez más, y quedamente susurró:

-¿Eres Vanistel?- Esa voz me era familiar. ¡¡¡Era Herendor!!!  En un segundo giré y lo abracé con todas mis fuerzas.
-¿Cómo estás?- Susurré en su oído. Tomando su cara entre mis manos, seguí hablándole, imaginando su rostro, su gesto, sus oscuros y grandes ojos mirándome.- Te he estado buscando, noche y día, no me podía hacer a la idea de que te habían hecho preso.-
-Bien, afortunadamente no estoy tan mal como otros.-respondió en un tono más jovial y que me trajo una oleada de recuerdos de los días en Lothlórien.

    Lo solté recordando al tercer fardo.

-Abre la tienda, por favor. Hay algo de lo que me tengo que encargar. – le espeté. Me arrodillé de nuevo, y terminé de abrir el fardo. Intenté ver a Herendor sonriendo, aún no me podía creer que estuviera ahí, frente a mí, sano.
- Ya está – me respondió mientras notaba cómo penetraba la luz exterminando las sombras cobijadas en los recovecos. En ese momento ni siquiera lo miré, terminé de abrir el fardo. Ya no había ruido fuera, no había alboroto en el entorno.

   Recuerdo que con esfuerzo y sin esperanzas, abrí el último fardo. Levanté el lino... y ahí estaba, Danaron. Un grito se ahogó en los labios de Herendor. Yo, desolada y sin ganas de descubrir demasiado, torné mi rostro, y con ojos vidriosos (según más tarde Herendor me confesó), lo miré.

   Su rostro había cambiado. Profundas arrugas surcaban su frente, como las de los Edain de cabellos blancos. Grandes bolsas se veían bajo sus ojos, y muchos arañazos y golpes cubrían su cuerpo entero. Llagado entero como estaba, me sonrió, exactamente como solía hacerlo cuando, con flores en el pelo, perfumado y vestido con las más ricas telas, venía a buscarme en el día de mi aniversario.

   Esa sonrisa me recordó los días que antaño compartimos en Lothlórien, que ahora se me hacían tan antiguos. Y corrí hacia él, lo abracé con todas mis fuerzas. Podía sentir cómo las lágrimas recorrían mi rostro, como el mundo se nublaba a mi alrededor, ahogado en mis ojos. Aferrada a él, me liberé y noté cómo él se liberaba también.

   Tras las últimas semanas viajando al fin lo había encontrado, y para ello había acabado con las vidas de dos elfos. Deseaba volar para siempre, desaparecer de allí, o despertar de un sueño y descubrir que todo ese viaje no había sido más que un sueño, un mal sueño.

   Recuerdo que estábamos abrazados cuando algún tiempo más tarde, tal vez minutos, quizás horas vino Phalail a buscarnos. Nos miró sin poder ocultar la sorpresa que la embargaba, y una vez nos soltamos, se me acercó para preguntarme confidencialmente:

-¿Es él?

-Sí, él es. En estos últimos días pensé que jamás lo volvería a ver. De verdad, es increíble. Me parece que en cualquier momento voy a despertar en medio del llano con Danaron e Innerol durmiendo alrededor mío, junto a ti en alguna de estas noches frías que hemos pasado. Esto no puede ser verdad. Es horrible lo que les ha pasado.

-Sí, pero por fortuna ya están conscientes.

-¡¿Qué?!-fue todo lo que pude responder. No me lo podía creer, ellos estaban conscientes cuando yo los había visto muertos antes.-No es posible, pero yo los vi y...-

-Sí, tú los viste. Pero han despertado.-

-¿Qué les ha ocurrido?-

-Que los habían envenenado. Ha bastado dejar que el tiempo pasara y darles algo de pan para que pronto estuvieran como antes. Según nos ha contado, Danaron vivió una pequeña odisea antes de que lo apresuraran. Será capitán, pero las misiones clave no son su fuerte-.

-Luego iré a hablar con él. ¿Qué ha sido de los Edain?-

-Están casi todos bien, a excepción de un anciano y alguien más. Falleció anoche en la batalla. Otro tiene una pierna herida y... bueno, tu amigo Maraldir... murió. Fue muy valiente luchando. Yo estaba rodeada, y él vino a socorrerme. Éramos dos contra seis. Intenté salvarlo, pero... ya habían hundido una espada en su pecho cuando pude ayudarlo-.

-Vaya... es algo tan... intangible, sigiloso, horripilante, angustioso... No sabría cómo vivir siendo Adan. Imaginar que en cualquier momento puedes morir, dejar de existir...-

-Esta noche tú no has estado lejos de la muerte. Y la noche que te encontramos estuviste más cerca de la muerte aún-.

-Sí, tienes razón. Pero yo sé que el tiempo no me conduce a mi fin. Sé que cada minuto que pasa no es un minuto perdido. Si fuera Adan pasaría todos los minutos de mi vida haciendo algo productivo. No descansaría nunca-.

-Entonces morirías de la fatiga-.

-Fatigada pero satisfecha. Phalail, sabes mucho de los Edain, ¿no? O eso, o no te has planteado lo que la muerte significa para ellos. Tú tienes la certeza de que irás a Mandos, y que de ahí a Eldamar. Tú sabes que vas a seguir existiendo, pero, ¿y ellos?, ¿saben o intuyen que hay un más allá? Eru no ha revelado aún qué tiene pensado para ellos, y ninguno de los que hayan ido han vuelto para dar testimonio de una pervivencia. En ocasiones los infravaloramos. Los tomamos por estúpidos, ignorantes, débiles, pero... ¿te imaginas cómo sería la vida con la sombra de la muerte planeando constantemente sobre tu cabeza? A nosotros nos destruye el acero, los errores, pero a ellos el tiempo los mata. ¿Te imaginas pensar que no verás la llegada de la paz porque seguramente mueras antes? Qué fortaleza tienen, piensa en lo que tienen asumido...-

-Nosotros tenemos asumidas otras cosas-.

-¿Cómo qué?-

-Como que no tenemos descanso. Sabemos que el tiempo no nos va a matar. Y en el caso de que finalmente muramos, iremos a Aman. Imagina por un momento que tomaste por esposo a un Adan, por lo que tus hijos son Peredhili-.

-Yo soy Peredhil-.

-Pero tus padres también, y habéis escogido todos pertenecer a los Primeros Nacidos. No contáis. Como te decía, tu esposo muere, tus hijos mueren, y se van lejos, no sabes a dónde-.

-Si es que se van, quizá sólo desaparezcan-.

-Quizá. Y tú te quedas aquí, hastiada de todo. Ves a los tuyos desaparecer, sufrir, y te quedas sola. Desearás dejar de existir, pero no podrás, no podrás descansar nunca, pues estás condenada a existir y a sentir hasta el Fin del Mundo. ¿No te parece horrible pensar que no hay descanso? Y como el ejemplo que te he puesto, hay muchos más. Imagina que no te casas, o que te casas con un Elda, que tus hijos son Eldar, y son todos felices, pero tú sencillamente te cansas de todo. Sin más, un día te levantas y te das cuenta de que tu vida no tiene sentido. Te has hartado del mundo. No importa que te quedes o que mueras. Sabes que siempre vas a existir. No importa que te tires por un precipicio, volverás a despertar en Mandos. Existirás siempre-.

-¿Alguna vez te has cansado del mundo?-

-Yo no, afortunadamente. Pero me pongo en el lugar de alguien que sí lo haya hecho, y entonces piensas que existir es el peor regalo que se le hace a los seres vivientes. Lo ideal sería que cada uno viviera hasta que se cansara. Tanto Edain como Eldar, Naugrim, ... todos los que pensamos.-

-¿Los orcos no piensan?-pregunté ligeramente emitiendo una clara carcajada desvaneciendo la tensión que nos rodeaba.

-No, ésos poco.-fue su respuesta, acompañada por una risa también.

-No estoy de acuerdo contigo. Yo creo que es un sorteo. Si tienes suerte, te tocará lo que deseas. No sería bueno que todos escogiéramos. Muchos no tendrían el valor necesario para abandonar nunca, y otros se irían antes de tiempo. No estaría bien.

   Recuerdo que en ese momento Herendor se acercó a nosotras. En cuanto llegó Phalail, lo vi deslizarse al exterior de la tienda, pero ahora había regresado, intentando participar en nuestra conversación. Quise conversar sobre ello con él, pero quizá no quisiera hablar de esto ahora. Habían pasado unas semanas en las que había rozado la muerte con la punta de sus dedos todo el tiempo, y seguramente no fuera el tema que más deseara tratar.

-Y bien, es tiempo de levantar el campamento, ¿no creéis?-dije, esbozando una sonrisa.

-Sí, será mejor que nos preparemos para ponernos en marcha.-me respondió Phalail, procurando transmitir despreocupación a Herendor.

-¿De dónde son los Edain?- les pregunté a Phalail y Herendor. Quizá debieran tomar una ruta distinta a la nuestra, y puesto que estaban débiles, sería adecuado que los acompañáramos hasta su hogar. Yo había huido, pensaba posponer mi regreso tanto como me fuera posible. Y Herendor no querría regresar al trabajo hasta cierto tiempo después.

-No les he preguntado ni me han respondido explícitamente, pero de lo que he hablado con ellos puedo deducir que no son de este lado de las Hithaeglir.-me respondió Phalail en un tono pesimista. Como tantas otras veces, me había leído el pensamiento.

-Bueno, no me importa cruzarlas, tengo tiempo. Ahora habrá que saber si hemos de ir al Norte o al Sur.

-Por su acento diría que son del Norte, y las ropas que llevaban hace unas semanas, poco después de apresarlos lo confirman. Llevaban las capas escarlata propias de los hombres de Fornost, y el anciano que anoche falleció incluso llevaba un escudo con el estandarte de Arnor grabado en él.-dijo de pronto Herendor, saliendo de su silencio.

-Bueno, entonces... no hay problema. Podemos cruzar el Paso Alto sorteando a los trasgos y luego marchar a Arnor. Si algo hay claro, es que no nos aburriremos. Después podremos darnos un paseo por Eriador, y finalmente cruzar por Calenardhon de vuelta a Lórien. Nos llevará... unos meses, lo justo para despejarnos, ¿qué me decís?

-Yo no sé Heleriel. Me temo que lo más correcto sería que Innerol, Danaron y yo regresáramos. Para nosotros ha sido una misión, no estamos de vacaciones. Hablaré con ellos y decidiremos. Yo preferiría viajar con vosotros, pero no depende sólo de mí. Haré todo lo que pueda.

-Gracias, amiga mía. Confío en que los convenzas, para mí sería fantástico contar con  vosotros en mi estreno como aventurera independiente.-le agradecí.

-¿Independiente? Bueno... eso ya lo veremos.-me espetó Herendor.

-Claro que lo verás, no lo dudes. No sé por qué motivo no se me va a considerar independiente. ¿Acaso no partí yo sola en tu búsqueda?

-Viniste acompañada.

-Los encontré en el camino. De Lothlórien salí yo sola de noche, y tras pasar frente a Moria, andar días y días, presenciar una batalla y salir airosa de ella, conté con su ayuda. De todos modos, hemos sido cuatro los que hemos venido a rescataros, no pienses que he traído a todas las fuerzas de Thranduil a por vosotros.

-¿Vienen del Bosque Negro?- inquirió Herendor sorprendido.

-Así es. Los encontré casualmente cuando realizaban el cambio de guardia. Ya sabes cómo funcionan los turnos anuales de vigilancia.

-¿Casualmente?.¿Tú no sabías que ellos iban a llegar y que te ayudarían?

-Claro que sí fue casualidad, nosotros la creemos. Cuando la encontramos estaba tan sorprendida de vernos allí como nosotros de ver a una princesa escapar de su hogar. De hecho, nos adelantamos 15 días en llegar, y no creo que ella decidiera esperarnos 15 días en esos parajes infectados de orcos.-respondió Phalail airada. Antes se había apartado de nuestra conversación, pero ahora no pudo evitar contestar con su verdad. Tras decir esto y sin esperar respuesta alguna, giró sobre sus talones y salió de la tienda hacia la clara luz del día. Herendor y yo nos habíamos quedado solos, mirándonos.

-Será mejor que vaya a ver a los heridos.-sugerí tímidamente.

-Sí, será mejor.-respondió él más cohibido que yo.

   Recuerdo que saliendo de la tienda llegó a mi mente el olor de Huthor, una ráfaga de aire fresco, de memorias. Dulce y cálido lo recuerdo, pero trajo a mi alma un inevitable sentimiento de culpabilidad, pues lo había dejado abandonado sin despedirme.

   Apenas caminé unos pasos bajo el radiante sol, cuando una voz a mi derecha gritó con una voz profunda y clara al tiempo:

-¡Dama Heleriel!

   Giré mi cabeza, esperando que se tratara de alguno de los dos elfos recién liberados, cuando me encontré con tres elfos bien uniformados y con unas grises capuchas cubriendo sus cabezas.

-¿Sí?, ¿quiénes sois?, ¿qué hacéis aquí?- les pregunté sorprendida. Jamás hubiera esperado esto. Más probable me hubiera parecido encontrarme a Manwë tomando una taza de té junto a los heridos.

   Al mismo tiempo, retiraron las capuchas que cubrían sus cabezas para mostrarme tres cabezas plateadas que brillaban bajo la luz del sol, y tras hacer mis ojos a la luz, pude escrutar sus rostros.

   Recuerdo que pensé en la cara de tonta que se me debió quedar cuando, mirando al elfo del medio, descubrí que era Huthor, éste, corrió hacía mí, tomó mi mano entre las suyas e, hincando la rodilla en el suelo, la besó una vez tras otra. ¡No me lo podía creer!

   Fueron “demasiadas sorpresas y emociones para mí en una sola noche y su mañana correspondiente” recuerdo haber pensado justo antes de sentir que mi cabeza se iba, y caí desmayada sobre la pisoteada hierba.


   Nota de la Autora: Siento haber tardado tanto, pero he tenido algunos asuntos personales que requerían demasiado de mi tiempo. Lo de los fardos no lo he copiado, la idea se me ocurrió sin necesidad de pensar en nuestra amiga Ella-Laraña, así que no penséis que la inspiración anda coja. Sé que es probable que haya empleado expresiones en las lenguas inventadas por Tolkien, pero son por lo general expresiones habituales, bastante cotidianas que seguro que todos conocéis. En caso de que no supierais el significado de alguna de ellas, no tenéis más que preguntarme. E insisto, los que queráis comentarme algo acerca del relato, tanto bueno como malo, podéis enviarme un e-mail a: vanimist@hotmail.com.  Tenn’oio Mellyn ^^.



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